Friday, October 28, 2016
Friday, October 07, 2016
Una reforma con énfasis en el aprendizaje
Mensaje de Javier Treviño, Subsecretario de Educación
Básica
Segundo seminario de profesores del Colegio Miraflores
23 de septiembre de 2016
El 15 enero de
este mismo año, tuve la oportunidad de estar con ustedes en la primera edición
de “Formándonos Trascendemos”.
Entre otras
ideas, mencioné que el México educativo de hoy es más complejo que el de hace
varias décadas.
También me
referí al impresionante crecimiento de la educación en México, para pasar, en
muy pocas décadas, de un sistema educativo básico que servía casi
exclusivamente a las élites, a un sistema educativo abierto para todos los
niños y jóvenes.
Este sistema
aspira, sin descanso, a proporcionar las mismas oportunidades para todos, como
mínimo, y las mejores oportunidades para quienes más lo necesitan, atendiendo a
razones de equidad y de inclusión.
Como ustedes
saben mejor que yo, cuando el Estado mexicano decidió, desde hace ya varias
décadas, incursionar en el camino para cumplir con el objetivo de atención y
educación para todos, se detonaron impresionantes desafíos en calidad.
Ése es el mayor desafío
de casi todos los sistemas educativos del mundo: la calidad.
En países con
severos desequilibrios socio-económicos, y con diversidad y riqueza cultural,
el desafío de la calidad es monumental.
¿Por qué? Porque
el Estado y la sociedad no sólo deben atender una aspiración a la calidad, sino
hacer frente a los reclamos y aspiraciones de equidad e inclusión.
Es sencillo
establecer en los planes de desarrollo y programas educativos sectoriales los
ideales y objetivos de cobertura, calidad, equidad e inclusión. Decirlo es
fácil. Implementarlo es extraordinariamente complejo, con tareas que con
frecuencia se tornan imposibles en el corto y mediano plazo. (Decía uno de los
gurús de la gestión de negocios que las estrategias son simples mercancías; el
arte está en la implementación.)
Porque en la
política pública de la educación, la autoridad no sólo lucha por avanzar en
metas ideales sino que la función tiene que realizarse frente a grandes inercias
o limitaciones como son los famosos desafíos estructurales, tales como la pobreza,
inequidad, segregación; también a las restricciones administrativas como los recursos limitados y
decrecientes; y a los obstáculos culturales, como el rompimiento de hábitos y
el reforzamiento de valores.
A estos desafíos
estructurales se suma, en la vida de la política pública, otra realidad: las
presiones políticas que provienen, en muchos casos, de arreglos y desarreglos
de grupos de interés y líderes sociales y políticos de raíces muy profundas.
Por todo ello,
yo veo a la Reforma Educativa impulsada por el Presidente Enrique Peña Nieto,
como la mejor forma de acercarnos a las aspiraciones de calidad, equidad e
inclusión, en un recorrido especialmente difícil porque, para decirlo en
términos funcionales, la curva está cambiando de tendencia.
Esta Reforma
Educativa, tiene un mérito que a mi parecer es permanente: el énfasis y el
enfoque en el aprendizaje.
En esto, creo
yo, no hay vuelta de hoja. Es además una tendencia mundial de largo plazo y
alcance.
En la
profundidad de la Reforma se reconoce, de alguna manera, que no sólo existen
los estudiantes como tales sino aprendientes; que los maestros además de ser
expertos en docencia son expertos en aprendizaje, siguiendo un viejo dicho del
nuevo paradigma: “enseña menos; aprende más”.
En esta avenida,
la Reforma también le coloca especial atención a las causas o factores que
explican o predicen los resultados educativos.
Creo que todos hemos
aprendido --y lo estamos tratando de encarar a través de la política
educativa-- que tanto la pobreza como la abundancia, en los contextos de los
estudiantes que asisten a la escuela, son cruciales para el trabajo pedagógico
en la comunidad de aprendizaje.
En otras
palabras, lo que sucede en los hogares --tanto
de pocos recursos como de muchos recursos-- es tan importante, o más importante,
que las escuelas, ricas o pobres, para explicar el éxito o fracaso de los
aprendizajes.
La escuela,
pública o privada, no puede sola; y la pedagogía moderna, más orientada al
aprendizaje que a la enseñanza --sin abandonarla por supuesto-- sabe que las
grandes barreras para el aprendizaje de los niños y jóvenes antes de ingresar a
las escuelas, día tras día, son la pobreza, la tensión tóxica ocasionada tanto
por hogares con padres en condiciones de pobreza crónica, como por hogares con
padres en condiciones de riqueza pero ausentes, negligentes o excedidos en sus
expectativas respecto a sus hijos.
