Javier Treviño Cantú
El Norte
26 de septiembre de 2007
La historia se repite. Igual que a principios de la década pasada, la relación entre México y Estados Unidos pasa por un momento clave. La búsqueda de acuerdos fundamentales con una administración que va de salida, coincide con una elección presidencial en donde los principales temas de la agenda común -seguridad, migración y comercio- pueden ser determinantes para definir quién será el próximo ocupante de la Casa Blanca.
En 1992, la negociación del TLC de América del Norte coincidió con la lucha por la Presidencia estadounidense entre el republicano George Bush padre, el demócrata Bill Clinton y Ross Perot. El empresario texano acuñó una de las frases más recordadas de aquella elección, cuando sostuvo que el sonido del TLC era parecido al de una gigantesca aspiradora, por la gran cantidad de empleos que supuestamente irían a parar a México.
A final de cuentas, Clinton ganó, concluyó la negociación y apoyó la ratificación del tratado comercial concebido por la Administración Bush. Pero, en lugar de que la aspiradora del TLC succionara empleos hacia nuestro país, la crisis de 1994-95, la falta de un mecanismo trilateral para apoyar el desarrollo acelerado de México y la ausencia de reformas estructurales acabaron por detonar el crecimiento explosivo de la migración hacia el vecino país.
Ahora, los gobiernos de Felipe Calderón y George W. Bush están negociando un acuerdo de largo alcance en materia de seguridad, que podría tener efectos tan trascendentes como los del TLC.
El domingo pasado, nos volvimos a enterar por un periódico estadounidense, el Dallas Morning News, que las negociaciones van muy avanzadas. En sus declaraciones al diario, la Canciller Patricia Espinosa comentó que ya había terminado la parte "técnica" de las discusiones, y que había un claro entendimiento respecto a los programas de cooperación que se busca impulsar.
La nota confirmó que la ayuda ofrecida sumaría mil millones de dólares, y destacó que el plan deberá ser discutido y aprobado por el Congreso de Estados Unidos. Además, reveló que se estaría considerando una posible visita del Presidente Calderón al rancho del Presidente Bush, en Texas, para que los mandatarios presenten conjuntamente la iniciativa.
Altos funcionarios mexicanos, citados por el diario, insistieron en que lo significativo del acuerdo no estaría en el nivel de la ayuda estadounidense, sino en la adopción de un enfoque "corresponsable" para hacer frente a las organizaciones criminales transnacionales. Sin embargo, unos días antes, la GAO (la oficina del Congreso encargada de revisar las cuentas y los programas del gobierno estadounidense) presentó un reporte que nos da una idea más clara de lo que puede significar esta "corresponsabilidad".
Según el informe, desde al año pasado Estados Unidos tiene lista una "estrategia antinarcóticos para la zona fronteriza del suroeste", que estaría siendo "revisada" ante las acciones emprendidas por el Gobierno mexicano para combatir al crimen organizado. La GAO recomienda centrarse en cuatro puntos para maximizar su éxito:
1) Promover una mayor coordinación entre el Departamento de Defensa de EU y las Fuerzas Armadas de México; 2) alcanzar un acuerdo de cooperación marítima para que las autoridades estadounidenses puedan interceptar y abordar embarcaciones en aguas soberanas de México; 3) restablecer la "Operación Halcón" de vigilancia aérea en la frontera, resolviendo los pendientes relacionados con las responsabilidades en que podrían incurrir los pilotos estadounidenses; y 4) evaluar el equipo aéreo que necesita México para determinar la ayuda que puede ofrecer Estados Unidos.
En el documento de la GAO queda claro lo mucho que ellos esperan de nosotros. Lo que seguimos sin saber es qué está pidiendo el Gobierno mexicano, en qué va a ceder cada parte, y a cambió de qué.
La "ventana de oportunidad" es muy estrecha para que el Congreso de Estados Unidos autorice este año los fondos que requiere un plan de tales dimensiones. Además, por la complejidad del tema y las diferencias partidistas al respecto, la discusión entre los congresistas estadounidenses -y ojalá que también entre los legisladores mexicanos- deberá ser muy cuidadosa. En ese sentido, sería lógico que, en el mejor de los casos, un auténtico plan de cooperación de seguridad bilateral pudiera empezar a aplicarse hasta el próximo año; es decir, cuando la elección presidencial de Estados Unidos estará en pleno apogeo.
Al proceso electoral de nuestros vecinos todavía le falta mucho. Pero es un hecho que, hasta ahora, los demócratas le llevan una amplia delantera a los republicanos en casi todas las encuestas de opinión, y que, entre los demócratas, Hillary Clinton está consolidando la ventaja que tiene sobre sus principales oponentes.
Resultaría irónico que, en uno de los escenarios más probables, la Senadora Clinton ganara la Presidencia de Estados Unidos, y que su Gobierno tuviera que acabar de negociar y apoyar la ratificación del acuerdo de seguridad concebido por la administración de George W. Bush. Por lo pronto, a casi 15 años del TLC, otros miembros de las familias Bush y Clinton están jugando papeles centrales en un nuevo tipo de cooperación bilateral.
