Monday, July 27, 2020

Puesta en escena y adhocracia

Puesta en escena y adhocracia

 

Javier Treviño Cantú

 

 

https://anchor.fm/javier-trevi361o            


https://twitter.com/javier_trevino

 

https://www.eleconomista.com.mx/opinion/Puesta-en-escena-y-adhocracia-20200726-0014.html

 


El miércoles 22 de julio asistí a la conferencia de prensa matutina en Palacio Nacional donde se hizo un anuncio histórico. Sin duda se trató de la que podría ser la política pública más relevante, hasta ahora, del gobierno de la cuarta transformación. 

 

En 1997 inició una reforma al sistema de pensiones de los trabajadores del sector privado, pasando de un modelo de “beneficio definido” a uno de “contribución definida con cuentas individuales”. Esa reforma no logró plenamente sus objetivos. Fue bueno que los recursos de las aportaciones no se utilizaron para otros fines, ya que están en las cuentas individuales. Y se generó un mercado financiero local con una buena base de ahorro y alta capacidad de financiamiento al aparato productivo. Pero se requería la acción urgente de los empresarios para mejorar el sistema en beneficio de los trabajadores.

 

Fue así que durante más de un año, el Consejo Coordinador Empresarial entró en la recta final de sesiones para analizar y concertar las diferentes ideas y así plantear una sola propuesta de reforma con el consenso de todas las organizaciones del sector privado.

 

Inmediatamente después se iniciaron las conversaciones del CCE con el Congreso del Trabajo. El Senador Carlos Aceves escuchó, analizó e integró un grupo de expertos de las organizaciones sindicales para mejorar los planteamientos del sector privado. 

 

El Senador Aceves y el Presidente del CCE, Carlos Salazar, llevaron la propuesta al Secretario de Hacienda. Después de un trabajo técnico muy serio y profesional por parte del equipo de Arturo Herrera, el Secretario se la presentó al Presidente de la República y dio el visto bueno para hacer el anuncio en la mañanera.

 

¿Qué problemas se habían identificado? El sistema necesitaba una reforma urgente porque, con los parámetros actuales, los primeros trabajadores que se jubilarían en el régimen de las Afores no tendrían buenas pensiones. La baja cuota de aportación para el retiro y el alto nivel de informalidad en la economía explican en mucho la situación. No es un problema del modelo operativo de Afores. Lo que había que modificar son algunos parámetros del sistema para que funcione bien. 

 

Por ejemplo, la cuota de aportación del 6.5% es de las más bajas del mundo. Esto significa poco ahorro y la consecuencia es una baja pensión. El aumento en semanas de la Ley del IMSS de 1973 (520 semanas) a la Ley de 1997 (1,250 semanas) resultó excesivo y no consistente con la realidad del mercado laboral de México. Y todo eso significaba que, en la situación actual, más del 80% de los trabajadores van a recibir negativa de pensión.

 

¿Qué propone la reforma planteada? Tres cosas: lograr un ahorro adecuado; tener criterios de elegibilidad razonables; y contar con una garantía de ingresos en vejez por arriba de la línea de bienestar. 

 

Se reconoce la realidad del mercado laboral y plantea modificaciones congruentes: el aumento de cuota del 6.5% al 15% lleva a México a un nivel en el promedio internacional. No va a ser de las más altas. La transición de ocho años, por su parte, ayuda a asimilar el impacto de aumento en costos. Bajar el requisito de semanas a 750 hace elegibles a la pensión mínima a la mayoría de los trabajadores, lo que vuelve al sistema una red de protección efectiva. De una pensión mínima única para proteger a los trabajadores de un salario mínimo se migra a un rango de pensión mínima garantizada en el que el 75% de los trabajadores podrá lograr una tasa de reemplazo adecuada.  

 

Es relevante diseñar una transición para los primeros trabajadores que lleguen a la edad de retiro en los próximos años. Es un grupo que ingresó a trabajar a mayor edad y tendrá menos tiempo para poder lograr la garantía, lo que les pone en desventaja.  

