Hace poco leí una pinta en una barda que decía: “lo que le pasa al país es que la solución está en manos del problema”. En los tiempos del coronavirus, de la “sana distancia” y el trabajo desde la casa, he visto con frecuencia las conferencias de prensa matutinas del Presidente de la República (“mañaneras”, les llama el protagonista). He escuchado una visión de México y del mundo anticuada, que se repite a diario. Lecciones de historia nacionalista con pocas nuevas ideas. Ahora ya no es como antes, nos dice el Presidente. El pueblo es sabio, primero son los pobres y el neoliberalismo se acabó.
El Jefe del Ejecutivo está convencido de que antes se hacían todas las cosas mal; ahora ya no. Antes había corrupción, ahora ya no. Antes se beneficiaban únicamente los de arriba, ahora ya no. Todo parecería ser conflicto y división, blanco y negro. La división es entre "ellos y nosotros"; "conservadores y nosotros"; "neoliberales y nosotros"; "los de arriba y nosotros".
Se destruyó el modelo general de equilibrio político que se había construido en México y todavía no sabemos con qué se va a sustituir. No hay frenos ni contrapesos. No hay un modelo de toma de decisiones. Todo es "ad-hoc". En la función diaria del gran teatro del Salón de Tesorería de Palacio Nacional se toman las decisiones y se dan instrucciones. Todo el gobierno debe estar atento de 7 a 9 de la mañana para saber lo que el jefe de la “ad-hocracia” responde a los “periodistas” de algunos medios que nadie conoce y ordena lo que se debe hacer.
La incertidumbre es la reina del nuevo juego político de México. Las reglas cambian. El Estado de Derecho se queda a la expectativa. Estamos gobernados por un grupo pequeño de políticos profesionales pero con muchos activistas y más espectadores; unos son radicales y otros moderados. Lo malo es que, como en el juego de mesa del maratón, la ignorancia avanza. En lugar de promover el crecimiento, el gobierno va a medir la felicidad. En fin.
El 2021 está a la vuelta de la esquina. Pronto iniciará el año electoral. La renovación de la Cámara de Diputados es vital para la salud política de la nación. Muchas veces olvidan los legisladores que forman parte de un sistema de instituciones separadas que comparten poder. También leo, veo y escucho en Nuevo León historias increíbles de quienes quisieran llegar a convertirse en Gobernador. El panorama no alimenta el optimismo.
Con una experiencia de diecisiete años en el gobierno federal, once años en el sector privado, tres años en el gobierno de Nuevo León y dos años como legislador federal por Nuevo León, he podido leer mucho, platicar con gente sabia, reflexionar sobre el gobierno. He visto la política desde los cuatro lados de la mesa. Y de mis lecturas y vivencias he recopilado y articulado 10 ideas, por lo pronto, que pudieran ser orientadoras:
1. Gobernar es cosa seria. El objetivo del diseño, formulación e implementación de las políticas públicas es crear valor, y no destruirlo. Entonces, ¿serían la política y el gobierno un juego sucio? Definitivamente no. Para el político, cada día entraña una noble batalla, un reto de proporciones inimaginables. ¿Y cuáles son las armas para ganar esa batalla? Sin duda, se requiere talento, experiencia, conocimiento, razón. También es necesaria una buena dosis de autocontrol, buen juicio, fortaleza interior y prudencia. Se requiere flexibilidad, apertura a las nuevas ideas y una combinación de cuatro tipos de esquemas de pensamiento: analítico, histórico, político, soberano. Ninguno debe prevalecer sobre el otro. Los cuatro son necesarios a la hora de tomar decisiones.
2. Gobernar es un ejercicio de responsabilidad. Un político genuino, responsable, defiende lo que cree, lo hace de frente, y alienta a otros a que luchen también por lo que juntos creemos, que, al final del día, se trata de nuestra vida en comunidad. Yo creo en el poder transformador de la política. En un país como el nuestro, hay que cambiar algunas cosas y proteger otras de cualquier cambio. Hay líneas rojas que nadie debe cruzar. Siempre he pensado que la decisión que tomas hoy te debe permitir tomar una decisión mañana. Nunca debes decir o hacer algo que va a minar tus oportunidades futuras. Hemos sido testigos de que, en tiempo de elecciones, los ciudadanos caen en la trampa de votar por los charlatanes, en lugar de preferir la experiencia. Eso se debe acabar. Para ello, los políticos responsables deben articular y contar su narrativa mejor que los charlatanes.
3. Gobernar es controlar tus emociones. Pero la tarea política también exige emociones y no puedes estar todo el tiempo a la defensiva. La combinación de prudencia, coraje y audacia es difícil de lograr, pero es indispensable. A lo largo de una carrera política se avanza y se retrocede. Es necesario saltar, echarse al agua fría y no temer a fracasar. El fracaso no es una desgracia, te enseña lecciones de vida, duraderas, dolorosas. El éxito te puede echar a perder. Hay que buscar el éxito, pero con ecuanimidad. ¿Qué puedes controlar? ¿Qué depende exclusivamente de ti? Tu visión, tu valentía, tu voluntad, tu determinación y tu sentido del humor. ¿Qué no puedes controlar? Las fuerzas que se desatan a tu alrededor cuando decides entrar a la arena política. Estarás siempre asediado por enemigos y adversarios.
