Saturday, October 04, 2025

Stubb y el futuro del orden internacional

Stubb y el futuro del orden internacional

Javier Treviño

@javier_trevino

Finlandia es considerado un país admirable y, en 2025, ha sido reconocido por octavo año consecutivo como el más feliz del mundo. Su éxito radica en un sólido sistema de bienestar social, con sanidad universal, educación de calidad accesible y una amplia red de apoyos que garantizan seguridad y estabilidad a la población.

La sociedad finlandesa se distingue por un fuerte sentido de comunidad, altos niveles de confianza y una cultura de generosidad y bondad. A esto se suma una estrecha conexión con la naturaleza, que fomenta el bienestar físico y mental.

Con instituciones eficaces, baja corrupción, libertad de expresión y una democracia consolidada, Finlandia ofrece un entorno en el que las personas pueden vivir de manera plena y satisfactoria. Por ello, se ha convertido en un modelo global de calidad de vida, cohesión social y buena gobernanza.

Por todo ello, cuando los líderes de Finlandia hablan, es recomendable escucharlos.

El 24 de septiembre de 2025, el presidente de la República de Finlandia, Alexander Stubb, se dirigió a la Asamblea General de las Naciones Unidas en su 80ª sesión. Su discurso fue inspirador. Mucho más que un acto ceremonial, fue un recordatorio de que incluso los países pequeños tienen una responsabilidad en la construcción de un nuevo orden mundial. 

En un contexto global turbulento, las ideas de Stubb resuenan como advertencias y propuestas a la vez:

El orden cambiante

Stubb comenzó con una afirmación contundente: el orden internacional posterior a la Guerra Fría ya no existe, y el nuevo aún no termina de nacer. Probablemente, dijo, tardará entre cinco y diez años en tomar forma. En ese proceso de transición, todos los Estados, grandes y pequeños, tienen la posibilidad —y la responsabilidad— de influir en lo que vendrá.

Señaló que el multilateralismo basado en el derecho y los valores está bajo presión frente a un multipolarismo crecientemente transaccional. Entiende la lógica del pragmatismo estratégico, pero advierte que, sin un anclaje en principios universales, esa aproximación “se estrella contra la pared”.

Otro eje de su diagnóstico es el desplazamiento del poder hacia el Sur y el Este globales. África, Asia y América Latina han ganado peso económico, demográfico y político. Stubb no espera consensos plenos en todo, pero sí exige bases compartidas: respeto a la soberanía, no agresión y defensa de los derechos humanos y libertades fundamentales.

También subrayó que la ONU refleja todavía el mundo de 1945 y no el de 2025. Denunció que el Consejo de Seguridad, las inconsistencias en la aplicación del derecho internacional y la falta de coordinación obstaculizan la misión de la organización de garantizar paz, estabilidad y justicia.

Guerras, crisis humanitarias y clima

El presidente finlandés lamentó que, pese a contar con capacidades tecnológicas y científicas sin precedentes, la humanidad atraviesa hoy más guerras que en ningún otro momento desde 1945. Aumentan las divisiones, los desplazamientos, las hambrunas y la inestabilidad climática y social.

Fue enfático sobre la guerra de Rusia contra Ucrania, calificándola como una negación de los principios básicos del sistema internacional. Recalcó que no se trata de un conflicto local, sino de un golpe a la seguridad europea y a la credibilidad del orden basado en reglas.

Respecto al conflicto entre Israel y Gaza, pidió un alto al fuego inmediato, acceso humanitario y liberación de rehenes. Subrayó que la única solución viable es la creación de dos Estados y el fortalecimiento de las instituciones palestinas.

Nombró además otros escenarios olvidados: Sudán, Congo, Haití, Myanmar, Mali. Allí, recordó, millones de civiles sufren violencia, desplazamiento y ausencia de Estado. Reconoció avances como el acuerdo de paz en el este del Congo, pero insistió en que el reto está en su implementación.

Un punto singular de su discurso fue la defensa de la libertad de prensa. Condenó ataques a periodistas y afirmó que no se trata de un lujo, sino de una piedra angular de la democracia, la rendición de cuentas y la defensa de los derechos humanos.

Reformas y propuestas

Entre las medidas que propuso destacan:

Reforma del Consejo de Seguridad: ampliación de miembros permanentes (dos asientos para Asia, dos para África y uno para América Latina), eliminación del derecho de veto y suspensión de voto a quienes violen la Carta de la ONU.

Reforma integral de la ONU: respaldó la “Iniciativa ONU80” del Secretario General y llamó a cambios ambiciosos.

Reenfocar prioridades: volver a la mediación como núcleo, proteger derechos humanos y orientar el desarrollo sostenible.

Candidatura finlandesa al Consejo: Finlandia buscará un asiento en 2029-2030 y, de lograrlo, se compromete a actuar con “principios y pragmatismo”.

Para cerrar, citó a Nelson Mandela: la verdad y la reconciliación son imprescindibles para sanar divisiones. Y recordó que las decisiones de hoy marcarán el mañana.

¿Por qué este discurso importa?

Reivindicar el multilateralismo

Uno de los mensajes más poderosos del discurso fue la defensa del multilateralismo como necesidad, no como ornamento. Stubb confrontó la tentación del “transaccionalismo” —políticas exteriores de conveniencia, sin compromiso con valores— y advirtió que ese camino erosiona la confianza y mina la cooperación a largo plazo.

En un mundo de alianzas cambiantes y bloques rivales, su mensaje es claro: los valores no son un lujo, son un activo práctico. La autoridad moral también es poder blando.

Los pequeños Estados como arquitectos

Stubb no pretende que Finlandia sea una potencia global. Su mensaje es que los países pequeños tienen influencia si actúan con coherencia, construyen coaliciones y se convierten en mediadores. Frente a la lógica de “los grandes deciden, los pequeños acatan”, su discurso reivindica el mensaje esencial del orden internacional: cada Estado cuenta.

La reforma de la ONU: idealismo urgente

La propuesta de ampliar asientos permanentes, eliminar vetos y sancionar violaciones es audaz y necesaria. El riesgo de que la ONU quede atrapada en un esquema de 1945 es real. Sin embargo, el camino es arduo: los actuales miembros permanentes difícilmente cederán privilegios. Aun así, plantear el tema con claridad ayuda a mantener viva la presión reformista.

Conflictos y crisis olvidadas

Stubb fue valiente al hablar de Ucrania, Gaza y los conflictos “periféricos” de África y Asia. Lo hizo sin ambigüedades, responsabilizando a los agresores y recordando la urgencia de atender a las víctimas. Su énfasis en la libertad de prensa es especialmente relevante en un contexto de creciente censura y desinformación, incluso en democracias.

Idealismo y realismo equilibrados

El discurso navega entre principios e intereses. Stubb admite que los Estados actúan por intereses, pero pide que esos intereses se enmarquen en normas compartidas. No es utopía, sino pragmatismo moral. En tiempos de cinismo político, esa voz intermedia resulta refrescante.

Resonancia con el presente

El discurso de Stubb dialoga con las tensiones actuales:

Fragmentación global: el mundo multipolar necesita nuevas reglas y mediadores.

Erosión de normas: la impunidad de agresores amenaza la credibilidad del derecho internacional.

Crisis de legitimidad de la ONU: la inercia institucional la acerca a la irrelevancia.

Vacío de liderazgo: ante potencias que dudan, voces de democracias medianas pueden marcar la pauta.

Desilusión ciudadana: el mensaje puede reconectar diplomacia y opinión pública.

¿Cuáles son las críticas que ya se escuchan en torno al discurso de Stubb?

Exceso de idealismo: algunos dirán que subestima la fuerza del poder duro.

Viabilidad baja de reformas: el fin del veto es casi impensable con los actuales equilibrios.

Selectividad moral: toda condena enfrenta el reproche de omitir otros abusos.

Activismo vs neutralidad: países pequeños pueden perder margen de mediación si adoptan posturas demasiado firmes.

Reflexión final

Los líderes de la diplomacia mexicana podrían coincidir con algunas lecciones de la visión del presidente de Finlandia: una política exterior basada en valores, respeto al derecho internacional y construcción de confianza entre naciones. Esa visión de relaciones internacionales firmes y responsables es un ejemplo de liderazgo que podría enriquecer la forma en que México se proyecta en el mundo. 

El discurso de Alexander Stubb trasciende los rituales de la ONU. Afirma que la arquitectura del futuro no puede ser definida solo por grandes potencias. Reivindica la responsabilidad de los pequeños Estados. Y recuerda que los valores importan no por ingenuidad, sino porque sin ellos los intereses pierden sustento.

Finlandia, al buscar un asiento en el Consejo de Seguridad, se ofrece como un actor “de principios y a la vez pragmático”. El desafío será convertir la retórica en resultados. Pero, en un tiempo de incertidumbre, escuchar a una democracia pequeña hablar con claridad, convicción y humildad es ya, en sí mismo, un aporte valioso al debate mundial.

https://www.sdpnoticias.com/opinion/stubb-y-el-futuro-del-orden-internacional/


Sunday, September 28, 2025

La confianza: el activo invisible de las empresas

La confianza: el activo invisible de las empresas

Javier Treviño

@javier_trevino

Estuve en la conferencia de Concordia 2025 en Nueva York. Yo creo que, a sus 15 años, ya se consolidó como uno de los foros más influyentes de diálogo global entre líderes políticos, empresariales, académicos y de la sociedad civil. 

Durante varios días de paneles y conversaciones, el evento abordó temas centrales como la transformación digital, la seguridad global, la sostenibilidad, la gobernanza democrática y los retos migratorios que enfrentan distintas regiones del mundo. 

Coincidió con los días de la Asamblea General de la ONU. La ciudad de Nueva York, como sede emblemática, sirvió de puente entre perspectivas internacionales. Reunió a jefes de Estado, directores ejecutivos de empresas multinacionales, filántropos y líderes sociales comprometidos con encontrar soluciones a los desafíos contemporáneos. 

Uno de los ejes centrales fue el papel de la innovación tecnológica en mejorar la calidad de vida y garantizar seguridad en un contexto de creciente incertidumbre geopolítica. Asimismo, se discutió cómo el sector privado puede fortalecer su papel en alianzas con gobiernos y organizaciones multilaterales para impulsar proyectos de impacto social y económico a largo plazo. 

Concordia 2025 destacó por su enfoque en responsabilidad corporativa y liderazgo ético, subrayando la importancia de la confianza como capital político y empresarial.

En el mundo empresarial del siglo XXI, marcado por la globalización, la disrupción tecnológica, las redes sociales y la presión creciente por la sostenibilidad, el  concepto de confianza se ha convertido en el factor decisivo de éxito o fracaso.

Francis Fukuyama lo adelantó hace casi tres décadas en su obra “Trust: The Social Virtues and the Creation of Prosperity” (1995): la confianza es un capital social indispensable para la prosperidad de las naciones y de las empresas. Hoy, sus palabras resuenan con más fuerza que nunca. La confianza ya no es un “valor blando” relegado a los manuales de ética corporativa; es un activo estratégico, invisible pero fundamental, que sostiene la legitimidad de las compañías frente a consumidores, empleados, inversionistas y comunidades.

¿Qué entendemos por confianza?

La confianza en el ámbito empresarial puede definirse como la disposición de los distintos grupos de interés —clientes, empleados, accionistas, proveedores, comunidades— a aceptar la vulnerabilidad frente a una compañía, creyendo que ésta actuará con competencia, integridad y responsabilidad.

Stephen M.R. Covey, en su influyente libro “The Speed of Trust” (2006), lo resume de manera contundente: “La confianza es la única cosa que lo cambia todo. Está presente en cada relación, equipo, organización, economía y civilización del mundo.”

La confianza no es sólo un sentimiento interpersonal; también es sistémica, se deposita en las marcas, en las instituciones, en los procesos y en la cultura corporativa.

Las características de la confianza

La literatura sobre liderazgo y psicología organizacional converge en cinco atributos esenciales que componen la confianza en los negocios:

Competencia: los clientes y socios creen que la empresa puede cumplir lo que promete.

Integridad: la convicción de que la organización actúa conforme a valores consistentes y éticos.

Fiabilidad: la capacidad de comportarse de manera predecible y cumplir compromisos de forma constante.

