Javier Treviño Cantú
El Norte
28 de marzo de 2007
La semana pasada participé en la conferencia anual que organizan la Universidad Internacional de Texas A&M y el Tec de Monterrey, en donde se analizaron diversos aspectos de la relación entre México y Estados Unidos.
Entre otras cosas, discutimos sobre el impacto que tiene la llegada al poder de una nueva administración. En ocasiones, la coyuntura genera oportunidades para replantear el conjunto de la agenda bilateral. Otras veces sólo ofrece la posibilidad de un entendimiento temporal, hasta que otro relevo permita buscar nuevos espacios de negociación.
Los triunfos electorales en el 2000 de Vicente Fox en México, y de George W. Bush en Estados Unidos, abrieron una "ventana de oportunidad" para que el gobierno mexicano buscara redefinir a fondo la agenda con el vecino país del norte.
En cierta medida, gracias al "bono democrático" que produjo la derrota del PRI, el Presidente Fox y su equipo lograron colocar el tema migratorio en el centro de la discusión bilateral. Además, el cabildeo para poner fin al proceso de "certificación" en materia de cooperación antinarcóticos tuvo buenos resultados. Inclusive, el "bono" alcanzó para que México ocupara un asiento como miembro no permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU entre 2002 y 2003.
Sin embargo, ese "bono" se devaluó. La posibilidad de un acuerdo migratorio quedó enterrada en los escombros de los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001. La falta de capacidad para comunicar las atinadas razones que llevaron al gobierno mexicano a rechazar la pretensión de que el Consejo de Seguridad aprobara la intervención en Iraq sumió a la relación en uno de sus momentos más difíciles. Y el tema de la seguridad regresó al primer lugar de la agenda bilateral, tanto por los atentados, como por el incremento de la violencia en la zona fronteriza.
Después de su reelección en noviembre de 2004, las prioridades para la administración del Presidente Bush se plasmaron en la Alianza para la Seguridad y la Prosperidad de América del Norte. Desde su firma en marzo de 2005, la pérdida de capacidad negociadora por parte del gobierno mexicano saliente fue evidente, como también resultó evidente la pérdida de poder político de la administración Bush.
La recuperación del Congreso estadounidense por parte del Partido Demócrata, el empantanamiento en Iraq, los errores cometidos por un equipo gobernante que se había forjado una imagen de eficiencia operativa -y los escándalos derivados de estos errores- acabaron por restarle capacidad de maniobra al Presidente Bush.
En este contexto, la elección de Felipe Calderón después del turbulento proceso electoral y postelectoral de 2006 naturalmente generó espacios para revisar la agenda bilateral. Pero, a diferencia de su antecesor, el Presidente Calderón no llegó a su primera cita oficial con el Presidente Bush con un bono democrático, ni tampoco se encontró con un Mandatario estadounidense en plenitud política.
El tono y el contenido de la reunión que se celebró hace un par de semanas en Mérida mostró que la agenda bilateral entre México y Estados Unidos está en un proceso de transición que, por lo pronto, durará dos años, hasta que la próxima administración tome el poder en enero del 2009.
En su comparecencia ante el Senado, el nuevo Embajador de México en Washington, Arturo Sarukhán, señaló que su trabajo se dividiría en un "ciclo corto", donde buscaría cabildear a favor de una reforma migratoria integral, y un "ciclo largo". El primero iría hasta fines de noviembre, antes de que toda la clase política del vecino país se enfoque en las elecciones del próximo año. Por su parte, el "ciclo largo" comenzaría una vez que el ganador de la contienda llegara a la Casa Blanca.
El problema es que la elección de 2008 se adelantó, y junto con Iraq, el tema migratorio ya es uno de los más controvertidos. Inclusive está provocando que precandidatos como el Senador republicano John McCain cambien su postura, para evitar que se les asocie con una supuesta "amnistía" para millones de trabajadores indocumentados.
La nueva propuesta que presentaron los representantes Jeff Flake, republicano de Arizona, y Luis V. Gutiérrez, demócrata de Illinois, sumada al último intento del Presidente Bush para dejar una reforma migratoria de largo alcance como parte de su legado, ha hecho que renazcan las esperanzas.
Sin embargo, el tema ha probado ser tan complejo y riesgoso que difícilmente podrán superarse los obstáculos que enfrenta una reforma de este tipo en unos cuantos meses. Por ello, lo más probable es que el "ciclo corto" de la relación bilateral se extienda hasta el inicio de 2009.
Hay quien opina que lo único que México puede hacer en estos dos próximos años es "nadar de muertito". Eso sería un error. En Estados Unidos hay mucho que hacer para transformar nuestra red consular en un instrumento verdaderamente estratégico y promover mejor nuestros intereses.
Pero, sobre todo, la transición podría ser aprovechada por el gobierno mexicano para escoger sus batallas, generar resultados y acumular "fichas" para que, cuando se siente a la mesa con el próximo Presidente, o Presidenta, de Estados Unidos, cuente con más elementos para negociar y ofrecer algo más que los reclamos expresados en Mérida.
1 comment:
¿Ustedes creen que el joven embajador Sarukhán tiene la capacidad para transformar las relaciones entre México y Estados Unidos? A mi me parece que este joven se quiere comer el mundo de una mordida y que se va a caer muy pronto del tabique en el que se subió y se mareó.
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