Saturday, May 28, 2005

Duelo en Washington

Javier Treviño Cantú
El Norte
14 de abril de 2005

¿Qué interés tiene el Estado mexicano en buscar la Secretaría General de la OEA? La política exterior es, por definición, una política de Estado, que debe estar al servicio de los intereses de toda la nación, y no únicamente del gobierno en turno. Por ello, hay que preguntarse qué gana México al encabezar un organismo con limitaciones estructurales para promover una mayor integración entre todos los países que forman parte del continente americano.

Hoy por hoy, hay que reconocer que existen múltiples Américas, y que los intereses de cada una no coinciden plenamente. Norteamérica es una zona de libre comercio, encabezada por la única superpotencia global, formada por tres países con enfoques diferentes sobre el futuro del área y las posibilidades de conformar una auténtica comunidad. Hace casi un mes se firmó la nueva Alianza para la Seguridad y la Prosperidad Económica de América del Norte, que puede significar un paso muy importante para avanzar en este sentido. Pero, al menos en nuestro país, aún no queda claro si la iniciativa se está tomando con la seriedad que merece, y cómo encajaría en el proyecto de dirigir los esfuerzos de la OEA.

Centroamérica sigue buscando nuevos esquemas que le permitan combatir la pobreza y la desigualdad que caracterizan a la región. Después de los contratiempos del Plan Puebla-Panamá, el acuerdo de libre comercio negociado con EU se ve como el motor que podría darle un impulso renovado a su desarrollo. El Presidente George W. Bush ha señalado que buscará su aprobación, aunque es probable que sea hasta después de que pasen las vacaciones de verano cuando se verá si está dispuesto a gastar algo de su capital político para lograr que el Congreso estadounidense lo ratifique.

Por su parte, en el Caribe conviven 14 miembros de la OEA con diferentes culturas, grados de desarrollo y agendas, pero con un mismo reto: crecer a tasas más elevadas. De acuerdo con cifras del Banco Mundial, mientras que el PIB de América Latina creció en conjunto 5.7 por ciento el año pasado -el nivel más alto desde 1997-, el del Caribe únicamente lo hizo en un 2.2 por ciento. Además, esta zona incluye a Cuba, un país que, pese a la oposición de México, fue expulsado de la OEA en 1962 y que, hasta la fecha, sigue siendo un actor fundamental en el juego geopolítico de toda la región.

Finalmente, a pesar de que Sudamérica ha experimentado en los últimos años una convergencia política hacia regímenes considerados de "izquierda", en países como Argentina, Brasil, Chile, Ecuador, Perú, Uruguay y Venezuela, aún existen profundas diferencias en la forma en la que las naciones de la zona están buscando respuestas a los retos que plantea el avance de la globalización, y en la forma de concebir el papel que deberá jugar la OEA en el futuro.

Ahora, después del duelo protagonizado en Washington por el Canciller Luis Ernesto Derbez y el Ministro del Interior chileno, José Miguel Insulza, estas diferentes Américas se han dividido en dos bloques. Tras la sorpresiva renuncia del salvadoreño Francisco Flores -quien tenía el respaldo original de EU pero enfrentó la oposición de Honduras, por la vieja disputa fronteriza entre los dos países centroamericanos, y de Venezuela, por su apoyo al golpe de Estado en contra del Presidente Hugo Chávez en abril de 2002-, las condiciones se dieron para que los 34 países de la organización se agruparan en torno a los dos candidatos restantes.

La división de los bandos fue clara. En una esquina, Norte y Centroamérica, junto con algunas naciones del Caribe y, quizás, al menos una de América del Sur, apoyaron al mexicano. En la otra, la mayoría de los países sudamericanos y varios caribeños respaldaron al candidato de Chile. Después de cinco rondas de votación históricas, en las que Derbez e Insulza obtuvieron respectivamente 17 votos cada vez, el resultado reflejó no sólo una sólida división geográfica, sino también algo más: la pérdida relativa de influencia política y económica de EU en la región.

Durante los últimos años, mientras que nuestros vecinos del Norte se han enfocado en luchar contra el terrorismo internacional y promover cambios en el Medio Oriente, el propio avance democrático en la gran mayoría de los países latinoamericanos les ha dado mayor capacidad de defender posiciones contrarias a las sostenidas por EU. Al mismo tiempo, la Unión Europea, especialmente España, y China están ampliando su presencia económica en el área a un nivel sin precedente. Durante los últimos cinco años, el comercio bilateral entre la región y el gigante asiático se ha quintuplicado, alcanzando los 40 mil millones de dólares en 2004.

Por supuesto, esto no ha pasado desapercibido para EU. La semana pasada, el Subsecretario Roger Noriega testificó ante la Cámara de Representantes de su país, precisamente sobre la creciente influencia de China en el hemisferio occidental. Entre otras cosas, señaló que, si bien esto no constituye una amenaza para los intereses estadounidenses, el gobierno del Presidente Bush buscará reafirmar su posición como el mejor aliado a largo plazo de los países de la zona. De entrada, como lo demostró la presencia de Noriega en la sede de la OEA durante la votación del pasado 11 de abril, esto significa que buscarán impulsar a un candidato de su preferencia. Hasta ahora, ése es Luis Ernesto Derbez.

La nueva votación para elegir al próximo Secretario General de la OEA se programó para el 2 de mayo. Tanto Derbez como Insulza han declarado que se mantendrán en la pelea, pero el reglamento de la Organización permite que se inscriban nuevos candidatos. México tiene la oportunidad de decidir si conviene al interés nacional sostener la candidatura del Canciller Derbez, o buscar una salida negociada para encontrar un tercer candidato que tuviera la oportunidad de unificar posiciones y asegurar una conducción eficaz del organismo. En los periódicos hemos leído todo tipo de opiniones. La política exterior de México no es un asunto para ser decidido por "expertos" ni mucho menos por novatos. Es una política de Estado.

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