Javier Treviño Cantú
21 de marzo de 2011
Admiro a quienes escriben discursos. No es una tarea fácil. Imaginarlos, pensar la estructura, encontrar las frases de más impacto, redondearlos, pulirlos. Un buen discurso es una obra de arte. He leído casi todos los discursos que han cambiado la historia del mundo. Así tenía que ser el discurso del 6 de marzo de 1994. Tenía que iniciar un cambio en la historia de México. Colosio nos había encargado a Samuel Palma, Cesáreo Morales y a mí preparar el primer borrador. Nos dio instrucciones muy claras sobre la estructura que quería, el diagnóstico de lo que había visto en el país durante sus recorridos de campaña, ideas precisas, el tono deseado, la propuesta de reformas. Se trataba del 65 aniversario del PRI, pero también se trataba de iniciar una nueva etapa de la campaña presidencial, desde el Monumento a la Revolución.
Todo había sido cuesta arriba. El domingo 28 de noviembre de 1993 fue el día de la nominación. Era la culminación de muchos meses de preparación. El 8 de diciembre fue la toma de protesta de Colosio como Candidato del PRI a la Presidencia de la República. Dos mensajes complementarios, con toda una nueva propuesta, intentarían cambiar al PRI. El equipo de campaña se formó en diciembre y estábamos listos para lanzarnos con todo el entusiasmo en una campaña ganadora. Pero se atravesaron el movimiento zapatista del 1 de enero de 1994 y la ambición de Manuel Camacho, y todo cambió. Más tarde, el 23 de marzo, nuestro candidato fue asesinado.
Samuel, Cesáreo y yo trabajamos muchas horas en el discurso del 6 de marzo. Nos sentábamos por horas y días en torno a mi escritorio, yo tecleaba en mi computadora, y los tres lo redactábamos en equipo, simultáneamente, y lo discutíamos, nos reíamos, nos enojábamos, hacíamos el análisis político obligado hasta que cada párrafo quedaba listo. Revisamos versiones y versiones con Luis Donaldo. Encerrados en la casa de campaña ubicada en la lateral del Periférico, por el Pedregal, o en su casa de San Angel, Colosio tachaba párrafos, escribía nuevas frases, nuevos párrafos, los leía en voz alta. Cuando ya tuvo una versión muy cercana a la final fue cuando lo compartió con el coordinador de la campaña y con algunos escritores e historiadores, amigos de él, para que le hicieran sus comentarios. El discurso quedó listo la tarde del sábado 5 de marzo y Colosio lo envió a Los Pinos. El rumbo de la campaña cambió con el discurso del 6 de marzo de 1994.
Los invito a leer el texto íntegro del discurso en http://www.bibliotecas.tv/colosio/discursos/candidato06mar94.htm
Monday, March 21, 2011
Saturday, March 12, 2011
Nuevo rumbo despuès de una dècada gris
Mensaje de Javier Treviño durante la ceremonia de clausura del LVII CONSEJO NACIONAL DE LA CROC
Monterrey, N.L. 12 de marzo de 2011
Estimadas amigas y amigos de la CROC:
Es un honor para mí acompañarlos en esta ceremonia de clausura de su Quincuagésimo Séptimo Consejo Nacional Ordinario.
Les agradezco su invitación, y la oportunidad de dirigirles unas breves palabras.
Antes que nada, quiero reiterar que nos da mucho gusto que hayan decidido celebrar su Consejo Nacional en Monterrey.
Nuestra ciudad, y nuestro Estado, siempre han sido símbolos del avance industrial y agropecuario del país, y ese sólido desarrollo nunca hubiera podido lograrse sin el esfuerzo y el apoyo de los trabajadores de la CROC.
Por ello, todos ustedes saben que —aquí, en Nuevo León— siempre tienen su casa.
Panorama nacional
El hecho de que hayan realizado su Consejo en Monterrey es, sobre todo, una muestra de confianza y de respaldo que en el Gobierno del Estado apreciamos sinceramente.
Pero, lo que más nos llena de satisfacción, es haber comprobado que sus trabajos se dedicaron a tratar temas de la mayor trascendencia para nuestro país.
Como la necesidad de contar con un verdadero Plan de Desarrollo Nacional con alcances de largo plazo.
Como la necesidad de fortalecer la calidad educativa para que los jóvenes y los trabajadores cuenten con las herramientas necesarias para poder competir con éxito en una economía globalizada.
