Palabras de Javier Treviño Cantú, Diputado Federal por Nuevo León, durante la glosa del sexto Informe de Gobierno.
Honorable asamblea:
Es un honor para mí hacer uso de la palabra para referirme al estado que guarda la política exterior en el Sexto Informe de Gobierno.
La formulación y conducción de nuestra política exterior revisten una tarea especial y delicada, porque constituye el principal vínculo institucional de México con el mundo.
Es desafortunado, por tanto, que el capítulo dedicado a lo que el actual Ejecutivo federal denomina Política Exterior “Responsable” —como si fuera necesario aclararlo— presente serias deficiencias de forma y fondo.
Es lamentable que se haya hecho entrega a este Congreso de la Unión de un Informe tan desaseado, no sólo plagado de errores orto-tipográficos[1], sino en el que se llegan a confundir siglas de organismos internacionales como la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito[2].
Sin una introducción clara, el capítulo en la materia se reduce a un listado de diagnósticos, iniciativas y acciones, muchas veces inconsistentes entre sí.
Esta simple enumeración no indica cómo ha beneficiado en concreto a nuestra población el esfuerzo realizado en materia de política exterior, ni en qué ha contribuido a fortalecer al Estado mexicano.
Sobre todo, el Informe refleja un grave problema de fondo, porque en los últimos seis años, México ha carecido de una política exterior con una orientación estratégica.
A diferencia de lo indicado en el documento, durante su conferencia de prensa sobre el tema[3], la secretaria de Relaciones Exteriores señaló que la política exterior del gobierno saliente se planteó “tres objetivos concretos”.
El primero fue, y cito, “resolver y superar cualquier tipo de enfrentamiento con otros países”, para luego sostener que, “hoy, México no tiene conflictos con ningún país”.
Más allá de lo triste que resulta para un país con nuestra tradición diplomática sostener como fundamental este ínfimo propósito, la historia y las palabras del presidente Felipe Calderón mismo matizan dicha afirmación.
En una entrevista concedida la semana pasada a la televisión rusa, el presidente Calderón por ejemplo calificó de “complicadas y en ocasiones tensas”[4] las relaciones entre México y los Estados Unidos.
Quizás ambas naciones podemos discrepar en forma respetuosa sobre cuestiones específicas, pero no debemos olvidar que este sexenio pasará a la historia por el episodio que llevó al presidente de la República a exigir el retiro del entonces embajador estadounidense Carlos Pascual.
Fue un incidente lamentable, que reflejó las tensiones producto de una cooperación en materia de seguridad basada en criterios jurídicos vagos, y que se ha operado a escondidas, como lo demuestra el ataque en Tres Marías contra funcionarios encubiertos de Estados Unidos.
El Poder Legislativo, que una y otra vez ha solicitado información precisa sobre las condiciones en las que se conduce esta cooperación bilateral, nunca ha recibido respuestas que no sean elusivas.
Pero las persistentes
tensiones con Estados Unidos no son el único saldo negativo que deja la
administración saliente.
Es necesario recordar las
fricciones con Brasil, que hicieron que ni el presidente de la República, ni la
secretaria de Relaciones Exteriores acudieran en 2011 a la ceremonia de toma de
posesión de la presidenta Dilma Rousseff.
Y hay otros casos: como el
de Canadá, que de manera poco diplomática impuso requisitos draconianos para la
concesión de visas; o el controvertido tema de Florence Cassez, que sigue
afectando la relación con Francia; y el de Cuba, donde la detención de supuestos
activistas del PAN, en vísperas del viaje del Papa Benedicto XVI, estuvo a
punto de descarrilar la única y tardía visita del presidente Calderón a ese
país.
En la misma rueda de prensa,
la secretaria de Relaciones Exteriores manifestó que el segundo objetivo de la
política exterior en este sexenio era, vuelvo a citar, que “México fuera un
actor internacional unánimemente reconocido y respetado”, y además sostuvo que
“esto es ya un hecho”.
No cabe duda de que nuestro
país es mundialmente apreciado por numerosas razones. No obstante, lo que hoy
es un hecho, es que a México se le reconoce por la violencia asociada a la
estrategia federal para combatir el crimen organizado, por la baja tasa de
crecimiento económico en los últimos seis años, y por la incapacidad que esto
ha producido para superar los rezagos de pobreza y desigualdad extremas que aún
persisten.
