Javier Treviño Cantú
El Norte
21 de mayo de 2008
La reciente reunión Cumbre entre la Unión Europea (UE) y los países de América Latina y el Caribe (ALC), reafirmó la percepción de que nuestra capacidad para traducir esa relación en un activo que nos reporte mayores beneficios, sigue siendo muy limitada.
Desde los atentados del 11 de septiembre de 2001, Estados Unidos redujo su atención hacia Latinoamérica. El subsecretario de Estado Tom Shannon ha reconocido que su país ya no es el “socio por excelencia” en nuestra región. Hace poco, el Council on Foreign Relations (CFR) publicó un reporte que coincide con esta visión.
El informe del CFR señala que “la era de la influencia hegemónica de Estados Unidos en América Latina terminó”. Considera que el vecino del norte debería dedicarle más atención a cuatro temas: pobreza y desigualdad, seguridad pública, migración y seguridad energética. Sugiere que Estados Unidos se concentre en fortalecer sus relaciones con México y Brasil, y en redefinirlas con Venezuela y Cuba.
La quinta Cumbre EU-ALC, celebrada en Lima, Perú, se articuló precisamente en torno a dos grandes ejes: por un lado, pobreza, desigualdad y cohesión social; por el otro, desarrollo sostenible, cambio climático, medio ambiente y energía.
La reunión arrancó entre señales preocupantes. No asistieron los mandatarios de Gran Bretaña, Francia e Italia, restándole estatura al evento. Justo un día antes de que iniciara, Interpol validó la información de las computadoras aseguradas por Colombia, durante el ataque al campamento de las FARC en Ecuador. Las posibilidades de un nuevo choque tensaron el ambiente.
El presidente peruano, Alan García, se apuntó un logro diplomático al evitar que las diferencias entre sus vecinos acapararan la atención. La Cumbre fue calificada como una de las más fructíferas que se han realizado. La Declaración de Lima tiene mucha sustancia, aunque el formato de la reunión y la amplitud de los temas abordados hicieron que se diluyera la trascendencia de los acuerdos.
Tras bambalinas, se registraron fricciones delicadas. Según el diario El País: “Europa ha decidido variar drásticamente su relación económica, y en el fondo también política, con los países de la zona, dando prioridad a unos sobre otros. Aunque la declaración final enfatiza que la prioridad política es lograr acuerdos por bloques, como el Mercosur o la Comunidad Andina, las trabas puestas por Venezuela y Bolivia han llevado a los europeos a optar por la negociación individual del libre comercio”.
En medio de las turbulencias, el presidente Felipe Calderón tuvo una buena Cumbre en Lima. La mesa de trabajo que presidió le permitió enfocarse en el tema de la seguridad alimentaria. Su propuesta de crear un Fondo Verde, que complemente esfuerzos para reducir el impacto del cambio climático, fue bien recibida, y se confirmó una línea de crédito por 50 millones de euros para programas ambientales en México.
Además, al mismo tiempo que la Iniciativa Mérida avanzaba de manera condicionada por el Congreso de Estados Unidos, la Declaración incluyó un compromiso para impulsar una mayor cooperación en materia de seguridad, en particular para combatir el narcotráfico, con base en el principio de la co-responsabilidad.
Sin duda, la cereza del pastel fue que se formalizó la designación de México como “socio estratégico” de la UE. La medida representa un espaldarazo a las aspiraciones de nuestro país para ser considerado como una de las principales potencias emergentes del escenario internacional. Aparte de Estados Unidos, la UE solamente había incluido en este exclusivo club a Canadá, Japón, Rusia, India, China, Sudáfrica y Brasil.
La noticia se filtró poco antes de la visita que realizó a nuestro país el presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durao Barroso. Quizás por ello, el anuncio no fue promovido por los encargados de la comunicación gubernamental. Incluso, en la conferencia de prensa conjunta que ofrecieron ambos presidentes en Los Pinos, el tema fue completamente opacado por la reiteración del controvertido llamado que hizo Felipe Calderón, a cerrar filas en torno a su estrategia para combatir al crimen organizado.
El embajador de la UE ante México, Mendel Goldstein, reveló que México fue el que pidió que se le diera el mismo trato que a Brasil (Reforma, “Dice UE que México pidió ser estratégico”, 09/05/2008). Sin embargo, ningún funcionario explicó a los medios el sentido y alcance del nombramiento. Las razones para hacerlo quizás sean evidentes; pero, sin argumentos claros por parte del gobierno, la designación acabó resultando deslucida.
La próxima Cumbre UE-ALC se realizará hasta el 2010, en España, cuando varios países del área estaremos festejando el bicentenario de nuestra independencia.
Para entonces, quizás sabremos si la intención de buscar esta sociedad estratégica era llevar nuestra relación con Europa a un plano cualitativamente superior, para tratar de equilibrar el peso de nuestra cercanía a los Estados Unidos y proyectarnos como una auténtica potencia emergente en un escenario global marcadopor la a-polaridad. O tal vez nos enteraremos que se trató de un ejercicio más de relaciones públicas para mejorar nuestra imagen internacional.
