Javier Treviño Cantú
El Norte
6 de diciembre de 2006
El lunes pasado, el Presidente Felipe Calderón presentó la nueva identidad gráfica de la Presidencia de la República. Es un asunto relevante. Contar con una buena "marca país" se ha vuelto clave para tener una ventaja competitiva en la economía global.
Al igual que las empresas, los países compiten para ganarse la confianza de los consumidores e inversionistas, atraer turistas y contar con una imagen que genere respeto para negociar en las mejores condiciones con otros gobiernos y promover sus intereses en los medios, foros y organismos internacionales.
Desde el 2005, la Secretaría y el Consejo Promotor de Turismo dieron a conocer el logotipo que representaría visualmente nuestra "marca país". Es el nombre de "méxico", con la "m" minúscula y cada letra en un color distinto que vemos por todas partes. Es un esfuerzo importante, que seguramente ha contribuido a refrescar nuestra imagen y lograr que nos visiten un mayor número de turistas.
Sin embargo, una verdadera "marca país" va mucho más allá de un logotipo. La marca se compone de los distintos atributos que describen a un país en voz de nacionales y extranjeros. Es una cuestión de percepciones. Por ejemplo, el Índice Anholt-GMI (www.nationbrandindex.com) que se publicó el año pasado, midió las percepciones en torno a la cultura, la situación política, la competitividad comercial, la calidad del capital humano, el potencial para atraer inversión y el atractivo turístico de 25 países desarrollados y emergentes.
El primer lugar lo obtuvo Australia. México de nuevo se ubicó a media tabla, en el sitio 16, entre Brasil y Egipto. Las metodologías utilizadas en este tipo de estudios siempre generan controversias. Con todo, lo importante para nosotros es entender que, como se señala en la conclusión del Índice Anholt-GMI, la única forma de que un país tenga una buena reputación es ganándosela a pulso.
Las percepciones sobre un país pueden modificarse, pero no con acciones "cosméticas". Más allá de las campañas de comunicación y de los "slogans", si un país quiere mejorar su imagen tiene que hacer un esfuerzo sostenido, a largo plazo, para dar muestras contundentes de que puede cambiar.
Aquí es donde la propia identidad del Gobierno federal juega un papel determinante para proyectar una imagen de seriedad; de que tiene la capacidad para garantizar la seguridad de los que nos visitan e invierten aquí; de que podemos superar los retos que enfrentamos; y de que queremos reforzar nuestro estatus como un miembro destacado de la comunidad de naciones.
Con razón o sin ella, durante el Gobierno que terminó, el "águila mocha" acabó por simbolizar muchas de las fallas y deficiencias que se asociaban con la gestión del aparato federal. A lo largo de los últimos seis años, diversas voces se alzaron para cuestionar la falta de conocimiento y de respeto por la historia que llevaron a cercenar el emblema nacional.
La aparente disposición para negociar o, al menos, interpretar con laxitud preceptos legales fundamentales, también contribuyó a que el resquebrajamiento de la Ley sobre el Escudo, la Bandera y el Himno Nacionales no causara mayor inquietud en el sexenio pasado.
Lo más grave es que el "águila mocha" se convirtió en la muestra tangible de un profundo vacío de poder, que terminó abriendo espacios para conflictos como el de Oaxaca; para la propagación de la violencia como forma de resolver prácticamente todo tipo de conflictos; o incluso para que cualquier ciudadano se autoproclame Presidente "legítimo" sin tener que enfrentar consecuencia alguna.
Desde el viernes en la madrugada tuvimos un adelanto de la nueva imagen que adoptó el Gobierno entrante. Al final del primer mensaje de Felipe Calderón como Presidente en funciones, apareció en la televisión un cuadro con el águila real íntegra, y unas barras en los colores verde y rojo de la bandera que se disolvían para dejar únicamente el escudo nacional y el nombre de la Presidencia.
Después del triunfo simbólico que significó la toma de protesta en la Cámara de Diputados, volvimos a ver la identidad renovada en el Auditorio Nacional. Tanto en los pendones que colgaban a la entrada como en el podium desde el que Calderón habló ya con la investidura de Presidente constitucional, destacó un aspecto de la escenografía: el "águila mocha" había desaparecido.
A pesar de que la página en internet de la Presidencia estuvo fuera del ciberespacio ese día, el sábado amaneció con una imagen rejuvenecida. Finalmente, el lunes por la tarde Felipe Calderón dio a conocer personalmente el nuevo sistema de identidad gráfica de todo el Gobierno federal.
Como todas las marcas, esta nueva identidad encierra una promesa. Representa el compromiso de que el Gobierno será el primero en respetar la ley, empezando por la que se refiere al uso oficial de nuestros símbolos patrios. También indica la voluntad de encabezar los esfuerzos para construir ese "México ganador" al que con tanta insistencia se ha referido el Presidente Calderón.
Ahora, como en toda campaña para "posicionar" una marca que ha sido renovada, lo que contará son las acciones que respalden la nueva imagen que se busca proyectar.
1 comment:
Lo más importante es que Calderón le devolvió la solemnidad y seriedad a la institución de la Presidencia de la República.
Saludos desde Puebla.
Juan Luis Mendoza Ortíz
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