 

Esta propuesta de modificación al régimen de pensiones es parte esencial de la nueva dimensión social de las empresas y es congruente con las acciones que propuso el CCE para mejorar el salario mínimo de los trabajadores. 

 

Hasta aquí lo esencial de la propuesta del sector privado.

 

Hace algunas semanas me preguntaba en estas páginas ¿cómo toma las decisiones el Presidente Andrés Manuel López Obrador? ¿Tiene un método? ¿Un modelo?  Creo que la presentación de la reforma al sistema de pensiones nos da algo de luz sobre ese modelo de toma de decisiones.

 

En la mañanera estuvieron el Presidente de la República, el Secretario de Hacienda, el Consejero Jurídico del Presidente, el Director del IMSS, los Presidentes de las Juntas de Coordinación Política del Senado y de la Cámara de Diputados, el Presidente del Congreso del Trabajo y el Presidente del Consejo Coordinador Empresarial.

 

Queda claro que gobernar, para la 4T, es una puesta en escena. En la función diaria del gran teatro del Salón de Tesorería de Palacio Nacional se toman las decisiones y se dan instrucciones. Todo el gobierno debe estar atento de 7 a 9 de la mañana para saber lo que el Presidente responde a los “periodistas” de algunos medios que nadie conoce y ordena a los servidores públicos lo que se debe hacer. 

 

El Presidente es un gran comunicador. Pero en su despacho no hay un modelo de administración centralizado, ni su jefe de oficina organiza la información para que tome decisiones. Tampoco hay un modelo de gabinetes especializados en donde se discuta abierta y transparentemente los diferentes puntos de vista y posiciones. Lo que hay es un “modelo ad-hoc”. ¿Qué significa esto? El Presidente decide a quién escucha, genera competencia y rivalidades.

 

La “adhocracia” es útil para un presidente como AMLO porque comunica la imagen de que él es quien está al mando. Por eso proliferan las “mesas” y “grupos de trabajo” y “comités” para que se vea la preocupación sobre un tema y un sentido de acción. Hay gran flexibilidad (caos) porque no hay procedimientos estandarizados ni sistemáticos. Puede responderse, cuando se quiere, con gran velocidad. O se puede arrastrar los pies. Hay confidencialidad pero pueden mezclarse las consideraciones políticas y económicas.

 

También hay debilidades, porque el “designado ad-hoc” tiene que recabar la mejor información y analizar todos los puntos de vista que pueda imaginarse. No hay un examen integral del tema, no hay discusión, no hay orden. El Presidente se convierte en su propio coordinador de asesores y jefe de oficina porque tiene que asegurarse de que recibe un análisis adecuado. 

 

La paradoja de la “adhocracia” es que un Presidente fuerte y al mando es apoyado por un sistema fragmentado y dividido. El Presidente tiene que dedicar más tiempo a cada tema, entender las implicaciones que tiene una decisión en otras áreas del gobierno. El modelo de la “adhocracia” excluye a otros jugadores que tendrían un interés legítimo en el tema. El Presidente tiene que integrar por sí mismo, en la soledad de su despacho, sus políticas y puede fallar al identificar los temas relevantes y los que no los son. Sin un análisis integral, se puede excluir a jugadores importantes que, en su decepción, entorpecerán la implementación.

 

En los próximos días se presentará la iniciativa para el fortalecimiento del sistema de pensiones a la Cámara de Diputados. Fue un gran esfuerzo tripartita CCE-Congreso del Trabajo-Hacienda que merece ser aprobado con prontitud. Seguramente escucharemos la estridencia de las voces de quienes se sienten haberse quedado fuera del “modelo ad-hoc” en la toma de decisión. Algunos en la Conferencia Interamericana de Seguridad Social tenían su propia visión y propuesta. Esperemos que el ala más radical de la 4T en el Congreso no intente descarrilar una propuesta responsable de reforma que beneficiará a los trabajadores de México.

