Javier Treviño Cantú
El Norte
20 de diciembre de 2006
¿Qué pueden tener en común Chetes, los mayas y Babel? Pues que son buenas noticias para México. El 2006 quizás pase a la historia como el año en que las diversas manifestaciones de la cultura mexicana brillaron con una gran intensidad.
Es un hecho que este año la imagen de nuestro país en el exterior sufrió un deterioro de proporciones incalculables. Las profundas tensiones desatadas por la elección presidencial confirmaron ante los ojos del mundo que nuestro proceso de transición democrática se encuentra empantanado.
Lo mismo ocurrió con nuestra economía. México es percibido como un país que desperdició oportunidades y condiciones inmejorables para realizar cambios que le ayuden a ser más competitivo. Esto se reflejó en la gran mayoría de los índices y estudios globales en donde seguimos atorados a media tabla.
El daño más grave fue causado por el clima de inseguridad e ingobernabilidad que vivimos en 2006. Situaciones como la violencia en la frontera norte, el asesinato de una pareja canadiense en Cancún, los decapitados en Acapulco, los plantones en el DF y el largo conflicto en Oaxaca derivaron en una cascada de alertas para los ciudadanos de varios países sobre el peligro que implica visitarnos.
Resulta difícil creer que algo pudiera equilibrar esta avalancha de imágenes negativas. Sin embargo, el "poder suave" que nos da nuestra cultura nuevamente salió al rescate. Ya lo había hecho al inicio de los años 90, cuando nos ayudó en la negociación del TLC de América del Norte. Octavio Paz había ganado el Nobel de Literatura, el público de Estados Unidos disfrutaba la exhibición "México: Esplendores de 30 siglos" y hasta tuvimos una Miss Universo. México estaba de moda.
En el 2006, nuestra historia prehispánica tomó la forma de una magnífica exposición sobre los "Tesoros de los sagrados reyes mayas", organizada originalmente por el Museo de Arte de Los Ángeles. Este año se presentó en el afamado Museo Metropolitano de Arte de Nueva York.
También fue reconocida nuestra gran tradición literaria. En abril, el Rey Juan Carlos de España entregó el Premio Cervantes al escritor Sergio Pitol. Es el tercer mexicano que lo recibe, después de Octavio Paz y Carlos Fuentes.
Pero quizás lo más destacado del variado mosaico cultural del 2006 fue su renovado vigor. La cultura "mexicana" ha logrado adquirir un carácter cada vez más universal. Uno de los casos más emblemáticos es el de las telenovelas. El diario inglés Financial Times calcula que las producciones latinoamericanas tienen una audiencia global de 2 mil millones de personas en 100 países, y el periódico El País destacó que han logrado poner de moda el aprendizaje del español en países como Israel.
Las telenovelas se cruzaron con la música gracias al grupo RBD. Habrá quien discuta su calidad artística, pero sus ventas y los tumultos en sus conciertos en Estados Unidos, Brasil y el resto de América Latina, hablan de un producto mercadotécnico muy exitoso. En el extremo opuesto, la cadena de televisión pública estadounidense PBS transmitió "Al otro lado", un excelente documental sobre los corridos mexicanos. Y hace apenas unos días, el New York Times reseñó el éxito de un artista mexicano que estaría en el centro del espectro musical: Gerardo Garza, mejor conocido como Chetes.
Uno de los espacios donde nuestra vitalidad cultural brilló con luz propia fue en el cine. En un artículo publicado en octubre en el Financial Times, Ángel Gurría Quintana citaba a Jason Wood, autor de un libro reciente sobre este tema, quien sostiene que ya no se habla de "cine mexicano", sino del "cine de México".
El cambio no es un mero juego de palabras. Indica "el surgimiento de una generación de artistas con la ambición y la capacidad de dejar huella en la industria cinematográfica global". Las siete nominaciones a los Globos de Oro que recibió "Babel", la más reciente película de Alejandro González Iñárritu, y las 13 nominaciones a los Premios Goya de "El Laberinto del Fauno", que dirigió Guillermo del Toro, lo confirman.
Los ejemplos se multiplican, pero uno que sobresale es el del arquitecto Enrique Norten. Con un proyecto innovador, que incluye un edificio cilíndrico y una arquitectura de paisaje "ondulada", ganó el concurso para "reimaginar" el histórico campus de Rutgers, la Universidad Estatal de Nueva Jersey.
Es una de las instituciones de educación superior más antiguas de Estados Unidos, lo cual habla de la importancia que tiene una obra tan vanguardista como la que se propone construir Norten. Sobre todo, es un testimonio a la capacidad y al merecido prestigio que han ido acumulando un creciente número de arquitectos e ingenieros mexicanos.
Por razones evidentes, 2006 siempre estará asociado al año en que México caminó por el borde del precipicio. La tensión política llegó al límite, la economía mantuvo su vulnerabilidad estructural, y la violencia alcanzó niveles intolerables.
Sin embargo, con el tiempo 2006 puede llegar a ser valorado plenamente como el año en el que el "poder suave" de la cultura mexicana alcanzó uno de sus niveles más altos. Vale la pena recordarlo para apreciar el gran legado cultural de nuestro país, y confiar en que tiene un mejor futuro.
Wednesday, December 20, 2006
Wednesday, December 06, 2006
La promesa del águila
Javier Treviño Cantú
El Norte
6 de diciembre de 2006
El lunes pasado, el Presidente Felipe Calderón presentó la nueva identidad gráfica de la Presidencia de la República. Es un asunto relevante. Contar con una buena "marca país" se ha vuelto clave para tener una ventaja competitiva en la economía global.
Al igual que las empresas, los países compiten para ganarse la confianza de los consumidores e inversionistas, atraer turistas y contar con una imagen que genere respeto para negociar en las mejores condiciones con otros gobiernos y promover sus intereses en los medios, foros y organismos internacionales.
Desde el 2005, la Secretaría y el Consejo Promotor de Turismo dieron a conocer el logotipo que representaría visualmente nuestra "marca país". Es el nombre de "méxico", con la "m" minúscula y cada letra en un color distinto que vemos por todas partes. Es un esfuerzo importante, que seguramente ha contribuido a refrescar nuestra imagen y lograr que nos visiten un mayor número de turistas.
Sin embargo, una verdadera "marca país" va mucho más allá de un logotipo. La marca se compone de los distintos atributos que describen a un país en voz de nacionales y extranjeros. Es una cuestión de percepciones. Por ejemplo, el Índice Anholt-GMI (www.nationbrandindex.com) que se publicó el año pasado, midió las percepciones en torno a la cultura, la situación política, la competitividad comercial, la calidad del capital humano, el potencial para atraer inversión y el atractivo turístico de 25 países desarrollados y emergentes.
El primer lugar lo obtuvo Australia. México de nuevo se ubicó a media tabla, en el sitio 16, entre Brasil y Egipto. Las metodologías utilizadas en este tipo de estudios siempre generan controversias. Con todo, lo importante para nosotros es entender que, como se señala en la conclusión del Índice Anholt-GMI, la única forma de que un país tenga una buena reputación es ganándosela a pulso.
Las percepciones sobre un país pueden modificarse, pero no con acciones "cosméticas". Más allá de las campañas de comunicación y de los "slogans", si un país quiere mejorar su imagen tiene que hacer un esfuerzo sostenido, a largo plazo, para dar muestras contundentes de que puede cambiar.
Aquí es donde la propia identidad del Gobierno federal juega un papel determinante para proyectar una imagen de seriedad; de que tiene la capacidad para garantizar la seguridad de los que nos visitan e invierten aquí; de que podemos superar los retos que enfrentamos; y de que queremos reforzar nuestro estatus como un miembro destacado de la comunidad de naciones.
Con razón o sin ella, durante el Gobierno que terminó, el "águila mocha" acabó por simbolizar muchas de las fallas y deficiencias que se asociaban con la gestión del aparato federal. A lo largo de los últimos seis años, diversas voces se alzaron para cuestionar la falta de conocimiento y de respeto por la historia que llevaron a cercenar el emblema nacional.
La aparente disposición para negociar o, al menos, interpretar con laxitud preceptos legales fundamentales, también contribuyó a que el resquebrajamiento de la Ley sobre el Escudo, la Bandera y el Himno Nacionales no causara mayor inquietud en el sexenio pasado.
Lo más grave es que el "águila mocha" se convirtió en la muestra tangible de un profundo vacío de poder, que terminó abriendo espacios para conflictos como el de Oaxaca; para la propagación de la violencia como forma de resolver prácticamente todo tipo de conflictos; o incluso para que cualquier ciudadano se autoproclame Presidente "legítimo" sin tener que enfrentar consecuencia alguna.
Desde el viernes en la madrugada tuvimos un adelanto de la nueva imagen que adoptó el Gobierno entrante. Al final del primer mensaje de Felipe Calderón como Presidente en funciones, apareció en la televisión un cuadro con el águila real íntegra, y unas barras en los colores verde y rojo de la bandera que se disolvían para dejar únicamente el escudo nacional y el nombre de la Presidencia.
Después del triunfo simbólico que significó la toma de protesta en la Cámara de Diputados, volvimos a ver la identidad renovada en el Auditorio Nacional. Tanto en los pendones que colgaban a la entrada como en el podium desde el que Calderón habló ya con la investidura de Presidente constitucional, destacó un aspecto de la escenografía: el "águila mocha" había desaparecido.
A pesar de que la página en internet de la Presidencia estuvo fuera del ciberespacio ese día, el sábado amaneció con una imagen rejuvenecida. Finalmente, el lunes por la tarde Felipe Calderón dio a conocer personalmente el nuevo sistema de identidad gráfica de todo el Gobierno federal.
Como todas las marcas, esta nueva identidad encierra una promesa. Representa el compromiso de que el Gobierno será el primero en respetar la ley, empezando por la que se refiere al uso oficial de nuestros símbolos patrios. También indica la voluntad de encabezar los esfuerzos para construir ese "México ganador" al que con tanta insistencia se ha referido el Presidente Calderón.
Ahora, como en toda campaña para "posicionar" una marca que ha sido renovada, lo que contará son las acciones que respalden la nueva imagen que se busca proyectar.
El Norte
6 de diciembre de 2006
El lunes pasado, el Presidente Felipe Calderón presentó la nueva identidad gráfica de la Presidencia de la República. Es un asunto relevante. Contar con una buena "marca país" se ha vuelto clave para tener una ventaja competitiva en la economía global.
Al igual que las empresas, los países compiten para ganarse la confianza de los consumidores e inversionistas, atraer turistas y contar con una imagen que genere respeto para negociar en las mejores condiciones con otros gobiernos y promover sus intereses en los medios, foros y organismos internacionales.
Desde el 2005, la Secretaría y el Consejo Promotor de Turismo dieron a conocer el logotipo que representaría visualmente nuestra "marca país". Es el nombre de "méxico", con la "m" minúscula y cada letra en un color distinto que vemos por todas partes. Es un esfuerzo importante, que seguramente ha contribuido a refrescar nuestra imagen y lograr que nos visiten un mayor número de turistas.
Sin embargo, una verdadera "marca país" va mucho más allá de un logotipo. La marca se compone de los distintos atributos que describen a un país en voz de nacionales y extranjeros. Es una cuestión de percepciones. Por ejemplo, el Índice Anholt-GMI (www.nationbrandindex.com) que se publicó el año pasado, midió las percepciones en torno a la cultura, la situación política, la competitividad comercial, la calidad del capital humano, el potencial para atraer inversión y el atractivo turístico de 25 países desarrollados y emergentes.
El primer lugar lo obtuvo Australia. México de nuevo se ubicó a media tabla, en el sitio 16, entre Brasil y Egipto. Las metodologías utilizadas en este tipo de estudios siempre generan controversias. Con todo, lo importante para nosotros es entender que, como se señala en la conclusión del Índice Anholt-GMI, la única forma de que un país tenga una buena reputación es ganándosela a pulso.
Las percepciones sobre un país pueden modificarse, pero no con acciones "cosméticas". Más allá de las campañas de comunicación y de los "slogans", si un país quiere mejorar su imagen tiene que hacer un esfuerzo sostenido, a largo plazo, para dar muestras contundentes de que puede cambiar.
Aquí es donde la propia identidad del Gobierno federal juega un papel determinante para proyectar una imagen de seriedad; de que tiene la capacidad para garantizar la seguridad de los que nos visitan e invierten aquí; de que podemos superar los retos que enfrentamos; y de que queremos reforzar nuestro estatus como un miembro destacado de la comunidad de naciones.
Con razón o sin ella, durante el Gobierno que terminó, el "águila mocha" acabó por simbolizar muchas de las fallas y deficiencias que se asociaban con la gestión del aparato federal. A lo largo de los últimos seis años, diversas voces se alzaron para cuestionar la falta de conocimiento y de respeto por la historia que llevaron a cercenar el emblema nacional.
La aparente disposición para negociar o, al menos, interpretar con laxitud preceptos legales fundamentales, también contribuyó a que el resquebrajamiento de la Ley sobre el Escudo, la Bandera y el Himno Nacionales no causara mayor inquietud en el sexenio pasado.
Lo más grave es que el "águila mocha" se convirtió en la muestra tangible de un profundo vacío de poder, que terminó abriendo espacios para conflictos como el de Oaxaca; para la propagación de la violencia como forma de resolver prácticamente todo tipo de conflictos; o incluso para que cualquier ciudadano se autoproclame Presidente "legítimo" sin tener que enfrentar consecuencia alguna.
