Javier Treviño Cantú
El Norte
22 de octubre de 2008
El primer ciclo de la política exterior del Presidente Felipe Calderón está por terminar. A punto de cumplir dos años, la actuación internacional del gobierno mexicano puede calificarse como exitosa. Sin embargo, el escenario donde deberá desempeñarse a partir de ahora está cambiando rápidamente. La pregunta es si su equipo está preparado para anticipar lo que viene y, más importante aún, para ajustar estrategias que permitan construir sobre lo que ya se ha logrado avanzar.
A grandes rasgos, se pueden identificar reacomodos en al menos cuatro dimensiones:
1) El plano bilateral. La próxima elección en Estados Unidos exigirá definiciones. Desde la continuidad de mecanismos como la ASPAN hasta medidas urgentes para definir la renegociación del TLC con una probable administración Obama, se necesitan prever las nuevas pautas que orientarán la relación bilateral.
La búsqueda del equilibrio, mediante la ratificación de nuestro país como socio estratégico de la Unión Europea, sigue a la espera de un contenido preciso. Aún no conocemos el verdadero alcance de lo que debería ser uno de los logros más importantes del Presidente Calderón, pero que hasta ahora parece haber sido subestimado por sus propios promotores.
2) El plano regional. Hacia el norte, la negociación entre Canadá y la Unión Europea de un acuerdo comercial que incluiría la liberación de flujos laborales, muestra que una mayor integración norteamericana es cada vez más ilusoria. Esto indica la seriedad con la que el Primer Ministro Harper toma las tendencias proteccionistas en Estados Unidos, y debería representar una señal de alerta adicional para nosotros.
Hacia el sur, el proceso de fragmentación está tratando de ser contenido por el liderazgo del Presidente brasileño Lula da Silva. Fortalecido después de su intervención en la reunión de UNASUR, donde fijó las claves para resolver la explosiva situación en Bolivia, Lula convocó a una cumbre extraordinaria de mandatarios latinoamericanos en diciembre. El objetivo sería “tender puentes” entre todos los mecanismos de integración regional, pero seguramente será percibida como la confirmación de su liderazgo fáctico, con lo que se pondrá a discusión el papel que realmente juega nuestro país en el área.
3) El plano multilateral. Además de generar propuestas alternativas al desgastado Fondo Verde para justificar la participación en el G5, el gran reto será enfrentar la tormenta perfecta que puede desatarse en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Todos aprovecharán para medir el carácter y la determinación de la nueva administración estadounidense. Nuestros vecinos esperarán contar con el apoyo de sus aliados “naturales”, incluido México, y eso nuevamente pondrá a prueba nuestra capacidad para mantener un grado de independencia relativa frente a la superpotencia.
La vez anterior, el rechazo de nuestro país a la guerra contra Irak fue la decisión correcta. Al mismo tiempo, constituyó un “estudio de caso” sobre la forma en la que no se debe conducir un proceso de toma de decisiones donde está en juego el interés nacional. Veremos si se aprendió algo de una experiencia que México no puede repetir bajo ninguna circunstancia.
4) El plano global. La crisis financiero-económica que inició en Estados Unidos y ya afecta a todo el mundo, está propiciando llamados a la reconstrucción de la arquitectura internacional para hacer frente a los retos globales del siglo XXI. A la inseguridad ambiental, energética, alimentaria, humana (tanto para los millones de personas que siguen viviendo en pobreza extrema como para los migrantes indocumentados) y a la amenaza criminal o terrorista, ahora se suma la inseguridad provocada por la persistencia de enfoques nacionales para regular fenómenos radicalmente globales, cuya expresión más sofisticada son los mercados financieros interconectados 24/7/365.
En la reunión del pasado fin de semana con los presidentes Sarkozy de Francia y Barroso de la Comisión Europea, George W. Bush ofreció realizar una cumbre en diciembre, basada en el modelo de Bretton Woods que dio origen al sistema financiero internacional actual. El problema es que ya son evidentes las marcadas diferencias en los enfoques de Estados Unidos, Europa y las potencias emergentes con mayor peso económico, particularmente China.
Ante un posible escenario de desencuentros que agrave aún más la difícil situación económica global, es necesario preguntarnos si México ya está definiendo propuestas concretas que aporten elementos a la discusión, y si contamos con representantes a la altura de los que asistieron a la histórica reunión de 1944, entre los que se contaban economistas de la estatura intelectual de Víctor L. Urquidi.
Después de un arranque promisorio, este año el gobierno del Presidente Calderón ha enfrentando numerosas dificultades para traducir buenas iniciativas de política pública en acciones oportunas. Frente a la rapidez con la que evolucionan los acontecimientos, más valdría empezar a definir los ajustes a nuestras estrategias internacionales, para que el siguiente ciclo de nuestra política exterior siga destacándose por una eficaz capacidad de previsión y una impecable ejecución coordinada.