 

 

*Javier Treviño Cantú es Director General de Políticas Públicas del Consejo Coordinador Empresarial.

 

@javier_trevino

 

Monday, July 20, 2020

Nuevo León 2021

Nuevo León 2021

 

Javier Treviño Cantú


https://www.eleconomista.com.mx/opinion/Nuevo-Leon-2021-20200719-0042.html


 

El 2021 está a la vuelta de la esquina. Pronto iniciará el año electoral. Leo, veo y escucho en Nuevo León historias increíbles de quienes aspiran a ser gobernador(a). El panorama no alimenta el optimismo. El futuro no será como el pasado. Nuevo León será otro después del coronavirus. Deberemos enfocarnos en la salud y la recuperación económica. Se requerirán nuevas habilidades y destrezas en el gobierno. Ya se acabó el tiempo de la frivolidad y la charlatanería. La gente exige seriedad, experiencia, el mejor equipo y una verdadera alianza con las empresas y las organizaciones del sector privado.

 

Con una carrera de diecisiete años en el gobierno federal, tres años en el gobierno de Nuevo León, dos años como legislador federal por Nuevo León y once años en el sector privado, he podido leer mucho, platicar con gente sabia y reflexionar sobre el gobierno. Soy de los pocos que ha estado en posiciones de decisión en los cuatro lados de la mesa. Y de mis lecturas y vivencias he recopilado y articulado diez ideas que podrían ser orientadoras para el próximo gobernador(a):

 

1. Gobernar es cosa seria. El objetivo del diseño, formulación e implementación de políticas públicas es crear valor público. La política y el gobierno no son un juego sucio. Para el político, cada día entraña una noble batalla. Sin duda, se requiere talento, experiencia, conocimiento, razón. También es necesaria una buena dosis de humildad, autocontrol, buen juicio, fortaleza interior, prudencia, flexibilidad y apertura a las nuevas ideas. Debes conocerte a ti mismo. También debes ser firme en torno a la razón por la que entraste a la política.

 

2. Gobernar es un ejercicio de responsabilidad. Un político genuino, responsable, defiende lo que cree, lo hace de frente y alienta a otros a que luchen también por lo que juntos creemos: nuestra vida en comunidad.  Yo creo en el poder transformador de la política. Hay que cambiar algunas cosas y proteger otras de cualquier cambio. Siempre he pensado que la decisión que tomas hoy te debe permitir tomar una decisión mañana. Nunca debes decir o hacer algo que va a minar tus oportunidades futuras. 

 

3. Gobernar es controlar tus emociones. La combinación de prudencia, coraje y audacia es indispensable. La tarea política también exige emociones y no puedes estar todo el tiempo a la defensiva. A lo largo de una carrera política se avanza y se retrocede. El fracaso no es una desgracia, te enseña lecciones de vida, duraderas, dolorosas. El éxito te puede echar a perder; hay que buscarlo, pero con ecuanimidad. Puedes controlar tu visión, tu valentía, tu voluntad, tu determinación y tu sentido del humor. Pero no podrás controlar las fuerzas que se desatan a tu alrededor cuando decides entrar a la arena política. Estarás siempre asediado por adversarios.

 

4. Gobernar es dejar la inocencia a un lado. Para bien o para mal, la buena o mala fortuna es la que determina las carreras políticas. El destino se puede volver contra ti. Nunca seas soberbio, mucho menos cuando inicias un nuevo encargo, porque la novatez, la ignorancia y la arrogancia se combinarán en una crisis explosiva. No puedes controlar tu propio destino. Cuando decides entrar a la vida política debes dejar a un lado tu inocencia. Tienes que estar dispuesto a pagar el costo sin saber cuál va a ser el total de la factura. 

