Wednesday, June 04, 2008

Del miedo a la esperanza

Javier Treviño Cantú
El Norte
4 de junio de 2008

El fin de semana pasado estuve en Medellín, Colombia. Cuando aterricé en el aeropuerto José María Córdova no sabía qué esperar. He visitado Bogotá y Cartagena varias veces, pero nunca antes la capital de Antioquia. Las percepciones son difíciles de cambiar. Las imágenes que tenía en mente eran las del Medellín de los años ochenta y noventa, controlado por Pablo Escobar y el narcotráfico, donde el común denominador era el terror, la angustia y la destrucción del capital social. Medellín era el lugar más peligroso del mundo.

Asistí a la junta del consejo del Trust of the Americas, una fundación sin fines de lucro asociada a la Organización de Estados Americanos. Paradójicamente, la OEA realizó en Medellín su Asamblea General para celebrar el 60 aniversario de su fundación, al adoptar en 1948 la Carta de Bogotá. Recorrí la ciudad, visité el Museo de Antioquia y pude ver la obra de Fernando Botero; caminé con toda tranquilidad por el centro y los barrios. Quedé gratamente sorprendido.

La transformación que vive Colombia no se puede entender sin conocer los cambios radicales que han ocurrido en Medellín durante los últimos años. Sin duda esa fue la intención del Presidente Álvaro Uribe, cuando invitó a los representantes de los 34 países integrantes de la OEA a festejar su aniversario en la segunda ciudad más importante del país.

Una cifra resume los esfuerzos para cambiar toda la imagen de Medellín. En 1991 el número de homicidios fue de 6,500; es decir, aproximadamente 380 por cada 100,000 habitantes. En 2006, bajó a 700 homicidios, ó 29 por cada 100,000, muy por debajo del promedio registrado en muchas de las principales ciudades de América Latina o Estados Unidos.

La fórmula para transformar esta ciudad de más de 3 millones de habitantes se concentró en reducir la violencia, mediante una activa participación social, una mayor presencia de fuerzas policiales mejor capacitadas, y programas para permitir la reinserción de unos 4,000 paramilitares.

En forma paralela se han tendido puentes de convivencia, mediante proyectos que incluyen la construcción de parques y excelentes bibliotecas en barrios marginales, y la generación de oportunidades para "emprendedores" que quieren salir de la economía informal. Además, se han desarrollado importantes sistemas de transporte público, como el Metroplús y el Metrocable.

Las pruebas están a la vista: en unos cuantos años, Medellín ha logrado pasar “del miedo a la esperanza”.

El responsable de la transformación de esta ciudad fue Sergio Fajardo, un doctor en matemáticas por la Universidad de Wisconsin, de 51 años. Sin experiencia previa en el terreno político, fue electo alcalde para el periodo 2004-2007, y logró obtener resultados notables con una rapidez impresionante.

Conocí a Fajardo hace un mes, en Washington, en una reunión del Diálogo Inter-Americano en donde analizamos el futuro de América Latina. Me platicó lo que hizo en Medellín, pero no me imaginaba la dimensión de los cambios que impulsó hasta que llegué a su ciudad.

Fajardo se ha vuelto una figura pública, que incluso tiene posibilidades de ser candidato a la presidencia de Colombia. Con un estilo fuera de lo común y un nivel de aprobación cercano al 90% en las encuestas, el ex alcalde de Medellín practicó un valor poco conocido en la política de nuestros países: la coherencia. "Fui un alcalde cívico independiente con una propuesta para Medellín", me decía en Washington. “Desde el primer día en que empezamos a hacer política tuvimos principios bien definidos, una propuesta clara, y siempre actuamos con coherencia. Para mí eso es muy poderoso”.

Como buen científico, basó su propuesta en una planeación rigurosa para evitar la improvisación. Su campaña electoral la hizo en la calle, estableciendo contacto directo con la gente, para tratar de saltarse la estructura clientelar inevitablemente asociada a los partidos políticos. Se rodeó de colaboradores con poca experiencia en el mundo de la política, pero con reconocimiento en los sectores privado, académico y social. Esta fórmula innovadora le dio muy buenos resultados para vincular a la empresa privada con los proyectos públicos que están cambiando a la ciudad.

Su herramienta estratégica fue el programa " Medellín, la más educada". Fajardo destinó el 40% del presupuesto local a la educación, como alternativa fundamental para superar la injusticia social.

¿Cuáles serían algunas de las lecciones de Medellín que podrían aprovechar los aspirantes a gobernar los estados y ciudades de nuestro país? Entre otras, quizás destacarían tres:

Primero, hay que atreverse a impulsar proyectos innovadores, pero basados en diagnósticos precisos, que reflejen las necesidades y preocupaciones de la mayoría de los ciudadanos, para desarrollar políticas públicas bien diseñadas en coordinación con el sector privado y las universidades.

Segundo, es indispensable enfocarse en elevar la calidad de la educación a todos niveles. Este factor sigue reafirmándose como el elemento determinante para mejorar la competitividad a nivel internacional, y sobre todo para reducir la brecha de la desigualdad a nivel interno.

Tercero, sin coherencia entre lo que se ofrece en campaña y lo que se realiza desde los palacios de gobierno, los mejores planes se quedan en simples ocurrencias.

6 comments:

Anonymous said...

Buen análisis e interesante visión de un extranjero en Medellín.

Javier Trevino said...

Muchas gracias, Albeiro. Quedé muy bien impresionado por la transformación de Medellín. Saludos.

Anonymous said...

En Nuevo León, el Gobernador González Parás tiene una Maestría en Rollo. Y en Monterrey, el Alcalde Maderito tiene un Doctorado en Corrupción. ¿Así a dónde podemos llegar?

Marco Bodegas y Christian Ehrlich said...

Estimado Sr. Treviño, interesante columna que nos ayuda a poner en perspectiva lo que vemos en nuestro país.

El combate al crimen organizado, y en particular al narcotráfico, debería estar articulado en base a una estrategia integral que vaya más allá del hardware, y se situe también en aspectos más "soft" como la cultura o la "construcción de ciudadanía".

De acuerdo a expertos en el tema, una cosa es el uso de la fuerza militar o policial para frenar las redes logísticas del crimen organizado; pero otra muy distinta, e igualmente importante, es la articulación de programas que busquen mitigar el impacto social y cultural del narco en nuestras familias.

De nada sirve poner retenes y capturar sicarios, si no existen programas enfocados a des-mitificar la "narco-cultura" que cada vez se expande más entre nuestros pueblos y ciudades medias.

Si el narcotráfico se expande de la esfera delincuencial a la esfera de la cultura social, entonces será mucho más difícil erradicarlo.

Saludos cordiales.

Christian J. Ehrlich
www.worldtrends.blogspot.com

Javier Trevino said...

Muchas gracias por tu mensaje, Christian. Tienes toda la razón en tu comentario. Por eso mismo traté de ilustrar lo que ocurrió en Medellín y la manera en que transformaron una situación que parecía insalvable. Aprovecho para felicitarte por tu blog "World Security Trends". Realmente es muy interesante. Te envío un saludo afectuoso. Javier.

Anonymous said...

Good blog! Good content!