Sentido de responsabilidad
Con el conocimiento que han obtenido, y el privilegio que significa graduarse de esta prestigiada Facultad de Derecho de la Universidad Autónoma de Nuevo León, también adquieren una gran responsabilidad.
Quizá no me invitaron para recordárselos, pero creo que esa es la responsabilidad que a mí me toca asumir con ustedes.
Hoy están de fiesta, y sin duda tienen muchas razones para festejar con sus familias y amigos.
Sin embargo, a partir de mañana, ustedes van a ejercer su profesión en un entorno que les pondrá pruebas más duras que todos los exámenes que hayan pasado durante su carrera.
Todos esperamos mucho de cada uno de ustedes y —estoy seguro— ustedes deben tener grandes planes para el futuro.
Pero también estoy seguro que todos ustedes saben que no será nada fácil.
Ustedes saben que para tener éxito profesional, van a tener que trabajar muy duro.
Que para que su trabajo trascienda en el tiempo, van a tener que apegarse a los principios y a los valores que les inculcaron sus padres, y los mejores maestros que hayan tenido en estas aulas.
Y saben que, para contribuir al avance de sus comunidades, de Nuevo León y de México, van a tener que mantenerse fieles a los ideales originales que los llevaron a querer ser... Abogados de la Universidad Autónoma de Nuevo León... así... con mayúsculas.
Retos
Por supuesto, no les digo nada nuevo al señalar que enfrentamos grandes retos.
Nuestro Estado, al igual que nuestro País, e incluso el mundo entero, están ante algunos de los desafíos más complejos de la historia.
Estamos frente a una realidad cada vez más compleja, con una multiplicidad de actores que han ganado gran capacidad de influencia, en un escenario donde todo parece suceder al mismo tiempo.
Tan sólo pensemos en lo que ha pasado este año.
A pesar del esfuerzo realizado por el Gobierno Federal, los gobiernos estatales y municipales, la situación de inseguridad que se vive en toda la República aún no logra resolverse.
Incluso, se puede decir que, por los propios avances en el combate a la delincuencia organizada, se ha recrudecido la violencia... como lo hemos visto aquí... o hace un par de días en Cuernavaca... o en Morelia.. o en muchas otra partes de la República.
A la vez, el impacto de la crisis financiera y económica global nos pegó de lleno... en gran parte por la falta de capacidad para realizar las reformas estructurales de fondo que por tanto tiempo se han discutido y analizado... pero no concretado.
Por si faltara algo, México se convirtió en el epicentro de la pandemia por el nuevo virus A-H1N1, lo cual tuvo un costo enorme para nuestra economía... nuestra industria turística... y hasta para nuestras maltrechas relaciones diplomáticas con muchos países.
Todo ello impactó los avances logrados en años anteriores para abatir rezagos como el de la pobreza... poniendo en riesgo a buena parte de la población que vive en condiciones de mayor vulnerabilidad.
Y, además, experimentamos como nunca los efectos del cambio climático... primero con una larga sequía... y luego con lluvias torrenciales que dejaron a decenas de miles de mexicanos sin casa ni trabajo en estados como Tabasco, Veracruz, o el Estado de México.
No quiero ser pesimista ni “aguarles la fiesta”.
Lo único que quiero, es resaltar que estamos inmersos en un mundo muy complejo... donde todo ocurre de manera simultánea... y donde —por lo mismo— todos tenemos que estar preparados para atender múltiples tareas al mismo tiempo... porque, sin duda, ustedes van a saber muy pronto lo que eso significa.
Ejes de gobierno
Para navegar por este entorno tan complejo... e imprevisible... es fundamental contar con puntos de referencia claros.
Es necesario tener prioridades bien definidas, y ejes precisos para articular nuestras acciones... ya sea a nivel personal, como profesionistas o servidores públicos.... o ya sea a nivel institucional... en un bufete de abogados, en una empresa o en una dependencia de gobierno.
En el caso del Gobierno del Estado, el Gobernador Rodrigo Medina definió tres ejes para superar los retos que enfrentamos actualmente... y poder ofrecerle así una mejor calidad de vida a toda la gente de Nuevo León.
El primer eje tiene que ver con el logro de una seguridad integral... que significa no sólo recuperar la seguridad pública... sino también fortalecer la seguridad patrimonial y la seguridad jurídica... para contar con las condiciones básicas que permitan una convivencia pacífica y armónica.
El segundo eje, tiene que ver con la creación de riqueza y la generación de empleo... al reforzar el papel del Gobierno como un facilitador para las actividades productivas... y el desarrollo de todo lo que se necesita para atraer más inversión.
Me refiero, por ejemplo, al trabajo de vinculación que estamos haciendo con instituciones académicas como la misma Universidad Autónoma de Nuevo León... para que los programas de estudio respondan a los perfiles de los egresados que están demandando las compañías o las administraciones públicas... o a la “triple hélice” que estamos impulsando junto con las universidades y las empresas... para promover los clusters industriales o los parques tecnológicos.
Y, el tercer eje, tiene que ver con una inversión social mucho más eficaz e incluyente... para darle a la gente, que por razones históricas se ha visto marginada del progreso, las condiciones y las herramientas que se necesitan para incorporarse al desarrollo del Estado.
Una inversión mejor focalizada en salud, en educación, en acceso a tecnologías de la información, en recuperación de espacios de convivencia comunitaria, en deporte y en cultura accesibles... para propiciar una mayor inclusión y cohesión social.
En una palabra, para fortalecer nuestro sentido de comunidad... de pertenencia a un Estado del que todos estamos tan orgullosos... y trabajar de esta forma unidos para lograr un progreso compartido por todos.
Desfase entre realidad de jure y de facto
No acepté su invitación para “aventarme” un comercial de lo que estamos haciendo en el Gobierno del Estado.
Lo señalo, porque en la base de los retos que buscamos superar al desarrollar políticas públicas articuladas en torno a estos tres ejes, hay un desafío aún más profundo.
Es un reto donde ustedes... como licenciados en derecho... van a tener un papel central que jugar.
Es el reto que nos plantea el desfase constante entre la realidad de jure... y la realidad de facto.
En muchos sentidos, este desfase está en la raíz, y es lo que explica el problema de inseguridad que estamos enfrentando.
Es la causa primordial de la crisis financiera global.
Es la razón de que no hayamos podido abatir el rezago de la pobreza o la brecha de la desigualdad.
Y, como lo vimos estos días en la Cumbre de Copenhague, es una de las causas que impiden actuar con mayor decisión para mitigar los efectos del cambio climático.
Sobre todo, es lo que está en el fondo del reto que enfrentamos en México para consolidar una verdadera cultura de la legalidad.
Un apego cotidiano a la ley... un auténtico Estado de Derecho... que nos permita consolidarnos como un país de Instituciones sólidas.
Como un país con ciudadanos en toda la extensión de la palabra... capaces de ejercer plenamente todos sus derechos... porque cumplen cabalmente todas sus obligaciones.
El desafío más grande que tenemos hoy en día, es comprometernos, en lo personal y en lo colectivo, con el respeto a la ley.
Así de sencillo... y así de difícil.
Pero, al mismo tiempo también tenemos un doble reto a nivel institucional.
Por una parte, el de mejorar exponencialmente nuestra capacidad de dotarnos de mejores leyes y regulaciones... así como de irlas actualizando constantemente para ajustarlas a la cambiante realidad... pero sin desvirtuar su propósito esencial.
En ese sentido, el trabajo legislativo en México requiere un ajuste estructural muy importante... que permita profesionalizar la composición de las cámaras y, por lo tanto, su trabajo...pero, sobre todo, para hacerlo mucho más expedito.
La lentitud y parsimonia del trabajo legislativo ciertamente tiene una razón de ser... se necesita deliberar con cuidado los cambios a las leyes, para asegurar que el efecto no sea contraproducente... como ocurrió en algunos sentidos con la pasada reforma electoral.
Pero, también, se necesita tener una mayor capacidad de “aterrizar” con rapidez propuestas concretas... de consensuarlas, alcanzar los acuerdos necesarios para asegurar su éxito...o, en su defecto, corregir con velocidad lo que se haya hecho mal... y subsanar los huecos legales que deban atenderse.
Por otra parte, también tenemos que mejorar cualitativamente la capacidad de asegurar la aplicación de las leyes vigentes.
De nada sirve tener leyes de avanzada a nivel mundial, si son letra muerta.
En suma, se necesita contar con reglas más concisas, más prácticas en el sentido literal de la palabra... y con una mayor capacidad de verificar que se cumplan a carta cabal.
De no hacerlo, corremos el riesgo de sufrir grandes retrocesos...
Creo que no exagero.
En las últimas semanas, hemos tenido ejemplos, que nos indican la necesidad imperativa de cerrar la brecha que hoy existe entre nuestra realidad de jure... y la de facto.
La tragedia de la guardería ABC en Sonora — por citar uno de ellos— deben hacernos reflexionar sobre las funciones que tienen que cumplir directamente las autoridades... sobre cuáles pueden ser subrogadas y bajo qué condiciones... y cómo se deben supervisar “con lupa” esas condiciones... para evitar situaciones inadmisibles.
Otro ejemplo, es la proliferación de intentos de linchamiento de presuntos delincuentes, que han ocurrido recientemente en sitios como el Estado de México.
Cuando llegamos al punto de que la única solución para la sociedad es hacerse justicia por propia mano... estamos en una situación de riesgo verdaderamente seria.
La falta de respeto y confianza en las fuerzas del orden, socava los fundamentos esenciales del vínculo entre la ciudadanía y el poder del Estado.
Pero tal vez lo más grave sea la tentación de transgredir, desde la autoridad, el orden legal para resolver algún reto por sensible que éste sea para la sociedad.
Por más comprensible que sea la urgencia de atender un problema, nada justifica que una autoridad contravenga las leyes que está obligada a respetar y hacer respetar.
La historia —y estoy hablando de la historia reciente, no de un pasado remoto— es absolutamente clara.
Siempre que un gobierno ha pretendido extralimitarse o violentar su mandato legal para hacer frente a una situación extraordinaria... el resultado siempre ha sido contraproducente.
Ya sea en España para combatir a ETA... en Colombia para hacer frente al narcoterrorismo de las FARC... o en Estados Unidos para responder a los ataques contra las Torres Gemelas... la historia ha demostrado que el remedio resulta mucho más caro que la enfermedad.
Por ello, hoy, en México debemos rechazar el rompimiento del orden legal como medio para superar nuestros retos... y —por el contrario— hacer una llamado al compromiso con una verdadera cultura de la legalidad.
Sólo así lograremos acabar con otra cultura... lamentablemente más arraigada... la de la corrupción.
Sólo así lograremos transformar nuestra economía... de una que esté caracterizada por la informalidad... a otra donde sea mucho más fácil tener un buen negocio... en regla.
Sólo así podremos acabar con la impunidad... que nutre a la criminalidad y la delincuencia.
Sólo así podremos ponerle un alto a la amenaza que significa el desbordamiento de la violencia.
Solo así, en suma, podremos lograr una mayor seguridad integral... una mayor prosperidad compartida... y una mayor justicia social.
Consejos
Antes de concluir, no pretendo darles ningún consejo... pero quizá vale la pena mencionar algunas cosas que a mí me hubiera gustado escuchar cuando me gradué... y que he ido aprendiendo con el paso de los años.
Primero, que no vayan a desesperarse por no poder aplicar de inmediato todo lo que aprendieron en esta Facultad.
La paciencia es una de las virtudes más subestimadas... pero no por ello de las menos importantes.
Seguramente, muchos de ustedes van a experimentar el dilema que significa llegar con una visión fresca para tratar de hacer las cosas de mejor forma... y enfrentarse a estructuras organizacionales por naturaleza muy reacias al cambio.
Aquí, y en todas partes, la forma de entender el cambio... de valorar el cambio... y de aplicar cambios... es una de las tareas más difíciles que existen... tanto para los gobiernos, como para las empresas o las organizaciones sociales.
Siempre que se gradúa una generación... se dice que se espera de ella que sean “agentes de cambio”... hasta que se topan con la realidad.
Por eso, les pido que no se desanimen... que perseveren... que escojan con cuidado las batallas que inevitablemente deberán pelear... para aplicar todo el conocimiento que ustedes han adquirido... y puedan demostrar que —en efecto— saben hacer las cosas mejor que nadie.
Los cambios incesantes que vivimos en esta era de Internet y comunicaciones instantáneas... también les van a exigir tener disposición para seguir aprendiendo.
En el mundo actual, es absolutamente indispensable mantenerse informados... actualizados... y en sintonía con las principales tendencias y el conocimiento que se va produciendo.
Nunca habíamos tenido acceso a tanta información y conocimiento como ahora... y esto apenas está empezando... pero eso también exige más esfuerzo para estar al día... y mayor criterio para discriminar la información confiable... de la que no lo es.
Igualmente, esta nueva época donde la tecnología facilita los contactos sociales... es fundamental dedicarle tiempo y esfuerzo a mantener redes sociales cada vez más amplias.
No solamente para twittear con los amigos o ver qué hizo alguien en Facebook... sino para establecer redes profesionales... que pueden agregar un valor gigantesco al trabajo de cada quien... y abrir muchas oportunidades... que de otra forma quizá ni siquiera estarían en su “radar”.
También, es muy importante que reconozcan el valor inestimable que tiene mantenerse cerca de nuestra Alma Mater.
Las universidades ya no son aquellos centros donde se depositaba el saber histórico... los alumnos pasaban por ahí unos cuatro años para adquirir los conocimientos y los contactos que pudieran... y luego... cada quien a lo suyo sin volver a poner un pie en la facultad.
Las universidades hoy son centros dinámicos... donde no sólo se transmite, sino que también se genera conocimiento... y se establecen relaciones muy valiosas.
Es importante que se mantengan cerca de su Facultad y de su Universidad... para que ustedes también contribuyan a que ambas sean cada vez mejores.
Porque, en la medida en que cada uno de ustedes contribuya a mejorar la calidad, el prestigio y la influencia de la Facultad de Derecho y Criminología de la Universidad Autónoma de Nuevo León... también estarán contribuyendo al fortalecimiento de nuestro Estado... y al engrandecimiento de nuestro País.
Sunday, December 20, 2009
Monday, November 16, 2009
Un buen gobierno
Palabras de Javier Treviño Cantú en el Desayuno de la Unidad Revolucionaria
16 de noviembre de 2009
A nombre del Gobernador Rodrigo Medina, quiero hacer un reconocimiento a nuestro Partido. Siempre hemos recibido el respaldo de su dirigencia. Y apreciamos la oportunidad que el PRI nos ha brindado para trabajar por Nuevo León.
Se convierte en tradición algo que una generación hereda de las anteriores y, por estimarlo valioso, entrega a la siguiente generación. Pero la vitalidad de una tradición depende de su capacidad para renovarse, de cambiar, para seguir siendo vigente. Por eso, esta mañana, nosotros damos una clara muestra de que tradición, unidad y revolución son tres palabras idénticas.
Siguiendo una tradición de ya casi 30 años, nos reunirnos esta mañana para refrendar un compromiso. Nuestro Partido debe seguir siendo el mejor representante del poder transformador de la política. Y debe seguir siendo la mejor opción de gobierno.
Esa es al mismo tiempo una gran responsabilidad que nos obliga a mantener el paso y redoblar esfuerzos.
Quienes fueron electos por la mayoría de la ciudadanía tienen el compromiso de servir con un proyecto claro de gobierno. La gente ha reconocido con su voto al Partido Revolucionario Institucional porque es una institución política seria, responsable, con experiencia, que sabe cómo se resuelven los problemas y que no pospone las soluciones. Los equipos de gobierno emanados del PRI tenemos una clara visión, un rumbo definido, y ponemos en el centro de nuestros afanes a los ciudadanos.
Quienes tenemos la responsabilidad de una tarea de gobierno sabemos asumir el cumplimiento del mayor compromiso: elevar la calidad de vida de la gente de Nuevo León, de cada municipio, de cada comunidad.
El Gobernador Rodrigo Medina tuvo el orgullo y el privilegio de hacer campaña con muchos de ustedes, de recorrer juntos el Estado, y con gran pasión, cada uno de los 51 municipios, y constatar en los esfuerzos individuales y colectivos ese acercamiento sincero y real con la gente. Fue testigo de un firme compromiso de servir, de las ganas de resolver los problemas de la comunidad a la que representamos.
Logramos que la gente identificara sus necesidades con nuestras propuestas, que se vieran reflejados en ellas, que las hicieran propias.
El Partido es fuerte porque está cerca de la gente. Por eso tiene que cumplirle, con rumbo, con enfoque, con disciplina. Por eso tenemos que entrarle de frente, y actuar con la convicción de que Nuevo León tiene grandes fortalezas. Porque las han edificado con sacrificios nuestros padres y abuelos. Y porque debemos entregarle buenas cuentas a nuestros hijos.
Nuevo León es tierra de líderes; nos gusta estar a la cabeza de los esfuerzos nacionales. Y el partido hoy está al frente de las grandes causas nacionales. Debemos decirlo así de claro: quienes servimos en el gobierno tenemos que darle las gracias al PRI por esta gran oportunidad que nos ha dado, en un momento clave para enfrentar la realidad adversa, para proponer soluciones a las enormes carencias, para ser reales interlocutores de la ciudadanía.
En el equipo de gobierno de Rodrigo Medina estamos muy entusiasmados con esta oportunidad, y muy orgullosos y comprometidos de hacer nuestro máximo esfuerzo de cara a los nuevoleoneses. Trabajaremos todos los días, también, para que nuestro partido se sienta orgulloso de la labor que estemos haciendo en el gobierno, y con la absoluta certeza de que hay que gobernar para todos.
Si bien la militancia es un asunto de convicción e identidad, y la nuestra la llevamos aquí adentro, sabemos y tenemos claro que el trabajo que nos toca realizar va más allá de los colores y las diferencias partidistas.
Debemos llevar el beneficio a toda la gente de Nuevo León, a las mujeres, a los adultos mayores, a la gente del campo, a los niños, a los jóvenes, a los que sufren alguna discapacidad, a los trabajadores y obreros, a los empleados, siempre pensando en que Nuevo León, con el apoyo de todos, puede ser más próspero.
Esta es una premisa de trabajo que guía nuestra tarea en el gobierno: Más que hablar, escuchamos y actuamos en consecuencia. La gente no se equivoca en lo que quiere, sabe sus carencias porque las vive, conoce sus necesidades porque por ellas se desvela, valora sus logros porque son la herencia de su familia. Es a la gente a la que hay que responderle.