 

5. Gobernar es estar del lado de la gente. Tu puesto se lo debes a la gente. Tienes que asumir las causas de la gente como tu propia causa. Saber que representas los sueños de la gente te cambia para siempre. La gente debe creer en ti, su lealtad se gana día a día. La confianza se gana cuando eres verdaderamente quien dices ser. La gente confía si cree que tus convicciones son sinceras, si les prometes que vas a hacer algo y lo haces. No hay que ser popular para tener éxito. Pero sí requieres el respeto de la gente. La gente quiere a un político íntegro, que entiende y se esfuerza por ellos, que tiene visión de largo plazo y que sabe ejecutar las políticas hoy.

 

6. Gobernar es saber contar historias. Tienes el poder si sabes articular historias, relatos, narrativas. Nunca dejes que tus adversarios te definan porque lo harán con el ánimo de destruirte. Tienes que mantener el control de tu propia historia; nadie la conoce mejor que tú. La narrativa que debes contar es la de la comunidad y el estado que quieres construir. Tu historia debe vincular tu destino, tu vida, tu causa a la de la gente. Requieres un discurso convincente que integre tus propuestas y tu historia personal, reforzar los lazos comunes, enfrentarnos juntos a las fuerzas de la desigualdad, la envidia, la división y el odio, fortalecer el tejido social. Siempre es una historia de destino común.

 

7. Gobernar es resolver dilemas. El antagonismo, la contradicción, los dilemas son la esencia de la política. Todos los días te enfrentarás a dilemas qué resolver. Tienes que luchar y defenderte si quieres sobrevivir. No debes tomar los ataques como algo personal. Defiende tu honor e integridad, tu posición y tu derecho a ser escuchado, tu reputación y tu prestigio. Hay que dar todo en la batalla, pero con golpes limpios, con inteligencia, con audacia. Hay que ganar el respeto de la gente, no el miedo. Hacer política no es pelear sucio. No eres ingenuo pero tampoco cínico. Se debe mantener la fe en el buen juicio de las personas. Los votantes sí saben lo que quieren, son más inteligentes de lo que crees. Esa es la belleza de la democracia: la gente y la realidad ponen a los políticos en su lugar.

 

8. Gobernar es convertirte en guardián de la democracia. La política te exige que trabajes para todos. Un buen político es responsable por sus acciones ante la gente que lo eligió. Tenemos que defender la democracia no porque sea el menos malo de los sistemas políticos, como decía Churchill, sino porque sólo la democracia nos permite sacar lo mejor de nosotros mismos para lograr hacer realidad las causas de la gente. Cuando un político es guardián de la democracia establece una relación de confianza con las personas y defiende las instituciones, las tradiciones y las reglas de la convivencia. Las instituciones son siempre tu respaldo y te hacen mejor de lo que eres solo. 

 

9. Gobernar es dejar las ocurrencias y la improvisación a un lado. Los adversarios en política son oponentes, no enemigos. La política no es la guerra. Se requiere una cultura de respeto a tu antagonista, a tu adversario. Debes ser leal a ti mismo, a la gente, a tu nación. Y México está por encima de todo lo demás. La política es algo muy serio. No es para improvisados ni para aficionados. La política no es el mundo del espectáculo o de las celebridades, mucho menos de los charlatanes y los influencers. La política es el mundo de la responsabilidad. Max Weber dijo que sólo aquéllos que viven para la política pueden entenderla como una llamada. Los que viven de la política no sirven para ello. 

 

10. Gobernar es aprender a aprender cada día. Nunca te dejes llevar únicamente por el razonamiento por analogía. En la política no hay estándares ni técnicas únicas que puedan enseñarse. No es una carrera estable. Hay triunfos y derrotas; subidas y bajadas. No es una ciencia sino un arte, que depende de la capacidad de persuasión, de los contactos, de las narrativas que conectan con la gente, de la perseverancia. Es una experiencia de vida. Pero, por eso mismo, la vida política puede terminar en cualquier momento. Debes saber construir, con honestidad, una vida para después de tu experiencia en el gobierno.

 

Por ahora, dudo que los aspirantes a la gubernatura de Nuevo León que van adelante en las encuestas entiendan que el futuro no será como el pasado.

