Javier Treviño Cantú
El Norte
4 de enero de 2006
El inicio del 2006 viene marcado por dos temas que han acaparado la atención desde hace tiempo: las elecciones de julio y las tensiones en la relación bilateral con Estados Unidos. Los dos asuntos están estrechamente relacionados. La forma en la que se resuelvan nos dirán si hay bases para ver el futuro de nuestro país con moderado optimismo.
Contra la mayoría de los pronósticos, los candidatos a la Presidencia y sus respectivos partidos han respetado el llamado de la autoridad electoral para limitar sus campañas electorales hasta el 18 de enero. Todavía no podemos cantar victoria, pero hay que reconocer que todos han actuado con cierta mesura. Unos porque así les convino, y otros porque hubieran quedado expuestos a los cuestionamientos de sus contrincantes y a sanciones por parte del árbitro.
Esperemos que quienes buscan dirigir al País durante el próximo sexenio hayan aprovechado estos días para reflexionar sobre la forma en la que van a actuar este año. Por lo pronto, el cese de hostilidades decretado por el IFE debe haberles permitido confirmar que no tienen que salir todos los días a hacer declaraciones huecas, que sólo buscan llamar la atención para mantenerse en las primeras planas de los periódicos y ser mencionados en los noticiarios de radio y TV.
Para fortuna de muy pocos, la carrera por la Presidencia arrancó al día siguiente de las elecciones legislativas de 2003. Desde entonces, hemos padecido una de las más graves enfermedades de México: la "declaracionitis aguda". Se caracteriza por la necesidad compulsiva que tienen los candidatos de hacer sonoros pronunciamientos que, por lo general, no tienen nada que ver con lo que el resto de la gente espera escuchar.
Así, seguimos sin tener claro lo que haría cada candidato para mejorar la situación inmediata de nuestro país, y generar esperanzas de que a mediano y largo plazo México pueda ser más competitivo. Lo más preocupante es que, a estas alturas, todavía ni siquiera queda claro si los candidatos están realmente comprometidos con las reglas de la contienda electoral. Apenas el lunes pasado, la Suprema Corte de Justicia tuvo que hacer un llamado a los actores políticos "a respetar las resoluciones judiciales que se emitan con motivo de las impugnaciones que llegaran a presentarse contra los comicios del 2 de julio".
Nada justificaría que alguno de los candidatos se llamara "robado" la noche de la elección y buscara una solución extralegal, después de registrarse ante el IFE para participar oficialmente en el proceso. No obstante, dadas las sospechas que aún existen, quizá sería mejor que los medios de comunicación les exijan definirse claramente sobre este punto crucial para la estabilidad del País.
Por otra parte, ojalá que la tregua del IFE también haya permitido a los candidatos pensar la forma en la que se definirán frente al otro tema central que ha provocado una "declaracionitis aguda" desde el 11 de septiembre de 2001: los desencuentros, fricciones y malos entendidos con nuestros vecinos del norte.
Sin duda, el rechazo a la construcción de muros en distintos puntos de la frontera que compartimos estará entre las primeras declaraciones que hagan los candidatos cuando acabe la tregua. El reto para ellos, sin embargo, será articular una postura coherente sobre la forma de concebir y conducir dicha relación, más allá de frases altisonantes y lugares comunes, como la intención de promover una cooperación respetuosa y mutuamente provechosa.
Por varias razones, el tema de política exterior puede tener un peso mucho mayor que en elecciones anteriores. Los conflictos experimentados por el actual gobierno con diversos países, la inconveniencia de buscar un asiento en el Consejo de Seguridad de la ONU, la falta de conocimiento sobre el escenario mundial y otros asuntos internacionales controvertidos pueden ofrecer buenos ángulos de ataque electoral. Pero la cuestión más delicada sigue siendo la relación bilateral con Estados Unidos.
Algunos ciudadanos tenemos mucho interés en saber si los candidatos han oído hablar de la Alianza para la Seguridad y la Prosperidad para América del Norte. ¿Conocerán la amplitud y profundidad de los temas que se están discutiendo y resolviendo en ese marco de negociación? ¿Estarán dispuestos a mantener los compromisos asumidos por el actual gobierno en materia de seguridad regional, cooperación energética y demás áreas contempladas por la ASPAN? ¿Entenderán cómo funcionan las estructuras de poder en Estados Unidos?
Sobre todo, más allá de declaraciones retóricas, queremos saber qué proponen de manera específica para desactivar la bomba de tiempo que representa el dilema planteado por la creciente liberación del intercambio comercial, incluyendo productos agrícolas como el maíz y el frijol, junto con la búsqueda de frenos policiaco-militares a los flujos migratorios.
Lo que es un hecho, es que todo lo que digan al respecto será escuchado con gran interés, tanto por los votantes mexicanos, como por los encargados de tomar las decisiones en Washington. Sus palabras serán puntualmente recordadas después de la elección. Y, por esa misma razón, quizás valdría la pena que buscaran alguna vacuna contra la "declaracionitis aguda".
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