El Gobernador Rodrigo Medina ha hecho un llamado a que tengamos un contacto cotidiano con la gente, a que NO nos encerremos en las oficinas, a que salgamos a gobernar a las calles, a las colonias. El Gobernador Rodrigo Medina está encabezando un buen gobierno.
Y un buen gobierno, no es aquél que realiza declaraciones espectaculares para llamar la atención.
Un buen gobierno, no es el que promete cosas que no puede hacer, ni el que genera falsas expectativas.
Un buen gobierno, es el que actúa con prudencia y un claro sentido de la gran responsabilidad que tiene dentro del marco legal.
Un buen gobierno, es el que cumple sus compromisos y da la cara.
En el Gobierno del Estado de Nuevo León, estamos comprometidos a darle buenos resultados a todos los ciudadanos, y no les vamos a fallar.
Amigas y amigos:
Ante la naturaleza y dimensión de los retos que enfrentamos, la unidad revolucionaria toma un sentido renovado, significa trabajar juntos, más que nunca, en favor de los ciudadanos.
Significa esforzarnos sin descanso, en un frente común, para avanzar en los tres ejes que orientan todas las iniciativas de este gobierno: seguridad integral, creación de riqueza, y desarrollo social.
La unidad revolucionaria significa construir un Nuevo León Unido.
Un Nuevo León Unido, en donde la gente viva otra vez en paz y pueda realizar sus actividades con plena tranquilidad, en un marco de respeto a la ley y de fortalecimiento de la cultura de la legalidad.
Un Nuevo León Unido, en donde el gobierno cumple su responsabilidad en la promoción de mejores condiciones para que, quien quiera emprender un negocio lo pueda hacer; para que quien tenga una empresa –por pequeña o grande que sea– la pueda hacer crecer; para que quien ya esté creciendo, crezca más; y para que quien busca un empleo, lo encuentre.
La unidad revolucionaria que hoy celebramos, significa un Nuevo León Unido para impulsar el desarrollo de quienes se encuentran en condiciones de mayor vulnerabilidad.
Significa sumar voluntades y compartir el mismo objetivo: mejorar la calidad de vida de los nuevoleoneses.
Hoy celebramos una gran tradición: la unidad revolucionaria, significa, en pocas palabras, que unidos somos Nuevo León.
16 de noviembre de 2009
A nombre del Gobernador Rodrigo Medina, quiero hacer un reconocimiento a nuestro Partido. Siempre hemos recibido el respaldo de su dirigencia. Y apreciamos la oportunidad que el PRI nos ha brindado para trabajar por Nuevo León.
Se convierte en tradición algo que una generación hereda de las anteriores y, por estimarlo valioso, entrega a la siguiente generación. Pero la vitalidad de una tradición depende de su capacidad para renovarse, de cambiar, para seguir siendo vigente. Por eso, esta mañana, nosotros damos una clara muestra de que tradición, unidad y revolución son tres palabras idénticas.
Siguiendo una tradición de ya casi 30 años, nos reunirnos esta mañana para refrendar un compromiso. Nuestro Partido debe seguir siendo el mejor representante del poder transformador de la política. Y debe seguir siendo la mejor opción de gobierno.
Esa es al mismo tiempo una gran responsabilidad que nos obliga a mantener el paso y redoblar esfuerzos.
Quienes fueron electos por la mayoría de la ciudadanía tienen el compromiso de servir con un proyecto claro de gobierno. La gente ha reconocido con su voto al Partido Revolucionario Institucional porque es una institución política seria, responsable, con experiencia, que sabe cómo se resuelven los problemas y que no pospone las soluciones. Los equipos de gobierno emanados del PRI tenemos una clara visión, un rumbo definido, y ponemos en el centro de nuestros afanes a los ciudadanos.
Quienes tenemos la responsabilidad de una tarea de gobierno sabemos asumir el cumplimiento del mayor compromiso: elevar la calidad de vida de la gente de Nuevo León, de cada municipio, de cada comunidad.
El Gobernador Rodrigo Medina tuvo el orgullo y el privilegio de hacer campaña con muchos de ustedes, de recorrer juntos el Estado, y con gran pasión, cada uno de los 51 municipios, y constatar en los esfuerzos individuales y colectivos ese acercamiento sincero y real con la gente. Fue testigo de un firme compromiso de servir, de las ganas de resolver los problemas de la comunidad a la que representamos.
Logramos que la gente identificara sus necesidades con nuestras propuestas, que se vieran reflejados en ellas, que las hicieran propias.
El Partido es fuerte porque está cerca de la gente. Por eso tiene que cumplirle, con rumbo, con enfoque, con disciplina. Por eso tenemos que entrarle de frente, y actuar con la convicción de que Nuevo León tiene grandes fortalezas. Porque las han edificado con sacrificios nuestros padres y abuelos. Y porque debemos entregarle buenas cuentas a nuestros hijos.
Nuevo León es tierra de líderes; nos gusta estar a la cabeza de los esfuerzos nacionales. Y el partido hoy está al frente de las grandes causas nacionales. Debemos decirlo así de claro: quienes servimos en el gobierno tenemos que darle las gracias al PRI por esta gran oportunidad que nos ha dado, en un momento clave para enfrentar la realidad adversa, para proponer soluciones a las enormes carencias, para ser reales interlocutores de la ciudadanía.
En el equipo de gobierno de Rodrigo Medina estamos muy entusiasmados con esta oportunidad, y muy orgullosos y comprometidos de hacer nuestro máximo esfuerzo de cara a los nuevoleoneses. Trabajaremos todos los días, también, para que nuestro partido se sienta orgulloso de la labor que estemos haciendo en el gobierno, y con la absoluta certeza de que hay que gobernar para todos.
Si bien la militancia es un asunto de convicción e identidad, y la nuestra la llevamos aquí adentro, sabemos y tenemos claro que el trabajo que nos toca realizar va más allá de los colores y las diferencias partidistas.
Debemos llevar el beneficio a toda la gente de Nuevo León, a las mujeres, a los adultos mayores, a la gente del campo, a los niños, a los jóvenes, a los que sufren alguna discapacidad, a los trabajadores y obreros, a los empleados, siempre pensando en que Nuevo León, con el apoyo de todos, puede ser más próspero.
Esta es una premisa de trabajo que guía nuestra tarea en el gobierno: Más que hablar, escuchamos y actuamos en consecuencia. La gente no se equivoca en lo que quiere, sabe sus carencias porque las vive, conoce sus necesidades porque por ellas se desvela, valora sus logros porque son la herencia de su familia. Es a la gente a la que hay que responderle.
El Gobernador Rodrigo Medina ha hecho un llamado a que tengamos un contacto cotidiano con la gente, a que NO nos encerremos en las oficinas, a que salgamos a gobernar a las calles, a las colonias. El Gobernador Rodrigo Medina está encabezando un buen gobierno.
Y un buen gobierno, no es aquél que realiza declaraciones espectaculares para llamar la atención.
Un buen gobierno, no es el que promete cosas que no puede hacer, ni el que genera falsas expectativas.
Un buen gobierno, es el que actúa con prudencia y un claro sentido de la gran responsabilidad que tiene dentro del marco legal.
Un buen gobierno, es el que cumple sus compromisos y da la cara.
En el Gobierno del Estado de Nuevo León, estamos comprometidos a darle buenos resultados a todos los ciudadanos, y no les vamos a fallar.
Amigas y amigos:
Ante la naturaleza y dimensión de los retos que enfrentamos, la unidad revolucionaria toma un sentido renovado, significa trabajar juntos, más que nunca, en favor de los ciudadanos.
Significa esforzarnos sin descanso, en un frente común, para avanzar en los tres ejes que orientan todas las iniciativas de este gobierno: seguridad integral, creación de riqueza, y desarrollo social.
La unidad revolucionaria significa construir un Nuevo León Unido.
Un Nuevo León Unido, en donde la gente viva otra vez en paz y pueda realizar sus actividades con plena tranquilidad, en un marco de respeto a la ley y de fortalecimiento de la cultura de la legalidad.
Un Nuevo León Unido, en donde el gobierno cumple su responsabilidad en la promoción de mejores condiciones para que, quien quiera emprender un negocio lo pueda hacer; para que quien tenga una empresa –por pequeña o grande que sea– la pueda hacer crecer; para que quien ya esté creciendo, crezca más; y para que quien busca un empleo, lo encuentre.
La unidad revolucionaria que hoy celebramos, significa un Nuevo León Unido para impulsar el desarrollo de quienes se encuentran en condiciones de mayor vulnerabilidad.
Significa sumar voluntades y compartir el mismo objetivo: mejorar la calidad de vida de los nuevoleoneses.
Hoy celebramos una gran tradición: la unidad revolucionaria, significa, en pocas palabras, que unidos somos Nuevo León.
Wednesday, September 23, 2009
Informe del Equipo de Transición
Informe del Equipo de Transición del Gobernador Electo de Nuevo León
22 de septiembre de 2009
Como saben, el pasado 3 de agosto, el gobernador electo de Nuevo León, Rodrigo Medina, designó a los señores Vidal Garza, Otto Granados, Othón Ruiz y su servidor, Javier Treviño, para integrar y coordinar un equipo de transición, al cual recientemente también se incorporó Alfredo Garza de la Garza, con el objetivo de conocer el estado que guarda la actual administración encabezada por el gobernador constitucional del estado, José Natividad González Parás.
El día de ayer, el equipo finalizó satisfactoriamente sus trabajos, y ahora cumple con la instrucción del gobernador electo de presentar un informe público.
Ante todo, queremos agradecer la colaboración de los funcionarios de la administración saliente, quienes pusieron a nuestra disposición toda la información pertinente, y compartieron con nosotros sus valiosas experiencias de estos últimos años, así como sus opiniones sobre las áreas donde existen oportunidades para impulsar el avance de Nuevo León.
Igualmente, queremos hacer un reconocimiento al profesionalismo y la dedicación del secretariado técnico y todas las personas que apoyaron las labores del equipo de transición.
En segundo lugar, es necesario subrayar que la tarea de este equipo ha sido esencialmente de carácter técnico y administrativo, ya que tuvo como propósito recibir en forma ordenada toda la información preparada por el gobierno saliente y, con base en su análisis detallado, ofrecer al gobernador electo elementos para tomar las decisiones que considere convenientes.
Como se señaló desde un principio, éste ha sido fundamentalmente un proceso de información, y sin duda ha resultado muy productivo.
Sin embargo, cabe reiterar que no se trató de un proceso de evaluación de las acciones del gobierno saliente, una tarea que por naturaleza le corresponde al conjunto de la sociedad; ni de un ejercicio de lo que se conoce como “entrega-recepción”, que es el acto jurídico mediante el cual los nuevos funcionarios asumen la titularidad de las diversas dependencias públicas pertenecientes al Poder Ejecutivo estatal.
En este entendido, el análisis sistemático de las distintas políticas públicas ejecutadas durante los últimos seis años, constituye por sí mismo un ejercicio muy útil, que nos ha permitido conocer a detalle la naturaleza, la estructura, las características, los programas y los resultados de cada una de las dependencias y entidades que forman la administración pública estatal, así como el panorama general de Nuevo León.
La metodología que estableció el equipo de transición para realizar este ejercicio constó de cuatro fases.
La primera incluyó la realización de una serie de reuniones temáticas generales, por cada uno de los gabinetes funcionales en que se divide la administración, y que fueron encabezadas por sus respectivos titulares.
La segunda consistió en reuniones complementarias, con la participación de los distintos institutos, corporaciones, fideicomisos, agencias y entidades agrupadas en cada gabinete funcional.
La tercera se desarrolló a través de numerosas entrevistas, sostenidas por los miembros del secretariado técnico que apoyó las tareas de este equipo de transición con los responsables de diferentes niveles de las dependencias, así como un amplio trabajo de campo para conocer algunos programas, sistemas y procesos de gobierno con mayor precisión.
Y, finalmente, la cuarta fase correspondió a la revisión, procesamiento, organización y análisis de la información que nos fue facilitada en 99 documentos electrónicos de todas las áreas que componen la estructura actual del gobierno.
En total, se celebraron 5 reuniones temáticas y 41 complementarias, así como más de 210 entrevistas y reuniones adicionales por dependencia, en las que participaron un total de 415 personas, tanto por parte del actual gobierno del estado como del equipo de transición.
En cada reunión temática, los responsables de los gabinetes funcionales y de las dependencias integradas en ellos, presentaron la situación de sus áreas clasificada en 12 apartados, que comprenden desde los antecedentes generales de cada entidad, hasta los asuntos pendientes, pasando por toda la información presupuestal, financiera, programática y de recursos humanos con que cuentan.
Adicionalmente, el formato de las reuniones permitió sostener un diálogo muy provechoso, que facilitó entender mejor las condiciones que rodean los procesos de la administración pública a partir de situaciones o casos específicos.
Con base en la información obtenida, el equipo de transición está en condiciones de formular algunas conclusiones generales que, además de los fines mencionados previamente, pueden ser de interés para la opinión pública.
La primera conclusión es que, en términos generales, el estado de Nuevo León y su gente muestran un conjunto muy importante de factores positivos, no sólo en comparación con períodos anteriores, sino en relación con otras entidades de la República.
Tan sólo como un ejemplo, vale la pena destacar que, de los cuatro estados —incluyendo al Distrito Federal— que concentran más del 40% del PIB nacional, entre 2003 y 2007 Nuevo León fue el único que creció, mientras que todos los demás registraron una caída en sus niveles de actividad económica.
Más importante aún, al analizar los componentes del producto de manera desagregada, resulta evidente que, si bien Nuevo León cuenta con una importante industria agropecuaria y de alimentos procesados, también se ha encaminado hacia una economía basada cada vez más en el sector manufacturero y en el de servicios; así como, de manera incipiente pero firme, hacia la economía del conocimiento.
En consecuencia, este perfil cambiante exige una nueva política de desarrollo económico, a partir de la cual el estado aumente su productividad y competitividad, y cuente con el tipo de inversiones y empleos que hagan sustentable el desarrollo de Nuevo León.
Lógicamente, el panorama económico del estado también refleja el impacto de la crisis internacional.
Esto, como ya lo ha apuntado en anteriores ocasiones el gobernador electo, exige darle prioridad a todas las acciones necesarias para generar los empleos que el estado demanda; atraer más inversión local, nacional y extranjera; y hacer mucho más competitivo al estado.
Una segunda conclusión es que, en un contexto tan complejo como el actual, también es indispensable y urgente modificar la estructura de la administración pública estatal; no sólo para reducir el gasto corriente y ampliar el margen presupuestal dirigido a la inversión, sino, sobre todo, para dar paso a un enfoque donde tengamos un gobierno moderno, más compacto, ágil y flexible.
En suma, un gobierno que cueste menos y produzca más resultados; que esté más cerca de la gente y tenga una mayor capacidad para responder a sus necesidades y transformar al estado; que sea más eficaz a la hora de proveer servicios públicos en las mejores condiciones de atención, oportunidad y calidad a todos los ciudadanos.
En este sentido, el equipo de transición le ha planteado al gobernador electo una serie de recomendaciones, que responden a los siguientes objetivos:
· Reorganizar la administración estatal, en función de los tres ejes rectores definidos por él mismo: inversión social, generación de riqueza y seguridad integral.
· Sectorizar las distintas entidades y organismos dentro de las dependencias respectivas.
· Otorgar mayor responsabilidad a los secretarios del ramo.
· Acortar y agilizar los tramos de control y acuerdo con el gobernador.
· Fortalecer los mecanismos institucionales relacionados con la rendición de cuentas, la transparencia y la evaluación de resultados.
Una tercera conclusión a la que llegó el equipo de transición, es que, por razones ampliamente conocidas, la situación de las finanzas públicas del estado limita la disponibilidad de recursos presupuestales, al menos en el corto plazo.
Esto hará necesario actuar con mucha rapidez; entre otras cosas, para reducir el gasto corriente y aumentar la inversión gubernamental, encontrar las vías adecuadas para fortalecer los ingresos estatales, y mejorar el perfil de la deuda pública.
En este sentido, como ocurre en todos los demás estados del país, también es importante mencionar que los recursos federales son cruciales para hacer una planeación efectiva.
Por ello, será necesario estar pendientes del proceso legislativo relacionado con el paquete económico presentado por el Ejecutivo Federal y, en especial, coordinar acciones con los diputados federales por Nuevo León, para lograr las mejores condiciones presupuestales posibles para nuestro estado.
Y, por último, una cuarta conclusión, es que deberá revisarse el modelo con que operan actualmente las instituciones encargadas tanto de la seguridad pública, como de la procuración e impartición de justicia. Es fundamental empezar por allí a construir un enfoque más eficaz para garantizar a todos los habitantes del estado una auténtica seguridad integral.
En conclusión, consideramos que el proceso de transición ha sido un ejercicio valioso y fructífero.
Junto con la plataforma electoral, los compromisos de campaña del gobernador electo Rodrigo Medina, y las propuestas que se generen a través del proceso de consulta pública para elaborar el Plan Estatal de Desarrollo 2009-2015, creemos que la información y el análisis realizado contribuirá de manera fundamental a trazar los objetivos centrales y el programa de trabajo de la administración que iniciará el próximo 4 de octubre.
22 de septiembre de 2009
Como saben, el pasado 3 de agosto, el gobernador electo de Nuevo León, Rodrigo Medina, designó a los señores Vidal Garza, Otto Granados, Othón Ruiz y su servidor, Javier Treviño, para integrar y coordinar un equipo de transición, al cual recientemente también se incorporó Alfredo Garza de la Garza, con el objetivo de conocer el estado que guarda la actual administración encabezada por el gobernador constitucional del estado, José Natividad González Parás.
El día de ayer, el equipo finalizó satisfactoriamente sus trabajos, y ahora cumple con la instrucción del gobernador electo de presentar un informe público.
Ante todo, queremos agradecer la colaboración de los funcionarios de la administración saliente, quienes pusieron a nuestra disposición toda la información pertinente, y compartieron con nosotros sus valiosas experiencias de estos últimos años, así como sus opiniones sobre las áreas donde existen oportunidades para impulsar el avance de Nuevo León.
Igualmente, queremos hacer un reconocimiento al profesionalismo y la dedicación del secretariado técnico y todas las personas que apoyaron las labores del equipo de transición.
En segundo lugar, es necesario subrayar que la tarea de este equipo ha sido esencialmente de carácter técnico y administrativo, ya que tuvo como propósito recibir en forma ordenada toda la información preparada por el gobierno saliente y, con base en su análisis detallado, ofrecer al gobernador electo elementos para tomar las decisiones que considere convenientes.