Transparencia: la disposición a comunicar abiertamente, revelar información y reconocer dificultades.

Empatía y cuidado: el interés genuino por comprender y responder a las necesidades de los distintos grupos de interés.

David Horsager, en “The Trust Edge” (2012), lo expresa con crudeza empresarial: “La falta de confianza es tu gasto más alto. Cuanto mayor es la confianza en la relación, más rápido se logran las cosas.”

La importancia de la confianza en el siglo XXI

¿Por qué la confianza se ha vuelto tan central en la vida de las empresas? La respuesta se encuentra en cuatro dimensiones fundamentales:

1. La relación con los consumidores.

El Edelman Trust Barometer 2024 revela que 63% de los consumidores decide comprar, cambiar, evitar o boicotear marcas en función de la confianza que les inspiran. En un mercado saturado de opciones, el consumidor no sólo compara precios o calidad, sino también la credibilidad y la transparencia de la empresa.

2. El compromiso de los empleados.

Paul J. Zak, en un artículo para Harvard Business Review (2017), demostró con evidencia empírica que los empleados en organizaciones de alta confianza reportan 74% menos estrés, 106% más energía y 50% más productividad. La confianza interna, en este sentido, no es un lujo, es un motor de desempeño.

3. La confianza de los inversionistas.

Las empresas confiables disfrutan de menor costo de capital, mejores valuaciones y mayor resiliencia en periodos de crisis. Los inversionistas saben que la reputación y la gobernanza son activos intangibles que protegen el valor financiero.

4. La licencia social para operar.

En la era de los criterios ESG (ambientales, sociales y de gobernanza), la confianza es la base de la legitimidad. Una empresa puede tener utilidades espectaculares, pero sin confianza pública arriesga sanciones regulatorias, boicots ciudadanos y pérdida de talento.

Las ventajas de la confianza

Cuando una empresa construye un ecosistema de confianza, se activan ventajas competitivas tangibles e intangibles:

Velocidad y eficiencia: la confianza reduce costos de transacción y la necesidad de controles excesivos. Covey lo resume así: “Cuando la confianza sube, la velocidad aumenta y los costos disminuyen.”

Innovación y colaboración: en culturas de confianza, los equipos comparten conocimiento y se atreven a experimentar sin miedo.

Lealtad de clientes: la confianza genera repetición de compra, recomendación y un capital reputacional que protege en tiempos difíciles.

Resiliencia en crisis: las empresas confiables reciben el beneficio de la duda, y pueden recuperar credibilidad con mayor rapidez tras un error.

Atracción de talento: las nuevas generaciones priorizan trabajar en organizaciones que proyectan confianza y propósito.

Las desventajas y riesgos de la confianza

Paradójicamente, la confianza mal gestionada también puede generar problemas:

Confianza ciega: delegar sin mecanismos de control puede derivar en fraudes o abusos.

Fragilidad: la confianza tarda años en construirse y segundos en destruirse.

Exposición excesiva: confiar demasiado en socios o proveedores sin salvaguardas puede dejar a la empresa vulnerable.

Expectativas altas: a mayor confianza, mayor escrutinio; fallar a esas expectativas provoca una caída más dolorosa.

Charles Green, en “The Trusted Advisor” (2000), lo advierte con claridad: “La confianza toma tiempo en construirse, segundos en romperse y una eternidad en repararse”.

Confianza en la era digital y global

El siglo XXI ha introducido retos inéditos en la gestión de la confianza:

Confianza digital: la protección de datos, la ciberseguridad y la ética de la inteligencia artificial se han convertido en ejes de la confianza de los consumidores.

Globalización cultural: la confianza se interpreta de manera distinta en cada contexto. Lo que transmite confiabilidad en Japón puede no ser lo mismo en Brasil.

Transparencia radical: las redes sociales han ampliado la rendición de cuentas. Una acción corporativa puede ser amplificada en segundos, para bien o para mal.

Rachel Botsman, en “Who Can You Trust?” (2017), explica que la economía digital está construida sobre la “confianza distribuida”: plataformas como Airbnb, Uber o Amazon ya no dependen de instituciones centrales, sino de sistemas de reputación colectivos. Para las empresas tradicionales, adaptarse a este nuevo ecosistema es cuestión de supervivencia.

El futuro de la confianza

Si el siglo XX fue la era del capital financiero, el siglo XXI es la era del capital de confianza. Las empresas que quieran perdurar deberán convertir la confianza en un eje transversal de su estrategia: desde la comunicación con clientes hasta la cultura organizacional, pasando por la relación con inversionistas y comunidades.

No se trata sólo de “parecer confiables” mediante campañas publicitarias, sino de ser confiables: actuar con coherencia, demostrar integridad en las decisiones y rendir cuentas de manera transparente.

En última instancia, la confianza es la nueva moneda de cambio en la economía global. Y como toda moneda, puede invertirse, acumularse o perderse. Las compañías que entiendan esto tendrán una ventaja competitiva.

La confianza no es un accesorio; es la base sobre la que se sostienen las empresas. Sin confianza no hay negocio; con confianza, una organización puede innovar, crecer y trascender.

El reto es entender que la confianza no se decreta ni se compra; se construye día a día con cada decisión, con cada interacción, con cada palabra.

En un mundo donde la desconfianza hacia las instituciones es creciente, las empresas que logren proyectar confianza se convertirán en pilares de estabilidad. Y al revés: aquellas que la pierdan quedarán expuestas a la irrelevancia o al colapso.

La lección es clara: en el siglo XXI, la confianza es el activo invisible más valioso de las empresas. Quien lo entienda, tendrá no sólo éxito económico, sino legitimidad social.

https://www.sdpnoticias.com/opinion/la-confianza-el-activo-invisible-de-las-empresas/


Saturday, September 20, 2025

El orden se convierte en poder

El orden se convierte en poder

Javier Treviño

@javier_trevino

Las consecuencias no deseadas de una cooperación bilateral exitosa en materia de seguridad entre México y Estados Unidos podrían ser tan complejas como paradójicas. El resultado del desmantelamiento de los grandes cárteles, los laboratorios de fentanilo, sus rutas y mercados será la fragmentación y atomización del crimen organizado. 

Los delincuentes que sobrevivan al embate regresarían a lo que saben hacer: delinquir en modalidades más cercanas a la vida cotidiana de los ciudadanos. Secuestro exprés, cobro de piso, robo de vehículos, asaltos a casa habitación y extorsión de negocios se convertirían en delitos más frecuentes y extendidos. 

El problema es que las policías estatales y municipales mexicanas no cuentan con la capacidad, la preparación ni la coordinación para contener esa ola de violencia, lo que derivaría en una mayor percepción de inseguridad. 

Por eso, el éxito en la cooperación bilateral no debe limitarse a golpear estructuras criminales transnacionales, sino que tendrá que acompañarse de una estrategia de seguridad integral y preventiva a nivel local, capaz de reforzar a las policías civiles y blindar a las comunidades frente a esta nueva generación de riesgos.

La seguridad como piedra angular del poder político

La seguridad es el bien público más elemental. Cuando la violencia, el crimen o la insurgencia dominan la vida cotidiana, ningún otro aspecto de la gobernanza importa tanto como la promesa de vivir sin miedo. El líder que logra restablecer el orden adquiere algo más que popularidad pasajera: obtiene legitimidad en su desempeño, un capital político de enorme valor.

Un secretario de seguridad que supera la delincuencia o controla un conflicto se convierte en figura nacional. Su éxito se traduce en confianza pública y, en muchos casos, en la plataforma más sólida para aspirar a convertirse en jefe de Estado. 

Sin embargo, la misma ruta que abre la puerta a la presidencia encierra riesgos profundos: tácticas demasiado agresivas pueden socavar el Estado de derecho y comprometer la gobernabilidad democrática a largo plazo.

Este fenómeno —el tránsito del tecnócrata de seguridad al líder nacional— merece análisis, porque ilumina las tensiones entre eficacia inmediata y legitimidad duradera.

El orden como fundamento de la política

La seguridad es condición de posibilidad para todo lo demás. En “Violence and Social Orders”, Douglas North, John Wallis y Barry Weingast muestran cómo el monopolio legítimo de la violencia define los arreglos políticos que sostienen las economías modernas. Francis Fukuyama, por su parte, identifica tres pilares del orden político: la capacidad estatal, el Estado de derecho y la rendición de cuentas.

Cuando un líder ofrece seguridad visible —reducción de homicidios, disuasión de insurgencias, disminución de delitos— demuestra capacidad estatal en acción, no solo en retórica. De ahí que un ministro de seguridad exitoso pueda capitalizar su labor en legitimidad política.

En contextos de crisis, la securitización de los problemas (es decir, tratarlos como amenazas existenciales que justifican medidas excepcionales) amplifica ese poder. Pero hay que saber lo que es "permisible" en nombre de la seguridad. Si se usa con prudencia, fortalece reformas; si se abusa de ella, erosiona derechos y pluralismo.

Los ingredientes del ascenso exitoso

El tránsito de un cargo de seguridad hacia la jefatura de Estado rara vez es accidental. Estudios comparativos revelan seis ingredientes recurrentes:

Resultados visibles y mensurables. Sin evidencia contundente, no hay capital político. La caída drástica de homicidios en El Salvador, reportada en 2024, se convirtió en la piedra angular de la reelección de Nayib Bukele. La lección es clara: las cifras importan, pero su credibilidad depende de auditorías independientes.

Cambio institucional, no solo táctico. Las victorias sostenibles implican reformas duraderas. En Nueva York, durante los noventa, el debate sobre “ventanas rotas” demostró que más que la política puntual, la innovación organizacional —como CompStat— consolidó resultados.

Narrativa de seguridad con derechos. Los líderes que logran trascender su rol de “zar de seguridad” articulan un discurso que combina orden con libertades. De lo contrario, su mandato se convierte en un estado de excepción perpetuo.

Coaliciones amplias. El éxito en seguridad abre puertas, pero para permanecer abiertas se requieren alianzas con empresarios, reformadores sociales, líderes comunitarios y actores políticos más allá del aparato de seguridad.

Salida creíble de la emergencia. El uso prolongado de poderes extraordinarios puede ser eficaz, pero mina la democracia si no se plantea un retorno a la normalidad constitucional.

Portabilidad de competencias. El público se pregunta: ¿podrá este líder manejar salud, educación y economía con la misma eficacia que aplicó en seguridad? La clave está en traducir el método de gestión (datos, disciplina, ejecución) a otros sectores.

Casos emblemáticos: de la seguridad al poder

La historia contemporánea ofrece ejemplos notables del fenómeno:

Theresa May (Reino Unido). Como Ministra del Interior (2010-2016), forjó reputación de rigor administrativo y reformas. Llegó a Primera Ministra en 2016, aunque su gestión evidenció que el prestigio en seguridad no basta para resolver dilemas estructurales como el Brexit.

Nayib Bukele (El Salvador). Bajo su “Plan Control Territorial”, El Salvador reportó la tasa de homicidios más baja de su historia. Ese logro lo catapultó a la reelección. Sin embargo, la falta de transparencia y las detenciones masivas han suscitado advertencias sobre su legado democrático.

Álvaro Uribe (Colombia). Su política de Seguridad Democrática (2002-2010) redujo drásticamente la capacidad insurgente y transformó la política colombiana por generaciones. No obstante, abusos como los “falsos positivos” recordaron los peligros de la falta de controles.

Rodrigo Duterte (Filipinas). Tras su imagen de mano dura en Davao, llegó a la presidencia en 2016. Su “guerra contra las drogas” mantuvo su popularidad, pero derivó en condena internacional y procesos judiciales. El riesgo de pasar de héroe a acusado siempre acecha.

Yoon Suk-yeol (Corea del Sur). Ascendió de fiscal anticorrupción a presidente. Sin embargo, su caída por imponer la ley marcial inconstitucional mostró cómo los reflejos autoritarios pueden destruir una carrera política meteórica.

Paul Kagame (Ruanda). Su legitimidad surgió de poner fin al genocidio de 1994. El orden alcanzado le permitió consolidar un poder duradero. Aun así, su estilo de gobernanza plantea preguntas sobre el pluralismo político y las libertades.

Otros casos, como Juan Manuel Santos en Colombia (de ministro de Defensa a presidente y Nobel de la Paz), ilustran la importancia de combinar éxitos en seguridad con visión de reconciliación.

