HOMENAJE
A LUIS DONALDO COLOSIO
Discurso de Javier Treviño Cantú en la Fundación Colosio
México
D.F., 22 de marzo de 2015
Buenos días a todos.
Siempre es un gusto ver reunidos a tantos amigos, en un día
tan significativo.
Antes que nada, quiero agradecer a César Cámacho su
invitación para compartir con ustedes unas breves reflexiones sobre Luis Donaldo
Colosio, en este homenaje a su memoria y el legado que nos dejó.
Para mí es algo muy especial. Por ello, quiero agradecerle de nuevo al Presidente de nuestro partido y a nuestra Secretaria General que me hayan considerado; y también quiero agradecer a Adrián Gallardo y felicitarlo por el gran trabajo que está haciendo.
Yo conocí a Colosio en 1988, cuando él era oficial mayor
del PRI, coordinador de la campaña presidencial y candidato a senador por
Sonora.
Desde esa primera vez, me impresionó mucho su energía inagotable, su dinamismo; su visión estratégica, su capacidad para lo que hoy llamaríamos “multi-tasking”: ¡podía estar en 20 cosas a la vez y nunca perdía el hilo de un solo asunto!
Luego tuve la oportunidad de apoyarlo, cuando yo era
Ministro de Información y Vocero de la Embajada de México en los Estados
Unidos, y Colosió hizo dos viajes de trabajo a Nueva York y Washington, primero
como Senador y luego ya como Secretario de Desarrollo Social.
Sus visitas fueron todo un éxito, porque le organizamos
un programa muy completo y, más que nada, porque, como siempre, iba bien
preparado.
Poco después me llamó para invitarme a formar parte de su equipo.
Cuando hablé con mi jefe —Gustavo Petricioli, uno de los mejores embajadores que hemos tenido en Washington—, me dijo con su invariable generosidad que por supuesto tenía luz verde para irme a trabajar con él, por la sencilla razón de que, para Petricioli, Colosio sería el próximo presidente de México.
Así que, hice maletas, regresé y me incorporé como Asesor
del Secretario en SEDESOL.
Recuerdo una de las conversaciones que tuvimos poco
después, cuando volábamos de regreso de una gira a Campeche, y acabamos
platicando sobre los conceptos de virtud y fortuna de Maquiavelo.
Para el florentino, la fortuna era el azar en la vida, la casualidad, lo que está fuera del alcance de la lógica, y la virtud era su contraparte.
Maquiavelo escribió que si el príncipe posee virtud, nunca será una simple víctima de los golpes de fortuna. En ese sentido, para el éxito la fortuna no necesita de la virtud, pero sí la virtud de fortuna.
Durante su carrera, Luis Donaldo Colosio fue un político
que siempre tuvo tanto virtud como fortuna, hasta que todo acabó trágicamente aquel
fatídico 23 de marzo de 1994.
Más tarde, con la llegada de la alternancia en el 2000,
durante doce larguísimos años de parálisis política, lamentablemente perdimos
el rumbo que Colosio vislumbraba para México.
Hoy, apenas lo estamos retomando gracias a las reformas
históricas que propuso el presidente Enrique Peña Nieto y que aprobamos en el
Congreso de la Unión.
El reto de nuestro tiempo es la eficaz puesta en marcha
de todas esas reformas, y en eso estamos. Afortunadamente, avanzamos de nuevo.
Colosio lo tenía muy claro hace 21 años.
Era un líder realmente transformador, y expresó con toda puntualidad su visión en el ya famoso discurso del domingo 6 de marzo de 1994.
Quería una nueva relación entre el ciudadano y el Estado;
quería una reforma del poder, para avanzar hacia un sistema de mayores equilibrios,
fiel a su origen republicano y a su vocación democrática.
Su visión era la de un crecimiento con estabilidad, basado
en finanzas nacionales sanas y buenas finanzas familiares; en una mayor
equidad, con más empleos mejor pagados, un combate decidido a la pobreza y la desigualdad,
y una gran reforma para el campo.
Colosio estaba convencido que era la hora de las regiones
de México, para aprovechar mejor los recursos, la capacidad y el talento de
cada una de las comunidades del país, de cada ciudad, de cada estado.
Proponía una educación de calidad para la competencia
global, y veía en esta tarea nuestra batalla más trascendente de cara al
futuro.
Luis Donaldo ofrecía un cambio con rumbo seguro, para
garantizar paz y tranquilidad a nuestros hijos; y él mismo encarnaba el ideal
de superación basado en el talento y el esfuerzo constante.
Siempre me he sentido orgulloso de haber trabajado cerca
de Colosio.
Gabriel García Márquez escribió que “la vida no es la que
uno vivió, sino la que uno recuerda y como la recuerda para contarla”, así que
quiero compartirles algunos recuerdos que creo que reflejan la personalidad de
Luis Donaldo y su extraordinario liderazgo.