Como se señaló desde un principio, éste ha sido fundamentalmente un proceso de información, y sin duda ha resultado muy productivo.
Sin embargo, cabe reiterar que no se trató de un proceso de evaluación de las acciones del gobierno saliente, una tarea que por naturaleza le corresponde al conjunto de la sociedad; ni de un ejercicio de lo que se conoce como “entrega-recepción”, que es el acto jurídico mediante el cual los nuevos funcionarios asumen la titularidad de las diversas dependencias públicas pertenecientes al Poder Ejecutivo estatal.
En este entendido, el análisis sistemático de las distintas políticas públicas ejecutadas durante los últimos seis años, constituye por sí mismo un ejercicio muy útil, que nos ha permitido conocer a detalle la naturaleza, la estructura, las características, los programas y los resultados de cada una de las dependencias y entidades que forman la administración pública estatal, así como el panorama general de Nuevo León.
La metodología que estableció el equipo de transición para realizar este ejercicio constó de cuatro fases.
La primera incluyó la realización de una serie de reuniones temáticas generales, por cada uno de los gabinetes funcionales en que se divide la administración, y que fueron encabezadas por sus respectivos titulares.
La segunda consistió en reuniones complementarias, con la participación de los distintos institutos, corporaciones, fideicomisos, agencias y entidades agrupadas en cada gabinete funcional.
La tercera se desarrolló a través de numerosas entrevistas, sostenidas por los miembros del secretariado técnico que apoyó las tareas de este equipo de transición con los responsables de diferentes niveles de las dependencias, así como un amplio trabajo de campo para conocer algunos programas, sistemas y procesos de gobierno con mayor precisión.
Y, finalmente, la cuarta fase correspondió a la revisión, procesamiento, organización y análisis de la información que nos fue facilitada en 99 documentos electrónicos de todas las áreas que componen la estructura actual del gobierno.
En total, se celebraron 5 reuniones temáticas y 41 complementarias, así como más de 210 entrevistas y reuniones adicionales por dependencia, en las que participaron un total de 415 personas, tanto por parte del actual gobierno del estado como del equipo de transición.
En cada reunión temática, los responsables de los gabinetes funcionales y de las dependencias integradas en ellos, presentaron la situación de sus áreas clasificada en 12 apartados, que comprenden desde los antecedentes generales de cada entidad, hasta los asuntos pendientes, pasando por toda la información presupuestal, financiera, programática y de recursos humanos con que cuentan.
Adicionalmente, el formato de las reuniones permitió sostener un diálogo muy provechoso, que facilitó entender mejor las condiciones que rodean los procesos de la administración pública a partir de situaciones o casos específicos.
Con base en la información obtenida, el equipo de transición está en condiciones de formular algunas conclusiones generales que, además de los fines mencionados previamente, pueden ser de interés para la opinión pública.
La primera conclusión es que, en términos generales, el estado de Nuevo León y su gente muestran un conjunto muy importante de factores positivos, no sólo en comparación con períodos anteriores, sino en relación con otras entidades de la República.
Tan sólo como un ejemplo, vale la pena destacar que, de los cuatro estados —incluyendo al Distrito Federal— que concentran más del 40% del PIB nacional, entre 2003 y 2007 Nuevo León fue el único que creció, mientras que todos los demás registraron una caída en sus niveles de actividad económica.
Más importante aún, al analizar los componentes del producto de manera desagregada, resulta evidente que, si bien Nuevo León cuenta con una importante industria agropecuaria y de alimentos procesados, también se ha encaminado hacia una economía basada cada vez más en el sector manufacturero y en el de servicios; así como, de manera incipiente pero firme, hacia la economía del conocimiento.
En consecuencia, este perfil cambiante exige una nueva política de desarrollo económico, a partir de la cual el estado aumente su productividad y competitividad, y cuente con el tipo de inversiones y empleos que hagan sustentable el desarrollo de Nuevo León.
Lógicamente, el panorama económico del estado también refleja el impacto de la crisis internacional.
Esto, como ya lo ha apuntado en anteriores ocasiones el gobernador electo, exige darle prioridad a todas las acciones necesarias para generar los empleos que el estado demanda; atraer más inversión local, nacional y extranjera; y hacer mucho más competitivo al estado.
Una segunda conclusión es que, en un contexto tan complejo como el actual, también es indispensable y urgente modificar la estructura de la administración pública estatal; no sólo para reducir el gasto corriente y ampliar el margen presupuestal dirigido a la inversión, sino, sobre todo, para dar paso a un enfoque donde tengamos un gobierno moderno, más compacto, ágil y flexible.
En suma, un gobierno que cueste menos y produzca más resultados; que esté más cerca de la gente y tenga una mayor capacidad para responder a sus necesidades y transformar al estado; que sea más eficaz a la hora de proveer servicios públicos en las mejores condiciones de atención, oportunidad y calidad a todos los ciudadanos.
En este sentido, el equipo de transición le ha planteado al gobernador electo una serie de recomendaciones, que responden a los siguientes objetivos:
· Reorganizar la administración estatal, en función de los tres ejes rectores definidos por él mismo: inversión social, generación de riqueza y seguridad integral.
· Sectorizar las distintas entidades y organismos dentro de las dependencias respectivas.
· Otorgar mayor responsabilidad a los secretarios del ramo.
· Acortar y agilizar los tramos de control y acuerdo con el gobernador.
· Fortalecer los mecanismos institucionales relacionados con la rendición de cuentas, la transparencia y la evaluación de resultados.
Una tercera conclusión a la que llegó el equipo de transición, es que, por razones ampliamente conocidas, la situación de las finanzas públicas del estado limita la disponibilidad de recursos presupuestales, al menos en el corto plazo.
Esto hará necesario actuar con mucha rapidez; entre otras cosas, para reducir el gasto corriente y aumentar la inversión gubernamental, encontrar las vías adecuadas para fortalecer los ingresos estatales, y mejorar el perfil de la deuda pública.
En este sentido, como ocurre en todos los demás estados del país, también es importante mencionar que los recursos federales son cruciales para hacer una planeación efectiva.
Por ello, será necesario estar pendientes del proceso legislativo relacionado con el paquete económico presentado por el Ejecutivo Federal y, en especial, coordinar acciones con los diputados federales por Nuevo León, para lograr las mejores condiciones presupuestales posibles para nuestro estado.
Y, por último, una cuarta conclusión, es que deberá revisarse el modelo con que operan actualmente las instituciones encargadas tanto de la seguridad pública, como de la procuración e impartición de justicia. Es fundamental empezar por allí a construir un enfoque más eficaz para garantizar a todos los habitantes del estado una auténtica seguridad integral.
En conclusión, consideramos que el proceso de transición ha sido un ejercicio valioso y fructífero.
Junto con la plataforma electoral, los compromisos de campaña del gobernador electo Rodrigo Medina, y las propuestas que se generen a través del proceso de consulta pública para elaborar el Plan Estatal de Desarrollo 2009-2015, creemos que la información y el análisis realizado contribuirá de manera fundamental a trazar los objetivos centrales y el programa de trabajo de la administración que iniciará el próximo 4 de octubre.
Wednesday, August 12, 2009
A la deriva
Javier Treviño Cantú
El Norte
12 de agosto de 2009
El escenario internacional aún atraviesa por un profundo proceso de cambio, pero México sigue sin encontrar su lugar en el nuevo entorno que está surgiendo. México no halla un acomodo firme, que le permita proyectarse como un actor decisivo, capaz de ejercer un liderazgo regional. Tampoco ha obtenido beneficios concretos de sus intensos esfuerzos diplomáticos, que contribuyan a superar el impacto de la crisis económica global, una imagen internacional destrozada por la pandemia de influenza, y los embates de organizaciones criminales transnacionales cada vez más poderosas.
En diciembre del año pasado, escribí en estas páginas que había llegado la hora de las definiciones. El arribo a la Casa Blanca de la nueva administración Obama, la multi-cumbre en Sauípe que coronaba la percepción de Brasil como la única potencia emergente regional, y la transformación de Centroamérica en un campo de batalla para la confrontación entre dos modelos de desarrollo político y económico diametralmente opuestos, le exigían a México definiciones claras.
Desafortunadamente, las definiciones no llegaron. Hoy, nuestro país sigue sin “embonar” en los principales espacios geopolíticos, y las consecuencias son evidentes. México va por el mundo a la deriva, aislado y sin un proyecto claro. Llegamos a la mitad del sexenio sin más México en el mundo, y con menos mundo en México.
La cumbre de Norteamérica, la gira del Presidente Calderón por Sudamérica y, sobre todo, la crisis en Centroamérica, ofrecen puntos de referencia claros para destacar la necesidad de replantear a fondo el camino internacional que está siguiendo México.
Con los vecinos del norte, a principios del actual gobierno se apostó a la continuidad. Continuidad en seguridad, con la Iniciativa Mérida; en comercio, con el TLC; en migración, considerando la reforma como un asunto estrictamente de política interna estadounidense; y, en diseño institucional, mediante la ASPAN. Nada ha rendido frutos.
La cooperación sobre seguridad avanza en los términos y al paso que más convienen a Estados Unidos, mientras la violencia y la inseguridad en México se agravan. En la cumbre de Guadalajara se habló de impulsar la competitividad, pero no se resolvieron los conflictos comerciales bilaterales que retrasan la recuperación. En materia migratoria, el compromiso de Obama, para buscar una reforma integral, palidece frente a los abusos y la discriminación que sufren los trabajadores y sus familias. La ASPAN ha quedado rebasada por la realidad, pero no se promueve su fortalecimiento institucional.
Hacia el sur del continente, se le apostó al bajo perfil y la distensión para evitar mayores conflictos, específicamente con Venezuela y sus socios de la ALBA, así como la percepción de una competencia directa con Brasil. La estrategia tampoco dio resultado.
El presidente Calderón llegó a Colombia en una coyuntura poco favorable. Mientras Estados Unidos nos condiciona la ayuda para la Iniciativa Mérida, el gobierno del presidente Uribe ha sido puesto a la defensiva por permitir el uso de bases colombianas a fuerzas militares estadounidenses. Por su parte, Venezuela ha seguido afectando impunemente los intereses de compañías mexicanas (y de muchos otros países), a la vez que genera una creciente inestabilidad con políticas armamentistas e injerencistas. De la competencia con Brasil, ni hablar. En lugar de que México creciera para tutearse con los BRICs, el banquero que acuñó el acrónimo ahora nos ubica en una categoría similar a la de Vietnam.
En particular, la falta de definiciones se ha resentido en Centroamérica. Siendo realistas, ahí es donde México tendría que haber concentrado mayor atención y recursos, para afianzar su dimensión predominante. No ha sido así. A pesar de los intentos para transformar el fallido Plan Puebla-Panamá en un Proyecto Mesoamericano, la crisis en Honduras ha dejado al descubierto la falta de peso político de nuestro país. El carácter insostenible del enfoque basado en una distensión con la ALBA no resuelve nada.
Los retos se agudizan y los temas de la agenda global se multiplican. El cambio climático y el agotamiento de los recursos energéticos fósiles, la tendencia rearmamentista y la inseguridad alimentaria, nos demandan propuestas e iniciativas imaginativas, a la altura de la tradición diplomática que distingue a México.
Nuestra integración con Estados Unidos y Canadá, la “alianza estratégica” con la Unión Europea, la pertenencia a APEC y la OCDE, la participación en el Consejo de Seguridad de la ONU y la presencia en el G5 y el G20, no se han traducido en una mayor influencia de México. Queda la segunda mitad del sexenio, y el 2010 será un año de alto riesgo. Las definiciones todavía pueden darse, pero el tiempo apremia.
____
La semana pasada, el gobernador electo de Nuevo León me honró al encargarme la coordinación de su equipo de transición, por lo que debo hacer un paréntesis en mis colaboraciones para El Norte. Quiero agradecer al equipo editorial por su apoyo y, más que nada, a los lectores por permitirme compartir estas reflexiones quincenales. Hasta la próxima.
El Norte
12 de agosto de 2009
El escenario internacional aún atraviesa por un profundo proceso de cambio, pero México sigue sin encontrar su lugar en el nuevo entorno que está surgiendo. México no halla un acomodo firme, que le permita proyectarse como un actor decisivo, capaz de ejercer un liderazgo regional. Tampoco ha obtenido beneficios concretos de sus intensos esfuerzos diplomáticos, que contribuyan a superar el impacto de la crisis económica global, una imagen internacional destrozada por la pandemia de influenza, y los embates de organizaciones criminales transnacionales cada vez más poderosas.
En diciembre del año pasado, escribí en estas páginas que había llegado la hora de las definiciones. El arribo a la Casa Blanca de la nueva administración Obama, la multi-cumbre en Sauípe que coronaba la percepción de Brasil como la única potencia emergente regional, y la transformación de Centroamérica en un campo de batalla para la confrontación entre dos modelos de desarrollo político y económico diametralmente opuestos, le exigían a México definiciones claras.
Desafortunadamente, las definiciones no llegaron. Hoy, nuestro país sigue sin “embonar” en los principales espacios geopolíticos, y las consecuencias son evidentes. México va por el mundo a la deriva, aislado y sin un proyecto claro. Llegamos a la mitad del sexenio sin más México en el mundo, y con menos mundo en México.
La cumbre de Norteamérica, la gira del Presidente Calderón por Sudamérica y, sobre todo, la crisis en Centroamérica, ofrecen puntos de referencia claros para destacar la necesidad de replantear a fondo el camino internacional que está siguiendo México.
Con los vecinos del norte, a principios del actual gobierno se apostó a la continuidad. Continuidad en seguridad, con la Iniciativa Mérida; en comercio, con el TLC; en migración, considerando la reforma como un asunto estrictamente de política interna estadounidense; y, en diseño institucional, mediante la ASPAN. Nada ha rendido frutos.
La cooperación sobre seguridad avanza en los términos y al paso que más convienen a Estados Unidos, mientras la violencia y la inseguridad en México se agravan. En la cumbre de Guadalajara se habló de impulsar la competitividad, pero no se resolvieron los conflictos comerciales bilaterales que retrasan la recuperación. En materia migratoria, el compromiso de Obama, para buscar una reforma integral, palidece frente a los abusos y la discriminación que sufren los trabajadores y sus familias. La ASPAN ha quedado rebasada por la realidad, pero no se promueve su fortalecimiento institucional.
Hacia el sur del continente, se le apostó al bajo perfil y la distensión para evitar mayores conflictos, específicamente con Venezuela y sus socios de la ALBA, así como la percepción de una competencia directa con Brasil. La estrategia tampoco dio resultado.
El presidente Calderón llegó a Colombia en una coyuntura poco favorable. Mientras Estados Unidos nos condiciona la ayuda para la Iniciativa Mérida, el gobierno del presidente Uribe ha sido puesto a la defensiva por permitir el uso de bases colombianas a fuerzas militares estadounidenses. Por su parte, Venezuela ha seguido afectando impunemente los intereses de compañías mexicanas (y de muchos otros países), a la vez que genera una creciente inestabilidad con políticas armamentistas e injerencistas. De la competencia con Brasil, ni hablar. En lugar de que México creciera para tutearse con los BRICs, el banquero que acuñó el acrónimo ahora nos ubica en una categoría similar a la de Vietnam.
En particular, la falta de definiciones se ha resentido en Centroamérica. Siendo realistas, ahí es donde México tendría que haber concentrado mayor atención y recursos, para afianzar su dimensión predominante. No ha sido así. A pesar de los intentos para transformar el fallido Plan Puebla-Panamá en un Proyecto Mesoamericano, la crisis en Honduras ha dejado al descubierto la falta de peso político de nuestro país. El carácter insostenible del enfoque basado en una distensión con la ALBA no resuelve nada.
Los retos se agudizan y los temas de la agenda global se multiplican. El cambio climático y el agotamiento de los recursos energéticos fósiles, la tendencia rearmamentista y la inseguridad alimentaria, nos demandan propuestas e iniciativas imaginativas, a la altura de la tradición diplomática que distingue a México.
Nuestra integración con Estados Unidos y Canadá, la “alianza estratégica” con la Unión Europea, la pertenencia a APEC y la OCDE, la participación en el Consejo de Seguridad de la ONU y la presencia en el G5 y el G20, no se han traducido en una mayor influencia de México. Queda la segunda mitad del sexenio, y el 2010 será un año de alto riesgo. Las definiciones todavía pueden darse, pero el tiempo apremia.
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La semana pasada, el gobernador electo de Nuevo León me honró al encargarme la coordinación de su equipo de transición, por lo que debo hacer un paréntesis en mis colaboraciones para El Norte. Quiero agradecer al equipo editorial por su apoyo y, más que nada, a los lectores por permitirme compartir estas reflexiones quincenales. Hasta la próxima.
Wednesday, July 29, 2009
El problema de Norteamérica
Javier Treviño Cantú
El Norte
29 de julio de 2009
En unos días, los mandatarios de América del Norte — Felipe Calderón, Barack Obama y Stephen Harper— dejarán en claro si cuentan con la visión y la voluntad de impulsar un proyecto común para el área, o si, en cambio, van a optar por seguir sobrellevando una relación regional que ha perdido ímpetu y sentido de dirección.
Las secretarias Patricia Espinosa y Hillary Clinton, junto con el ministro canadiense Lawrence Cannon, anunciaron en Washington que la cumbre de líderes norteamericanos será el 9 y 10 de agosto, en Guadalajara. También perfilaron los temas que discutirán: seguridad, competitividad regional y —lo que sería el “sello” de este encuentro— propuestas para enfrentar el cambio climático e impulsar fuentes de energía limpia.
Es decir, será una cumbre prácticamente rutinaria, como tantas otras que ocurren a nivel internacional, para repasar los pendientes de costumbre y darle un carácter novedoso al escoger un tema “insignia”. El problema es que, mientras los mandatarios llegan a Guadalajara con una serie de enfrentamientos como telón de fondo, la dimensión de los retos que enfrenta la región no tiene nada de rutinaria.
El problema fundamental está en la falta de decisión para encarar el obstáculo que ha frenado el desarrollo de América del Norte: un déficit institucional, que impide contar con estructuras sólidas para responder con agilidad al cambiante entorno global, y detonar el potencial que todavía ofrece una mayor integración regional.
Como siempre, los marcos regulatorios e institucionales van un paso atrás de la realidad, y el panorama norteamericano actual es muy distinto al de hace 15 años, cuando entró en vigor el TLC. Incluso al de hace cuatro años, cuando nació la controvertida Alianza para la Seguridad y Prosperidad de América del Norte.
