Javier Treviño Cantú
El Norte
21 de noviembre de 2007
México no fue incluido en el estudio publicado en 2003 por Goldman Sachs que dio origen al concepto de "economías emergentes BRIC", las siglas que identifican a Brasil, Rusia, India y China. Muchos han insistido en que nuestro país debe ser considerado en ese grupo de potencias regionales.
Más allá de buenos deseos, lo que hace falta es lo que en el mundo de los negocios se conoce como "benchmarking": una evaluación sistemática para analizar y comparar los procesos de un país con los de otras naciones líderes, a fin de obtener información que ayude a tomar decisiones y mejorar el desempeño propio.
Este benchmarking se podría iniciar en un área clave para la competitividad global: el desarrollo de infraestructura. El Foro Económico Mundial lo ubicó como el segundo pilar de su Índice de Competitividad Global 2007-2008. En este apartado, China ocupa el lugar 52, seguido por México en el sitio 61, Rusia en el 65, India en el 67 y Brasil en el 78.
Según algunos cálculos, tan sólo entre 2004 y 2006, China invirtió más de 950 mil millones de dólares en infraestructura. Es una cifra descomunal, que ha soportado tasas anuales de crecimiento superiores al 10 por ciento desde 2005. El costo, por supuesto, también ha sido enorme.
Por ejemplo, a un año de que la Presa de las Tres Gargantas fuera oficialmente terminada, el Wall Street Journal señaló en agosto pasado que plantea graves "peligros encubiertos", incluyendo contaminación, deslaves y otros desastres ecológicos a escala gigantesca.
Poco después, en un foro público, un alto funcionario chino reconoció abiertamente que el riesgo de una "catástrofe ambiental" merecía ser atendido. Lo destacado no fue que lo aceptara, sino que la agencia oficial de noticias Xinhua difundió ampliamente sus comentarios, provocando aun más dudas acerca del impacto que tendrá la presa.
La India, en cambio, ha logrado crecer a tasas cercanas al 9 por ciento anual, pero con grandes rezagos en su infraestructura. Existe un consenso en el sentido de que éste es el principal factor que está frenando un crecimiento aún más elevado, por lo que el gobierno calcula invertir 320 mil millones de dólares de aquí al 2012.
La pregunta que todos se hacen es si el dinero se gastará en forma adecuada. Como señala un reporte de Chatham House (sede del Real Instituto de Asuntos Internacionales del Reino Unido), la crisis de la infraestructura en la India tiene causas fundamentalmente políticas, ya que los recursos se asignan con base en criterios clientelares -sobre todo en los estados-, y no existe un marco regulatorio eficaz.
Por su parte, Rusia anunció un ambicioso programa para convertirse en la quinta economía mundial antes del 2020. Según el Financial Times, en septiembre el gobierno ruso reveló un plan a 10 años para invertir mil billones de dólares en su deteriorada infraestructura.
Un proyecto de estas dimensiones sólo se explica por dos razones. Primero, porque el cambio estructural en el mercado energético global le permite anticipar que seguirá contando con grandes flujos de efectivo provenientes de las exportaciones de petróleo y gas natural. Segundo, por que el estricto control político ejercido por el Presidente Putin y su equipo cercano "facilita" definir, sin mayores discusiones, los proyectos a los que se canalizarán los recursos.
En cuanto a Brasil, la administración encabezada por el Presidente Lula da Silva anunció en enero del 2007 un Plan para Acelerar el Crecimiento de la economía. Su objetivo es elevar la tasa actual, de menos de 3 por ciento en promedio, a 5 por ciento anual, para lo cual contempla destinar 250 mil millones de dólares a infraestructura hasta el 2010.
Según Paulo Sotero, director del Instituto Brasil del Centro Woodrow Wilson, el proyecto fue recibido con escepticismo por los analistas y la comunidad financiera internacional, debido a los antecedentes de corrupción e ineficiencia asociados a estos proyectos. Confirmando lo anterior, hace unos meses The Economist reportó que la mayoría de los planes para este año estaban retrasados.
