Javier Treviño Cantú
El Norte
29 de agosto de 2007
Los nuevos "medios sociales" de comunicación, conocidos como Web 2.0, pueden tener un profundo impacto en las instituciones gubernamentales y las empresas. Todavía es muy pronto para medir su efecto, ya sea en la estructura de las organizaciones, o en la forma en la que pueden facilitar una comunicación interna y externa más productiva.
Pero el hecho de que los medios 2.0 estén siendo adoptados no sólo por un creciente número de compañías en todo el mundo, sino también por instituciones de gobierno tan complejas como la comunidad de inteligencia de Estados Unidos, indica que su aplicación va mucho más allá de una tendencia pasajera.
Los medios 2.0 se distinguen, al menos, por tres razones: 1) Los usuarios juegan un papel central en la producción de contenidos -como los blogs- y en el establecimiento de redes "colaborativas" para la generación y actualización constante de bases de datos e información institucional, con base en modelos similares a la Wikipedia.
2) Incluyen plataformas de comunicación basadas en internet, desde sistemas de correo electrónico e intranets de acceso restringido, hasta sitios para la interacción social como Facebook.
3) Utilizan sistemas para "agregar" noticias e información, como los que permiten incluir datos en los mapas de Google Earth, y recibir servicios informativos a través de RSS ("sindicación realmente simple") o transmisiones de audio y video de los podcasts.
La semana pasada, la firma de consultoría McKinsey dio a conocer un estudio sobre el uso de medios 2.0, basado en una encuesta a más de 2 mil 800 altos ejecutivos de compañías de todo el mundo. Sus resultados son reveladores. Setenta por ciento de los entrevistados señaló que usan una combinación de estas tecnologías para mantener relaciones con sus clientes que van mucho más allá de las ventas. Por ejemplo, a través de blogs establecen un diálogo directo que les permite mejorar su atención al cliente, e inclusive desarrollar nuevos productos y servicios.
Dentro de las empresas, las tecnologías más eficaces son las que facilitan la colaboración, en especial las "wikis". Su uso permite superar barreras entre los niveles jerárquicos y las distintas funciones de la organización, generando un flujo constante de información entre todas las áreas para alcanzar un mismo objetivo.
El estudio destaca que el éxito de estas iniciativas depende de dos factores claves:
1) El apoyo de las áreas directivas, para asegurar que toda la organización cuente con los recursos y los espacios de colaboración necesarios; y 2) el establecimiento de reglas muy claras, para evitar que el uso de estos medios resulte contraproducente (por ejemplo, al generar mensajes contradictorios en los blogs, en donde se confunda una opinión personal con la postura institucional de la organización), o distraiga a la gente de sus responsabilidades fundamentales.
La aplicación de estas tecnologías 2.0 en el terreno empresarial ya tiene tiempo. Sin embargo, el caso que está generando una gran controversia sobre sus ventajas y riesgos, es la decisión que tomó la Dirección Nacional de Inteligencia de Estados Unidos de incorporarlas.
La "comunidad" de agencias estadounidenses dedicadas al espionaje, la intercepción de señales electrónicas y el análisis de datos clasificados e información "abierta" tienen fama de ineficiente por algunas fallas evidentes. Dos de las más recientes son la incapacidad para prevenir los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001, y el fiasco de las armas de destrucción masiva que supuestamente estarían en poder del régimen de Sadam Hussein, y que sirvieron como argumento para la invasión de Iraq.
La misma naturaleza "secreta" del trabajo que implican las tareas de inteligencia, la rivalidad histórica entre las distintas agencias, la incompatibilidad de sus respectivos sistemas tecnológicos y una cultura que "compartamentaliza" la información son algunos de los elementos que han impedido generar auténtica inteligencia, con la rapidez y flexibilidad necesarias para responder a las nuevas amenazas transnacionales que enfrenta la superpotencia.
Ante este escenario, en el 2005, Calvin Andreus ganó un concurso, convocado por la CIA, con un ensayo sobre los blogs y wikis como medios para que la comunidad de inteligencia tuviera la capacidad de adaptarse al inseguro mundo actual. A mediados de este año, el director de Inteligencia Nacional, Mike McConnell, publicó su propio ensayo en la revista Foreign Affairs, señalando que estaba en proceso de crear "comunidades virtuales de analistas".
