Javier Treviño Cantú
El Norte
25 de marzo de 2009
Hoy inicia la primera visita a México de Hillary Clinton como secretaria de Estado del nuevo gobierno estadounidense. Hace casi 12 años, cuando acompañó en 1997 a su esposo y entonces Presidente Bill Clinton, su presencia en nuestro país durante esa visita de Estado quedó enmarcada por una fotografía de la pareja presidencial, cada uno detrás de una máscara de fina artesanía mexicana.
Ahora, la secretaria Clinton seguramente llegará con otra máscara: la del poder inteligente de una diplomacia renovada, para serenar los caldeados ánimos que imperan en este momento, y despejar el rumbo hacia la siguiente etapa de nuestra compleja relación.
Desafortunadamente, desde el encuentro en Washington entre el presidente Calderón y el presidente electo Obama, la nueva etapa de la historia bilateral arrancó con el pie izquierdo por la falta de una política de comunicación eficaz.
La imprecisión en los mensajes sobre el futuro del TLC, exigió una aclaración por parte de la oficina de Obama y una improvisada conferencia con los reporteros a bordo del avión presidencial mexicano. Sin embargo, las diferencias en las respectivas visiones sentaron un precedente, que acabó resultando en un peligroso conflicto comercial, y en una persistente incertidumbre sobre el sentido de la “mejoría” que viene del TLC.
Igualmente, la falta de coordinación sobre el diagnóstico de la inseguridad en México y la cooperación para enfrentarla como un reto compartido, también derivó en fricciones. En especial, las declaraciones del Director Nacional de Inteligencia, Dennis Blair, reafirmaron la percepción de que estamos en riesgo de convertirnos en un Estado fallido.
Las aclaraciones posteriores, así como las opiniones en favor de una creciente militarización de la lucha común, resaltaron la falta de consenso entre la nueva administración. Esto, sumado a la insistencia de los medios estadounidenses sobre el peligro de que la violencia se desborde al otro lado, provocó una airada respuesta por parte del presidente Calderón y un consecuente ajuste táctico.
Después de la visita del secretario de Gobernación, Fernando Gómez Mont, a Washington, y unas horas antes de que Hillary Clinton aterrizara en México, la secretaria de Seguridad Territorial, Janet Napolitano, anunció nuevas medidas para reforzar el control fronterizo y la cooperación con México. Con ello, le restó impacto a lo que pueda declarar en nuestro país sobre el tema su colega, la secretaria de Estado.
El tema migratorio también ha generado confusión. Obama aprovechó una reunión con el grupo de congresistas hispanos para anunciar que parará en México en abril, cuando viaje a Trinidad y Tobago para participar en la Cumbre de las Américas. El comunicado de la Casa Blanca se centró en la visita a nuestro país, y apenas se refirió a la declaración de que el mandatario buscará trabajar con los legisladores hispanos —y con el gobierno mexicano— para alcanzar una reforma migratoria integral.
Los congresistas no tardaron en difundir la supuesta intención de Obama, de plantear el tema en el Congreso este mismo año, abonando a la percepción de que está tratando de abarcar demasiados retos a la vez. Por su parte, la oficialización de que Obama incluiría a México en la discusión del tema migratorio fue recibida en nuestro país con un estruendoso silencio.
Sin duda, el problema de comunicación que está padeciendo el gobierno estadounidense no se limita a la relación con México: la disciplina informativa que caracterizó a la campaña electoral de Obama se ha dispersado.
Desde los penosos descubrimientos que descarrilaron la nominación a cargos en el gabinete de gente como Bill Richardson, pasando por los mensajes contradictorios del equipo encargado de enfrentar la crisis económica, hasta el lamentable chiste de Obama en el programa del entrevistador Jay Leno, la comunicación se está convirtiendo en el talón de Aquiles para una administración definida esencialmente en términos mediáticos. Por extensión, esto afecta la relación bilateral.
La visita de la secretaria Clinton, la comparecencia de Janet Napolitano, los intentos del secretario de Transporte —Ray LaHood— para restaurar el programa de transporte carretero que provocó la disputa comercial, y las próximas visitas a nuestro país de funcionarios, congresistas y el mismo Presidente Obama, probablemente ayudarán a salir del “bache” en que ha caído la relación a últimas fechas. Pero el hecho es que existe un problema de fondo.
La ausencia de políticas de comunicación eficaces, sumada a la aparente falta de coordinación en los diagnósticos y mensajes sobre los principales temas de la agenda bilateral, amenazan con “contaminar” los evidentes esfuerzos que están realizando ambos gobiernos para mejorar la cooperación.
La comunicación vuelve a aparecer como un tema secundario frente a la definición de estrategias para conducir la relación. Es un error. La comunicación debe ser considerada como una herramienta igualmente estratégica, que permita articular la narrativa del nuevo capítulo en la historia bilateral que apenas comienza. De otra forma, lo más seguro es que se sigan amplificando los desencuentros, con el riesgo que ello implica para los dos países.
