Friday, May 27, 2022

¿Carisma o desempeño para el 2024?

 

 

¿Carisma o desempeño para el 2024?


Javier Treviño

 

@javier_trevino

 

Seguimos viendo resultados de todo tipo de encuestas para la elección presidencial de 2024. Siempre he creído que cuando el carisma se convierte en el factor decisivo para la evaluación de los líderes, en lugar del desempeño, estamos en problemas. A los electores les fascinan los charlatanes encantadores. Simpatía, humor, ingenio, buena apariencia, singularidad ayudan a los candidatos a ganar las elecciones. 

 

A mi me gustaría pensar que las posiciones políticas, el carácter y la experiencia de un candidato deberían ser los factores decisivos. Pero no es necesariamente así. Parecería que, para los votantes, el carisma es más importante que la experiencia.

 

¿Quién es elegible? Yo creo que centrarse sólo en el carisma es la peor forma de analizar una contienda electoral. No hay nada más desagradable que el empaquetamiento de un político, como “una marca” lista para ser anunciada en Instagram. Me parece como la confirmación de una especie de cultura individualista.

 

El carisma tiene muy poco que ver con las cosas que deberían preocupar a los votantes mexicanos al elegir al próximo presidente de la República en 2024. Creo que habría que analizar, en primer término, el carácter y la capacidad para gobernar de cada uno de los contendientes.

 

El carisma tiene un impacto desproporcional: beneficia más a unos que a otros. Factores como apariencia y género de un líder son muy importantes para la percepción del carisma. Sin embargo, hay sesgos por todas partes: inteligencia emocional percibida, capacidad de liderazgo percibida, simpatía.

 

Desafortunadamente, en el México de hoy, tal vez es más probable que los votantes sean persuadidos por el mensaje de un líder carismático, si utiliza técnicas de comunicación efectiva. Pero, ¿realmente los ciudadanos pondrán atención al contenido de lo que están diciendo los candidatos? Al final del día, las personas evalúan el liderazgo carismático basándose en tan solo unos cuantos segundos de comunicación no verbal.

 

¿Por qué creo que el carisma resulta contraproducente? Distrae a los electores. Se enfoca en la apariencia de un candidato. Genera exceso de confianza y arrogancia. Afecta el desempeño. Fomenta el mal juicio. Hace que los líderes pierdan piso. 

 

Cuando lo único que está en juego es el carisma, no puede haber una deliberación independiente sobre las cualidades de los líderes, ni sobre la amplitud de su visión política, mucho menos sobre sus propuestas de políticas públicas.

 

A veces me parecería que los votantes tienen el deber cívico de decidir a quién apoyan en función de los problemas que la sociedad mexicana enfrenta. El gran problema que tendremos en 2024 será la reconstrucción de México, después de la destrucción a la que hemos sido sometidos durante el gobierno de la 4T.

 

Entonces los votantes tienen el deber de votar bien. Votar sobre la base de razones que indican que una persona será un buen líder. Apoyar a un líder político con base en su carisma es tomar una decisión temeraria que dañaría a toda la sociedad. Quien resulte electo como presidente en 2024 actuará en nuestro nombre. Hay mucho en juego.

 

Tenemos que analizar cuidadosamente los problemas de México. No vale la pena arriesgarse a votar sólo por el encanto y el carisma de alguien. En 2024, ¿serán “las ideas” o “una personalidad” lo que más influya en los votantes? No es fácil responder a la pregunta. El carisma tiene un poder único: su magnetismo personal que permite a los candidatos conectarse e influir en los electores. 

 

Pero todo dependerá del nivel de la crisis que nos azotará al final del sexenio del gobierno de la 4T. La elección de 2024 será como un “golpe de realidad”. Los mexicanos se darán cuenta de la magnitud de los problemas antiguos no resueltos y de los nuevos retos provocados por la polarización y la incompetencia. Los mexicanos estarán tan desesperados con los problemas que enfrentaremos, por la falta de crecimiento económico y la inseguridad. 

 

Pero no debemos confundirnos. Hay una gran trampa con todo este tema del carisma. El carisma, como la belleza, suele estar en el ojo del espectador. La marca particular de carisma de alguien no siempre se podrá conectar con todos durante todo el tiempo. 

 

La buena apariencia de un candidato puede ayudar, pero la clave estará en la habilidad que tenga para crear un gran personaje, una gran narrativa, una propuesta extraordinaria. Lo que esperamos es un nuevo tipo de líder capaz de transmitir su mensaje y valores de una manera inspiradora. Ahí está una forma diferente de carisma, de “liderazgo democrático”. Yo creo que ahí está la clave para quien vaya a ser candidato y gane las elecciones.

 

El carisma aislado, como la belleza, no sirve de mucho. Tiene que ser fortalecido constantemente con éxitos en el desempeño, que se sostengan en el tiempo. Si un candidato comete un gran error o no cumple con las expectativas de los seguidores, su carisma se desploma, su brillo se desvanece, porque habrá defraudado a sus seguidores.

