Javier Treviño Cantú
El Norte
22 de abril de 2009
En su visita a México y la Cumbre de las Américas, el Presidente Obama llegó, sedujo a todo el mundo, y se regresó a Washington. Pero eso no significa que se haya tratado de un simple ejercicio cosmético de diplomacia pública. Todo lo contrario: Obama apenas acaba de empezar a mover sus piezas en el nuevo escenario regional que está conformándose y, detrás de sus palabras, hay sustancia.
El embajador de México ante Estados Unidos ha dicho que nuestros dos países tienen que “dejar de jugar ‘damas’ y empezar a jugar ajedrez”, para darle un sentido estratégico a la relación. Después de la visita de Obama, el tablero ya cambió, y ahora le toca mover al gobierno mexicano.
El viaje a América Latina se enmarca dentro de la definición de lo que ya empieza a conocerse como la nueva “ doctrina Obama” de política exterior. Al terminar la Cumbre, Obama señaló que busca aplicar dos principios básicos: primero, el reconocimiento de que ningún país, por poderoso que sea, puede resolver por sí solo los grandes retos globales. Y, segundo, que los valores representados por Estados Unidos siguen teniendo validez universal, por lo que la mejor forma de promoverlos es mantenerse fiel a ellos para predicar con el ejemplo.
Aunque es temprano para hablar de una “doctrina Obama”, tres elementos adicionales pueden darle forma: 1) la decisión de enfrentar una enorme cantidad de asuntos al mismo tiempo; 2) la aparente seriedad con la que asume las responsabilidades de Estados Unidos, ante situaciones como la violencia en México por el combate a la delincuencia organizada; y 3) la adopción de iniciativas pragmáticas, de “bajo costo” económico y político.
Durante su breve estancia en nuestro país tuvimos varias muestras de estas características. En materia de seguridad, si bien rechazó enfrentar a los poderosos grupos de interés para reforzar el control sobre la venta de armas de alto poder, el enfoque integral que están adoptando las agencias civiles y militares involucradas en la cooperación con México, simplemente no tiene precedentes. Es un esfuerzo que requerirá un profundo cambio para superar el déficit histórico de coordinación entre ellos, y también con las autoridades mexicanas a todos niveles.
Esa transformación, y el nombramiento de Alan Bersin como nuevo “Zar Fronterizo” del Departamento de Seguridad Territorial, le exigen a México un esfuerzo correspondiente. Reforzar la coordinación entre las dependencias del Gabinete de Seguridad se vuelve un auténtico “imperativo de Estado”, y designar a un funcionario de alto nivel como contraparte de Bersin es una decisión impostergable.
En el terreno migratorio, Obama decidió añadir la discusión de la reforma integral a su complicada agenda interna, y obtuvo el apoyo tentativo de las principales organizaciones sindicales de su país. Con ello, volvió a colocar el tema entre las prioridades de la relación con México, y también nos ubicó en el centro de un debate estadounidense políticamente “tóxico”, para el que debemos estar bien preparados.
Igualmente, Obama acabó por descartar la renegociación de los acuerdos paralelos del TLC. Después de la preocupación que reiteró el Presidente Calderón en Los Pinos, y de medir el ambiente en la Cumbre de las Américas, Obama instruyó a su Representante Comercial, Ron Kirk, para que busque una solución “sin reabrir el Tratado”.
El pragmatismo de Obama ya quedó demostrado. Lo que falta por comprobar es otra de sus cualidades características: la perseverancia. En la conferencia de prensa con el Presidente Calderón, Obama reconoció que la clave para mejorar la relación estará en darle un seguimiento sistemático a los esfuerzos conjuntos, y para ello se necesita un mecanismo igualmente conjunto de evaluación que permita realizar ajustes oportunos.
Supuestamente, en materia de seguridad la evaluación será responsabilidad de la Oficina Bilateral de Implementación, que se establecerá en la Ciudad de México para coordinar la cooperación. Pero, ante las sospechas que ya desató, habría que evitar que se convierta en otra versión del infame proceso de “certificación” que tantas fricciones causó antes.
El enfoque pragmático que se está adoptando para conducir el inicio de la nueva etapa en la relación bilateral tiene sus ventajas, sobre todo ante la urgencia que significa coordinar esfuerzos para combatir a la delincuencia organizada, reactivar la economía, regular una migración ordenada y segura, e impulsar el desarrollo fronterizo.
Sin embargo, la necesidad de resolver los pendientes urgentes ha hecho que se posponga la definición de un proyecto común con visión de largo plazo. Esa tarea está relacionada con el futuro de América del Norte, pero todo parece indicar que habrá que esperar hasta agosto —cuando se reúnan en México los mandatarios de los tres países del área bajo el esquema de la ASPAN—, para saber si mantendrán un esquema “de bajo costo” que les permita sobrellevar un desarrollo regional muy por debajo de su potencial, o si optarán por pensar en grande para empezar a jugar ajedrez.
