Javier Treviño Cantú
El Norte
4 de agosto de 2005
Con la aprobación del nuevo Acuerdo de Libre Comercio entre Estados Unidos, Guatemala, El Salvador, Honduras, Nicaragua, Costa Rica y la República Dominicana -conocido como CAFTA-, el Presidente George W. Bush colocó una nueva pieza en el rompecabezas que está intentando armar para reforzar la seguridad nacional y elevar la competitividad económica de su país. Para completarlo, sin embargo, entre otras piezas le hace falta una que es clave: la reforma prometida a su sistema migratorio.
Existe un consenso en el sentido de que el alcance económico y comercial del CAFTA es relativamente limitado. En conjunto, el mercado que representan los cinco países centroamericanos y la República Dominicana es menor a los 50 millones de consumidores. Según cifras citadas por el periódico The Wall Street Journal, las exportaciones anuales de Estados Unidos a la zona han fluctuado durante los últimos años alrededor de los 15 mil millones de dólares. Un 80 por ciento de los productos manufacturados que envían los países participantes a Estados Unidos ya está libre de tarifas arancelarias.
Por ello, la decisión con la que el Presidente de Estados Unidos impulsó este mecanismo sorprendió a muchos sectores. Sin embargo, Bush aplicó toda la capacidad de su gobierno para asegurar que el Congreso lo aprobara, porque en realidad forma parte de un esquema más amplio. El mandatario estadounidense ha ido colocando pieza tras pieza para alcanzar el objetivo central de garantizar la seguridad de su país, incluyendo algunas como las siguientes.
Primera. El CAFTA viene a sumarse a otras iniciativas regionales, en particular la Alianza para la Seguridad y Prosperidad de América del Norte, firmada en marzo con México y Canadá, y cuyos primeros avances se presentaron en junio pasado. El establecimiento de un "perímetro de seguridad norteamericano" ahora cuenta con bases para ampliarse en el futuro a toda América Central y el Caribe, con dos excepciones. Una es Panamá, que está negociando su propio acuerdo comercial bilateral con Estados Unidos, y que tiene una relación "especial" con la superpotencia por la importancia estratégica del Canal. La otra es Cuba, que está recibiendo atención específica a través de una iniciativa reciente. El pasado 28 de julio, la Secretaria de Estado Condoleezza Rice dio posesión a Caleb McCarry, quien durante los últimos ocho años fue miembro del staff del Comité de Relaciones Internacionales de la Cámara de Representantes, como nuevo encargado de la Coordinación para la Transición Democrática de Cuba.
Segunda. El CAFTA también se suma a decisiones en el terreno bilateral, como la de cerrar temporalmente el Consulado estadounidense en Nuevo Laredo. Ante la violencia que sigue azotando no sólo a esa ciudad y al resto de la frontera común, sino prácticamente a todo nuestro país, el gobierno de Estados Unidos está incrementando su presión para que las autoridades mexicanas intensifiquen el combate contra la delincuencia. La respuesta del Gobierno ha consistido en anunciar que el operativo "México Seguro" se "radicalizará". Habrá que ver qué significa esto, pero una simple respuesta de emergencia como la que se ha puesto en práctica hasta ahora ha demostrado ser insuficiente.
Tercera. El CAFTA se inscribe en las acciones que el gobierno de Estados Unidos está llevando a cabo para combatir el terrorismo y otras expresiones del crimen organizado, como las pandillas, dentro de su propio territorio. Las bandas de origen centroamericano, como la Mara Salvatrucha y muchas más, ya son reconocidas como una seria amenaza. El Departamento de Seguridad Territorial dio a conocer esta semana que, tan sólo entre el 16 y el 28 de julio, fueron arrestados más de 580 presuntos miembros de pandillas que operan en grandes ciudades, como Los Ángeles o Detroit.
Cuarta. El CAFTA es parte de las medidas que está tomando el gobierno estadounidense a nivel multilateral. Frente a la oposición de los legisladores del Partido Demócrata, el lunes pasado el Presidente Bush aprovechó el periodo de receso de verano del Congreso para nombrar, sin la ratificación del Senado, a John Bolton como nuevo Embajador ante las Naciones Unidas. Por su estilo personal, y dado que tendrá que volver a ser nominado a principios de 2007 para que el Congreso lo ratifique, parece que su misión será impulsar una rápida y agresiva reforma de la Organización.
Quinta. El CAFTA también recibió todo el apoyo del Presidente Bush, porque es una pieza importante en el tablero de las actuales negociaciones comerciales globales. Durante los últimos años, su gobierno se concentró en promover mecanismos regionales, como el propio CAFTA, y acuerdos bilaterales con Australia, Chile, Marruecos y Singapur. Pero, después de la reciente batalla para obtener los votos suficientes y sacar adelante el CAFTA, es probable que Estados Unidos se olvide por el momento de buscar el Acuerdo de Libre Comercio de las Américas, y se enfoque en impulsar la conclusión de la Ronda de Doha de la OMC. Con su reciente victoria como prueba, el gobierno estadounidense podrá argumentar que sigue siendo un firme partidario del libre comercio y la globalización.
Sexta. El CAFTA, sobre todo, se convirtió en pieza política determinante para el Presidente Bush. A mediados de julio, su nivel de aprobación en la encuesta de la televisora CBS fue de apenas 45 por ciento. La situación en Iraq no mejora, la reforma al sistema de seguridad social está empantanada, y su principal estratega político y amigo, Karl Rove, está involucrado en la investigación para descubrir quiénes fueron los funcionarios de la Casa Blanca que filtraron a la prensa el nombre de una agente encubierta de la CIA. En este marco, la capacidad del Presidente Bush para asegurar el apoyo de los congresistas del Partido Republicano y lograr que 15 senadores demócratas se sumaran a la causa para aprobar el Acuerdo por el mínimo margen de 217 votos a favor y 215 en contra, le permite reafirmar su liderazgo político y retomar el impulso para seguir promoviendo su revolucionaria agenda interna y exterior.
¿Séptima? Ahora, la pregunta que se hacen diarios como The New York Times y el Washington Post, en sendos editoriales publicados hace unos días, es si George W. Bush estará dispuesto a realizar el mismo esfuerzo que en el caso del CAFTA para cumplir su promesa de impulsar una reforma migratoria a fondo. El hecho es que, sin esta séptima pieza, el rompecabezas para fortalecer la seguridad y la competitividad de Estados Unidos, junto con la de toda la región de América del Norte y América Central, seguirá incompleto.