La estrategia de conversión: de guardián a estadista

Un secretario de seguridad que aspire a la presidencia debe seguir una hoja de ruta clara:

Publicar información completa y verificable. Los datos sobre homicidios, desapariciones y detenciones deben ser auditables por instancias académicas e internacionales. Sin transparencia, el éxito se convierte en sospecha.

Institucionalizar las reformas. Profesionalizar agencias, estandarizar capacitación, modernizar sistemas de datos. El mérito debe radicar en las instituciones, no en la personalidad del líder.

Enmarcar la narrativa en el Estado de derecho. Retomar la tríada de Fukuyama: Estado fuerte, ley fuerte y rendición de cuentas. Prometer cláusulas de caducidad para poderes extraordinarios.

Extender el método de gestión. Aplicar las mismas métricas y disciplina de seguridad a salud, educación y economía. Los votantes respaldan la competencia, no la retórica.

Invertir en prevención. Integrar la seguridad con empleo juvenil, tratamiento de adicciones y diseño urbano. Atacar causas, no solo síntomas.

Construir una coalición plural. Incorporar a sociedad civil, iglesias y defensores de derechos humanos en mecanismos de supervisión.

Asumir la ética. Reconocer errores pasados, ofrecer reparaciones y demostrar aprendizaje. Un líder que no enfrenta su propio legado difícilmente podrá aspirar a la confianza nacional.

Errores que descarrilan carreras políticas

La experiencia internacional muestra fallas recurrentes:

Sobresecuritización. Convertir todo problema en amenaza existencial lleva al desgaste y al autoritarismo.

Opacidad de datos. Ocultar cifras puede ganar tiempo, pero destruye confianza en el momento decisivo.

Personalización del crédito. Sin instituciones sólidas, los logros se evaporan con la salida del líder.

Estancamiento de agenda. Una vez resuelto el problema de seguridad, los ciudadanos demandan prosperidad y derechos.

Exceso de poder constitucional. El abuso de poderes extraordinarios puede desencadenar crisis legales y erosión democrática.

Del orden a la confianza

La seguridad es el umbral de la política. Un secretario de seguridad exitoso que supera la crisis de violencia puede convertirse en un formidable líder nacional. Pero el tránsito de guardián a estadista exige disciplina adicional: transparencia radical, institucionalización de reformas, narrativa basada en derechos, portabilidad de competencias y lealtad constitucional.

En última instancia, la seguridad se convierte en confianza, y la confianza en poder político. Esa es la ruta: no solo garantizando el orden, sino demostrando que el orden puede convivir con la libertad y convertirse en plataforma de un liderazgo duradero y democrático.

https://www.sdpnoticias.com/opinion/el-orden-se-convierte-en-poder/


Saturday, September 13, 2025

Muéstrame tu presupuesto y te diré para qué gobiernas

Muéstrame tu presupuesto y te diré para qué gobiernas

Javier Treviño

@javier_trevino

Los presupuestos son los planos para gobernar. Para un estadista, el presupuesto no es una hoja de cálculo, es una estrategia y un instrumento primordial. Asigna poder, establece prioridades y revela compensaciones con mayor franqueza que cualquier discurso. Como dijo Barack Obama, un presupuesto “no es solo números en una página; se trata de vidas, familias, sueños para el futuro”.

Nada comunica una filosofía de gobierno con mayor claridad que un presupuesto. Elaborarlo y aprobarlo es la cúspide del arte de gobernar: una prueba de juicio político, gestión institucional y decisión moral.

Los presupuestos codifican valores. Qué ciudadanos y sectores reciben inversión, y cuáles no, es lo que define la brújula ética de un gobierno. Por eso los presupuestos son "documentos morales": revelan lo que los líderes realmente valoran cuando la retórica choca con la escasez.

Dado que un presupuesto vincula los recursos a una narrativa —qué debe crecer, qué debe disminuir—, es una visión de gobierno. La formulación del presupuesto como "un plan para nuestro futuro" capta esta verdad: las prioridades en el papel se convierten en trayectorias en la economía real.

Un acuerdo político bajo restricciones

La literatura clásica nos recuerda que la presupuestación rara vez es una optimización clara y racional. La idea fundamental de Aaron Wildavsky —"la presupuestación es incremental, no integral"— explica por qué las asignaciones anuales suelen ajustar la base del año anterior en lugar de reinventar el estado. Ese incrementalismo es un hecho político: las coaliciones deben mantenerse, los programas defenderse y el cambio planificarse.

El libro clásico moderno de Allen Schick, “The Federal Budget: Politics, Policy, Process”, muestra cómo los procedimientos (reglas fiscales, marcos a mediano plazo, calendarios legislativos) configuran lo posible. Un buen proceso no garantiza buenas decisiones, pero aumenta la probabilidad de que estas se alineen con la estrategia y se ejecuten.

¿Por qué los presupuestos importan ahora más que nunca?

El entorno fiscal actual es más adverso. El FMI advierte sobre un contexto implacable de alta deuda pública, crecimiento moderado y crecientes costos de endeudamiento, un contexto en el que el margen fiscal es escaso y los errores de política se castigan rápidamente. En este mundo, el presupuesto es el principal estabilizador, ancla de la credibilidad y mapa de inversión para la competitividad a largo plazo.

El FMI ha advertido que es necesario reducir los enormes déficits estructurales. Este argumento no se basa en la austeridad por sí misma, sino en preservar el margen para invertir en productividad, defensa y protección social cuando se presenten crisis.

Conectar la misión, el dinero y la medición

La “Recomendación de la OCDE sobre Gobernanza Presupuestaria” sintetiza las mejores prácticas internacionales en diez principios: afianzar la política fiscal en límites claros; utilizar previsiones macroeconómicas y de ingresos realistas; vincular el presupuesto a la estrategia nacional; integrar la información sobre el desempeño; garantizar la transparencia y un debate inclusivo; gestionar desde una perspectiva a medio plazo; y evaluar la sostenibilidad a largo plazo. Estas no son sutilezas tecnocráticas, sino salvaguardas políticas que garantizan la persistencia de la estrategia.

Tratar el presupuesto anual como un capítulo de un plan a mediano plazo

El incrementalismo advierte contra las promesas excesivas de revoluciones cada año fiscal. La clave está en la secuencia: identificar los pocos cambios estructurales que importan (por ejemplo, aumentar la calidad de la inversión pública, reformar las prestaciones sociales o reorientar la atención hacia el capital humano) y organizarlos en un marco plurianual que el Congreso, los mercados y la ciudadanía puedan seguir.

Construir coaliciones políticas en torno a compensaciones concretas

Un estadista utiliza el presupuesto para crear claridad en la coalición: quién se beneficia, quién paga y por qué es justo. El presupuesto se centra en la vida de las personas. Se traduce en resultados que los ciudadanos reconocen (barrios más seguros, colas hospitalarias más cortas, guarderías infantiles más económicas). La disciplina narrativa no es propaganda; es una explicación democrática.

Invertir en la capacidad de ejecución

Los presupuestos fracasan cuando la ejecución falla. La tradición de la "deliverología" de Michael Barber advierte que sin una cadena de ejecución —responsables, hitos y ciclos de retroalimentación claros— el dinero no se traduce en resultados. Los líderes deben vincular las asignaciones a un plan de ejecución que dé seguimiento a los resultados y corrija el rumbo rápidamente.

Presupuesto para la resiliencia, no solo para la eficiencia

La política fiscal también actúa como amortiguador contra shocks. Esto implica proteger los estabilizadores automáticos, mantener reservas para contingencias y realizar pruebas de estrés al balance público ante desastres, ciberataques y costos asociados al envejecimiento del gobierrno y de la infraestructura. El manual del FMI sobre política fiscal subraya su doble función: macroestabilización y protección social.

¿Cuál es el impacto del presupuesto en la política y la sociedad?

Ya sea que un gobierno amplíe la seguridad social, reduzca los impuestos corporativos, financie una transición verde o impulse la defensa, el presupuesto es donde la ideología se convierte en aritmética. La consecuencia política es la rendición de cuentas: la ciudadanía y la oposición pueden juzgar la coherencia (¿coinciden las cifras con la retórica?) y la equidad (¿quién gana, quién pierde?).

Reconfigura las capacidades del Estado

Los presupuestos configuran la función pública: qué secretarías contratan, qué habilidades se financian y qué sistemas de datos se construyen. La falta de fondos en las oficinas de auditoría, los organismos de estadística o las unidades de contratación pública implican estados más débiles; los que cuentan con una financiación adecuada mejoran la integridad y la ejecución.

Redistribuye el riesgo entre generaciones

Las decisiones sobre la deuda son políticas intertemporales. Solicitar préstamos hoy para obtener activos que mejoren la productividad puede ser justo para los ciudadanos futuros; solicitar préstamos para financiar el consumo actual a escala estructural desplaza las cargas hacia adelante. La consecuencia política es moral —equidad intergeneracional—, que los marcos fiscales sólidos buscan gestionar.

Impulsa confianza o incita a sanciones

Los presupuestos sólidos pueden reducir las primas de riesgo y atraer la inversión privada; los presupuestos frágiles incitan al escepticismo del mercado, la presión sobre las calificaciones y los dolorosos recortes cíclicos. La credibilidad otorga margen de maniobra.

¿Cuál sería una guía práctica para un estadista?

1. Definir la misión del gobierno en términos presupuestarios. Traducir el mandato en tres a cinco prioridades medibles y con costos presupuestados en un horizonte de cuatro años (por ejemplo, reducir a la mitad la pobreza educativa; cerrar un cuello de botella logístico; expandir la atención primaria). Cada nueva iniciativa debe demostrar cómo desplaza un gasto de menor valor.

2. Crear un ancla fiscal a mediano plazo. Utilizar una trayectoria de deuda o déficit —y publicarla con escenarios positivos y negativos— para definir las opciones. Elaborar una declaración anual de riesgos fiscales (pasivos contingentes, empresas estatales, riesgos climáticos) para evitar que las sorpresas se conviertan en crisis.

3. Establecer un sistema de ejecución. Para cada programa insignia, nombrar a un único responsable, publicar métricas trimestrales de producción y resultados, y vincular los tramos de transferencia a los hitos.

4. Reequilibrar hacia la inversión y el mantenimiento. Proteger los presupuestos de capital y los gastos de mantenimiento que aumentan la productividad total de los factores; eliminar los subsidios de bajo impacto. Aspectos políticos: construir una amplia coalición (empresas, sindicatos, gobiernos locales) en torno a una cartera visible de proyectos.

5. Diseñar para la legitimidad. Ampliar las consultas previas al presupuesto; publicar presupuestos ciudadanos y portales de datos abiertos; empoderar a las entidades fiscalizadoras superiores y a los comités legislativos para que examinen el desempeño.

6. Secuenciar las reformas estructurales. Comenzar con medidas que no generen arrepentimientos (administración tributaria digital, reforma de la contratación pública, focalización de subsidios). Aprovechar los logros iniciales para generar confianza y así implementar medidas más complejas (parámetros de pensiones, precios de la energía).

Gobernar con números, liderar con propósito

En política, la aspiración se encuentra con la aritmética en el presupuesto. Es el instrumento más exigente del estadista, ya que convierte las historias en decisiones conscientes de la escasez y las vincula a instituciones que perduran más allá del ciclo informativo. Los presupuestos tienen éxito cuando los líderes los tratan como compromisos morales, planes estratégicos y contratos creíbles tanto con los ciudadanos como con los mercados.

"Muéstrame tu presupuesto", puede decir el ciudadano con razón, "y te diré para qué gobiernas". En una era de espacio fiscal limitado y expectativas crecientes, la tarea del estadista es garantizar que la respuesta sea convincente: disciplinada en las cifras, honesta en las compensaciones, ambiciosa en la inversión y anclada en el futuro que la gente merece.

https://www.sdpnoticias.com/opinion/muestrame-tu-presupuesto-y-te-dire-para-que-gobiernas/


Sunday, September 07, 2025

Poder y peligro del carisma

Poder y peligro del carisma

Javier Treviño

@javier_trevino

En un mundo saturado de datos, algoritmos y discursos mediáticos, con imágenes milimétricamente diseñadas, el carisma emerge como ese rasgo esquivo y poderoso que convierte a los líderes en símbolos y a las ideas en movimientos colectivos. 