Ahora, el diario inglés Financial Times reportó que, para finales de este año, la comunidad de inteligencia estadounidense podrá interactuar en un sitio llamado "A-Space", siguiendo el modelo de MySpace. También contará con una "Intellipedia", basada en el esquema colaborativo de la Wikipedia, y con una biblioteca digital.
Si en el caso de las empresas todavía no existen mejores prácticas para evaluar el impacto de los medios 2.0, medir su éxito en un área tan sensible como la comunidad de inteligencia de Estados Unidos dependerá de un referente muy claro: su capacidad para alertar a tiempo sobre un nuevo ataque terrorista o alguna otra amenaza a gran escala.
Wednesday, August 29, 2007
Wednesday, August 15, 2007
Desencuentro norteamericano
Javier Treviño Cantú
El Norte
15 de agosto de 2007
El encuentro que sostendrán el próximo lunes los líderes de México, Estados Unidos y Canadá en Montebello, Québec, tal vez refleje con más claridad que nunca las desventajas y los límites de la Alianza para la Seguridad y la Prosperidad de América del Norte (ASPAN).
Desde que se lanzó en marzo del 2005, este controvertido mecanismo ha generado más dudas que certidumbre. Su naturaleza opaca, alejada de la luz que pudieran arrojar los congresos de cada país, ha provocado sospechas acerca de sus verdaderos objetivos y alcances.
El propósito de la Alianza es impulsar la competitividad regional y vincular la prosperidad con la seguridad colectiva. Sin embargo, en el caso de nuestros dos vecinos del norte no parece estarlo logrando, como lo muestran dos ejemplos recientes. El primero tiene que ver con la añeja controversia comercial por las exportaciones canadienses de madera "suave". Después del acuerdo alcanzado en octubre del 2006, a principios de este mes la Representante Comercial de Estados Unidos, Susan Schwab, consideró que Canadá estaba violando el convenio y decidió llevar el caso ante la Corte Internacional de Arbitraje de Londres.
El segundo ejemplo son las diferencias por la intención que tiene Canadá de ejercer su soberanía sobre el "paso marítimo del noroeste", que puede conectar a los océanos Pacífico y Atlántico ante el descongelamiento provocado por el calentamiento global.
Estados Unidos sostiene que debe ser un espacio abierto a la navegación internacional, pero el Primer Ministro canadiense, Stephen Harper, tiene otro punto de vista: ha adoptado un discurso nacionalista, señalando que "o ejercen su soberanía o la pierden", e incluso ha tomado decisiones de corte "belicista" para ejercer control sobre el paso marítimo, como la compra de barcos para patrullarlo y el establecimiento de dos nuevas bases militares. Habrá que ver si en la reunión del lunes se da a conocer alguna medida que ayude a romper el hielo entre los aliados, pero parece improbable.
En lo que toca a México, la opacidad de la ASPAN dificulta saber si es el mecanismo a través del cual se está tratando de alcanzar el nuevo esquema de cooperación sobre seguridad con Estados Unidos. Desde que las historias periodísticas provenientes del norte nos alertaron sobre la negociación para dar un nuevo enfoque a la ayuda que ofrece el vecino, nunca se ha planteado que las discusiones se dieran en el marco de la Alianza.
A principios de mes, la más reciente historia nos llegó mediante el Washington Post. Se señalaba que el acuerdo estaba a punto de concretarse y que implicaba la participación activa del Congreso estadounidense, ya que los montos de la ayuda considerados irían de los cientos a los miles de millones de dólares.
Las autoridades mexicanas tuvieron que confirmar la nota, pero los detalles y las condiciones del proyecto siguen manteniéndose en la sombra. Algunos pensaron que la próxima reunión trilateral en Canadá podría servir para hacer el esperado anuncio del llamado "Plan México", pero esto también parece improbable. La participación del Congreso estadounidense en el acuerdo iría en contra del espíritu "discreto" que ha caracterizado a la ASPAN, por lo que hay pocas posibilidades de que se formalice la próxima semana.