 

Los mexicanos buscarán a alguien que sea diferente al presidente en turno. Las elecciones son sobre el cambio, no sobre la continuidad. Los votantes buscarán nuevas cualidades, especialmente cuando hay grandes problemas en el país. Los votantes quieren alguien diferente al líder que fue incapaz de resolver los problemas. Los mexicanos quieren un liderazgo auténtico, fiel a sus valores, que no dude en decir la verdad.

 

La sabiduría convencional sugiere que los líderes más carismáticos son también los mejores. Las personas carismáticas son reconocidas por su gran energía, su capacidad de llevar a cabo acciones simbólicas y por su visión innovadora de largo plazo. Pero hay también un lado oscuro en todo esto. Tomar una decisión electoral basada sólo en el atractivo de una personalidad puede dejarnos con un líder incompetente.

 

Demasiado carisma puede hacer que los líderes parezcan menos efectivos. Demasiado carisma puede obstaculizar la eficacia de un líder. Los líderes altamente carismáticos se involucran en un comportamiento supuestamente “más estratégico”, pero “menos operativo”. Son malas noticias para los ciudadanos. 

 

A final de cuentas, el carisma no es un rasgo de la personalidad de un líder. Simplemente existe en el ojo del espectador. En otras palabras, el carisma se le atribuye a alguien, en lugar de basarse en la verdadera personalidad de ese candidato. Audaz, ambicioso, colorido, imaginativo, enérgico, asertivo, con la capacidad de generar entusiasmo, con estilo dramático para probar los límites. Son las características de los líderes “más carismáticos”.

 

Pero deben ser conscientes de los posibles inconvenientes de ser “muy carismáticos”. La confianza en uno mismo, por ejemplo, puede convertirse en exceso de confianza y en narcisismo. La tolerancia al riesgo y la persuasión pueden comenzar a traducirse en un comportamiento manipulador. La naturaleza entusiasta y entretenida del carisma puede convertirse en comportamientos de búsqueda de atención que distraen a la organización del gobierno de su misión. La creatividad extrema puede hacer que los líderes altamente carismáticos piensen y actúen de manera fantasiosa y excéntrica.

 

El estilo de liderazgo carismático se basa en el encanto y la persuasión. Los líderes carismáticos están motivados por sus convicciones y compromiso con su causa. Pueden ser transformacionales o no. Son comunicadores muy hábiles, son verbalmente elocuentes. Suelen ser personas con una visión clara y capacidad de interactuar con una gran audiencia para influir e inspirar a los seguidores. Hablan de su “brújula moral” o de “su pasión”, pero no tienen método de trabajo. Apelan a las emociones de la audiencia. Hablan del “pueblo” y de un “bien mayor”, que nunca es claro.

 

¿Qué preferimos para México, un liderazgo carismático o un liderazgo democrático? 

 

El líder democrático tiene habilidades extraordinarias y deseos de trabajar. Es racional; genera resultados concretos. Lo podríamos medir por su desempeño y no por su hueca retórica.

 

https://www.sdpnoticias.com/opinion/carisma-o-desempeno-para-el-2024/

Wednesday, May 25, 2022

El final de la era de la ingenuidad

 

 

Davos: El final de la era de la ingenuidad


Javier Treviño

 

@javier_trevino

 

El Foro Económico Mundial se está llevando a cabo estos días en Davos, sin frío y sin nieve. He seguido, por internet, algunas de las participaciones. Me llamaron la atención dos de ellas, en especial.

 

Carmine Di Sibio, el presidente mundial y director ejecutivo de EY, habló de los tres pasos que las empresas deben dar para mantenerse globales y navegar por la disrupción. Dijo que la gestión eficaz del riesgo geopolítico no sólo beneficia a una empresa, sino también a la sociedad en la que opera. Tiene toda la razón. Vale la pena que luchemos por los temas que están conectados globalmente y que benefician a todos: comercio, salud e iniciativas sociales. Su conferencia planteó fuertes interrogantes:

 

¿Nos hemos detenido a pensar que la escasez de chips semiconductores ha reducido el PIB de Estados Unidos en un 1%? ¿Sabemos cuáles son los verdaderos efectos de la confrontación entre Estados Unidos y China? ¿Cuál fue el impacto de todos los retrasos en la cadena de suministro ocasionados por la pandemia de Covid-19? ¿Cuánto tardan ahora en trasladarse las mercancías de Asia a América? ¿Cuál será el impacto final del conflicto entre Rusia y Ucrania y del aumento de los precios del petróleo? ¿La globalización está en peligro o entramos ya en la era de la desglobalización?

 

Todo esto nos sacude, nos preocupa, nos inquieta. Sin embargo, como dice Carmine Di Sibio, “la solución no es que los líderes empresariales entren en pánico o se retiren de la economía global. Después de todo, la globalización ha sido el modo operativo económico dominante durante casi 80 años, y los beneficios han sido claros”.

 

Debemos enfocarnos en crecer y resolver los desafíos globales juntos. Las fronteras no pueden contener las pandemias, los desastres ambientales y los conflictos geopolíticos. Las empresas necesitan una estrategia sólida para navegar en los entornos globales en constante cambio en los que operan.

