Javier Treviño Cantú
El Norte
10 de octubre de 2007
Después de una campaña que dividió y enfrentó al país, Costa Rica finalmente votó a favor del acuerdo de libre comercio con Estados Unidos. Era el único país que no había ratificado el tratado negociado en el 2004, junto con Guatemala, El Salvador, Honduras, Nicaragua y la República Dominicana.
La forma en la que se resolvió el asunto representó un proceso único, ya que es la primera vez que la aceptación o el rechazo a un instrumento de este tipo se decide mediante un referéndum. Sin embargo, también es un ejemplo de un proceso mucho más amplio, que está reflejando las tensiones y los temores provocados por la globalización. No sólo entre los países "emergentes", sino también en naciones desarrolladas como la de nuestros vecinos del norte.
Someter el acuerdo a un referéndum representó una prueba de fuego para la democracia costarricense. El Presidente Óscar Arias, consciente del riesgo que significaba para su país quedar aislado de un mecanismo en el que participan todos sus vecinos centroamericanos -excepto Belice y Panamá, que negociaron su propio TLC con Estados Unidos-, decidió jugarse todo a una carta muy arriesgada.
El ejercicio democrático acabó contando con todos los elementos para darle un tono dramático a la contienda. Se enfrentaron dos bandos claramente definidos, con el gobierno, la mayoría del sector privado e incluso Washington a favor del "sí", y un grupo muy diverso a favor del "no". Entre ellos estaban sindicatos, grupos de académicos y estudiantes, sectores políticos de centro-izquierda, miembros de la iglesia católica y organizaciones sociales.
El proceso estuvo marcado por el escándalo. El vicepresidente Kevin Casas tuvo que renunciar, tras la filtración de un memorándum en el que recomendaba emprender una campaña para provocar temor entre los trabajadores afectados por el rechazo al acuerdo. El grupo opositor también buscó generar miedo, argumentando que la apertura de sectores como el agropecuario o el de las telecomunicaciones traería consecuencias devastadoras.
Además, las encuestas generaron incertidumbre. Dos meses antes, los sondeos daban como ganador al "sí", pero en las últimas semanas el "no" cerró la brecha y, a unos días de la votación, el periódico Al Día le daba una mínima ventaja a los oponentes del acuerdo. Las encuestas fueron atinadas, ya que el resultado final fue muy cerrado: con un 60 por ciento de participación, 51.6 por ciento estuvo a favor y 48.4 por ciento en contra, según los últimos datos disponibles.
Lo más delicado es que los estrategas de ambos lados convirtieron el referéndum en una lucha de clases entre "ricos y pobres"; entre aquellos dispuestos a competir en el terreno de la dura economía globalizada, contra los defensores de una economía nacionalista y de una cultura con características propias.
En realidad esto no es sorprendente. Como lo muestra una encuesta sobre percepciones globales del Centro Pew (http://pewresearch.org/pubs/607/global-trade-immigration), el temor a los efectos del libre comercio y la migración internacional está manifestándose con más fuerza que nunca.
En los 47 países donde se realizó el estudio, la mayoría de los participantes reconoció los beneficios del comercio global y la economía de mercado. Esto fue más notorio en regiones como Asia y América Latina; sin embargo, destacó que el "entusiasmo" por el libre comercio ha disminuido significativamente durante los pasados cinco años en países como Estados Unidos, Italia, Francia y el Reino Unido.
Prácticamente en todos los lugares incluidos en la encuesta la gente dijo temer una pérdida de su cultura tradicional e identidad nacional. Por la misma razón, la mayoría también manifestó que éstas deberían ser protegidas contra las "amenazas externas".
El aspecto más preocupante de la encuesta es que el temor a otras influencias culturales y el desencanto con las ventajas que ofrece el libre comercio se reflejan en una inquietud generalizada por los efectos de la migración internacional. Tanto en países ricos como en los que están en proceso de desarrollo, una amplia mayoría de los encuestados -incluyendo 71 por ciento en México- se mostró a favor de imponer controles migratorios más estrictos.
Como lo hemos visto en nuestro país, desde mediados de los años 80, y especialmente a raíz del TLC con Estados Unidos y Canadá, la globalización nos ha brindado muchas oportunidades. Al mismo tiempo, nos ha planteado retos que no hemos logrado enfrentar con la velocidad y la precisión necesarias para que sus beneficios alcancen a la gran mayoría de los mexicanos.
Esto se muestra con todo su dramatismo en el éxodo de los millones de migrantes indocumentados que se han ido a Estados Unidos para encontrar trabajos mejor pagados. Ahora, ellos son los que están sufriendo a nivel local las consecuencias del fracaso para alcanzar una reforma migratoria integral en Washington.
La ratificación por parte de Costa Rica del acuerdo comercial tendrá consecuencias no sólo para ese país, sino para toda la región en donde México está buscando recuperar su liderazgo. Esperemos que nuestra experiencia, y las de tantos otros países que están luchando por aprovechar lo mejor de la globalización, les sirva para no cometer los mismos errores que nosotros no hemos sabido reconocer, ni superar.
4 comments:
El libre comercio es un motor de crecimiento económico para cualquier país.
La migración ilegal es una amenaza para cualquier país.
¿Y ustedes qué opinan de las relaciones entre la Unión Europea y América Latina? ¿No creen que nuestros países están desperdiciando una oportunidad?
México debería tener una estrategia clara para la Cumbre Unión Europea-América Latina que se celebrará en Perú el próximo año.
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