Wednesday, April 22, 2009
Wednesday, April 08, 2009
Multitasking
Javier Treviño Cantú
El Norte
8 de abril de 2009
En las últimas semanas, varias giras internacionales, reuniones cumbre y la reacción que desató Corea del Norte al lanzar un “cohete”, son algunos de los acontecimientos que reflejan el profundo proceso de reacomodo geopolítico que está ocurriendo actualmente.
El sistema mundial está en un proceso de cambio multidimensional, donde una gran cantidad de eventos trascendentes ocurren al mismo tiempo. Esta “simultaneidad” se ha convertido en un factor que incrementa exponencialmente las dificultades para tomar decisiones en un escenario cada vez más dinámico.
Por ejemplo, en el caso de México, la Visita de Estado del Presidente Felipe Calderón al Reino Unido se magnificó al coincidir con la Cumbre del G-20. Su encuentro con el anfitrión de la reunión multilateral — el Primer Ministro Gordon Brown— y la oportunidad de dirigirse al Parlamento británico, le ofrecieron una plataforma mucho más visible para lanzar su mensaje contra las políticas comerciales proteccionistas. El tema es clave para México, por las tendencias que han manifestado en ese sentido la administración Obama y el Congreso estadounidense.
La visita del Presidente Calderón también coincidió con el más reciente desencuentro con los vecinos del norte. Éste se debió a la confusión sobre la supuesta exigencia de un aumento mayúsculo en los recursos de la Iniciativa Mérida, a la comparación que hizo Obama entre Calderón y Elliot Ness, y a las señales contradictorias sobre una mayor cooperación entre las fuerzas armadas de ambos países.
Sin embargo, la falta de coincidencia entre la comunicación de los dos países fue superada por otro evento paralelo: la visita a México de la Secretaria de Seguridad Territorial de Estados Unidos, Janet Napolitano, y del Procurador General de Justicia, Eric Holder, donde se reafirmó el mensaje de co-responsabilidad en la lucha contra la delincuencia organizada, la atención del fenómeno migratorio y el enfoque a largo plazo sobre la frontera común.
Otro ejemplo de esta simultaneidad fue el debut de Barack Obama en el escenario internacional. Con su gira por Europa, Turquía e Irak logró distanciarse de la fallida política exterior unilateral de su antecesor, y empezar a retomar un liderazgo mundial todavía incierto.
En Londres, Obama contribuyó al éxito relativo de la reunión del G-20, al conciliar posturas con la dupla franco-alemana y mediar entre China y Francia para alcanzar un delicado equilibrio en el comunicado final. Durante la cumbre de la OTAN, en Estrasburgo, obtuvo un apoyo prácticamente simbólico de la Unión Europea para apuntalar el esfuerzo en Afganistán. Y, en Praga, al mismo tiempo que proponía retomar el tema del desarme nuclear, Corea del Norte lanzaba su misil.
El evento marcó la primera crisis internacional que la nueva administración estadounidense deberá canalizar a través del Consejo de Seguridad de la ONU, y coincidió con la presidencia rotativa que le corresponde ejercer durante abril precisamente a México. Nuestro país parecía preparado para atender la agenda “rutinaria” del organismo, pero ahora deberá hacerse cargo de un asunto que marcará los cambiantes equilibrios de poder en la política de seguridad multilateral.
Por si faltara algo, a la vez que Obama buscaba recuperar terreno en Europa, contener el resurgimiento de Rusia y tender puentes con el mundo islámico mediante su visita a Turquía, otros actores también andaban de gira para reforzar sus propios espacios en el tablero geopolítico: el Presidente Hugo Chávez realizaba su séptima visita oficial a Irán—como parte de un viaje que además lo llevó a Qatar, Japón y China—, donde se anunció la creación de un Banco Binacional Irán-Venezuela.
El escenario global sin duda está caracterizado por una agenda cada vez más compleja, con temas “transversales” que exigen una atención constante y un tratamiento integral. En especial, el carácter simultáneo de los distintos procesos geopolíticos —incluyendo la crisis económica, la recomposición de alianzas bilaterales y regionales, el cambio climático y una larga lista de asuntos relevantes—, hace evidente la necesidad para cualquier gobierno de contar con cuatro elementos esenciales:
1) Una visión estratégica de conjunto, que permita aplicar políticas consistentes y realizar ajustes tácticos constantes; 2) una capacidad de análisis y diagnóstico superlativa, para identificar tendencias y acontecimientos previsibles con la mayor anticipación posible; 3) una coordinación mucho más estrecha, tanto entre todas las áreas gubernamentales como con los sectores empresarial, académico y social; y, 4) una política de comunicación eficaz, que maximice los resultados y reduzca los espacios para las fricciones.
Como lo señaló el Presidente Obama, Estados Unidos no puede ser el único país que cambie, y un primer paso recomendable para México es reconocer que se necesita actuar en varios planos a la vez. El “multitasking” no es una moda, sino una virtud esencial en el nuevo entorno global que está conformándose a toda velocidad.