 

Los tres pasos que toda empresa debe seguir, de acuerdo con Carmine Di Sibio, son:

 

1.     Mapear sus dependencias.

 

Antes de que las empresas puedan desarrollar planes de contingencia para mitigar el riesgo, necesitan saber dónde está su exposición. Por eso es fundamental que las empresas obtengan una imagen completa y cristalina de sus dependencias con respecto a todo, desde sus cadenas de suministro y grupo de talentos hasta los centros de fabricación y la ciberseguridad. No sólo es importante que las empresas examinen su huella operativa, sino que también deben desglosarla por ingresos. De esa manera, pueden considerar el riesgo desde todos los ángulos (geopolítico, social, nacional, regulatorio) y comprender su riesgo material en cada mercado.

 

2.     Hacer de la geoestrategia una prioridad de liderazgo.

 

Los riesgos geopolíticos son inherentes a una economía globalizada y, después de unos años turbulentos, muchas empresas han sentido los efectos de primera mano. En 2021, más del 90% de los ejecutivos dijeron que sus empresas se habían visto afectadas por riesgos políticos inesperados en los últimos 12 meses. Desafortunadamente, esta nueva conciencia no se ha traducido en estrategia. En una encuesta realizada antes de la invasión rusa de Ucrania, solo el 14% de los ejecutivos del “Barómetro de confianza del capital global de EY” dijeron que la gestión del riesgo geopolítico era una preocupación estratégica principal en sus organizaciones.

 

3.     Incorporar información sobre riesgos geopolíticos en un proceso dinámico de gestión de riesgos.

 

En un mundo tan complejo y globalmente enredado como el nuestro, no hay forma de evitar el riesgo por completo, porque el mundo siempre está cambiando. Existen riesgos al alza. Es por eso que las empresas deben monitorear constantemente sus perfiles de gestión de riesgos geopolíticos y revisar sus estrategias de globalización.

 

El presidente del Gobierno de España, Pedro Sánchez, por su parte, mirando las perspectivas a medio y largo plazo, mostró que tiene una hoja de ruta clara para la modernización del país. Los tres pilares clave de su visión son:

 

1.     Plan de Recuperación NextGenerationEU.

 

España lanzó el año pasado un ambicioso plan de recuperación, transformación y resiliencia a 6 años y 70,000 millones de euros. Está transformando su economía, basado en cuatro motores fundamentales: la transición verde, la transformación digital, la cohesión social y territorial y la igualdad de género.

 

La respuesta para acabar con su dependencia del gas y el petróleo rusos está precisamente en la descarbonización de su economía. Crearon un instrumento innovador para potenciar la colaboración público-privada: los Proyectos Estratégicos, o PERTE, que son un motor de crecimiento económico, empleo y competitividad de la economía española. Son instrumentos para promover y coordinar inversiones complejas y prioritarias en sectores estratégicos donde se requiere la intervención del Estado para complementar la iniciativa privada.

 

Canalizarán más de 30,000 millones de euros en fondos públicos y movilizarán alrededor de cuatro veces más de financiación privada en áreas como vehículos eléctricos, energías renovables e hidrógeno, gestión del agua, economía circular y sectores sanitario y aeroespacial, microelectrónica y semiconductores. Con más de 12,000 millones de euros de inversión pública, se convertirán en el mejor socio de la industria en sus esfuerzos por expandir y diversificar la producción de microchips. 

 

2.     Cien reformas estructurales. 

 

En la transición verde y la lucha contra el cambio climático, están canalizando 30,000 millones de euros, el 40% de los fondos Next Generation de España, para la descarbonización. Se suman ambiciosas reformas para luchar contra el cambio climático e impulsar la economía circular, el autoconsumo y la movilidad sostenible. España quiere posicionarse como líder mundial en sostenibilidad.

 

En cuanto a la transformación digital, la agenda española es integral: desde las competencias digitales a la ciberseguridad, de la digitalización de las pymes a una política de nube sólida, de la conectividad 5G a la inteligencia artificial.

 

La educación y atracción de talento es fundamental para el gobierno español. Saben que el capital humano es el motor que impulsa el crecimiento económico. Reformaron su sistema educativo de arriba abajo: desde impulsar la educación preescolar hasta una gran expansión y modernización de su sistema de formación profesional; desde la reforma universitaria hasta una nueva Ley de Ciencias que brinda incentivos adecuados y duplica el monto de financiamiento para investigación, desarrollo e innovación.

 

3.     Empleo estable y de calidad. 

 

Gracias a la reforma laboral negociada y acordada por empresarios y sindicatos, España va por buen camino para corregir los defectos endémicos de su mercado laboral: la precariedad y la temporalidad. Tanto las tasas de desempleo de los jóvenes como las de las mujeres están disminuyendo a un ritmo constante. Hay más de 20 millones de personas ocupadas. Con más inversiones públicas y mejor educación, con más empleos y mejores empleos, hay más oportunidades para que todos prosperen.

 

El presidente del gobierno español lo tiene muy claro: “la mejor política social es aquélla que combina oportunidades de empleo de calidad para el conjunto de la sociedad con un Estado de bienestar fuerte que proteja a los más necesitados”.

 

Y añadió: “Ahora estamos viendo cómo nuestros valores, aquellos sobre los que se construyen nuestras sociedades, necesitan ser defendidos. No hay nada inevitable en el surgimiento del extremismo y la tiranía. Por el contrario, existe una clara posibilidad de que los valores de la democracia, la libertad y el derecho internacional sigan prosperando”.