4. Gobernar es dejar la ingenuidad y la inocencia a un lado. Para bien o para mal, la buena o mala fortuna es la que determina las carreras políticas. El destino se puede volver contra ti. Nunca seas arrogante ni soberbio. Mucho menos cuando inicias un nuevo encargo. Porque la novatez, la ignorancia y la arrogancia se combinan en una crisis explosiva imposible de detener. No puedes controlar tu propio destino. Cuando decides entrar a la vida política debes dejar a un lado tu inocencia. Tienes que estar dispuesto a pagar el costo sin saber cuál va a ser el total de la factura. Debes conocerte a ti mismo. También debes ser firme en torno a la razón por la que entraste a la política.
5. Gobernar es estar del lado de la gente y ganarse el respeto de los ciudadanos. El éxito viene si la gente está convencida que tú sabes bien que a ellos les debes tu puesto. Tienes que asumir las causas de la gente como tu propia causa. Saber que representas los sueños de la gente te cambia para siempre. La gente debe creer en ti. La lealtad de la gente se gana día a día. La confianza se gana cuando eres verdaderamente quien dices ser. La gente confía si cree que tus convicciones son sinceras, si les prometes que vas a hacer algo y lo haces. Muchas veces me he hecho la pregunta: ¿qué prefieres, la aprobación o el respeto de los ciudadanos? No hay que ser popular para tener éxito. Pero sí requieres el respeto de la gente. La gente quiere a un político íntegro, que entiende y se esfuerza por ellos, que tiene visión de largo plazo y que sabe ejecutar las políticas hoy.
6. Gobernar es saber contar historias. Tienes el poder si sabes articular historias, relatos, narrativas. Nunca dejes que tus adversarios te definan. Si ellos definen quién eres será con el ánimo de destruirte. Tienes que mantener el control de tu propia historia. Nadie conoce mejor tu trayectoria que tú mismo. La narrativa que debes contar es la de la comunidad y el estado que quieres construir. Tu historia debe vincular tu destino al de la gente, tu vida a la de la gente, tu causa a la de la gente. Por ello se requiere un discurso convincente donde se integren tus propuestas y tu historia personal. Explicar cómo vamos a reforzar los lazos comunes, cómo vamos a enfrentarnos juntos a las fuerzas de la desigualdad, la envidia, la división y el odio, cómo vamos a fortalecer el tejido social, cómo vamos a compartir nuestro destino. Tenemos que ser mejores de lo que somos. Siempre es una historia de destino común.
7. Gobernar es resolver dilemas. No hay duda de que el antagonismo, la contradicción, los dilemas son la esencia de la política. Todos los días te enfrentarás a dilemas qué resolver. Tienes que luchar si quieres sobrevivir. Tienes que saber defenderte. No debes tomar los ataques como algo personal. Defiende tu honor e integridad, tu posición y tu derecho a ser escuchado, tu reputación y tu prestigio. Hay que dar todo en la batalla, pero con golpes limpios, con inteligencia, con audacia. Hay que ganar el respeto de la gente, no el miedo. Hacer política no es pelear sucio. No eres inocente pero tampoco cínico. Como político, siempre se debe mantener la fe en el buen juicio de las personas. Los votantes sí saben lo que quieren. Son más inteligentes de lo que crees. En eso consiste la belleza de la democracia. La gente pone a los políticos en su lugar. La realidad siempre se impone.
8. Gobernar es convertirte en un guardián de la democracia. La política te exige que trabajes para todos. Un buen político es responsable ante la gente que lo eligió y es responsable por sus acciones. Tenemos que defender la democracia no porque sea el menos malo de los sistemas políticos, como decía Churchill, sino porque sólo la democracia nos permite sacar lo mejor de nosotros mismos para lograr hacer realidad las causas de la gente. Hechos, no palabras; acción y no teoría, es la manera de fortalecer la democracia. Cuando un político es guardián de la democracia establece una relación de confianza con las personas y defiende las instituciones, las tradiciones y las reglas de la convivencia. Las instituciones te hacen mejor de lo que eres como un político aislado. Las instituciones son siempre tu respaldo.
9. Gobernar es dejar las ocurrencias y la improvisación a un lado. Los adversarios en política son oponentes, no enemigos. La política no es la guerra, sino la única alternativa viable a la misma. Se requiere una cultura de respeto a tu antagonista, a tu adversario. Debes ser leal a ti mismo, a tu partido, a la gente, a tu nación. Y México está por encima de todo lo demás. La política es algo muy serio. No es para improvisados ni para aficionados. La política no es el mundo del espectáculo o de las celebridades, mucho menos de los charlatanes. La política es el mundo de la responsabilidad. Max Weber dijo que sólo aquéllos que viven para la política pueden entenderla como una llamada. Los que viven de la política no sirven para ello.
10. Gobernar es aprender a aprender cada día. Las decisiones siempre tienen consecuencias. Nunca te dejes llevar únicamente por el razonamiento por analogía. La política no es una profesión, no hay estándares, técnicas que puedan enseñarse. No es una carrera estable. Hay triunfos y derrotas; subidas y bajadas. No es una ciencia sino un arte, que depende de la capacidad de persuasión, del mensaje, de los relatos, de los contactos, de las narrativas que conectan con la gente, de la perseverancia. Es una experiencia de vida. Pero, por eso mismo, la vida política puede terminar en cualquier momento. Y debes tener una vida con anterioridad y saber construir una vida después de tu experiencia política.