Este déficit institucional se agrava por dos factores adicionales. Primero, en la práctica el TLC y la ASPAN han derivado en esquemas “tri-bilaterales”, donde tanto México como Canadá buscan conducir sus agendas y resolver sus respectivas diferencias con Estados Unidos por separado; y, segundo, ni el TLC ni la ASPAN contemplan el tema migratorio como parte integral de los esfuerzos para promover la competitividad.
El desfase entre una realidad marcada por múltiples crisis y la debilidad institucional de la región, es evidente en los tres principales temas de la agenda norteamericana: seguridad, comercio y competitividad.
En materia de seguridad, la cooperación prevista en la Iniciativa Mérida (IM) ni siquiera ha empezado a fluir, cuando su plazo original ya está por vencer. Hace unas semanas empezó a filtrarse el interés de la administración Obama por “ampliar la vigencia” de la IM. Ayer, coincidiendo con la visita a México del zar antidrogas estadounidense, Gil Kerlikowske, la DEA lo confirmó a través del Washington Post: la lucha del gobierno mexicano será “más larga y sangrienta de lo anticipado”, por lo que se necesitará aún más ayuda.
Sin embargo, el modelo adoptado es incongruente con los fines regionales. Si bien la IM no se explica sin el antecedente de la ASPAN, se dejó fuera a Canadá, un país que juega un papel estructural en el mercado de las drogas ilícitas y que también se está viendo afectado por el alcance de las organizaciones mexicanas.
Además, la racionalidad de la IM está siendo rebasada por la realidad. Mientras la receta para México se basa en la tradicional certificación y una limitada ayuda para el combate policiaco, militar y judicial del fenómeno, las políticas estadounidenses se liberalizan. La venta de mariguana con fines “médicos” ya es legal en 13 estados de la Unión Americana, y desde que la administración Obama anunció en febrero que no cerrará “dispensarios”, la inversión en esta lucrativa actividad comercial se ha disparado.
En el terreno comercial, las tendencias proteccionistas que se han impuesto en el Congreso estadounidense —ante la pasividad e indefinición de la Casa Blanca— han desatado numerosos conflictos con México y Canadá. El TLC no está funcionando. Aunque la administración Obama ya desistió de renegociar los acuerdos paralelos, ahora amenaza con castigar a los “socios” comerciales que incumplan los estándares laborales y ambientales por los que se rige Estados Unidos.
El mayor déficit institucional se encuentra en el ámbito de la competitividad, incluyendo los temas de la nueva agenda económico-ambiental y energética. Sin mayor infraestructura, normas estandarizadas, recursos humanos mejor preparados y, ante todo, un mercado laboral norteamericano bien regulado, la región seguirá perdiendo terreno frente a competidores externos. La migración quizás sea el tema más difícil de coordinar; pero, sin un marco institucional actualizado, las fricciones que genera el status quo nunca nos permitirán pasar de ser simples vecinos, a convertirnos en auténticos aliados.
En dos semanas podremos evaluar los resultados de la cumbre de Guadalajara. Por lo que se percibe hasta ahora, no hay razón alguna para ser demasiado optimistas.
El Norte
29 de julio de 2009
En unos días, los mandatarios de América del Norte — Felipe Calderón, Barack Obama y Stephen Harper— dejarán en claro si cuentan con la visión y la voluntad de impulsar un proyecto común para el área, o si, en cambio, van a optar por seguir sobrellevando una relación regional que ha perdido ímpetu y sentido de dirección.
Las secretarias Patricia Espinosa y Hillary Clinton, junto con el ministro canadiense Lawrence Cannon, anunciaron en Washington que la cumbre de líderes norteamericanos será el 9 y 10 de agosto, en Guadalajara. También perfilaron los temas que discutirán: seguridad, competitividad regional y —lo que sería el “sello” de este encuentro— propuestas para enfrentar el cambio climático e impulsar fuentes de energía limpia.
Es decir, será una cumbre prácticamente rutinaria, como tantas otras que ocurren a nivel internacional, para repasar los pendientes de costumbre y darle un carácter novedoso al escoger un tema “insignia”. El problema es que, mientras los mandatarios llegan a Guadalajara con una serie de enfrentamientos como telón de fondo, la dimensión de los retos que enfrenta la región no tiene nada de rutinaria.
El problema fundamental está en la falta de decisión para encarar el obstáculo que ha frenado el desarrollo de América del Norte: un déficit institucional, que impide contar con estructuras sólidas para responder con agilidad al cambiante entorno global, y detonar el potencial que todavía ofrece una mayor integración regional.
Como siempre, los marcos regulatorios e institucionales van un paso atrás de la realidad, y el panorama norteamericano actual es muy distinto al de hace 15 años, cuando entró en vigor el TLC. Incluso al de hace cuatro años, cuando nació la controvertida Alianza para la Seguridad y Prosperidad de América del Norte.
Este déficit institucional se agrava por dos factores adicionales. Primero, en la práctica el TLC y la ASPAN han derivado en esquemas “tri-bilaterales”, donde tanto México como Canadá buscan conducir sus agendas y resolver sus respectivas diferencias con Estados Unidos por separado; y, segundo, ni el TLC ni la ASPAN contemplan el tema migratorio como parte integral de los esfuerzos para promover la competitividad.
El desfase entre una realidad marcada por múltiples crisis y la debilidad institucional de la región, es evidente en los tres principales temas de la agenda norteamericana: seguridad, comercio y competitividad.
En materia de seguridad, la cooperación prevista en la Iniciativa Mérida (IM) ni siquiera ha empezado a fluir, cuando su plazo original ya está por vencer. Hace unas semanas empezó a filtrarse el interés de la administración Obama por “ampliar la vigencia” de la IM. Ayer, coincidiendo con la visita a México del zar antidrogas estadounidense, Gil Kerlikowske, la DEA lo confirmó a través del Washington Post: la lucha del gobierno mexicano será “más larga y sangrienta de lo anticipado”, por lo que se necesitará aún más ayuda.
Sin embargo, el modelo adoptado es incongruente con los fines regionales. Si bien la IM no se explica sin el antecedente de la ASPAN, se dejó fuera a Canadá, un país que juega un papel estructural en el mercado de las drogas ilícitas y que también se está viendo afectado por el alcance de las organizaciones mexicanas.
Además, la racionalidad de la IM está siendo rebasada por la realidad. Mientras la receta para México se basa en la tradicional certificación y una limitada ayuda para el combate policiaco, militar y judicial del fenómeno, las políticas estadounidenses se liberalizan. La venta de mariguana con fines “médicos” ya es legal en 13 estados de la Unión Americana, y desde que la administración Obama anunció en febrero que no cerrará “dispensarios”, la inversión en esta lucrativa actividad comercial se ha disparado.
En el terreno comercial, las tendencias proteccionistas que se han impuesto en el Congreso estadounidense —ante la pasividad e indefinición de la Casa Blanca— han desatado numerosos conflictos con México y Canadá. El TLC no está funcionando. Aunque la administración Obama ya desistió de renegociar los acuerdos paralelos, ahora amenaza con castigar a los “socios” comerciales que incumplan los estándares laborales y ambientales por los que se rige Estados Unidos.
El mayor déficit institucional se encuentra en el ámbito de la competitividad, incluyendo los temas de la nueva agenda económico-ambiental y energética. Sin mayor infraestructura, normas estandarizadas, recursos humanos mejor preparados y, ante todo, un mercado laboral norteamericano bien regulado, la región seguirá perdiendo terreno frente a competidores externos. La migración quizás sea el tema más difícil de coordinar; pero, sin un marco institucional actualizado, las fricciones que genera el status quo nunca nos permitirán pasar de ser simples vecinos, a convertirnos en auténticos aliados.
En dos semanas podremos evaluar los resultados de la cumbre de Guadalajara. Por lo que se percibe hasta ahora, no hay razón alguna para ser demasiado optimistas.
Wednesday, July 15, 2009
¿De regreso?
Javier Treviño Cantú
El Norte
15 de julio de 2009
Los resultados electorales del 5 de julio han puesto en el centro del debate el “regreso” del PRI. Tanto por haber recuperado la mayoría en la Cámara de Diputados, como algunos estados y municipios emblemáticos que eran gobernadas por el PAN y el PRD, la idea de que el PRI va en camino de vuelta hacia Los Pinos se ha vuelto prácticamente un lugar común.
Sin embargo, aún falta mucho para las elecciones presidenciales de 2012 y, ante la complejidad del escenario donde se desarrollará la contienda durante los próximos tres años, es imposible prever las condiciones en que el electorado mexicano decidirá en última instancia quién deberá conducir al país en el siguiente sexenio.
En México y otros países, como España, la historia de la alternancia democrática todavía es muy joven. En cambio, en Estados Unidos y naciones con un desarrollo democrático más añejo, los relevos de gobierno entre los principales partidos naturalmente son frecuentes. Pero, en cualquier parte, la experiencia de la alternancia ha dado pie a uno de los géneros narrativos más interesantes en términos político-mediáticos: el regreso del partido que había sido destronado.
El concepto del regreso al poder implica una serie de cualidades positivas: la capacidad de superar la adversidad; una disposición para aprender de los errores pasados y mejorar; la virtud de procesar diferencias internas para presentar un frente unido; y, sobre todo, la habilidad para seleccionar a un auténtico lider, que encarne los mejores valores del partido y las aspiraciones del electorado que se identifica con él.
Por supuesto, también trae consigo los atributos negativos de la competencia política: el desgaste que implica para el partido en el gobierno el ejercicio del poder; los errores electorales de los adversarios; la fragmentación de las fuerzas opositoras; y, una incapacidad para proyectar liderazgo por parte de los candidatos rivales.
Adam Nagourney, el reconocido periodista del New York Times, comentaba hace poco dos escenarios que pueden conducir a un regreso político. El primero sería de tipo “negativo”, cuando un partido gana básicamente por las fallas de los oponentes. Por su parte, el segundo tendría un carácter más “positivo”, ya que se basa en una verdadera capacidad para adecuarse a las nuevas condiciones del entorno, y en la ventaja de contar con un candidato capaz de ejercer un liderazgo eficaz.
Existen dos casos que pueden ilustrar estas alternativas: el triunfo de José Luis Rodríguez Zapatero y el PSOE en las elecciones españolas del 14 de marzo de 2004, y el de Bill Clinton y el Partido Demócrata en los comicios estadounidenses de 1992.
El regreso del PSOE al Palacio de la Moncloa ha sido una de las historias políticas más controvertidas en años recientes. A unas semanas de las elecciones, la mayoría de las encuestas daban por hecho la reelección del Presidente José María Aznar, del entonces gobernante Partido Popular. Tres días antes de la votación, los atentados terroristas del 11 de marzo en Madrid cambiaron todo el panorama. A la fecha no existe un consenso sobre lo que pasó, pero algunos estudios indican que las cuestionadas reacciones de la administración Aznar frente a la crisis fueron lo que motivó una mayor participación de electores de “izquierda” a favor al PSOE. Ese aumento, que se calcula pudo alcanzar un 8%, le habría dado la victoria a Rodríguez Zapatero.
En el caso de Bill Clinton, el regreso del Partido Demócrata a la Casa Blanca se dio tras doce largos años en la oposición. Las tres derrotas consecutivas que sufrieron, a manos de Ronald Reagan y George Bush padre, los convencieron de que tenían que replantear fundamentalmente las posturas tradicionales con las que los electores asociaban a los demócratas. Con base en una plataforma enfocada en la preocupación principal de los ciudadanos — ¡es la economía, estúpido!— y un gran carisma, Clinton logró llevar a su partido hacia el centro del espectro político para recuperar el poder en 1992.
Como señala Nagourney, la historia demuestra que los partidos que logran adaptarse mejor a los cambios, y desarrollar propuestas electorales relevantes y viables para los electores, son los que tienen mayores posibilidades no sólo de volver a ejercer el gobierno, sino de mantenerlo por largos periodos de tiempo. La historia indica que, para lograrlo, también es esencial contar con un candidato que encarne las nuevas ideas del partido; o, cuando menos, que sea capaz de “re-empaquetar” eficazmente las mismas propuestas de siempre.
En México, durante los próximos tres años vamos a poder comprobar cuál de nuestros principales partidos políticos es capaz de entender mejor los profundos cambios que están ocurriendo en nuestro país y el resto del mundo. El que lo haga, y desarrolle la mejor agenda de gobierno como base para una oferta electoral atractiva y factible, tendrá la ventaja. Sobre todo, el que logre contar con el candidato más sólido es el que seguramente estará en camino de llegar a Los Pinos.
El Norte
15 de julio de 2009
Los resultados electorales del 5 de julio han puesto en el centro del debate el “regreso” del PRI. Tanto por haber recuperado la mayoría en la Cámara de Diputados, como algunos estados y municipios emblemáticos que eran gobernadas por el PAN y el PRD, la idea de que el PRI va en camino de vuelta hacia Los Pinos se ha vuelto prácticamente un lugar común.
Sin embargo, aún falta mucho para las elecciones presidenciales de 2012 y, ante la complejidad del escenario donde se desarrollará la contienda durante los próximos tres años, es imposible prever las condiciones en que el electorado mexicano decidirá en última instancia quién deberá conducir al país en el siguiente sexenio.
En México y otros países, como España, la historia de la alternancia democrática todavía es muy joven. En cambio, en Estados Unidos y naciones con un desarrollo democrático más añejo, los relevos de gobierno entre los principales partidos naturalmente son frecuentes. Pero, en cualquier parte, la experiencia de la alternancia ha dado pie a uno de los géneros narrativos más interesantes en términos político-mediáticos: el regreso del partido que había sido destronado.
El concepto del regreso al poder implica una serie de cualidades positivas: la capacidad de superar la adversidad; una disposición para aprender de los errores pasados y mejorar; la virtud de procesar diferencias internas para presentar un frente unido; y, sobre todo, la habilidad para seleccionar a un auténtico lider, que encarne los mejores valores del partido y las aspiraciones del electorado que se identifica con él.
Por supuesto, también trae consigo los atributos negativos de la competencia política: el desgaste que implica para el partido en el gobierno el ejercicio del poder; los errores electorales de los adversarios; la fragmentación de las fuerzas opositoras; y, una incapacidad para proyectar liderazgo por parte de los candidatos rivales.
Adam Nagourney, el reconocido periodista del New York Times, comentaba hace poco dos escenarios que pueden conducir a un regreso político. El primero sería de tipo “negativo”, cuando un partido gana básicamente por las fallas de los oponentes. Por su parte, el segundo tendría un carácter más “positivo”, ya que se basa en una verdadera capacidad para adecuarse a las nuevas condiciones del entorno, y en la ventaja de contar con un candidato capaz de ejercer un liderazgo eficaz.
Existen dos casos que pueden ilustrar estas alternativas: el triunfo de José Luis Rodríguez Zapatero y el PSOE en las elecciones españolas del 14 de marzo de 2004, y el de Bill Clinton y el Partido Demócrata en los comicios estadounidenses de 1992.
El regreso del PSOE al Palacio de la Moncloa ha sido una de las historias políticas más controvertidas en años recientes. A unas semanas de las elecciones, la mayoría de las encuestas daban por hecho la reelección del Presidente José María Aznar, del entonces gobernante Partido Popular. Tres días antes de la votación, los atentados terroristas del 11 de marzo en Madrid cambiaron todo el panorama. A la fecha no existe un consenso sobre lo que pasó, pero algunos estudios indican que las cuestionadas reacciones de la administración Aznar frente a la crisis fueron lo que motivó una mayor participación de electores de “izquierda” a favor al PSOE. Ese aumento, que se calcula pudo alcanzar un 8%, le habría dado la victoria a Rodríguez Zapatero.
En el caso de Bill Clinton, el regreso del Partido Demócrata a la Casa Blanca se dio tras doce largos años en la oposición. Las tres derrotas consecutivas que sufrieron, a manos de Ronald Reagan y George Bush padre, los convencieron de que tenían que replantear fundamentalmente las posturas tradicionales con las que los electores asociaban a los demócratas. Con base en una plataforma enfocada en la preocupación principal de los ciudadanos — ¡es la economía, estúpido!— y un gran carisma, Clinton logró llevar a su partido hacia el centro del espectro político para recuperar el poder en 1992.
Como señala Nagourney, la historia demuestra que los partidos que logran adaptarse mejor a los cambios, y desarrollar propuestas electorales relevantes y viables para los electores, son los que tienen mayores posibilidades no sólo de volver a ejercer el gobierno, sino de mantenerlo por largos periodos de tiempo. La historia indica que, para lograrlo, también es esencial contar con un candidato que encarne las nuevas ideas del partido; o, cuando menos, que sea capaz de “re-empaquetar” eficazmente las mismas propuestas de siempre.
En México, durante los próximos tres años vamos a poder comprobar cuál de nuestros principales partidos políticos es capaz de entender mejor los profundos cambios que están ocurriendo en nuestro país y el resto del mundo. El que lo haga, y desarrolle la mejor agenda de gobierno como base para una oferta electoral atractiva y factible, tendrá la ventaja. Sobre todo, el que logre contar con el candidato más sólido es el que seguramente estará en camino de llegar a Los Pinos.
Wednesday, July 01, 2009
FFAA
Javier Treviño Cantú
El Norte
1 de julio de 2009
Las guerras en Irak y Afganistán, la violencia en la frontera entre México y Estados Unidos, y la crisis en Honduras reflejan dos cosas: 1) los cambios en la función que juegan las Fuerzas Armadas (FFAA) nacionales en el escenario de la globalización; y, 2) la necesidad de contar con reglas claras para normar su actuación dentro del marco institucional. En México, ambas tareas siguen pendientes y, antes de que nos rebasen los tiempos sexenales, más vale que nos apresuremos a concluirlas.
Los atentados del 11 de septiembre de 2001 aceleraron algunos de los procesos que apuntaban hacia una redefinición del papel de las FFAA. En particular, al diluirse las diferencias entre los retos externos e internos a la seguridad nacional.
En el caso de Estados Unidos, por ejemplo, esto se manifestó en las políticas legalmente cuestionables que adoptó la administración Bush para conducir su “guerra global contra el terrorismo” y las campañas militares en Medio Oriente, así como en la creación del Comando Norte, el Departamento de Seguridad Territorial y la ASPAN.
Ahora, la administración Obama busca darle mayor peso estratégico —y, por lo tanto, presupuestal— a su capacidad para pelear guerras “irregulares” mediante tácticas de contrainsurgencia en sitios como Afganistán, además de enfrentar conflictos “tradicionales” con rivales como Rusia o China, “híbridos” y cyberespaciales.