La fascinación
por la educación también puede ser una trampa, cuando la cultura del hogar y de
la escuela misma, no promueve un aprendizaje lúdico, fluido, divertido,
armonioso y cooperativo.
El éxito en la
educación de una escuela o de un sistema educativo no es si somos tan exigentes
y competitivos que solo unos cuantos sobresalen; sino si somos tan pedagógicos
y visionarios de manera que no unos cuantos brillen, sino que todos sean
exitosos. Podríamos decir que el bienestar de mis hijos depende del bienestar
de los hijos de mis vecinos.
Estimadas
maestras y maestros:
Nada de mis actividades como subsecretario de
Educación Básica de la SEP me da más gusto que tener la oportunidad de
participar en sesiones en las que se reconoce el esfuerzo, la dedicación, la
inteligencia de las maestras y los maestros.
No hay duda: vivimos momentos vertiginosos en educación.
Las dos últimas décadas del siglo pasado se caracterizaron por cambios en todos
los órdenes de la vida de México y el mundo. La educación no fue la excepción;
al contrario, fue la punta de lanza de cambios radicales que pensamos eran
signo de la época y serían la pauta a seguir por mucho años más.
A la luz de hallazgos muy recientes en las ciencias
que impactan sobre los quehaceres de la educación de niños y jóvenes, la
educación y el aprendizaje siguen cambiando.
Ahora, en el segundo quinquenio de la segunda
década del siglo XXI, me pregunto si dichos cambios, que vimos como definitivos
en el siglo pasado, no fueron más que un aperitivo del platillo principal de
hoy y de mañana.
Estamos aprendiendo muchas cosas nuevas que debemos
llevar a la política educativa.
Primero, que el hogar, la familia, y lo que en ella
sucede, es extraordinariamente importante para explicar y predecir el desempeño
educativo.
Segundo, que dentro de los factores propios de la
escuela, el docente es el más importante para el desempeño de los niños y
jóvenes.
Tercero, que la comunicación entre la comunidad de
la escuela y su entorno externo es crucial para permitir que la pedagogía se
potencie.
Ahora sabemos también, y la educación en el mundo
empezará a cambiar en ese sentido, que nuestra definición de aprendizaje tendrá
que ampliarse a conceptos que van más allá de las pruebas estandarizadas.
No hay desempeño sin niños ni maestros. Y antes que
el desempeño están los niños y maestros.
Y los niños y maestros tienen historias --como
todos las tenemos-- sobre lo que nos gusta y no nos gusta hacer, estudiar,
enseñar y aprender.
Y en ese sentido, hemos aprendido en el campo de la
educación, que las emociones y, en general, que las habilidades no cognitivas
son extraordinariamente importantes para aumentar el desempeño de niños y
maestros.
Queremos niños y maestros felices en las escuelas;
queremos que antes que sepan responder pruebas estandarizadas, amen la escuela,
les encante explorar y aprender, lleguen al salón de clases listos para iniciar
una jornada divertida, compartida, entretenida y, también, cognitiva. El
cerebro aprende mejor cuando se divierte, cuando juega, cuando coopera, cuando
socializa, cuando se desafía.
Hay dos formas de ver a la educación: por sus
resultados o por sus procesos. Los dos son importantes. La obsesión por el
resultado le quita la esencia al proceso de aprendizaje. Ni la falta de uno ni
el exceso del otro. Queremos construir fabulosos ambientes de aprendizaje en la
escuela y los queremos con rumbo. Es ahí donde los maestros y directores, con
el apoyo de la comunidad ampliada de la escuela, son cruciales.
Vivimos épocas nuevas, a veces parecen una vorágine
que nubla el camino a seguir. Sin embargo, nunca perderemos el rumbo si lo que promovemos
en nuestras escuelas --y en el sistema educativo-- es la cooperación en lugar
de la competencia; el esfuerzo en lugar de comodidad; la exploración en lugar
de la estructura; la diversión en lugar del aburrimiento; la innovación en
lugar de la repetición; el entusiasmo en lugar de la obligación.
Nuestro gran desafío para las décadas que vienen no
es cómo hacer y tener las mejores escuelas del mundo, sino cómo lograr que
nuestras escuelas entusiasmen a los niños y maestros para una vida de
aprendizaje. Si los niños y maestros llegan a las escuelas con entusiasmo,
compromiso, saludables, centrados todos en el bienestar y felicidad de los
niños, el desempeño subirá como la espuma.
Muchas gracias.
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