Wednesday, March 25, 2009
Wednesday, March 11, 2009
El lado oculto de la visita
Javier Treviño Cantú
El Norte
11 de marzo de 2009
La visita de Estado a México del presidente Nicolás Sarkozy debía haber sido causa de celebración. Francia es uno de los principales actores del sistema internacional multi-polar, y su decisión de venir a nuestro país, en la compleja coyuntura actual, representa un reconocimiento a México como actor relevante del “segundo mundo” que describe el analista Parag Khanna.
A la vez, el reconocimiento vino acompañado de un llamado para que México asuma la responsabilidad que le corresponde, ya sea al participar en los Cascos Azules de la ONU o al adoptar un papel más activo en los foros multilaterales. La frase “el mundo espera más de México” y la agenda de los “cinco soles” que propuso desde la tribuna del Senado de la República, deberían haber sido el punto culminante de su corta estancia.
Desafortunadamente, en lugar de que el viaje del presidente Sarkozy contribuyera a destacar las coincidencias entre dos potencias regionales (toda proporción guardada), la visita se “contaminó” por el affaire Cassez y forzó un urgente control de daños.
Los presidentes Sarkozy y Calderón encontraron una fórmula para ganar tiempo frente a sus respectivas “audiencias” internas. Al establecer una Comisión Binacional que revisará el caso, despejaron el camino para resaltar el amplio contenido de la visita y, paradójicamente, subrayaron el ofrecimiento de Francia para una mayor cooperación en el combate a la inseguridad.
Por otra parte, sin embargo, la visita de Sarkozy en efecto permitió comprobar la forma en la que ambos países están conduciendo sus propias “partidas” en el tablero geopolítico: la llegada de la administración Obama y la crisis global están exigiendo definiciones a las potencias “segundo-mundistas”.
En el caso de Francia, el viaje del mandatario galo coincidió con su decisión histórica de reintegrarse a la OTAN justo cuando Estados Unidos pide más apoyo de sus aliados transatlánticos para la guerra en Afganistán. Algunos especialistas lo consideran un riesgo “calculado”, que amenaza con dividir al partido de Sarkozy y pone en duda su autoridad para abanderar la herencia ideológica del General de Gaulle.
Además, la crisis económica ha mostrado las fallas del modelo seguido por la Unión Europea. De hecho, hay quienes temen que la falta de acuerdos pueda conducir al fin de la Unión. En ese sentido, el regreso a la OTAN y su énfasis en reforzar la regulación del sistema financiero global, serían parte del esfuerzo desplegado por Sarkozy para disputar el liderazgo de una Europa fragmentada.
En el caso de México, la visita del mandatario francés se produce en un marco de crecientes dificultades, por las tensiones con Washington y el impacto regional de la tormenta financiero-económica.
El mayor reto del gobierno federal sigue siendo la inseguridad que afecta al país, y en especial a la franja fronteriza con nuestros vecinos del norte. La violencia ya hizo que se prendieran todas las alarmas al otro lado. La muestra más reciente ocurrió el fin de semana pasado, cuando se difundió el “gran interés” del presidente Obama por el componente militar de la Iniciativa Mérida, al conocer el reporte de la visita del almirante Mike Mullen a nuestro país y otras naciones latinoamericanas.
En la conferencia de prensa que ofreció junto al mandatario francés, el presidente Calderón rechazó que la ayuda estadounidense “implique una intervención militar en ningún sentido”. No obstante, si la lucha del gobierno mexicano se basa en el uso fundamental de las fuerzas armadas, la cooperación necesariamente deberá estrecharse. Es un terreno muy delicado, que puede dar pie a nuevos reclamos, como los manifestados en la entrevista del presidente Calderón al diario Le Monde antes de la visita de Sarkozy.
Igual, o más graves aún, son las fricciones que puede provocar el endurecimiento de la política comercial estadounidense. A pesar de su supuesto rechazo a prácticas que atenten contra el libre comercio, el gobierno del presidente Obama no parece haber tratado de impedir el recorte de fondos para el programa piloto de transporte carretero, que facilitaría el acceso de los camiones de carga mexicanos a Estados Unidos. El embajador de México en Washington calificó la medida de proteccionista, y advirtió que México consideraría todas sus opciones, incluyendo la adopción de “represalias” comerciales.
Por si algo faltara, existen sospechas de que Estados Unidos se encamina hacia una confrontación con Europa y el resto del Grupo de los 20 países que se reunirán en Londres a principios de abril. En la búsqueda de soluciones a la crisis, el gobierno de Obama buscaría darle prioridad al aumento de los programas contra-cíclicos, mientras que Francia, Alemania y algunos otros preferirían definir mayores medidas regulatorias.
La situación sigue agravándose, y México deberá adoptar en Londres una postura clara. En unas semanas, veremos si la visita del presidente Sarkozy contribuyó a que México encuentre en Europa mayores espacios de negociación frente a Estados Unidos, y un auténtico socio estratégico que nos ayude en la lucha contra la delincuencia organizada. Sobre todo, veremos si México se decide a jugar ese papel que se le está demandando, para consolidarse y actuar como una verdadera potencia del segundo mundo.