Desde el viernes en la madrugada tuvimos un adelanto de la nueva imagen que adoptó el Gobierno entrante. Al final del primer mensaje de Felipe Calderón como Presidente en funciones, apareció en la televisión un cuadro con el águila real íntegra, y unas barras en los colores verde y rojo de la bandera que se disolvían para dejar únicamente el escudo nacional y el nombre de la Presidencia.
Después del triunfo simbólico que significó la toma de protesta en la Cámara de Diputados, volvimos a ver la identidad renovada en el Auditorio Nacional. Tanto en los pendones que colgaban a la entrada como en el podium desde el que Calderón habló ya con la investidura de Presidente constitucional, destacó un aspecto de la escenografía: el "águila mocha" había desaparecido.
A pesar de que la página en internet de la Presidencia estuvo fuera del ciberespacio ese día, el sábado amaneció con una imagen rejuvenecida. Finalmente, el lunes por la tarde Felipe Calderón dio a conocer personalmente el nuevo sistema de identidad gráfica de todo el Gobierno federal.
Como todas las marcas, esta nueva identidad encierra una promesa. Representa el compromiso de que el Gobierno será el primero en respetar la ley, empezando por la que se refiere al uso oficial de nuestros símbolos patrios. También indica la voluntad de encabezar los esfuerzos para construir ese "México ganador" al que con tanta insistencia se ha referido el Presidente Calderón.
Ahora, como en toda campaña para "posicionar" una marca que ha sido renovada, lo que contará son las acciones que respalden la nueva imagen que se busca proyectar.
Wednesday, November 22, 2006
Embajador en Washington
Javier Treviño Cantú
El Norte
22 de noviembre de 2006
El viernes pasado asistí en Washington al festejo por los 150 años del nacimiento del Presidente Woodrow Wilson. Durante la cena de gala en el Departamento de Estado, conversé con altos funcionarios del gobierno estadounidense y experimentados diplomáticos sobre los perfiles de los mejores embajadores que han servido en la capital del vecino país.
Uno de los más destacados ha sido el Príncipe Bandar bin Sultan, Embajador de Arabia Saudita entre 1983 y 2005. El sitio estratégico que ocupa el reino en el mapa geopolítico le da un gran peso a su enviado. Sin embargo, el Príncipe Bandar supo aprovecharlo al máximo para alcanzar un acceso privilegiado a las distintas administraciones que ocuparon la Casa Blanca a lo largo de toda su misión.
Otro ejemplo es el de Anatoly Dobrynin, el Embajador de la antigua Unión Soviética de 1962 a 1986. En plena Guerra Fría, la legendaria capacidad de Dobrynin para utilizar canales de comunicación "extraoficiales" fue clave para resolver situaciones tan explosivas como la crisis de los misiles en Cuba.
También comentamos sobre tres casos más cercanos a nosotros: Allan Gotlieb, el Embajador canadiense de 1981 a 1988, quien le dedicó especial atención a las relaciones con el Congreso estadounidense para negociar un acuerdo bilateral de libre comercio; Luis Alberto Moreno, Embajador de Colombia de 1998 al 2005 y actual Presidente del BID, artífice del Plan Colombia que redefinió la relación de seguridad entre los dos países; y Gustavo Petricioli, que estuvo al frente de nuestra Embajada de 1989 a 1993 y cuya actuación fue determinante para concretar el TLC de América del Norte.
Los cinco fueron exitosos, y sus experiencias son importantes para entender cuáles son las principales cualidades que se necesitan para ser un embajador eficaz en Washington.
En primer lugar, se requiere un conocimiento profundo de los Estados Unidos, de su sociedad, de su historia y de su gobierno. Es el conocimiento que viene de haber vivido ahí, de estudiar en alguna universidad estadounidense, o de haber tenido una posición diplomática previa en ese país. Sólo así se puede comprender que la diplomacia tradicional no funciona en Washington.
En la capital estadounidense el poder está atomizado. Las decisiones que se toman en distintos lugares pueden afectar de muchas maneras a nuestro país. No basta con tener buenos contactos en la Casa Blanca y el Departamento de Estado. Legisladores, empresarios, medios de comunicación, líderes hispanos y los más diversos grupos de interés juegan un papel en el conjunto de la relación. Por ello se necesita un Embajador flexible, creativo, que conozca a fondo los resortes del poder político, económico y cultural de los Estados Unidos.
Segundo, se requiere un Embajador con personalidad, que sepa relacionarse con todos los grupos que interactúan en Washington. La seriedad, la formalidad y la disciplina son esenciales, pero hay momentos para tener encuentros informales muy valiosos. El "encanto" de los embajadores, y de sus parejas, es fundamental para tejer y aprovechar en beneficio del interés nacional una amplia red de contactos sociales.
El Embajador debe tener la capacidad para organizar sistemáticamente eventos de alto nivel en la Embajada, la Residencia y el Instituto Cultural. La experiencia para los funcionarios estadounidenses e invitados especiales debe ser memorable por el ambiente, la comida y los asistentes. Ya sea un seminario, una exposición o la visita a Washington de algún miembro del gabinete, de un reconocido empresario o de un personaje de la cultura, los eventos de la Embajada mexicana tienen que ser tan atractivos que nadie quiera perdérselos.
Tercero, un embajador exitoso necesita un equipo de colaboradores de primer nivel, que lo mantenga informado, que le ayude a prever las decisiones que puedan tomar el gobierno o las compañías estadounidenses, y a reaccionar con rapidez ante situaciones imprevistas.
El nombre del juego en Washington es acceso e influencia. A primera vista, las aguas washingtonianas dan la impresión de tranquilidad, pero en el fondo son turbulentas. Detrás de una apacible fachada protocolaria, se vive un ambiente de competencia feroz. Los embajadores exitosos son los que aprenden a navegar la corriente para conducir la relación sin chocar con los múltiples obstáculos que se presentan a diario.
El éxito de los mejores embajadores que han servido en Washington ofrece cinco pautas que pueden serle útiles a nuestro próximo representante en la capital de Estados Unidos: 1) hacer valer el peso estratégico que representa la vecindad geográfica con México para asegurar una atención prioritaria; 2) utilizar canales de comunicación que vayan más allá de los conductos tradicionales para establecer una relación de confianza mutua; 3) dedicar una gran atención a la relación con el Congreso, en especial ante la "ventana de oportunidad" que puede significar el triunfo del Partido Demócrata en las recientes elecciones legislativas; 4) otorgar la importancia que merece el tema de la seguridad nacional, bilateral y regional; y 5) definir con mucha claridad los objetivos que se desean alcanzar.
El Norte
22 de noviembre de 2006
El viernes pasado asistí en Washington al festejo por los 150 años del nacimiento del Presidente Woodrow Wilson. Durante la cena de gala en el Departamento de Estado, conversé con altos funcionarios del gobierno estadounidense y experimentados diplomáticos sobre los perfiles de los mejores embajadores que han servido en la capital del vecino país.
Uno de los más destacados ha sido el Príncipe Bandar bin Sultan, Embajador de Arabia Saudita entre 1983 y 2005. El sitio estratégico que ocupa el reino en el mapa geopolítico le da un gran peso a su enviado. Sin embargo, el Príncipe Bandar supo aprovecharlo al máximo para alcanzar un acceso privilegiado a las distintas administraciones que ocuparon la Casa Blanca a lo largo de toda su misión.
Otro ejemplo es el de Anatoly Dobrynin, el Embajador de la antigua Unión Soviética de 1962 a 1986. En plena Guerra Fría, la legendaria capacidad de Dobrynin para utilizar canales de comunicación "extraoficiales" fue clave para resolver situaciones tan explosivas como la crisis de los misiles en Cuba.
También comentamos sobre tres casos más cercanos a nosotros: Allan Gotlieb, el Embajador canadiense de 1981 a 1988, quien le dedicó especial atención a las relaciones con el Congreso estadounidense para negociar un acuerdo bilateral de libre comercio; Luis Alberto Moreno, Embajador de Colombia de 1998 al 2005 y actual Presidente del BID, artífice del Plan Colombia que redefinió la relación de seguridad entre los dos países; y Gustavo Petricioli, que estuvo al frente de nuestra Embajada de 1989 a 1993 y cuya actuación fue determinante para concretar el TLC de América del Norte.
Los cinco fueron exitosos, y sus experiencias son importantes para entender cuáles son las principales cualidades que se necesitan para ser un embajador eficaz en Washington.
En primer lugar, se requiere un conocimiento profundo de los Estados Unidos, de su sociedad, de su historia y de su gobierno. Es el conocimiento que viene de haber vivido ahí, de estudiar en alguna universidad estadounidense, o de haber tenido una posición diplomática previa en ese país. Sólo así se puede comprender que la diplomacia tradicional no funciona en Washington.
En la capital estadounidense el poder está atomizado. Las decisiones que se toman en distintos lugares pueden afectar de muchas maneras a nuestro país. No basta con tener buenos contactos en la Casa Blanca y el Departamento de Estado. Legisladores, empresarios, medios de comunicación, líderes hispanos y los más diversos grupos de interés juegan un papel en el conjunto de la relación. Por ello se necesita un Embajador flexible, creativo, que conozca a fondo los resortes del poder político, económico y cultural de los Estados Unidos.
Segundo, se requiere un Embajador con personalidad, que sepa relacionarse con todos los grupos que interactúan en Washington. La seriedad, la formalidad y la disciplina son esenciales, pero hay momentos para tener encuentros informales muy valiosos. El "encanto" de los embajadores, y de sus parejas, es fundamental para tejer y aprovechar en beneficio del interés nacional una amplia red de contactos sociales.
El Embajador debe tener la capacidad para organizar sistemáticamente eventos de alto nivel en la Embajada, la Residencia y el Instituto Cultural. La experiencia para los funcionarios estadounidenses e invitados especiales debe ser memorable por el ambiente, la comida y los asistentes. Ya sea un seminario, una exposición o la visita a Washington de algún miembro del gabinete, de un reconocido empresario o de un personaje de la cultura, los eventos de la Embajada mexicana tienen que ser tan atractivos que nadie quiera perdérselos.
Tercero, un embajador exitoso necesita un equipo de colaboradores de primer nivel, que lo mantenga informado, que le ayude a prever las decisiones que puedan tomar el gobierno o las compañías estadounidenses, y a reaccionar con rapidez ante situaciones imprevistas.
El nombre del juego en Washington es acceso e influencia. A primera vista, las aguas washingtonianas dan la impresión de tranquilidad, pero en el fondo son turbulentas. Detrás de una apacible fachada protocolaria, se vive un ambiente de competencia feroz. Los embajadores exitosos son los que aprenden a navegar la corriente para conducir la relación sin chocar con los múltiples obstáculos que se presentan a diario.
El éxito de los mejores embajadores que han servido en Washington ofrece cinco pautas que pueden serle útiles a nuestro próximo representante en la capital de Estados Unidos: 1) hacer valer el peso estratégico que representa la vecindad geográfica con México para asegurar una atención prioritaria; 2) utilizar canales de comunicación que vayan más allá de los conductos tradicionales para establecer una relación de confianza mutua; 3) dedicar una gran atención a la relación con el Congreso, en especial ante la "ventana de oportunidad" que puede significar el triunfo del Partido Demócrata en las recientes elecciones legislativas; 4) otorgar la importancia que merece el tema de la seguridad nacional, bilateral y regional; y 5) definir con mucha claridad los objetivos que se desean alcanzar.
Wednesday, November 08, 2006
México y el mundo en el 2030
Javier Treviño Cantú
El Norte
8 de noviembre de 2006
Con los bombazos en la Ciudad de México, Oaxaca tomada por la PFP, grupos aún inconformes por el resultado de la elección presidencial y el crimen organizadamente desatado, ejercicios como el Proyecto México 2030 del Presidente electo Felipe Calderón podrían parecer un lujo. Sin embargo, aunque nadie puede predecir el futuro, imaginarlo representa la posibilidad de construirlo y de avanzar paulatinamente hacia las metas que se quieran lograr.
En cierto sentido, reflexionar sobre el lugar "ideal" que debería ocupar México en el mundo dentro de cuatro sexenios podría hacernos caer en escenarios utópicos. La mayoría de los mexicanos quisiéramos ver a nuestro país convertido en una potencia económica para contar con un ingreso per cápita de 40 mil dólares anuales, cerrar la brecha de la desigualdad y acabar con la pobreza extrema.
Sería maravilloso contar con una administración pública eficaz, una clase política dedicada a trabajar por el País, un sector empresarial más competitivo, y con más escuelas y universidades de primer nivel, de forma que entre todos generaran empleos de calidad para una población económicamente activa bien preparada, que en el 2030 sumará casi 64 millones de personas.
Pero, como diría Henry Kissinger, ante la dimensión de los retos que enfrentamos, el mejor camino para definir el lugar que México debería tener en el mundo dentro de 24 años, sería buscando un equilibrio entre un idealismo inalcanzable y un realismo limitado.
Quizá lo mejor que podemos desear para México es que llegue al 2030 como un país viable, capaz de mantener su cohesión social como base indispensable para ejercer plenamente su soberanía, dentro del acotado margen que presupone su creciente integración a la economía global y al sistema internacional.
Esto requiere que México logre mantenerse como un actor relevante, respetado por su capacidad para mantener el control sobre todo su territorio, y en especial de sus fronteras. Nuestro país podría entonces ser reconocido por su habilidad para brindarle mayor bienestar y seguridad a la gran mayoría de la población, por el "poder suave" que le dan su historia y culturas distintivas, y por la voluntad para participar en la definición de una nueva arquitectura global.