El 1 de agosto pasado, el Financial Times publicó “The Art of Charisma”. Henry Mance explora este fenómeno, subrayando que no es una mera cualidad estética ni un atributo misterioso: es un factor de influencia real que ha demostrado inspirar a personas más allá de lo que incluso las recompensas materiales pueden lograr. 

El hallazgo es provocador: la inspiración, cuando está acompañada de carisma, puede ser más movilizadora que el dinero.

1. ¿Qué es el carisma y por qué hoy importa más que nunca?

Olivia Fox Cabane, en “The Charisma Myth: How Anyone Can Master the Art and Science of Personal Magnetism”, identifica tres ingredientes fundamentales del carisma: presencia, poder y calidez. Desmonta el mito de que el carisma es un don innato; al contrario, es un conjunto de comportamientos aprendibles que, con práctica y conciencia, se pueden desarrollar.

La psicología social respalda esta visión. Alex Haslam y Michael Platow, en sus estudios sobre liderazgo, sostienen que el carisma no se “posee” individualmente: se confiere desde los seguidores. Es decir, alguien se vuelve carismático cuando logra representar una identidad compartida, encarnar los valores de un grupo y reflejar el “nosotros” colectivo. El carisma, entonces, es tanto relacional como simbólico: un puente entre el individuo y la comunidad.

El carisma es un elemento esencial del liderazgo transformacional. Inspira a los equipos a lograr más de lo esperado. Tiene cuatro ejes: influencia idealizada, motivación inspiradora, estimulación intelectual y atención personalizada. El carisma no es adorno: es el motor que conecta la visión con la acción.

2. El poder y el peligro del carisma

El carisma es magnético, pero también ambivalente. Su capacidad de movilizar energías colectivas puede generar innovación, cohesión y esperanza; pero, en exceso o sin contrapesos, puede derivar en dinámicas de adoración peligrosa.

Investigadores de la Universidad de Cambridge advierten sobre este “lado oscuro del carisma”: la mezcla de admiración y culto al líder puede desembocar en egocentrismo, populismo o manipulación emocional. Max Weber, el gran sociólogo alemán, ya había alertado sobre este fenómeno: los líderes carismáticos rompen normas establecidas y convocan a “nuevas creencias”, lo cual puede abrir horizontes inéditos… o abismos.

Peter Drucker decía que el carisma puede ser peligroso cuando fascina pero carece de sustancia. El siglo XX está lleno de ejemplos: líderes magnéticos que, envueltos en retórica encendida, llevaron a sociedades enteras hacia la destrucción. El carisma, sin ética ni instituciones sólidas, se convierte en un arma letal.

3. ¿Inspirar o encandilar? La balanza ética del carisma

El Programa de Negociación de Harvard (PON), en su estudio “Charismatic Leadership: Weighing the Pros and Cons”, analiza precisamente esta tensión. El carisma es una herramienta poderosa, pero de doble filo: puede inspirar innovación, resiliencia y cohesión, pero también conducir a la sobreconfianza, la obediencia ciega y la erosión del pensamiento crítico.

La conclusión es clara: el liderazgo carismático requiere conciencia ética, transparencia y responsabilidad. Ser magnético no basta; es necesario saber para qué se utiliza esa influencia. El carisma debe alinearse con un propósito colectivo y no con la vanidad individual.

4. Carisma como habilidad enseñable

La buena noticia es que el carisma puede aprenderse y cultivarse. Olivia Fox Cabane propone ejercicios prácticos para desarrollar presencia (escuchar de verdad, estar en el momento), poder (mostrar confianza y determinación) y calidez (transmitir empatía y cercanía). John Maxwell, en “The Charismatic Leader: 21 Skills to Connect with People”, ofrece un enfoque complementario: interesarse genuinamente en los demás, invertir en sus vidas, y convertirse en alguien con quien la gente desea vincularse.

A lo largo de los años, he leído muchos libros sobre el tema. “Cues: Master the Secret Language of Charismatic Communication” de Vanessa Van Edwards enseña a leer y a emitir señales no verbales que generan conexión inmediata.

“The Like Switch: An Ex-FBI Agent's Guide to Influencing, Attracting, and Winning People Over”, de Jack Schafer y Marvin Karlins, aplica técnicas de persuasión desarrolladas por el FBI para construir confianza rápidamente.

“Charisma On Command: Inspire, Impress, and Energize Everyone You Meet”, de Charlie Houpert, desmitifica el carisma y lo traduce en comportamientos accesibles para cualquiera.

Estos textos coinciden en una idea central: el carisma no es un truco de espectáculo, sino una competencia social que integra lenguaje verbal, comunicación no verbal y empatía.

5. El “punto ideal” del carisma

No todo carisma es positivo: “demasiado poco” vuelve a los líderes irrelevantes, “en exceso” los vuelve sospechosos o manipuladores. El carisma eficaz requiere equilibrio: suficiente para inspirar, pero no tanto como para eclipsar la razón o sofocar la crítica.

Una investigación de Jochen Menges, de la Escuela de Negocios Judge de Cambridge, explora el "poder y peligro del liderazgo carismático". Si bien el carisma puede impulsar la unidad y el propósito, puede generar dependencia, arrogancia y abuso de poder. Identificó cuatro conductas que construyen carisma: uso de narrativas y metáforas, desempeño excepcional, capacidad de replantear problemas y conductas auto-sacrificiales. Estas estrategias potencian la conexión emocional, pero pueden también fomentar culto personal si no se acompañan de competencia técnica y ética institucional.

6. Carisma en la política y la esfera pública

En política, el carisma es la línea divisoria entre líderes que inspiran y aquellos que pasan inadvertidos. Barack Obama sedujo con discursos que apelaban a la esperanza colectiva; Donald Trump movilizó con retórica directa y confrontacional; Jacinda Ardern proyectó calidez y empatía en momentos de crisis. Cada uno, a su manera, utilizó presencia, poder y calidez para conectar con audiencias diversas, incluso cuando la solidez de sus propuestas fuera cuestionada.

Max Weber sigue vigente: el carisma es validado por los seguidores, no proclamado por el líder. Se trata de una transacción emocional y simbólica, un pacto de confianza que puede ser frágil o duradero, dependiendo de los resultados.

7. Carisma en el mundo corporativo

Las empresas de clase mundial han redescubierto la importancia del carisma en tiempos de disrupción y teletrabajo. Un CEO con carisma no solo atrae talento, sino que inspira compromiso en un entorno donde las jerarquías son más planas y las interacciones más virtuales.

Satya Nadella, de Microsoft, encarna el carisma sobrio: combina calidez con visión transformadora, inspirando tanto a empleados como a accionistas. Indra Nooyi, ex-CEO de PepsiCo, proyectó empatía y cercanía, vinculando las metas corporativas con propósitos humanos. Elon Musk, en su versión más polémica, demuestra el poder del carisma para movilizar inversores, ingenieros y consumidores hacia visiones disruptivas, aunque con riesgos de sobreexposición y narcisismo.

En un entorno empresarial donde la inteligencia artificial y la automatización amenazan con deshumanizar procesos, el carisma se vuelve un diferenciador competitivo. Liderar con empatía, visión y autenticidad no solo atrae clientes y empleados, sino que crea comunidades en torno a las marcas.

8. Carisma en la cultura contemporánea: de “rizz” al carisma digital

Entre los jóvenes, la palabra “rizz” —popularizada en TikTok y adoptada por el Oxford Dictionary en 2023— es la nueva forma de hablar de carisma: la habilidad de generar atracción y conexión auténtica. La cultura digital ha democratizado el carisma: ya no se trata de discursos grandilocuentes, sino de microinteracciones que transmiten autenticidad en videos de 30 segundos.

Esto plantea un reto: ¿cómo sostener un carisma auténtico en entornos donde la imagen y la inmediatez predominan? La respuesta parece estar en la coherencia: ser la misma persona en lo presencial y lo digital, proyectar integridad y conexión genuina, incluso en el espacio virtual.

9. Carisma con presencia auténtica

James Scouller, con su modelo de “tres niveles de liderazgo”, subraya la diferencia entre el carisma superficial y la presencia auténtica. El primero se centra en impresionar; la segunda, en inspirar desde la coherencia interna. El carisma auténtico integra competencia técnica, actitud de servicio y autoconciencia emocional. Es el carisma que no deslumbra, sino que construye confianza.

10. ¿Por qué importa el carisma hoy?

En la era de la saturación mediática y la sobreinformación, el carisma importa porque:

Conecta en medio del ruido. Entre datos y algoritmos, corta el exceso y genera atención genuina.

Inspira en empresas horizontales o equipos remotos. Es clave para influir sin jerarquías rígidas.

Genera energía colectiva. Moviliza emociones y cohesiona en tiempos de crisis.

Frente a la tecnología, recuerda la centralidad de lo humano.

Construye liderazgo ético y sostenible. 

El carisma con propósito se convierte en legado; sin integridad, es un espectáculo vacío.

https://www.sdpnoticias.com/opinion/poder-y-peligro-del-carisma/


Saturday, August 30, 2025

Recuperar a los economistas

Recuperar a los economistas

Javier Treviño

@javier_trevino

No soy economista. Estudié derecho, relaciones internacionales y políticas públicas. Sin embargo, cuando cursé la maestría en Harvard, tuve que aprender a marchas forzadas microeconomía, macroeconomía, estadística, econometría y análisis de decisiones. Ese entrenamiento fue decisivo. Desde entonces, a lo largo de mi trayectoria profesional, he interactuado constantemente con economistas. He discutido con ellos políticas públicas, en tiempos de crisis y en los momentos de legislar e implementar reformas. Y, sobre todo, he aprendido a apreciarlos.

Lo cierto es que los economistas desempeñan un papel central en la formulación de políticas públicas. Actúan como asesores, analistas, investigadores y defensores de enfoques basados en evidencia, cuya experiencia contribuye a la construcción de políticas más eficaces. Su valor no radica sólo en manejar números o modelos abstractos, sino en su capacidad única para aplicar teorías rigurosas, datos empíricos y herramientas analíticas a los problemas sociales y económicos más complejos que enfrentan los gobiernos.

La mirada económica como brújula de gobierno

Los economistas aportan un conocimiento profundo del funcionamiento de los mercados, de los incentivos y de las compensaciones inherentes a cualquier decisión pública. Ayudan a los gobiernos a anticipar y evaluar las consecuencias de las diferentes alternativas, ya se trate de reformas fiscales, políticas monetarias, regulaciones financieras o programas de bienestar social. En su mejor versión, logran traducir principios abstractos en diagnósticos prácticos que permiten que las decisiones se fundamenten en razonamiento sólido, y no sólo en cálculos políticos de corto plazo.

En el terreno de la política macroeconómica su papel es aún más claro. Los economistas guían decisiones sobre tasas de interés, gasto fiscal, control de la inflación y estrategias de empleo. Durante una recesión, son ellos quienes suelen recomendar medidas de estímulo para reactivar la demanda; en momentos de recalentamiento económico, aconsejan endurecer la política monetaria para contener la inflación. Sus análisis contribuyen a mantener la estabilidad y a fomentar un crecimiento sostenible.

Pero su función no se limita a las grandes variables. A un nivel más granular, los economistas estudian industrias específicas, analizan la competencia y evalúan el impacto de las intervenciones gubernamentales. Sus diagnósticos sobre subsidios, aranceles o políticas comerciales permiten diseñar programas que mejoran la productividad, fomentan la innovación y optimizan sectores estratégicos como la agricultura, la manufactura o la tecnología.

Más allá de la economía: bienestar social y diseño de políticas

Una de las aportaciones más valiosas de los economistas en la esfera gubernamental es la aplicación de sus herramientas a temas tradicionalmente alejados de la macroeconomía: salud, educación, pobreza, mercados laborales. Instrumentos como el análisis costo-beneficio, la evaluación de impacto o la previsión permiten asignar recursos limitados con criterios de eficiencia, maximizando el bienestar social.

La investigación económica fortalece la calidad de las políticas públicas al comprobar hipótesis, desarrollar modelos y evaluar resultados. Cada vez más gobiernos recurren a evaluaciones basadas en datos para mejorar programas existentes y adaptarse a nuevos desafíos. Esa capacidad iterativa de aprender y corregir evita errores costosos y redirige esfuerzos hacia donde pueden tener mayor impacto.