 

 

*Javier Treviño Cantú es Director General de Políticas Públicas del Consejo Coordinador Empresarial.

 

@javier_trevino

Monday, July 13, 2020

Círculos íntimos

Círculos íntimos

 

Javier Treviño Cantú



https://www.eleconomista.com.mx/opinion/Circulos-intimos-20200712-0033.html


 

La visita del Presidente de México a los Estados Unidos fue exitosa. Andrés Manuel López Obrador dio un buen discurso en la Casa Blanca. Comunicó claramente una visión de prosperidad para América del Norte y firmó con el Presidente Trump una declaración conjunta. El TMEC entró en vigor y ahora viene el trabajo de implementación.

 

Más allá de los malos pronósticos y el análisis de la comentocracia mexicana en relación con el riesgo de la visita, me sorprendió el tiempo, las líneas y la especulación que se dedicaron a identificar quiénes eran los empresarios mexicanos invitados a la cena en la Casa Blanca y por qué no se invitó a otros. ¿Se trató de un “círculo íntimo” del Presidente de México?  ¿Cuál sería la conversación del “círculo íntimo” con el Presidente antes y después de la cena? ¿Por qué no invitó a las organizaciones empresariales que realmente ayudaron a negociar el TMEC? ¿Están fuera del “círculo íntimo” del Presidente? 

 

Toda la discusión en la prensa sobre quiénes fueron incluidos y excluidos de la lista de invitados me recordó una experiencia de hace muchos años que es una lección de vida. 

 

En mayo de 1987, mi último semestre de la maestría en políticas públicas en la Escuela Kennedy de Gobierno de la Universidad de Harvard, tomé un curso con Roger B. Porter sobre “Management of Federal Policy Development”. Porter es un profesor extraordinario, con experiencia académica y administrativa en la Casa Blanca, donde trabajó para los Presidentes Ford y Reagan. Escribió un libro clásico, Presidential Decision Making: The Economic Policy Board. Al final de la última clase nos repartió a cada uno de sus alumnos una fotocopia de un documento y nos dijo: “no lo lean ahora, ni mañana; guárdenlo y léanlo cuando ya regresen a sus ciudades o a sus países de origen, cuando ya tengan trabajo y estén listos para iniciar una nueva etapa. Seguramente los hará reflexionar”. 

 

Todos los estudiantes estábamos en los días de euforia porque finalizaba el semestre y algunos terminábamos ya nuestra maestría. Así que puse las fotocopias que nos dio Porter en la carpeta del curso, guardé todo en una caja y no volví a verla hasta que me establecí en la Ciudad de México. 

 

El 1 de julio de 1987 inicié mis labores en la SEP como Director de Planeación del Centro de Procesamiento Arturo Rosenblueth. Era una muy buena oportunidad para iniciar mi carrera de servidor público. Yo había hecho mi servicio social en 1985 ahí, en Planeación Educativa. Vivíamos una época de efervescencia política previa a la nominación de quien sería el candidato del PRI a la Presidencia de la República. 

 

Una tarde de sábado, arreglando las cajas que traje de Harvard, me encontré el documento que Porter nos había entregado el último día de clases. Me puse a leerlo. Se trataba de uno de los ensayos más memorables de C. S. Lewis, “The Inner Ring” (El círculo íntimo).  C. S. Lewis (1898-1963) fue Profesor de Literatura Medieval y del Renacimiento en la Universidad de Cambridge. 

 

El texto era una de sus conferencias magistrales ante los alumnos de la Universidad de Londres en 1944. Describe la experiencia y el deseo de todos los seres humanos quienes, en diversas etapas de la vida, buscan sin cesar lograr ser aceptados dentro del “círculo íntimo” de cualquier grupo que les importe en ese momento. Para muchos, la vida es una lucha continua por entrar a círculos íntimos, uno tras otro.

 

Percibirse “excluido” del círculo íntimo, o “fuera de él”, es un sentimiento insoportable para algunos. Y el deseo de estar “dentro” puede hacer que muchos digan cosas que de otra manera no dirían, o que no digan lo que deberían decir. Este deseo de estar dentro del círculo íntimo al que se aspira puede afectar trabajo, afiliaciones políticas, relaciones en la comunidad.

