Lo bueno y lo malo de los “superpoderes” de Internet
Javier Treviño
@javier_trevino
A medida que nuestra vida diaria depende cada vez más de Internet, deberíamos preguntarnos si esta tecnología nos permite convivir en una era de mayor libertad o si, en realidad, la ha limitado. La conectividad nos soluciona la vida. Desafortunadamente, todavía, no todos tienen acceso a Internet ni a la economía digital.
Steve Johnson patentó el algoritmo de compresión que America Online usó para crear las primeras imágenes en línea en 1993, allanando el camino para lo que ahora se conoce como “streaming”. Después de que AOL compró la empresa Johnson-Grace en 1996, Johnson dirigió la división de investigación y desarrollo en AOL. Hace unos días, publicó un ensayo en el sitio del Belfer Center de la Escuela Kennedy de Gobierno de Harvard (y está escribiendo un libro sobre la regulación de Internet).
Me llamó la atención que, según el autor, Internet podría destruir algunas de las herramientas esenciales para una sociedad civilizada y equipar a las personas con "superpoderes" que podrían ser buenos o afectar nuestro albedrío. Concluye que la regulación actual, centrada en la privacidad de los datos y la desinformación, pasa por alto esta gran amenaza social y que las autoridades deberían ocuparse de civilizar la Web.
Es interesante –y preocupante—la propuesta de Johnson: Estados Unidos necesita una agencia dedicada a empoderar a los ciudadanos para que puedan autogobernarse en el ciberespacio, para las generaciones venideras. Esto reforzará la defensa estratégica de Estados Unidos contra los ataques cibernéticos. El ensayo explica que reforzar la civilidad y la transparencia de nuestras vidas cibernéticas también promete reducir nuestra vulnerabilidad a los ataques.
Johnson es categórico cuando dice que “el problema poco reconocido es que el ciberespacio aplana la Tierra en dos dimensiones: a) reduce los sentidos de las personas a un monitor y un “mouse”; y b) tira por la ventana la identidad, la permanencia y la autenticidad. En esta realidad alterada, las dos piedras angulares de la auto-gestión --el juicio y la confianza-- se derrumban. La auto-gestión es la capacidad de manejar nuestros asuntos e interacciones con otros con una supervisión mínima. Sin ella, la libertad puede colapsar en el caos o, peor aún, en el cautiverio. Internet puede estar poniendo la auto-gestión a la prueba más dura de su historia”.
Las medidas para combatir el robo de identidad, la publicidad invasiva o el “ransomware” pasan por alto un desafío más serio. Nuestra vulnerabilidad va al corazón de lo que ha permitido a las personas interactuar colegiadamente a lo largo de la historia: reputación, identidad, solidez y autenticidad. Los reguladores también deben ver Internet a través de una lente antropológica para comprender cómo ayudar a las personas a gobernar sus vidas digitales con éxito. El objetivo es equipar a los ciberciudadanos para navegar y tomar decisiones tanto en línea como fuera de línea, pero sin sobrecargar Internet con intervenciones. No bastan los ajustes editoriales.
En el ensayo, Johnson destaca tres componentes de la libertad: alcance, elección y transparencia.
a) El alcance marca nuestro perímetro y nos sitúa en el mundo. Es nuestro vecindario, lugar de culto, fuentes de noticias, familia y amigos; lo que define lo que encontramos a diario; idealmente es rico en lo que deseamos y escaso en peligros y daños.
b) La elección es nuestra reducción a aquellos elementos o interacciones que deseamos considerar más de cerca. Examinamos la superficie de las cosas, incluidas las personas, para estimar lo que hay dentro, eligiéndolas en función de su empaque, apariencia o nombre.
c) Cuando hacemos una elección, la transparencia es la claridad del intercambio. Complementa el contenido con el contexto detrás de los símbolos, que siempre son sólo una abreviatura. La transmisión nunca basta; el contexto es todo lo demás. Incorporamos el contexto y la historia disponibles en nuestra experiencia y respuesta, ya sea creencia, acción, emoción o indiferencia.
Cuando el alcance, la elección y la transparencia funcionan bien, hay libertad para acceder al mundo y al conocimiento para comprenderlo. Los reguladores deben ver cómo el Internet afecta dónde se sientan las personas (alcance), cómo navegan sus alternativas (elección) y cómo procesan lo que eligen (transparencia).
Pero también debemos considerar que existen “superpoderes” cibernéticos de Internet, que amenazan los componentes de la libertad: intercepción, invisibilidad e inteligencia.
a) La intercepción, como la teletransportación, es la capacidad de insertarse en el espacio de otra persona sin permiso, lo que amenaza al “alcance”. Cuanto más cerca e íntimos sean nuestros dispositivos, más fácil será la intercepción.
b) La invisibilidad, como el cambio de forma, es la capacidad de cambiar de identidad a voluntad, lo que amenaza la “elección”. Internet proporciona alias ilimitados (nombres de cuenta, direcciones de correo electrónico) a bajo costo, sin medios para verificarlos, ni vincularlos entre aplicaciones o garantizar que durarán.
c) La inteligencia, como la lectura de la mente, es el conocimiento del paradero y las intenciones de alguien, que puede usarse para encontrarlos e influir en ellos, lo que amenaza la “transparencia”. Las aplicaciones y dispositivos de recopilación de datos financian la superpotencia de inteligencia.