En un mundo marcado por disrupciones tecnológicas, tensiones geopolíticas y pandemias, los economistas son también arquitectos de resiliencia. Mediante la planificación de escenarios y la integración de nuevas metodologías —como el análisis predictivo o la inteligencia artificial— ayudan a preparar mejor a las sociedades ante riesgos futuros.

Economistas y confianza pública

Un asesoramiento económico sólido, basado en la transparencia y el análisis riguroso, refuerza la confianza pública y la rendición de cuentas. La legitimidad de los gobiernos se fortalece cuando los economistas defienden la integridad de los datos, cuando comunican con claridad y cuando evitan que las decisiones se contaminen por intereses políticos de corto plazo.

En tiempos en que la información abunda pero la desinformación se expande con igual rapidez, su insistencia en los datos verificables y en la lógica analítica es un contrapeso indispensable.

La advertencia de Karen Dynan

El Fondo Monetario Internacional publicó recientemente un artículo de Karen Dynan —profesora de Harvard y ex economista jefa del Departamento del Tesoro de Estados Unidos— titulado “Recuperar la participación de los economistas en la formulación de las políticas”. Su reflexión parte de un diagnóstico preocupante: en años recientes, los economistas han perdido influencia en el debate público y en los procesos de decisión.

El auge del populismo y la polarización política ha llevado a muchos líderes a privilegiar la ideología o la conveniencia sobre el análisis técnico. Además, la credibilidad de los economistas sufrió tras episodios como la crisis financiera de 2008 o la inflación post-pandemia, donde subestimaron riesgos o interpretaron mal señales de la economía.

Aun así, Dynan enfatiza que su valor es irremplazable. La experiencia y el rigor metodológico de los economistas siguen siendo fundamentales para diseñar políticas que reduzcan la pobreza, mejoren la educación y fortalezcan los mercados laborales. Para recuperar su influencia, deben reconocer errores con transparencia, reforzar su compromiso con la sociedad y comunicar mejor.

Cuando los economistas cambiaron el rumbo de las naciones

La historia ofrece ejemplos brillantes de lo que ocurre cuando los gobiernos escuchan a los economistas y aplican sus recomendaciones con determinación.

Estados Unidos y el New Deal. En plena Gran Depresión, las ideas de John Maynard Keynes inspiraron al presidente Franklin D. Roosevelt a adoptar programas de obras públicas, reformas financieras y redes de seguridad social que reactivaron la economía y redefinieron el papel del Estado. Fue un ejemplo de cómo la teoría económica, bien aplicada, puede convertirse en política transformadora.

Alemania de posguerra. Ludwig Erhard, economista y ministro de Economía, implementó reformas radicales en 1948: abolió controles de precios, reformó la moneda y diseñó una economía social de mercado. El resultado fue el Wirtschaftswunder, un milagro económico que reconstruyó al país y lo convirtió en modelo de prosperidad y estabilidad.

Corea del Sur. A partir de los años sesenta, sus economistas del Consejo de Planificación diseñaron una estrategia de industrialización orientada a la exportación y basada en inversión en educación. En apenas una generación, el país pasó de la pobreza extrema a ser líder global en tecnología.

Irlanda. En los años ochenta era considerado el “enfermo de Europa”. Con disciplina fiscal, recortes de gasto, reducción de impuestos y apertura al comercio, se transformó en el “Tigre Celta”, un ejemplo de cómo políticas asesoradas por economistas pueden revertir décadas de estancamiento.

India. En 1991, ante una crisis de balanza de pagos, el ministro de Finanzas Manmohan Singh impulsó reformas radicales de liberalización y apertura. Estas medidas sentaron las bases para el auge económico indio de las siguientes décadas.

China. Desde 1978, las reformas pragmáticas inspiradas por economistas chinos permitieron experimentar con zonas económicas especiales, liberalización agrícola y apertura gradual al comercio. El resultado: el crecimiento más rápido y sostenido en la historia moderna, que sacó a cientos de millones de personas de la pobreza.

Escuchar más, comunicar mejor

Si algo muestran estos casos es que la economía no es una torre de marfil. Para ser útiles, los economistas deben escuchar a la ciudadanía, entender los problemas cotidianos y traducir la complejidad técnica en propuestas claras. Explicar en lenguaje accesible no es una concesión: es condición indispensable para que sus ideas influyan en el debate público.

Conclusión: Economistas como arquitectos de la prosperidad

Los gobiernos que saben aprovechar el talento de los economistas —en bancos centrales, ministerios de finanzas, institutos de investigación u organismos internacionales— tienen mayores probabilidades de formular políticas sensatas, sostenibles y justas.

En una era marcada por cero crecimiento e incertidumbre, los economistas ofrecen un contrapeso frente a la tentación de soluciones fáciles. Su disciplina obliga a medir costos y beneficios, a prever consecuencias de largo plazo y a construir resiliencia.

Las lecciones de la historia son claras: cuando los líderes políticos abren espacio a la voz de los economistas, las naciones tienen más posibilidades de recuperar el crecimiento y alcanzar la prosperidad. No es un lujo contar con ellos en la mesa de decisiones: es una necesidad vital para cualquier país que aspire a un futuro mejor.

Sin embargo, hay algo que debemos tener siempre claro: Los economistas se especializan en las condiciones que propician una economía eficiente y próspera, pero ese no es el único objetivo de la política gubernamental. Una economía fuerte no es lo mismo que una comunidad política fuerte y segura. Esta última es el objetivo del estadista, quien debe tener una visión y una responsabilidad más integral de la situación que el experto especializado en economía.

https://www.sdpnoticias.com/opinion/recuperar-a-los-economistas/


Saturday, August 23, 2025

El riesgo del desahogo

El riesgo del desahogo

Javier Treviño

@javier_trevino

En vísperas de un año electoral decisivo, la política siempre adquiere un tono más emocional, visceral e impredecible. No es casualidad. La democracia no sólo es un sistema de instituciones, normas y procedimientos; es también un espacio de desahogo colectivo. En él, los ciudadanos canalizan frustraciones, resentimientos y esperanzas.

Alexis de Tocqueville ya lo advertía en “La democracia en América” (1835): “Los pueblos soportan con paciencia las miserias inevitables, pero se indignan contra las que parecen el fruto de la negligencia de sus gobernantes”. Esa indignación puede ser catártica, pero también peligrosa.

La política como espacio de catarsis

Desde Aristóteles, la idea de la catarsis ha ocupado un lugar central en la teoría política y social. Así como la tragedia permitía a los ciudadanos de Atenas purgar emociones a través de la representación teatral, la política democrática ofrece canales institucionales para expresar enojo, frustración o esperanza.

El psicólogo James C. Davies, en “Human Nature in Politics: The Dynamics of Political Behavior”, formuló en los años sesenta la teoría de la privación relativa. La sensación de descontento y la movilización social surgen de la percepción de estar en desventaja en comparación con otros, no necesariamente de una situación de pobreza absoluta. La gente se siente privada no solo por sus propias carencias, sino por la comparación con lo que otros tienen. Entonces, las revoluciones ocurren no en los momentos de mayor miseria absoluta, sino cuando las expectativas crecientes chocan con una realidad decepcionante. 

Como decía John Adams, segundo presidente de Estados Unidos: “La democracia nunca dura mucho. Se desperdicia, se agota y se suicida. Nunca hubo una democracia que no se autodestruyera”. El exceso de desahogo ciudadano, cuando se desborda más allá de los cauces institucionales, puede acercar a las sociedades a ese abismo.

El desahogo como motor de cambio

La historia reciente ofrece ejemplos contundentes de cómo el desahogo ciudadano ha desencadenado movimientos políticos de gran alcance.

Estados Unidos y el Tea Party (2009–2010)

Nacido como protesta fiscal contra el gobierno de Barack Obama, el Tea Party se convirtió en un vehículo para el enojo de una clase media blanca que sentía amenazada su posición económica y cultural. Su capacidad de desahogo masivo generó un movimiento que redefinió al Partido Republicano. Lo que inició como una catarsis contra los impuestos y la reforma de salud terminó por abrir el camino a la presidencia de Donald Trump en 2016.

Brexit (2016)

Más allá de los argumentos técnicos sobre comercio y soberanía, el referéndum británico fue una expresión de catarsis nacionalista y anti-elitista. El resentimiento acumulado contra Bruselas y contra la globalización se tradujo en un voto cargado de emoción. Como dijo Winston Churchill en tiempos más oscuros: “Un fanático es alguien que no puede cambiar de opinión y no quiere cambiar de tema”. Esa rigidez emocional, transformada en política, condujo a una decisión histórica que aún redefine la economía y la diplomacia del Reino Unido.

La Primavera Árabe (2011)

En Túnez, Egipto y otros países, la frustración por décadas de represión encontró en la calle el espacio para un desahogo explosivo. El vendedor ambulante Mohamed Bouazizi, que se inmoló en protesta contra la humillación burocrática en Túnez, se convirtió en símbolo de una indignación colectiva. Aunque los resultados fueron dispares —una democracia titubeante en Túnez, un retorno autoritario en Egipto, guerras civiles en Siria y Libia—, el fenómeno mostró la fuerza transformadora del desahogo.

América Latina: Argentina y Chile

En Argentina, la crisis de 2001 desató un grito social de “¡Que se vayan todos!”, un desahogo colectivo que acabó derribando cinco presidentes en cuestión de semanas. En Chile, en 2019, el alza en el precio del transporte público se convirtió en catalizador de una protesta masiva contra la desigualdad. Gabriel García Márquez decía, al describir la política latinoamericana: “Las estirpes condenadas a cien años de soledad no tienen una segunda oportunidad sobre la tierra”. En ambos países, el desahogo abrió procesos constituyentes, pero también dejó la huella de un malestar difícil de gobernar.

El lado oscuro del desahogo

El desahogo político no siempre conduce a reformas constructivas. A menudo, genera consecuencias negativas.

Primero, puede fortalecer liderazgos populistas que se alimentan de la rabia ciudadana. En el libro “Populismo: una breve introducción”, el politólogo Cas Mudde advierte: “El populismo no es la voz del pueblo, sino una voz que afirma ser la única legítima”. Ese monopolio emocional se traduce en polarización.

Segundo, el desahogo tiende a amplificar la confrontación. Una de las filósofas más influyentes del siglo XX, Hannah Arendt, lo señaló con lucidez: “El peligro es que el resentimiento se convierta en una fuente política permanente”. Lo que comienza como catarsis temporal puede transformarse en odio estructural.

Tercero, existe el riesgo de que la catarsis erosione las instituciones. Ya lo advertía Benjamín Franklin en Filadelfia, tras la firma de la Constitución: “Una república, si podéis mantenerla”. El desafío sigue siendo el mismo: canalizar el desahogo ciudadano sin que se desborden los diques institucionales.

México en la encrucijada

El caso mexicano ilustra bien estas tensiones. Desde hace dos décadas, las elecciones federales han funcionado como episodios de catarsis:

En 2000, el desahogo contra el PRI permitió la alternancia después de 71 años.

En 2012, el enojo contra el PAN facilitó el retorno priista.

En 2018, el hartazgo contra el sistema de partidos tradicional impulsó el triunfo de Andrés Manuel López Obrador, cuyo discurso conectó con un país cansado de corrupción y desigualdad.

Hoy, de cara a 2027 y 2030, México enfrenta un electorado marcado por frustraciones acumuladas: inseguridad, falta de crecimiento económico sostenido, desigualdad persistente, corrupción estructural. El riesgo es que el desahogo se traduzca en un voto emocional que premie liderazgos simplistas, sin atender la complejidad de los problemas.

El propio Octavio Paz lo sintetizó en “El laberinto de la soledad”: “El mexicano no se expresa: se desahoga”. Esta frase, escrita en otro contexto, resuena con fuerza en la política actual.

La dimensión digital: desahogo sin filtros

En la era de las redes sociales, el desahogo ha encontrado un amplificador sin precedentes. Plataformas como Twitter, Facebook, TikTok y otras funcionan como espacios de catarsis inmediata, donde la indignación se viraliza y adquiere dinámicas emocionales más intensas.