Por una parte, ocupar un lugar así en el mundo del 2030 dependerá de las políticas públicas que se apliquen desde ahora, del desarrollo empresarial que tengamos para entonces, y de la cultura ciudadana que logremos consolidar para convertir a nuestra democracia en un instrumento que propicie acuerdos fundamentales.
Por otro lado, en lo que toca a la política exterior, habrá que tomar decisiones difíciles para definir los terrenos en los que deberemos concentrar nuestros escasos recursos, de manera que logremos defender mejor los derechos de los paisanos en otros países, promover nuestros intereses nacionales y jugar un papel constructivo en los foros y organizaciones multilaterales.
En principio, esto significa decidir, desde ahora, si vamos a buscar convertirnos en un miembro pleno de la comunidad de América del Norte, o si vamos a seguir atrapados en la ambivalencia que ha caracterizado nuestra relación con Estados Unidos.
Por el grado de integración que han alcanzado nuestras economías y sociedades, nuestro futuro está en Norteamérica. Más allá de bardas y otros obstáculos coyunturales, nuestra mejor apuesta debería concentrarse en asegurar las condiciones internas que nos permitan negociar en un plano de igualdad relativa con nuestros vecinos del norte y potenciar los beneficios de una alianza regional, pero sin sacrificar nuestra capacidad de decisión autónoma, ni nuestros principios como nación independiente.
Una política exterior que nos ayude a llegar a buen puerto en el 2030 también debería pasar por un replanteamiento de nuestro enfoque hacia América Latina. Pretender el ejercicio de un supuesto liderazgo en toda la zona sólo recrudecería la confrontación histórica con Brasil y las tensiones con otros países del área.
En cambio, si distinguimos entre una política exterior hacia América del Sur y otra enfocada en la llamada zona "mesoamericana", quizá podríamos estar en condiciones de asumir un auténtico liderazgo. Esto podría conducir eventualmente al establecimiento de mecanismos de coordinación en materia de seguridad, esenciales para nuestra propia estabilidad, y de un acuerdo migratorio regional que regulara el acceso a los mercados de Estados Unidos y Canadá.
A esto habría que añadirle una larga serie de iniciativas para aprovechar los acuerdos comerciales y de cooperación que ya tenemos con otros países y regiones, mejorar las relaciones con naciones estratégicas para los intereses de México, y definir claramente la agenda para una actuación consistente dentro del sistema de Naciones Unidas y los demás organismos a los que pertenecemos.
Si vamos a pensar en serio en el México que queremos, es el momento de dejar atrás los viejos esquemas y empezar a considerar medidas alternativas. De otra manera, cuando en el 2030 esté por llegar al poder un nuevo gobierno, nuestros hijos nos reprocharán el tiempo perdido y tendrán que organizar un nuevo proyecto para imaginar el México del 2054.
El Norte
8 de noviembre de 2006
Con los bombazos en la Ciudad de México, Oaxaca tomada por la PFP, grupos aún inconformes por el resultado de la elección presidencial y el crimen organizadamente desatado, ejercicios como el Proyecto México 2030 del Presidente electo Felipe Calderón podrían parecer un lujo. Sin embargo, aunque nadie puede predecir el futuro, imaginarlo representa la posibilidad de construirlo y de avanzar paulatinamente hacia las metas que se quieran lograr.
En cierto sentido, reflexionar sobre el lugar "ideal" que debería ocupar México en el mundo dentro de cuatro sexenios podría hacernos caer en escenarios utópicos. La mayoría de los mexicanos quisiéramos ver a nuestro país convertido en una potencia económica para contar con un ingreso per cápita de 40 mil dólares anuales, cerrar la brecha de la desigualdad y acabar con la pobreza extrema.
Sería maravilloso contar con una administración pública eficaz, una clase política dedicada a trabajar por el País, un sector empresarial más competitivo, y con más escuelas y universidades de primer nivel, de forma que entre todos generaran empleos de calidad para una población económicamente activa bien preparada, que en el 2030 sumará casi 64 millones de personas.
Pero, como diría Henry Kissinger, ante la dimensión de los retos que enfrentamos, el mejor camino para definir el lugar que México debería tener en el mundo dentro de 24 años, sería buscando un equilibrio entre un idealismo inalcanzable y un realismo limitado.
Quizá lo mejor que podemos desear para México es que llegue al 2030 como un país viable, capaz de mantener su cohesión social como base indispensable para ejercer plenamente su soberanía, dentro del acotado margen que presupone su creciente integración a la economía global y al sistema internacional.
Esto requiere que México logre mantenerse como un actor relevante, respetado por su capacidad para mantener el control sobre todo su territorio, y en especial de sus fronteras. Nuestro país podría entonces ser reconocido por su habilidad para brindarle mayor bienestar y seguridad a la gran mayoría de la población, por el "poder suave" que le dan su historia y culturas distintivas, y por la voluntad para participar en la definición de una nueva arquitectura global.
Por una parte, ocupar un lugar así en el mundo del 2030 dependerá de las políticas públicas que se apliquen desde ahora, del desarrollo empresarial que tengamos para entonces, y de la cultura ciudadana que logremos consolidar para convertir a nuestra democracia en un instrumento que propicie acuerdos fundamentales.
Por otro lado, en lo que toca a la política exterior, habrá que tomar decisiones difíciles para definir los terrenos en los que deberemos concentrar nuestros escasos recursos, de manera que logremos defender mejor los derechos de los paisanos en otros países, promover nuestros intereses nacionales y jugar un papel constructivo en los foros y organizaciones multilaterales.
En principio, esto significa decidir, desde ahora, si vamos a buscar convertirnos en un miembro pleno de la comunidad de América del Norte, o si vamos a seguir atrapados en la ambivalencia que ha caracterizado nuestra relación con Estados Unidos.
Por el grado de integración que han alcanzado nuestras economías y sociedades, nuestro futuro está en Norteamérica. Más allá de bardas y otros obstáculos coyunturales, nuestra mejor apuesta debería concentrarse en asegurar las condiciones internas que nos permitan negociar en un plano de igualdad relativa con nuestros vecinos del norte y potenciar los beneficios de una alianza regional, pero sin sacrificar nuestra capacidad de decisión autónoma, ni nuestros principios como nación independiente.
Una política exterior que nos ayude a llegar a buen puerto en el 2030 también debería pasar por un replanteamiento de nuestro enfoque hacia América Latina. Pretender el ejercicio de un supuesto liderazgo en toda la zona sólo recrudecería la confrontación histórica con Brasil y las tensiones con otros países del área.
En cambio, si distinguimos entre una política exterior hacia América del Sur y otra enfocada en la llamada zona "mesoamericana", quizá podríamos estar en condiciones de asumir un auténtico liderazgo. Esto podría conducir eventualmente al establecimiento de mecanismos de coordinación en materia de seguridad, esenciales para nuestra propia estabilidad, y de un acuerdo migratorio regional que regulara el acceso a los mercados de Estados Unidos y Canadá.
A esto habría que añadirle una larga serie de iniciativas para aprovechar los acuerdos comerciales y de cooperación que ya tenemos con otros países y regiones, mejorar las relaciones con naciones estratégicas para los intereses de México, y definir claramente la agenda para una actuación consistente dentro del sistema de Naciones Unidas y los demás organismos a los que pertenecemos.
Si vamos a pensar en serio en el México que queremos, es el momento de dejar atrás los viejos esquemas y empezar a considerar medidas alternativas. De otra manera, cuando en el 2030 esté por llegar al poder un nuevo gobierno, nuestros hijos nos reprocharán el tiempo perdido y tendrán que organizar un nuevo proyecto para imaginar el México del 2054.
Wednesday, October 25, 2006
Clima helado
Javier Treviño Cantú
El Norte
25 de octubre de 2006
Cuando el Presidente electo, Felipe Calderón, llegue a Washington el 8 de noviembre para entrevistarse a la mañana siguiente con el Presidente Bush, en la capital de Estados Unidos sólo se estará hablando de una cosa: los resultados de las elecciones legislativas del día anterior.
La atención de los medios estará concentrada en el desenlace de lo que amenaza con convertirse en la peor derrota política para el Partido Republicano desde que retomó el control del Congreso en 1994. Pero, sobre todo, los reflectores estarán puestos en George W. Bush y la forma en que navegará el último tramo de su controvertido mandato.
A dos años de su reelección, pocos esperaban que el Presidente estadounidense y su partido enfrentaran un escenario tan desfavorable. Después de imponerse en 2004 al Senador John Kerry, las perspectivas eran muy diferentes: Bush y su arquitecto político, Karl Rove, parecían destinados a pavimentar el camino para que los republicanos mantuvieran el control del Congreso no sólo durante los siguientes cuatro años, sino en las próximas décadas.
Sin embargo, parafraseando a Lemony Snicket, "una serie de eventos desafortunados" alteraron todos sus planes. La fatídica respuesta al huracán "Katrina", y la desatinada nominación a la Corte Suprema de Harriet Miers, demostraron una grave falta de "sintonía" con sectores claves dentro de su Partido.
La alianza con la base conservadora que había llevado a Bush al poder empezó a resquebrajarse. Desafortunadamente (para nosotros), el tema que mostró las profundas divisiones internas fue la fallida reforma integral al sistema migratorio de Estados Unidos.
A principios de este año, la suerte política del Presidente Bush pareció cambiar. Después de la llegada de Condoleezza Rice al Departamento de Estado y el nombramiento de Josh Bolten como nuevo jefe de asesores, la caída en las encuestas logró detenerse. Pero no por mucho tiempo.
Nuevos "eventos desafortunados" han empañado el panorama electoral para los republicanos y el mandatario estadounidense. Primero fue la renuncia en junio del poderoso líder de la mayoría republicana en la Cámara de Representantes, Tom DeLay, involucrado en un caso de supuestas contribuciones ilegales a su campaña en Texas y el escándalo protagonizado por el cabildero Jack Abramoff.
Luego vino la publicación a principios de octubre del nuevo libro del periodista Bob Woodward, "State of Denial". A diferencia de sus dos libros anteriores sobre la administración Bush, en éste responsabiliza directamente al Presidente y a su grupo más cercano de colaboradores -entre ellos el vicepresidente Cheney y el secretario de Defensa Rumsfeld- por el desastre en que se ha convertido la incursión militar en Iraq.
Aunque fue criticado por su aparente ambivalencia, el impacto causado por el libro de Woodward, junto con el creciente número de soldados muertos y los reportes de corrupción por parte de funcionarios iraquíes con la complicidad de las autoridades estadounidenses, han convertido la guerra en Iraq en el tema más impopular en las campañas de los candidatos al Senado y a la Cámara.
Pero la puntilla resultó inesperada. El nuevo escándalo del representante republicano Mark Foley, quien fue descubierto enviando mensajes pornográficos desde su teléfono celular a jóvenes becarios en el Congreso, es lo que finalmente ha puesto en riesgo todo el andamiaje construido por el "gurú" Karl Rove.
Según el prestigiado "Cook Report", de enero a la fecha, el número de curules en la Cámara de Representantes que los republicanos corren el riesgo de perder, ha crecido de 18 a 48. Los demócratas sólo necesitan obtener el triunfo en 15 de ellas, por lo que casi se da por hecho que recuperarán el control de dicho cuerpo legislativo. Pero lo más grave para el Presidente Bush es que los republicanos también podrían perder la mayoría en el Senado, con lo cual el resto de su administración se vería seriamente afectada.
Sin apoyo legislativo para impulsar su agenda, bajo investigación por parte de diversas comisiones y con la lucha por las nominaciones para la próxima elección presidencial a la vuelta de la esquina, la Presidencia de George W. Bush podría estar en una posición de gran debilidad.
Al menos por dos razones, es una perspectiva preocupante. Primero, porque algunos países -desde Corea del Norte e Irán hasta Rusia y China- buscarán aprovechar la vulnerabilidad política de la administración Bush para obtener la mayor cantidad posible de concesiones por parte de Estados Unidos. Como lo hemos visto en el caso de la prueba nuclear norcoreana, el costo de oponerse a la superpotencia es algo que está sujeto a nuevos cálculos.
La segunda razón que debe inquietarnos es que, como en el dicho, el Presidente Bush seguramente no buscará quién se la hizo, sino quién se la pague. Y para eso, México está muy a la mano. En dos semanas podremos ver con mayor claridad cuáles son las consecuencias del resultado de las elecciones del 7 de noviembre. Pero lo que es muy probable anticipar desde ahora, es que cuando George W. Bush reciba al Presidente electo Calderón, el clima en la oficina oval de la Casa Blanca será muy frío, por no decir helado.
El Norte
25 de octubre de 2006
Cuando el Presidente electo, Felipe Calderón, llegue a Washington el 8 de noviembre para entrevistarse a la mañana siguiente con el Presidente Bush, en la capital de Estados Unidos sólo se estará hablando de una cosa: los resultados de las elecciones legislativas del día anterior.
La atención de los medios estará concentrada en el desenlace de lo que amenaza con convertirse en la peor derrota política para el Partido Republicano desde que retomó el control del Congreso en 1994. Pero, sobre todo, los reflectores estarán puestos en George W. Bush y la forma en que navegará el último tramo de su controvertido mandato.
A dos años de su reelección, pocos esperaban que el Presidente estadounidense y su partido enfrentaran un escenario tan desfavorable. Después de imponerse en 2004 al Senador John Kerry, las perspectivas eran muy diferentes: Bush y su arquitecto político, Karl Rove, parecían destinados a pavimentar el camino para que los republicanos mantuvieran el control del Congreso no sólo durante los siguientes cuatro años, sino en las próximas décadas.