 

Pedro Sánchez dijo: “Es hora de sentirnos seguros de nosotros mismos. No temamos a las fuerzas que amenazan con descarrilar el futuro con su terror y odio. Tenemos las armas más poderosas si las usamos sabiamente. Porque la democracia y el multilateralismo pueden volverse desordenados, ruidosos e imperfectos en ocasiones, pero sabemos que son el único camino hacia la paz y la libertad a largo plazo”.

 

Pedro Sánchez concluyó que “el futuro es una tierra por conquistar. Lo que estamos presenciando no es sólo un recordatorio de que la historia no terminó hace tres décadas. Estamos asistiendo al final de la era de la ingenuidad”.

 

https://www.sdpnoticias.com/opinion/davos-el-final-de-la-era-de-la-ingenuidad/

Lo que el presidente AMLO tal vez no sabe de Estados Unidos

 

 

Lo que el presidente AMLO tal vez no sabe de Estados Unidos


Javier Treviño

 

@javier_trevino

 

Cuando el presidente AMLO decidió desairar la invitación del presidente Joe Biden a la Cumbre de las Américas, nunca imaginó el daño que le estaría causando a “su amigo”. El presidente de México siempre repite que hay un ambiente de mucho respeto, que le tiene confianza y afecto al presidente Biden y que lo único que quiere es que se tome en cuenta su propuesta de no excluir a nadie.

 

Ayer leí la columna de Thomas L. Friedman en el periódico The New York Times. Nos cuenta que el presidente Biden lo invitó a almorzar en la Casa Blanca el lunes pasado. Puesto que fue una reunión “off the record”, es decir extraoficial, Friedman no dice nada de lo que Biden dijo.

 

Pero el columnista del Times hace una reflexión muy interesante:

 

·       “Lo que sentí después de la comida fue esto: para todos los idiotas de Fox que dicen que Biden no puede juntar dos oraciones, aquí hay una noticia de última hora: acaba de juntar a la OTAN, a Europa y a toda la alianza occidental, desde Canadá hasta Finlandia, y todo el camino hasta Japón, para ayudar a Ucrania a proteger su incipiente democracia del ataque fascista de Vladimir Putin”.

 

·       “Al hacerlo, ha permitido que Ucrania inflija pérdidas significativas al ejército invasor de Rusia, gracias a un rápido despliegue de entrenadores de Estados Unidos y de la OTAN y transferencias masivas de armas de precisión. Y no se perdió ni un solo soldado estadounidense”.

 

Ese logro no es menor. Y tal vez AMLO no lo ha visto con cuidado.

 

Las críticas de uno y otro lado del espectro político no es algo nuevo. Yo trabajé en la Embajada de México en Washington de febrero de 1989 a febrero de 1993, durante el período del presidente George H. W. Bush. Y recuerdo que muchos lo criticaban, como critican hoy a Biden. México inició la negociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) durante la gestión del presidente Bush. Aunque la situación económica era difícil, con una recesión, era el momento histórico en que se ponía punto final a la Guerra Fría con el colapso de la Unión Soviética y la reunificación de Alemania.

 

Friedman comenta en su columna la gran paradoja para el gobierno del presidente Biden: “ha reunido a Occidente en una causa, pero no puede lograr la unidad dentro de su país”. Es una carga política enorme.

 

Y, ahora, desde mi punto de vista, el presidente de México encabeza un movimiento latinoamericanista para que el presidente Biden no pueda mostrar al mundo que hay unidad en el continente americano. Es increíble que un vecino, socio y aliado de Estados Unidos, que depende en gran medida de la relación comercial bilateral, ponga todos los obstáculos en un momento de conficto internacional. Con esos amigos…

 

Friedman comenta que “a la mayoría de los estadounidenses les preocupaba que el país se estuviera desmoronando y que este viejo caballo de guerra llamado Biden, con sus instintos bipartidistas, fuera la mejor persona para volver a unirnos. Es la razón por la que decidió postularse en primer lugar, porque sabe que sin una unidad básica de propósito y voluntad de compromiso, nada es posible”.

 

La situación interna de Estados Unidos es muy compleja. Todo lo que hemos visto y leído, desde los tiroteos masivos, el racismo, la crisis de las policías locales, las decisiones de la Corte Suprema, las reapariciones de Trump, el avance de la extrema derecha, el cuestionamiento del proceso electoral, son elementos que impiden la unidad nacional.

 

Friedman se pregunta si tendrán en Estados Unidos la capacidad de transferir el poder de manera pacífica y legítima. Cree que los estadounidenses están por romper esa capacidad. Y la transferencia pacífica y legítima del poder es la piedra angular de la democracia estadounidense. Si se rompe, ninguna institución funcionará y luego vendrá el caos político y financiero.

 

Thomas Friedman nos hace reflexionar sobre un gran peligro que le preocupa al presidente Biden:

 

·       “Estamos mirando hacia el abismo en este momento. Porque una cosa es elegir a Donald Trump y a los candidatos pro-Trump que quieren restringir la inmigración, prohibir los abortos, recortar los impuestos corporativos, bombear más petróleo, frenar la educación sexual en las escuelas y liberar a los ciudadanos del mandato de usar una máscara en una pandemia. Esas son políticas en las que puede haber un desacuerdo legítimo, que es la esencia de la política”.

