El futuro es eléctrico
Javier Treviño
@javier_trevino
Hoy inicia, con gran esperanza, la gestión de un nuevo gobernador en Nuevo León. Nos prometió mejorar la calidad de vida de quienes vivimos en este gran estado. Samuel García tiene visión de futuro y un equipo de jóvenes que, seguramente, serán eficaces. Pero, mientras el barco de la modernidad intenta zarpar en Nuevo León, Samuel todavía tiene que levar un ancla pesada y oxidada que no lo dejará avanzar y que se llama 4T.
Veamos el caso de la electricidad y la movilidad. Mientras que la política eléctrica de la 4T quiere regresar al México de 1960, sería bueno que los arcaicos defensores de la reforma constitucional, y los inflexibles líderes de la CFE, leyeran un extraordinario reportaje publicado ayer en The New York Times https://nyti.ms/3A0BeVy . ¿Cómo están las ciudades repensando el tránsito y la movilidad? La respuesta está en la electricidad: tranvías, teleféricos, transbordadores eléctricos.
El transporte urbano es fundamental para el esfuerzo de los gobiernos por frenar el cambio climático. No bastarán los autos eléctricos. Varias ciudades están comenzando a electrificar el transporte público. Ya no habrá rugido de motores. La transformación es silenciosa. En lugar de ruido en las calles de las ciudades, se escucharán las voces de la gente. Berlín, Bogotá y varias ciudades del mundo están tomando medidas creativas para eliminar la gasolina y el diésel de sus sistemas de transporte público.
¿Acaso puede haber algo más contraintuitivo? Noruega, que durante décadas se ha enriquecido con la venta de petróleo y gas, ahora quiere ser líder en embarcaciones marinas para la era eléctrica. De ese tamaño es la transformación en el mundo que AMLO y la 4T se niegan a ver. Los líderes políticos no tratan de llevar a sus países a los años sesentas y setentas del siglo pasado, sino al futuro.
El reportaje del New York Times hace referencia a C40 https://www.c40.org , una coalición de alrededor de 100 gobiernos de ciudades que intentan abordar el cambio climático. Han argumentado que, en promedio, el transporte representa un tercio de las emisiones de dióxido de carbono de una ciudad. Supera a otras fuentes como la calefacción, la industria y los desechos.
El gran reto detrás de todo este esfuerzo es generar energía eléctrica limpia. Como ejemplo para los defensores de las obsoletas plantas de la CFE, en el reportaje se narra el dilema en ciudades chinas, como Shenzhen, que tiene una flota de autobuses totalmente eléctrica, pero la electricidad proviene principalmente del carbón, el combustible fósil más sucio.
Si México ya tenía el apoyo del sector privado para generar energía eléctrica limpia, con las mejores tecnologías, ¿por qué queremos regresar a 1960 con una reforma constitucional ideológica y anticuada? ¿Acaso AMLO y Bartlett no se dan cuenta de esto?
Todavía tenemos un largo camino por recorrer. Por el momento, sólo el 16% de los autobuses urbanos en todo el mundo son eléctricos. El mayor desafío lo enfrentarán las ciudades que más necesitan hacer el cambio, como las nuestras.
Las ciudades exitosas están descubriendo que electrificar el transporte público puede resolver más que limpiar el aire: reducir los embotellamientos de tráfico e, idealmente, hacer que los desplazamientos sean más fáciles para la gente. Es la razón por la que algunos políticos han apostado su reputación por modernizar el transporte público. En muchas ocasiones, los gobiernos de las ciudades han podido tomar medidas climáticas más rápido que sus gobiernos nacionales. Estoy seguro que así será el caso de Nuevo León.
