Javier Treviño Cantú
El Norte
20 de mayo de 2009
¿Qué tienen en común la insólita solicitud del IFE para que YouTube “bajara” el video donde se hace una parodia del Gobernador de Veracruz; la cobertura del controvertido debate entre los candidatos del PAN y el PRI a la gubernatura de Nuevo León organizado por El Norte; y, sobre todo, la emergencia que provocó el nuevo virus de la influenza A/H1N1? Los tres temas sirvieron para recordarnos que, ante la creciente complejidad del mundo actual y la velocidad con que suceden los eventos que impactan nuestra forma de vida, contar con medios de comunicación profesionales, responsables y confiables es más necesario que nunca.
Además de la crisis económica internacional, el poco éxito que han tenido los nuevos modelos de negocio para compensar el acceso gratuito a contenidos de información y entretenimiento por Internet, así como el gran avance de los “medios sociales 2.0”, son algunos de los factores que están limitando el crecimiento de la industria mediático-periodística. A su vez, esto afecta el desarrollo de sociedades como la nuestra, ya que en las democracias —por más consolidadas o inmaduras que sean—, la información representa un “bien público” y los medios juegan un papel esencial.
Paradójicamente, la conectividad que han propiciado Internet y los aparatos portátiles de comunicación multi-media, está generando un gran “ruido” que dificulta entender y valorar el significado de lo que ocurre a nuestro alrededor. Ello complica la capacidad de los ciudadanos para formarse un criterio bien fundamentado de la realidad, tomar las decisiones apropiadas y actuar en consecuencia.
La multiplicación de voces capaces de hacerse escuchar en el ciberespacio puede enriquecer la discusión pública, al ayudar a generar una “conversación social” dinámica y potencialmente constructiva. Igualmente, los ciudadanos interesados en informarse a fondo sobre algún tema específico hoy cuentan con numerosas opciones. Sin embargo, al mismo tiempo, esta multiplicidad de canales y voces también puede contribuir a generar una gran confusión entre la mayoría de la gente o, en el peor de los casos, servir como espacio anónimo para la difusión de rumores malintencionados y como una plataforma para lanzar ataques encubiertos.
El caso más dramático se dio con la reciente emergencia de salud por la que todavía atravesamos. Hace casi un mes, Reforma ganó la primicia al revelar por primera vez que un brote atípico de influenza tenía en alerta a las autoridades sanitarias (“Golpea influenza al DF”, 22/04/09). Al día siguiente, el secretario de Salud, José Angel Córdova, anunció en Los Pinos que se trataba de un nuevo virus desconocido hasta entonces y el viernes se decretaban las primeras medidas de contingencia generalizada.
La noticia corrió como reguero de pólvora por todo el mundo, y ese mismo fin de semana se desató un auténtico frenesí mediático a escala global. El esfuerzo inicial de comunicación por parte del gobierno mexicano no fue del todo atinado, pero en última instancia se logró informar y concientizar a la población de la importancia que tenía seguir las medidas adoptadas. El problema, sin embargo, llegó por la red.
Desde hace tiempo, sistemas como el HealthMap de Google permiten identificar tendencias sociales al detectar un aumento en el número de “búsquedas” que hace la gente en Internet, incluyendo brotes de enfermedades. Esta vez, la alarma provino de Veratect, una compañía que monitorea la red para identificar amenazas biológicas.
Supuestamente, Veratect habría alertado a la Organización Panamericana de la Salud, la OMS y el Centro para el Control de Enfermedades de Estados Unidos, sobre una situación inusual en México entre finales de marzo y principios de abril, pero sin obtener respuesta de las autoridades. Después de que se declaró la emergencia, los ejecutivos de Veratect empezaron a contar su historia, y al ser retomada por diarios tan influyentes como el Financial Times o el Washington Post, ésta ganó credibilidad.
La narrativa mediática de Veratect fue creciendo, y se convirtió en una de las “fuentes” que dieron pie a la propagación de toda clase de rumores en Internet, entre ellos la historia de que el gobierno mexicano pudo haber ocultado información para no poner en riesgo la visita del Presidente Obama al DF, y que fuera usada como ariete para la reciente embestida de Fidel Castro contra nuestro país.
Tan sólo en este caso, se puede ver como un periódico reconocido —Reforma— actuó con seriedad y oportunidad para dar a conocer una situación de interés general. También, la forma en la que los nuevos medios sociales —Google— pueden contribuir a detectar graves riesgos globales, pero el peligro que significa poner en manos privadas —Veratect— el seguimiento de fenómenos con implicaciones de salud pública. Por último, lo más delicado radica en la capacidad para convertir a Internet y las redes sociales 2.0 en un “espacio sin ley”, donde pueden circular libremente las teorías más descabelladas, con consecuencias reales muy graves.
3 comments:
La red no debe ser regulada, realmente es el único espacio que nos queda a los ciudadanos.
Me parece que Agustin tiene un punto a su favor... los legisladores mexicanos ya tuvieron la grande y maravillosa idea de coartar la libertad de expresion con relacion a los temas electorales y, por ello, ahora el YouTube viene a ser el medio de difusion utilizado para que la gente común y corriente pueda alzar alguna voz...
Es una lástima que nuestros legiladores sean tan miópes.
Respecto del flujo de informacion en la red, realmente es impresionante... el Twitter es, cada dia, un medio de comunicacion mas veloz y, aunque no toda la gente que lo usa tiene autoridad alguna para ofrecer una opinion docta, la realidad es que el uso de la red se trata de eso, de que todos tengamos voz.
Saludos!
Jorge Mafud
Mafud Abogados
Muchas gracias, Agustín y Jorge, por sus opiniones. Me parece que sus comentarios contienen argumentos muy válidos. Es un tema que merece una mayor discusión. Les envío un cordial saludo.
Post a Comment