Como la necesidad de impulsar una mayor integración de las empresas nacionales en cadenas productivas, para fortalecer nuestro mercado interno y consolidar el surgimiento de una clase media con mayor poder adquisitivo.
Como la necesidad de atender con propuestas eficaces el complejo reto del cambio climático, para asegurar que se traduzcan en una mayor competitividad y en una mayor capacidad de prevenir desastres naturales.
Son temas que van a la raíz de muchos de los problemas que desafortunadamente estamos viviendo en la actualidad, por la falta en las más altas esferas gubernamentales del país de una definición clara sobre el mejor camino que debió haber seguido México durante la última década.
Y, consecuentemente, por la falta de capacidad para aglutinar los esfuerzos de los distintos sectores en torno a un propósito común, compartido por la gran mayoría de los mexicanos.
En México, llevamos ya una década de crecimiento promedio muy por debajo de lo que se necesita para darle empleos formales bien pagados a los millones de jóvenes que se suman cada año a la población económicamente activa.
Llevamos ya una década de pagar costos crecientes por la falta de una política nacional en materia de seguridad pública con un enfoque integral.
Llevamos ya una década en donde se han ido perdiendo —uno a uno— los referentes que nos unen como Nación.
Si bien es cierto que muchas mexicanas y mexicanos talentosos hoy destacan a nivel internacional en el mundo de la ciencia, de la literatura, del cine, de los deportes, e incluso de los negocios, la verdad es que lo han hecho a pesar de la falta de condiciones que promuevan activamente el desarrollo y la proyección mundial del enorme talento que distingue a nuestra gente.
Llevamos ya una década de perder terreno en materia de competitividad; no sólo frente a nuestros principales socios comerciales, sino especialmente frente a otra economías emergentes que sí han sabido aprovechar las oportunidades de la globalización.
Mientras que Brasil ya rebasó a México en términos de su producto per cápita y es reconocido como un jugador clave en el escenario de la geopolítica, nuestro país se ha quedado rezagado, sin ser ni de aquí, ni de allá.
Ni parte de una auténtica comunidad Norteamericana, integrada por socios que se respetan y coordinan en condiciones de equidad relativa, ni parte de una comunidad Latinoamericana donde —por su peso específico e historia— México debe estar llamado a desempeñar un papel protagónico.
Ya no se diga parte de los países que sí han sabido capitalizar su pertenencia a la Cuenca del Pacífico para establecer relaciones mutuamente provechosas con Asia.
En especial, con China, el mayor polo de crecimiento durante esta misma década que aquí se ha desperdiciado.
O de Europa, con quien a pesar de tener un acuerdo comercial de avanzada y una supuesta “asociación estratégica”, hoy nuestras relaciones están marcadas por el escándalo, las fricciones, y los cuestionamientos a nuestra credibilidad como país comprometido con el Estado de Derecho.
Soluciones glocales
Sin embargo, ante la falta de dirección con altura de miras que ha padecido el país en este tiempo, Nuevo León y otros Estados de la República han sabido actuar con decisión para velar por el bienestar de sus ciudadanos.
Frente a los rezagos que ya mencioné, y también frente a retos de alcance global, pero cuyas peores consecuencias se resienten a nivel local —como los efectos devastadores del cambio climático, las consecuencias de la crisis económica, o las distintas expresiones del crimen organizado a nivel transnacional—, en Nuevo León estamos trabajando en forma decidida para recuperar la paz y tranquilidad a la que todos los mexicanos de bien tenemos derecho; para atraer inversiones que produzcan más y mejores empleos; y para fortalecer nuestro tejido social.
Estado con rumbo
Es innegable que en Nuevo León estamos enfrentando grandes retos en todos los ámbitos para seguir impulsando un crecimiento que beneficie en mayor medida a los trabajadores.
Sin embargo, lo que también es un hecho, es que Nuevo León tiene un rumbo claro.
El Gobernador de Nuevo León, Rodrigo Medina de la Cruz, ha definido estrategias precisas en cada uno de estos terrenos, y nos ha instruido a sumar esfuerzos con todos los sectores sociales, para alcanzar nuestro propósito de que el Estado siga a la vanguardia del desarrollo nacional.
Ante todo, por supuesto, con los sectores productivos, y en especial con las organizaciones sindicales que —como la CROC— han demostrado su compromiso con el avance del país y del Estado.