Mientras que AMLO y Bartlett quieren regresar a 1960, en Berlín, Ingmar Streese, un político del Partido Verde y secretario permanente para el medio ambiente y el transporte, consideró que lo que se hizo en su ciudad en los años sesentas fue "un error histórico". Cuando se levantó el Muro de Berlín, se derrumbó la mitad de las líneas de tranvía eléctrico. En 1967, Berlín Occidental había arrancado casi todas las vías de “die Elektrische” – el eléctrico, en alemán. Ahora, 30 años después de la caída del muro, mientras los alemanes enfrentan los peligros del cambio climático, quieren recuperar las calles para peatones, ciclistas y usuarios del transporte público. El error de la década de 1960 "ahora se está corrigiendo", dijo Streese.
Berlín, junto con varias ciudades europeas, incluidas Lisboa y Dublín, están reactivando los tranvías para reducir las emisiones y cumplir con los objetivos climáticos legalmente vinculantes de la Unión Europea. Esos objetivos requieren una reducción del 55 por ciento en las emisiones de gases de efecto invernadero para 2030, en comparación con los niveles de 1990. El objetivo de Berlín es mejorar el transporte público, que incluye electrificar todos los autobuses para 2030, expandir el metro y los trenes suburbanos, agregar carriles para bicicletas y construir 50 millas de líneas de tranvía para 2035.
El reportaje del New York Times hace referencia a Heidi Wolden, que pasó 30 años trabajando para la industria de petróleo y gas de Noruega. Hoy, ella está trabajando para sacar del negocio el petróleo y el gas en las vías fluviales de su país. Ella es la directora ejecutiva de Norled, una compañía que opera transbordadores públicos, que cada vez más utilizan baterías en lugar de diésel. Quiere convertir a Norled en un líder en electrificación del transporte marítimo. Es parte del ambicioso esfuerzo de Noruega por electrificar todo tipo de transporte público. Un plan aún más notable porque Noruega es un petro-estado muy rico. Noruega ha establecido objetivos ambiciosos para reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero a la mitad para 2030, en comparación con los niveles de 1990. Casi toda la electricidad de Noruega proviene de la energía hidroeléctrica.
Es muy interesante la paradoja que vive Noruega. Sus políticos se preguntan qué hacer con su propia industria de petróleo y gas. Es un debate político nacional. El gobierno lo tiene una coalición de centro izquierda que impulsa la electrificación limpia y el fin de la exploración de petróleo y gas en el Mar del Norte. Bergen desea acelerar su transición lejos de los combustibles fósiles. Sus autobuses y tranvías urbanos funcionan con electricidad. A los operadores de taxis se les ha dicho que deben cambiar a vehículos totalmente eléctricos para 2024, con subsidios para que los conductores instalen cargadores en casa.
Vayamos al continente americano. Los teleféricos ahora sirven a los vecindarios en Bogotá, Colombia, que anteriormente dependían de autobuses sucios y lentos a diésel. “Eso es irracional en el siglo XXI”, dijo la alcaldesa de Bogotá, Claudia López. El caso de Bogotá es notable. Hay planes para construir siete líneas de TransMiCable como parte de los esfuerzos de la ciudad para limpiar su transporte público. Cerca de 500 autobuses eléctricos fabricados en China están en las calles y hay contratos para comprar otros mil para 2022, lo que convierte a la flota de autobuses eléctricos de Bogotá en una de las más grandes de cualquier ciudad fuera de China. La alcaldesa, que es ciclista, quiere agregar aproximadamente 280 kilómetros de carriles para bicicletas. Lo que realmente importa es que el TransMiCable ha devuelto el tiempo y la calidad de vida a los trabajadores de Bogotá. En las góndolas hay wi-fi, y el trayecto es más grato, sin estrés.
El mundo avanza hacia las energías limpias y México no puede quedarse atrás. Samuel García, el nuevo gobernador de Nuevo León, pertenece a un partido político distinto al de AMLO. Sin embargo, podrían encontrar puntos en común para que nuestro estado despegue. Lo primero que debemos hacer es detener la absurda iniciativa de reforma constitucional en materia eléctrica que presentó la 4T el jueves pasado. Si el gobierno federal colabora, Nuevo León avanzará. Y lo que es bueno para Nuevo León será bueno para el país.
https://www.sdpnoticias.com/opinion/javier-trevino-el-futuro-es-electrico/
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