Wednesday, September 26, 2007
Wednesday, September 12, 2007
Desastres políticos naturales
Javier Treviño Cantú
El Norte
12 de septiembre de 2007
Los ejes de la política interna y la política exterior del gobierno del Presidente Felipe Calderón volvieron a cruzarse. Ahora fue en la coyuntura del primer Informe y la gira que realizó a Nueva Zelanda, Australia -para participar en la reunión del foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC)-, y la India.
Junto con el combate al crimen organizado, la política exterior ha sido uno de los terrenos que más frutos le han redituado al Presidente Calderón en el primer tramo de su gobierno. El trabajo serio y profesional de la Secretaría de Relaciones Exteriores, que ha permitido ir recuperando lo mejor de la tradición diplomática de nuestro país, se convirtió en una pieza clave de la estrategia seguida por la actual administración para contrastarse simbólicamente con la de su antecesor.
Esta vez, después de entregar por escrito el primer Informe de Gobierno en la Cámara de Diputados y del mensaje televisado desde Palacio Nacional al día siguiente, en lugar de que el Presidente y su gabinete salieran a promover sus logros, casi todos desaparecieron del mapa informativo. Con ello, crearon un vacío que acabó por desinflar el circo armado alrededor del evento ritual.
Ante la avalancha de críticas por la "falla técnica" que sacó del aire a la diputada Ruth Zavaleta, y en un tenso ambiente político por la discusión simultánea de las reformas electoral y fiscal, prácticamente la única dependencia que salió a dar la cara ante los medios fue Relaciones Exteriores. El inminente viaje del Presidente Calderón a Oceanía y la India abrió el espacio para citar a una inusual conferencia de prensa en la Cancillería.
Sin embargo, la evaporación mediática del propio Presidente Calderón hizo que el arranque de su nueva gira internacional fuera totalmente "anticlimático". A diferencia de sus viajes previos, esta vez el Mandatario no ofreció ni una sola entrevista, a medios nacionales o extranjeros, para precisar personalmente los objetivos de la excursión asiática.
En medio de las tormentas e inundaciones causadas por el huracán "Henriette", resultó paradójico que Calderón viajara precisamente para discutir la forma de combatir el cambio climático en la reunión de los líderes de las economías de APEC. Junto con las visitas a Nueva Zelanda y la India para impulsar su diplomacia comercial, esta gira marcó así la culminación de una primera etapa, en la que el Presidente ha ido cumpliendo -en la forma, más que en el fondo- cada uno de los objetivos centrales que se trazó al inicio de su administración.
Después de dedicarle una atención prioritaria a América Latina para recomponer relaciones maltrechas; de realizar dos giras a Europa para tratar de equilibrar el enorme peso que ejerce nuestra cercanía a Estados Unidos; de buscar "en lo oscurito" un replanteamiento de la cooperación sobre seguridad con nuestro vecino del norte; y de decidirse a jugar un papel activo en los foros multilaterales manteniendo la candidatura de México al Consejo de Seguridad de la ONU en 2009-2010, solamente faltaba la visita a Asia para acabar de "palomear" la lista de tareas iniciales.
En el fondo, sin embargo, la gira deja dos grandes pendientes. El primero es regional: este viaje no incluyó visitas a China y Japón, con lo que se pospuso el relanzamiento de dos relaciones bilaterales claves para México. El segundo pendiente es de carácter estratégico: una vez cumplidas las formas diplomáticas de esta primera etapa, ahora es necesario dotar de verdadero contenido a la política exterior de nuestro país.
El problema, como se vio en las distintas conferencias de prensa que sí tuvo que ofrecer el Presidente Calderón durante la gira, es que el eje de la política interna seguirá reclamando la mayor parte de su atención. Sobre todo, porque los desastres naturales causados por los huracanes que deberá atender, no se comparan con el desastroso giro que está tomando el panorama nacional. Ni modo: toda la política es local.
A su regreso lo esperan cinco malas noticias: 1) una segunda llamada de alerta sobre los riesgos reales para nuestra seguridad nacional, después de los nuevos atentados contra la infraestructura energética del País; 2) la evidente falta de previsión de los aparatos de inteligencia y de capacidad operativa por parte de los encargados de la gobernabilidad del País; 3) un rompecabezas legislativo que obstaculiza el logro de reformas económicas y políticas realmente estructurales, con todo el lastre para nuestra estabilidad y competitividad que ello implica; 4) la reactivación de los enfrentamientos con la dirigencia del PAN; y 5) un nuevo escándalo internacional, por la detención en Estados Unidos del que fuera zapatero personal del ex Presidente Fox, Martín Villegas, acusado por el Departamento de Justicia de aquel país de tráfico ilegal de especies en peligro de extinción y lavado de dinero, después de una investigación que tenía más de tres años.
Después de esta gira, las únicas buenas noticias en casa para el Presidente Calderón son que puede contar con una Cancillería que ahora sí está dedicada a hacer su trabajo con eficacia, y que siempre podrá seguir contando con su antecesor para recordarnos que no todo tiempo pasado fue mejor.