Sin embargo, parafraseando a Lemony Snicket, "una serie de eventos desafortunados" alteraron todos sus planes. La fatídica respuesta al huracán "Katrina", y la desatinada nominación a la Corte Suprema de Harriet Miers, demostraron una grave falta de "sintonía" con sectores claves dentro de su Partido.
La alianza con la base conservadora que había llevado a Bush al poder empezó a resquebrajarse. Desafortunadamente (para nosotros), el tema que mostró las profundas divisiones internas fue la fallida reforma integral al sistema migratorio de Estados Unidos.
A principios de este año, la suerte política del Presidente Bush pareció cambiar. Después de la llegada de Condoleezza Rice al Departamento de Estado y el nombramiento de Josh Bolten como nuevo jefe de asesores, la caída en las encuestas logró detenerse. Pero no por mucho tiempo.
Nuevos "eventos desafortunados" han empañado el panorama electoral para los republicanos y el mandatario estadounidense. Primero fue la renuncia en junio del poderoso líder de la mayoría republicana en la Cámara de Representantes, Tom DeLay, involucrado en un caso de supuestas contribuciones ilegales a su campaña en Texas y el escándalo protagonizado por el cabildero Jack Abramoff.
Luego vino la publicación a principios de octubre del nuevo libro del periodista Bob Woodward, "State of Denial". A diferencia de sus dos libros anteriores sobre la administración Bush, en éste responsabiliza directamente al Presidente y a su grupo más cercano de colaboradores -entre ellos el vicepresidente Cheney y el secretario de Defensa Rumsfeld- por el desastre en que se ha convertido la incursión militar en Iraq.
Aunque fue criticado por su aparente ambivalencia, el impacto causado por el libro de Woodward, junto con el creciente número de soldados muertos y los reportes de corrupción por parte de funcionarios iraquíes con la complicidad de las autoridades estadounidenses, han convertido la guerra en Iraq en el tema más impopular en las campañas de los candidatos al Senado y a la Cámara.
Pero la puntilla resultó inesperada. El nuevo escándalo del representante republicano Mark Foley, quien fue descubierto enviando mensajes pornográficos desde su teléfono celular a jóvenes becarios en el Congreso, es lo que finalmente ha puesto en riesgo todo el andamiaje construido por el "gurú" Karl Rove.
Según el prestigiado "Cook Report", de enero a la fecha, el número de curules en la Cámara de Representantes que los republicanos corren el riesgo de perder, ha crecido de 18 a 48. Los demócratas sólo necesitan obtener el triunfo en 15 de ellas, por lo que casi se da por hecho que recuperarán el control de dicho cuerpo legislativo. Pero lo más grave para el Presidente Bush es que los republicanos también podrían perder la mayoría en el Senado, con lo cual el resto de su administración se vería seriamente afectada.
Sin apoyo legislativo para impulsar su agenda, bajo investigación por parte de diversas comisiones y con la lucha por las nominaciones para la próxima elección presidencial a la vuelta de la esquina, la Presidencia de George W. Bush podría estar en una posición de gran debilidad.
Al menos por dos razones, es una perspectiva preocupante. Primero, porque algunos países -desde Corea del Norte e Irán hasta Rusia y China- buscarán aprovechar la vulnerabilidad política de la administración Bush para obtener la mayor cantidad posible de concesiones por parte de Estados Unidos. Como lo hemos visto en el caso de la prueba nuclear norcoreana, el costo de oponerse a la superpotencia es algo que está sujeto a nuevos cálculos.
La segunda razón que debe inquietarnos es que, como en el dicho, el Presidente Bush seguramente no buscará quién se la hizo, sino quién se la pague. Y para eso, México está muy a la mano. En dos semanas podremos ver con mayor claridad cuáles son las consecuencias del resultado de las elecciones del 7 de noviembre. Pero lo que es muy probable anticipar desde ahora, es que cuando George W. Bush reciba al Presidente electo Calderón, el clima en la oficina oval de la Casa Blanca será muy frío, por no decir helado.
Wednesday, October 11, 2006
Talento mexicano
Javier Treviño Cantú
El Norte
11 de octubre de 2006
El fin de semana pasado, los miembros de la generación 1973-1976 celebramos 30 años de haber terminado la secundaria en el CUM. Con tristeza, casi todos habíamos leído en EL NORTE sobre la debacle educativa de nuestro país: 60 por ciento de los alumnos que concluyen ese mismo nivel no cuenta con conocimientos básicos en matemáticas, mientras que en español la cifra es del 40 por ciento.
Los resultados del nuevo examen ENLACE, aplicado por la SEP, pusieron el dedo en la llaga: hasta que no mejore la calidad de la educación en nuestro país no vamos a poder elevar nuestra competitividad internacional, ni generar suficientes empleos para una creciente población en edad de trabajar.
Lo que estamos perdiendo de vista es que el talento es uno de los factores críticos en la competencia económica global.
La Evaluación del Logro Académico de los Centros Escolares, o ENLACE, confirmó los resultados del Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE) a través de su propio examen EXCALE. En agosto, esta prueba indicó que la proporción a nivel nacional de alumnos que terminan la primaria con niveles "claramente insatisfactorios" en español es de 18 por ciento y de 17.4 por ciento en matemáticas. En el caso de los estudiantes de tercero de secundaria, 32.7 por ciento "no domina los conocimientos y habilidades básicas que establecen los programas de estudio de español, y 51.1 por ciento no lo consigue en matemáticas".
Estas cifras fueron cuestionadas por basarse en tres muestras nacionales a poco más de 52 mil alumnos de sexto de primaria y a unos 63 mil de tercero de secundaria. Sin embargo, la nueva evaluación de la SEP no deja lugar a dudas. Se trata de una prueba "censal", aplicada al 96 por ciento de los estudiantes de tercero a sexto de primaria y al 90 por ciento de los de tercero de secundaria.
De acuerdo con los resultados de ENLACE, al finalizar la secundaria, 6 de cada 10 alumnos no tienen conocimientos básicos de matemáticas y 4 de cada 10 tampoco lo hacen en español. En primaria, 7 de cada 10 estudiantes registran un nivel "elemental e insuficiente", mientras que apenas un 3 por ciento alcanza calificaciones de "excelencia".
El bajo nivel educativo del País está frenando nuestro avance. Como lo muestra el Índice de Competitividad Global 2006-2007 del Foro Económico Mundial, seguimos estancados a media tabla. Esta vez logramos avanzar un lugar, al pasar del sitio 59 al 58 entre 125 economías. El Índice destaca la debilidad de nuestras instituciones y la criminalidad rampante que vivimos, la cual "incrementa los costos de las empresas y menoscaba la competitividad".
Es indiscutible que hay que atender con urgencia el desafío planteado por el crimen organizado y la inseguridad pública. Pero si queremos salir adelante, tenemos que convertir el adelanto de la educación en México en una verdadera obsesión nacional.
En el mediano y largo plazo, lo único que nos va a permitir mejorar el lugar que ocupamos en la cadena económica global es contar con gente que tenga los conocimientos y las capacidades necesarias para competir con los cientos de millones de trabajadores que se están incorporando al mercado laboral global.
El semanario The Economist calcula que tan sólo en la India cada año se gradúan de alguna universidad o institución equivalente 2.5 millones de personas, incluyendo 400 mil ingenieros y 200 mil profesionales en tecnologías de la información. Además de un alto nivel académico, lo que distingue a esta fuerza de trabajo es su bajo costo: con el sueldo de un ingeniero en Estados Unidos se puede contratar a 10 en la India.
A pesar de sus ventajas competitivas, muchos profesionistas en ésta y otras economías "emergentes", como China, también tienen sus limitantes. Paradójicamente, hay una gran escasez de personal con habilidades para ocupar puestos de nivel medio y alto en compañías globales. El talento humano tiene muchas facetas, y la capacidad de integrarlo a sofisticadas culturas corporativas es mucho más difícil de lo que parece.
México debe aprovechar las oportunidades que le ofrece el talento de su gente. La coyuntura puede ser inmejorable. Hay que reconocer que durante la presente administración se retomaron políticas educativas que vienen de varios sexenios atrás, y que se impulsaron programas potencialmente exitosos, como la Reforma Integral de la Educación Secundaria.
Además, para avanzar necesitábamos saber en dónde estamos parados. Ahora los exámenes del INEE y la SEP nos permiten identificar las áreas clave en las que tenemos que concentrarnos para elevar nuestro nivel educativo. El reto es poner atención, hacer la tarea y sacar buenas calificaciones en el proceso de "aterrizar" estos programas y reforzar las evaluaciones. Así nuestros hijos sí podrán celebrar con alegría sus 30 años de haber salido de secundaria.
Es cierto que para atraer inversiones productivas necesitamos mejorar la infraestructura, desregular, simplificar trámites burocráticos y reducir drásticamente el crimen y la violencia.
Pero lo más importante, sin duda, es apoyar a los estudiantes mexicanos, para que estén en condiciones de competir por un buen empleo en su propio país. Si algo sobra en México es talento. Lo que falta es voluntad política de parte de todos los actores vinculados a la educación para hacer los nuevos cambios que se necesitan.
El Norte
11 de octubre de 2006
El fin de semana pasado, los miembros de la generación 1973-1976 celebramos 30 años de haber terminado la secundaria en el CUM. Con tristeza, casi todos habíamos leído en EL NORTE sobre la debacle educativa de nuestro país: 60 por ciento de los alumnos que concluyen ese mismo nivel no cuenta con conocimientos básicos en matemáticas, mientras que en español la cifra es del 40 por ciento.
Los resultados del nuevo examen ENLACE, aplicado por la SEP, pusieron el dedo en la llaga: hasta que no mejore la calidad de la educación en nuestro país no vamos a poder elevar nuestra competitividad internacional, ni generar suficientes empleos para una creciente población en edad de trabajar.
Lo que estamos perdiendo de vista es que el talento es uno de los factores críticos en la competencia económica global.
La Evaluación del Logro Académico de los Centros Escolares, o ENLACE, confirmó los resultados del Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE) a través de su propio examen EXCALE. En agosto, esta prueba indicó que la proporción a nivel nacional de alumnos que terminan la primaria con niveles "claramente insatisfactorios" en español es de 18 por ciento y de 17.4 por ciento en matemáticas. En el caso de los estudiantes de tercero de secundaria, 32.7 por ciento "no domina los conocimientos y habilidades básicas que establecen los programas de estudio de español, y 51.1 por ciento no lo consigue en matemáticas".
Estas cifras fueron cuestionadas por basarse en tres muestras nacionales a poco más de 52 mil alumnos de sexto de primaria y a unos 63 mil de tercero de secundaria. Sin embargo, la nueva evaluación de la SEP no deja lugar a dudas. Se trata de una prueba "censal", aplicada al 96 por ciento de los estudiantes de tercero a sexto de primaria y al 90 por ciento de los de tercero de secundaria.
De acuerdo con los resultados de ENLACE, al finalizar la secundaria, 6 de cada 10 alumnos no tienen conocimientos básicos de matemáticas y 4 de cada 10 tampoco lo hacen en español. En primaria, 7 de cada 10 estudiantes registran un nivel "elemental e insuficiente", mientras que apenas un 3 por ciento alcanza calificaciones de "excelencia".
El bajo nivel educativo del País está frenando nuestro avance. Como lo muestra el Índice de Competitividad Global 2006-2007 del Foro Económico Mundial, seguimos estancados a media tabla. Esta vez logramos avanzar un lugar, al pasar del sitio 59 al 58 entre 125 economías. El Índice destaca la debilidad de nuestras instituciones y la criminalidad rampante que vivimos, la cual "incrementa los costos de las empresas y menoscaba la competitividad".
Es indiscutible que hay que atender con urgencia el desafío planteado por el crimen organizado y la inseguridad pública. Pero si queremos salir adelante, tenemos que convertir el adelanto de la educación en México en una verdadera obsesión nacional.
En el mediano y largo plazo, lo único que nos va a permitir mejorar el lugar que ocupamos en la cadena económica global es contar con gente que tenga los conocimientos y las capacidades necesarias para competir con los cientos de millones de trabajadores que se están incorporando al mercado laboral global.
El semanario The Economist calcula que tan sólo en la India cada año se gradúan de alguna universidad o institución equivalente 2.5 millones de personas, incluyendo 400 mil ingenieros y 200 mil profesionales en tecnologías de la información. Además de un alto nivel académico, lo que distingue a esta fuerza de trabajo es su bajo costo: con el sueldo de un ingeniero en Estados Unidos se puede contratar a 10 en la India.
A pesar de sus ventajas competitivas, muchos profesionistas en ésta y otras economías "emergentes", como China, también tienen sus limitantes. Paradójicamente, hay una gran escasez de personal con habilidades para ocupar puestos de nivel medio y alto en compañías globales. El talento humano tiene muchas facetas, y la capacidad de integrarlo a sofisticadas culturas corporativas es mucho más difícil de lo que parece.
México debe aprovechar las oportunidades que le ofrece el talento de su gente. La coyuntura puede ser inmejorable. Hay que reconocer que durante la presente administración se retomaron políticas educativas que vienen de varios sexenios atrás, y que se impulsaron programas potencialmente exitosos, como la Reforma Integral de la Educación Secundaria.