Wednesday, May 21, 2008
Wednesday, May 07, 2008
México y la elección de EU
Javier Treviño Cantú
El Norte
7 de mayo de 2008
Después de los resultados de ayer en las elecciones primarias de Indiana y Carolina del Norte, aún nadie puede predecir quién ganará la candidatura demócrata a la Presidencia de Estados Unidos, y mucho menos quién ocupará la Casa Blanca a partir del próximo año. La contienda se ha convertido en un drama verdaderamente épico.
Por un lado, los protagonistas. En la esquina de los demócratas, Hillary Clinton, una mujer que busca reinventarse a sí misma como una estadista con peso político propio, en contra de Barack Obama, un sofisticado pero inexperto Senador afroamericano, que intenta encarnar la esperanza del cambio con una forma post-moderna de hacer política.
Los demócratas siguen enfrascados en una lucha interna fratricida, que les puede significar la derrota ante su oponente republicano: John McCain, un héroe de guerra, capaz de sobreponerse a todo para seguir en la pelea, e incluso con posibilidades de ganar, a pesar de la lamentable situación en que deja al vecino país la administración Bush.
Por otro lado, un escenario marcado por el miedo. Los votantes de la superpotencia mundial se acercan a la hora de las definiciones atemorizados por el impacto de la desaceleración económica y de los profundos ajustes que implica la competencia económica global. También, por las consecuencias de las guerras contra Irak y Afganistán, y por la pérdida de su “poder suave” ante el rechazo generalizado a prácticas ilegales, como la tortura para combatir al terrorismo, o reprobables, como la construcción de la barda en la frontera con México.
En esta lucha épica por la Presidencia de Estados Unidos, también entra la redefinición a corto plazo de la relación con nuestro país.
La semana pasada estuve en Washington para participar en Vanguardia Latina, la extensión del Espacio de vinculación que ha abierto Televisa. Ahí comenté que, desde la perspectiva mexicana, con la elección en Estados Unidos está en juego: 1) la oportunidad de que las relaciones mejoren y se busque una solución integral a los retos comunes que enfrentamos en materia de seguridad, migración y competitividad; 2) el riesgo de que las relaciones empeoren por falta de voluntad, incapacidad institucional o la adopción de políticas proteccionistas; y 3) la probabilidad de que se mantenga la situación actual, sin grandes cambios, para ir sobrellevando una relación incómoda para todos.
El contraste entre los precandidatos demócratas y el republicano es muy claro, sobre todo respecto al libre comercio. Por ello, hay quienes opinan que la elección de McCain ofrecería mejores opciones para nuestro país.
Debido a que es un republicano curtido en temas de seguridad nacional, se considera que existirían mayores probabilidades de que mantenga la Alianza para la Seguridad y la Prosperidad de América del Norte. En particular, la elección de McCain quizás represente la mejor oportunidad para que se concrete la Iniciativa Mérida, propuesta por el presidente Calderón.
McCain también ha sido consistente en su postura a favor de una reforma integral al sistema migratorio de Estados Unidos. Pero, sobre todo, su abierto rechazo a cualquier posibilidad de replantear los términos actuales del TLC, es lo que despierta mayores esperanzas de que la relación se mantuviera en el rumbo correcto.
Con todas sus fallas y limitaciones, el Tratado ha sido clave para establecer reglas claras y generar una confianza que se traduzca en inversiones productivas de largo plazo. Sin embargo, los Senadores Obama y Clinton han insistido en que, de ganar la Presidencia, procederían de inmediato a renegociar el TLC. Una cosa es la retórica de campaña y otra muy diferente el difícil arte de gobernar, pero con sus repetidas declaraciones, han metido el tema en una camisa de once varas de la que no se podrán escapar.
Un viraje proteccionista radical representa el mayor factor de riesgo pare el futuro de las relaciones bilaterales. Es imposible subestimar el deseo de cambio que existe en Estados Unidos. A pesar de los temores que puedan despertar ambos precandidatos demócratas, eso significa que la probabilidad de que alguno de los dos triunfe en las elecciones de noviembre es alta.
El gobierno mexicano no tiene tiempo que perder. Además de mantener el barco a flote ante el recrudecimiento de la lucha contra el crimen organizado y el vendaval económico global, necesita fortalecer su capacidad para defender los derechos de nuestros connacionales en el vecino país ante la creciente ola antiinmigrante, y promover los intereses de México.
El futuro cambio de gobierno en Estados Unidos no sólo exige a México preparativos para ser anfitriones de la próxima cumbre de la ASPAN, ni reclamos altisonantes para que los vecinos se hagan corresponsables de la inseguridad que nos azota.
Hoy por hoy, ante la posibilidad real de una administración Obama o Clinton, el gobierno mexicano quizás debería empezar por revisar a fondo la estrategia de comunicación y cabildeo que permitió alcanzar la firma del TLC en 1993.
En estos años, la llegada del Internet y las redes de organizaciones han generado cambios estructurales en los dos países. Actualmente, desarrollar un esfuerzo similar para asegurar la supervivencia del TLC sería mil veces más complejo. Es hora de anticipar riesgos.