Quiero aprovechar esta oportunidad para hacer un reconocimiento al liderazgo de la CROC, y a todos sus agremiados, por su colaboración a través de diversos programas para lograr estos objetivos fundamentales.
En las buenas, y en las malas, Nuevo León ha podido contar con la CROC, y la CROC sabe que siempre puede contar con nosotros.
Tiempo de definiciones
Hoy, sabemos que nuestro país nuevamente está entrando en una etapa de definiciones.
La CROC siempre ha estado a favor del progreso; del desarrollo profesional de sus trabajadores a través de la educación y la capacitación; y de las acciones que permitan seguir construyendo un país con bases más sustentables.
Estoy seguro que, en el futuro cercano, el trabajo de la Confederación Revolucionaria de Obreros y Campesinos será aún más importante e intenso para que nuestro país retome el camino de la unidad…
Un camino que le permita salir adelante fortalecido de los graves desafíos que enfrenta actualmente, y volver a ser reconocidos en el mundo entero como una nación capaz de hacerse respetar por la fortaleza de sus instituciones, y —más que nada— por la dedicación de su gente para labrarse un mejor futuro mediante el trabajo honesto.
Por ello, mi más sincero reconocimiento, y mis felicitaciones por el resultado tan productivo que ha tenido su Quincuagésimo Séptimo Consejo Nacional Ordinario.
Espero que hayan disfrutado su estancia en Monterrey, y ya saben que aquí siempre son bienvenidos.
Monterrey, N.L. 12 de marzo de 2011
Estimadas amigas y amigos de la CROC:
Es un honor para mí acompañarlos en esta ceremonia de clausura de su Quincuagésimo Séptimo Consejo Nacional Ordinario.
Les agradezco su invitación, y la oportunidad de dirigirles unas breves palabras.
Antes que nada, quiero reiterar que nos da mucho gusto que hayan decidido celebrar su Consejo Nacional en Monterrey.
Nuestra ciudad, y nuestro Estado, siempre han sido símbolos del avance industrial y agropecuario del país, y ese sólido desarrollo nunca hubiera podido lograrse sin el esfuerzo y el apoyo de los trabajadores de la CROC.
Por ello, todos ustedes saben que —aquí, en Nuevo León— siempre tienen su casa.
Panorama nacional
El hecho de que hayan realizado su Consejo en Monterrey es, sobre todo, una muestra de confianza y de respaldo que en el Gobierno del Estado apreciamos sinceramente.
Pero, lo que más nos llena de satisfacción, es haber comprobado que sus trabajos se dedicaron a tratar temas de la mayor trascendencia para nuestro país.
Como la necesidad de contar con un verdadero Plan de Desarrollo Nacional con alcances de largo plazo.
Como la necesidad de fortalecer la calidad educativa para que los jóvenes y los trabajadores cuenten con las herramientas necesarias para poder competir con éxito en una economía globalizada.
Como la necesidad de impulsar una mayor integración de las empresas nacionales en cadenas productivas, para fortalecer nuestro mercado interno y consolidar el surgimiento de una clase media con mayor poder adquisitivo.
Como la necesidad de atender con propuestas eficaces el complejo reto del cambio climático, para asegurar que se traduzcan en una mayor competitividad y en una mayor capacidad de prevenir desastres naturales.
Son temas que van a la raíz de muchos de los problemas que desafortunadamente estamos viviendo en la actualidad, por la falta en las más altas esferas gubernamentales del país de una definición clara sobre el mejor camino que debió haber seguido México durante la última década.
Y, consecuentemente, por la falta de capacidad para aglutinar los esfuerzos de los distintos sectores en torno a un propósito común, compartido por la gran mayoría de los mexicanos.
En México, llevamos ya una década de crecimiento promedio muy por debajo de lo que se necesita para darle empleos formales bien pagados a los millones de jóvenes que se suman cada año a la población económicamente activa.
Llevamos ya una década de pagar costos crecientes por la falta de una política nacional en materia de seguridad pública con un enfoque integral.
Llevamos ya una década en donde se han ido perdiendo —uno a uno— los referentes que nos unen como Nación.
Si bien es cierto que muchas mexicanas y mexicanos talentosos hoy destacan a nivel internacional en el mundo de la ciencia, de la literatura, del cine, de los deportes, e incluso de los negocios, la verdad es que lo han hecho a pesar de la falta de condiciones que promuevan activamente el desarrollo y la proyección mundial del enorme talento que distingue a nuestra gente.