La socióloga Zeynep Tufekci advierte: “Las redes sociales permiten a los movimientos políticos crecer rápidamente, pero no necesariamente los dotan de la resiliencia organizativa necesaria para lograr cambios duraderos”.

El desahogo digital no se agota en la protesta. Genera “burbujas de eco” donde los ciudadanos sólo escuchan aquéllo que confirma sus emociones. La catarsis, en lugar de moderarse con el contraste, se exacerba con la repetición.

El desahogo como oportunidad

No todo es pesimismo. El desahogo político también puede ser motor de renovación democrática. El premio Nobel Amartya Sen lo resume con claridad: “La democracia es un valor universal porque permite a los individuos participar en la vida política, expresar sus preocupaciones y, en última instancia, influir en las decisiones que los afectan”.

El reto es transformar la catarsis en deliberación y la deliberación en políticas públicas sostenibles. Para México, eso implica:

1. Reforzar la confianza en las instituciones electorales. El INE y el Tribunal Electoral deben ser vistos como árbitros legítimos, capaces de contener la pasión democrática.

2. Abrir espacios de participación más allá de la urna. Cabildos ciudadanos, presupuestos participativos, consultas deliberativas pueden absorber parte de la catarsis social.

3. Fomentar liderazgos que escuchen. Los líderes políticos deben ser capaces de procesar el enojo ciudadano sin convertirlo en combustible de polarización. Como decía Nelson Mandela: “Los valientes no temen perdonar, por el bien de la paz”.

4. Regular el espacio digital. No se trata de censura, sino de exigir mayor responsabilidad a las plataformas para frenar la desinformación que exacerba emociones.

Conclusión: en el filo de la catarsis

El desahogo es inherente a la política democrática. Ignorarlo sería ingenuo; demonizarlo, un error. Como fenómeno social, cumple funciones de legitimidad y pertenencia. Pero cuando se convierte en la única lógica de la vida pública, arrastra consigo el peligro de polarización, simplificación y erosión institucional.

Como recordó Abraham Lincoln en uno de sus discursos más citados: “Una casa dividida contra sí misma no puede sostenerse”. En tiempos electorales, la catarsis ciudadana, el desahogo, puede ser una oportunidad de renovación democrática o el inicio de una fractura más profunda.

La elección está abierta. Y depende, en gran medida, de si logramos convertir el desahogo en un ejercicio de responsabilidad colectiva y no en un acto de demolición política.

https://www.sdpnoticias.com/opinion/el-riesgo-del-desahogo/


Saturday, August 16, 2025

Herederos de un tiempo que terminó

Herederos de un tiempo que terminó

Javier Treviño

@javier_trevino

Vivimos días en los que el escenario político mexicano se puebla de interpretaciones apresuradas. Actores políticos y medios de comunicación buscan adivinar el porvenir a partir de las acciones y gestos de quienes se consideran herederos —por sangre o por afinidad política— de un liderazgo que ha marcado la vida pública en los últimos años. Sin embargo, reducir el análisis a los movimientos inmediatos de estos personajes es un camino corto y engañoso.

Quien aspire a descifrar el comportamiento y las decisiones de los sucesores debe, antes, penetrar en la mentalidad y el legado de su predecesor, pues es sobre ese cimiento donde aquéllos edifican, contra el que se rebelan o por el que acaban siendo moldeados. 

En el caso de López Obrador, este legado es un entramado de narrativas, símbolos y prácticas políticas que ha configurado un estilo de gobierno y un imaginario colectivo: la promesa de una “cuarta transformación”, la centralidad del liderazgo personal sobre las instituciones y una comunicación directa, cotidiana y polarizante con la ciudadanía.

Para reflexionar con perspectiva, tal vez nos puede ayudar el libro “The Party's Interests Come First: The Life of Xi Zhongxun, Father of Xi Jinping” ("Los intereses del Partido son lo primero: La vida de Xi Zhongxun, padre de Xi Jinping"), de Joseph Torigian. El autor es investigador en la Institución Hoover de la Universidad de Stanford y profesor de American University en Washington DC.

Se trata de una biografía impactante, y aclamada por la crítica, que utiliza la vida del padre de Xi Jinping para ofrecer una perspectiva única sobre el funcionamiento interno del Partido Comunista Chino (PCCh). Nos ayuda a comprender la política y el liderazgo chinos.

El libro es elogiado como "magistral" y un "logro académico monumental", al ser la primera biografía en inglés de Xi Zhongxun. La obra de Torigian destaca por su extensa investigación, basada en nuevos documentos, entrevistas (incluida una con el Dalai Lama), diarios y publicaciones periódicas para presentar una imagen vívida. 

En resumen, el libro es tanto un relato histórico exhaustivo de la revolución china y las primeras décadas de la República Popular, como una historia profundamente personal de un hombre que luchó constantemente por reconciliar sus propios sentimientos con las exigencias abrumadoras del Partido.

Los críticos destacan que el libro ofrece una perspectiva excepcional y humana sobre cómo era la vida un alto funcionario bajo el régimen de Mao Zedong y Deng Xiaoping. Revela el inmenso costo humano y el sufrimiento personal que acarreó un alma dedicada al PCCh, arrojando luz sobre el impacto psicológico y emocional que moldeó a una generación de líderes.

Un tema central es la notable capacidad de Xi Zhongxun para sobrevivir a las brutales y arbitrarias purgas políticas del PCCh, incluyendo un largo período de exilio y persecución durante la Revolución Cultural. Su instinto de supervivencia política fue clave, y esta experiencia de soportar inmensas dificultades, o "tragar la amargura", se convirtió en una parte esencial de su identidad y visión del mundo.

Torigian argumenta que la vida de Xi Zhongxun es un testimonio del "extraordinario poder organizativo, ideológico y coercitivo" del PCCh. Incluso para los altos funcionarios, los intereses del Partido eran primordiales, por encima de las lealtades y convicciones personales. 

El libro gira en torno a la vida de Xi Zhongxun y sus implicaciones tanto para el PCCh como para su hijo. De hecho, nos ofrece una mirada crucial a los cimientos del pensamiento político de Xi Jinping. Sugiere que el compromiso de Xi Jinping con el Partido y su convicción en su fuerza como herramienta para la grandeza de China están profundamente arraigados en las experiencias de su padre. Se considera que el sufrimiento de su padre y su familia inculcó en Xi Jinping una "visión hobbesiana del mundo": la creencia de que un poder fuerte y centralizado es necesario para evitar el caos y asegurar el lugar que le corresponde a la nación en el escenario mundial.

Xi Jinping ha intentado equilibrar el crecimiento con la ideología. Se preocupa por el desarrollo económico. Quiere inculcar un sentido de idealismo y convicción tanto en el Partido como en el resto de la población china. Cree que el Partido debe evitar el extremismo de la era de Mao, pero también necesita revitalizarlo.

Kathrin Hille, corresponsal del Financial Times en China, escribió, en una reseña sobre el libro: “En pleno verano de 1976, Xi Jinping y su padre estaban sentados en el diminuto y sofocante apartamento de Xi Zhongxun, en ropa interior, fumando. Era la primera vez en años que el hombre que se convertiría en líder de China, entonces de 23 años, pasaba unas horas con su padre después de que las brutales campañas políticas del Partido Comunista destrozaran a la familia durante la mayor parte de su infancia y juventud”.

La periodista añadió: “Xi padre, ex viceprimer ministro de China, había sido purgado repetidamente y pasó 15 años en prisión y exiliado de Pekín. Sin embargo, optó por pasar la mayor parte de sus escasos momentos juntos escuchando a su hijo recitar dos discursos del líder chino Mao Zedong. A pesar de su propia experiencia de persecución, Xi padre aún consideraba de suma importancia preparar a su hijo para una vida de servicio al Partido”.

La biografía presenta a Xi Zhongxun como un reformador cauteloso que valoraba la estabilidad y el orden, atrapado entre facciones del Partido con diferentes visiones sobre el futuro de China. Su legado y ejemplo influyeron profundamente en la visión del mundo, el estilo político y las prioridades de Xi Jinping.

Algunos expertos dicen que el libro se lee con la intensidad de un “thriller” de la Guerra Fría. Es cierto, despliega momentos cruciales en la historia del PCCh: la formación de bases de apoyo durante la Gran Marcha, las luchas políticas entre facciones de la década de 1950, la era de las reformas bajo Deng Xiaoping y la represión de la Plaza de Tiananmén, que Xi Zhongxun finalmente apoyó a pesar de sus reticencias iniciales.

El Partido no sólo fue una institución política para Xi Zhongxun, sino también una fuente de identidad, significado y familia, especialmente después de quedar huérfano y afrontar dificultades personales. El libro descubre la dimensión humana detrás de la política autoritaria, reflexionando sobre cómo el Partido moldeó el alma de las personas tanto como forjó su camino.

Este libro sirve como un poderoso recordatorio de que, para comprender la política china moderna, es esencial examinar las historias profundamente personales, traumáticas, de las personas que han moldeado el sistema. Lo mismo puede aplicarse a México.

Los herederos políticos de López Obrador —ya sean miembros de su círculo familiar o figuras formadas bajo su sombra en Morena— se mueven en un terreno de lealtad y cálculo. Para algunos, el valor está en custodiar el relato original, preservando intacta la figura del líder; para otros, la ambición radica en reinterpretar ese legado, adaptándolo a nuevos desafíos y audiencias. Ninguno, sin embargo, puede desprenderse por completo del marco que les impone el pasado reciente.

Este fenómeno no es nuevo en la política. La historia está llena de sucesores que, más que iniciar una etapa inédita, gestionan una herencia: unos, como administradores fieles; otros, como reformadores prudentes; y algunos, como rebeldes que, incluso al romper con su antecesor, lo mantienen presente como referencia inevitable. 

El problema para México radica en que, mientras la atención pública se centre en la mera intriga sucesoria —quién se acerca más al poder, quién hereda el capital político— se dejarán de lado las discusiones de fondo: el rumbo del país, el crecimiento económico, la solidez de sus instituciones y la capacidad de sus futuros líderes para gobernar sin depender del aura de un solo hombre.

La etapa posterior a López Obrador requerirá comprender que el verdadero desafío para sus herederos será gobernar sin la legitimidad carismática que él cultivó y sin la ventaja de presentarse como ruptura frente a un régimen anterior. Tendrán que construir autoridad propia en un entorno más fragmentado, con ciudadanos más exigentes y con un sistema político que, aunque transformado, conserva inercias profundas.

Analizar a los herederos sin entender la matriz de la que provienen es como interpretar un libro leyendo sólo el epílogo. El porvenir de la política mexicana se escribirá no solo en las acciones de quienes se dicen sucesores, sino en la forma en que decidan —o logren— dialogar con el legado de un líder cuyo tiempo, para bien o para mal, ya terminó.

https://www.sdpnoticias.com/opinion/herederos-de-un-tiempo-que-termino/




Saturday, August 09, 2025

La paradoja del poder con humildad

La paradoja del poder con humildad

Javier Treviño

@javier_trevino

En su conferencia matutina del miércoles pasado, la presidenta de México aseguró: “Mi posición la voy a defender siempre, porque es mi convicción, que el poder, cualquiera que se tenga, se debe ejercer con humildad”.

A lo largo de la historia, el ejercicio del poder se ha asociado con el carisma, la dominancia y una muestra de confianza inquebrantable. La imagen popular de un líder es la de alguien que sabe todas las respuestas, dicta la estrategia y se atribuye todo el mérito del éxito. 

Sin embargo, cada vez más investigaciones y ejemplos reales desafían esta visión tradicional. El verdadero poder sostenible no reside en la arrogancia, sino en un profundo sentido de humildad. 

Esta paradójica combinación de fortaleza y modestia es lo que define a los líderes más eficaces de nuestro tiempo, permitiéndoles construir organizaciones resilientes e inspirar una profunda lealtad.

La humildad en el poder no es un signo de debilidad; es una profunda muestra de autoconciencia y fortaleza. Es la capacidad de reconocer las propias limitaciones, admitir los errores y reconocer que las mejores ideas pueden surgir de cualquier lugar de la organización. 