Además, para avanzar necesitábamos saber en dónde estamos parados. Ahora los exámenes del INEE y la SEP nos permiten identificar las áreas clave en las que tenemos que concentrarnos para elevar nuestro nivel educativo. El reto es poner atención, hacer la tarea y sacar buenas calificaciones en el proceso de "aterrizar" estos programas y reforzar las evaluaciones. Así nuestros hijos sí podrán celebrar con alegría sus 30 años de haber salido de secundaria.
Es cierto que para atraer inversiones productivas necesitamos mejorar la infraestructura, desregular, simplificar trámites burocráticos y reducir drásticamente el crimen y la violencia.
Pero lo más importante, sin duda, es apoyar a los estudiantes mexicanos, para que estén en condiciones de competir por un buen empleo en su propio país. Si algo sobra en México es talento. Lo que falta es voluntad política de parte de todos los actores vinculados a la educación para hacer los nuevos cambios que se necesitan.
Wednesday, September 27, 2006
El nuevo Espíritu de San Luis
Javier Treviño Cantú
El Norte
27 de septiembre de 2006
El "Espíritu de San Luis" aterrizó en la ciudad de México la tarde del 14 de diciembre de 1927, después de volar 27 horas y 15 minutos desde el Bolling Field de Washington, D.C. En mayo de ese año, Charles Lindbergh había realizado el famoso vuelo solitario sin escalas de Nueva York a París en el monoplano bautizado con ese nombre, gracias al financiamiento que había obtenido de los empresarios de St. Louis, Missouri.
La visita de Lindbergh a México fue un gran espectáculo que atrajo a las multitudes. Fue considerada como una misión de "buena voluntad", que el Embajador estadounidense Dwight W. Morrow y el Presidente Calles trataron de aprovechar para relajar un poco la tensión que prevalecía entre los dos países.
Ahora que las relaciones entre México y Estados Unidos vuelven a pasar por un momento delicado, un nuevo espíritu de St. Louis está por tocar la frontera mexicana. Se trata de Boeing, que además de ser una de las principales compañías en la industria aeroespacial, también tiene una fuerte presencia en el negocio de los "sistemas integrados de defensa". La sede de esta división se localiza, precisamente, en St. Louis, Missouri.
La semana pasada, el Secretario del Departamento de Seguridad Territorial (DHS), Michael Chertoff, anunció que Boeing ganó el contrato para desarrollar y operar la "barda virtual" que se construirá en las fronteras de Estados Unidos con México y Canadá.
La barda es parte de la llamada Iniciativa Frontera Segura (SBI por sus siglas en inglés) que nació en noviembre de 2005. Se le conoce como SBInet, porque es una red integrada de sensores, sistemas de comunicación e infraestructura a lo largo de toda la franja fronteriza. Esta red supuestamente permitirá detectar y ubicar a todos los que busquen cruzar en forma indocumentada, determinar el nivel de riesgo que plantean y coordinar su detención con la Patrulla Fronteriza.
La idea no es nueva. Ya se ha intentado tecnologizar el control de la frontera, con resultados poco exitosos. De acuerdo con el diario Washington Post -al que le "filtraron" el miércoles pasado la noticia de que el ganador había sido Boeing-, el DHS y las agencias federales que le antecedieron (incluyendo al Servicio de Inmigración y Naturalización) han gastado casi 430 millones de dólares desde 1998 para instalar 500 cámaras y otros equipos de detección remota.
Pero, como señala el Post, un reporte del Inspector General del mismo Departamento indica que se instalaron menos de la mitad de las cámaras originalmente programadas; un 60 por ciento de las alarmas que activan los sensores actuales no son investigadas; del 90 por ciento al que se le da seguimiento resultan ser falsas alarmas, y tan sólo el 1 por ciento termina en la aprehensión de alguna persona.
Por esta razón, el primer objetivo de Boeing será demostrar que sus tecnologías, junto con las de las demás empresas que subcontratará para desarrollar el proyecto, son confiables. Para lograrlo, primero se va a construir un "modelo" de la barda virtual en una extensión de poco menos de 50 kilómetros en la zona de Sasabe, al sur de Tucson, Arizona, en un plazo de ocho meses.
El costo total de la SBInet a seis años (el contrato inicial es por tres años con extensiones renovables por un año) se calcula en 2 mil millones de dólares, y para la primera fase se destinarán alrededor de 70 millones. Según una nota del periódico New York Times, esto cubrirá los gastos de administración y la instalación de los equipos. La red incluye cámaras de video y radares montados en torres, así como sensores subterráneos para detectar cualquier tipo de movimiento.
Los agentes de la Patrulla Fronteriza van a tener acceso a todas las imágenes e información que se genere mediante conexiones inalámbricas a la red de comunicación. Además, probablemente contarán con aparatos aéreos no tripulados, que puedan lanzarse desde vehículos especialmente diseñados para esta tarea, y que les permitan rastrear directamente a grupos de personas después de haberlos ubicado.
Por otra parte, es muy probable que a la barda virtual de Boeing y asociados se le sumen más de mil kilómetros de bardas físicas en distintos tramos de la frontera con México.
La posibilidad de que este año se concretara una reforma integral del sistema migratorio estadounidense prácticamente ha sido descartada. Con las elecciones legislativas de noviembre a la vuelta de la esquina, los congresistas del partido Republicano parecen enfocarse en iniciativas de ley que refuercen su posición como los defensores de la seguridad nacional, y los muros son una prueba tangible de su compromiso.
El cierre gradual pero inequívoco de la frontera entre México y Estados Unidos representa, ya, uno de los retos más complejos para el siguiente gobierno. El cambio en la estructura poblacional de nuestro país significa que en los próximos años seguirá aumentando el número de personas en edad de trabajar. De no encontrar un empleo aquí, intentarán buscarlo al otro lado de la frontera. Si la válvula de escape se tapa, la olla puede estallar.
Hasta ahora, St. Louis, Missouri no había tenido una importancia estratégica en la relación bilateral entre México y los Estados Unidos. Pero eso está por cambiar.
El Norte
27 de septiembre de 2006
El "Espíritu de San Luis" aterrizó en la ciudad de México la tarde del 14 de diciembre de 1927, después de volar 27 horas y 15 minutos desde el Bolling Field de Washington, D.C. En mayo de ese año, Charles Lindbergh había realizado el famoso vuelo solitario sin escalas de Nueva York a París en el monoplano bautizado con ese nombre, gracias al financiamiento que había obtenido de los empresarios de St. Louis, Missouri.
La visita de Lindbergh a México fue un gran espectáculo que atrajo a las multitudes. Fue considerada como una misión de "buena voluntad", que el Embajador estadounidense Dwight W. Morrow y el Presidente Calles trataron de aprovechar para relajar un poco la tensión que prevalecía entre los dos países.
Ahora que las relaciones entre México y Estados Unidos vuelven a pasar por un momento delicado, un nuevo espíritu de St. Louis está por tocar la frontera mexicana. Se trata de Boeing, que además de ser una de las principales compañías en la industria aeroespacial, también tiene una fuerte presencia en el negocio de los "sistemas integrados de defensa". La sede de esta división se localiza, precisamente, en St. Louis, Missouri.
La semana pasada, el Secretario del Departamento de Seguridad Territorial (DHS), Michael Chertoff, anunció que Boeing ganó el contrato para desarrollar y operar la "barda virtual" que se construirá en las fronteras de Estados Unidos con México y Canadá.
La barda es parte de la llamada Iniciativa Frontera Segura (SBI por sus siglas en inglés) que nació en noviembre de 2005. Se le conoce como SBInet, porque es una red integrada de sensores, sistemas de comunicación e infraestructura a lo largo de toda la franja fronteriza. Esta red supuestamente permitirá detectar y ubicar a todos los que busquen cruzar en forma indocumentada, determinar el nivel de riesgo que plantean y coordinar su detención con la Patrulla Fronteriza.
La idea no es nueva. Ya se ha intentado tecnologizar el control de la frontera, con resultados poco exitosos. De acuerdo con el diario Washington Post -al que le "filtraron" el miércoles pasado la noticia de que el ganador había sido Boeing-, el DHS y las agencias federales que le antecedieron (incluyendo al Servicio de Inmigración y Naturalización) han gastado casi 430 millones de dólares desde 1998 para instalar 500 cámaras y otros equipos de detección remota.
Pero, como señala el Post, un reporte del Inspector General del mismo Departamento indica que se instalaron menos de la mitad de las cámaras originalmente programadas; un 60 por ciento de las alarmas que activan los sensores actuales no son investigadas; del 90 por ciento al que se le da seguimiento resultan ser falsas alarmas, y tan sólo el 1 por ciento termina en la aprehensión de alguna persona.
Por esta razón, el primer objetivo de Boeing será demostrar que sus tecnologías, junto con las de las demás empresas que subcontratará para desarrollar el proyecto, son confiables. Para lograrlo, primero se va a construir un "modelo" de la barda virtual en una extensión de poco menos de 50 kilómetros en la zona de Sasabe, al sur de Tucson, Arizona, en un plazo de ocho meses.
El costo total de la SBInet a seis años (el contrato inicial es por tres años con extensiones renovables por un año) se calcula en 2 mil millones de dólares, y para la primera fase se destinarán alrededor de 70 millones. Según una nota del periódico New York Times, esto cubrirá los gastos de administración y la instalación de los equipos. La red incluye cámaras de video y radares montados en torres, así como sensores subterráneos para detectar cualquier tipo de movimiento.
Los agentes de la Patrulla Fronteriza van a tener acceso a todas las imágenes e información que se genere mediante conexiones inalámbricas a la red de comunicación. Además, probablemente contarán con aparatos aéreos no tripulados, que puedan lanzarse desde vehículos especialmente diseñados para esta tarea, y que les permitan rastrear directamente a grupos de personas después de haberlos ubicado.
Por otra parte, es muy probable que a la barda virtual de Boeing y asociados se le sumen más de mil kilómetros de bardas físicas en distintos tramos de la frontera con México.
La posibilidad de que este año se concretara una reforma integral del sistema migratorio estadounidense prácticamente ha sido descartada. Con las elecciones legislativas de noviembre a la vuelta de la esquina, los congresistas del partido Republicano parecen enfocarse en iniciativas de ley que refuercen su posición como los defensores de la seguridad nacional, y los muros son una prueba tangible de su compromiso.
El cierre gradual pero inequívoco de la frontera entre México y Estados Unidos representa, ya, uno de los retos más complejos para el siguiente gobierno. El cambio en la estructura poblacional de nuestro país significa que en los próximos años seguirá aumentando el número de personas en edad de trabajar. De no encontrar un empleo aquí, intentarán buscarlo al otro lado de la frontera. Si la válvula de escape se tapa, la olla puede estallar.
Hasta ahora, St. Louis, Missouri no había tenido una importancia estratégica en la relación bilateral entre México y los Estados Unidos. Pero eso está por cambiar.
Wednesday, September 13, 2006
¿Cuál es el futuro de los medios?
Javier Treviño Cantú
El Norte
13 de septiembre de 2006
Nokia y Motorola anunciaron el lunes que trabajarán juntas para que sus clientes puedan ver programas de televisión en sus teléfonos celulares. Amazon "Unbox" es un nuevo servicio que permite rentar o comprar películas, programas de televisión y videos por internet. Los medios de comunicación siguen evolucionando a gran velocidad. El impacto de las conexiones de banda ancha y otros avances tecnológicos están cambiando la vieja ecuación, en donde el control de los canales de comunicación era tanto o más importante que el contenido que se difundía a través de ellos.
Cuando el público vivía cautivo de los medios "masivos", un puñado de compañías decidía lo que merecía difundirse. De hecho, ése es el lema de uno de los diarios más influyentes del mundo. El New York Times sigue publicando en su primera plana la leyenda "All the news that's fit to print", que se podría traducir como "todas las noticias que son dignas de publicarse".
Esto era especialmente cierto para el medio de comunicación masiva por excelencia: la televisión. Durante años, los noticiarios de televisión representaron el momento en el que los televidentes -y los demás medios- se detenían para sentarse a ver cuáles habían sido las noticias del día. Si algo salía en la pantalla, significaba que era noticia; si no aparecía, prácticamente no había ocurrido.
Esto empezó a cambiar hace poco más de una década con la popularización de internet. Al principio, el impacto fue para el medio más "tradicional". La mayoría de los periódicos empezaron a generar sitios en internet "estáticos", en donde solamente se reproducía, en versión electrónica, la misma edición impresa del diario. Luego empezó la competencia para ver quién ofrecía más opciones dinámicas. Las noticias se empezaron a actualizar constantemente; surgieron las encuestas en línea y las "ligas" a otras noticias, documentos y sitios.
La pregunta que todos empezaron a hacerse era en dónde estaba el negocio. ¿Cómo competir contra servicios de búsqueda como Google o Yahoo, en donde se pueden obtener cantidades industriales de noticias e información prácticamente sin costos adicionales a los de la conexión a internet? ¿Cómo competir contra el "periodismo ciudadano" de los blogs?
¿Debían cobrar por el acceso al periódico digital, o debían permitirlo en forma gratuita para atraer más lectores y generar ganancias a través de la publicidad? Algunos dieron respuestas mixtas: ofrecer la mayor parte de sus contenidos sin costo, pero solicitar el registro de los usuarios para obtener información de sus gustos y patrones de consumo. Otros simplemente han optado por dar acceso exclusivo a sus suscriptores.