 

C. S. Lewis dice: “creo que en la vida de todos los hombres en ciertos períodos, y en la vida de muchos hombres en todos los períodos entre la infancia y la vejez extrema, uno de los elementos más dominantes es el deseo de estar dentro del círculo íntimo y el terror de quedarse afuera de él. En la escuela, puede desear estar en el gobierno estudiantil, en un equipo deportivo, en un club, o simplemente ser aceptado por los chicos “geniales”. En la universidad tal vez el deseo de ser parte de una fraternidad. En el trabajo, tal vez el deseo sea ser “socio” en un despacho de abogados, obtener una promoción, ser parte del equipo ejecutivo de una empresa”.

 

El problema no radica en ese proceso natural de la vida. Entrar y salir de círculos íntimos no tendría nada de malo. Sin embargo, como dice Lewis: el deseo y la perversidad que nos lleva a penetrar los círculos íntimos puede ser peligroso. “A menos que usted tome medidas para evitarlo, este deseo será uno de los motivos principales de su vida, desde el momento en que ingresa a su profesión hasta que es demasiado viejo para preocuparse de ello”. 

 

Todo esto es una llamada de atención para los políticos. ¿Se lamentan por quedarse fuera de los círculos a los que nunca pueden entrar? ¿O celebran al entrar triunfalmente a uno y a otro sin saber realmente para qué lo hacen? 

 

El político, en su carrera ascendente, siempre va a tener opciones que se le presentarán en cruces de caminos. Puede avanzar por el camino de la virtud o por el camino del vicio. Pero si su única guía es la ambición de penetrar círculos íntimos, ser un personaje reconocido, llegar a puestos más altos, entonces seguramente seguirá por el camino que le permita ser admitido, aunque no sea ético, sea cual fuere la consecuencia. Eso le generará una gran satisfacción. 

 

Y así puede ceder a propuestas o compromisos que lo llevarán a uno y otro círculo íntimo más. En esa lucha diaria, el primer análisis y pensamiento se tornan en acciones, luego se vuelven hábitos, que la repetición los convierte en carácter y finalmente en destino. Aquí entra la disyuntiva entre los políticos que se convierten en almas grandes y los que se quedan con la simple etiqueta de sinvergüenzas, pusilánimes, que caen en las garras de la corrupción.

 

Lo peor de todo es que aquél que logra ingresar al círculo íntimo se dará cuenta que la satisfacción no dura por mucho tiempo. Lewis dice: “mientras esté gobernado por ese deseo, ese individuo nunca obtendrá lo que desea”. Penetrar círculos íntimos es una tarea semejante a la de pelar una cebolla; quitas aros y aros, capas y capas y, si tienes éxito, descubres que no hay nada en el centro, porque al final de tu tarea no quedará nada. 

Si “logra meterse al círculo”, la emoción inicial del político no durará. Tarde o temprano tendrá que buscar una nueva puerta, ventana o rendija para ingresar a otro. El que quiera seguir pelando cebollas y penentrando círculos íntimos no será reconocido hasta que conquiste el miedo de ser un desconocido.

 

El político que tiene el alma grande no debe desear ingresar a los círculos íntimos. Mejor debe hacer un trabajo excepcional y su capacidad lo pondrá en el centro del círculo que realmente importa. El trabajo debe ser el fin del político, el servicio a la gente, la creación de valor público. Ese esfuerzo es lo único que será reconocido por los demás. Tal vez no gane fama ni fortuna ni influencia, pero sí el respeto de todos. Los resultados y el trabajo eficaz conducen al político a la amistad con otros políticos que ven las mismas verdades y valoran las mismas cosas. Ese no es un círculo íntimo, sino un círculo virtuoso. El poder es para hacer el bien y crear valor público.