Llevamos ya una década de perder terreno en materia de competitividad; no sólo frente a nuestros principales socios comerciales, sino especialmente frente a otra economías emergentes que sí han sabido aprovechar las oportunidades de la globalización.
Mientras que Brasil ya rebasó a México en términos de su producto per cápita y es reconocido como un jugador clave en el escenario de la geopolítica, nuestro país se ha quedado rezagado, sin ser ni de aquí, ni de allá.
Ni parte de una auténtica comunidad Norteamericana, integrada por socios que se respetan y coordinan en condiciones de equidad relativa, ni parte de una comunidad Latinoamericana donde —por su peso específico e historia— México debe estar llamado a desempeñar un papel protagónico.
Ya no se diga parte de los países que sí han sabido capitalizar su pertenencia a la Cuenca del Pacífico para establecer relaciones mutuamente provechosas con Asia.
En especial, con China, el mayor polo de crecimiento durante esta misma década que aquí se ha desperdiciado.
O de Europa, con quien a pesar de tener un acuerdo comercial de avanzada y una supuesta “asociación estratégica”, hoy nuestras relaciones están marcadas por el escándalo, las fricciones, y los cuestionamientos a nuestra credibilidad como país comprometido con el Estado de Derecho.
Soluciones glocales
Sin embargo, ante la falta de dirección con altura de miras que ha padecido el país en este tiempo, Nuevo León y otros Estados de la República han sabido actuar con decisión para velar por el bienestar de sus ciudadanos.
Frente a los rezagos que ya mencioné, y también frente a retos de alcance global, pero cuyas peores consecuencias se resienten a nivel local —como los efectos devastadores del cambio climático, las consecuencias de la crisis económica, o las distintas expresiones del crimen organizado a nivel transnacional—, en Nuevo León estamos trabajando en forma decidida para recuperar la paz y tranquilidad a la que todos los mexicanos de bien tenemos derecho; para atraer inversiones que produzcan más y mejores empleos; y para fortalecer nuestro tejido social.
Estado con rumbo
Es innegable que en Nuevo León estamos enfrentando grandes retos en todos los ámbitos para seguir impulsando un crecimiento que beneficie en mayor medida a los trabajadores.
Sin embargo, lo que también es un hecho, es que Nuevo León tiene un rumbo claro.
El Gobernador de Nuevo León, Rodrigo Medina de la Cruz, ha definido estrategias precisas en cada uno de estos terrenos, y nos ha instruido a sumar esfuerzos con todos los sectores sociales, para alcanzar nuestro propósito de que el Estado siga a la vanguardia del desarrollo nacional.
Ante todo, por supuesto, con los sectores productivos, y en especial con las organizaciones sindicales que —como la CROC— han demostrado su compromiso con el avance del país y del Estado.
Quiero aprovechar esta oportunidad para hacer un reconocimiento al liderazgo de la CROC, y a todos sus agremiados, por su colaboración a través de diversos programas para lograr estos objetivos fundamentales.
En las buenas, y en las malas, Nuevo León ha podido contar con la CROC, y la CROC sabe que siempre puede contar con nosotros.
Tiempo de definiciones
Hoy, sabemos que nuestro país nuevamente está entrando en una etapa de definiciones.
La CROC siempre ha estado a favor del progreso; del desarrollo profesional de sus trabajadores a través de la educación y la capacitación; y de las acciones que permitan seguir construyendo un país con bases más sustentables.
Estoy seguro que, en el futuro cercano, el trabajo de la Confederación Revolucionaria de Obreros y Campesinos será aún más importante e intenso para que nuestro país retome el camino de la unidad…
Un camino que le permita salir adelante fortalecido de los graves desafíos que enfrenta actualmente, y volver a ser reconocidos en el mundo entero como una nación capaz de hacerse respetar por la fortaleza de sus instituciones, y —más que nada— por la dedicación de su gente para labrarse un mejor futuro mediante el trabajo honesto.
Por ello, mi más sincero reconocimiento, y mis felicitaciones por el resultado tan productivo que ha tenido su Quincuagésimo Séptimo Consejo Nacional Ordinario.
Espero que hayan disfrutado su estancia en Monterrey, y ya saben que aquí siempre son bienvenidos.
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