Javier Treviño Cantú
El Norte
20 de junio de 2007
Se calcula que un gramo de cocaína en las calles de Atlanta cuesta entre 80 y 100 dólares. En Miami, el precio va desde 20 hasta 110 dólares. En Chicago oscila entre 75 y 100 dólares. La DEA, la agencia antidrogas de Estados Unidos, tiene todas las métricas de cada mercado local en el vecino país.
En ocasiones, la mejor herramienta para el análisis es la aritmética. Colombia produce al año 545 toneladas de cocaína; Perú, 165, y Bolivia, 70. Si estas 780 toneladas se comercializan entre 50 y 100 dólares el gramo, resulta que los estadounidenses gastan, solamente en cocaína, entre 39 mil y 78 mil millones de dólares anualmente. A eso habría que agregarle lo que dedican a consumir mariguana, heroína, metanfetaminas y demás drogas.
Desde el 2000, el gobierno de Estados Unidos ha gastado 5 mil millones de dólares en el "Plan Colombia". Además, el presupuesto anual de la DEA rebasa los mil 600 millones de dólares. Pero la cocaína sigue en las calles de las principales ciudades estadounidenses. De eso no hay duda.
Hace unos días, The New York Times reseñaba la forma en la que esta droga ha vuelto a ponerse de moda. Después de entrevistar durante cinco meses a gente del mundo de las finanzas, el espectáculo y la vida nocturna de la ciudad que nunca duerme, la conclusión del diario es que el uso de la cocaína se ha generalizado.
Lo más preocupante es la actitud de indiferencia que existe. En parte, señala The New York Times, esto se debe a que la cultura popular estadounidense ha "asimilado" el consumo. En el cine, la literatura, la música y la televisión estadounidenses, utilizar drogas se ha vuelto "socialmente aceptable".
Como dice Joe Nye, el reconocido profesor de Harvard, es cierto que sus distintas manifestaciones culturales le han dado un gran "poder suave" a Estados Unidos. El problema es que, para el resto del mundo, ese poder suave se relaciona cada vez más con el uso de drogas duras. Por ello, cuando el Procurador General de la República, Eduardo Medina Mora, calificó de "cínica" la política antidrogas de nuestros vecinos, prácticamente no se alzó una sola voz en el gobierno de Estados Unidos para desmentirlo.
El Procurador tiene razón. Considerando que Estados Unidos declaró la "guerra" contra las drogas desde los años 70, la situación actual muestra el grado del fracaso. Aun así, desde el punto de vista estadounidense esta guerra ha incluido "batallas exitosas", pero que han tenido un grave impacto para nuestro país.
La más costosa quizás ha sido la batalla de Florida. Sus repercusiones las seguimos viviendo hoy en México -y en Monterrey- con una creciente intensidad.
A principios de los 80, casi 90 por ciento de la cocaína que entraba a Estados Unidos lo hacía por la ruta del Caribe. El Presidente Ronald Reagan estableció en 1982 la "South Florida Task Force", un grupo de trabajo a nivel de gabinete, dirigido por el entonces vicepresidente George Bush, para coordinar las acciones del Gobierno federal, estatal y local en el combate a la delincuencia organizada en el sur de Florida.
La operación fue tan exitosa que forzó a los narcotraficantes a reducir drásticamente sus actividades en la ruta del Caribe. Los logros demostraron que ninguna agencia de gobierno puede enfrentar al narcotráfico por sí sola. Para tener éxito se necesita contar con autoridad al más alto nivel, y coordinar esfuerzos entre todos los niveles de gobierno. Es una lección clave, que debemos valorar en nuestra propia lucha contra el crimen organizado.
Sin embargo, para México, la batalla de Florida tuvo un costo enorme, ya que la mayor parte del narcotráfico se desvió hacia la frontera que compartimos con Estados Unidos. En un artículo publicado en la edición de julio/agosto de la revista The Atlantic, Ken Dermota, periodista de la AFP, presenta un mapa que ilustra claramente las rutas de la cocaína. De las 780 toneladas de cocaína pura que se producen en Colombia, Perú y Bolivia, el 88 por ciento pasa hoy por México para llegar a Estados Unidos. Sólo el 9 por ciento de esos cargamentos lo hacen por el Caribe.
¿Qué pasaría si lográramos cambiar la ecuación? ¿Qué pasaría si, además de mantener los "operativos conjuntos", nos concentráramos en volver a tratar de "sellar" nuestra frontera sur y ejercer control pleno sobre nuestro mar territorial, el espacio aéreo y las aduanas? Así evitaríamos que México siga siendo utilizado como plataforma para llegar a Estados Unidos, y también podríamos impedir la entrada de drogas a un mercado nacional que crece cada día.
Lo único cierto es que, mientras haya demanda, seguirá habiendo oferta. La diferencia está en la logística. Si el costo de colocar la droga en el mercado estadounidense se vuelve demasiado alto, las organizaciones criminales buscarán nuevas rutas de acceso. Transporte y riesgo en cada etapa del camino hacen que aumente el precio de reposición de las drogas cuando son confiscadas.
Por su naturaleza transnacional, una operación "sellamiento" necesita una amplia cooperación con otros países, tanto con Estados Unidos, como con los países del Caribe, Centro y Sudamérica. La pregunta es si las acusaciones, los reclamos y las descalificaciones son la mejor política para lograrla.
6 comments:
El argumento de este artículo nos llevaría a pensar que la manera más eficiente de afectar al crimen organizado es atacarlo en las calles de las ciudades de Estados Unidos. Ahí es donde el costo de reposición de un gramo de cocaína es mayor. Ahí es en donde les dolería más en el bolsillo de los narcotraficantes. La pregunta es si el gobierno de Estados Unidos está dispuesto a hacerlo.
Los expertos le llama "street-level enforcement". Esa es la solución. Estoy de acuerdo con tu comentario.
Los gringos no van a hacer nada para que se reduzca el consumo de drogas. La única solución es la legalización.
La solución no es la legalización sino la despenalización. Hay diferencias importantes.
Da lo mismo legalizar o despenalizar. El problema de salud pública será de unas proporciones inimaginables.
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