Esta perspectiva es la piedra angular de lo que Jim Collins, en su influyente libro "Good to Great ", denominó “Liderazgo Nivel 5”. Todas las grandes empresas perdurables fueron lideradas por ejecutivos que poseían una "combinación paradójica de humildad personal y voluntad profesional". Estos líderes estaban firmemente decididos a lograr resultados, pero canalizaban su ambición hacia el éxito de la empresa, no hacia su fama personal. 

El poder de la humildad reside en la capacidad para crear un entorno de seguridad psicológica y responsabilidad compartida. Cuando un líder es humilde, es más probable que escuche la retroalimentación, solicite opiniones diversas y empodere a los miembros de su equipo para que tomen la iniciativa. Este enfoque fomenta una cultura de colaboración por encima de la competencia. 

Franziska Frank, autora de “The Power of Humility in Leadership” (El poder de la humildad en el liderazgo), afirma que el estilo autoritario se está devaluando cada vez más, ya que los ciudadanos ahora esperan y responden mejor a los líderes humildes. Un líder humilde entiende que su mayor legado no es la atención que recibe, sino el talento que infunde en los demás.

A veces pienso que la situación que enfrenta hoy la presidenta de México, toda proporción guardada, se parece a la de Abraham Lincoln, quien, durante la Guerra Civil, formó un "equipo de rivales": un gabinete compuesto por sus oponentes políticos. La inmensa confianza de Lincoln en sí mismo se vio compensada por su humildad; reconoció que no tenía todas las respuestas y que la diversidad de perspectivas contrapuestas era esencial para tomar las mejores decisiones posibles para la nación. Su humildad le permitió rodearse del equipo que él consideraba como el más fuerte posible, en lugar de un grupo de aduladores.

En definitiva, estoy de acuerdo en que ejercer el poder con humildad es una estrategia a largo plazo para el éxito. Genera confianza, fomenta la innovación y crea una organización más resiliente. 

Si bien el liderazgo egocéntrico puede lograr beneficios a corto plazo, siempre conduce a una cultura frágil que se derrumba cuando el líder se va. La humildad, en cambio, construye una base de fuerza colectiva. Es el reconocimiento silencioso de que el verdadero liderazgo no consiste en ser la persona más importante del país, sino en hacer que todos los demás se sientan igual de importantes.

En el año 2020 leí el libro “The Extraordinary Power of Leader Humility: Thriving Organizations & Great Results” de Marilyn Gist, (El extraordinario poder de la humildad del líder). Es una aportación poderosa y muy relevante a la literatura moderna sobre liderazgo, que ofrece un argumento convincente: la humildad no es sólo una virtud, sino una estrategia esencial para el éxito de cualquier organización. 

Basándose tanto en investigación académica como en ejemplos reales, Gist desafía con destreza la idea errónea de que la humildad en el liderazgo es una forma de debilidad, presentándola como la base de la influencia, la confianza y los resultados medibles.

En una era caracterizada por la hipervisibilidad, la polarización y la competencia implacable, el concepto de humildad parecería estar reñido con el ejercicio del poder. Sin embargo, la historia, la ciencia del liderazgo y la filosofía moral convergen en una verdad contundente: la humildad no es una debilidad que se deba superar, sino una fortaleza que se debe cultivar, especialmente en quienes ostentan el poder. El ejercicio del poder con humildad fomenta la confianza, la colaboración, la claridad moral y un liderazgo sostenible. 

En resumen:

1. En el ámbito del liderazgo político, la humildad es la capacidad de reconocer los límites del propio conocimiento, aceptar críticas, escuchar diversas voces y gobernar por el bien común en lugar del engrandecimiento personal. Este enfoque del poder se alinea con el ideal aristotélico de la “phronesis”: sabiduría práctica arraigada en la virtud moral.

2. Lejos de ser la antítesis de un liderazgo sólido, la humildad lo potencia. La humildad permite a los líderes ver a los demás con claridad y actuar con empatía y responsabilidad. Adam Grant, en “Think Again” (2021), enfatiza el valor de la humildad intelectual: la capacidad de cuestionar las propias creencias, admitir errores y revisar juicios basándose en nueva evidencia. “La confianza no se trata de tener razón sino de estar abierto a equivocarse”. En el liderazgo, esta cualidad fomenta el aprendizaje, la innovación y la resiliencia institucional.

3. Nelson Mandela, quien emergió después de décadas de prisión para liderar la transición de Sudáfrica tras el apartheid, enfatizó constantemente el perdón, la responsabilidad compartida y la moderación moral. Su autobiografía, “Long Walk to Freedom” (1994), detalla cómo su estilo de liderazgo se forjó no en la dominación, sino en el servicio y la reconciliación. “La mayor gloria de la vida no reside en no caer nunca, sino en levantarse cada vez que caemos”, decía.

4. En el mundo corporativo, la transformación de Microsoft por parte de Satya Nadella se cita como un caso práctico de liderazgo humilde. En “Hit Refresh” (2017), Nadella describe cómo la empatía y la humildad se convirtieron en elementos centrales de su filosofía de liderazgo, transformando la cultura de Microsoft, pasando de la de “saberlo todo” a la de “aprenderlo todo”. Este caso ilustra cómo la humildad, cuando se institucionaliza, puede impulsar la innovación y la renovación.

5. Las crisis ponen al descubierto el carácter de los líderes. La pandemia de COVID-19 presentó un marcado contraste entre el autoritarismo y la humildad. Los líderes que reconocieron la incertidumbre, escucharon a los expertos y se adaptaron a la nueva información, como la neozelandesa Jacinda Ardern, tuvieron más éxito en mantener la confianza pública y gestionar la complejidad. Como argumentó el profesor de Harvard Joseph Nye, en “The Future of Power” (2011), el “poder suave” —basado en la credibilidad, la apertura y la humildad— puede ser más eficaz a largo plazo que la fuerza coercitiva.

6. La humildad también ofrece una protección contra la influencia corruptora del poder. Como advirtió Lord Acton: “El poder tiende a corromper, y el poder absoluto corrompe absolutamente”. La humildad actúa como contrapeso, fomentando la autorreflexión, la rendición de cuentas y la moderación ética.

7. Para fomentar un liderazgo humilde, las instituciones deben integrar la humildad en sus procesos de formación y selección de personal. Esto implica recompensar la escucha, la colaboración y la inteligencia emocional, así como la asertividad y la decisión. 

8. Parker Palmer, en "Let Your Life Speak " (1999), argumenta que el verdadero liderazgo no surge del ego, sino de un compromiso auténtico con la propia vida interior y la comunidad. "Un líder es una persona que debe asumir una responsabilidad especial por lo que sucede en su interior, para que no genere más daño que beneficio".

9. La humildad no es simplemente una virtud moral; es un activo estratégico en el ejercicio del poder. Permite a los líderes fomentar la confianza, construir instituciones sólidas y afrontar la complejidad con claridad moral. En un mundo donde los fracasos de liderazgo suelen estar ligados a la arrogancia, el narcisismo y la inflexibilidad, la necesidad de un poder humilde es urgente.

10. La esencia de un gran liderazgo no es la herencia que recibe un hijo, ni la arrogacia de quienes se creen superiores. La esencia es la humildad. Ejercer el poder con humildad no significa renunciar a la fuerza, sino redefinirla.

https://www.sdpnoticias.com/opinion/la-paradoja-del-poder-con-humildad/


Friday, August 01, 2025

Los gobiernos necesitan talento

Los gobiernos necesitan talento

Javier Treviño

@javier_trevino

El próximo llamado a las urnas en México será el 6 de junio de 2027. Elegiremos 17 gobernadores, 680 presidentes municipales, 500 diputados federales y 1,088 diputados locales. Desde ahora debemos pensar en nuevas ideas para iniciar la reconstrucción de los gobiernos.

En un mundo cada vez más complejo, la eficacia de un gobierno depende de su capacidad para atraer y retener a los mejores talentos. Sin embargo, los sectores públicos a nivel mundial enfrentan desafíos significativos para reclutar profesionales más jóvenes. Esto tiene como consecuencia una fuerza laboral envejecida y posibles brechas de conocimiento. 

En algunos países, los programas de becas de prestigio del sector público surgen como una solución a este dilema. Sirven como canales esenciales para incorporar a jóvenes brillantes y motivados a los gobiernos. Cuando estos programas son sólidos, y cuentan con el apoyo necesario, crean vías claras para el reclutamiento de talento. Cuando no los hay, las personas calificadas buscan oportunidades en otros lugares.

Creo que sería bueno analizar casos exitosos de programas de becas de prestigio que podrían llegar a transformar gobiernos estatales y municipales de nuestro país.

La investigación de Elizabeth Linos, Brenda Sciepura y Alec Wall, "Getting Your Foot in the Door: The Impact of Public Sector Fellowships on Career Trajectories", proporciona evidencia convincente de la eficacia de estos programas. Su estudio siguió a más de 2,000 becarios del sector público estadounidense durante 19 años, y revela un hallazgo interesante: los becarios tienen 30 puntos porcentuales más de probabilidades de trabajar en el gobierno una vez finalizada la beca, en comparación con personas con una motivación similar que no participaron. Este significativo efecto en el empleo persiste durante al menos ocho años, lo que subraya el impacto a largo plazo de estas iniciativas. 

Las becas de prestigio no son meras colocaciones temporales, sino poderosos catalizadores para carreras sostenidas en el servicio público. La importancia de estos programas radica en varias características clave que abordan las barreras tradicionales para el empleo en el gobierno. 

La contratación en el sector público suele ser criticada por ser opaca, lenta y confusa. Los procesos de contratación del gobierno federal de Estados Unidos duran un promedio de 98 días, más del doble que en el sector privado. Los programas de becas ofrecen un proceso ágil, accesible y centralizado, simplificando lo que de otro modo podría ser un laberinto burocrático abrumador. 

Esta accesibilidad es crucial para atraer a un grupo diverso de solicitantes que, de otro modo, podrían verse desanimados por los métodos de reclutamiento tradicionales.

Además de simplificar el ingreso, las becas fomentan un sentido de pertenencia y desarrollo profesional que facilita la retención. Hay apoyo entre pares y un fuerte sentido de comunidad entre los becarios. Esta camaradería, combinada con una mentoría estructurada y oportunidades para trabajar en proyectos de alta prioridad, mejora significativamente la experiencia de los jóvenes profesionales. 

Estos programas no sólo dotan de habilidades esenciales, sino que también fomentan una profunda comprensión de las políticas públicas y la gobernanza. Las experiencias inmersivas proporcionan habilidades prácticas invaluables, amplían las redes profesionales y refuerzan la motivación que atrae a los jóvenes al servicio público. 

El prestigio asociado a estas becas también transmite un mensaje contundente: los empleos en el sector público son valorados, contrarrestando los estereotipos negativos sobre el trabajo gubernamental. 

Cuando estos programas se reducen o eliminan, el efecto inmediato es una reducción en el número de personas altamente calificadas, incluyendo aquéllas con experiencia en ciencia de datos, políticas públicas y ciberseguridad, que se hubieran incorporado al gobierno. 

Como advierte Elizabeth Linos: “Sin una vía clara y competitiva para acceder al gobierno, muchos jóvenes talentosos podrían simplemente optar por otros sectores. Con el tiempo, esto podría conducir a una escasez de personal y a una disminución de la calidad de los futuros líderes del sector público”. 

La percepción de falta de fiabilidad o infravaloración del servicio público resultante de los recortes presupuestales o la reducción de sueldos puede desanimar a los posibles solicitantes. Esto genera una fuga de talentos, donde mentes brillantes se pierden en el sector privado o sin fines de lucro. Esto no sólo agrava la escasez de personal existente, sino que también socava la capacidad del gobierno para abordar eficazmente desafíos sociales apremiantes.

¿Por qué creo que sería importante pensar en un programa de becas de prestigio para los gobiernos estatales y municipales? El núcleo del problema reside en una pregunta fundamental: ¿Cómo podríamos lograr que los mejores de las nuevas generaciones se incorporen al servicio público?

1. El reclutamiento gubernamental tradicional plantea barreras de entrada para los jóvenes, incluyendo largos procesos de contratación, falta de visibilidad en los puestos del sector público y un problema de imagen en comparación con las dinámicas oportunidades del sector privado. 

2. Los programas de becas de prestigio ofrecerían una vía de acceso ágil y especializada al gobierno, reduciendo estas barreras y proporcionando un punto de acceso estructurado y de apoyo.

