La carta de AMLO a Biden
Javier Treviño
@javier_trevino
Ya no hace falta sorprendernos ni decir que la felicitación llegó más de un mes tarde. La carta que firmó el Presidente de México, y envió al Presidente Electo de los Estados Unidos, contiene una visión que vale la pena analizar.
AMLO felicita a Biden y le recuerda que ya se conocen. Le reitera que lo que quiere es desterrar la corrupción. Hace referencia a la geografía, historia, economía y cultura que nos vinculan.
Y cito el texto principal: “Por ello, los gobernantes debemos esforzarnos en mantener buenas relaciones bilaterales fincadas en la colaboración, la amistad y el respeto a nuestras soberanías. Tenemos la certeza de que con usted en la presidencia de Estados Unidos será posible seguir aplicando los principios básicos de política exterior establecidos en nuestra Constitución. En especial, el de no intervención y autodeterminación de los pueblos”.
AMLO le expresó a Biden el reconocimiento por su postura a favor de los migrantes y deseó que se presente la oportunidad de hablar. Hasta ahí lo más importante de la carta.
Derivado de lo que menciona el Presidente de México, creo que hace falta entrar en un análisis más profundo sobre los principios e intereses de nuestra política exterior.
En el entorno internacional de la pandemia, caracterizado por un gran dinamismo y un alto grado de incertidumbre, los países deberían tener crecientes incentivos para promover sus intereses y responder a retos cuya naturaleza, verdaderamente global, hace imposible que su solución se alcance en forma unilateral.
En esta situación, las naciones deben contar con bases sólidas y plantear objetivos concretos que permitan diseñar y poner en práctica políticas eficaces para promover sus intereses y alcanzar sus metas en forma exitosa.
En el caso de México, el proyecto nacional, que escuchamos a diario desde las conferencias de prensa matutinas en Palacio Nacional, está basado en nuestra rica experiencia histórica, cierto, pero también debería estar conformado por intereses muy concretos.
Yo creo que los más importantes serían: impulsar el crecimiento económico y el desarrollo social, generar más empleo, profundizar la vida democrática, consolidar el estado de derecho, proyectar la cultura mexicana, enriquecerla mediante el libre contacto con otros países y regiones, y contribuir a la generación y el mantenimiento de un entorno internacional en el que imperen la paz, el derecho y la justicia.
Deberíamos tener una estrategia equilibrada, con acciones interrelacionadas, complementarias, sin privilegiar una en detrimento de las demás. Tuve el privilegio de servir como Subsecretario de Relaciones Exteriores de diciembre de 1994 a enero de 1998, y siempre me quedó claro el valor de fortalecer un círculo virtuoso:
La soberanía es la base que nos permite tomar nuestras propias decisiones en el interior y promover nuestros intereses en el exterior de manera independiente. Esta facultad nos ha permitido definir el estado de derecho que rige nuestra convivencia diaria. Ese estado de derecho es el fundamento sobre el que se ha construido el sistema democrático mexicano, que a su vez ha generado las condiciones para fomentar el desarrollo social y el crecimiento económico. Estos dos elementos refuerzan la capacidad soberana del país.
Para llevar a cabo la estrategia, el Estado mexicano cuenta con diversos instrumentos, entre los que destaca la política exterior. La conducción de esa política se ha basado, por una parte, en principios sólidos que le han dado a México prestigio mundial y, por la otra, en la capacidad de respuesta y adaptación a la situación internacional cambiante.
Estos dos elementos no son incompatibles. Los principios constituyen la guía que da estructura y rumbo a la política exterior del país. Son la base, el origen y la razón fundamental de la política exterior mexicana. Los principios son el punto de partida.
Actualmente, los principios tradicionales de la política exterior mexicana no sólo son compatibles con el interés nacional y con los intereses de los mexicanos, sino que constituyen un instrumento idóneo para promoverlos y así alcanzar los objetivos nacionales.