 

@javier_trevino

Monday, July 06, 2020

El método de la reflexión y discusión pública

El método de la reflexión y discusión pública

 

Javier Treviño Cantú *


https://www.eleconomista.com.mx/opinion/El-metodo-de-la-reflexion-y-discusion-publica-20200705-0077.html

 

Vamos a dejar las consideraciones políticas a un lado. Podemos estar de acuerdo, o no, con la visión del Presidente de la República y su cuarta transformación, pero el primero de julio él celebró dos años de su triunfo electoral. 

 

Creo que no era tiempo de celebraciones porque vivimos uno de los momentos más difíciles para el país. Hacemos frente a una severa crisis de salud y a la peor crisis económica en muchos años. 

 

Lo que me sorprende es que, después de su informe, muy pocos nos preguntamos: ¿Cómo toma las decisiones el Presidente Andrés Manuel López Obrador? ¿Tiene un método? ¿Un modelo? ¿Cómo debemos evaluar su rol como administrador público? ¿O acaso no lo es?

 

Nos lo dice todos los días: en el centro de su gestión administrativa está la austeridad y la lucha contra la corrupción. Según él, ya nada es como antes. Excelente. Nadie puede estar en contra de eso. 

 

Pero vayamos un poco más allá. Que las cosas “no sean como antes” no significa que hoy existe el mejor modelo de toma de decisiones y de gestión en el gobierno. La responsabilidad de un administrador público es crear valor, valor público. 

 

Dos años después del triunfo electoral del Presidente López Obrador, se ha intentado implementar una transformación y no está claro si esa transformación crea o destruye valor público.

 

A partir de la Revolución Mexicana y la profesionalización del gobierno, pasamos en México de una visión y operación de la administración pública como el ejercicio máximo de intermediación de grupos de interés a otra etapa del análisis y la maximización del beneficio neto. Hoy, con la 4T, se intenta destruir ambos modelos.

 

La administración pública era el campo de los profesionales. Hoy se pretende que el pueblo decida. Pero no hay un mecanismo para que el pueblo reflexione y decida sobre lo que importa. El Presidente nos dice todas las mañanas lo que, desde su perspectiva, el pueblo quiere.

 

Antes se veía a los administradores públicos como expertos, hombres y mujeres con experiencia y con entrenamiento para encontrar los mejores medios de lograr los objetivos que señalaban las leyes.

 

El proceso democrático identificaba los problemas que debían resolverse. Los procesos administrativos eran neutrales y se buscaba optimizar las políticas públicas. 

La experiencia de los administradores públicos se centraba en los procedimientos y en las técnicas que les permitían resolver todo tipo de problemas.

 

La habilidad negociadora del administrador público era fundamental, era una especie de árbitro. La responsabilidad del proceso de toma de decisiones se sustentaba en que todo aquél que tenía un interés legítimo en un tema, o que podía ser afectado por la acción del gobierno, su punto de vista debía estar representado. 

 

Era lógico que, con el fin de una era de economía y política cerradas, nos hiciéramos la pregunta: ¿Es el interés público la agregación y reconciliación de las diferentes posiciones de grupos de interés o de líderes políticos?

 

El enfoque de maximización del beneficio neto surge con la apertura de la economía en México. Llegó al poder un grupo de administradores públicos formado en las mejores universidades nacionales y extranjeras, con todas las herramientas para la toma de decisiones, la planeación, la asignación de recursos, la teoría microeconómica aplicada a las políticas públicas.

 

El administrador público era un analista que buscaba la eficiencia. Estructuraba el proceso de toma de decisiones para definir el problema, sopesar los antecedentes, pensar en opciones, alternativas, decidir, implementar y asumir las consecuencias de la implementación de la solución. 

 

La opción escogida era la que generaba mayor utilidad social. El centro de los nuevos modelos de toma de decisiones en la administración pública estaba fincado en el pluralismo de nuestra sociedad. ¿Pero había un aprendizaje social? ¿Eran los administradores públicos responsables y daban respuestas a las preocupaciones de la gente? ¿Eran participantes en el desarrollo político de la comunidad?

