Javier Treviño Cantú
El Norte
7 de diciembre de 2005
La difícil coyuntura por la que pasa el gobierno del Presidente George W. Bush está siendo aprovechada por otros países para promover sus intereses. Sin embargo, en México ocurre exactamente lo opuesto. En lugar de que ganemos terreno en la mesa bilateral de negociaciones, nuestra posición parece ser cada vez más vulnerable frente a nuestro vecino del norte.
En buena medida, el empantanamiento en Iraq y las distracciones causadas por los escándalos políticos en Washington explican el fiasco ocurrido en la Cumbre de las Américas. El sonoro rechazo al ALCA y la capacidad del Presidente venezolano Hugo Chávez para acaparar los reflectores en Mar del Plata, contrastaron con las imágenes de un distraído mandatario estadounidense.
Bush viajó a China y el Presidente Hu Jintao escuchó pacientemente sus llamados en favor de una mayor apertura religiosa, política y social, pero no dio señales de que tuviera la menor intención de hacer algo al respecto. En Rusia, el Presidente Vladimir Putin utiliza el momento para seguir limitando el avance de la democracia y ejercer un mayor grado de influencia en su amplia periferia. En Europa, a pesar del abierto rechazo del gobierno estadounidense, España cerró su trato con Venezuela para venderle armamento.
En cambio, México da la impresión de encontrarse nuevamente a la defensiva en su relación con Estados Unidos. Lo peor del caso es que la debilidad de nuestra posición se ha mostrado precisamente en los temas prioritarios para cada país: seguridad y migración.
Por una parte, el gobierno mexicano parecería estar asumiendo unilateral y plenamente los compromisos derivados de la Alianza para la Seguridad y Prosperidad de América del Norte, firmada en marzo de este año. Uno de sus aspectos más delicados tiene que ver con los esfuerzos para reforzar no sólo la seguridad común frente a amenazas externas, sino también la seguridad interna de cada país. En las últimas semanas, en México se han tomado cuando menos tres decisiones que pudieran verse como casos aislados, pero que, en conjunto, parecen guiadas por este mismo hilo conductor:
1) El 28 de noviembre se reformó el Artículo 73 de la Constitución, para que el narcomenudeo pueda ser considerado como delito del fuero común y, por lo tanto, que las autoridades estatales lo combatan directamente. 2) El 30 de noviembre, la Suprema Corte de Justicia determinó que la cadena perpetua no es un obstáculo para extraditar narcotraficantes mexicanos requeridos por la justicia estadounidense. 3) El 1 de diciembre, el Senado da a conocer una reforma legal para endurecer diversos castigos relacionados con el terrorismo internacional.
Pero no hay eco al otro lado del Río Bravo. Todo lo contrario. La semana pasada volvieron a darse muestras de que existen sectores interesados en presionar al gobierno mexicano. El video en donde son torturados presuntos miembros de la banda de "Los Zetas" por supuestos agentes de la AFI, primero se filtró al Kitsap Sun, un pequeño diario de Seattle, y luego se difundió a través del sitio en Internet del periódico Dallas Morning News. La aparente fuente de la filtración y las respuestas contradictorias de las autoridades mexicanas nos colocan en una posición vulnerable.
Por otra parte, el gobierno del Presidente Bush ha retomado el tema migratorio, impulsando una nueva iniciativa para fortalecer el control sobre la frontera con México, e insistiendo en la necesidad de un programa de trabajadores temporales. Lo ha hecho por razones políticas y porque la situación actual es insostenible. La presencia de 11 millones de indocumentados en su territorio representa un riesgo inadmisible en la era post 11 de septiembre. Pero su economía los necesita para sostener industrias enteras.
De acuerdo con el nuevo estudio del Centro Pew y el Consejo de Relaciones Exteriores de Chicago, 51 por ciento de los estadounidenses opina que reducir la inmigración ilegal debe ser una prioridad de política exterior. Según The Economist, otra investigación del Manhattan Institute indica que 72 por ciento de los electores identificados con el Partido Republicano estaría de acuerdo con un plan como el que propone el mandatario estadounidense.
El Congreso de Estados Unidos, y en particular el Senado, parece estar listo para dar el siguiente paso en el tema migratorio. El próximo año habrá elecciones legislativas en ese país, y el tema tendrá un alto impacto en el ánimo de los votantes. Es una ventana de oportunidad que no debemos cerrar. Nuestro gobierno debe lograr que sus esfuerzos para mejorar la seguridad sean reconocidos y tomados en cuenta a la hora de la discusión.
No todo se resuelve en Washington. Esa capital es sólo un espejo que refleja la verdadera realidad de los estados. Para cambiarla hace falta una campaña que movilice a todos los aliados en cada uno de los distritos de aquellos legisladores que serán figuras clave en el debate migratorio. Así lo hicimos para lograr la aprobación del TLC. Las campañas no se ganan con retórica. Mucho menos si nos quedamos hablándole diplomáticamente al espejo. El triunfo exige estrategia, mensaje y organización. Podemos ganar la campaña por la reforma migratoria. Nuestros connacionales se lo merecen.
1 comment:
Estoy de acuerdo en que México no ha sacado la mejor parte de su política bilateral con Estados Unidos, pero yo creo que, en gran medida, esto se debe a que quieren basar la relación el mérito (convencer a Bush que México se lo merece), en lugar de en la política...
Creo que con una campaña más agresiva de lobbying, México puede lograr mucho más en el Congreso Américano, que hoy por hoy, tiene el control de la política Estado Unidense ante la incapacidad de Bush...
Muy buen blog. Saludos!
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