Wednesday, October 22, 2008
Wednesday, October 08, 2008
Batallas bicentenarias
Javier Treviño Cantú
El Norte
8 de octubre de 2008
El viernes pasado, el IFE inició formalmente el proceso electoral federal 2008-2009. En nuestro viejo sistema métrico sexenal, las elecciones intermedias para renovar la Cámara de Diputados — así como las gubernaturas de Nuevo León y otros cinco Estados, 469 diputaciones locales y 620 alcaldías— marcan el primer gran “corte de caja” para la administración en turno, los partidos políticos y, también, para las autoridades electorales encargadas de conducir y validar jurídicamente los resultados.
Sobre todo, los comicios federales a mitad del camino representan un “referéndum” sobre la actuación del gobierno y el partido en el poder. Hasta el momento, el panorama que puede anticiparse parecería poco favorable para la administración del Presidente Calderón, el PAN y sus aliados políticos.
Ante una limitada capacidad para aplicar iniciativas contra-cíclicas, el impacto de la crisis financiera global puede magnificarse con el endurecimiento de medidas proteccionistas por parte de Estados Unidos. Igualmente, resulta difícil considerar que en menos de un año se perciba una mejoría notable en la seguridad del país.
Hace poco más de una década, la derrota del PRI en las elecciones legislativas de 1997 acabó convirtiéndose en la puerta por donde entró la alternancia democrática en el 2000. Ahora, esa misma puerta quizás esté por volverse giratoria. Aún es temprano para hacer pronósticos, pero al día de hoy, las encuestas indican que la tendencia electoral a favor de PRI va creciendo, particularmente entre los votantes indecisos.
A las ventajas con que contaría el PRI frente al PAN, se suma una “izquierda” dividida por luchas intestinas y la persistencia del movimiento que dirige López Obrador. Algunas encuestas indican que las preferencias en favor del PRD se mantendrían estables, en su nivel “histórico” cercano al 15%. Otras muestran una caída más pronunciada, que le representaría haber perdido más de la mitad de los electores que votaron por este partido en 2006.
Como se comprobó en la reciente elección para la alcaldía de Acapulco, las fracturas perredistas sólo benefician a los partidos rivales. Frente al creciente rechazo ciudadano del movimiento lopezobradorista, numerosos analistas han señalado que el dirigente parece haber descartado la lógica electoral, optando por una radicalización que implicaría dar por perdidas las elecciones del 2009.
Desafortunadamente, este escenario parece factible. La intención de buscar oportunidades que contribuyan a la polarización de la sociedad mexicana, en lugar de ofrecer propuestas constructivas dentro de los cauces institucionales para resolver nuestros pendientes, en efecto apunta hacia una racionalidad extra-electoral.
Lo más grave de este escenario es que las elecciones intermedias apenas son la antesala de un momento singular y, potencialmente, mucho más divisivo. Tanto en México como en el resto de América Latina, la conmemoración en 2010 del Bicentenario de la Independencia —y, en nuestro caso, también del Centenario de la Revolución Mexicana—, se perfila ya como una batalla para apropiarse de su significado simbólico.
La celebración de los distintos movimientos latinoamericanos de independencia representa una oportunidad histórica para brindarle un sentido renovado a los factores culturales que le dan una identidad distintiva a cerca de 700 millones de personas en un mundo globalizado. Esa fue, por ejemplo, la idea detrás de la propuesta —planteada en la Cumbre de Santiago de Chile, donde el Rey Juan Carlos lanzó su famoso ¿Por qué no te callas?— para impulsar el Primer Congreso de la Cultura Iberoamericana, que acaba de efectuarse en la Ciudad de México con la participación de los Príncipes de Asturias.
Sin embargo, coyuntura del Bicentenario también ofrece una oportunidad inigualable a los opositores de cada gobierno latinoamericano en funciones, y a los impulsores de nuevos esquemas geopolíticos en una región donde el vacío que han dejado los Estados Unidos busca ser ocupado por otras potencias.
Sin duda, una de éstas es la misma España. Con una visión de largo plazo y evidente voluntad política, ese país le está dando un carácter estratégico a sus relaciones con la región. Más allá del avance que han registrado muchas de sus empresas emblemáticas en nichos de mercado claves —como energía, banca y telecomunicaciones—, España parece apostarle a su poder suave para consolidar una plataforma de influencia cultural en Latinoamérica que la fortalezca ante sus principales socios europeos.
En cambio, en México, a nivel federal todo lo relacionado con la Comisión para los festejos del 2010 se ha visto empañado por la falta de un proyecto claramente definido y por intrigas burocráticas (Reforma, Templo Mayor, 01/10/08). Con ello, lo único que se ha logrado es pavimentar el camino para que los opositores del gobierno —desgastados y cargando a cuestas una humillante derrota electoral en 2009—, intenten dar una batalla bicentenaria para dividir a los mexicanos.
Hace casi un año, Enrique Krauze (El Norte, Algunas ideas para el bicentenario, 28/10/2007) citaba a John Womack, señalando que “los Centenarios son fechas peligrosas para México". Lamentablemente, no parece que hayan leído su artículo en Los Pinos.