Ahora, ese mismo efecto -aunque magnificado por la creciente velocidad de la transmisión de voz, datos e imágenes a través del internet de banda ancha- está haciendo que las televisoras deban encontrar respuesta a la misma pregunta: ¿en dónde está el negocio a futuro de la comunicación audiovisual?
Por lo pronto, muchas televisoras empezaron a desarrollar sitios en internet para competir con los periódicos. Compañías como CNN pronto pasaron a ocupar el "nicho de mercado" en donde tienen una ventaja comparativa: la transmisión de imágenes, difundiendo sus propios noticiarios y programas televisivos.
Otras han ido más lejos. El año pasado, News Corp, el conglomerado de medios que encabeza Rupert Murdoch compró por casi 600 millones de dólares InterMix, una compañía que tenía 30 sitios en internet. Entre ellos está MySpace.com, una de las "comunidades" en el ciberespacio más grandes y que está redefiniendo el sentido de pertenencia de mucha gente alrededor del mundo.
Otras televisoras han buscado sus propias respuestas. La cadena de televisión abierta de Estados Unidos CBS contrató por 60 millones de dólares a Katie Couric para conducir su noticiario de las tardes. Durante años, Couric fue la titular del programa matutino de la televisora rival NBC, y está considerada como un "ícono" de la cultura popular estadounidense.
CBS también le está apostando a la nueva era digital. Desarrolló un sitio para transmitir sus noticiarios y cubrir eventos sobre los que tiene derechos exclusivos, como las finales del basquetbol colegial, que atraen a millones de fanáticos. Así, mantiene un pie en el terreno de los viejos medios de comunicación, y otro en el nuevo espacio de la televisión digital por internet.
Este último ha crecido de manera exponencial. En México, YouTube -el sitio en donde se difunden y comparten millones de videos personales- se hizo famoso por las imágenes del niño regiomontano Édgar que fue captado cayéndose a un arroyo. En estos días, ha vuelto a ponerse de moda en nuestro país porque ahí se pueden encontrar las imágenes del programa de Adal Ramones que fue interrumpido por un par de seguidores del ex candidato presidencial de la Coalición por el Bien de Todos.
Sin embargo, como ha señalado el director de CBS, Les Moonves, cuando los anunciantes quieren llegar a millones de televidentes en un instante, siguen prefiriendo el viejo esquema de la televisión masiva. La pregunta sigue abierta: ¿el futuro de los medios estará en el control de los canales de comunicación, o en la producción de contenidos confiables y de calidad?
El Norte
13 de septiembre de 2006
Nokia y Motorola anunciaron el lunes que trabajarán juntas para que sus clientes puedan ver programas de televisión en sus teléfonos celulares. Amazon "Unbox" es un nuevo servicio que permite rentar o comprar películas, programas de televisión y videos por internet. Los medios de comunicación siguen evolucionando a gran velocidad. El impacto de las conexiones de banda ancha y otros avances tecnológicos están cambiando la vieja ecuación, en donde el control de los canales de comunicación era tanto o más importante que el contenido que se difundía a través de ellos.
Cuando el público vivía cautivo de los medios "masivos", un puñado de compañías decidía lo que merecía difundirse. De hecho, ése es el lema de uno de los diarios más influyentes del mundo. El New York Times sigue publicando en su primera plana la leyenda "All the news that's fit to print", que se podría traducir como "todas las noticias que son dignas de publicarse".
Esto era especialmente cierto para el medio de comunicación masiva por excelencia: la televisión. Durante años, los noticiarios de televisión representaron el momento en el que los televidentes -y los demás medios- se detenían para sentarse a ver cuáles habían sido las noticias del día. Si algo salía en la pantalla, significaba que era noticia; si no aparecía, prácticamente no había ocurrido.
Esto empezó a cambiar hace poco más de una década con la popularización de internet. Al principio, el impacto fue para el medio más "tradicional". La mayoría de los periódicos empezaron a generar sitios en internet "estáticos", en donde solamente se reproducía, en versión electrónica, la misma edición impresa del diario. Luego empezó la competencia para ver quién ofrecía más opciones dinámicas. Las noticias se empezaron a actualizar constantemente; surgieron las encuestas en línea y las "ligas" a otras noticias, documentos y sitios.
La pregunta que todos empezaron a hacerse era en dónde estaba el negocio. ¿Cómo competir contra servicios de búsqueda como Google o Yahoo, en donde se pueden obtener cantidades industriales de noticias e información prácticamente sin costos adicionales a los de la conexión a internet? ¿Cómo competir contra el "periodismo ciudadano" de los blogs?
¿Debían cobrar por el acceso al periódico digital, o debían permitirlo en forma gratuita para atraer más lectores y generar ganancias a través de la publicidad? Algunos dieron respuestas mixtas: ofrecer la mayor parte de sus contenidos sin costo, pero solicitar el registro de los usuarios para obtener información de sus gustos y patrones de consumo. Otros simplemente han optado por dar acceso exclusivo a sus suscriptores.
Ahora, ese mismo efecto -aunque magnificado por la creciente velocidad de la transmisión de voz, datos e imágenes a través del internet de banda ancha- está haciendo que las televisoras deban encontrar respuesta a la misma pregunta: ¿en dónde está el negocio a futuro de la comunicación audiovisual?
Por lo pronto, muchas televisoras empezaron a desarrollar sitios en internet para competir con los periódicos. Compañías como CNN pronto pasaron a ocupar el "nicho de mercado" en donde tienen una ventaja comparativa: la transmisión de imágenes, difundiendo sus propios noticiarios y programas televisivos.
Otras han ido más lejos. El año pasado, News Corp, el conglomerado de medios que encabeza Rupert Murdoch compró por casi 600 millones de dólares InterMix, una compañía que tenía 30 sitios en internet. Entre ellos está MySpace.com, una de las "comunidades" en el ciberespacio más grandes y que está redefiniendo el sentido de pertenencia de mucha gente alrededor del mundo.
Otras televisoras han buscado sus propias respuestas. La cadena de televisión abierta de Estados Unidos CBS contrató por 60 millones de dólares a Katie Couric para conducir su noticiario de las tardes. Durante años, Couric fue la titular del programa matutino de la televisora rival NBC, y está considerada como un "ícono" de la cultura popular estadounidense.
CBS también le está apostando a la nueva era digital. Desarrolló un sitio para transmitir sus noticiarios y cubrir eventos sobre los que tiene derechos exclusivos, como las finales del basquetbol colegial, que atraen a millones de fanáticos. Así, mantiene un pie en el terreno de los viejos medios de comunicación, y otro en el nuevo espacio de la televisión digital por internet.
Este último ha crecido de manera exponencial. En México, YouTube -el sitio en donde se difunden y comparten millones de videos personales- se hizo famoso por las imágenes del niño regiomontano Édgar que fue captado cayéndose a un arroyo. En estos días, ha vuelto a ponerse de moda en nuestro país porque ahí se pueden encontrar las imágenes del programa de Adal Ramones que fue interrumpido por un par de seguidores del ex candidato presidencial de la Coalición por el Bien de Todos.
Sin embargo, como ha señalado el director de CBS, Les Moonves, cuando los anunciantes quieren llegar a millones de televidentes en un instante, siguen prefiriendo el viejo esquema de la televisión masiva. La pregunta sigue abierta: ¿el futuro de los medios estará en el control de los canales de comunicación, o en la producción de contenidos confiables y de calidad?
Wednesday, August 30, 2006
Y ahora... la transición
Javier Treviño Cantú
El Norte
30 de agosto de 2006
Cuando el proceso electoral está a punto de llegar a su fin, entramos a una nueva etapa del calendario político: tres largos meses de transición. Si en condiciones "normales" el traslape entre las agendas y los intereses de los actores que están por despedirse y los que vienen llegando puede causar problemas, imagínese una transición en un contexto "atípico". Seguramente los riesgos se multiplicarán.
En los años previos a la alternancia política, la transición era vista casi como un mero trámite. Entrantes y salientes eran del mismo partido; se suponía que, por esa razón, se conocían y compartían puntos de vista similares. Lamentablemente, episodios que todavía se discuten, como la naturaleza y los responsables del "error de diciembre" en 1994, muestran que este supuesto tenía límites muy costosos para el país.
En el 2000, el proceso fue tan suave que reforzó la idea de que habíamos pasado por una "transición de terciopelo". El gobierno le dio todas las facilidades al equipo que llegaba para conocer a fondo la estructura de la administración pública federal. La oposición demostró lealtad institucional, lo cual ayudó a que el Congreso aprobara sin mayores dificultades el presupuesto para el siguiente año, mientras que el "blindaje" de la economía evitó que ocurriera otra de las famosas crisis de fin de sexenio.
Además, el llamado "bono democrático" y la coincidencia del relevo presidencial en Estados Unidos generaron un ambiente en el exterior favorable para el entonces Presidente electo. Esto fue clave para alcanzar dos de los principales avances en la relación con los vecinos del norte: primero, suspender el proceso de "certificación" sobre la cooperación en la lucha contra el narcotráfico, y luego darle prioridad al asunto migratorio.
Ahora la situación puede ser diferente. Partiendo del supuesto que el Tribunal Electoral declare la validez de la elección y que Felipe Calderón sea reconocido como Presidente electo, el próximo mandatario va a enfrentar un panorama muy distinto al de hace seis años.
Por una parte, tendrá algunas ventajas. La actual administración es de su mismo partido y varios de los integrantes del gobierno estuvieron en el equipo de campaña, por lo que cabría esperar una buena coordinación en la entrega-recepción de la administración. Igualmente, el impacto de la Ley del Servicio Civil de Carrera se dejará sentir, ya que la mayoría de las dependencias públicas se poblaron de funcionarios aparentemente identificados con el PAN.
En el mismo sentido, la buena conducción macroeconómica permite prever un cierre de sexenio sin sobresaltos financieros, y ahora también existe una partida presupuestal destinada a los gastos de la transición.
Pero, por otra parte, el grupo que tomará las riendas a partir del 1 de diciembre va a enfrentar condiciones inéditas, de una complejidad tal que pondrán a prueba todo su talento político y su capacidad de asegurar la gobernabilidad del país.
Ante todo, tendrá que definir cómo va a actuar frente al movimiento social derivado de la derrota que sufrió en las urnas la Coalición por el Bien de Todos. Aunque el gobierno del Presidente Fox deberá cargar con la responsabilidad durante los próximos meses, el Presidente electo y su equipo deben empezar a tomar el mando.
El reto inicial será la relación con el Congreso, en donde tendrán que trabajar de inmediato con las bancadas de su propio partido para definir las reformas que se impulsarán y buscar acuerdos con los demás grupos parlamentarios. Dejar fuera de las negociaciones al PRD podría ser un grave error, pero convencerlo de que participe constructivamente en la renovación institucional del país puede acabar siendo imposible.
Además, en el plano interno, el equipo de transición del Presidente electo deberá desenvolverse en un escenario convulso, marcado por la crisis de Oaxaca, la violencia que provocan las luchas intestinas del narco, el problema con el sindicato minero y otros pendientes políticos de pronóstico reservado.
Por si fuera poco, se va a encontrar con un gobierno en Estados Unidos con el que puede ser muy difícil negociar. A pesar del presunto compromiso de Calderón con los objetivos y mecanismos de la Alianza para la Seguridad y Prosperidad de América del Norte (ASPAN), no parece que el Presidente Bush estará en condiciones de ofrecerle nada sustantivo a cambio. Inclusive, si los demócratas ganan el control de la Cámara de Representantes en noviembre próximo, la atención hacia México seguramente no pasará de los esfuerzos para tratar de controlar la frontera compartida.
Recuerdo uno de mis cursos en Harvard, cuando el profesor Richard Neustadt nos decía que uno de los riesgos más graves en las transiciones presidenciales aparecía cuando se combinaban tres elementos: novatez, ignorancia y arrogancia. En 1960, Neustadt escribió un memorándum para el Presidente electo Kennedy con 18 puntos a considerar durante la transición. Pero todas las recomendaciones venían después del primer objetivo central: concentrarse en los aspectos que le permitieran demostrar una eficacia de gobierno inmediata. Ante el panorama que estamos viviendo en México, esto es precisamente lo que más esperamos de la próxima administración.
El Norte
30 de agosto de 2006
Cuando el proceso electoral está a punto de llegar a su fin, entramos a una nueva etapa del calendario político: tres largos meses de transición. Si en condiciones "normales" el traslape entre las agendas y los intereses de los actores que están por despedirse y los que vienen llegando puede causar problemas, imagínese una transición en un contexto "atípico". Seguramente los riesgos se multiplicarán.
En los años previos a la alternancia política, la transición era vista casi como un mero trámite. Entrantes y salientes eran del mismo partido; se suponía que, por esa razón, se conocían y compartían puntos de vista similares. Lamentablemente, episodios que todavía se discuten, como la naturaleza y los responsables del "error de diciembre" en 1994, muestran que este supuesto tenía límites muy costosos para el país.
En el 2000, el proceso fue tan suave que reforzó la idea de que habíamos pasado por una "transición de terciopelo". El gobierno le dio todas las facilidades al equipo que llegaba para conocer a fondo la estructura de la administración pública federal. La oposición demostró lealtad institucional, lo cual ayudó a que el Congreso aprobara sin mayores dificultades el presupuesto para el siguiente año, mientras que el "blindaje" de la economía evitó que ocurriera otra de las famosas crisis de fin de sexenio.
Además, el llamado "bono democrático" y la coincidencia del relevo presidencial en Estados Unidos generaron un ambiente en el exterior favorable para el entonces Presidente electo. Esto fue clave para alcanzar dos de los principales avances en la relación con los vecinos del norte: primero, suspender el proceso de "certificación" sobre la cooperación en la lucha contra el narcotráfico, y luego darle prioridad al asunto migratorio.
