Ganar perdiendo
Javier Treviño
@javier_trevino
Leí ayer con toda atención la columna de Federico Arreola https://bit.ly/3Dkp2Rn en donde expone sus diez razones por las que no está de acuerdo con la reforma eléctrica del presidente de México. Coincido totalmente con sus argumentos.
Arreola tiene toda la razón: se fortalece a la CFE y se daña a la gente. Se afectan los programas sociales. Se destruye el mercado y cualquier posibilidad de competir con la CFE. Subirá el costo de la energía y lo tendremos que pagar nosotros. Se perderán miles de empleos. El impacto presupuestal va a ser muy relevante y de larga duración. Las emisiones de CO2 se van a duplicar. Afectarán nuestra salud. México no podrá figurar en la lista de países que hacen algo contra el cambio climático. Las empresas privadas acudirán a los arbitrajes internacionales de protección de inversiones. Es una reforma de cambio de modelo. Hay incertidumbre y falta de claridad. Nadie sabe qué pasaría con la generación eléctrica de las plantas privadas el día que se llegara a publicar la reforma.
Si la reforma eléctrica es tan mala para la gente, ¿por qué AMLO la envió al Congreso?
Como analista de las políticas gubernamentales, me gusta observar cuidadosamente, escuchar, intercambiar ideas y contribuir a que México sea el mejor país para vivir. La única explicación que encuentro es que, aunque la reforma no se aprobará, porque no va a tener los votos de las dos terceras partes de los diputados, el presidente de México gana perdiendo. ¿Cómo es eso?
Al líder del gobierno de la 4T le interesa más la política que la economía o la electricidad. Y, sin tener los votos en el Congreso, con la retórica sobre el tema de la reforma eléctrica como instrumento, ya ganó seis batallas políticas: 1. Dividió al bloque opositor de “Va por México”. 2. Dividió al PRI. 3. Dividió más a la nación. 4. Introdujo un tema de campaña para asegurar su triunfo en la consulta, sobre la revocación de mandato, de marzo del año próximo. 5. Mantendrá un tema ideológico y nacionalista, muy redituable políticamente, durante los próximos tres años, con miras a las elecciones de 2024. 6. Logrará que no llegue más inversión extranjera al sector energético mexicano.
El debate sobre la reforma constitucional eléctrica nos deja muchas lecciones. Cuando se trata de analizar al gobierno de la 4T no se pueden aplicar las reglas científicas o técnicas. Aquí sí aplica la creencia de que la política es un arte. Cuando nos enfrentamos a un reto de la dimensión de la reforma eléctrica, y deseamos encontrar una solución, hay que analizar a las personas, su comportamiento, su capacidad de persuasión, su habilidad para contar historias.
Al analizar las políticas públicas del gobierno de la 4T, lo que siempre encuentro son paradojas. Los principales personajes políticos del país tienen creencias y objetivos múltiples y contradictorios. Nos dicen que quieren que la economía crezca pero inhiben y ahuyentan la inversión. Definen las políticas de forma contradictoria. Y los observadores externos se vuelven locos porque no los entienden. Las paradojas no son más que problemas que violan el principio de la lógica más elemental.
Todos sabemos que algo no puede ser dos cosas diferentes a la vez. Dos interpretaciones contradictorias no pueden ser, ambas, verdaderas. Pero en la vida de la 4T sí se puede, porque está llena de paradojas y ambigüedades. Se hacen malabarismos con muchos criterios para decidir que el resultado de una política fue un éxito o un fracaso. Y no hay proyecto de racionalidad que resuelva las paradojas de la política.
Una paradoja política no puede resolverse mediante métodos racionales y analíticos porque, en México, podemos producir evidencia científica para reducir la incertidumbre, pero no la ambigüedad. Podemos buscar orden y claridad en el análisis y la comunicación, pero no debemos esperar orden y claridad en el sistema político mexicano.
En las escuelas de administración pública nos enseñan que el análisis de políticas tiene 5 pasos: definir objetivos, identificar alternativas, predecir sus consecuencias, evaluar opciones, elegir una de ellas. Pero esta metodología ignora lo que AMLO ha introducido en la gestión de la 4T: sentimientos emocionales e intuiciones morales.
Tal vez los formuladores de políticas de la 4T no entienden los mercados, pero sí conocen a la perfección las comunidades. Llevan 25 años recorriendo el país. No les gustan ni los modelos económicos ni el análisis costo-beneficio. Mucho menos reducen un problema complejo a la suma de las preferencias individuales utilizando una única medida inequívoca. Pero sí dicen que su forma de pensar es simple, sencilla. Mantienen una mezcla de objetivos contradictorios, que pueden cambiar según el contexto y su forma de pensar, combinando cognición y emoción, al procesar información.
Para la 4T, las personas son actores sociales. Creen en un modelo de comunidad donde los individuos viven en una densa red de relaciones, dependencias y lealtades. La moral y las emociones importan. Si la gente hace malabares con objetivos y medidas de éxito contradictorios, entonces acuden a una historia impregnada de metáforas y analogías. Apelan a los valores y emociones. Incitan a la gente a ver una situación como una cosa en lugar de otra. Llaman la atención sobre un objetivo a expensas de los demás.
Todos los días presenciamos una puesta en escena, en las conferencias de prensa matutinas. El actor principal usa historias para influir en las formas en que su audiencia comprende la naturaleza de los problemas de las políticas y la viabilidad de las soluciones. Lo hace siempre dentro de un contexto más amplio de formulación de políticas en el que las personas cuestionan el equilibrio adecuado entre el estado, la comunidad, el sector privado y el mercado.
Las historias que el presidente cuenta pueden influir en aspectos clave de la acción colectiva. Definen intereses y movilizan actores. Llaman la atención y enmarcan temas con referencia a un grupo social imaginado y en permanente confrontación con su competencia: el pueblo contra la élite. Se toman decisiones enmarcando problemas y soluciones de una manera peculiar. Contrastan el modelo racional y analítico con los procesos del mundo real, en los que los actores encuadran deliberadamente los problemas de manera ambigua, cambian los objetivos, mantienen las soluciones factibles fuera de la agenda y manipulan los análisis para hacer que su solución preferida parezca la más eficiente, eficaz y popular.
Durante estos días de opiniones encontradas sobre la iniciativa de reforma constitucional en materia eléctrica, hemos visto que los elementos clave de la narrativa de la 4T incluyen: símbolos, que resumen un problema o una acción en una sola imagen o palabra. Personajes, como héroes o villanos, que simbolizan la causa de un problema o la fuente de solución. Arcos narrativos, como una batalla de un héroe para superar la adversidad. Metáforas, para crear una asociación entre un problema y algo con lo que se puede relacionar (Lázaro Cárdenas, Adolfo López Mateos, Carlos Salinas de Gortari). Ambigüedad al dar a las personas diferentes razones para apoyar lo mismo. Asignación de causalidad, utilizando las historias de héroes y villanos del pasado reciente. Siempre todo en un marco de confrontación.
La reforma intenta fortalecer a la CFE pero se olvida de la gente. Si se llegara a aprobar, sería catastrófico para el país. El costo de la reforma lo pagaríamos todos, ya sea con tarifas más altas o a través de los impuestos para subsidiar a la empresa del estado. Se perderían miles de empleos. Habría más contaminación y nuestra salud se deterioraría. Son razones suficientes para que los legisladores no la aprueben. Pero aún si esto ocurriese, en el ámbito de la política, la 4T ganará perdiendo.
No comments:
Post a Comment