 

Al maximizar el beneficio neto, los administradores seguían un proceso ordenado, simplificaban, consideraban alternativas, analizaban costos y beneficios de cada opción.  Hoy se critica ese proceso y se le pone la etiqueta de neoliberal o conservador.

 

El problema es que el gobierno de la cuarta transformación no nos dice con qué modelo va a sustituir lo que está desarticulando. En dos años destruyó el modelo general de equilibrio político y no sabemos exactamente qué sigue.

 

A todos nos gustaría que hubiera un verdadero aprendizaje social tanto en el proceso como en la sustancia de las decisiones de políticas públicas. El Presidente nos dice todos los días que ahora el pueblo decide. Pero quien decide en realidad es él.

 

Ojalá que realmente intentáramos un nuevo modelo en el que el futuro de la comunidad dependa de la reflexión y la discusión de los ciudadanos como aprendizaje social para entender los valores públicos comunes. La deliberación es el cimiento de la democracia.

 

A la hora de la toma de decisiones, el administrador público debería lograr que los individuos revisen, de manera informada, las opiniones sobre hechos y valores, cambien sus premisas y supuestos, descubran intereses comunes.

 

No es fácil que un administrador público penetre realmente en una comunidad y descubra que los desacuerdos y las inconsistencias alientan a los individuos a equilibrar y priorizar lo que verdaderamente necesitan. Cuando se comparten las preocupaciones de una comunidad se llega a acuerdos. La reflexión y discusión pública ayuda a transformar los valores individuales en valores sociales. La deliberación ayuda a forjar propósitos comunes.

 

La deliberación pública transforma a los individuos y los convierte en ciudadanos responsables. Cuando los ciudadanos saben que van a tomar un papel en una decisión, se esmeran por comunicar sus puntos de vista. Descubren nuevas perspectivas sobre el corazón de la decisión, lo que está en juego verdaderamente. Surge un sentido de responsabilidad y de ciudadanía. 

 

La gente puede descubrir las preocupaciones sobre su futuro en contraste con los intereses presentes de algunos cuantos políticos. La reflexión y el diálogo público ayuda. La deliberación pública educa a los administradores sobre la mejor forma de provocar el debate. Eso toma tiempo. Requiere esfuerzo. Es más difícil que predicar desde el púlpito. Ayuda a descubrir los valores públicos que tenemos como sociedad. Eso es lo que necesita la Cuarta Transformación.

 

A dos años de su triunfo, deberíamos preguntarnos: ¿Cómo debe tomar decisiones AMLO? ¿Debería considerar seriamente el aprendizaje social? Eso no se descubre en las conferencias de prensa matutinas diarias. Su papel no es el de tomar decisiones por encargo del pueblo. Lo que tiene que hacer entonces es ayudar a la reflexión y a la discusión pública sobre las decisiones que se tienen que tomar. 

 

El debate y la controversia no son malos, no son defectos ni hacen la toma de decisiones ni la implementación más difíciles. Son aspectos naturales y deseables en la definición del valor público y el entendimiento de la sociedad.

 

En todo caso, ya es tiempo de que se adopte un modelo de toma de decisiones. Pero lo que no puede hacerse es desperdiciar el talento ni abandonar las habilidades de los expertos en la intermediación entre los grupos de interés ni en el análisis para la maximización del beneficio neto. 

 

Crear valor público exige al administrador que piense con claridad y con estructura. El administrador público responsable no debe vender al pueblo únicamente “su propia” visión de futuro, sino presentar todas las visiones alternativas, para que sirvan de base para la reflexión y la discusión. Tiene que enfrentar las decisiones difíciles con método, con herramientas, con equilibrio, con sabiduría. No es un simple analista ni un mero promotor de políticas preconcebidas. Tiene que asumir su responsabilidad y crear valor público.

 

 

*Javier Treviño Cantú es Director General de Políticas Públicas del Consejo Coordinador Empresarial.