Uno de los lugares donde podría aplicarse el nuevo enfoque militar contrainsurgente de Estados Unidos es en la frontera con México. El Washington Post dio por hecho el sábado pasado que el gobierno estadounidense enviará 1,500 efectivos adicionales de la Guardia Nacional. Lo único que ha retrasado la decisión, son las diferencias entre el secretario de Defensa, Robert Gates, y la secretaria de Seguridad Territorial, Janet Napolitano, respecto a quién definirá su misión, y quién aportará los recursos presupuestales.
La segunda razón que ha propiciado un cambio en el papel que desempeñan las FFAA en países como Honduras, o México, ha sido el desfase entre los avances para instaurar gobiernos democráticos, y la capacidad de producir leyes eficaces para responder con suficiente agilidad a las amenazas transnacionales que enfrentamos. Este desfase provoca peligrosas lagunas legales, que abren espacios para el uso discrecional de recursos institucionales fundamentales, incluyendo a las FFAA.
La situación en Honduras es paradójica. La deposición del Presidente Manuel Zelaya por el Ejército había sido considerada como un golpe de Estado, hasta que la secretaria de Estado estadounidense, Hillary Clinton, matizó el calificativo. El caso en efecto tiene aspectos muy confusos. El conflicto estalló después de que el general Romeo Vásquez, Jefe del Estado Mayor de las FFAA, se negó a obedecer una orden presidencial directa, por considerar que violaba la ley electoral. La Suprema Corte de Justicia le dio la razón, al ratificarlo en el cargo e instruirlo para deponer al mandatario hondureño, mientras el Congreso y todos los partidos validaron la decisión al nombrar un presidente interino.
La detención y expulsión a Costa Rica de Manuel Zelaya ha sido unánimemente rechazada. Sin embargo, más allá de la condena por una cuestión de principios, valdría la pena que la OEA, el Grupo de Río u otro organismo regional imparcial, determine en última instancia si la medida violó los preceptos legales de Honduras. El entramado institucional de ese país tiene características peculiares, y el aparente involucramiento de otros países en la consulta que buscaba realizar el Presidente Zelaya para impulsar su reelección, también deben ser considerados al momento de emitir un juicio definitivo.
Es importante despejar las dudas sobre la crisis hondureña, porque, en México, los huecos legales que amparan la participación de las FFAA en tareas de seguridad pública vinculadas al combate de la delincuencia organizada, siguen abiertos.
Las FFAA mexicanas han incrementado exponencialmente su participación en el esfuerzo para restaurar el orden en el país con base en mandatos jurídicos controvertidos, y entre cuestionamientos cada vez más intensos a nivel nacional e internacional sobre su apego al orden constitucional.
El pasado 19 de febrero, el General Guillermo Galván, secretario de la Defensa Nacional, dedicó parte del discurso que pronunció en el Día del Ejército a urgir un “debate legislativo para fortalecer las seis jurisprudencias emitidas por la Suprema Corte” que proveen sustento y otorgan competencia a las FFAA en la materia.
El Gral. Galván tiene razón. Las FFAA tienen un importante papel que cumplir en el desarrollo y la seguridad de nuestro país. No se trata, como concluye un desafortunado editorial del respetado diario El País, de que el Ejército simplemente se mantenga “calladito y encerrado en sus cuarteles”. Por ello, en la próxima legislatura, nuestros congresistas deben darle prioridad a un asunto pendiente, esencial para reforzar el endeble marco institucional de nuestro país.
El Norte
1 de julio de 2009
Las guerras en Irak y Afganistán, la violencia en la frontera entre México y Estados Unidos, y la crisis en Honduras reflejan dos cosas: 1) los cambios en la función que juegan las Fuerzas Armadas (FFAA) nacionales en el escenario de la globalización; y, 2) la necesidad de contar con reglas claras para normar su actuación dentro del marco institucional. En México, ambas tareas siguen pendientes y, antes de que nos rebasen los tiempos sexenales, más vale que nos apresuremos a concluirlas.
Los atentados del 11 de septiembre de 2001 aceleraron algunos de los procesos que apuntaban hacia una redefinición del papel de las FFAA. En particular, al diluirse las diferencias entre los retos externos e internos a la seguridad nacional.
En el caso de Estados Unidos, por ejemplo, esto se manifestó en las políticas legalmente cuestionables que adoptó la administración Bush para conducir su “guerra global contra el terrorismo” y las campañas militares en Medio Oriente, así como en la creación del Comando Norte, el Departamento de Seguridad Territorial y la ASPAN.
Ahora, la administración Obama busca darle mayor peso estratégico —y, por lo tanto, presupuestal— a su capacidad para pelear guerras “irregulares” mediante tácticas de contrainsurgencia en sitios como Afganistán, además de enfrentar conflictos “tradicionales” con rivales como Rusia o China, “híbridos” y cyberespaciales.
Uno de los lugares donde podría aplicarse el nuevo enfoque militar contrainsurgente de Estados Unidos es en la frontera con México. El Washington Post dio por hecho el sábado pasado que el gobierno estadounidense enviará 1,500 efectivos adicionales de la Guardia Nacional. Lo único que ha retrasado la decisión, son las diferencias entre el secretario de Defensa, Robert Gates, y la secretaria de Seguridad Territorial, Janet Napolitano, respecto a quién definirá su misión, y quién aportará los recursos presupuestales.
La segunda razón que ha propiciado un cambio en el papel que desempeñan las FFAA en países como Honduras, o México, ha sido el desfase entre los avances para instaurar gobiernos democráticos, y la capacidad de producir leyes eficaces para responder con suficiente agilidad a las amenazas transnacionales que enfrentamos. Este desfase provoca peligrosas lagunas legales, que abren espacios para el uso discrecional de recursos institucionales fundamentales, incluyendo a las FFAA.
La situación en Honduras es paradójica. La deposición del Presidente Manuel Zelaya por el Ejército había sido considerada como un golpe de Estado, hasta que la secretaria de Estado estadounidense, Hillary Clinton, matizó el calificativo. El caso en efecto tiene aspectos muy confusos. El conflicto estalló después de que el general Romeo Vásquez, Jefe del Estado Mayor de las FFAA, se negó a obedecer una orden presidencial directa, por considerar que violaba la ley electoral. La Suprema Corte de Justicia le dio la razón, al ratificarlo en el cargo e instruirlo para deponer al mandatario hondureño, mientras el Congreso y todos los partidos validaron la decisión al nombrar un presidente interino.
La detención y expulsión a Costa Rica de Manuel Zelaya ha sido unánimemente rechazada. Sin embargo, más allá de la condena por una cuestión de principios, valdría la pena que la OEA, el Grupo de Río u otro organismo regional imparcial, determine en última instancia si la medida violó los preceptos legales de Honduras. El entramado institucional de ese país tiene características peculiares, y el aparente involucramiento de otros países en la consulta que buscaba realizar el Presidente Zelaya para impulsar su reelección, también deben ser considerados al momento de emitir un juicio definitivo.
Es importante despejar las dudas sobre la crisis hondureña, porque, en México, los huecos legales que amparan la participación de las FFAA en tareas de seguridad pública vinculadas al combate de la delincuencia organizada, siguen abiertos.
Las FFAA mexicanas han incrementado exponencialmente su participación en el esfuerzo para restaurar el orden en el país con base en mandatos jurídicos controvertidos, y entre cuestionamientos cada vez más intensos a nivel nacional e internacional sobre su apego al orden constitucional.
El pasado 19 de febrero, el General Guillermo Galván, secretario de la Defensa Nacional, dedicó parte del discurso que pronunció en el Día del Ejército a urgir un “debate legislativo para fortalecer las seis jurisprudencias emitidas por la Suprema Corte” que proveen sustento y otorgan competencia a las FFAA en la materia.
El Gral. Galván tiene razón. Las FFAA tienen un importante papel que cumplir en el desarrollo y la seguridad de nuestro país. No se trata, como concluye un desafortunado editorial del respetado diario El País, de que el Ejército simplemente se mantenga “calladito y encerrado en sus cuarteles”. Por ello, en la próxima legislatura, nuestros congresistas deben darle prioridad a un asunto pendiente, esencial para reforzar el endeble marco institucional de nuestro país.
Wednesday, June 17, 2009
Euro-lecciones
Javier Treviño Cantú
El Norte
17 de junio de 2009
Con la promesa pendiente de una “asociación estratégica” que todavía no logra ser dotada de contenido, en México necesitamos dedicarle mayor atención a Europa. En particular, a unas semanas de las elecciones del 5 de julio en nuestro país, el reciente proceso electoral para renovar el Parlamento Europeo nos ofrece al menos cuatro lecciones que pueden ser útiles:
1) A la vez que crece la fuerza política de los poderes legislativos, el respaldo ciudadano para integrarlos se reduce. Por diversas razones, en general los niveles de participación son menores cuando se eligen legisladores, y no a los responsables de los poderes ejecutivos. Este fenómeno se ha vuelto evidente en las elecciones que se realizan cada 5 años para elegir al Parlamento Europeo, donde el abstencionismo ha venido creciendo sostenidamente. En 1979, cuando la Unión Europea (UE) contaba con 9 miembros, la participación fue de casi 62%. Esta vez, ya con 27 países, apenas alcanzó poco más del 43%.
El abstencionismo es un mal endémico. Para combatirlo es necesario que se concientice a los electores de la importancia central que tiene el proceso legislativo en la construcción de una sociedad democrática, y que los ciudadanos encuentren mejores formas de exigir cuentas a los congresistas.
2) Toda política es local. En el caso de la UE, en lugar de que los partidos con una identidad ideológica similar realicen campañas regionales basadas en temas “transversales”, se llevan a cabo 27 campañas electorales nacionales. Los votantes definen sus preferencias por la competencia entre los partidos locales, para que los eurodiputados definan leyes de carácter supra-nacional.
Si el objetivo es promover una mayor participación en este tipo de comicios, el impacto de los cambios legislativos debe traducirse en una mejor calidad de vida a nivel local.
3) Los partidos que articulan la mejor narrativa ganan. En las elecciones parlamentarias de la UE, los partidos conservadores de centro-derecha se impusieron abrumadoramente a los social-demócratas de izquierda. Agrupados en el llamado Partido Popular Europeo, los parlamentarios vinculados con la corriente demócrata-cristiana obtuvieron 264 escaños, frente a 161 del Grupo Socialista.
Ante la crisis global y sus efectos devastadores en el empleo, la izquierda parecía estar en una posición inmejorable para alzarse con el triunfo, pero fue incapaz de plantear un discurso novedoso que la diferenciara de sus rivales. Los partidos de centro-derecha que gobiernan en Alemania, Francia e Italia, o que son oposición en países como Irlanda, España y el Reino Unido, se impusieron sin grandes dificultades.
Esto demostró que las batallas electorales se siguen ganando desde el centro del espectro político, y que los votantes prefieren respaldar a los partidos con un discurso que genere confianza. En México, también estamos viendo que algunos partidos buscan cambiar la narrativa tradicional, ya sea al adoptar un discurso que los convierte en “oposición” aunque estén en el poder, o al hacer propuestas radicales —como la pena de muerte— sin posibilidades reales de aplicarse, pero que tienen “resonancia” con un electorado insatisfecho.
4) A menor legitimidad institucional, menor influencia internacional. El elevado abstencionismo en la elección al Parlamento Europeo aún no pone en tela de juicio su legitimidad, pero puede tener un efecto colateral negativo en la continuidad del proyecto para fortalecer a la UE.
Por una parte, antes de que acabe el año se realizará un segundo referéndum en Irlanda para ratificar el Tratado de Lisboa, y el triunfo de la oposición dificultará esta decisión. Por otra parte, la derrota sufrida por los laboristas en el Reino Unido puede anticipar la llegada al poder del Partido Conservador. Su líder, David Cameron, ha dicho que si gana y el Tratado de Lisboa no ha sido ratificado por todos los demás países, podría impulsar su propio referéndum para revocar la participación de Gran Bretaña en la UE, con lo que seguramente se desataría una crisis de consecuencias imprevisibles.
A pesar de que no se considera que la UE esté en peligro de fracturarse, la incapacidad de dar nuevos pasos para actualizar sus instituciones sí le puede restar peso global frente a Estados Unidos y otras potencias emergentes, como China, o Rusia, país del cual depende en gran medida para su seguridad energética.
La fortaleza que surge de un amplio respaldo ciudadano a las instituciones nacionales —o supra-nacionales en el caso de la UE— es la base fundamental sobre la que cualquier país puede proyectarse como un actor relevante en un escenario internacional que sigue evolucionando rápidamente.
En el caso de México, por más bien intencionados que puedan ser los llamados a la anulación de las boletas en las próximas elecciones del 5 de julio, en realidad nada sustituye al voto efectivo de una elevada participación ciudadana para reforzar a nuestras propias instituciones democráticas y, por lo tanto, el nuevo lugar que intentamos ocupar en el mundo.
El Norte
17 de junio de 2009
Con la promesa pendiente de una “asociación estratégica” que todavía no logra ser dotada de contenido, en México necesitamos dedicarle mayor atención a Europa. En particular, a unas semanas de las elecciones del 5 de julio en nuestro país, el reciente proceso electoral para renovar el Parlamento Europeo nos ofrece al menos cuatro lecciones que pueden ser útiles:
1) A la vez que crece la fuerza política de los poderes legislativos, el respaldo ciudadano para integrarlos se reduce. Por diversas razones, en general los niveles de participación son menores cuando se eligen legisladores, y no a los responsables de los poderes ejecutivos. Este fenómeno se ha vuelto evidente en las elecciones que se realizan cada 5 años para elegir al Parlamento Europeo, donde el abstencionismo ha venido creciendo sostenidamente. En 1979, cuando la Unión Europea (UE) contaba con 9 miembros, la participación fue de casi 62%. Esta vez, ya con 27 países, apenas alcanzó poco más del 43%.
El abstencionismo es un mal endémico. Para combatirlo es necesario que se concientice a los electores de la importancia central que tiene el proceso legislativo en la construcción de una sociedad democrática, y que los ciudadanos encuentren mejores formas de exigir cuentas a los congresistas.
2) Toda política es local. En el caso de la UE, en lugar de que los partidos con una identidad ideológica similar realicen campañas regionales basadas en temas “transversales”, se llevan a cabo 27 campañas electorales nacionales. Los votantes definen sus preferencias por la competencia entre los partidos locales, para que los eurodiputados definan leyes de carácter supra-nacional.
Si el objetivo es promover una mayor participación en este tipo de comicios, el impacto de los cambios legislativos debe traducirse en una mejor calidad de vida a nivel local.
3) Los partidos que articulan la mejor narrativa ganan. En las elecciones parlamentarias de la UE, los partidos conservadores de centro-derecha se impusieron abrumadoramente a los social-demócratas de izquierda. Agrupados en el llamado Partido Popular Europeo, los parlamentarios vinculados con la corriente demócrata-cristiana obtuvieron 264 escaños, frente a 161 del Grupo Socialista.
Ante la crisis global y sus efectos devastadores en el empleo, la izquierda parecía estar en una posición inmejorable para alzarse con el triunfo, pero fue incapaz de plantear un discurso novedoso que la diferenciara de sus rivales. Los partidos de centro-derecha que gobiernan en Alemania, Francia e Italia, o que son oposición en países como Irlanda, España y el Reino Unido, se impusieron sin grandes dificultades.
Esto demostró que las batallas electorales se siguen ganando desde el centro del espectro político, y que los votantes prefieren respaldar a los partidos con un discurso que genere confianza. En México, también estamos viendo que algunos partidos buscan cambiar la narrativa tradicional, ya sea al adoptar un discurso que los convierte en “oposición” aunque estén en el poder, o al hacer propuestas radicales —como la pena de muerte— sin posibilidades reales de aplicarse, pero que tienen “resonancia” con un electorado insatisfecho.
4) A menor legitimidad institucional, menor influencia internacional. El elevado abstencionismo en la elección al Parlamento Europeo aún no pone en tela de juicio su legitimidad, pero puede tener un efecto colateral negativo en la continuidad del proyecto para fortalecer a la UE.
Por una parte, antes de que acabe el año se realizará un segundo referéndum en Irlanda para ratificar el Tratado de Lisboa, y el triunfo de la oposición dificultará esta decisión. Por otra parte, la derrota sufrida por los laboristas en el Reino Unido puede anticipar la llegada al poder del Partido Conservador. Su líder, David Cameron, ha dicho que si gana y el Tratado de Lisboa no ha sido ratificado por todos los demás países, podría impulsar su propio referéndum para revocar la participación de Gran Bretaña en la UE, con lo que seguramente se desataría una crisis de consecuencias imprevisibles.
A pesar de que no se considera que la UE esté en peligro de fracturarse, la incapacidad de dar nuevos pasos para actualizar sus instituciones sí le puede restar peso global frente a Estados Unidos y otras potencias emergentes, como China, o Rusia, país del cual depende en gran medida para su seguridad energética.
La fortaleza que surge de un amplio respaldo ciudadano a las instituciones nacionales —o supra-nacionales en el caso de la UE— es la base fundamental sobre la que cualquier país puede proyectarse como un actor relevante en un escenario internacional que sigue evolucionando rápidamente.
En el caso de México, por más bien intencionados que puedan ser los llamados a la anulación de las boletas en las próximas elecciones del 5 de julio, en realidad nada sustituye al voto efectivo de una elevada participación ciudadana para reforzar a nuestras propias instituciones democráticas y, por lo tanto, el nuevo lugar que intentamos ocupar en el mundo.
Wednesday, June 03, 2009
Sin ambición
Javier Treviño Cantú
El Norte
3 de junio de 2009
La “nueva relación” entre México y Estados Unidos se está definiendo más por la inercia de las iniciativas lanzadas desde el anterior gobierno del presidente Bush, que por cambios fundamentales en la forma de abordar los principales retos comunes. Una vez superada la intensa etapa de los primeros 100 días en el poder de la administración Obama, la conducción de la agenda bilateral tiende a estabilizarse. Desafortunadamente, está lejos de haber tomado una dirección cualitativamente diferente.
En lugar de estarse planteando metas ambiciosas para darle un impulso renovado a la relación, los estándares parecerían reducirse a niveles cada vez más modestos. No hay una presencia mexicana eficaz en todo el territorio estadounidense, el concepto de América del Norte se ha desdibujado, y no se perciben grandes ideas. Al igual que ocurre en otras áreas relacionadas con la política exterior estadounidense, la definición de lo que significa el éxito en la relación bilateral tiende a la baja.