Cuando un extraño pueden ingresar libremente a nuestro espacio, cambiar a cualquier identidad y conocernos mejor de lo que nos conocemos nosotros mismos, nos sentimos amenazados. Cuando nos sentimos rodeados de adversarios con “superpoderes”, nos atrevemos a cambiar nuestra libertad por protección.
Y Johnson hace referencia a una “Ley de intimidad creciente”: cuanto más personales sean nuestros dispositivos (teléfonos inteligentes, relojes, computadoras portátiles, cajas de voz y dispositivos superiores del futuro), más fuertes serán los “superpoderes”. Y se convertirán en una amenaza creciente. Es el dilema de la era de Internet: progreso y vulnerabilidad a la vez, que erosionan la sociedad.
Internet no es sólo una carretera, sino también el vehículo, el terreno, el punto de partida y el destino. Gestionamos nuestras experiencias de vida en Internet. Nos proporciona aplicaciones, motores de búsqueda y dispositivos que utilizamos para configurar nuestro alcance, nuestras alternativas entre las que elegimos. Una vez que tomamos una decisión, debemos asegurarnos de que los elementos sean genuinos. Ninguna experiencia está completamente sola. El contexto siempre es necesario para una comprensión completa. Por lo tanto, se necesita transparencia.
Los reguladores de todo el mundo ya enfrentan las “superpotencias”. Algunos restringen la recopilación de datos (inteligencia) y la publicidad dirigida (intercepción). Otros exigen una identidad persistente (invisibilidad). Pero se necesita un equilibrio, porque la regulación no debe desmantelar las “superpotencias” por completo. Deshacer indiscriminadamente los “superpoderes” mataría el progreso junto con el peligro.
Por todo esto, Johnson, en su ensayo, propone al gobierno de Estados Unidos algunas recomendaciones:
1. Establecer una agencia gubernamental a nivel de gabinete responsable de la gobernanza de Internet. La misión amplia es asegurar que los ciudadanos del ciberespacio puedan buscar oportunidades deseables (alcance), con información adecuada para decidir entre ellas (elección) y claridad para experimentar fielmente lo que eligen (transparencia). Lo que se quiere es proteger la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad en Internet.
2. La nueva agencia debe restaurar las facultades que equipan a las personas para confiar unas en otras, navegar con precisión y juzgar con sensatez. La agencia colaborará con la industria para equipar a los usuarios con "sentidos, juicios y razones " confiables (por ejemplo, identificación, autenticación de video, etiquetado de aplicaciones) y restaurar en el entorno cibernético las "leyes naturales" críticas (por ejemplo, permanencia, verificabilidad) que son necesarias para permitir a los usuarios autogobernarse con confianza, dentro de las reglas establecidas.
3. Internet requiere el marco cognitivo para sus usuarios y los contornos como protección contra incursiones que buscarían interrumpir o manipular la auto-gestión. Se debe aclarar la propiedad de los datos y establecer un protocolo que permita a los usuarios otorgar permisos para cualquier proveedor; establecer las reglas por las cuales las entidades pueden tocar datos; y métodos para particionar los datos de modo que se puedan respaldar reglas y controles separados para diferentes categorías de datos. La nueva agencia generaría un tablero para el monitoreo de los usuarios de los datos recopilados, los conocimientos extraídos y los usos por parte de cada proveedor con el que tienen un acuerdo de privacidad.
4. Los resultados públicos deseables no siempre se obtendrán de personas virtuosas y bien informadas. La nueva agencia debe velar siempre por el bien común. Y dado que Internet es un espacio compartido, un recurso global sin fronteras fáciles de manejar, la agencia de Estados Unidos debería promulgar principios y servir como modelo para agencias similares en todo el mundo. Podría considerarse también una autoridad multilateral, encargada de pronosticar y planificar el avance de la inteligencia global.
En síntesis, Steve Johnson nos dice que Internet es interactivo, produce datos, es inteligente e inmediato, y más que cualquier otro medio, permite el anonimato. Estos “superpoderes” producen gran parte de las maravillas de Internet, pero también tienen un lado más oscuro: potencian la vigilancia, son invasivos y reducen la rendición de cuentas. El gran reto es que muy pocos países estarían a la altura de una regulación adecuada. Peor aún, algunos gobiernos se distinguen por su incompetencia.
https://www.sdpnoticias.com/opinion/lo-bueno-y-lo-malo-de-los-superpoderes-de-internet/
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