En cuanto a la agenda para la prosperidad, la Alianza ha registrado algunos avances importantes. Aunque tampoco se enmarcó como parte de los esfuerzos de la ASPAN, la firma -esta semana- del "Plan Estratégico Aduanero Bilateral México-EU" está plenamente alineada con sus objetivos originales.
Además, la creación de organismos como el Consejo Norteamericano para la Competitividad ha permitido generar relaciones constructivas entre los sectores privados de los tres países y otros actores comprometidos con el avance de la región. Es un esquema valioso, que puede impulsar una participación más activa de nuestras respectivas sociedades en la búsqueda de soluciones eficaces a los retos que compartimos.
Aun así, la Alianza no ha contribuido a superar algunas de nuestras viejas controversias comerciales bilaterales, como el acceso de los camiones de carga mexicanos a Estados Unidos; ni permite abordar con un enfoque regional el tema migratorio. Éste es el principal obstáculo para fortalecer la competitividad de América del Norte, pero como la Alianza no contempla su discusión, seguimos arrastrando un lastre cada vez más pesado.
Hasta ahora, la ASPAN no le ha reportado ventajas clave a México en los principales terrenos de la agenda bilateral: migración, competitividad y seguridad. ¿Cuál es el sentido de mantener la estructura de una Alianza que no nos está produciendo ganancias netas?
Si la Cumbre de Montebello resulta un desencuentro, habrá que buscar en otra parte las definiciones para impulsar una mayor seguridad y prosperidad de América del Norte. Como con tantas otras cosas, primero tendremos que esperar al cambio de administración en Estados Unidos para replantear a fondo estructura, agenda y compromiso con la transparencia de la ASPAN. Claro está, a no ser que México o Canadá se decidan a hacer una propuesta viable para sustituirla por un nuevo mecanismo, que conduzca al establecimiento de una auténtica Alianza.
El Norte
15 de agosto de 2007
El encuentro que sostendrán el próximo lunes los líderes de México, Estados Unidos y Canadá en Montebello, Québec, tal vez refleje con más claridad que nunca las desventajas y los límites de la Alianza para la Seguridad y la Prosperidad de América del Norte (ASPAN).
Desde que se lanzó en marzo del 2005, este controvertido mecanismo ha generado más dudas que certidumbre. Su naturaleza opaca, alejada de la luz que pudieran arrojar los congresos de cada país, ha provocado sospechas acerca de sus verdaderos objetivos y alcances.
El propósito de la Alianza es impulsar la competitividad regional y vincular la prosperidad con la seguridad colectiva. Sin embargo, en el caso de nuestros dos vecinos del norte no parece estarlo logrando, como lo muestran dos ejemplos recientes. El primero tiene que ver con la añeja controversia comercial por las exportaciones canadienses de madera "suave". Después del acuerdo alcanzado en octubre del 2006, a principios de este mes la Representante Comercial de Estados Unidos, Susan Schwab, consideró que Canadá estaba violando el convenio y decidió llevar el caso ante la Corte Internacional de Arbitraje de Londres.
El segundo ejemplo son las diferencias por la intención que tiene Canadá de ejercer su soberanía sobre el "paso marítimo del noroeste", que puede conectar a los océanos Pacífico y Atlántico ante el descongelamiento provocado por el calentamiento global.
Estados Unidos sostiene que debe ser un espacio abierto a la navegación internacional, pero el Primer Ministro canadiense, Stephen Harper, tiene otro punto de vista: ha adoptado un discurso nacionalista, señalando que "o ejercen su soberanía o la pierden", e incluso ha tomado decisiones de corte "belicista" para ejercer control sobre el paso marítimo, como la compra de barcos para patrullarlo y el establecimiento de dos nuevas bases militares. Habrá que ver si en la reunión del lunes se da a conocer alguna medida que ayude a romper el hielo entre los aliados, pero parece improbable.
En lo que toca a México, la opacidad de la ASPAN dificulta saber si es el mecanismo a través del cual se está tratando de alcanzar el nuevo esquema de cooperación sobre seguridad con Estados Unidos. Desde que las historias periodísticas provenientes del norte nos alertaron sobre la negociación para dar un nuevo enfoque a la ayuda que ofrece el vecino, nunca se ha planteado que las discusiones se dieran en el marco de la Alianza.