Richard N. Haass —el presidente del Consejo de Relaciones Exteriores— opinaba el 14 de mayo en el Washington Post que, frente a casos como los de Afganistán, Norcorea e Irán, Estados Unidos debería limitar sus expectativas de éxito por las dificultades financieras y militares que padece. Para Haass, sería preferible que la administración Obama se propusiera logros parciales, acordes con los escasos recursos de que dispone, en lugar de establecer grandes objetivos que puedan resultar en fracasos incosteables.
En una coincidencia irónica, ese mismo día el Wall Street Journal publicó la primera entrevista concedida por el nuevo “zar” de la política para el control de drogas ilegales. Sin andarse por las ramas, Gil Kerlikowske declaró el fin de la “guerra contra las drogas”, porque los estadounidenses la perciben como un ataque hacia ellos, y el gobierno estadounidense “no está en guerra contra la gente”.
Más allá de la frase efectista para atraer la atención de los lectores, Kerlikowske dejó entrever un posible cambio significativo en las políticas antidrogas del vecino país. Además de rechazar la legalización, indicó que buscará darle un mayor énfasis a la prevención y el tratamiento de los adictos, para no verlo como un reto exclusivamente policíaco o de procuración de justicia, sino también como un tema de salud pública.
El cambio perfilado por Kerlikowske puede ser una buena señal, ya que implicaría una visión más amplia de un fenómeno que ha probado ser muy resistente al tratamiento tradicional. Lamentablemente, el inconveniente es que manda la señal equivocada a un vecino que sí está librando una auténtica guerra contra el crimen organizado.
Es probable que estemos de nuevo frente a un problema de comunicación. En su estrategia de cooperación con México sobre seguridad, la administración Obama ha optado por la continuidad de las políticas acordadas con el anterior gobierno estadounidense: a través de una Iniciativa Mérida con recursos muy limitados que todavía sigue sin concretarse, y al mantener el rechazo a la prohibición para la venta de armas de alto poder.
Por otra parte, Obama ya ha indicado que también le dará continuidad al TLC, al evitar que se contamine con la renegociación para incorporarle los acuerdos paralelos en materia laboral y energética. Aún así, basta señalar la prolongación indefinida del conflicto comercial por la suspensión del programa de acceso carretero a los camiones de carga mexicanos, para comprobar que la importancia del éxito de nuestra relación comercial sigue siendo subestimada.
De igual forma, a la vez que Obama ha retomado el tema de la reforma migratoria integral, también ha mantenido la continuidad del esquema que condiciona su avance al reforzamiento del control fronterizo.
Entre otras medidas, su administración ha reanudado la construcción de la “barda virtual”, para cubrir toda la frontera común en 2014 a un costo casi cinco veces mayor al de la Iniciativa Mérida; está ampliando un programa para identificar el estatus migratorio de los presos en todas las cárceles estadounidenses, que en cuatro años podría multiplicar por diez el número de convictos deportados; y está desarrollando programas “innovadores” para dificultar el paso de los migrantes indocumentados, incluyendo la infestación de los carrizales en las orillas del Río Bravo con avispas que, supuestamente, sólo acaban con este tipo de plantas y no son peligrosas para la gente.
Sin duda, la relación entre México y Estados Unidos está en un proceso de ajuste profundo. El problema es que cada vez hay más indicios de que tan sólo se busca administrar la problemática agenda bilateral, en lugar de buscar soluciones de fondo a los retos compartidos para establecer una visión de futuro mucho más ambiciosa.
Frente a la esperanza del cambio que trajo consigo la elección de Obama y la oportunidad que ofrecen las diversas crisis actuales, la definición de lo que significa el éxito de la relación bilateral sigue estando muy por debajo de su potencial, y de nuestras expectativas.
El Norte
3 de junio de 2009
La “nueva relación” entre México y Estados Unidos se está definiendo más por la inercia de las iniciativas lanzadas desde el anterior gobierno del presidente Bush, que por cambios fundamentales en la forma de abordar los principales retos comunes. Una vez superada la intensa etapa de los primeros 100 días en el poder de la administración Obama, la conducción de la agenda bilateral tiende a estabilizarse. Desafortunadamente, está lejos de haber tomado una dirección cualitativamente diferente.
En lugar de estarse planteando metas ambiciosas para darle un impulso renovado a la relación, los estándares parecerían reducirse a niveles cada vez más modestos. No hay una presencia mexicana eficaz en todo el territorio estadounidense, el concepto de América del Norte se ha desdibujado, y no se perciben grandes ideas. Al igual que ocurre en otras áreas relacionadas con la política exterior estadounidense, la definición de lo que significa el éxito en la relación bilateral tiende a la baja.
Richard N. Haass —el presidente del Consejo de Relaciones Exteriores— opinaba el 14 de mayo en el Washington Post que, frente a casos como los de Afganistán, Norcorea e Irán, Estados Unidos debería limitar sus expectativas de éxito por las dificultades financieras y militares que padece. Para Haass, sería preferible que la administración Obama se propusiera logros parciales, acordes con los escasos recursos de que dispone, en lugar de establecer grandes objetivos que puedan resultar en fracasos incosteables.
En una coincidencia irónica, ese mismo día el Wall Street Journal publicó la primera entrevista concedida por el nuevo “zar” de la política para el control de drogas ilegales. Sin andarse por las ramas, Gil Kerlikowske declaró el fin de la “guerra contra las drogas”, porque los estadounidenses la perciben como un ataque hacia ellos, y el gobierno estadounidense “no está en guerra contra la gente”.
Más allá de la frase efectista para atraer la atención de los lectores, Kerlikowske dejó entrever un posible cambio significativo en las políticas antidrogas del vecino país. Además de rechazar la legalización, indicó que buscará darle un mayor énfasis a la prevención y el tratamiento de los adictos, para no verlo como un reto exclusivamente policíaco o de procuración de justicia, sino también como un tema de salud pública.
El cambio perfilado por Kerlikowske puede ser una buena señal, ya que implicaría una visión más amplia de un fenómeno que ha probado ser muy resistente al tratamiento tradicional. Lamentablemente, el inconveniente es que manda la señal equivocada a un vecino que sí está librando una auténtica guerra contra el crimen organizado.
Es probable que estemos de nuevo frente a un problema de comunicación. En su estrategia de cooperación con México sobre seguridad, la administración Obama ha optado por la continuidad de las políticas acordadas con el anterior gobierno estadounidense: a través de una Iniciativa Mérida con recursos muy limitados que todavía sigue sin concretarse, y al mantener el rechazo a la prohibición para la venta de armas de alto poder.
Por otra parte, Obama ya ha indicado que también le dará continuidad al TLC, al evitar que se contamine con la renegociación para incorporarle los acuerdos paralelos en materia laboral y energética. Aún así, basta señalar la prolongación indefinida del conflicto comercial por la suspensión del programa de acceso carretero a los camiones de carga mexicanos, para comprobar que la importancia del éxito de nuestra relación comercial sigue siendo subestimada.
De igual forma, a la vez que Obama ha retomado el tema de la reforma migratoria integral, también ha mantenido la continuidad del esquema que condiciona su avance al reforzamiento del control fronterizo.
Entre otras medidas, su administración ha reanudado la construcción de la “barda virtual”, para cubrir toda la frontera común en 2014 a un costo casi cinco veces mayor al de la Iniciativa Mérida; está ampliando un programa para identificar el estatus migratorio de los presos en todas las cárceles estadounidenses, que en cuatro años podría multiplicar por diez el número de convictos deportados; y está desarrollando programas “innovadores” para dificultar el paso de los migrantes indocumentados, incluyendo la infestación de los carrizales en las orillas del Río Bravo con avispas que, supuestamente, sólo acaban con este tipo de plantas y no son peligrosas para la gente.
Sin duda, la relación entre México y Estados Unidos está en un proceso de ajuste profundo. El problema es que cada vez hay más indicios de que tan sólo se busca administrar la problemática agenda bilateral, en lugar de buscar soluciones de fondo a los retos compartidos para establecer una visión de futuro mucho más ambiciosa.
Frente a la esperanza del cambio que trajo consigo la elección de Obama y la oportunidad que ofrecen las diversas crisis actuales, la definición de lo que significa el éxito de la relación bilateral sigue estando muy por debajo de su potencial, y de nuestras expectativas.
Wednesday, May 20, 2009
Espacio sin ley
Javier Treviño Cantú
El Norte
20 de mayo de 2009
¿Qué tienen en común la insólita solicitud del IFE para que YouTube “bajara” el video donde se hace una parodia del Gobernador de Veracruz; la cobertura del controvertido debate entre los candidatos del PAN y el PRI a la gubernatura de Nuevo León organizado por El Norte; y, sobre todo, la emergencia que provocó el nuevo virus de la influenza A/H1N1? Los tres temas sirvieron para recordarnos que, ante la creciente complejidad del mundo actual y la velocidad con que suceden los eventos que impactan nuestra forma de vida, contar con medios de comunicación profesionales, responsables y confiables es más necesario que nunca.
Además de la crisis económica internacional, el poco éxito que han tenido los nuevos modelos de negocio para compensar el acceso gratuito a contenidos de información y entretenimiento por Internet, así como el gran avance de los “medios sociales 2.0”, son algunos de los factores que están limitando el crecimiento de la industria mediático-periodística. A su vez, esto afecta el desarrollo de sociedades como la nuestra, ya que en las democracias —por más consolidadas o inmaduras que sean—, la información representa un “bien público” y los medios juegan un papel esencial.
Paradójicamente, la conectividad que han propiciado Internet y los aparatos portátiles de comunicación multi-media, está generando un gran “ruido” que dificulta entender y valorar el significado de lo que ocurre a nuestro alrededor. Ello complica la capacidad de los ciudadanos para formarse un criterio bien fundamentado de la realidad, tomar las decisiones apropiadas y actuar en consecuencia.
La multiplicación de voces capaces de hacerse escuchar en el ciberespacio puede enriquecer la discusión pública, al ayudar a generar una “conversación social” dinámica y potencialmente constructiva. Igualmente, los ciudadanos interesados en informarse a fondo sobre algún tema específico hoy cuentan con numerosas opciones. Sin embargo, al mismo tiempo, esta multiplicidad de canales y voces también puede contribuir a generar una gran confusión entre la mayoría de la gente o, en el peor de los casos, servir como espacio anónimo para la difusión de rumores malintencionados y como una plataforma para lanzar ataques encubiertos.
El caso más dramático se dio con la reciente emergencia de salud por la que todavía atravesamos. Hace casi un mes, Reforma ganó la primicia al revelar por primera vez que un brote atípico de influenza tenía en alerta a las autoridades sanitarias (“Golpea influenza al DF”, 22/04/09). Al día siguiente, el secretario de Salud, José Angel Córdova, anunció en Los Pinos que se trataba de un nuevo virus desconocido hasta entonces y el viernes se decretaban las primeras medidas de contingencia generalizada.
La noticia corrió como reguero de pólvora por todo el mundo, y ese mismo fin de semana se desató un auténtico frenesí mediático a escala global. El esfuerzo inicial de comunicación por parte del gobierno mexicano no fue del todo atinado, pero en última instancia se logró informar y concientizar a la población de la importancia que tenía seguir las medidas adoptadas. El problema, sin embargo, llegó por la red.
Desde hace tiempo, sistemas como el HealthMap de Google permiten identificar tendencias sociales al detectar un aumento en el número de “búsquedas” que hace la gente en Internet, incluyendo brotes de enfermedades. Esta vez, la alarma provino de Veratect, una compañía que monitorea la red para identificar amenazas biológicas.
Supuestamente, Veratect habría alertado a la Organización Panamericana de la Salud, la OMS y el Centro para el Control de Enfermedades de Estados Unidos, sobre una situación inusual en México entre finales de marzo y principios de abril, pero sin obtener respuesta de las autoridades. Después de que se declaró la emergencia, los ejecutivos de Veratect empezaron a contar su historia, y al ser retomada por diarios tan influyentes como el Financial Times o el Washington Post, ésta ganó credibilidad.
La narrativa mediática de Veratect fue creciendo, y se convirtió en una de las “fuentes” que dieron pie a la propagación de toda clase de rumores en Internet, entre ellos la historia de que el gobierno mexicano pudo haber ocultado información para no poner en riesgo la visita del Presidente Obama al DF, y que fuera usada como ariete para la reciente embestida de Fidel Castro contra nuestro país.
Tan sólo en este caso, se puede ver como un periódico reconocido —Reforma— actuó con seriedad y oportunidad para dar a conocer una situación de interés general. También, la forma en la que los nuevos medios sociales —Google— pueden contribuir a detectar graves riesgos globales, pero el peligro que significa poner en manos privadas —Veratect— el seguimiento de fenómenos con implicaciones de salud pública. Por último, lo más delicado radica en la capacidad para convertir a Internet y las redes sociales 2.0 en un “espacio sin ley”, donde pueden circular libremente las teorías más descabelladas, con consecuencias reales muy graves.
El Norte
20 de mayo de 2009
¿Qué tienen en común la insólita solicitud del IFE para que YouTube “bajara” el video donde se hace una parodia del Gobernador de Veracruz; la cobertura del controvertido debate entre los candidatos del PAN y el PRI a la gubernatura de Nuevo León organizado por El Norte; y, sobre todo, la emergencia que provocó el nuevo virus de la influenza A/H1N1? Los tres temas sirvieron para recordarnos que, ante la creciente complejidad del mundo actual y la velocidad con que suceden los eventos que impactan nuestra forma de vida, contar con medios de comunicación profesionales, responsables y confiables es más necesario que nunca.
Además de la crisis económica internacional, el poco éxito que han tenido los nuevos modelos de negocio para compensar el acceso gratuito a contenidos de información y entretenimiento por Internet, así como el gran avance de los “medios sociales 2.0”, son algunos de los factores que están limitando el crecimiento de la industria mediático-periodística. A su vez, esto afecta el desarrollo de sociedades como la nuestra, ya que en las democracias —por más consolidadas o inmaduras que sean—, la información representa un “bien público” y los medios juegan un papel esencial.
Paradójicamente, la conectividad que han propiciado Internet y los aparatos portátiles de comunicación multi-media, está generando un gran “ruido” que dificulta entender y valorar el significado de lo que ocurre a nuestro alrededor. Ello complica la capacidad de los ciudadanos para formarse un criterio bien fundamentado de la realidad, tomar las decisiones apropiadas y actuar en consecuencia.
La multiplicación de voces capaces de hacerse escuchar en el ciberespacio puede enriquecer la discusión pública, al ayudar a generar una “conversación social” dinámica y potencialmente constructiva. Igualmente, los ciudadanos interesados en informarse a fondo sobre algún tema específico hoy cuentan con numerosas opciones. Sin embargo, al mismo tiempo, esta multiplicidad de canales y voces también puede contribuir a generar una gran confusión entre la mayoría de la gente o, en el peor de los casos, servir como espacio anónimo para la difusión de rumores malintencionados y como una plataforma para lanzar ataques encubiertos.
El caso más dramático se dio con la reciente emergencia de salud por la que todavía atravesamos. Hace casi un mes, Reforma ganó la primicia al revelar por primera vez que un brote atípico de influenza tenía en alerta a las autoridades sanitarias (“Golpea influenza al DF”, 22/04/09). Al día siguiente, el secretario de Salud, José Angel Córdova, anunció en Los Pinos que se trataba de un nuevo virus desconocido hasta entonces y el viernes se decretaban las primeras medidas de contingencia generalizada.
La noticia corrió como reguero de pólvora por todo el mundo, y ese mismo fin de semana se desató un auténtico frenesí mediático a escala global. El esfuerzo inicial de comunicación por parte del gobierno mexicano no fue del todo atinado, pero en última instancia se logró informar y concientizar a la población de la importancia que tenía seguir las medidas adoptadas. El problema, sin embargo, llegó por la red.
Desde hace tiempo, sistemas como el HealthMap de Google permiten identificar tendencias sociales al detectar un aumento en el número de “búsquedas” que hace la gente en Internet, incluyendo brotes de enfermedades. Esta vez, la alarma provino de Veratect, una compañía que monitorea la red para identificar amenazas biológicas.
Supuestamente, Veratect habría alertado a la Organización Panamericana de la Salud, la OMS y el Centro para el Control de Enfermedades de Estados Unidos, sobre una situación inusual en México entre finales de marzo y principios de abril, pero sin obtener respuesta de las autoridades. Después de que se declaró la emergencia, los ejecutivos de Veratect empezaron a contar su historia, y al ser retomada por diarios tan influyentes como el Financial Times o el Washington Post, ésta ganó credibilidad.
La narrativa mediática de Veratect fue creciendo, y se convirtió en una de las “fuentes” que dieron pie a la propagación de toda clase de rumores en Internet, entre ellos la historia de que el gobierno mexicano pudo haber ocultado información para no poner en riesgo la visita del Presidente Obama al DF, y que fuera usada como ariete para la reciente embestida de Fidel Castro contra nuestro país.
Tan sólo en este caso, se puede ver como un periódico reconocido —Reforma— actuó con seriedad y oportunidad para dar a conocer una situación de interés general. También, la forma en la que los nuevos medios sociales —Google— pueden contribuir a detectar graves riesgos globales, pero el peligro que significa poner en manos privadas —Veratect— el seguimiento de fenómenos con implicaciones de salud pública. Por último, lo más delicado radica en la capacidad para convertir a Internet y las redes sociales 2.0 en un “espacio sin ley”, donde pueden circular libremente las teorías más descabelladas, con consecuencias reales muy graves.
Wednesday, May 06, 2009
La oportunidad del virus
Javier Treviño Cantú
El Norte
6 de mayo de 2009
El primer episodio del combate contra el nuevo virus de la influenza A/H1N1 deja un saldo preliminar negativo. Por una parte, es necesario reconocer que las medidas extremas adoptadas por el gobierno mexicano, y los mecanismos de respuesta global diseñados por la Organización Mundial de la Salud, parecen haber funcionado.
Sin embargo, también resulta evidente que el impacto económico y a nuestro prestigio internacional es inmenso. El recuento de los daños diplomático es especialmente preocupante. En los cuatro puntos cardinales del mapa mundial existen focos de alarma.
Hacia el norte, el virus puede contaminar la relación con Estados Unidos. El lunes pasado, al celebrar el 5 de mayo en la Casa Blanca, el Presidente Obama dejó atrás las dudas de que el gobierno mexicano hubiera ocultado información sobre la emergencia de salud para no poner en riesgo su visita a nuestro país. Pero, a pesar de que reafirmó su disposición para seguir trabajando junto con México, los principales rubros de la agenda bilateral se verán impactados.