 

·       “Pero las primarias recientes y las investigaciones en torno a la insurrección del 6 de enero en el Capitolio están revelando un movimiento de Trump y sus partidarios que no está impulsado por ningún conjunto coherente de políticas, sino por una mentira gigantesca: que Biden no ganó la mayoría de los votos del Colegio Electoral y por lo tanto es un presidente ilegítimo”.

 

·       “Por lo tanto, su principal prioridad es instalar candidatos cuya lealtad principal sea Trump y su “gran mentira”, no la Constitución. Y están más que insinuando que en cualquier elección reñida en 2024, o incluso en las que no lo sean tanto, estarían dispuestos a apartarse de las reglas y normas constitucionales establecidas y otorgar esa elección a Trump u otros candidatos republicanos”.

 

Biden no puede concebir que haya logrado construir una alianza global para apoyar a Ucrania, revertir la invasión rusa y defender los principios estadounidenses en el extranjero: el derecho a la libertad y la autodeterminación de todos los pueblos, mientras que el Partido Republicano es capaz de abandonar los principios más preciados en su propio país.

 

Y para colmo, su vecino del sur, el presidente AMLO, le destruye la posibilidad de llevar a cabo una Cumbre exitosa de las Américas en Los Ángeles.

 

¿Sabrá el presidente AMLO lo que está ocurriendo en Estados Unidos cinco meses antes de unas elecciones intermedias cruciales? 

 

El presidente Joe Biden enfrenta presiones internas y desafíos cruciales. Si Biden asumió el cargo con un conjunto histórico de problemas, hoy la lista parece haberse hecho más larga:

 

·       El presidente Biden ha solicitado al Congreso recursos adicionales para apoyar a Ucrania contra la invasión de Rusia. Está convencido de la necesidad de detener a los dictadores y defender los derechos humanos.

 

·       Pero además ha tenido que enfrentar las críticas por una política de inmigración controvertida, una posible recesión económica, una feroz batalla por el financiamiento del combate al Covid.

 

·       Los precios de la gasolina en todo el país se están disparando. La inflación ha batido récords de 40 años. Los problemas de la cadena de suministro persisten. Un informe mostró que la economía se contrajo inesperadamente en el primer trimestre.

 

·       Las perspectivas para el amplio paquete de gasto social y climático parecen sombrías. Las tasas de criminalidad son altas. Siguen surgiendo nuevas variantes del coronavirus. 

 

·       El partido del presidente perderá escaños en las elecciones al Congreso en noviembre. El clima en este momento es muy difícil para los Demócratas.

 

En su primer año, Biden promulgó un paquete de ayuda, por el coronavirus, de 1.9 billones de dólares y un proyecto de ley de infraestructura bipartidista de aproximadamente 1 billón de dólares, logros que, según los líderes del partido, rescataron la economía y transformarán la red de carreteras, puentes y puertos del país. Algunos economistas argumentan, sin embargo, que el aumento del gasto puede estar contribuyendo a una alta inflación. 

 

El presidente Biden reconoce que sus logros no resuenan entre los votantes de la manera que él esperaba. Por su parte, los Republicanos enfatizan el mensaje de que el control Demócrata de Washington ha traído incompetencia y caos, lo que se refleja en precios más altos, aumento de la delincuencia, escuelas en apuros y un aumento de la inmigración ilegal.

 

El índice de aprobación general de Biden es de 41%. Lo desaprueban el 54%. Pero 9 de cada 10 estadounidenses tienen preocupación por el aumento de los precios. En asuntos económicos el 50 por ciento de los estadounidenses dijeron que confían en el Partido Republicano en comparación con el 36 por ciento que dice confiar en los Demócratas.

 

Dado que muchos líderes de ambos partidos esperan que los Demócratas pierdan una o ambas cámaras del Congreso, los funcionarios de la Casa Blanca temen que Biden pierda la oportunidad de aprobar las iniciativas que aborden muchas de sus principales prioridades.

 

https://www.sdpnoticias.com/opinion/lo-que-el-presidente-amlo-tal-vez-no-sabe-de-estados-unidos/

Friday, May 20, 2022

Estrategia del “océano azul” para la elección del 2024

 

 

Estrategia del “océano azul” para la elección del 2024


Javier Treviño

 

@javier_trevino

 

Entramos de lleno al proceso electoral de 2024. Todos hablan de los precandidatos de Morena, que ya fueron destapados por el presidente AMLO. También se habla de la oposición que quiere construir la visión de un “México ganador”, impulsar el activismo político de los ciudadanos, sumar a MC en la coalición del PRI, PAN y PRD, y lograr encontrar un candidato único que los abandere.

 

Tal vez sería bueno que los políticos de oposición busquen el libro “Blue Ocean Strategy”, que fue publicado en 2004, escrito por W. Chan Kim y Renée Mauborgne, profesores de INSEAD.