Ahora la situación puede ser diferente. Partiendo del supuesto que el Tribunal Electoral declare la validez de la elección y que Felipe Calderón sea reconocido como Presidente electo, el próximo mandatario va a enfrentar un panorama muy distinto al de hace seis años.
Por una parte, tendrá algunas ventajas. La actual administración es de su mismo partido y varios de los integrantes del gobierno estuvieron en el equipo de campaña, por lo que cabría esperar una buena coordinación en la entrega-recepción de la administración. Igualmente, el impacto de la Ley del Servicio Civil de Carrera se dejará sentir, ya que la mayoría de las dependencias públicas se poblaron de funcionarios aparentemente identificados con el PAN.
En el mismo sentido, la buena conducción macroeconómica permite prever un cierre de sexenio sin sobresaltos financieros, y ahora también existe una partida presupuestal destinada a los gastos de la transición.
Pero, por otra parte, el grupo que tomará las riendas a partir del 1 de diciembre va a enfrentar condiciones inéditas, de una complejidad tal que pondrán a prueba todo su talento político y su capacidad de asegurar la gobernabilidad del país.
Ante todo, tendrá que definir cómo va a actuar frente al movimiento social derivado de la derrota que sufrió en las urnas la Coalición por el Bien de Todos. Aunque el gobierno del Presidente Fox deberá cargar con la responsabilidad durante los próximos meses, el Presidente electo y su equipo deben empezar a tomar el mando.
El reto inicial será la relación con el Congreso, en donde tendrán que trabajar de inmediato con las bancadas de su propio partido para definir las reformas que se impulsarán y buscar acuerdos con los demás grupos parlamentarios. Dejar fuera de las negociaciones al PRD podría ser un grave error, pero convencerlo de que participe constructivamente en la renovación institucional del país puede acabar siendo imposible.
Además, en el plano interno, el equipo de transición del Presidente electo deberá desenvolverse en un escenario convulso, marcado por la crisis de Oaxaca, la violencia que provocan las luchas intestinas del narco, el problema con el sindicato minero y otros pendientes políticos de pronóstico reservado.
Por si fuera poco, se va a encontrar con un gobierno en Estados Unidos con el que puede ser muy difícil negociar. A pesar del presunto compromiso de Calderón con los objetivos y mecanismos de la Alianza para la Seguridad y Prosperidad de América del Norte (ASPAN), no parece que el Presidente Bush estará en condiciones de ofrecerle nada sustantivo a cambio. Inclusive, si los demócratas ganan el control de la Cámara de Representantes en noviembre próximo, la atención hacia México seguramente no pasará de los esfuerzos para tratar de controlar la frontera compartida.
Recuerdo uno de mis cursos en Harvard, cuando el profesor Richard Neustadt nos decía que uno de los riesgos más graves en las transiciones presidenciales aparecía cuando se combinaban tres elementos: novatez, ignorancia y arrogancia. En 1960, Neustadt escribió un memorándum para el Presidente electo Kennedy con 18 puntos a considerar durante la transición. Pero todas las recomendaciones venían después del primer objetivo central: concentrarse en los aspectos que le permitieran demostrar una eficacia de gobierno inmediata. Ante el panorama que estamos viviendo en México, esto es precisamente lo que más esperamos de la próxima administración.
Wednesday, August 16, 2006
Energía a la transición
Javier Treviño Cantú
El Norte
16 de agosto de 2006
De nueva cuenta, la situación política por la que atraviesa nuestro país puede ir a contracorriente de una coyuntura global inmejorable para hacer cambios de fondo, que eleven nuestra competitividad y promuevan un crecimiento económico sostenible.
Tanto en el plano interno como a nivel internacional, se han sumado una serie de factores que hoy generan condiciones muy favorables para llevar a cabo, antes de que termine el año, uno de los ajustes estructurales que más se necesitan: la reforma energética.
En México, la situación es de sobra conocida. Por una parte, existe cierta coincidencia en que se requiere algún tipo de reforma por la situación en que se encuentra Pemex: una compañía endeudada al máximo, sin capacidad de invertir en proyectos de exploración a gran escala y sin la tecnología o el conocimiento necesarios para explotar los yacimientos más prometedores, ya sea en las aguas profundas del Golfo de México o en zonas como Chicontepec, al norte de Veracruz y Puebla.
Por otra parte, tres obstáculos dificultan cualquier avance. Uno es la naturaleza histórica del tema, que le permite envolverse en la bandera nacionalista a todo aquel opuesto al cambio. Otro es la falta de claridad sobre qué clase de reforma convendría realizar, ya que todas las iniciativas propuestas durante la actual administración fracasaron. Y, el más grave, es el clima de confrontación política que nos ha dejado la elección presidencial.Lo que no se está considerando, otra vez, es que mientras nosotros seguimos perdiendo el tiempo, la situación global de la industria energética, y en particular la petrolera, está cambiando a marchas forzadas por varias razones. Entre otras, destacan cuatro:
1. La creciente inestabilidad en el Medio Oriente, por las consecuencias de los atentados terroristas del 2001, y en muchos otros países productores considerados como "conflictivos", desde Rusia y Nigeria, hasta Venezuela y Bolivia.
2. El replanteamiento del concepto de "seguridad energética", que antes se limitaba a mantener despejadas las rutas marítimas de abasto y ahora significa algo distinto para cada país. En el caso de nuestros vecinos del norte, como ha señalado el especialista Daniel Yergin, implica dos cosas: compensar cualquier desabasto del Medio Oriente o de países "conflictivos" con otras fuentes -entre las que México ocupa un lugar destacado-, y alcanzar la vieja meta de ser "energéticamente independientes".
3. El agotamiento paulatino de yacimientos de crudo ligero, de alta calidad y fácil acceso. Ahora, las inversiones se están dirigiendo hacia proyectos complejos y, por lo mismo, mucho más costosos, como recuperar el petróleo mezclado con arena y otros materiales en sitios como la provincia de Alberta, en Canadá.
4. El aumento exponencial de la demanda energética en países que están en proceso de crecimiento acelerado, en especial China y la India, junto con un consumo muy elevado e ineficiente por parte de las economías desarrolladas, en especial Estados Unidos.
A su vez, estos factores de cambio han tenido dos efectos. El primero ha sido un aumento sostenido de los precios, los cuales se han triplicado en los últimos cuatro años. A pesar de que esto ha tenido un beneficio inmediato para México, el segundo efecto es potencialmente mucho más importante. Se trata de la gran capacidad de negociación que han ganado las principales compañías petroleras nacionales frente a las firmas privadas multinacionales.
Se considera que un 90 por ciento de las reservas "convencionales" de petróleo que aún no han sido explotadas son controladas por gobiernos o compañías gubernamentales. Muchas sufren viejas dolencias que nosotros conocemos bien: mala planeación, corrupción, regímenes fiscales que las descapitalizan, esquemas de subsidios que les restan recursos y otros padecimientos.
Pero varias de ellas han demostrado tener la capacidad de competir con las mejores del mundo. Según el semanario The Economist, compañías como Petrobras de Brasil o Petronas de Malasia, deben concursar al lado de otras empresas internacionales por contratos en sus propios países, mantener un estricto control sobre sus costos y actualizar constantemente sus métodos de operación.
No debemos olvidar que los grandes cambios estructurales en México casi siempre han estado aparejados a crisis intensas, que han forzado la toma de decisiones en un sentido o en otro. Por ello, la crisis política de hoy podría ser transformada rápidamente en una gran oportunidad. Pero para ello se requiere voluntad, precisión y un sentido de urgencia.
El inicio de sesiones del nuevo Congreso abre una puerta para reorientar la discusión sobre la reforma energética. Parecería impensable, pero es posible. El Presidente electo y su equipo tendrían que asumir el liderazgo para impulsar, junto con el gobierno saliente, una negociación política eficaz que en tres meses pavimente el camino hacia el 1 de diciembre con certeza, confianza y optimismo sobre el futuro de nuestro país.
Los mexicanos nos merecemos una transición presidencial con visión, en donde se mezclen inteligencia, audacia, mucho sentido común y una renovada capacidad ejecutiva. Una reforma de esta magnitud es lo que podría darle energía a la transición.
El Norte
16 de agosto de 2006
De nueva cuenta, la situación política por la que atraviesa nuestro país puede ir a contracorriente de una coyuntura global inmejorable para hacer cambios de fondo, que eleven nuestra competitividad y promuevan un crecimiento económico sostenible.
Tanto en el plano interno como a nivel internacional, se han sumado una serie de factores que hoy generan condiciones muy favorables para llevar a cabo, antes de que termine el año, uno de los ajustes estructurales que más se necesitan: la reforma energética.
En México, la situación es de sobra conocida. Por una parte, existe cierta coincidencia en que se requiere algún tipo de reforma por la situación en que se encuentra Pemex: una compañía endeudada al máximo, sin capacidad de invertir en proyectos de exploración a gran escala y sin la tecnología o el conocimiento necesarios para explotar los yacimientos más prometedores, ya sea en las aguas profundas del Golfo de México o en zonas como Chicontepec, al norte de Veracruz y Puebla.
Por otra parte, tres obstáculos dificultan cualquier avance. Uno es la naturaleza histórica del tema, que le permite envolverse en la bandera nacionalista a todo aquel opuesto al cambio. Otro es la falta de claridad sobre qué clase de reforma convendría realizar, ya que todas las iniciativas propuestas durante la actual administración fracasaron. Y, el más grave, es el clima de confrontación política que nos ha dejado la elección presidencial.Lo que no se está considerando, otra vez, es que mientras nosotros seguimos perdiendo el tiempo, la situación global de la industria energética, y en particular la petrolera, está cambiando a marchas forzadas por varias razones. Entre otras, destacan cuatro:
1. La creciente inestabilidad en el Medio Oriente, por las consecuencias de los atentados terroristas del 2001, y en muchos otros países productores considerados como "conflictivos", desde Rusia y Nigeria, hasta Venezuela y Bolivia.
2. El replanteamiento del concepto de "seguridad energética", que antes se limitaba a mantener despejadas las rutas marítimas de abasto y ahora significa algo distinto para cada país. En el caso de nuestros vecinos del norte, como ha señalado el especialista Daniel Yergin, implica dos cosas: compensar cualquier desabasto del Medio Oriente o de países "conflictivos" con otras fuentes -entre las que México ocupa un lugar destacado-, y alcanzar la vieja meta de ser "energéticamente independientes".
3. El agotamiento paulatino de yacimientos de crudo ligero, de alta calidad y fácil acceso. Ahora, las inversiones se están dirigiendo hacia proyectos complejos y, por lo mismo, mucho más costosos, como recuperar el petróleo mezclado con arena y otros materiales en sitios como la provincia de Alberta, en Canadá.
4. El aumento exponencial de la demanda energética en países que están en proceso de crecimiento acelerado, en especial China y la India, junto con un consumo muy elevado e ineficiente por parte de las economías desarrolladas, en especial Estados Unidos.
A su vez, estos factores de cambio han tenido dos efectos. El primero ha sido un aumento sostenido de los precios, los cuales se han triplicado en los últimos cuatro años. A pesar de que esto ha tenido un beneficio inmediato para México, el segundo efecto es potencialmente mucho más importante. Se trata de la gran capacidad de negociación que han ganado las principales compañías petroleras nacionales frente a las firmas privadas multinacionales.
Se considera que un 90 por ciento de las reservas "convencionales" de petróleo que aún no han sido explotadas son controladas por gobiernos o compañías gubernamentales. Muchas sufren viejas dolencias que nosotros conocemos bien: mala planeación, corrupción, regímenes fiscales que las descapitalizan, esquemas de subsidios que les restan recursos y otros padecimientos.
Pero varias de ellas han demostrado tener la capacidad de competir con las mejores del mundo. Según el semanario The Economist, compañías como Petrobras de Brasil o Petronas de Malasia, deben concursar al lado de otras empresas internacionales por contratos en sus propios países, mantener un estricto control sobre sus costos y actualizar constantemente sus métodos de operación.
No debemos olvidar que los grandes cambios estructurales en México casi siempre han estado aparejados a crisis intensas, que han forzado la toma de decisiones en un sentido o en otro. Por ello, la crisis política de hoy podría ser transformada rápidamente en una gran oportunidad. Pero para ello se requiere voluntad, precisión y un sentido de urgencia.
El inicio de sesiones del nuevo Congreso abre una puerta para reorientar la discusión sobre la reforma energética. Parecería impensable, pero es posible. El Presidente electo y su equipo tendrían que asumir el liderazgo para impulsar, junto con el gobierno saliente, una negociación política eficaz que en tres meses pavimente el camino hacia el 1 de diciembre con certeza, confianza y optimismo sobre el futuro de nuestro país.
Los mexicanos nos merecemos una transición presidencial con visión, en donde se mezclen inteligencia, audacia, mucho sentido común y una renovada capacidad ejecutiva. Una reforma de esta magnitud es lo que podría darle energía a la transición.
Wednesday, August 02, 2006
Acuerdo migratorio regional
Javier Treviño Cantú
El Norte
2 de agosto de 2006
El verano político no sólo está alcanzando temperaturas récord en México. Al otro lado de la frontera, en Estados Unidos, el debate sobre la reforma migratoria también se está poniendo al rojo vivo. El tema se ha politizado al máximo ante las próximas elecciones legislativas de noviembre y, aunque todas las fuerzas políticas enfrentan grandes presiones para sacar adelante algún tipo de compromiso, parece difícil que el asunto se resuelva este año.