El Norte
12 de septiembre de 2007
Los ejes de la política interna y la política exterior del gobierno del Presidente Felipe Calderón volvieron a cruzarse. Ahora fue en la coyuntura del primer Informe y la gira que realizó a Nueva Zelanda, Australia -para participar en la reunión del foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC)-, y la India.
Junto con el combate al crimen organizado, la política exterior ha sido uno de los terrenos que más frutos le han redituado al Presidente Calderón en el primer tramo de su gobierno. El trabajo serio y profesional de la Secretaría de Relaciones Exteriores, que ha permitido ir recuperando lo mejor de la tradición diplomática de nuestro país, se convirtió en una pieza clave de la estrategia seguida por la actual administración para contrastarse simbólicamente con la de su antecesor.
Esta vez, después de entregar por escrito el primer Informe de Gobierno en la Cámara de Diputados y del mensaje televisado desde Palacio Nacional al día siguiente, en lugar de que el Presidente y su gabinete salieran a promover sus logros, casi todos desaparecieron del mapa informativo. Con ello, crearon un vacío que acabó por desinflar el circo armado alrededor del evento ritual.
Ante la avalancha de críticas por la "falla técnica" que sacó del aire a la diputada Ruth Zavaleta, y en un tenso ambiente político por la discusión simultánea de las reformas electoral y fiscal, prácticamente la única dependencia que salió a dar la cara ante los medios fue Relaciones Exteriores. El inminente viaje del Presidente Calderón a Oceanía y la India abrió el espacio para citar a una inusual conferencia de prensa en la Cancillería.
Sin embargo, la evaporación mediática del propio Presidente Calderón hizo que el arranque de su nueva gira internacional fuera totalmente "anticlimático". A diferencia de sus viajes previos, esta vez el Mandatario no ofreció ni una sola entrevista, a medios nacionales o extranjeros, para precisar personalmente los objetivos de la excursión asiática.
En medio de las tormentas e inundaciones causadas por el huracán "Henriette", resultó paradójico que Calderón viajara precisamente para discutir la forma de combatir el cambio climático en la reunión de los líderes de las economías de APEC. Junto con las visitas a Nueva Zelanda y la India para impulsar su diplomacia comercial, esta gira marcó así la culminación de una primera etapa, en la que el Presidente ha ido cumpliendo -en la forma, más que en el fondo- cada uno de los objetivos centrales que se trazó al inicio de su administración.
Después de dedicarle una atención prioritaria a América Latina para recomponer relaciones maltrechas; de realizar dos giras a Europa para tratar de equilibrar el enorme peso que ejerce nuestra cercanía a Estados Unidos; de buscar "en lo oscurito" un replanteamiento de la cooperación sobre seguridad con nuestro vecino del norte; y de decidirse a jugar un papel activo en los foros multilaterales manteniendo la candidatura de México al Consejo de Seguridad de la ONU en 2009-2010, solamente faltaba la visita a Asia para acabar de "palomear" la lista de tareas iniciales.
En el fondo, sin embargo, la gira deja dos grandes pendientes. El primero es regional: este viaje no incluyó visitas a China y Japón, con lo que se pospuso el relanzamiento de dos relaciones bilaterales claves para México. El segundo pendiente es de carácter estratégico: una vez cumplidas las formas diplomáticas de esta primera etapa, ahora es necesario dotar de verdadero contenido a la política exterior de nuestro país.
El problema, como se vio en las distintas conferencias de prensa que sí tuvo que ofrecer el Presidente Calderón durante la gira, es que el eje de la política interna seguirá reclamando la mayor parte de su atención. Sobre todo, porque los desastres naturales causados por los huracanes que deberá atender, no se comparan con el desastroso giro que está tomando el panorama nacional. Ni modo: toda la política es local.
A su regreso lo esperan cinco malas noticias: 1) una segunda llamada de alerta sobre los riesgos reales para nuestra seguridad nacional, después de los nuevos atentados contra la infraestructura energética del País; 2) la evidente falta de previsión de los aparatos de inteligencia y de capacidad operativa por parte de los encargados de la gobernabilidad del País; 3) un rompecabezas legislativo que obstaculiza el logro de reformas económicas y políticas realmente estructurales, con todo el lastre para nuestra estabilidad y competitividad que ello implica; 4) la reactivación de los enfrentamientos con la dirigencia del PAN; y 5) un nuevo escándalo internacional, por la detención en Estados Unidos del que fuera zapatero personal del ex Presidente Fox, Martín Villegas, acusado por el Departamento de Justicia de aquel país de tráfico ilegal de especies en peligro de extinción y lavado de dinero, después de una investigación que tenía más de tres años.
Después de esta gira, las únicas buenas noticias en casa para el Presidente Calderón son que puede contar con una Cancillería que ahora sí está dedicada a hacer su trabajo con eficacia, y que siempre podrá seguir contando con su antecesor para recordarnos que no todo tiempo pasado fue mejor.
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