El brote de influenza seguramente reafirmará las tendencias proteccionistas en el Congreso estadounidense, poniendo en riesgo nuestras exportaciones agropecuarias. Además, el reforzamiento de los controles fronterizos para contener ya no sólo el desbordamiento de la violencia, sino también de una epidemia o un ataque bioterrorista, puede obstaculizar la reinstalación del programa de transporte carretero. Igualmente, el resurgimiento de la xenofobia anti-inmigrante dificultará la reforma integral del sistema migratorio.
Hacia el sur, el virus exhibió la fragilidad de la recuperación de los espacios perdidos en Latinoamérica durante el sexenio anterior. La irracionalidad de las medidas adoptadas por los países directamente señalados por la Canciller Patricia Espinosa indica que aún existe una profunda desconfianza hacia México, precisamente en el área donde parecían haberse registrado los mayores avances diplomáticos de la presente administración.
Hacia el Atlántico, el brote de influenza volvió a evidenciar el reto que implica mantener una situación tirante con Francia. Los destellos de una cooperación basada en los “cinco soles” que planteó el Presidente Sarkozy ante el Senado de la República, fueron eclipsados por la propuesta francesa para que la Unión Europea cancelara todos los vuelos con México. La iniciativa finalmente no prosperó, pero dejó en claro que la falta de solución definitiva al caso de Florence Cassez seguirá distorsionando una relación bilateral que tiene un peso mayúsculo para el conjunto de nuestra presencia en Europa.
Por último, hacia el Pacifico, el enfrentamiento con China por el lamentable trato a los mexicanos en ese país, ya generó roces que van a tardar mucho tiempo en superarse. El choque frontal con nuestro país no sólo puede afectar aún más nuestro marcado desequilibrio comercial con esa nación: con su enfoque de largo plazo, el gobierno chino ha ido tejiendo una creciente presencia en Latinoamérica, y nuestra capacidad de mantenernos activos en el complejo juego geopolítico que está desarrollando en la región puede verse seriamente debilitada.
Como lo han señalado varios expertos, debido a los cambios demográficos y ambientales en nuestro planeta, podríamos estar apenas en el principio de los que ya se conoce como la nueva “era de las pandemias”. Por lo pronto, los especialistas han advertido que los brotes de influenza se dan en “oleadas”, y si la historia se repite, es probable que hacia finales de año se presente un segundo episodio aún más intenso.
Esto le plantea a México un triple desafío: 1) Concentrarse en el frente interno para anticipar el resurgimiento de la influenza A/H1N1, evitar la confusión informativa que propició el pánico inicial, y prevenir el deterioro de nuestra deshilachada cohesión social con esfuerzos destinados a propiciar una mayor unidad nacional. 2) Aplicar una amplia estrategia de comunicación en el exterior, que busque contrarrestar los efectos inmediatos de la emergencia en el terreno económico, comercial y, sobre todo, laboral. 3) Replantear los grandes objetivos diplomáticos durante la segunda mitad del gobierno del Presidente Calderón, para privilegiar nuestros intereses verdaderamente estratégicos y, sobre todo, recuperar el prestigio internacional que debe gozar nuestro país.
La respuesta de los ciudadanos mexicanos a la emergencia ha sido ejemplar, y se demostró que México tiene un nivel de desarrollo institucional mucho más sólido de lo que se aprecia en el resto del mundo. No se puede pretender que una campaña de relaciones públicas cambie a corto plazo la percepción negativa que hoy existe del país. Sin embargo, podemos ver como una oportunidad la creciente atención que hoy existe por la aparición del nuevo virus, o incluso por la violencia asociada al combate de la delincuencia organizada, para destacar los indudables avances que México ha registrado en los últimos años y, más que nada, la extraordinaria fortaleza de nuestra gente.
El Norte
6 de mayo de 2009
El primer episodio del combate contra el nuevo virus de la influenza A/H1N1 deja un saldo preliminar negativo. Por una parte, es necesario reconocer que las medidas extremas adoptadas por el gobierno mexicano, y los mecanismos de respuesta global diseñados por la Organización Mundial de la Salud, parecen haber funcionado.
Sin embargo, también resulta evidente que el impacto económico y a nuestro prestigio internacional es inmenso. El recuento de los daños diplomático es especialmente preocupante. En los cuatro puntos cardinales del mapa mundial existen focos de alarma.
Hacia el norte, el virus puede contaminar la relación con Estados Unidos. El lunes pasado, al celebrar el 5 de mayo en la Casa Blanca, el Presidente Obama dejó atrás las dudas de que el gobierno mexicano hubiera ocultado información sobre la emergencia de salud para no poner en riesgo su visita a nuestro país. Pero, a pesar de que reafirmó su disposición para seguir trabajando junto con México, los principales rubros de la agenda bilateral se verán impactados.
El brote de influenza seguramente reafirmará las tendencias proteccionistas en el Congreso estadounidense, poniendo en riesgo nuestras exportaciones agropecuarias. Además, el reforzamiento de los controles fronterizos para contener ya no sólo el desbordamiento de la violencia, sino también de una epidemia o un ataque bioterrorista, puede obstaculizar la reinstalación del programa de transporte carretero. Igualmente, el resurgimiento de la xenofobia anti-inmigrante dificultará la reforma integral del sistema migratorio.
Hacia el sur, el virus exhibió la fragilidad de la recuperación de los espacios perdidos en Latinoamérica durante el sexenio anterior. La irracionalidad de las medidas adoptadas por los países directamente señalados por la Canciller Patricia Espinosa indica que aún existe una profunda desconfianza hacia México, precisamente en el área donde parecían haberse registrado los mayores avances diplomáticos de la presente administración.
Hacia el Atlántico, el brote de influenza volvió a evidenciar el reto que implica mantener una situación tirante con Francia. Los destellos de una cooperación basada en los “cinco soles” que planteó el Presidente Sarkozy ante el Senado de la República, fueron eclipsados por la propuesta francesa para que la Unión Europea cancelara todos los vuelos con México. La iniciativa finalmente no prosperó, pero dejó en claro que la falta de solución definitiva al caso de Florence Cassez seguirá distorsionando una relación bilateral que tiene un peso mayúsculo para el conjunto de nuestra presencia en Europa.
Por último, hacia el Pacifico, el enfrentamiento con China por el lamentable trato a los mexicanos en ese país, ya generó roces que van a tardar mucho tiempo en superarse. El choque frontal con nuestro país no sólo puede afectar aún más nuestro marcado desequilibrio comercial con esa nación: con su enfoque de largo plazo, el gobierno chino ha ido tejiendo una creciente presencia en Latinoamérica, y nuestra capacidad de mantenernos activos en el complejo juego geopolítico que está desarrollando en la región puede verse seriamente debilitada.
Como lo han señalado varios expertos, debido a los cambios demográficos y ambientales en nuestro planeta, podríamos estar apenas en el principio de los que ya se conoce como la nueva “era de las pandemias”. Por lo pronto, los especialistas han advertido que los brotes de influenza se dan en “oleadas”, y si la historia se repite, es probable que hacia finales de año se presente un segundo episodio aún más intenso.
Esto le plantea a México un triple desafío: 1) Concentrarse en el frente interno para anticipar el resurgimiento de la influenza A/H1N1, evitar la confusión informativa que propició el pánico inicial, y prevenir el deterioro de nuestra deshilachada cohesión social con esfuerzos destinados a propiciar una mayor unidad nacional. 2) Aplicar una amplia estrategia de comunicación en el exterior, que busque contrarrestar los efectos inmediatos de la emergencia en el terreno económico, comercial y, sobre todo, laboral. 3) Replantear los grandes objetivos diplomáticos durante la segunda mitad del gobierno del Presidente Calderón, para privilegiar nuestros intereses verdaderamente estratégicos y, sobre todo, recuperar el prestigio internacional que debe gozar nuestro país.
La respuesta de los ciudadanos mexicanos a la emergencia ha sido ejemplar, y se demostró que México tiene un nivel de desarrollo institucional mucho más sólido de lo que se aprecia en el resto del mundo. No se puede pretender que una campaña de relaciones públicas cambie a corto plazo la percepción negativa que hoy existe del país. Sin embargo, podemos ver como una oportunidad la creciente atención que hoy existe por la aparición del nuevo virus, o incluso por la violencia asociada al combate de la delincuencia organizada, para destacar los indudables avances que México ha registrado en los últimos años y, más que nada, la extraordinaria fortaleza de nuestra gente.
Wednesday, April 22, 2009
Partida de... ajedrez
Javier Treviño Cantú
El Norte
22 de abril de 2009
En su visita a México y la Cumbre de las Américas, el Presidente Obama llegó, sedujo a todo el mundo, y se regresó a Washington. Pero eso no significa que se haya tratado de un simple ejercicio cosmético de diplomacia pública. Todo lo contrario: Obama apenas acaba de empezar a mover sus piezas en el nuevo escenario regional que está conformándose y, detrás de sus palabras, hay sustancia.
El embajador de México ante Estados Unidos ha dicho que nuestros dos países tienen que “dejar de jugar ‘damas’ y empezar a jugar ajedrez”, para darle un sentido estratégico a la relación. Después de la visita de Obama, el tablero ya cambió, y ahora le toca mover al gobierno mexicano.
El viaje a América Latina se enmarca dentro de la definición de lo que ya empieza a conocerse como la nueva “ doctrina Obama” de política exterior. Al terminar la Cumbre, Obama señaló que busca aplicar dos principios básicos: primero, el reconocimiento de que ningún país, por poderoso que sea, puede resolver por sí solo los grandes retos globales. Y, segundo, que los valores representados por Estados Unidos siguen teniendo validez universal, por lo que la mejor forma de promoverlos es mantenerse fiel a ellos para predicar con el ejemplo.
Aunque es temprano para hablar de una “doctrina Obama”, tres elementos adicionales pueden darle forma: 1) la decisión de enfrentar una enorme cantidad de asuntos al mismo tiempo; 2) la aparente seriedad con la que asume las responsabilidades de Estados Unidos, ante situaciones como la violencia en México por el combate a la delincuencia organizada; y 3) la adopción de iniciativas pragmáticas, de “bajo costo” económico y político.
Durante su breve estancia en nuestro país tuvimos varias muestras de estas características. En materia de seguridad, si bien rechazó enfrentar a los poderosos grupos de interés para reforzar el control sobre la venta de armas de alto poder, el enfoque integral que están adoptando las agencias civiles y militares involucradas en la cooperación con México, simplemente no tiene precedentes. Es un esfuerzo que requerirá un profundo cambio para superar el déficit histórico de coordinación entre ellos, y también con las autoridades mexicanas a todos niveles.
Esa transformación, y el nombramiento de Alan Bersin como nuevo “Zar Fronterizo” del Departamento de Seguridad Territorial, le exigen a México un esfuerzo correspondiente. Reforzar la coordinación entre las dependencias del Gabinete de Seguridad se vuelve un auténtico “imperativo de Estado”, y designar a un funcionario de alto nivel como contraparte de Bersin es una decisión impostergable.
En el terreno migratorio, Obama decidió añadir la discusión de la reforma integral a su complicada agenda interna, y obtuvo el apoyo tentativo de las principales organizaciones sindicales de su país. Con ello, volvió a colocar el tema entre las prioridades de la relación con México, y también nos ubicó en el centro de un debate estadounidense políticamente “tóxico”, para el que debemos estar bien preparados.
Igualmente, Obama acabó por descartar la renegociación de los acuerdos paralelos del TLC. Después de la preocupación que reiteró el Presidente Calderón en Los Pinos, y de medir el ambiente en la Cumbre de las Américas, Obama instruyó a su Representante Comercial, Ron Kirk, para que busque una solución “sin reabrir el Tratado”.
El pragmatismo de Obama ya quedó demostrado. Lo que falta por comprobar es otra de sus cualidades características: la perseverancia. En la conferencia de prensa con el Presidente Calderón, Obama reconoció que la clave para mejorar la relación estará en darle un seguimiento sistemático a los esfuerzos conjuntos, y para ello se necesita un mecanismo igualmente conjunto de evaluación que permita realizar ajustes oportunos.
Supuestamente, en materia de seguridad la evaluación será responsabilidad de la Oficina Bilateral de Implementación, que se establecerá en la Ciudad de México para coordinar la cooperación. Pero, ante las sospechas que ya desató, habría que evitar que se convierta en otra versión del infame proceso de “certificación” que tantas fricciones causó antes.
El enfoque pragmático que se está adoptando para conducir el inicio de la nueva etapa en la relación bilateral tiene sus ventajas, sobre todo ante la urgencia que significa coordinar esfuerzos para combatir a la delincuencia organizada, reactivar la economía, regular una migración ordenada y segura, e impulsar el desarrollo fronterizo.
Sin embargo, la necesidad de resolver los pendientes urgentes ha hecho que se posponga la definición de un proyecto común con visión de largo plazo. Esa tarea está relacionada con el futuro de América del Norte, pero todo parece indicar que habrá que esperar hasta agosto —cuando se reúnan en México los mandatarios de los tres países del área bajo el esquema de la ASPAN—, para saber si mantendrán un esquema “de bajo costo” que les permita sobrellevar un desarrollo regional muy por debajo de su potencial, o si optarán por pensar en grande para empezar a jugar ajedrez.
El Norte
22 de abril de 2009
En su visita a México y la Cumbre de las Américas, el Presidente Obama llegó, sedujo a todo el mundo, y se regresó a Washington. Pero eso no significa que se haya tratado de un simple ejercicio cosmético de diplomacia pública. Todo lo contrario: Obama apenas acaba de empezar a mover sus piezas en el nuevo escenario regional que está conformándose y, detrás de sus palabras, hay sustancia.
El embajador de México ante Estados Unidos ha dicho que nuestros dos países tienen que “dejar de jugar ‘damas’ y empezar a jugar ajedrez”, para darle un sentido estratégico a la relación. Después de la visita de Obama, el tablero ya cambió, y ahora le toca mover al gobierno mexicano.
El viaje a América Latina se enmarca dentro de la definición de lo que ya empieza a conocerse como la nueva “ doctrina Obama” de política exterior. Al terminar la Cumbre, Obama señaló que busca aplicar dos principios básicos: primero, el reconocimiento de que ningún país, por poderoso que sea, puede resolver por sí solo los grandes retos globales. Y, segundo, que los valores representados por Estados Unidos siguen teniendo validez universal, por lo que la mejor forma de promoverlos es mantenerse fiel a ellos para predicar con el ejemplo.
Aunque es temprano para hablar de una “doctrina Obama”, tres elementos adicionales pueden darle forma: 1) la decisión de enfrentar una enorme cantidad de asuntos al mismo tiempo; 2) la aparente seriedad con la que asume las responsabilidades de Estados Unidos, ante situaciones como la violencia en México por el combate a la delincuencia organizada; y 3) la adopción de iniciativas pragmáticas, de “bajo costo” económico y político.
Durante su breve estancia en nuestro país tuvimos varias muestras de estas características. En materia de seguridad, si bien rechazó enfrentar a los poderosos grupos de interés para reforzar el control sobre la venta de armas de alto poder, el enfoque integral que están adoptando las agencias civiles y militares involucradas en la cooperación con México, simplemente no tiene precedentes. Es un esfuerzo que requerirá un profundo cambio para superar el déficit histórico de coordinación entre ellos, y también con las autoridades mexicanas a todos niveles.
Esa transformación, y el nombramiento de Alan Bersin como nuevo “Zar Fronterizo” del Departamento de Seguridad Territorial, le exigen a México un esfuerzo correspondiente. Reforzar la coordinación entre las dependencias del Gabinete de Seguridad se vuelve un auténtico “imperativo de Estado”, y designar a un funcionario de alto nivel como contraparte de Bersin es una decisión impostergable.
En el terreno migratorio, Obama decidió añadir la discusión de la reforma integral a su complicada agenda interna, y obtuvo el apoyo tentativo de las principales organizaciones sindicales de su país. Con ello, volvió a colocar el tema entre las prioridades de la relación con México, y también nos ubicó en el centro de un debate estadounidense políticamente “tóxico”, para el que debemos estar bien preparados.
Igualmente, Obama acabó por descartar la renegociación de los acuerdos paralelos del TLC. Después de la preocupación que reiteró el Presidente Calderón en Los Pinos, y de medir el ambiente en la Cumbre de las Américas, Obama instruyó a su Representante Comercial, Ron Kirk, para que busque una solución “sin reabrir el Tratado”.
El pragmatismo de Obama ya quedó demostrado. Lo que falta por comprobar es otra de sus cualidades características: la perseverancia. En la conferencia de prensa con el Presidente Calderón, Obama reconoció que la clave para mejorar la relación estará en darle un seguimiento sistemático a los esfuerzos conjuntos, y para ello se necesita un mecanismo igualmente conjunto de evaluación que permita realizar ajustes oportunos.
Supuestamente, en materia de seguridad la evaluación será responsabilidad de la Oficina Bilateral de Implementación, que se establecerá en la Ciudad de México para coordinar la cooperación. Pero, ante las sospechas que ya desató, habría que evitar que se convierta en otra versión del infame proceso de “certificación” que tantas fricciones causó antes.
El enfoque pragmático que se está adoptando para conducir el inicio de la nueva etapa en la relación bilateral tiene sus ventajas, sobre todo ante la urgencia que significa coordinar esfuerzos para combatir a la delincuencia organizada, reactivar la economía, regular una migración ordenada y segura, e impulsar el desarrollo fronterizo.
Sin embargo, la necesidad de resolver los pendientes urgentes ha hecho que se posponga la definición de un proyecto común con visión de largo plazo. Esa tarea está relacionada con el futuro de América del Norte, pero todo parece indicar que habrá que esperar hasta agosto —cuando se reúnan en México los mandatarios de los tres países del área bajo el esquema de la ASPAN—, para saber si mantendrán un esquema “de bajo costo” que les permita sobrellevar un desarrollo regional muy por debajo de su potencial, o si optarán por pensar en grande para empezar a jugar ajedrez.
Wednesday, April 08, 2009
Multitasking
Javier Treviño Cantú
El Norte
8 de abril de 2009
En las últimas semanas, varias giras internacionales, reuniones cumbre y la reacción que desató Corea del Norte al lanzar un “cohete”, son algunos de los acontecimientos que reflejan el profundo proceso de reacomodo geopolítico que está ocurriendo actualmente.
El sistema mundial está en un proceso de cambio multidimensional, donde una gran cantidad de eventos trascendentes ocurren al mismo tiempo. Esta “simultaneidad” se ha convertido en un factor que incrementa exponencialmente las dificultades para tomar decisiones en un escenario cada vez más dinámico.
