Javier Treviño Cantú
El Norte
15 de agosto de 2007
El encuentro que sostendrán el próximo lunes los líderes de México, Estados Unidos y Canadá en Montebello, Québec, tal vez refleje con más claridad que nunca las desventajas y los límites de la Alianza para la Seguridad y la Prosperidad de América del Norte (ASPAN).
Desde que se lanzó en marzo del 2005, este controvertido mecanismo ha generado más dudas que certidumbre. Su naturaleza opaca, alejada de la luz que pudieran arrojar los congresos de cada país, ha provocado sospechas acerca de sus verdaderos objetivos y alcances.
El propósito de la Alianza es impulsar la competitividad regional y vincular la prosperidad con la seguridad colectiva. Sin embargo, en el caso de nuestros dos vecinos del norte no parece estarlo logrando, como lo muestran dos ejemplos recientes. El primero tiene que ver con la añeja controversia comercial por las exportaciones canadienses de madera "suave". Después del acuerdo alcanzado en octubre del 2006, a principios de este mes la Representante Comercial de Estados Unidos, Susan Schwab, consideró que Canadá estaba violando el convenio y decidió llevar el caso ante la Corte Internacional de Arbitraje de Londres.
El segundo ejemplo son las diferencias por la intención que tiene Canadá de ejercer su soberanía sobre el "paso marítimo del noroeste", que puede conectar a los océanos Pacífico y Atlántico ante el descongelamiento provocado por el calentamiento global.
Estados Unidos sostiene que debe ser un espacio abierto a la navegación internacional, pero el Primer Ministro canadiense, Stephen Harper, tiene otro punto de vista: ha adoptado un discurso nacionalista, señalando que "o ejercen su soberanía o la pierden", e incluso ha tomado decisiones de corte "belicista" para ejercer control sobre el paso marítimo, como la compra de barcos para patrullarlo y el establecimiento de dos nuevas bases militares. Habrá que ver si en la reunión del lunes se da a conocer alguna medida que ayude a romper el hielo entre los aliados, pero parece improbable.
En lo que toca a México, la opacidad de la ASPAN dificulta saber si es el mecanismo a través del cual se está tratando de alcanzar el nuevo esquema de cooperación sobre seguridad con Estados Unidos. Desde que las historias periodísticas provenientes del norte nos alertaron sobre la negociación para dar un nuevo enfoque a la ayuda que ofrece el vecino, nunca se ha planteado que las discusiones se dieran en el marco de la Alianza.
A principios de mes, la más reciente historia nos llegó mediante el Washington Post. Se señalaba que el acuerdo estaba a punto de concretarse y que implicaba la participación activa del Congreso estadounidense, ya que los montos de la ayuda considerados irían de los cientos a los miles de millones de dólares.
Las autoridades mexicanas tuvieron que confirmar la nota, pero los detalles y las condiciones del proyecto siguen manteniéndose en la sombra. Algunos pensaron que la próxima reunión trilateral en Canadá podría servir para hacer el esperado anuncio del llamado "Plan México", pero esto también parece improbable. La participación del Congreso estadounidense en el acuerdo iría en contra del espíritu "discreto" que ha caracterizado a la ASPAN, por lo que hay pocas posibilidades de que se formalice la próxima semana.
En cuanto a la agenda para la prosperidad, la Alianza ha registrado algunos avances importantes. Aunque tampoco se enmarcó como parte de los esfuerzos de la ASPAN, la firma -esta semana- del "Plan Estratégico Aduanero Bilateral México-EU" está plenamente alineada con sus objetivos originales.
Además, la creación de organismos como el Consejo Norteamericano para la Competitividad ha permitido generar relaciones constructivas entre los sectores privados de los tres países y otros actores comprometidos con el avance de la región. Es un esquema valioso, que puede impulsar una participación más activa de nuestras respectivas sociedades en la búsqueda de soluciones eficaces a los retos que compartimos.
Aun así, la Alianza no ha contribuido a superar algunas de nuestras viejas controversias comerciales bilaterales, como el acceso de los camiones de carga mexicanos a Estados Unidos; ni permite abordar con un enfoque regional el tema migratorio. Éste es el principal obstáculo para fortalecer la competitividad de América del Norte, pero como la Alianza no contempla su discusión, seguimos arrastrando un lastre cada vez más pesado.
Hasta ahora, la ASPAN no le ha reportado ventajas clave a México en los principales terrenos de la agenda bilateral: migración, competitividad y seguridad. ¿Cuál es el sentido de mantener la estructura de una Alianza que no nos está produciendo ganancias netas?
Si la Cumbre de Montebello resulta un desencuentro, habrá que buscar en otra parte las definiciones para impulsar una mayor seguridad y prosperidad de América del Norte. Como con tantas otras cosas, primero tendremos que esperar al cambio de administración en Estados Unidos para replantear a fondo estructura, agenda y compromiso con la transparencia de la ASPAN. Claro está, a no ser que México o Canadá se decidan a hacer una propuesta viable para sustituirla por un nuevo mecanismo, que conduzca al establecimiento de una auténtica Alianza.
3 comments:
Are you sure the Montebello Summit is going to be a failure? I think that the meeting is not only going to be a failure. It will become catastrophic!
Thanks for your comment, Jules. I think the meeting will not be catastrophic. The summit will be just business as usual. Perhaps, it will be just low profile.
¡No hubo desencuentro! Más bien, no hubo siquiera un encuentro. La Cumbre no sirvió de mucho. Gracias al huracán Dean, Calderón huyó.
Post a Comment