 

La mayoría de las empresas trabajan bajo una competencia intensa y hacen todo lo posible para ganar participación de mercado. Los precios siempre están bajo presión, lo que representa todo un reto. Entonces debemos entender que, para crecer, el universo del mercado está compuesto por dos tipos de océanos: océanos rojos y océanos azules.

 

Con la estrategia para los océanos rojos se trata de competir en el espacio de mercado existente y vencer a la competencia con mejores precios, servicios y explotar la demanda actual al máximo. 

 

Con la estrategia para los océanos azules se trata de crear y capturar un espacio de mercado diferente, indiscutible. La estrategia apunta a capturar nueva demanda y hacer que la competencia sea irrelevante, innovando e introduciendo un producto con características superiores. 

 

Aunque fue escrito para el mundo de los negocios, algunas de las lecciones de este libro pueden aplicarse también a la política. Veamos los casos de dos grandes disruptores que navegaron en océanos azules y triunfaron: Justin Trudeau y Emmanuel Macron.

 

Trudeau

 

El 19 de octubre de 2015, las cadenas de televisión anunciaron que Justin Trudeau, de 43 años, hijo del legendario Pierre Trudeau, había sido elegido por amplia mayoría como primer ministro de Canadá. Lo interesante es que tres meses antes muy pocos habrían apostado por una victoria del joven Trudeau.

 

Trudeau había sido elegido líder del Partido Liberal de Canadá (LPC) en 2013. Su partido se había convertido en un desorden y estaba muy endeudado. La percepción de los canadienses era que el LPC estaba muy por detrás de los conservadores y los nuevos demócratas. 

 

Nadie veía venir lo que ocurrió: una gran victoria política. En menos de tres años, Trudeau llevó a su partido de 36 escaños en el parlamento a una mayoría de 184 escaños (de un total de 338).

 

¿Cómo lo hizo? Aplicó la estrategia del océano azul. Desafió la lógica estratégica convencional de las campañas políticas. Trudeau rompió las reglas de la competencia tradicional. Convirtió a los que no votaban y redujo los costos para convencer electores, 

 

Tradicionalmente, en las elecciones de Canadá el abstencionismo era del 40%. Muchos ciudadanos no se molestaban en ir a votar porque no se identificaban con ninguno de los partidos principales. Estaban hartos de la negatividad y el cinismo del proceso político. Quienes se abstenían eran ignorados en las elecciones. 

 

Los partidos políticos se concentraban en los segmentos de su voto duro. Le hablaban a aquéllos que automáticamente votarían por ellos sin importar lo que ofrecieran los candidatos. Trabajaban un poco con los indecisos para poder llegar a su objetivo.

 

Trudeau siguió un camino diferente. Concentró mucha atención en los “no votantes”, que eran los jóvenes y las comunidades indígenas de Canadá. Pasó mucho tiempo en universidades, estuvo activo en todas las redes sociales, se zambulló en la multitud, estrechó manos y se tomó muchas selfies. 

 

Algo muy importante es que la campaña de Trudeau fue positiva. No utilizó anuncios de ataque negativo. Tenía un eslogan ingenioso: "¡Esto es Canadá, y en Canadá siempre es posible mejorar!". Este mensaje funcionó para unir tanto a los votantes tradicionales como a los “no votantes”.

 

Cuando se contaron los votos finales, la participación subió del 60% al 70%. Trudeau logró disminuir el abstencionismo y reunió a todos los “no votantes” bajo la carpa del LPC. Sin ellos no habría ganado.

 

Tradicionalmente, a los candidatos tradicionales les gustan los mensajes negativos para derribar a sus contendientes. Usan costosos anuncios de televisión. Justin Trudeau lo hizo de una manera diferente. Invirtió en anuncios de televisión positivos, innovadores, contraintuitivos. Recorrió el país y comunicó su mensaje positivo en persona. Los videos de Trudeau en campaña se transmitieron y difundieron a través de las redes sociales y tradicionales. Creó un gran revuelo a menor costo.

 

Macron

 

En 2015, Emmanuel Macron, entonces ministro de finanzas de François Hollande, defendió la ley que llevaba su nombre. El objetivo del ordenamiento legal era impulsar el crecimiento, reducir el desempleo y aumentar el poder adquisitivo de los fraceses. El funcionario novato tuvo momentos difíciles porque los parlamentarios de izquierda, que en su mayoría estaban de acuerdo con la sustancia de la iniciativa, se mostraron reacios a votar a favor porque la consideraban una legislación de derecha. Mientras tanto, los parlamentarios de la derecha se mostraban reacios a votar por una legislación que les gustaba, pero que estaba siendo impulsada por un gobierno socialista. A eso se le llama típico callejón político sin salida francés.

 

En ese momento, el ministro treintañero se dio cuenta de que la división tradicional entre izquierda y derecha, más que impedir su reforma, era un impedimento para el éxito de Francia. Entonces decidió que había llegado la hora de patear el avispero. Así, en abril de 2016, lanzó oficialmente “En Marche”, un movimiento que, para la escala de los partidos políticos franceses, parecía una pequeña organización emergente demasiado inofensiva como para asustar a los grandes partidos bien establecidos. Sin embargo, en sólo unos meses, los “Marcheurs” arrasaron con todo lo que encontraban a su paso y transformaron radicalmente la política francesa.