Los principios en que se sustenta la política exterior mexicana son resultado de un largo proceso de formación y consolidación nacional, y son un reflejo de nuestra situación geopolítica. Asimismo, rigen el pensamiento y la conducta de manera similar a los preceptos y las metas del derecho internacional contemporáneo, a la vez que coinciden plenamente con los intereses del país.
Nuestros principios de política exterior han merecido el reconocimiento y respeto del exterior, y han sentado las bases para la defensa de nuestra independencia y soberanía. Además, existe un consenso nacional en torno a los principios de autodeterminación de los pueblos, no intervención, solución pacífica de las controversias, proscripción de la amenaza y del uso de la fuerza en las relaciones internacionales, igualdad jurídica de los Estados, cooperación internacional para el desarrollo y lucha por la paz y la seguridad internacionales.
Este consenso se reflejó en mayo de 1988, cuando se incorporaron a la Constitución al reformarse la fracción X del artículo 89, por aprobación unánime de las fuerzas políticas entonces representadas en el Congreso. Esta medida no fue únicamente un gesto simbólico. Al haberse elevado a rango constitucional dejan de ser deseables como principios de operación y se vuelven obligatorios cuando se habla de política exterior. Son Ley Suprema. Póngalo o no AMLO en su carta, tiene que aplicarlos, independientemente de quién hubiera ganado la elección de Estados Unidos.
Los principios constituyen la guía para conducir la política exterior de México con firmeza, solidez y claridad de rumbo, en un momento en que lo que distingue al escenario internacional es la volatilidad y la incertidumbre.
Sin embargo, la aplicación de los principios no debe restringir en ningún momento la capacidad del Estado para promover el interés de los mexicanos de la forma más conveniente. Es decir, los principios son una guía para la acción, pero siempre debe preservarse la capacidad de respuesta y adaptación a las circunstancias.
En este sentido, y al igual que ha ocurrido en el pasado, el Estado mexicano debe tomar en cuenta siempre los principios para formular los objetivos de la política exterior, pero sin descuidar el interés nacional.
A partir de estos principios y sin descuidar el interés nacional, los intereses de los mexicanos y las circunstancias que imperan en el actual entorno internacional, deberíamos plantearnos al menos siete objetivos concretos de política exterior.
Fortalecer la capacidad del Estado para garantizar nuestra seguridad nacional y el imperio de la ley en todo el territorio, particularmente ante las amenazas que suponen las organizaciones criminales internacionales, el tráfico ilegal de armas y personas y la explotación ilegal de nuestros recursos marinos.
Reforzar la presencia de México en los centros económicos mundiales y su actuación en los foros multinacionales. Para ello, nuestras embajadas y consulados deberían intensificar sus labores de promoción de los intereses políticos y económicos del país.
Establecer alianzas estratégicas con naciones de un nivel de desarrollo similar al nuestro para atender de manera más eficaz asuntos de interés mutuo y garantizar un nuevo equilibrio en el orden internacional.
Reforzar nuestras relaciones bilaterales con los países que representan un interés estratégico para México, como son los de nuestro continente. Los países de América Latina y los América del Norte están en el primer círculo de la seguridad nacional de México.
Diversificar nuestras relaciones con la Unión Europea, los países miembros de la OCDE y con los que participan en la recientemente creada Asociación Económica Integral Regional (RCEP) en Asia.
Reforzar una vinculación profunda con las comunidades mexicanas y de origen mexicano en el exterior, propiciando la defensa de su calidad de vida y de sus derechos.
Propiciar las condiciones internacionales que permitan tratar de manera multilateral y corresponsable los grandes temas de la agenda mundial, como la pandemia, la estabilidad financiera internacional, el libre comercio, la migración, la democracia, los derechos humanos, el narcotráfico, el terrorismo y el cuidado del medio ambiente.
¿Más allá de la carta de AMLO a Biden, tenemos algún plan que defina las líneas estratégicas que vinculen los principios con los intereses de la política exterior en el inicio de la nueva relación bilateral México-Estados Unidos?
https://www.sdpnoticias.com/columnas/javier-trevino-la-carta-de-amlo-a-biden.html
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