Por ejemplo, en el caso de México, la Visita de Estado del Presidente Felipe Calderón al Reino Unido se magnificó al coincidir con la Cumbre del G-20. Su encuentro con el anfitrión de la reunión multilateral — el Primer Ministro Gordon Brown— y la oportunidad de dirigirse al Parlamento británico, le ofrecieron una plataforma mucho más visible para lanzar su mensaje contra las políticas comerciales proteccionistas. El tema es clave para México, por las tendencias que han manifestado en ese sentido la administración Obama y el Congreso estadounidense.
La visita del Presidente Calderón también coincidió con el más reciente desencuentro con los vecinos del norte. Éste se debió a la confusión sobre la supuesta exigencia de un aumento mayúsculo en los recursos de la Iniciativa Mérida, a la comparación que hizo Obama entre Calderón y Elliot Ness, y a las señales contradictorias sobre una mayor cooperación entre las fuerzas armadas de ambos países.
Sin embargo, la falta de coincidencia entre la comunicación de los dos países fue superada por otro evento paralelo: la visita a México de la Secretaria de Seguridad Territorial de Estados Unidos, Janet Napolitano, y del Procurador General de Justicia, Eric Holder, donde se reafirmó el mensaje de co-responsabilidad en la lucha contra la delincuencia organizada, la atención del fenómeno migratorio y el enfoque a largo plazo sobre la frontera común.
Otro ejemplo de esta simultaneidad fue el debut de Barack Obama en el escenario internacional. Con su gira por Europa, Turquía e Irak logró distanciarse de la fallida política exterior unilateral de su antecesor, y empezar a retomar un liderazgo mundial todavía incierto.
En Londres, Obama contribuyó al éxito relativo de la reunión del G-20, al conciliar posturas con la dupla franco-alemana y mediar entre China y Francia para alcanzar un delicado equilibrio en el comunicado final. Durante la cumbre de la OTAN, en Estrasburgo, obtuvo un apoyo prácticamente simbólico de la Unión Europea para apuntalar el esfuerzo en Afganistán. Y, en Praga, al mismo tiempo que proponía retomar el tema del desarme nuclear, Corea del Norte lanzaba su misil.
El evento marcó la primera crisis internacional que la nueva administración estadounidense deberá canalizar a través del Consejo de Seguridad de la ONU, y coincidió con la presidencia rotativa que le corresponde ejercer durante abril precisamente a México. Nuestro país parecía preparado para atender la agenda “rutinaria” del organismo, pero ahora deberá hacerse cargo de un asunto que marcará los cambiantes equilibrios de poder en la política de seguridad multilateral.
Por si faltara algo, a la vez que Obama buscaba recuperar terreno en Europa, contener el resurgimiento de Rusia y tender puentes con el mundo islámico mediante su visita a Turquía, otros actores también andaban de gira para reforzar sus propios espacios en el tablero geopolítico: el Presidente Hugo Chávez realizaba su séptima visita oficial a Irán—como parte de un viaje que además lo llevó a Qatar, Japón y China—, donde se anunció la creación de un Banco Binacional Irán-Venezuela.
El escenario global sin duda está caracterizado por una agenda cada vez más compleja, con temas “transversales” que exigen una atención constante y un tratamiento integral. En especial, el carácter simultáneo de los distintos procesos geopolíticos —incluyendo la crisis económica, la recomposición de alianzas bilaterales y regionales, el cambio climático y una larga lista de asuntos relevantes—, hace evidente la necesidad para cualquier gobierno de contar con cuatro elementos esenciales:
1) Una visión estratégica de conjunto, que permita aplicar políticas consistentes y realizar ajustes tácticos constantes; 2) una capacidad de análisis y diagnóstico superlativa, para identificar tendencias y acontecimientos previsibles con la mayor anticipación posible; 3) una coordinación mucho más estrecha, tanto entre todas las áreas gubernamentales como con los sectores empresarial, académico y social; y, 4) una política de comunicación eficaz, que maximice los resultados y reduzca los espacios para las fricciones.
Como lo señaló el Presidente Obama, Estados Unidos no puede ser el único país que cambie, y un primer paso recomendable para México es reconocer que se necesita actuar en varios planos a la vez. El “multitasking” no es una moda, sino una virtud esencial en el nuevo entorno global que está conformándose a toda velocidad.
El Norte
8 de abril de 2009
En las últimas semanas, varias giras internacionales, reuniones cumbre y la reacción que desató Corea del Norte al lanzar un “cohete”, son algunos de los acontecimientos que reflejan el profundo proceso de reacomodo geopolítico que está ocurriendo actualmente.
El sistema mundial está en un proceso de cambio multidimensional, donde una gran cantidad de eventos trascendentes ocurren al mismo tiempo. Esta “simultaneidad” se ha convertido en un factor que incrementa exponencialmente las dificultades para tomar decisiones en un escenario cada vez más dinámico.
Por ejemplo, en el caso de México, la Visita de Estado del Presidente Felipe Calderón al Reino Unido se magnificó al coincidir con la Cumbre del G-20. Su encuentro con el anfitrión de la reunión multilateral — el Primer Ministro Gordon Brown— y la oportunidad de dirigirse al Parlamento británico, le ofrecieron una plataforma mucho más visible para lanzar su mensaje contra las políticas comerciales proteccionistas. El tema es clave para México, por las tendencias que han manifestado en ese sentido la administración Obama y el Congreso estadounidense.
La visita del Presidente Calderón también coincidió con el más reciente desencuentro con los vecinos del norte. Éste se debió a la confusión sobre la supuesta exigencia de un aumento mayúsculo en los recursos de la Iniciativa Mérida, a la comparación que hizo Obama entre Calderón y Elliot Ness, y a las señales contradictorias sobre una mayor cooperación entre las fuerzas armadas de ambos países.
Sin embargo, la falta de coincidencia entre la comunicación de los dos países fue superada por otro evento paralelo: la visita a México de la Secretaria de Seguridad Territorial de Estados Unidos, Janet Napolitano, y del Procurador General de Justicia, Eric Holder, donde se reafirmó el mensaje de co-responsabilidad en la lucha contra la delincuencia organizada, la atención del fenómeno migratorio y el enfoque a largo plazo sobre la frontera común.
Otro ejemplo de esta simultaneidad fue el debut de Barack Obama en el escenario internacional. Con su gira por Europa, Turquía e Irak logró distanciarse de la fallida política exterior unilateral de su antecesor, y empezar a retomar un liderazgo mundial todavía incierto.
En Londres, Obama contribuyó al éxito relativo de la reunión del G-20, al conciliar posturas con la dupla franco-alemana y mediar entre China y Francia para alcanzar un delicado equilibrio en el comunicado final. Durante la cumbre de la OTAN, en Estrasburgo, obtuvo un apoyo prácticamente simbólico de la Unión Europea para apuntalar el esfuerzo en Afganistán. Y, en Praga, al mismo tiempo que proponía retomar el tema del desarme nuclear, Corea del Norte lanzaba su misil.
El evento marcó la primera crisis internacional que la nueva administración estadounidense deberá canalizar a través del Consejo de Seguridad de la ONU, y coincidió con la presidencia rotativa que le corresponde ejercer durante abril precisamente a México. Nuestro país parecía preparado para atender la agenda “rutinaria” del organismo, pero ahora deberá hacerse cargo de un asunto que marcará los cambiantes equilibrios de poder en la política de seguridad multilateral.
Por si faltara algo, a la vez que Obama buscaba recuperar terreno en Europa, contener el resurgimiento de Rusia y tender puentes con el mundo islámico mediante su visita a Turquía, otros actores también andaban de gira para reforzar sus propios espacios en el tablero geopolítico: el Presidente Hugo Chávez realizaba su séptima visita oficial a Irán—como parte de un viaje que además lo llevó a Qatar, Japón y China—, donde se anunció la creación de un Banco Binacional Irán-Venezuela.
El escenario global sin duda está caracterizado por una agenda cada vez más compleja, con temas “transversales” que exigen una atención constante y un tratamiento integral. En especial, el carácter simultáneo de los distintos procesos geopolíticos —incluyendo la crisis económica, la recomposición de alianzas bilaterales y regionales, el cambio climático y una larga lista de asuntos relevantes—, hace evidente la necesidad para cualquier gobierno de contar con cuatro elementos esenciales:
1) Una visión estratégica de conjunto, que permita aplicar políticas consistentes y realizar ajustes tácticos constantes; 2) una capacidad de análisis y diagnóstico superlativa, para identificar tendencias y acontecimientos previsibles con la mayor anticipación posible; 3) una coordinación mucho más estrecha, tanto entre todas las áreas gubernamentales como con los sectores empresarial, académico y social; y, 4) una política de comunicación eficaz, que maximice los resultados y reduzca los espacios para las fricciones.
Como lo señaló el Presidente Obama, Estados Unidos no puede ser el único país que cambie, y un primer paso recomendable para México es reconocer que se necesita actuar en varios planos a la vez. El “multitasking” no es una moda, sino una virtud esencial en el nuevo entorno global que está conformándose a toda velocidad.
Wednesday, March 25, 2009
Hillary detrás de la máscara
Javier Treviño Cantú
El Norte
25 de marzo de 2009
Hoy inicia la primera visita a México de Hillary Clinton como secretaria de Estado del nuevo gobierno estadounidense. Hace casi 12 años, cuando acompañó en 1997 a su esposo y entonces Presidente Bill Clinton, su presencia en nuestro país durante esa visita de Estado quedó enmarcada por una fotografía de la pareja presidencial, cada uno detrás de una máscara de fina artesanía mexicana.
Ahora, la secretaria Clinton seguramente llegará con otra máscara: la del poder inteligente de una diplomacia renovada, para serenar los caldeados ánimos que imperan en este momento, y despejar el rumbo hacia la siguiente etapa de nuestra compleja relación.
Desafortunadamente, desde el encuentro en Washington entre el presidente Calderón y el presidente electo Obama, la nueva etapa de la historia bilateral arrancó con el pie izquierdo por la falta de una política de comunicación eficaz.
La imprecisión en los mensajes sobre el futuro del TLC, exigió una aclaración por parte de la oficina de Obama y una improvisada conferencia con los reporteros a bordo del avión presidencial mexicano. Sin embargo, las diferencias en las respectivas visiones sentaron un precedente, que acabó resultando en un peligroso conflicto comercial, y en una persistente incertidumbre sobre el sentido de la “mejoría” que viene del TLC.
Igualmente, la falta de coordinación sobre el diagnóstico de la inseguridad en México y la cooperación para enfrentarla como un reto compartido, también derivó en fricciones. En especial, las declaraciones del Director Nacional de Inteligencia, Dennis Blair, reafirmaron la percepción de que estamos en riesgo de convertirnos en un Estado fallido.
Las aclaraciones posteriores, así como las opiniones en favor de una creciente militarización de la lucha común, resaltaron la falta de consenso entre la nueva administración. Esto, sumado a la insistencia de los medios estadounidenses sobre el peligro de que la violencia se desborde al otro lado, provocó una airada respuesta por parte del presidente Calderón y un consecuente ajuste táctico.
Después de la visita del secretario de Gobernación, Fernando Gómez Mont, a Washington, y unas horas antes de que Hillary Clinton aterrizara en México, la secretaria de Seguridad Territorial, Janet Napolitano, anunció nuevas medidas para reforzar el control fronterizo y la cooperación con México. Con ello, le restó impacto a lo que pueda declarar en nuestro país sobre el tema su colega, la secretaria de Estado.
El tema migratorio también ha generado confusión. Obama aprovechó una reunión con el grupo de congresistas hispanos para anunciar que parará en México en abril, cuando viaje a Trinidad y Tobago para participar en la Cumbre de las Américas. El comunicado de la Casa Blanca se centró en la visita a nuestro país, y apenas se refirió a la declaración de que el mandatario buscará trabajar con los legisladores hispanos —y con el gobierno mexicano— para alcanzar una reforma migratoria integral.
Los congresistas no tardaron en difundir la supuesta intención de Obama, de plantear el tema en el Congreso este mismo año, abonando a la percepción de que está tratando de abarcar demasiados retos a la vez. Por su parte, la oficialización de que Obama incluiría a México en la discusión del tema migratorio fue recibida en nuestro país con un estruendoso silencio.
Sin duda, el problema de comunicación que está padeciendo el gobierno estadounidense no se limita a la relación con México: la disciplina informativa que caracterizó a la campaña electoral de Obama se ha dispersado.
Desde los penosos descubrimientos que descarrilaron la nominación a cargos en el gabinete de gente como Bill Richardson, pasando por los mensajes contradictorios del equipo encargado de enfrentar la crisis económica, hasta el lamentable chiste de Obama en el programa del entrevistador Jay Leno, la comunicación se está convirtiendo en el talón de Aquiles para una administración definida esencialmente en términos mediáticos. Por extensión, esto afecta la relación bilateral.
La visita de la secretaria Clinton, la comparecencia de Janet Napolitano, los intentos del secretario de Transporte —Ray LaHood— para restaurar el programa de transporte carretero que provocó la disputa comercial, y las próximas visitas a nuestro país de funcionarios, congresistas y el mismo Presidente Obama, probablemente ayudarán a salir del “bache” en que ha caído la relación a últimas fechas. Pero el hecho es que existe un problema de fondo.
La ausencia de políticas de comunicación eficaces, sumada a la aparente falta de coordinación en los diagnósticos y mensajes sobre los principales temas de la agenda bilateral, amenazan con “contaminar” los evidentes esfuerzos que están realizando ambos gobiernos para mejorar la cooperación.
La comunicación vuelve a aparecer como un tema secundario frente a la definición de estrategias para conducir la relación. Es un error. La comunicación debe ser considerada como una herramienta igualmente estratégica, que permita articular la narrativa del nuevo capítulo en la historia bilateral que apenas comienza. De otra forma, lo más seguro es que se sigan amplificando los desencuentros, con el riesgo que ello implica para los dos países.
El Norte
25 de marzo de 2009
Hoy inicia la primera visita a México de Hillary Clinton como secretaria de Estado del nuevo gobierno estadounidense. Hace casi 12 años, cuando acompañó en 1997 a su esposo y entonces Presidente Bill Clinton, su presencia en nuestro país durante esa visita de Estado quedó enmarcada por una fotografía de la pareja presidencial, cada uno detrás de una máscara de fina artesanía mexicana.
Ahora, la secretaria Clinton seguramente llegará con otra máscara: la del poder inteligente de una diplomacia renovada, para serenar los caldeados ánimos que imperan en este momento, y despejar el rumbo hacia la siguiente etapa de nuestra compleja relación.
Desafortunadamente, desde el encuentro en Washington entre el presidente Calderón y el presidente electo Obama, la nueva etapa de la historia bilateral arrancó con el pie izquierdo por la falta de una política de comunicación eficaz.
La imprecisión en los mensajes sobre el futuro del TLC, exigió una aclaración por parte de la oficina de Obama y una improvisada conferencia con los reporteros a bordo del avión presidencial mexicano. Sin embargo, las diferencias en las respectivas visiones sentaron un precedente, que acabó resultando en un peligroso conflicto comercial, y en una persistente incertidumbre sobre el sentido de la “mejoría” que viene del TLC.
Igualmente, la falta de coordinación sobre el diagnóstico de la inseguridad en México y la cooperación para enfrentarla como un reto compartido, también derivó en fricciones. En especial, las declaraciones del Director Nacional de Inteligencia, Dennis Blair, reafirmaron la percepción de que estamos en riesgo de convertirnos en un Estado fallido.
Las aclaraciones posteriores, así como las opiniones en favor de una creciente militarización de la lucha común, resaltaron la falta de consenso entre la nueva administración. Esto, sumado a la insistencia de los medios estadounidenses sobre el peligro de que la violencia se desborde al otro lado, provocó una airada respuesta por parte del presidente Calderón y un consecuente ajuste táctico.
Después de la visita del secretario de Gobernación, Fernando Gómez Mont, a Washington, y unas horas antes de que Hillary Clinton aterrizara en México, la secretaria de Seguridad Territorial, Janet Napolitano, anunció nuevas medidas para reforzar el control fronterizo y la cooperación con México. Con ello, le restó impacto a lo que pueda declarar en nuestro país sobre el tema su colega, la secretaria de Estado.
El tema migratorio también ha generado confusión. Obama aprovechó una reunión con el grupo de congresistas hispanos para anunciar que parará en México en abril, cuando viaje a Trinidad y Tobago para participar en la Cumbre de las Américas. El comunicado de la Casa Blanca se centró en la visita a nuestro país, y apenas se refirió a la declaración de que el mandatario buscará trabajar con los legisladores hispanos —y con el gobierno mexicano— para alcanzar una reforma migratoria integral.
Los congresistas no tardaron en difundir la supuesta intención de Obama, de plantear el tema en el Congreso este mismo año, abonando a la percepción de que está tratando de abarcar demasiados retos a la vez. Por su parte, la oficialización de que Obama incluiría a México en la discusión del tema migratorio fue recibida en nuestro país con un estruendoso silencio.
Sin duda, el problema de comunicación que está padeciendo el gobierno estadounidense no se limita a la relación con México: la disciplina informativa que caracterizó a la campaña electoral de Obama se ha dispersado.
Desde los penosos descubrimientos que descarrilaron la nominación a cargos en el gabinete de gente como Bill Richardson, pasando por los mensajes contradictorios del equipo encargado de enfrentar la crisis económica, hasta el lamentable chiste de Obama en el programa del entrevistador Jay Leno, la comunicación se está convirtiendo en el talón de Aquiles para una administración definida esencialmente en términos mediáticos. Por extensión, esto afecta la relación bilateral.
La visita de la secretaria Clinton, la comparecencia de Janet Napolitano, los intentos del secretario de Transporte —Ray LaHood— para restaurar el programa de transporte carretero que provocó la disputa comercial, y las próximas visitas a nuestro país de funcionarios, congresistas y el mismo Presidente Obama, probablemente ayudarán a salir del “bache” en que ha caído la relación a últimas fechas. Pero el hecho es que existe un problema de fondo.
La ausencia de políticas de comunicación eficaces, sumada a la aparente falta de coordinación en los diagnósticos y mensajes sobre los principales temas de la agenda bilateral, amenazan con “contaminar” los evidentes esfuerzos que están realizando ambos gobiernos para mejorar la cooperación.
La comunicación vuelve a aparecer como un tema secundario frente a la definición de estrategias para conducir la relación. Es un error. La comunicación debe ser considerada como una herramienta igualmente estratégica, que permita articular la narrativa del nuevo capítulo en la historia bilateral que apenas comienza. De otra forma, lo más seguro es que se sigan amplificando los desencuentros, con el riesgo que ello implica para los dos países.
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