 

Macron sabía que la clave del éxito estaba en encontrar los nuevos espacios estratégicos inexplorados a los que el mercado político actual no era capaz de responder. Tenía que navegar en un océano azul. Ese espacio estratégico en Francia contenía tanto a votantes de izquierda como de derecha. Eran electores abiertos a solucionar los problemas sociales pero liberales en el frente económico. Macron aprovechó todos los errores de sus oponentes, explotando su lado joven e innovador. Así llegó hasta el Palacio del Elíseo.

 

El objetivo del movimiento de Macron era poner en marcha a la nación. Apoyar a Macron era una elección de estilo de vida. Las principales innovaciones y decisiones provenían directamente de Macron, el hombre que estaba en la cima, quien se llevaba todo el protagonismo. Si para Tesla el nombre era Elon Musk, y para Amazon, Jeff Bezos, para LREM el gran personaje era Emmanuel Macron. En definitiva, la estrategia de mercadotecnia política era ultrapersonalizada. Como todos los grandes disruptores, el banquero de inversiones francés que se convirtió en presidente de su país aceptó el desafío a una gran velocidad.

 

Trudeau y Macron desafiaron la lógica estratégica política convencional rompiendo las reglas establecidas de compromiso competitivo. Buscaron a los "no votantes" para crear grandes grupos, “océanos azules”, de votantes potenciales. Rompieron el esquema de altos costos mediante una campaña positiva y el aprovechamiento de la publicidad gratuita a través de las redes sociales y los medios de comunicación.

 

Las victorias de Trudeau y Macron vistas a través de la lente de la estrategia del “océano azul” demuestra que los principios clave se pueden extender con éxito a otros escenarios. La estrategia del océano azul no tiene por qué limitarse al campo comercial o corporativo. Se puede lograr mucho éxito buscando océanos azules en otros lugares, incluso para elegir al próximo presidente de México.

 

https://www.sdpnoticias.com/opinion/estrategia-del-oceano-azul-para-la-eleccion-del-2024/

 

Tuesday, May 17, 2022

Los nuevos conflictos internacionales

 

 

Los nuevos conflictos internacionales


Javier Treviño

 

@javier_trevino

 

El presidente AMLO reiteró ayer, en su conferencia de prensa matutina, que tiene la esperanza de que el gobierno de Estados Unidos invite a todos los jefes de estado y de gobierno del continente a la Cumbre de las Américas, sin exclusiones. 

 

AMLO dijo que todavía no recibe la invitación. Añadió que tiene confianza en el presidente Biden, “porque es un hombre que busca la conciliación y el diálogo; y creo que eso es lo mejor; no la confrontación, no la discriminación; tenemos que unirnos. Y claro que tenemos diferencias, pero se puede llegar a acuerdos respetando las diferencias, respetando la idiosincrasia de cada pueblo, la soberanía de cada país, buscar lo que nos une”.

 

El presidente AMLO añadió: “Suceda lo que suceda, de todas formas, México va a estar presente, va a estar el canciller, nuestro secretario de Relaciones, Marcelo Ebrard. Pero yo no iría porque pienso que necesitamos la unidad de América, y ya es tiempo de los hechos; hechos no palabras”.

 

Y habló una vez más sobre Cuba: “cuando se trata lo del bloqueo a Cuba en Naciones Unidades sólo dos países votan en contra, todos a favor de que se quite el bloqueo. Es como un ritual cada año y ya quedan libres de conciencia. No, no, porque es un pueblo que está sufriendo por una medida que todos debemos de calificar injusta, no sólo al momento de votar. Es como hablar de independencia, hablar de soberanía y aceptar que no se respete la independencia y la soberanía de los países, eso es una incongruencia”. 

 

AMLO finalizó: “Y además están muy claros en nuestra Constitución los principios de no intervención, autodeterminación de los pueblos, solución pacífica de las controversias, cooperación para el desarrollo, respeto a los derechos humanos; entonces, ésa es la política de México y es la que vamos a aplicar”.

 

Me quedé muy preocupado. Creo que el presidente de México tiene ideas fijas; ve sólo hacia el pasado pero no intenta imaginar el futuro. Inmediatamente recordé un ensayo que leí recientemente, de Lydia Kostopoulos, “Emerging Domains of Conflict in the 21st Century” https://bit.ly/3sEuRX6 , de la serie de “The Raisina Files”, una publicación anual de ORF (Observer Research Foundation) que reúne una colección de estudios sobre cuestiones contemporáneas clave.

 

La autora nos explica cómo el primer cuarto del siglo XXI ha sido testigo de un cambio tremendo. Internet alcanzó una masa crítica. Avances tecnológicos acelerados en varios campos clave de la ciencia, informática, inteligencia artificial, nanotecnología, baterías, biología y física. La convergencia de estas tecnologías ha mejorado exponencialmente nuestro conocimiento, capacidad y comprensión de nuestro ADN, microbioma, sistema solar, captura de energía renovable, sentimiento social, diseño industrial y mucho más.