El Norte
8 de abril de 2009
En las últimas semanas, varias giras internacionales, reuniones cumbre y la reacción que desató Corea del Norte al lanzar un “cohete”, son algunos de los acontecimientos que reflejan el profundo proceso de reacomodo geopolítico que está ocurriendo actualmente.
El sistema mundial está en un proceso de cambio multidimensional, donde una gran cantidad de eventos trascendentes ocurren al mismo tiempo. Esta “simultaneidad” se ha convertido en un factor que incrementa exponencialmente las dificultades para tomar decisiones en un escenario cada vez más dinámico.
Por ejemplo, en el caso de México, la Visita de Estado del Presidente Felipe Calderón al Reino Unido se magnificó al coincidir con la Cumbre del G-20. Su encuentro con el anfitrión de la reunión multilateral — el Primer Ministro Gordon Brown— y la oportunidad de dirigirse al Parlamento británico, le ofrecieron una plataforma mucho más visible para lanzar su mensaje contra las políticas comerciales proteccionistas. El tema es clave para México, por las tendencias que han manifestado en ese sentido la administración Obama y el Congreso estadounidense.
La visita del Presidente Calderón también coincidió con el más reciente desencuentro con los vecinos del norte. Éste se debió a la confusión sobre la supuesta exigencia de un aumento mayúsculo en los recursos de la Iniciativa Mérida, a la comparación que hizo Obama entre Calderón y Elliot Ness, y a las señales contradictorias sobre una mayor cooperación entre las fuerzas armadas de ambos países.
Sin embargo, la falta de coincidencia entre la comunicación de los dos países fue superada por otro evento paralelo: la visita a México de la Secretaria de Seguridad Territorial de Estados Unidos, Janet Napolitano, y del Procurador General de Justicia, Eric Holder, donde se reafirmó el mensaje de co-responsabilidad en la lucha contra la delincuencia organizada, la atención del fenómeno migratorio y el enfoque a largo plazo sobre la frontera común.
Otro ejemplo de esta simultaneidad fue el debut de Barack Obama en el escenario internacional. Con su gira por Europa, Turquía e Irak logró distanciarse de la fallida política exterior unilateral de su antecesor, y empezar a retomar un liderazgo mundial todavía incierto.
En Londres, Obama contribuyó al éxito relativo de la reunión del G-20, al conciliar posturas con la dupla franco-alemana y mediar entre China y Francia para alcanzar un delicado equilibrio en el comunicado final. Durante la cumbre de la OTAN, en Estrasburgo, obtuvo un apoyo prácticamente simbólico de la Unión Europea para apuntalar el esfuerzo en Afganistán. Y, en Praga, al mismo tiempo que proponía retomar el tema del desarme nuclear, Corea del Norte lanzaba su misil.
El evento marcó la primera crisis internacional que la nueva administración estadounidense deberá canalizar a través del Consejo de Seguridad de la ONU, y coincidió con la presidencia rotativa que le corresponde ejercer durante abril precisamente a México. Nuestro país parecía preparado para atender la agenda “rutinaria” del organismo, pero ahora deberá hacerse cargo de un asunto que marcará los cambiantes equilibrios de poder en la política de seguridad multilateral.
Por si faltara algo, a la vez que Obama buscaba recuperar terreno en Europa, contener el resurgimiento de Rusia y tender puentes con el mundo islámico mediante su visita a Turquía, otros actores también andaban de gira para reforzar sus propios espacios en el tablero geopolítico: el Presidente Hugo Chávez realizaba su séptima visita oficial a Irán—como parte de un viaje que además lo llevó a Qatar, Japón y China—, donde se anunció la creación de un Banco Binacional Irán-Venezuela.
El escenario global sin duda está caracterizado por una agenda cada vez más compleja, con temas “transversales” que exigen una atención constante y un tratamiento integral. En especial, el carácter simultáneo de los distintos procesos geopolíticos —incluyendo la crisis económica, la recomposición de alianzas bilaterales y regionales, el cambio climático y una larga lista de asuntos relevantes—, hace evidente la necesidad para cualquier gobierno de contar con cuatro elementos esenciales:
1) Una visión estratégica de conjunto, que permita aplicar políticas consistentes y realizar ajustes tácticos constantes; 2) una capacidad de análisis y diagnóstico superlativa, para identificar tendencias y acontecimientos previsibles con la mayor anticipación posible; 3) una coordinación mucho más estrecha, tanto entre todas las áreas gubernamentales como con los sectores empresarial, académico y social; y, 4) una política de comunicación eficaz, que maximice los resultados y reduzca los espacios para las fricciones.
Como lo señaló el Presidente Obama, Estados Unidos no puede ser el único país que cambie, y un primer paso recomendable para México es reconocer que se necesita actuar en varios planos a la vez. El “multitasking” no es una moda, sino una virtud esencial en el nuevo entorno global que está conformándose a toda velocidad.
Subscribe to:
Posts (Atom)