Javier Treviño Cantú
El Norte
13 de febrero de 2008
Igual que hace 20 años, la relación entre México y Estados Unidos sigue centrada en los mismos temas que ocuparon a Miguel de la Madrid y Ronald Reagan. Y así como ocurrió en la gira de 1991 del presidente Carlos Salinas, es evidente que nunca existe un momento ideal para hacer acto de presencia en tierras vecinas con objeto de promover intereses mutuos que, al mismo tiempo, son parte fundamental de la agenda interna de cada país.
Hace dos décadas, un día como hoy de la Madrid y Reagan tuvieron su último encuentro en Mazatlán. Gracias a un acuerdo para que las diferencias por Centroamérica no opacaran el evento, las pláticas se concentraron en la economía y la cooperación antinarcóticos. O, más bien, la falta de cooperación.
Según el New York Times (Clash over drugs as Reagan meets with Mexico chief, 14/02/1988), de la Madrid insistió en que todo el problema se debía al consumo de los vecinos, y en su brindis durante la cena denunció que “en ciertos sectores” de Estados Unidos no se apreciaban los esfuerzos de México para combatir el narcotráfico.
Detrás de estas tensiones se encontraba el infame proceso de “certificación”. Como señaló el diario, muchos funcionarios del vecino país creían que México no cooperaba lo suficiente, pero tampoco querían suspender toda la ayuda por que el impacto sería contraproducente.
En la carta que envió al Congreso en abril de ese mismo año para pedir la certificación (http://www.presidency.ucsb.edu/ws/?pid=35678), Reagan sostenía que “si bien México continuará su propia lucha contra el narcotráfico, podría cortar la relación con Estados Unidos para el programa de erradicación aérea de cultivos y rechazar la ayuda por $814.5 millones de dólares que le damos actualmente. El resultado seguramente será un incremento del flujo de drogas a Estados Unidos”.
Palabras más, palabras menos, el monto de los apoyos y los argumentos son básicamente los mismos que presentaron la semana pasada los funcionarios estadounidenses que testificaron ante su Congreso, para “convencer” a los legisladores de que deben aprobar los recursos para la Iniciativa Mérida.
El otro tema del encuentro entre de la Madrid y Reagan fue la economía. Después de un sexenio en crisis, la deuda externa había alcanzado límites insostenibles y México necesitaba el respaldo de Estados Unidos para aplicar un programa que aliviara la presión. Por su parte, Reagan llegaba decidido a impulsar uno de sus proyectos preferidos: el Mercado Común de América del Norte.
Las pláticas no prosperaron en Mazatlán. Las esperanzas de la Madrid y, sobre todo, de su sucesor, estaban puestas en las negociaciones para concluir la Ronda Uruguay del GATT. El mismo New York Times (Ailing Mexico economy will be a focus of talks, 12/02/1988), citaba declaraciones del candidato Salinas, quien consideraba que las diferencias entre México y Estados Unidos eran “tan grandes, que no creo que un mercado común le ofrezca una ventaja a ninguno de los dos países”.
Su visión no tardaría en cambiar. Tres años después, el TLC se había convertido en la mejor opción para crecer. En su libro México, un paso difícil a la modernidad, el ex mandatario describe la ofensiva de cabildeo y promoción que desarrolló su gobierno en Estados Unidos para lograr la aprobación.
Salinas llevó a cabo una gira por varias ciudades de la Unión Americana en 1991. Después de entrevistarse con el primer Presidente Bush en Houston y de reunirse en Canadá con el Primer Ministro Mulroney, Salinas regresó a Boston para un encuentro en la universidad de Harvard. Ahí acuñó una de sus frases memorables: “México quiere exportar bienes y no personas”. El lunes pasado, en la misma universidad el Presidente Calderón pronunció palabras muy parecidas: “yo no estoy tratando de colocar a la gente allá, sino que estoy luchando arduamente por preservar las oportunidades para las personas en México”.
Salinas se trasladó de Boston a Chicago, donde fue el primer mandatario mexicano en ir al barrio de La Villita, otro de los lugares visitados por el Presidente Calderón. Y, en lugar de ir a California como el actual presidente, Salinas viajó a Texas para reforzar el apoyo de las comunidades hispanas al TLC.
Como toda historia, la relación entre los dos países cumple sus ciclos, y esta vez le correspondió al Presidente Calderón cerrar uno de ellos con su primera gira a Estados Unidos. Sin embargo, no podemos esperar que el viaje produzca resultados dramáticos a corto plazo.
Todavía habrá que esperar para ver si la economía mexicana agarra un “catarrito” o toda una gripe por la desaceleración estadounidense, pero los esfuerzos orientados a diversificar los mercados para nuestras exportaciones tomarán un buen tiempo.
La posibilidad de replantear un acuerdo migratorio bilateral o, al menos, influir para que se emprenda una reforma migratoria integral, deberá esperar a que la Casa Blanca tenga un nuevo inquilino.
El aumento de la cooperación para enfrentar al crimen organizado, también tendrá que esperar a que los Presidentes Calderón y Bush precisen los avances de la Iniciativa Mérida, durante la reunión trilateral que tendrán en abril con el mandatario canadiense en Nueva Orleans.
Todo cambió entre México y Estados Unidos en los últimos 20 años. Pero, a la vez, el nuevo ciclo que acaba de completarse parece indicar que la historia de nuestra relación sigue siendo la misma de siempre.
2 comments:
Great article. What happened then during the Fox Administration?
El problema de Fox es que tuvo una enfermedad que se llama incompetencia política. Además tuvo un par de Cancilleres (Castañeda y Derbez) que estaban en la etapa crónica de esa enfermedad.
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