Durante seis largos años, el
gobierno saliente fue incapaz de articular una política de comunicación
internacional y una diplomacia pública eficaz, que permitieran contrarrestar la
percepción negativa de México que se fue generando.
Y, todo esto, limitó en
forma notoria la capacidad de alcanzar el tercer objetivo de política exterior
que se fijó el Ejecutivo Federal saliente, que era —y cito por última vez— “dar
al país una nueva capacidad de influencia global”.
Señoras y señores
legisladores:
La actual administración deja
un legado de claroscuros en materia de política exterior: México aparece como
un país desorientado y “desdibujado” en el escenario internacional.
La cercanía con Estados
Unidos en materia de seguridad no sólo no
se ha reflejado en mejores condiciones para nuestros migrantes, sino que, por
el contrario, se ha traducido en deportaciones masivas, en legislaciones
anti-migratorias a nivel estatal, y en incesantes ataques de la Patrulla
Fronteriza contra compatriotas inocentes.
Ante dicha realidad, es indispensable
diversificar la agenda con Estados Unidos para que tenga un carácter integral; es
decir, que no solo esté supeditada al tema de seguridad, y en cambio nos
permita enfocarnos —con auténtica corresponsabilidad— en la generación de una
mayor prosperidad que, a su vez, se traduzca en nuevos empleos en ambos lados
de la frontera.
Por otro lado, la
desarticulación entre el Plan Puebla Panamá y la promesa incumplida del
Proyecto Mesoamericano, hicieron que nuestro país perdiera capacidad de
maniobra en Centroamérica, un área vital para nuestra seguridad nacional y
desarrollo económico.
En América del Sur, a pesar
de que la Alianza del Pacífico entre nuestro país, Colombia, Perú y Chile abre
una ventana de oportunidad que es indispensable aprovechar, las fricciones
comerciales y nuestra marcada ausencia en el plano cultural, han hecho que a
México se le perciba distante de sus raíces y vocación latinoamericanas.
Por ello, en el PRI
celebramos que la primera gira de trabajo del presidente electo, Enrique Peña
Nieto, sea a Latinoamérica, con lo que demuestra su compromiso de estrechar los
lazos de amistad y cooperación con la región.
Respecto a Europa, en estos
últimos años México no parece haber dotado de contenido propio a una
“asociación estratégica” que ha estado muy por debajo de su potencial.
Y, frente a Asia, México
quedó rezagado, justo en el momento en que las principales tendencias mundiales
exigían poner énfasis en países clave de esa región.
Ahora, a unos meses de que
inicie la nueva administración, el grupo parlamentario del PRI se declara listo
para acompañar al próximo titular del Poder Ejecutivo, Enrique Peña Nieto, en
la formulación y conducción de una política exterior renovada, que contribuya con
eficacia al desarrollo nacional, y permita recuperar el prestigio y el activo
papel de nuestro país en el mundo.
Tenemos que redefinir la
política exterior, de forma que no sólo sea de principios, sino también de
resultados.
Nuestra política exterior
tiene que estar vinculada, más estrechamente que nunca, con la eficacia que
demanda la política interior para lograr mayor bienestar y desarrollo.
Es cuestión de contar con
una visión en verdad estratégica, claramente alineada con esfuerzos coordinados
para reconstruir la presencia internacional de México.
Con base en los acuerdos
necesarios para sacar adelante las reformas estructurales que se requieren,
habremos de establecer las condiciones para que nuestra economía crezca a tasas
más elevadas y, con ello, logremos asumir nuestra condición plena de potencia
regional.
Asimismo, trabajaremos para
dotar a la Cancillería de recursos adecuados en el Presupuesto de Egresos de la
Federación, para impulsar nuevos proyectos que permitan subsanar el rezago de
los últimos doce años.
Este es el compromiso que
asume el Grupo Parlamentario del PRI, porque la Cámara de Diputados está
llamada a jugar un papel decisivo en la política exterior del país.
Muchas gracias por su
atención.
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