A principios de mes, la más reciente historia nos llegó mediante el Washington Post. Se señalaba que el acuerdo estaba a punto de concretarse y que implicaba la participación activa del Congreso estadounidense, ya que los montos de la ayuda considerados irían de los cientos a los miles de millones de dólares.
Las autoridades mexicanas tuvieron que confirmar la nota, pero los detalles y las condiciones del proyecto siguen manteniéndose en la sombra. Algunos pensaron que la próxima reunión trilateral en Canadá podría servir para hacer el esperado anuncio del llamado "Plan México", pero esto también parece improbable. La participación del Congreso estadounidense en el acuerdo iría en contra del espíritu "discreto" que ha caracterizado a la ASPAN, por lo que hay pocas posibilidades de que se formalice la próxima semana.
En cuanto a la agenda para la prosperidad, la Alianza ha registrado algunos avances importantes. Aunque tampoco se enmarcó como parte de los esfuerzos de la ASPAN, la firma -esta semana- del "Plan Estratégico Aduanero Bilateral México-EU" está plenamente alineada con sus objetivos originales.
Además, la creación de organismos como el Consejo Norteamericano para la Competitividad ha permitido generar relaciones constructivas entre los sectores privados de los tres países y otros actores comprometidos con el avance de la región. Es un esquema valioso, que puede impulsar una participación más activa de nuestras respectivas sociedades en la búsqueda de soluciones eficaces a los retos que compartimos.
Aun así, la Alianza no ha contribuido a superar algunas de nuestras viejas controversias comerciales bilaterales, como el acceso de los camiones de carga mexicanos a Estados Unidos; ni permite abordar con un enfoque regional el tema migratorio. Éste es el principal obstáculo para fortalecer la competitividad de América del Norte, pero como la Alianza no contempla su discusión, seguimos arrastrando un lastre cada vez más pesado.
Hasta ahora, la ASPAN no le ha reportado ventajas clave a México en los principales terrenos de la agenda bilateral: migración, competitividad y seguridad. ¿Cuál es el sentido de mantener la estructura de una Alianza que no nos está produciendo ganancias netas?
Si la Cumbre de Montebello resulta un desencuentro, habrá que buscar en otra parte las definiciones para impulsar una mayor seguridad y prosperidad de América del Norte. Como con tantas otras cosas, primero tendremos que esperar al cambio de administración en Estados Unidos para replantear a fondo estructura, agenda y compromiso con la transparencia de la ASPAN. Claro está, a no ser que México o Canadá se decidan a hacer una propuesta viable para sustituirla por un nuevo mecanismo, que conduzca al establecimiento de una auténtica Alianza.
Wednesday, August 01, 2007
Historias del norte
Javier Treviño Cantú
El Norte
1 de agosto de 2007
Los medios de comunicación han sido uno de los principales motores de la democratización de México. La prensa escrita y los medios electrónicos han jugado un papel determinante en este proceso y, sin embargo, hoy sus esfuerzos parecen estar quedándose cortos. Sobre todo, en el terreno del periodismo de investigación.
Ante la presión impuesta por internet, los periódicos buscan rivalizar con la radio y la televisión a través de sus sitios electrónicos. En el camino, pueden perder su esencia. Como señaló hace poco el escritor Héctor Aguilar Camín, leyendo los diarios mexicanos "uno se entera de lo que pasa sin entender lo que sucede". Tiene razón. La mayoría de los periódicos se están convirtiendo en un espacio donde se multiplican narrativas inconexas, que acaban perdiéndose en el tiempo. Cada nuevo escándalo sepulta al anterior. Los hilos quedan sueltos.
La tendencia resulta conveniente para algunos actores. En especial para los gobiernos, que siempre han sido el principal objetivo de atención periodística. Ante un público saturado de noticias "sueltas", si un gobierno logra superar la primera andanada mediática cuando ocurre algún asunto delicado, puede esperar que la atención vaya diluyéndose, hasta que surja el nuevo tema que acapare las primeras planas.
Algo de esto parece estar ocurriendo con la estrategia del actual gobierno mexicano en lo que toca a su política de seguridad internacional.
