Javier Treviño Cantú
El Norte
4 de julio de 2007
La reforma migratoria que se discutía en el Senado de Estados Unidos finalmente murió la semana pasada. Apenas unos días antes había caído en coma, después de que el líder de la mayoría demócrata, Harry Reid, la retirara de la agenda legislativa por la interminable avalancha de enmiendas para "mejorarla".
El Presidente George W. Bush se negó a darse por vencido. Echó mano de todos los recursos que le quedaban para tratar de salvar la última iniciativa de política interna significativa de su periodo final. Era la única posibilidad de equilibrar el legado histórico de su presidencia, definido ante todo por el peso mayúsculo del fracaso en Iraq.
Sin embargo, la misma decisión con la que buscó revivir la propuesta resultó contraproducente. Al hacer tan evidente su interés -o desesperación- por obtener un último triunfo, acabó por escribir su epitafio. La percepción de que la administración del Presidente Bush se encuentra en fase terminal hizo que hasta sus antiguos partidarios republicanos lo abandonaran. Fue una tragedia.
Pero si bien la propuesta murió, de causas políticamente naturales, su cadáver quedó insepulto, y ya empezó a descomponerse. Como dijo el Presidente Calderón, el problema ahí sigue, con sus consecuencias inmediatas para la clase política de los Estados Unidos, y para otros gobiernos. También sigue ahí el impacto negativo para los indocumentados que ya están del otro lado de la frontera, así como para los que pueden ver en esta coyuntura una última oportunidad para tratar de llegar al mercado laboral estadounidense.
La primera víctima política de la tragedia migratoria es el Presidente Bush. A un año y medio de que acabe su mandato, esta derrota oficializa su condición de "lame duck", el término que se usa en Estados Unidos para un Mandatario sin capacidad de maniobra.
Otras víctimas son los candidatos a la Presidencia. Hasta ahora, el más perjudicado ha sido el Senador John McCain. Pero el impacto será resentido por todos los aspirantes del Partido Republicano, que verán alejarse nuevamente de sus filas al electorado "hispano", el segmento de la población de más rápido crecimiento, y que puede inclinar la balanza electoral en varios estados.
Los candidatos del Partido Demócrata también sufrirán las consecuencias. En lugar de estar a la altura del mandato que los llevó a recuperar el control del Congreso, los demócratas volvieron a jugar con fuego político al tratar de quedar bien con los grupos de interés proteccionistas que los apoyan, como el sindicato de transportistas, y con un electorado inseguro frente al alcance de una reforma tan amplia.
Los más afectados, sin duda, serán los inmigrantes. Los que ya se encuentran en Estados Unidos verán que las medidas para detectarlos y deportarlos se endurecen, así sean de las autoridades federales, estatales o locales. Según el diario Washington Post, tan sólo entre enero y mayo de este año se han presentado mil 100 iniciativas a nivel estatal para impedirles que obtengan empleo, vivienda, licencias de manejo y servicios básicos.
Además, el hecho de que la discusión haya quedado en el limbo, puede representar un escopetazo de salida para cientos de miles de migrantes potenciales. La construcción de la barda física y de la valla virtual va a seguir. Antes de que terminen de levantarse, y ante la posibilidad de una futura reforma migratoria que les permita regularizar su estancia, los que dudaban probablemente se decidirán a emprender el viaje antes de que sea demasiado tarde.
Todo esto coloca al gobierno mexicano en una situación delicada por dos razones:
En primer lugar, porque debe cuidarse de no hacer un cálculo equivocado. Estados Unidos sigue siendo la única superpotencia. Creer que se pueden obtener concesiones, dictar condiciones o renegociar los términos de la relación bilateral mediante declaraciones altisonantes puede ser un error de consecuencias inimaginables. Los espejismos son peligrosos. No contamos con una posición de fuerza relativa frente a la debilitada administración Bush.
En segundo lugar, porque si bien la "desmigratización" de la agenda bilateral ha aliviado cierta presión, los ataques mediáticos seguirán basándose en el argumento de que México es el principal causante del "problema" migratorio que vive Estados Unidos. La discusión es más profunda de lo que pensamos. Se está debatiendo la esencia misma de la nación americana. El peso que va a tener el tema migratorio en el debate electoral del próximo año puede llevar a un aumento de las recriminaciones en contra de un Gobierno mexicano que llegó al poder prometiendo una mayor creación de empleos.
En lo que Estados Unidos se decide a retomar el asunto, el Gobierno mexicano enfrenta un triple reto: primero, reforzar la red consular en Estados Unidos, para proteger los derechos de los mexicanos que ya se encuentran allá; segundo, establecer mecanismos de coordinación mucho más eficientes con las autoridades locales y federales, para evitar que la frontera común acabe por convertirse en un barril de pólvora que pueda estallar en cualquier momento; y tercero, prepararse para definir la estrategia que seguirá una vez que la próxima administración ocupe la Casa Blanca en el 2009.
4 comments:
Yo hubiera preferido que no se muriera.
El Presidente del Empleo va a tener que mostrar que puede ofrecer oportunidades a los mexicanos en México.
Lo mejor que puede hacer ahora el gobierno de Calderón es ponerse a diseñar una estrategia eficaz para conducir las relaciones bilaterales a partir del nuevo gobierno estadounidense. ¡No pierdan el tiempo! En lugar de quejarse, hay que organizarse.
Candiles de la calle... Primero Calderón tiene que cumplir lo que prometió: más empleos para los mexicanos en México.
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