El Norte
8 de octubre de 2008
El viernes pasado, el IFE inició formalmente el proceso electoral federal 2008-2009. En nuestro viejo sistema métrico sexenal, las elecciones intermedias para renovar la Cámara de Diputados — así como las gubernaturas de Nuevo León y otros cinco Estados, 469 diputaciones locales y 620 alcaldías— marcan el primer gran “corte de caja” para la administración en turno, los partidos políticos y, también, para las autoridades electorales encargadas de conducir y validar jurídicamente los resultados.
Sobre todo, los comicios federales a mitad del camino representan un “referéndum” sobre la actuación del gobierno y el partido en el poder. Hasta el momento, el panorama que puede anticiparse parecería poco favorable para la administración del Presidente Calderón, el PAN y sus aliados políticos.
Ante una limitada capacidad para aplicar iniciativas contra-cíclicas, el impacto de la crisis financiera global puede magnificarse con el endurecimiento de medidas proteccionistas por parte de Estados Unidos. Igualmente, resulta difícil considerar que en menos de un año se perciba una mejoría notable en la seguridad del país.
Hace poco más de una década, la derrota del PRI en las elecciones legislativas de 1997 acabó convirtiéndose en la puerta por donde entró la alternancia democrática en el 2000. Ahora, esa misma puerta quizás esté por volverse giratoria. Aún es temprano para hacer pronósticos, pero al día de hoy, las encuestas indican que la tendencia electoral a favor de PRI va creciendo, particularmente entre los votantes indecisos.
A las ventajas con que contaría el PRI frente al PAN, se suma una “izquierda” dividida por luchas intestinas y la persistencia del movimiento que dirige López Obrador. Algunas encuestas indican que las preferencias en favor del PRD se mantendrían estables, en su nivel “histórico” cercano al 15%. Otras muestran una caída más pronunciada, que le representaría haber perdido más de la mitad de los electores que votaron por este partido en 2006.
Como se comprobó en la reciente elección para la alcaldía de Acapulco, las fracturas perredistas sólo benefician a los partidos rivales. Frente al creciente rechazo ciudadano del movimiento lopezobradorista, numerosos analistas han señalado que el dirigente parece haber descartado la lógica electoral, optando por una radicalización que implicaría dar por perdidas las elecciones del 2009.
Desafortunadamente, este escenario parece factible. La intención de buscar oportunidades que contribuyan a la polarización de la sociedad mexicana, en lugar de ofrecer propuestas constructivas dentro de los cauces institucionales para resolver nuestros pendientes, en efecto apunta hacia una racionalidad extra-electoral.
Lo más grave de este escenario es que las elecciones intermedias apenas son la antesala de un momento singular y, potencialmente, mucho más divisivo. Tanto en México como en el resto de América Latina, la conmemoración en 2010 del Bicentenario de la Independencia —y, en nuestro caso, también del Centenario de la Revolución Mexicana—, se perfila ya como una batalla para apropiarse de su significado simbólico.
La celebración de los distintos movimientos latinoamericanos de independencia representa una oportunidad histórica para brindarle un sentido renovado a los factores culturales que le dan una identidad distintiva a cerca de 700 millones de personas en un mundo globalizado. Esa fue, por ejemplo, la idea detrás de la propuesta —planteada en la Cumbre de Santiago de Chile, donde el Rey Juan Carlos lanzó su famoso ¿Por qué no te callas?— para impulsar el Primer Congreso de la Cultura Iberoamericana, que acaba de efectuarse en la Ciudad de México con la participación de los Príncipes de Asturias.
Sin embargo, coyuntura del Bicentenario también ofrece una oportunidad inigualable a los opositores de cada gobierno latinoamericano en funciones, y a los impulsores de nuevos esquemas geopolíticos en una región donde el vacío que han dejado los Estados Unidos busca ser ocupado por otras potencias.
Sin duda, una de éstas es la misma España. Con una visión de largo plazo y evidente voluntad política, ese país le está dando un carácter estratégico a sus relaciones con la región. Más allá del avance que han registrado muchas de sus empresas emblemáticas en nichos de mercado claves —como energía, banca y telecomunicaciones—, España parece apostarle a su poder suave para consolidar una plataforma de influencia cultural en Latinoamérica que la fortalezca ante sus principales socios europeos.
En cambio, en México, a nivel federal todo lo relacionado con la Comisión para los festejos del 2010 se ha visto empañado por la falta de un proyecto claramente definido y por intrigas burocráticas (Reforma, Templo Mayor, 01/10/08). Con ello, lo único que se ha logrado es pavimentar el camino para que los opositores del gobierno —desgastados y cargando a cuestas una humillante derrota electoral en 2009—, intenten dar una batalla bicentenaria para dividir a los mexicanos.
Hace casi un año, Enrique Krauze (El Norte, Algunas ideas para el bicentenario, 28/10/2007) citaba a John Womack, señalando que “los Centenarios son fechas peligrosas para México". Lamentablemente, no parece que hayan leído su artículo en Los Pinos.
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