En nuestro caso, el gobierno mexicano parece tener claro que la infraestructura es un asunto prioritario. El Presidente Calderón dio a conocer en julio el Programa Nacional de Infraestructura 2007-2012, que considera una inversión total cercana a los 250 mil millones de dólares, de los cuales 50 mil se ejercerán el próximo año.
Los esfuerzos de los BRICs nos dejan algunas lecciones que pueden ser útiles: 1) No todo es cuestión de dinero. Para que la nueva infraestructura contribuya al desarrollo sustentable del país, debe tomarse en cuenta su impacto ambiental y el efecto sobre las poblaciones vecinas. 2) Es indispensable contar con marcos regulatorios bien definidos y ejercer una transparencia ejemplar, para asegurar que los recursos lleguen a donde deben. 3) Se requiere un esfuerzo conjunto con los gobiernos estatales para definir las acciones que exigen las localidades y evitar que se diseñen desde un escritorio en la capital. 4) Se necesitan políticas de comunicación eficaces para superar el escepticismo que, por razones históricas muy presentes en la memoria colectiva, despiertan este tipo de iniciativas. Y, por último, lo que también hace falta es un verdadero benchmarking.
Wednesday, November 21, 2007
Wednesday, November 07, 2007
A un año de la elección
Javier Treviño Cantú
El Norte
7 de noviembre de 2007
Aun año de la elección presidencial en Estados Unidos, es claro que México estará muy presente en un proceso con características poco usuales. Esto, sumado a las políticas migratorias de la saliente administración Bush y las fricciones que provocará la llamada Iniciativa Mérida, sin duda pondrá a prueba la relación bilateral a lo largo de todo el 2008.
Por primera vez en casi medio siglo, ninguno de los precandidatos estadounidense es un Vicepresidente en funciones, con lo que la competencia se ha emparejado. Entre los aspirantes del Partido Republicano, el ex Alcalde de Nueva York, Rudy Giuliani, lleva una ligera ventaja, pero la lucha se mantiene muy cerrada. Por el Partido Demócrata, la Senadora Hillary Clinton sigue al frente en la mayoría de las encuestas, y las posibilidades de que logre obtener la candidatura son muy altas.
Sin embargo, la idea de que su triunfo era "inevitable" se esfumó el martes de la semana pasada. Durante un debate, la Senadora Clinton acaparó los cuestionamientos de sus rivales demócratas, y también del moderador, Tim Russert. Uno de los entrevistadores más serios y duros de la televisión estadounidense, Russert insistió en pedirle que respondiera sin ambigüedades si apoyaba la iniciativa del Gobernador de Nueva York para que los inmigrantes indocumentados puedan tener una licencia de manejar.
Para sorpresa de todos, la Senadora Clinton perdió su aplomo. No logró responder en forma contundente, y reafirmó la imagen de que busca quedar bien con todos los electores: sostuvo que "tenía sentido" dar licencias para conducir a los inmigrantes, pero sin respaldar la propuesta del Gobernador Eliot Spitzer. El traspié se magnificó, porque al día siguiente "jugó" con el tema del género, al señalar que los demás aspirantes demócratas la habían "atacado" no por ser mujer, sino por ir adelante.
Además de mostrar que ni la candidatura, ni el triunfo en la elección del 4 de noviembre de 2008, de la Senadora Clinton están asegurados, el incidente finalmente logró poner a la migración en el centro del debate electoral estadounidense.
El futuro de los millones de inmigrantes indocumentados que ya se encuentran en Estados Unidos, y la forma de evitar que sigan llegando sin control nuevas oleadas de trabajadores a través de la frontera con México, se ha convertido en un tema fundamental de la agenda de política interna de ese país.
