Tuesday, April 25, 2006

El futuro de los periódicos

Javier Treviño Cantú
El Norte
26 de abril de 2006

En los últimos veinte años, mi experiencia profesional ha estado vinculada, de una forma u otra, a la prensa internacional. En este tiempo, aunque los nuevos espacios para la comunicación se han ampliado constantemente, el futuro de los medios tradicionales —y en especial el de los periódicos—, sigue dependiendo de dos factores clave.

Primero, de su capacidad para adaptarse a la cambiante realidad tecnológica; y, segundo, de su voluntad para asumir un auténtico compromiso de calidad con el público que los lee. Esto último significa mantener altos estándares éticos, pero sin sacrificar aquellos aspectos que los sigan haciendo atractivos para un público que cada vez tiene más opciones para informarse, entretenerse, interactuar y, lo más importante de todo, crear sus propios contenidos.

Según un estudio del Centro Pew (http://www.pewinternet.org/), 57% de los jóvenes en Estados Unidos que usa Internet genera todo tipo de contenidos. Como comenta el semanario inglés The Economist, la nueva forma de crear y compartir textos, música e imágenes está haciendo que la mera “transmisión” de información se convierta en un “diálogo” cada vez más intenso entre la gente.

Recientemente hemos visto ejemplos contrastantes de la forma en la que diversos periódicos están reaccionando ante la nueva realidad. Por una parte, algunos están buscando aprovechar los avances tecnológicos para reposicionarse. Según una nota del lunes pasado, el diario financiero belga De Tijd está probando una nueva tecnología para producir un “periódico electrónico”, con una pantalla digital que refleja la luz, y que por lo tanto requiere muy poca energía para poder leerse.

Otros periódicos, como el francés Les Echos y un grupo de diarios de 13 países, participan en un proceso para probar aproximadamente 300 formatos tecnológicos. El objetivo es desarrollar un periódico de plástico flexible, que pueda doblarse para poderlo llevar a todas partes y leerse como un periódico “normal”, con contenidos —incluyendo anuncios— constantemente actualizados, que tenga un precio accesible (de entre 100 y 150 pesos) y que dure unos tres o cuatro meses.

Por otra parte, algunos diarios han seguido abriendo las puertas a los blogs de sus propios periodistas. Sin embargo, los resultados no siempre son positivos. Los Angeles Times, por ejemplo, acaba de suspender la bitácora personal de uno de sus colaboradores, Michael Hiltzik, debido a que utilizaba varios seudónimos para apoyar la columna que publica en ese mismo periódico y lanzar ataques encubiertos contra otros blogs.

Algunos periodistas han reaccionado a las nuevas presiones del mercado recurriendo a una de las costumbres más antiguas y lamentables del negocio mediático: el chantaje. Hace unos días, el profesor Mark Caldwell comentaba en las páginas del New York Times sobre los antecedentes de esta práctica, la cual parece haber sido muy común en los diarios que se publicaban en Nueva York hacia finales del siglo XIX y principios del XX. Lo hizo a raíz del escándalo en el que se ha visto envuelto Jared Paul Stern, uno de los colaboradores de la célebre “página 6” del New York Post.

La “página 6” está dedicada literalmente al chisme. Su impacto para cierto tipo de negocios en Nueva York es determinante, como la industria restaurantera. Una buena reseña de un nuevo sitio significa toda la diferencia entre el éxito o el fracaso. Stern acaba de ser despedido, ya que una investigación del FBI aparentemente permitió comprobar que estaba tratando de extorsionar a un empresario, Ron Burckle, pidiéndole poco más de 200 mil dólares a cambio de un trato más favorable en la “página 6”.

Otros periódicos siguen echando mano de una práctica periodística tan vieja como la anterior: el escándalo. El lunes de la semana pasada, el rey de los tabloides ingleses The Sun —que al igual que el New York Post pertenece al grupo de medios de Rupert Murdoch— estuvo a punto de causar un incidente diplomático entre el Reino Unido y Alemania. La causa fue la publicación de fotografías “comprometedoras” de la nueva Canciller alemana, Angela Merkel, mientras se cambiaba el traje de baño durante sus vacaciones en una playa de Italia.

En contraste, tres periodistas de Estados Unidos acaban de recibir el Premio Pulitzer por su compromiso con el auténtico periodismo de investigación. Dana Priest del Washington Post recibió el reconocimiento por sus artículos sobre las prisiones secretas que mantiene la CIA en varios países de Europa, mientras que James Risen y Eric Lichtblau del New York Times lo obtuvieron por sus reportajes sobre el espionaje en suelo estadounidense contra supuestos terroristas islámicos, realizado por la administración Bush sin la plena aprobación del Congreso. Ambos premios reflejan el papel central que deben seguir jugando los periódicos en países democráticos.

A pesar de que la creatividad de toda la gente capaz de generar y compartir sus propios contenidos es más que bienvenida, nuestro futuro exige un periodismo profesional, basado en prácticas y estándares éticos, que permita ir detrás de las apariencias inmediatas, que ofrezca el contexto y los referentes históricos de los hechos.

2 comments:

Anonymous said...

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Sildenafil Citrate said...

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