3. La participación en estas becas generaría un aumento sostenido del empleo público. Los becarios tendrían una probabilidad mucho mayor de desarrollar una carrera profesional en el gobierno, en lugar de ocupar puestos transitorios o realizar sólo prácticas.

4. Los becarios adquieren experiencia con desafíos gubernamentales reales, mentoría, acceso a redes y una comprensión profunda del funcionamiento de las políticas y la administración en la práctica.

5. Los gobiernos se benefician de la afluencia de trabajadores dinámicos, capacitados y diversos, mientras que los becarios se benefician del desarrollo profesional, un sentido de propósito y la capacidad de ver el impacto tangible de su trabajo.

6. Las empresas del sector privado y el mundo académico siguen buscando activamente a los mejores talentos, ofreciendo mejores salarios, beneficios y prestigio percibido. 

7. Sin vías de acceso claras y recursos suficientes para acceder a becas, el gobierno pierde su capacidad de competir eficazmente por jóvenes profesionales con una misión clara. Se pierde una oportunidad para revitalizar una fuerza laboral en proceso de envejecimiento.

8. Mantener y ampliar las becas del sector público es esencial para abordar la brecha demográfica y de habilidades. La inversión dirigida a estos programas genera un alto rendimiento en la modernización de la fuerza laboral y la capacidad cívica.

9. El reclutamiento de becarios debe centrarse en atraer diversidad, que refleje las poblaciones a las que sirve el gobierno y cierren las brechas de representación y perspectiva.

¿Qué se puede hacer? 

1. Los gobiernos estatales y municipales deben considerar las becas de prestigio no como iniciativas puntuales, sino como estrategias institucionalizadas para el talento, con procesos de solicitud simplificados y vías garantizadas para pasar de la beca a puestos permanentes.

2. Los responsables políticos deberían invertir en becas del sector público con la misma seriedad con la que invierten en las becas de “jóvenes construyendo el futuro”.

3. Gobiernos estatales y municipales deberían colaborar con las universidades y la sociedad civil para crear nuevas becas específicas para cada área, como política climática, tecnología cívica, innovación gubernamental, inteligencia artificial. 

4. Los programas de becas de prestigio deben centrarse en la equidad, corregir sesgos sistémicos en la contratación y el ascenso. Los criterios de selección deben priorizar la diversidad de experiencias vividas, el potencial de liderazgo y el compromiso público.

En una época en que la confianza en el gobierno es frágil y la capacidad institucional se encuentra al límite, invertir en programas de becas de prestigio del sector público es una de las decisiones más inteligentes y de mayor impacto que podemos tomar. No solo cubren puestos de trabajo, sino que también forman a los servidores públicos. No solo capacitan a los trabajadores, sino que también forman líderes. Y quizás lo más importante, transmiten a una nueva generación que sus habilidades, valores y ambiciones pueden potenciarse en un gobierno.

Un programa de becas de prestigio del sector público sería mucho más que un simple punto de acceso; yo creo que sería una inversión estratégica en el futuro de la gobernanza. Al ofrecer un acceso simplificado, fomentar el desarrollo profesional, construir comunidades de apoyo y otorgar prestigio, estos programas atraen y retienen con éxito a jóvenes talentos, garantizando una fuerza laboral pública sólida y competente. 

Los gobiernos necesitan agilidad, innovación y cercanía con los ciudadanos. Invertir en estas becas sería invertir en el futuro de la nación. Como bien lo expresa Elizabeth Linos: “El futuro del gobierno depende de a quién dejemos entrar”. La puerta no debe cerrarse para la próxima generación de creadores de cambios.

https://www.sdpnoticias.com/opinion/los-gobiernos-necesitan-talento/


¿Dónde se producen los descubrimientos?

¿Dónde se producen los descubrimientos?
Javier Treviño
@javier_trevino
La búsqueda de conocimiento en las “ciencias de la vida” es la base de los avances médicos y la innovación tecnológica. Sin embargo, los mecanismos y lugares precisos donde se producen estos descubrimientos revolucionarios siguen siendo objeto de intensa investigación académica. 
Un análisis del profesor Amitabh Chandra, director del Centro Malcolm Wiener para Políticas Sociales de Harvard, y Connie Xu, candidata al doctorado en políticas de salud, también de Harvard, investiga si son los individuos o las instituciones los principales impulsores de los avances científicos.
El documento de trabajo, recientemente publicado por el National Bureau of Economic Reasearch, “Where Discovery Happens: Reasearch Institutions and Fundamental Knowldedge in the Life-Sciences”, ofrece evidencia empírica convincente que arroja luz sobre esta cuestión crucial. 
Su investigación, que emplea un novedoso diseño del "científico-promotor", revela una concentración significativa de descubrimiento fundamental en un puñado de instituciones de élite y subraya el profundo impacto causal del entorno institucional en la productividad científica.
La producción de conocimiento en ciencias de la vida, los descubrimientos que dan lugar a nuevos medicamentos, la comprensión biológica más profunda y las tecnologías revolucionarias, están distribuidas de forma desigual. 
Según la investigación de Chandra y Xu, el 70 % de la producción mundial de investigación en ciencias de la vida proviene de tan solo tres países: Estados Unidos, China y el Reino Unido. En Estados Unidos, más del 15% de la investigación mundial en ciencias de la vida se concentra en tan solo dos regiones: el área metropolitana de Boston y la Bahía de San Francisco. Al considerar las instituciones individuales, las cifras son aún más impactantes. Harvard y Stanford representan más del 8% de la producción mundial. Esto significa que estas dos instituciones generan más conocimiento fundamental en ciencias de la vida que muchos países enteros.
Los investigadores miden meticulosamente el conocimiento fundamental a través de publicaciones en revistas líderes en ciencias de la vida y establecen una sólida correlación entre este conocimiento y las patentes, lo que indica que la producción científica de alta calidad también posee una significativa relevancia comercial a largo plazo.
Una contribución fundamental del trabajo de Chandra y Xu reside en cuantificar el efecto causal de la institución en la producción investigadora de un científico. Mediante un "diseño de transferencia de científicos", que compara la producción investigadora anual de cada científico antes y después de su cambio de institución, los autores logran aislar el impacto institucional. Sus hallazgos son notables: entre el 50% y el 60% de la producción investigadora de un científico es directamente atribuible a la institución donde trabaja. 
Este poderoso efecto institucional se debe en gran medida a la presencia de "investigadores estrella", que representan dos tercios de este impacto. Estos científicos actúan como imanes intelectuales, atrayendo talento, fomentando comunidades científicas dinámicas y creando un entorno donde la investigación innovadora tiene más probabilidades de prosperar. 
El estudio señala que la magnitud de estos efectos institucionales no ha disminuido en los últimos tiempos, a pesar de los avances tecnológicos que facilitan la colaboración interinstitucional, ni se concentra en campos científicos específicos o en grandes aglomeraciones. Esto sugiere que las características únicas de estas instituciones de primer nivel, más allá del mero acceso a la tecnología, son impulsoras perdurables del descubrimiento.
Estos hallazgos coinciden con debates más amplios sobre el ecosistema del descubrimiento científico. La investigación fundamental, a menudo impulsada por la pura curiosidad y la búsqueda de conocimiento sin objetivos comerciales inmediatos, es ampliamente reconocida como indispensable. 
Como enfatiza Maria Leptin, presidenta del Consejo Europeo de Investigación: “La investigación científica fundamental, que no se rige por consideraciones comerciales o prácticas, sino por la pura curiosidad científica, ha sentado las bases de muchas de las innovaciones más importantes de la actualidad”. 
Si bien la industria desempeña un papel crucial en la investigación aplicada y el desarrollo de productos, las instituciones académicas siguen siendo los principales motores para generar el conocimiento fundamental sobre el que se construyen las aplicaciones futuras. 
El éxito de estas instituciones no se debe únicamente a la presencia de investigadores estrella; también se ve impulsado por equipos de alta calidad, mayores presupuestos de investigación y extensas redes que facilitan la colaboración y el libre intercambio de ideas, creando una cultura científica vibrante.
Las conclusiones de Chandra y Xu tienen implicaciones significativas para la asignación de recursos a la investigación y las políticas científicas. 
Dada la profunda influencia de los entornos institucionales en la productividad científica, los financiadores, ya sean organismos gubernamentales o entidades filantrópicas privadas, se enfrentan a un dilema crucial. ¿Deberían concentrar recursos en un puñado de instituciones consolidadas y altamente productivas para maximizar la producción de conocimiento, o deberían aspirar a cultivar nuevos centros de excelencia en regiones con financiación insuficiente? 
La investigación de Chandra y Xu se inclina por la primera opción. Tratar a todas las instituciones como receptores iguales sería ineficiente si el objetivo es maximizar la producción de conocimiento. El apoyo es clave no solo en las personas, sino también en “los lugares donde la ciencia tiene más probabilidades de cambiar el mundo".
En esencia, el artículo de Chandra y Xu ofrece un sólido respaldo empírico a la idea de que el lugar donde se produce el descubrimiento influye profundamente en la cantidad y el impacto de la investigación. 
Su trabajo subraya el papel único y persistente de las instituciones de investigación de élite, impulsadas por la atracción de científicos estrella y un entorno intelectual propicio, en la generación del conocimiento fundamental que sustenta la innovación futura. 
Yo creo que comprender estas dinámicas es fundamental para los gobiernos y los organismos de financiación que buscan optimizar la producción científica y garantizar un flujo constante de descubrimientos para el beneficio de la sociedad.
¿Qué podríamos reflexionar en México?
1. El entorno institucional explica la intensa concentración de la productividad científica.
2. Entre el 50% y el 60% de la producción investigadora de un científico se atribuye a la institución donde trabaja.
3. Unas pocas instituciones producen más ciencia fundamental que el total de muchos países. 
4. Los entornos de investigación creados en estas instituciones no sólo amplifican el trabajo de los científicos individuales. También sirven como incubadoras para los descubrimientos que impulsan el progreso en la medicina, la tecnología y nuestra comprensión de la vida misma.
5. La presencia de “investigadores estrella” es crucial en una institución. Son imanes para el talento. Atraen a estudiantes ambiciosos de todo el mundo y a jóvenes científicos deseosos de mentoría y oportunidades. 
6. Este talento mejora el tipo de compromiso que las instituciones pueden fomentar y la investigación que toda la entidad puede producir. 
7. Las universidades de primer nivel ofrecen mejores equipos, mayores presupuestos de investigación y acceso a amplias redes de colaboración.
8. La producción no se basa únicamente en recursos materiales. La presencia de una comunidad científica dinámica donde se fomenta la colaboración, se comparten ideas y se anima a los investigadores a aprovechar los descubrimientos de los demás crea un entorno donde la innovación es más probable. 
9. A medida que los científicos se trasladan a instituciones más productivas, su producción científica aumenta significativamente. Existe una sólida evidencia de que su producción disminuye cuando abandonan estos centros de investigación.
10. La ciencia fundamental es la piedra angular de la innovación médica a largo plazo.El lugar donde se realiza la ciencia influye significativamente en la cantidad y el impacto de la investigación.
La pregunta fundamental es: ¿Deberían los gobiernos y las organizaciones filantrópicas redoblar sus esfuerzos por apoyar a unas pocas instituciones de primer nivel? ¿O deberían impulsar a investigadores emergentes y a las regiones con financiación insuficiente?
Chandra y Xu argumentan que el objetivo de maximizar la producción de conocimiento se logra mejor apoyando a instituciones sólidas y productivas. 
Si los financiadores desean maximizar el impacto en el descubrimiento científico fundamental, los recursos institucionales  deberían asignarse a las instituciones más productivas. Si los financiadores se enfrentan a la disyuntiva de financiar a dos científicos con la misma producción, financiar al científico de la institución más productiva generará más investigación.
Apoyar la investigación en ciencias de la vida tiene consecuencias reales, no simplemente fines académicos abstractos. “Tratar a todas las instituciones como receptores iguales sería ineficiente si el objetivo es maximizar la producción de conocimiento”, argumentan Chandra y Xu. La inversión es clave, no sólo en las personas, sino también en los lugares donde la ciencia tiene más probabilidades de cambiar un país.
https://www.sdpnoticias.com/opinion/donde-se-producen-los-descubrimientos/