Javier Treviño Cantú
El Norte
7 de noviembre de 2007
Aun año de la elección presidencial en Estados Unidos, es claro que México estará muy presente en un proceso con características poco usuales. Esto, sumado a las políticas migratorias de la saliente administración Bush y las fricciones que provocará la llamada Iniciativa Mérida, sin duda pondrá a prueba la relación bilateral a lo largo de todo el 2008.
Por primera vez en casi medio siglo, ninguno de los precandidatos estadounidense es un Vicepresidente en funciones, con lo que la competencia se ha emparejado. Entre los aspirantes del Partido Republicano, el ex Alcalde de Nueva York, Rudy Giuliani, lleva una ligera ventaja, pero la lucha se mantiene muy cerrada. Por el Partido Demócrata, la Senadora Hillary Clinton sigue al frente en la mayoría de las encuestas, y las posibilidades de que logre obtener la candidatura son muy altas.
Sin embargo, la idea de que su triunfo era "inevitable" se esfumó el martes de la semana pasada. Durante un debate, la Senadora Clinton acaparó los cuestionamientos de sus rivales demócratas, y también del moderador, Tim Russert. Uno de los entrevistadores más serios y duros de la televisión estadounidense, Russert insistió en pedirle que respondiera sin ambigüedades si apoyaba la iniciativa del Gobernador de Nueva York para que los inmigrantes indocumentados puedan tener una licencia de manejar.
Para sorpresa de todos, la Senadora Clinton perdió su aplomo. No logró responder en forma contundente, y reafirmó la imagen de que busca quedar bien con todos los electores: sostuvo que "tenía sentido" dar licencias para conducir a los inmigrantes, pero sin respaldar la propuesta del Gobernador Eliot Spitzer. El traspié se magnificó, porque al día siguiente "jugó" con el tema del género, al señalar que los demás aspirantes demócratas la habían "atacado" no por ser mujer, sino por ir adelante.
Además de mostrar que ni la candidatura, ni el triunfo en la elección del 4 de noviembre de 2008, de la Senadora Clinton están asegurados, el incidente finalmente logró poner a la migración en el centro del debate electoral estadounidense.
El futuro de los millones de inmigrantes indocumentados que ya se encuentran en Estados Unidos, y la forma de evitar que sigan llegando sin control nuevas oleadas de trabajadores a través de la frontera con México, se ha convertido en un tema fundamental de la agenda de política interna de ese país.
Desde el fracaso de la reforma migratoria integral, el Gobierno del Presidente Bush está aplicando con todo rigor las leyes vigentes para detectar, detener y deportar a la mayor cantidad posible de indocumentados, así como para avanzar a marchas forzadas con la construcción de las bardas físicas y virtuales en la frontera. Mientras tanto, a nivel local se sigue restringiendo el acceso de los migrantes a servicios básicos y beneficios como las licencias de manejo, provocando tensiones cada vez más difíciles de manejar.
En este marco, los precandidatos del Partido Republicano ya parecen haber hecho sus cálculos. Si bien su dureza frente al tema migratorio les puede costar el apoyo del electorado "hispano", parecen confiar en que el resto de los votantes los respaldará para hacerse cargo de un asunto de "seguridad nacional": un terreno donde siempre han llevado ventaja frente al Partido Demócrata.
A pesar de su carácter internacional, parecería que el Gobierno mexicano ya reconoció y aceptó que la migración sea tratada como un tema estadounidense "interno". La "desmigratización" de la agenda bilateral se mantiene como uno de los pilares de nuestra política hacia el vecino del norte. Una de las posibles explicaciones es que se haya decidido mantener un perfil bajo para no "contaminar" la negociación de la Iniciativa Mérida.
El esfuerzo para elevar la cooperación en materia de seguridad ha resultado un ejercicio muy controvertido. No se ha generado la percepción de que se trató de una propuesta del Gobierno mexicano para cambiar los términos del esfuerzo bilateral y lograr que nuestros vecinos asuman una mayor responsabilidad en el combate al crimen organizado transnacional. En cambio, la estrategia de comunicación seguida ha reafirmado la imagen de un México apegado a la agenda definida por Estados Unidos desde el lanzamiento, en el 2005, de la Alianza para la Seguridad y la Prosperidad de América del Norte.
En el 2008, el recrudecimiento del clima antiinmigrante en Estados Unidos, la conclusión de la apertura del mercado agropecuario bajo el TLCAN -en un momento en que los precios de los granos muestran una tendencia global al alza-, y el proceso para echar a andar la Iniciativa Mérida, estarán formando un "caldo de cultivo" ideal para que las tensiones entre los dos países crezcan como la espuma.
A un año de la elección, si no se hace un corte de caja y se afinan las estrategias, es muy probable que, cuando sepamos quién es el próximo Presidente -o Presidenta- de Estados Unidos, iniciemos la siguiente etapa de la relación bilateral en medio de un clima de agravios y recriminaciones. La política exterior de México se pondrá a prueba. ¿Tendremos la capacidad para atender la gran cantidad de temas que nos unen más que nunca y, a la vez, nos distancian como siempre?
3 comments:
Neither Clinton, nor Giuliani would win the election. Take a look at two heavyweights: Gore and Bloomberg. Those are good news for Mexico!
Ni Patricia Espinosa ni Felipe Calderón entienden las relaciones México-Estados Unidos. Nunca han estado cerca de los temas de la relación bilateral. Son inexpertos. No se puede esperar mucho de ellos. ¿Pondrán a Sarukhán de Canciller?
Ojalá se lance Gore, es la mejor opción, para representar al pais, además de que sus ideas han sido siempre congruentes con su actuar a diferencia de la Senadora Clinton que cambia mucho sus planteamientos. www.futurismoglobal.com
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