De entrada, Colosio era uno de esos políticos a los que
no hay que explicarles las cosas, sino todo lo contrario: él siempre tenía más
claro que nadie cuál era el mensaje que había que mandar; cuál era el objetivo
de cada reunión que tenía; y en qué radicaba el éxito real. Siempre construía
la historia del futuro.
Por supuesto, todos los que lo conocimos sabemos que no era nada fácil trabajar con él.
Era impaciente, regañón y obsesivamente disciplinado,
porque —como lo señaló José Ortega y Gasset en su magnífico texto sobre Mirabeau o el político—, Colosio era un
alma grande, tenía una idea perfectamente clara de lo que debe hacerse por la
nación desde el Estado.
Cuando teníamos acuerdo con él, había que asegurarse de tener
a la mano las carpetas con toda la información detallada de la Sedesol.
Colosio revisaba cada mensaje con mucho cuidado. Siempre
preguntaba ¿por qué?, y hacía anotaciones, subrayaba con su pluma sepia y ponía
signos de exclamación en todas las tarjetas verdes que le pasábamos.
Nada de lo que hacía era gratuito ni obra de la
casualidad.
Hay pocas veces en la vida que uno tiene la suerte, o la
fortuna, de toparse con un verdadero líder; pero cuando sucede, no cabe duda de
que pueden inspirarnos a dar lo mejor de nosotros mismos.
Colosio era así; pensaba, actuaba y comunicaba distinto a
los demás políticos que yo había conocido, y por eso nos inspiraba.
Todos los políticos comunican lo que hacen; algunos dicen
cómo lo hacen; pero muy pocos comunican bien por qué lo hacen.
Colosio, en cambio, siempre explicaba por qué hacía las
cosas. Se acercaba a la gente y literalmente la cautivaba, porque “conectaba”
con cada persona y hacía que creyeras en lo que él creía.
Era muy inteligente y tenía una gran capacidad analítica,
pero su liderazgo en realidad era esencialmente emotivo, ya que lo que decía le
salía del corazón, y por eso era que la gente lo seguía con fervor.
La diferencia de Colosio era que actuaba con una gran convicción;
tenía no sólo un propósito bien definido en cada cosa que hacía, sino también
una causa, que, claro está, era siempre la causa de la gente, el avance de
México.
A 21 años de la tragedia en que perdimos un alma grande,
es indispensable reflexionar sobre la política en México, sobre los políticos,
y sobre nuestro futuro como sociedad, como nación.
En estos momentos en que —lo sabemos bien—, tanto en
nuestro país como en el mundo entero el arte y el ejercicio de la política
sufren duros embates desde muy diversos frentes, honrar la memoria de Luis
Donaldo Colosio es dignificar esta tarea fundamental e indispensable.
Con Luis Donaldo aprendí mucho.
Aprendí que cuando eres un político genuino defiendes lo
que crees; lo haces de frente, y motivas a otros para luchar juntos por el
bienestar de nuestra comunidad y por el desarrollo de nuestro país.
Colosio me hizo —nos hizo— confiar en el poder
transformador de la política.
En esta tarea, la combinación de prudencia y valentía
para tomar decisones es muy difícil de lograr, pero resulta indispensable. Y una
de las principales cualidades de Colosio, es que lograba ese equilibrio.
Cuando platicábamos, Colosio me decía: ¿Qué puedes
controlar en política?
Lo que depende exclusivamente de ti es tu visión, tu
voluntad, tu determinación, tu responsabilidad, tu pasión y —también— tu
sentido del humor.
Lo que no puedes controlar son las fuerzas que se desatan
a tu alrededor cuando decides promover el cambio.
En esos momentos, me comentaba Colosio, es cuando la
fuerza de tus convicciones se vuelve el único faro para guiar tus pasos.
Estimadas amigas y amigos:
Max Weber dijo que sólo aquéllos que viven no de
la política, sino para la política pueden entenderla como un llamado;
como una auténtica vocación.
La vida entera de Luis Donaldo Colosio fue, sin lugar a dudas, una firme respuesta a ese llamado y a su indudable vocación de servicio.
Colosio fue un político que, sobre todo, siempre buscó lo
mejor para la sociedad mexicana, y en ese proceso construyó una visión para el
futuro de un México próspero, justo, seguro, pleno de grandeza.
Al honrar su memoria y el legado ejemplar que nos dejó,
hoy los invito a que refrendemos nuestro compromiso con la justicia social y
con las mejores causas que están en la esencia de la política; para seguir
trabajando por el México que Luis Donaldo quería para sus hijos, por el México
que juntos vamos a construir para nuestros hijos.
Muchas gracias.
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