El Norte
7 de mayo de 2008
Después de los resultados de ayer en las elecciones primarias de Indiana y Carolina del Norte, aún nadie puede predecir quién ganará la candidatura demócrata a la Presidencia de Estados Unidos, y mucho menos quién ocupará la Casa Blanca a partir del próximo año. La contienda se ha convertido en un drama verdaderamente épico.
Por un lado, los protagonistas. En la esquina de los demócratas, Hillary Clinton, una mujer que busca reinventarse a sí misma como una estadista con peso político propio, en contra de Barack Obama, un sofisticado pero inexperto Senador afroamericano, que intenta encarnar la esperanza del cambio con una forma post-moderna de hacer política.
Los demócratas siguen enfrascados en una lucha interna fratricida, que les puede significar la derrota ante su oponente republicano: John McCain, un héroe de guerra, capaz de sobreponerse a todo para seguir en la pelea, e incluso con posibilidades de ganar, a pesar de la lamentable situación en que deja al vecino país la administración Bush.
Por otro lado, un escenario marcado por el miedo. Los votantes de la superpotencia mundial se acercan a la hora de las definiciones atemorizados por el impacto de la desaceleración económica y de los profundos ajustes que implica la competencia económica global. También, por las consecuencias de las guerras contra Irak y Afganistán, y por la pérdida de su “poder suave” ante el rechazo generalizado a prácticas ilegales, como la tortura para combatir al terrorismo, o reprobables, como la construcción de la barda en la frontera con México.
En esta lucha épica por la Presidencia de Estados Unidos, también entra la redefinición a corto plazo de la relación con nuestro país.
La semana pasada estuve en Washington para participar en Vanguardia Latina, la extensión del Espacio de vinculación que ha abierto Televisa. Ahí comenté que, desde la perspectiva mexicana, con la elección en Estados Unidos está en juego: 1) la oportunidad de que las relaciones mejoren y se busque una solución integral a los retos comunes que enfrentamos en materia de seguridad, migración y competitividad; 2) el riesgo de que las relaciones empeoren por falta de voluntad, incapacidad institucional o la adopción de políticas proteccionistas; y 3) la probabilidad de que se mantenga la situación actual, sin grandes cambios, para ir sobrellevando una relación incómoda para todos.
El contraste entre los precandidatos demócratas y el republicano es muy claro, sobre todo respecto al libre comercio. Por ello, hay quienes opinan que la elección de McCain ofrecería mejores opciones para nuestro país.
Debido a que es un republicano curtido en temas de seguridad nacional, se considera que existirían mayores probabilidades de que mantenga la Alianza para la Seguridad y la Prosperidad de América del Norte. En particular, la elección de McCain quizás represente la mejor oportunidad para que se concrete la Iniciativa Mérida, propuesta por el presidente Calderón.
McCain también ha sido consistente en su postura a favor de una reforma integral al sistema migratorio de Estados Unidos. Pero, sobre todo, su abierto rechazo a cualquier posibilidad de replantear los términos actuales del TLC, es lo que despierta mayores esperanzas de que la relación se mantuviera en el rumbo correcto.
Con todas sus fallas y limitaciones, el Tratado ha sido clave para establecer reglas claras y generar una confianza que se traduzca en inversiones productivas de largo plazo. Sin embargo, los Senadores Obama y Clinton han insistido en que, de ganar la Presidencia, procederían de inmediato a renegociar el TLC. Una cosa es la retórica de campaña y otra muy diferente el difícil arte de gobernar, pero con sus repetidas declaraciones, han metido el tema en una camisa de once varas de la que no se podrán escapar.
Un viraje proteccionista radical representa el mayor factor de riesgo pare el futuro de las relaciones bilaterales. Es imposible subestimar el deseo de cambio que existe en Estados Unidos. A pesar de los temores que puedan despertar ambos precandidatos demócratas, eso significa que la probabilidad de que alguno de los dos triunfe en las elecciones de noviembre es alta.
El gobierno mexicano no tiene tiempo que perder. Además de mantener el barco a flote ante el recrudecimiento de la lucha contra el crimen organizado y el vendaval económico global, necesita fortalecer su capacidad para defender los derechos de nuestros connacionales en el vecino país ante la creciente ola antiinmigrante, y promover los intereses de México.
El futuro cambio de gobierno en Estados Unidos no sólo exige a México preparativos para ser anfitriones de la próxima cumbre de la ASPAN, ni reclamos altisonantes para que los vecinos se hagan corresponsables de la inseguridad que nos azota.
Hoy por hoy, ante la posibilidad real de una administración Obama o Clinton, el gobierno mexicano quizás debería empezar por revisar a fondo la estrategia de comunicación y cabildeo que permitió alcanzar la firma del TLC en 1993.
En estos años, la llegada del Internet y las redes de organizaciones han generado cambios estructurales en los dos países. Actualmente, desarrollar un esfuerzo similar para asegurar la supervivencia del TLC sería mil veces más complejo. Es hora de anticipar riesgos.
Subscribe to:
Posts (Atom)