Desde el fracaso de la reforma migratoria integral, el Gobierno del Presidente Bush está aplicando con todo rigor las leyes vigentes para detectar, detener y deportar a la mayor cantidad posible de indocumentados, así como para avanzar a marchas forzadas con la construcción de las bardas físicas y virtuales en la frontera. Mientras tanto, a nivel local se sigue restringiendo el acceso de los migrantes a servicios básicos y beneficios como las licencias de manejo, provocando tensiones cada vez más difíciles de manejar.
En este marco, los precandidatos del Partido Republicano ya parecen haber hecho sus cálculos. Si bien su dureza frente al tema migratorio les puede costar el apoyo del electorado "hispano", parecen confiar en que el resto de los votantes los respaldará para hacerse cargo de un asunto de "seguridad nacional": un terreno donde siempre han llevado ventaja frente al Partido Demócrata.
A pesar de su carácter internacional, parecería que el Gobierno mexicano ya reconoció y aceptó que la migración sea tratada como un tema estadounidense "interno". La "desmigratización" de la agenda bilateral se mantiene como uno de los pilares de nuestra política hacia el vecino del norte. Una de las posibles explicaciones es que se haya decidido mantener un perfil bajo para no "contaminar" la negociación de la Iniciativa Mérida.
El esfuerzo para elevar la cooperación en materia de seguridad ha resultado un ejercicio muy controvertido. No se ha generado la percepción de que se trató de una propuesta del Gobierno mexicano para cambiar los términos del esfuerzo bilateral y lograr que nuestros vecinos asuman una mayor responsabilidad en el combate al crimen organizado transnacional. En cambio, la estrategia de comunicación seguida ha reafirmado la imagen de un México apegado a la agenda definida por Estados Unidos desde el lanzamiento, en el 2005, de la Alianza para la Seguridad y la Prosperidad de América del Norte.
En el 2008, el recrudecimiento del clima antiinmigrante en Estados Unidos, la conclusión de la apertura del mercado agropecuario bajo el TLCAN -en un momento en que los precios de los granos muestran una tendencia global al alza-, y el proceso para echar a andar la Iniciativa Mérida, estarán formando un "caldo de cultivo" ideal para que las tensiones entre los dos países crezcan como la espuma.
A un año de la elección, si no se hace un corte de caja y se afinan las estrategias, es muy probable que, cuando sepamos quién es el próximo Presidente -o Presidenta- de Estados Unidos, iniciemos la siguiente etapa de la relación bilateral en medio de un clima de agravios y recriminaciones. La política exterior de México se pondrá a prueba. ¿Tendremos la capacidad para atender la gran cantidad de temas que nos unen más que nunca y, a la vez, nos distancian como siempre?
El Norte
7 de noviembre de 2007
Aun año de la elección presidencial en Estados Unidos, es claro que México estará muy presente en un proceso con características poco usuales. Esto, sumado a las políticas migratorias de la saliente administración Bush y las fricciones que provocará la llamada Iniciativa Mérida, sin duda pondrá a prueba la relación bilateral a lo largo de todo el 2008.
Por primera vez en casi medio siglo, ninguno de los precandidatos estadounidense es un Vicepresidente en funciones, con lo que la competencia se ha emparejado. Entre los aspirantes del Partido Republicano, el ex Alcalde de Nueva York, Rudy Giuliani, lleva una ligera ventaja, pero la lucha se mantiene muy cerrada. Por el Partido Demócrata, la Senadora Hillary Clinton sigue al frente en la mayoría de las encuestas, y las posibilidades de que logre obtener la candidatura son muy altas.
Sin embargo, la idea de que su triunfo era "inevitable" se esfumó el martes de la semana pasada. Durante un debate, la Senadora Clinton acaparó los cuestionamientos de sus rivales demócratas, y también del moderador, Tim Russert. Uno de los entrevistadores más serios y duros de la televisión estadounidense, Russert insistió en pedirle que respondiera sin ambigüedades si apoyaba la iniciativa del Gobernador de Nueva York para que los inmigrantes indocumentados puedan tener una licencia de manejar.
