Javier Treviño Cantú
El Norte
1 de septiembre de 2005
Los conciertos "Live 8", celebrados en Londres y otras ciudades alrededor del mundo unos días antes de los atentados terroristas ocurridos en la capital inglesa el pasado 7 de julio, así como la campaña lanzada esta semana por Televisa para que "Celebremos México", son dos ejemplos recientes de los espacios y el poder que han ido ganando los ciudadanos, las organizaciones sociales y las empresas privadas frente a los gobiernos y los actores políticos.
Históricamente, la relación entre política, empresas de la comunicación y entretenimiento musical ha sido muy intensa y compleja. Desde mediados del siglo pasado, con la consolidación de la televisión como el medio masivo más influyente, los candidatos a puestos de elección popular han buscado el respaldo de las estrellas musicales del momento. Por su parte, muchas celebridades han participado en innumerables campañas electorales, ya sea porque comparten la visión del candidato, o porque buscan promover sus propias agendas políticas o sus intereses particulares.
En Estados Unidos, por ejemplo, la primera campaña por la Presidencia en 1992 de Bill Clinton siempre estará asociada a la canción del grupo Fleetwood Mac "Don't Stop Thinking About Tomorrow" (No dejes de pensar en el mañana), y a la participación del mismo Clinton en "Rock the Vote", un foro con jóvenes de la cadena MTV, "Music Television". Aquí en México, la elección del año 2000 será recordada, entre otras cosas, por la participación del popular cantante Juan Gabriel, cuyo apoyo al candidato del PRI no fue suficiente para inclinar la balanza a su favor.
En 1971, el Concierto para Bangladesh organizado por el Beatle George Harrison representó uno de los primeros esfuerzos para transformar el poder de la música en ayuda internacional concreta. Sin embargo, fue a mediados de los años 80 cuando este movimiento daría un auténtico giro global con la creación de la Band Aid. Como lo narra Bob Geldof en su sitio en internet, después de ver en la televisión un documental de la BBC sobre la hambruna en Etiopía, este cantante irlandés, famoso por su mal carácter y peor vocabulario, decidió que era momento de actuar por su cuenta.
Con un poco de ayuda de sus amigos -incluyendo a Mitch Ure, del grupo Ultravox, y a Bono, el cantante de U2-, a finales de 1984 Geldof organizó la grabación de la canción "Do They Know It's Christmas?". (¿Saben que es Navidad?), la cual vendió más de tres millones de copias en apenas cinco semanas. En julio del año siguiente, Geldof llevó a cabo "Live Aid", el mayor concierto dedicado a una causa altruista hasta entonces. Realizado simultáneamente en los estadios de Wembley, en Londres, y el JFK en Filadelfia, se calcula que fue visto en vivo por más de mil 500 millones de personas en unos 100 países.
Gracias a su liderazgo, actitud emprendedora y capacidad ejecutiva, Geldof y Bono lograron colocar el tema de la ayuda para África en los primeros lugares de la agenda política internacional. A la vez, motivaron a otros artistas a seguir su ejemplo -en 1985 se difundió la canción escrita por Michael Jackson y Lionel Richie "We Are the World" (Somos el Mundo)-, e inspiraron todo un movimiento para apoyar múltiples causas, como la defensa de los derechos humanos y la lucha contra el sida. En nuestro país, este fenómeno se ha manifestado en varias formas, desde el video musical para impulsar el programa Solidaridad, hasta el concierto de Elton John en el Castillo de Chapultepec realizado por la Fundación Vamos México.
Veinte años después de Live Aid, Geldof y sus amigos decidieron organizar Live 8, una nueva serie de conciertos para presionar a los mandatarios del Grupo de los ocho países más industrializados, quienes se reunieron en julio pasado en Escocia. Ahora, la meta ya no era recaudar fondos, sino concientizar a la opinión pública mundial sobre el atraso que sigue prevaleciendo en muchas partes de África, lograr que los países más ricos del Planeta incrementaran su nivel de ayuda, y promover nuevas condiciones para un comercio más "justo". A pesar de que los atentados del 7 de julio le restaron atención, Live 8 logró al menos uno de sus cometidos: los líderes del G-8 anunciaron un aumento significativo de la ayuda destinada a África.
Lo que distingue a ciudadanos globales, como Geldof y Bono, ha sido su compromiso a fondo con las causas que promueven. Ambos han establecido organizaciones dedicadas a verificar que los fondos recaudados efectivamente lleguen a quienes estaban originalmente destinados, y a impulsar nuevas formas para aliviar ya no sólo situaciones de emergencia en África, sino para promover su desarrollo sostenible. Geldof lo ha hecho a través del Fondo Band Aid, mientras que Bono estableció la organización DATA, las siglas en inglés correspondientes a Deuda, Sida, Comercio y África. Por supuesto, sus esfuerzos han sido duramente criticados desde diversos frentes, pero el impacto de su trabajo se resume en las sendas nominaciones que han recibido para recibir el Premio Nobel de la Paz, Bono este año y Geldof en 2006.
Aquí, en México, la situación todavía no es tan dramática como en algunas partes de África. Sin embargo, es un hecho que nuestro tejido social está sujeto a grandes tensiones que amenazan con deshilacharlo. La cohesión social en el País se ve afectada profundamente por la pobreza, la desigualdad extrema, la emigración anual a EU de casi medio millón de personas, la falta de empleos y una persistente inseguridad.
Hasta hace muy poco, la tarea de fomentar la unidad nacional había sido considerada como una responsabilidad exclusiva del Estado. En el pasado se impulsaron políticas como la ubicación de mega-banderas nacionales en lugares estratégicos de la República, empezando por Cd. Juárez. Pero ahora, la que ha salido al quite es Televisa, organizando la campaña para "Celebrar a México". Como se vio en la presentación del martes pasado en el Palacio de las Bellas Artes, el poder de convocatoria de esta televisora es indiscutible. Quizás esto ayude a superar la visión de "suma-cero" que muchas veces ha caracterizado la relación entre políticos, empresas y ciudadanos convertidos en celebridades con conciencia social, para dar paso a una etapa en donde se privilegie la cooperación para alcanzar objetivos comunes.
Sin embargo, no podemos olvidar que la música necesita acompañamiento. A pesar de la influencia que han ganado, ni los medios, ni las organizaciones sociales, ni los ciudadanos con voluntad y capacidad de acción pueden lograr por sí mismos los cambios fundamentales que necesita un país como el nuestro. Nos guste o no, la única forma de hacerlo es a través de un ejercicio responsable de la política.