Como no se veía desde el sexenio de Miguel de la Madrid, casi toda la información sobre las acciones que aparentemente se están impulsando para promover nuevos esquemas de cooperación en materia de seguridad a nivel regional -tanto con Estados Unidos como con Centroamérica y Colombia- nos están llegando a través de la prensa extranjera. O, en el mejor de los casos, mediante breves apuntes de los principales corresponsales mexicanos en Washington.
Por ejemplo, a mediados de marzo, después de la visita del Presidente Bush a Mérida, el Presidente Calderón invitó al corresponsal del Washington Post a que lo acompañara en el TP-01 durante un vuelo de Mexicali al DF. Ahí, el Mandatario mexicano habló sobre su visión y definió la relación bilateral como "compleja y difícil", y calificó de "absurdas" las políticas estadounidenses para ejercer un mayor control fronterizo, incluyendo la construcción del muro. Con ello reafirmó una estrategia basada en el reclamo público como base para replantear los términos de la cooperación bilateral.
El 3 de mayo, el San Antonio Express News reportó que el gobierno de Estados Unidos había decidido entregarle a la AFI un sofisticado sistema para interceptar llamadas telefónicas, correos electrónicos y otras formas de comunicación electrónica. Ese mismo día, el Embajador mexicano ante Washington "aclaró" que el sistema no era una transferencia de gobierno a gobierno, sino que había sido comprado directamente por México, lo cual fue reportado al día siguiente por EL NORTE y otros medios.
Sin embargo, a finales de ese mismo mes, Los Angeles Times precisó que los fondos para la adquisición del equipo sí provenían del Departamento de Estado. "Es una operación del gobierno mexicano financiada por los Estados Unidos", señaló en una cita textual Susan Pittman, funcionaria de ese Departamento, quien pidió que cualquier pregunta al respecto se le hiciera al gobierno de nuestro país. Pero aquí nadie pareció interesado en aclarar de quién es el equipo, con qué dinero se pagó, cuáles fueron las condiciones impuestas para comprarlo y, lo más importante, si hay algún acuerdo para compartir la inteligencia que se derive de su uso.
La historia desapareció gracias a la controversia desatada por la negociación del supuesto "Plan México". El 10 de mayo, la información nuevamente provino del norte, ahora a través del Dallas Morning News. El tema generó un poco más de interés en nuestro país, pero la discusión se limitó a rechazar que esto pudiera representar un esfuerzo similar al "Plan Colombia", ya que no incluiría la participación directa de asesores militares estadounidenses en territorio nacional.
La atención sobre el "Plan México" fue disminuyendo, hasta que el Representante Silvestre Reyes reactivó el tema en la 46 Reunión Interparlamentaria, a principios de junio, en Austin, Texas. Al confirmar frente a los legisladores mexicanos que se había solicitado más ayuda para combatir al narcotráfico y la delincuencia organizada, Reyes volvió a agitar la tormenta. En el Senado las voces se alzaron para exigir que el gobierno mexicano explicara el alcance de las negociaciones. Y, como siempre, desde entonces no se supo nada más.
El tema del "Plan México" desapareció ante el nuevo escándalo desatado desde Estados Unidos, ahora por Zhenli Ye Gong. La historia sobre el supuesto origen de los 205 millones de dólares asegurados en la casa de Las Lomas, urdida por sus abogados estadounidenses, capturó la atención de los medios mexicanos. Ahora que Estados Unidos decidió procesarlo allá antes de considerar la solicitud para que sea extraditado a México, la información sobre las corruptelas que permitieron la importación de la seudoefedrina se convertirá en historias periodísticas que seguirán viniendo del norte.
El Norte
1 de agosto de 2007
Los medios de comunicación han sido uno de los principales motores de la democratización de México. La prensa escrita y los medios electrónicos han jugado un papel determinante en este proceso y, sin embargo, hoy sus esfuerzos parecen estar quedándose cortos. Sobre todo, en el terreno del periodismo de investigación.
Ante la presión impuesta por internet, los periódicos buscan rivalizar con la radio y la televisión a través de sus sitios electrónicos. En el camino, pueden perder su esencia. Como señaló hace poco el escritor Héctor Aguilar Camín, leyendo los diarios mexicanos "uno se entera de lo que pasa sin entender lo que sucede". Tiene razón. La mayoría de los periódicos se están convirtiendo en un espacio donde se multiplican narrativas inconexas, que acaban perdiéndose en el tiempo. Cada nuevo escándalo sepulta al anterior. Los hilos quedan sueltos.
