Javier Treviño Cantú
El Norte
23 de junio de 2005
En un vuelo reciente, de regreso de Nueva York, me encontré la edición especial por el 75 aniversario de la revista Fortune. Tenía varias opciones: hojearla, leerla o regresarla a la bolsa del asiento delantero. Decidí revisarla con cuidado, porque incluye una serie de artículos sobre un tema fundamental para México: el arte de tomar decisiones.
Nuestras vidas están llenas de decisiones. Algunas son trascendentes, complejas o monumentales. Otras son sencillas, fáciles de tomar, poco complicadas. Todo depende de nuestro carácter, preparación, conocimiento y, por supuesto, capacidad de decisión. Pero lo que es un hecho es que tenemos que decidir, y eso significa descartar todas las demás opciones que consideramos al principio.
Muchas de las decisiones que tomamos resultan equivocadas. Pero eso no es lo mismo que tomar malas decisiones. Cuando no tenemos toda la información o todos los elementos para decidir, el resultado probablemente será muy distinto al que esperábamos. En cambio, cuando sabemos lo suficiente para entender que puede ser una decisión equivocada y aun así la tomamos, estamos tomando una mala decisión. Las equivocaciones son parte de la vida, pero las malas decisiones se pueden evitar o, por lo menos, prevenir.
En México, los ciudadanos tenemos que tomar decisiones. Nuestro país sigue debatiéndose entre la parálisis y el retroceso. Los temas fundamentales, como una reforma educativa y muchos otros de igual importancia, son rebasados por los escándalos políticos. Las situaciones de emergencia que se presentan en terrenos como el de la inseguridad -producto a su vez de la falta de capacidad, o voluntad, para tomar decisiones eficaces a tiempo- hacen que toda la atención se centre en asuntos coyunturales.
Si queremos consolidar nuestra democracia, contar con una economía competitiva y una mejor calidad de vida, los ciudadanos tenemos que estar dispuestos a tomar la decisión más difícil de todas: escoger a la mejor gente para sacar adelante al País. Por supuesto, no vivimos en un mundo ideal, y hasta el momento las opciones que existen parecen ser francamente limitadas. Por esa misma razón, los ciudadanos tenemos que estar preparados, y comprometidos, a tomar la mejor decisión no sólo para cada uno, sino también para el conjunto de la sociedad.
Como se señala en Fortune, una de las peores cosas que existen es la incertidumbre. No saber lo que ocurrirá es una fuente de tensión para todos. Sin embargo, ésa es la esencia misma del futuro, por lo que las decisiones que tomamos en el presente son las que pueden reducir los riesgos que enfrentemos mañana. Aunque el reportaje de la revista está orientado principalmente al mundo de los negocios -y considerando que no existen "recetas" para tomar decisiones infalibles-, plantea algunos puntos que podemos adaptar y considerar para prevenir algo que luego podríamos lamentar:
1. Nunca vamos a tener toda la información necesaria. Un análisis serio y detallado es la base de cualquier buena decisión. La cuestión es que nunca vamos a contar con toda la información que quisiéramos para decidir. Esto puede hacer que se posponga la decisión o que, aún peor, no se tome. En nuestro caso, esto equivaldría al abstencionismo, y ésa es la peor decisión de todas. Lo primero que hay que hacer es optar por la democracia, lo cual significa estar dispuestos a votar en forma razonada.
2. Más vale malo por conocido, que bueno por conocer. Independientemente de lo exitoso que pueda, o no, ser un gobierno, en el dinámico entorno global que vivimos hay que estar dispuestos a cambiar en forma constante. Pero el cambio no debe significar un salto al vacío de lo desconocido, ni un cambio por el cambio mismo, sino la opción de seguir un nuevo rumbo claramente definido.
3. Los líderes son electos para tomar decisiones. Ésa es su principal obligación y responsabilidad. Pero en ninguna parte del mundo se espera que un Presidente democráticamente electo sepa todo ni tenga todas las respuestas. En cambio, lo que un líder sí debe tener es un claro sentido de la dirección en la que hay que ir, así como colaboradores que le ofrezcan opciones viables, y que no le digan solamente lo que creen que quiere escuchar.
4. Se deben encontrar formas de aliviar la ansiedad. Un nivel de tensión relativamente bajo puede ser productivo, ya que ayuda a concentrar la atención en resolver un problema específico. En cambio, un alto nivel de ansiedad puede llevar a la parálisis. Sin duda, la ansiedad que vivimos los ciudadanos es cada vez más alta, pero no podemos dejar que nos rebase. Si bien tenemos que estar muy atentos al proceso electoral, también debemos ocuparnos de asuntos más productivos para el País.
5. Es posible pasar del instinto a la razón. Cuando enfrentamos escenarios demasiado complejos, muchas veces tendemos a tomar decisiones de manera "instintiva", basadas en el impacto emocional que nos provoca una situación o una persona. En la era de la "democracia por televisión", la capacidad de un candidato para "conectar" con el electorado puede ser determinante. Lamentablemente, la experiencia reciente nos indica que una decisión poco razonada puede conducir al fracaso. Necesitamos "educar" a nuestros instintos y razonar lo más posible nuestra decisión.
6. Una decisión individual tiene impacto colectivo. A pesar de que es muy difícil separar los intereses personales de los del resto de la sociedad, existe una "brújula" que nos puede orientar. Imaginemos que México es una persona y que, como cualquier ser humano, quiere vivir muchos años, estar seguro, prosperar, tener buenas relaciones con sus vecinos y ser respetado por la comunidad.
Para los candidatos, la elección presidencial es "una venta de un solo día". Quieren que un domingo vayamos a las casillas y compremos la propuesta que nos hacen con nuestro voto. En cambio, para los mexicanos ese domingo representa decidir al hombre y al equipo que nos deben guiar por las aguas turbulentas de la globalización durante seis largos años. Cuando llegue el momento, vamos a tener que tomar una decisión. Ojalá que no sea una mala decisión.
javier.trevino.c@gmail.com
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