Para sorpresa de todos, la Senadora Clinton perdió su aplomo. No logró responder en forma contundente, y reafirmó la imagen de que busca quedar bien con todos los electores: sostuvo que "tenía sentido" dar licencias para conducir a los inmigrantes, pero sin respaldar la propuesta del Gobernador Eliot Spitzer. El traspié se magnificó, porque al día siguiente "jugó" con el tema del género, al señalar que los demás aspirantes demócratas la habían "atacado" no por ser mujer, sino por ir adelante.
Además de mostrar que ni la candidatura, ni el triunfo en la elección del 4 de noviembre de 2008, de la Senadora Clinton están asegurados, el incidente finalmente logró poner a la migración en el centro del debate electoral estadounidense.
El futuro de los millones de inmigrantes indocumentados que ya se encuentran en Estados Unidos, y la forma de evitar que sigan llegando sin control nuevas oleadas de trabajadores a través de la frontera con México, se ha convertido en un tema fundamental de la agenda de política interna de ese país.
Desde el fracaso de la reforma migratoria integral, el Gobierno del Presidente Bush está aplicando con todo rigor las leyes vigentes para detectar, detener y deportar a la mayor cantidad posible de indocumentados, así como para avanzar a marchas forzadas con la construcción de las bardas físicas y virtuales en la frontera. Mientras tanto, a nivel local se sigue restringiendo el acceso de los migrantes a servicios básicos y beneficios como las licencias de manejo, provocando tensiones cada vez más difíciles de manejar.
En este marco, los precandidatos del Partido Republicano ya parecen haber hecho sus cálculos. Si bien su dureza frente al tema migratorio les puede costar el apoyo del electorado "hispano", parecen confiar en que el resto de los votantes los respaldará para hacerse cargo de un asunto de "seguridad nacional": un terreno donde siempre han llevado ventaja frente al Partido Demócrata.
A pesar de su carácter internacional, parecería que el Gobierno mexicano ya reconoció y aceptó que la migración sea tratada como un tema estadounidense "interno". La "desmigratización" de la agenda bilateral se mantiene como uno de los pilares de nuestra política hacia el vecino del norte. Una de las posibles explicaciones es que se haya decidido mantener un perfil bajo para no "contaminar" la negociación de la Iniciativa Mérida.
El esfuerzo para elevar la cooperación en materia de seguridad ha resultado un ejercicio muy controvertido. No se ha generado la percepción de que se trató de una propuesta del Gobierno mexicano para cambiar los términos del esfuerzo bilateral y lograr que nuestros vecinos asuman una mayor responsabilidad en el combate al crimen organizado transnacional. En cambio, la estrategia de comunicación seguida ha reafirmado la imagen de un México apegado a la agenda definida por Estados Unidos desde el lanzamiento, en el 2005, de la Alianza para la Seguridad y la Prosperidad de América del Norte.
En el 2008, el recrudecimiento del clima antiinmigrante en Estados Unidos, la conclusión de la apertura del mercado agropecuario bajo el TLCAN -en un momento en que los precios de los granos muestran una tendencia global al alza-, y el proceso para echar a andar la Iniciativa Mérida, estarán formando un "caldo de cultivo" ideal para que las tensiones entre los dos países crezcan como la espuma.
A un año de la elección, si no se hace un corte de caja y se afinan las estrategias, es muy probable que, cuando sepamos quién es el próximo Presidente -o Presidenta- de Estados Unidos, iniciemos la siguiente etapa de la relación bilateral en medio de un clima de agravios y recriminaciones. La política exterior de México se pondrá a prueba. ¿Tendremos la capacidad para atender la gran cantidad de temas que nos unen más que nunca y, a la vez, nos distancian como siempre?
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