 

La autora enfatiza que, con el cambio tecnológico, viene el cambio social y un cambio en los sistemas de organización que supervisan cómo se gobiernan nuestras comunidades. Y destaca cinco dominios emergentes de conflicto que caracterizarán el resto de la primera mitad del siglo XXI:

 

1.     Tensiones de gobernabilidad del Estado-nación: conflicto derivado de la necesidad de la democracia de modernizar su propuesta de valor y las luchas modernas de la autocracia con el control.

 

2.     Restricciones ambientales: los cambios climáticos están forzando la migración, exacerbando los conflictos y la escasez de recursos, y avivando las llamas del "nacionalismo ambiental".

 

3.     Fricción continua con las estructuras omnipresentes de gobernanza tecnológica supranacional: el choque entre la gobernanza corporativa supranacional y la gobernanza estatal soberana aumentará con la Web 3.0 y la web espacial. Las organizaciones autónomas distribuidas (DAO) y las criptomonedas también desafiarán las estructuras de gobierno con economías paralelas y sistemas de organización.

 

4.     Armas no basadas en intereses estatales: el mercado para mercenarios organizados o reclutas voluntarios de colaboración colectiva que ofrecen medios financieros, capacidades tecnológicas ofensivas o violencia cinética tradicional que se puede aprovechar en la causa de un conflicto de interés superior está creciendo.

 

5.     Espacio contencioso: a medida que más empresarios persigan y desarrollen intereses comerciales en el espacio, habrá tensión entre los países y las empresas para regular y crear estándares. Por separado, las armas espaciales continúan amenazando la paz en el espacio y los desechos plantean amenazas a un entorno congestionado de activos espaciales vitales.

 

Estos cinco dominios emergentes de conflicto crecerán en las próximas décadas y, si no se gestionan a mediados del siglo XXI, se convertirán en conflictos arraigados y agravados. 

 

Y en México, seguimos con una retórica nacionalista. Aunque las ideas estén fijas en la mente del presidente AMLO, y no quiera ver el futuro, es inevitable que el cambio tecnológico tendrá un impacto en el cambio social.

 

Y esas dos transformaciones –esas sí, transformaciones reales—provocarían un cambio en los sistemas de organización del gobierno de nuestras comunidades. Es evidente que la eficacia del gobierno ha disminuido. El sistema, tal como lo intenta implantar el gobierno de la 4T está al final de su vida útil.

 

Quiéranlo o no el presidente AMLO y su equipo, el sistema de organización gubernamental está al borde de un cambio dramático. Nadie podría negar, por ejemplo, que Google, Amazon, Apple, IBM, Microsoft, Facebook, Twitter, TikTok han influido en la nueva configuración de la sociedad. El poder de la tecnología se ha convertido en una especie de estructura de gobierno que cruza las fronteras soberanas internacionales y tiene impacto en las vidas de miles de millones de personas. Son una red de infraestructura crítica para todos los países.

 

En la mente del presidente AMLO todavía opera el modelo de soberanía estatal de Westfalia. Para él, vivimos en un sistema global basado en el principio del derecho internacional de que cada estado tiene soberanía sobre su territorio y asuntos internos, con exclusión de todos los poderes externos, en el principio de no injerencia en los asuntos internos de otro país, y que cada estado es igual en derecho internacional.

 

Ese modelo está hoy en peligro, o, al menos, en transición. Hay tensiones en la gobernabilidad del estado-nación. Se cuestiona a las democracias, pero también se pone en duda a los gobiernos autoritarios. Hay una estructura de gobierno tecnológico supranacional que ejerce poder y tiene influencia en la gobernabilidad de las naciones soberanas.

 

Ante las crisis, son las empresas las que imponen sus propias medidas de restricción económica. Las criptomonedas y las organizaciones autónomas descentralizadas (DAO) son nuevos jugadores. El cambio ambiental avanza más rápido que los. Los eventos climáticos no están separados de la economía y la política. Hay ya 20 millones de refugiados climáticos que requieren hogares, trabajos y recursos en los nuevos países a los que han emigrado. Hay quien habla ya del “nacionalismo ambiental”: proteger el acceso a valiosos recursos ambientales dentro de la soberanía territorial y excluir a los extranjeros que pueden amenazar su acceso a estos recursos.

 

En México podríamos llegar a un conflicto emergente entre las ciudades y el gobierno federal. La rápida urbanización y el surgimiento de las megaciudades es un hecho. ¿Han pensado en la autosuficiencia? Las ciudades que se vuelven menos dependientes de los gobiernos nacionales y de la comunidad global para su energía, alimentos y bienes, y desafiarán al estado-nación. Las personas pueden participar en conflictos, independientemente de su nacionalidad, raza o religión, en todo el mundo en defensa de los intereses con los que se sienten indentificadas.

 

Será una pena si el presidente de México decide desairar la invitación del presidente de Estados Unidos a participar en la Cumbre de las Américas. Perderemos una gran oportunidad. El presidente AMLO tendrá que desaprender mucho de sus ideas fijas sobre las relaciones internacionales. Será mejor que abra su mente y observe las nuevas formas en que se crea valor y entienda las estructuras de poder emergentes. El futuro es más complejo que lo que él describió ayer en su mañanera. 

 

https://www.sdpnoticias.com/opinion/los-nuevos-conflictos-internacionales-y-amlo-no-quiere-verlos/