El Norte
11 de marzo de 2009
La visita de Estado a México del presidente Nicolás Sarkozy debía haber sido causa de celebración. Francia es uno de los principales actores del sistema internacional multi-polar, y su decisión de venir a nuestro país, en la compleja coyuntura actual, representa un reconocimiento a México como actor relevante del “segundo mundo” que describe el analista Parag Khanna.
A la vez, el reconocimiento vino acompañado de un llamado para que México asuma la responsabilidad que le corresponde, ya sea al participar en los Cascos Azules de la ONU o al adoptar un papel más activo en los foros multilaterales. La frase “el mundo espera más de México” y la agenda de los “cinco soles” que propuso desde la tribuna del Senado de la República, deberían haber sido el punto culminante de su corta estancia.
Desafortunadamente, en lugar de que el viaje del presidente Sarkozy contribuyera a destacar las coincidencias entre dos potencias regionales (toda proporción guardada), la visita se “contaminó” por el affaire Cassez y forzó un urgente control de daños.
Los presidentes Sarkozy y Calderón encontraron una fórmula para ganar tiempo frente a sus respectivas “audiencias” internas. Al establecer una Comisión Binacional que revisará el caso, despejaron el camino para resaltar el amplio contenido de la visita y, paradójicamente, subrayaron el ofrecimiento de Francia para una mayor cooperación en el combate a la inseguridad.
Por otra parte, sin embargo, la visita de Sarkozy en efecto permitió comprobar la forma en la que ambos países están conduciendo sus propias “partidas” en el tablero geopolítico: la llegada de la administración Obama y la crisis global están exigiendo definiciones a las potencias “segundo-mundistas”.
En el caso de Francia, el viaje del mandatario galo coincidió con su decisión histórica de reintegrarse a la OTAN justo cuando Estados Unidos pide más apoyo de sus aliados transatlánticos para la guerra en Afganistán. Algunos especialistas lo consideran un riesgo “calculado”, que amenaza con dividir al partido de Sarkozy y pone en duda su autoridad para abanderar la herencia ideológica del General de Gaulle.
Además, la crisis económica ha mostrado las fallas del modelo seguido por la Unión Europea. De hecho, hay quienes temen que la falta de acuerdos pueda conducir al fin de la Unión. En ese sentido, el regreso a la OTAN y su énfasis en reforzar la regulación del sistema financiero global, serían parte del esfuerzo desplegado por Sarkozy para disputar el liderazgo de una Europa fragmentada.
En el caso de México, la visita del mandatario francés se produce en un marco de crecientes dificultades, por las tensiones con Washington y el impacto regional de la tormenta financiero-económica.
El mayor reto del gobierno federal sigue siendo la inseguridad que afecta al país, y en especial a la franja fronteriza con nuestros vecinos del norte. La violencia ya hizo que se prendieran todas las alarmas al otro lado. La muestra más reciente ocurrió el fin de semana pasado, cuando se difundió el “gran interés” del presidente Obama por el componente militar de la Iniciativa Mérida, al conocer el reporte de la visita del almirante Mike Mullen a nuestro país y otras naciones latinoamericanas.
En la conferencia de prensa que ofreció junto al mandatario francés, el presidente Calderón rechazó que la ayuda estadounidense “implique una intervención militar en ningún sentido”. No obstante, si la lucha del gobierno mexicano se basa en el uso fundamental de las fuerzas armadas, la cooperación necesariamente deberá estrecharse. Es un terreno muy delicado, que puede dar pie a nuevos reclamos, como los manifestados en la entrevista del presidente Calderón al diario Le Monde antes de la visita de Sarkozy.
Igual, o más graves aún, son las fricciones que puede provocar el endurecimiento de la política comercial estadounidense. A pesar de su supuesto rechazo a prácticas que atenten contra el libre comercio, el gobierno del presidente Obama no parece haber tratado de impedir el recorte de fondos para el programa piloto de transporte carretero, que facilitaría el acceso de los camiones de carga mexicanos a Estados Unidos. El embajador de México en Washington calificó la medida de proteccionista, y advirtió que México consideraría todas sus opciones, incluyendo la adopción de “represalias” comerciales.
Por si algo faltara, existen sospechas de que Estados Unidos se encamina hacia una confrontación con Europa y el resto del Grupo de los 20 países que se reunirán en Londres a principios de abril. En la búsqueda de soluciones a la crisis, el gobierno de Obama buscaría darle prioridad al aumento de los programas contra-cíclicos, mientras que Francia, Alemania y algunos otros preferirían definir mayores medidas regulatorias.
La situación sigue agravándose, y México deberá adoptar en Londres una postura clara. En unas semanas, veremos si la visita del presidente Sarkozy contribuyó a que México encuentre en Europa mayores espacios de negociación frente a Estados Unidos, y un auténtico socio estratégico que nos ayude en la lucha contra la delincuencia organizada. Sobre todo, veremos si México se decide a jugar ese papel que se le está demandando, para consolidarse y actuar como una verdadera potencia del segundo mundo.
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