La tendencia resulta conveniente para algunos actores. En especial para los gobiernos, que siempre han sido el principal objetivo de atención periodística. Ante un público saturado de noticias "sueltas", si un gobierno logra superar la primera andanada mediática cuando ocurre algún asunto delicado, puede esperar que la atención vaya diluyéndose, hasta que surja el nuevo tema que acapare las primeras planas.
Algo de esto parece estar ocurriendo con la estrategia del actual gobierno mexicano en lo que toca a su política de seguridad internacional.
Como no se veía desde el sexenio de Miguel de la Madrid, casi toda la información sobre las acciones que aparentemente se están impulsando para promover nuevos esquemas de cooperación en materia de seguridad a nivel regional -tanto con Estados Unidos como con Centroamérica y Colombia- nos están llegando a través de la prensa extranjera. O, en el mejor de los casos, mediante breves apuntes de los principales corresponsales mexicanos en Washington.
Por ejemplo, a mediados de marzo, después de la visita del Presidente Bush a Mérida, el Presidente Calderón invitó al corresponsal del Washington Post a que lo acompañara en el TP-01 durante un vuelo de Mexicali al DF. Ahí, el Mandatario mexicano habló sobre su visión y definió la relación bilateral como "compleja y difícil", y calificó de "absurdas" las políticas estadounidenses para ejercer un mayor control fronterizo, incluyendo la construcción del muro. Con ello reafirmó una estrategia basada en el reclamo público como base para replantear los términos de la cooperación bilateral.
El 3 de mayo, el San Antonio Express News reportó que el gobierno de Estados Unidos había decidido entregarle a la AFI un sofisticado sistema para interceptar llamadas telefónicas, correos electrónicos y otras formas de comunicación electrónica. Ese mismo día, el Embajador mexicano ante Washington "aclaró" que el sistema no era una transferencia de gobierno a gobierno, sino que había sido comprado directamente por México, lo cual fue reportado al día siguiente por EL NORTE y otros medios.
Sin embargo, a finales de ese mismo mes, Los Angeles Times precisó que los fondos para la adquisición del equipo sí provenían del Departamento de Estado. "Es una operación del gobierno mexicano financiada por los Estados Unidos", señaló en una cita textual Susan Pittman, funcionaria de ese Departamento, quien pidió que cualquier pregunta al respecto se le hiciera al gobierno de nuestro país. Pero aquí nadie pareció interesado en aclarar de quién es el equipo, con qué dinero se pagó, cuáles fueron las condiciones impuestas para comprarlo y, lo más importante, si hay algún acuerdo para compartir la inteligencia que se derive de su uso.
La historia desapareció gracias a la controversia desatada por la negociación del supuesto "Plan México". El 10 de mayo, la información nuevamente provino del norte, ahora a través del Dallas Morning News. El tema generó un poco más de interés en nuestro país, pero la discusión se limitó a rechazar que esto pudiera representar un esfuerzo similar al "Plan Colombia", ya que no incluiría la participación directa de asesores militares estadounidenses en territorio nacional.
La atención sobre el "Plan México" fue disminuyendo, hasta que el Representante Silvestre Reyes reactivó el tema en la 46 Reunión Interparlamentaria, a principios de junio, en Austin, Texas. Al confirmar frente a los legisladores mexicanos que se había solicitado más ayuda para combatir al narcotráfico y la delincuencia organizada, Reyes volvió a agitar la tormenta. En el Senado las voces se alzaron para exigir que el gobierno mexicano explicara el alcance de las negociaciones. Y, como siempre, desde entonces no se supo nada más.
El tema del "Plan México" desapareció ante el nuevo escándalo desatado desde Estados Unidos, ahora por Zhenli Ye Gong. La historia sobre el supuesto origen de los 205 millones de dólares asegurados en la casa de Las Lomas, urdida por sus abogados estadounidenses, capturó la atención de los medios mexicanos. Ahora que Estados Unidos decidió procesarlo allá antes de considerar la solicitud para que sea extraditado a México, la información sobre las corruptelas que permitieron la importación de la seudoefedrina se convertirá en historias periodísticas que seguirán viniendo del norte.
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