Contra viento y marea, el Presidente George W. Bush ha seguido reafirmando su voluntad de alcanzar una reforma migratoria integral, que incluya un programa de trabajadores temporales y un mecanismo viable para regularizar la situación de los millones de inmigrantes indocumentados que ya se encuentran en el vecino país.
Pero el Presidente Bush, al igual que el resto de la clase política estadounidense, sabe que cualquier solución pasa necesariamente por un mayor control sobre la frontera que comparte con nuestro país. Por ello, desde noviembre del año pasado, cuando el Secretario de Seguridad Territorial, Michael Chertoff, anunció la "Iniciativa Frontera Segura", se han puesto en práctica medidas sistemáticas para reforzar la seguridad de la franja fronteriza con México.
Primero fueron los planes para ampliar las filas de la Patrulla Fronteriza. Luego se recurrió a la Guardia Nacional para apoyar a las fuerzas civiles del orden. Al mismo tiempo se procedió a licitar el diseño, aplicación y mantenimiento de una "barda virtual" a lo largo de prácticamente toda la frontera, la cual será responsabilidad de las compañías privadas que obtengan el jugoso contrato.
Además, el gobierno del Presidente Bush también ha estado ejerciendo una gran presión sobre las compañías que contratan inmigrantes en situación "irregular". Según el diario New York Times, mientras que en el 2002 el gobierno de Estados Unidos presentó 25 cargos penales contra empleadores, este año ya ha iniciado 445 procesos legales.
Esto representa una apuesta de alto riesgo para el mandatario. Si bien es indispensable para encontrar una solución integral, puede restarle puntos al Partido Republicano en dos frentes: entre los múltiples sectores empresariales que dependen de la barata mano de obra inmigrante y entre una comunidad "hispana" que ha ganado confianza con las marchas multitudinarias y que probablemente votará a favor del Partido Demócrata en las elecciones de noviembre.
Sin embargo, el sector donde el Presidente Bush tiene hoy más dificultades para impulsar su reforma migratoria, es entre los Republicanos de la Cámara de Representantes. La pérdida de capital político que ha sufrido por la guerra en Iraq y la interminable lista de controversias en las que se ha visto envuelta su administración parecen haberle restado capacidad de influencia con los legisladores de su mismo partido.
A finales de junio, en un picnic celebrado en los jardines de la Casa Blanca, el líder de la Cámara de Representantes, Dennis Hastert, declaró que los Republicanos primero llevarían a cabo una serie de "audiencias públicas" por todo el país, antes de dialogar con sus contrapartes del Senado para buscar un acuerdo entre las dos iniciativas de ley aprobadas hasta ahora.
Hace unos días se anunció que van a realizar otras 21 audiencias durante el receso legislativo de agosto. Considerando que sólo quedarían dos meses entre la fecha en que el Congreso reanuda funciones y las elecciones de noviembre, parecería casi imposible que las dos cámaras pudieran solucionar sus profundas diferencias.
Aun así, no todas las noticias que llegan del Capitolio en Washington son malas. De hecho, una en particular puede representar una nueva "ventana de oportunidad" para establecer un acuerdo migratorio entre Estados Unidos, México y algunos países más.
A mediados de la semana pasada, la Senadora por Texas Kay Bailey Hutchison y el Representante Mike Pence de Indiana -ambos Republicanos- presentaron una nueva propuesta para reconciliar los enfoques migratorios de la Cámara y el Senado. Por supuesto, la iniciativa parte de un mayor control fronterizo. Ninguna ley se modificaría hasta que se "certifique" que las fronteras de Estados Unidos son completamente "seguras". Se calcula que eso podría llevarse dos años -es decir, el resto del mandato del Presidente Bush- y después los trabajadores migratorios tendrían que regresar a sus países de origen para obtener una nueva visa renovable hasta por 12 años.
La clave de la propuesta Hutchison-Pence es que estas visas solamente estarían disponibles para los ciudadanos de aquellos países en América del Norte y América Central con los que Estados Unidos tenga tratados o acuerdos de libre comercio. En este marco, el gran ganador de un acuerdo migratorio regional, indudablemente, sería México.
El nuevo gobierno que habrá de iniciar su gestión en México, a partir del 1 de diciembre, no debe perder de vista que el futuro de cualquier arreglo migratorio con Estados Unidos depende de la capacidad para establecer un entorno seguro en nuestras propias fronteras norte y sur. Para tener flujos migratorios bien regulados, lo primero es lo primero, y eso significa avanzar en el establecimiento de un perímetro de seguridad regional, que abarque desde Alaska y Canadá en el norte, hasta Panamá y Colombia en el sur.
El Norte
2 de agosto de 2006
El verano político no sólo está alcanzando temperaturas récord en México. Al otro lado de la frontera, en Estados Unidos, el debate sobre la reforma migratoria también se está poniendo al rojo vivo. El tema se ha politizado al máximo ante las próximas elecciones legislativas de noviembre y, aunque todas las fuerzas políticas enfrentan grandes presiones para sacar adelante algún tipo de compromiso, parece difícil que el asunto se resuelva este año.
Contra viento y marea, el Presidente George W. Bush ha seguido reafirmando su voluntad de alcanzar una reforma migratoria integral, que incluya un programa de trabajadores temporales y un mecanismo viable para regularizar la situación de los millones de inmigrantes indocumentados que ya se encuentran en el vecino país.
Pero el Presidente Bush, al igual que el resto de la clase política estadounidense, sabe que cualquier solución pasa necesariamente por un mayor control sobre la frontera que comparte con nuestro país. Por ello, desde noviembre del año pasado, cuando el Secretario de Seguridad Territorial, Michael Chertoff, anunció la "Iniciativa Frontera Segura", se han puesto en práctica medidas sistemáticas para reforzar la seguridad de la franja fronteriza con México.
Primero fueron los planes para ampliar las filas de la Patrulla Fronteriza. Luego se recurrió a la Guardia Nacional para apoyar a las fuerzas civiles del orden. Al mismo tiempo se procedió a licitar el diseño, aplicación y mantenimiento de una "barda virtual" a lo largo de prácticamente toda la frontera, la cual será responsabilidad de las compañías privadas que obtengan el jugoso contrato.
Además, el gobierno del Presidente Bush también ha estado ejerciendo una gran presión sobre las compañías que contratan inmigrantes en situación "irregular". Según el diario New York Times, mientras que en el 2002 el gobierno de Estados Unidos presentó 25 cargos penales contra empleadores, este año ya ha iniciado 445 procesos legales.
Esto representa una apuesta de alto riesgo para el mandatario. Si bien es indispensable para encontrar una solución integral, puede restarle puntos al Partido Republicano en dos frentes: entre los múltiples sectores empresariales que dependen de la barata mano de obra inmigrante y entre una comunidad "hispana" que ha ganado confianza con las marchas multitudinarias y que probablemente votará a favor del Partido Demócrata en las elecciones de noviembre.
Sin embargo, el sector donde el Presidente Bush tiene hoy más dificultades para impulsar su reforma migratoria, es entre los Republicanos de la Cámara de Representantes. La pérdida de capital político que ha sufrido por la guerra en Iraq y la interminable lista de controversias en las que se ha visto envuelta su administración parecen haberle restado capacidad de influencia con los legisladores de su mismo partido.
A finales de junio, en un picnic celebrado en los jardines de la Casa Blanca, el líder de la Cámara de Representantes, Dennis Hastert, declaró que los Republicanos primero llevarían a cabo una serie de "audiencias públicas" por todo el país, antes de dialogar con sus contrapartes del Senado para buscar un acuerdo entre las dos iniciativas de ley aprobadas hasta ahora.
Hace unos días se anunció que van a realizar otras 21 audiencias durante el receso legislativo de agosto. Considerando que sólo quedarían dos meses entre la fecha en que el Congreso reanuda funciones y las elecciones de noviembre, parecería casi imposible que las dos cámaras pudieran solucionar sus profundas diferencias.
Aun así, no todas las noticias que llegan del Capitolio en Washington son malas. De hecho, una en particular puede representar una nueva "ventana de oportunidad" para establecer un acuerdo migratorio entre Estados Unidos, México y algunos países más.
A mediados de la semana pasada, la Senadora por Texas Kay Bailey Hutchison y el Representante Mike Pence de Indiana -ambos Republicanos- presentaron una nueva propuesta para reconciliar los enfoques migratorios de la Cámara y el Senado. Por supuesto, la iniciativa parte de un mayor control fronterizo. Ninguna ley se modificaría hasta que se "certifique" que las fronteras de Estados Unidos son completamente "seguras". Se calcula que eso podría llevarse dos años -es decir, el resto del mandato del Presidente Bush- y después los trabajadores migratorios tendrían que regresar a sus países de origen para obtener una nueva visa renovable hasta por 12 años.
La clave de la propuesta Hutchison-Pence es que estas visas solamente estarían disponibles para los ciudadanos de aquellos países en América del Norte y América Central con los que Estados Unidos tenga tratados o acuerdos de libre comercio. En este marco, el gran ganador de un acuerdo migratorio regional, indudablemente, sería México.
El nuevo gobierno que habrá de iniciar su gestión en México, a partir del 1 de diciembre, no debe perder de vista que el futuro de cualquier arreglo migratorio con Estados Unidos depende de la capacidad para establecer un entorno seguro en nuestras propias fronteras norte y sur. Para tener flujos migratorios bien regulados, lo primero es lo primero, y eso significa avanzar en el establecimiento de un perímetro de seguridad regional, que abarque desde Alaska y Canadá en el norte, hasta Panamá y Colombia en el sur.
Wednesday, July 19, 2006
Ajonjolí de todos los moles
Javier Treviño Cantú
El Norte
19 de julio de 2006
La falta de enfoque lleva a los países a ensayar todo tipo de justificaciones. Hasta hace poco era común escuchar que México es "un país de pertenencias múltiples". Por razones históricas, culturales y geográficas, somos parte de América Latina. Por razones geográficas y, cada vez más, por cuestiones económicas, sociales y de seguridad también pertenecemos a América del Norte.
Por la herencia de España tenemos vínculos estrechos con Europa, los cuales se refrendaron con el Acuerdo de Asociación Económica, Concertación Política y Cooperación entre nuestro país y la Unión Europea. Incluso el hecho de contar con un extenso litoral en el Océano Pacífico nos ha permitido desarrollar lazos con Asia a través de nuestra membresía en APEC, el Mecanismo de Cooperación Asia-Pacífico, y del reciente Tratado de Libre Comercio con Japón.
Gracias a nuestra extensión territorial, ubicación geopolítica, tamaño poblacional, nivel de desarrollo económico y al "poder suave" de nuestra cultura, deberíamos ser reconocidos como parte de las llamadas "potencias regionales emergentes". Es una categoría donde entrarían países como Brasil, Rusia, India y China, los llamados "BRIC's".
Sin embargo, en los últimos tiempos, México parece haber perdido su sentido de ubicación en el mundo.
En América Latina hemos dilapidado gran parte de nuestro capital diplomático. Desde hace años hemos tenido fricciones con Brasil debido a una competencia soterrada por el liderazgo de la región. Los fallidos intentos por ingresar al Mercosur se han topado con una pared. A esto se han sumado los roces con otros países de toda la zona, desde Argentina, Chile, Bolivia y Venezuela en América del Sur, hasta Cuba y República Dominicana en el Caribe.
Con Europa hemos logrado mantener relaciones diplomáticas un poco menos conflictivas, pero sin duda igualmente improductivas. A pesar de contar con espacios de maniobra, no hemos logrado utilizarlos para promover nuestros intereses económicos y políticos. Uno de los grandes saldos del actual gobierno, lamentablemente, será la forma en que se desaprovechó un Acuerdo tan amplio como el que tenemos con la Unión Europea.
En Asia, aparte de la buena relación con Japón y de los esfuerzos de acercamiento con Corea del Sur, no hemos sabido aprovechar las oportunidades que ofrece el acelerado crecimiento de China y la India. Son países con los cuales resulta muy complejo negociar, pero hasta ahora la balanza se ha inclinado a su favor, tanto en términos comerciales como de proyección internacional.
Prácticamente en todo el mundo parece existir la percepción de que México en realidad pertenece más a América del Norte que a cualquier otra parte. En muchos sentidos es cierto. Desde que comenzó a operar el TLC con Estados Unidos y Canadá, nuestra economía se ha integrado cada vez más a la de nuestros vecinos. También lo han hecho nuestras sociedades, como lo demuestran las remesas que envían los trabajadores migrantes, e incluso nuestras culturas. Para preocupación de gente como el profesor Samuel Huntington, hoy en casi todo Estados Unidos "se habla español".
El problema es que nuestros socios comerciales no parecen estar convencidos de que en verdad seamos "norteamericanos". A pesar de que se han establecido nuevos mecanismos para impulsar la integración regional, como la Alianza para la Seguridad y la Prosperidad de América del Norte, la zona sigue claramente dividida en dos, con Estados Unidos y Canadá en un plano relativamente equitativo y México en otro.
La "desubicación global" de México acaba de manifestarse en San Petersburgo, durante la reunión anual del G-8, que incluye a Estados Unidos, Canadá, Gran Bretaña, Francia, Alemania, Italia, Japón y Rusia. En ocasiones se invita a otros participantes, y entre ellos esta vez convocaron a Brasil, China, India, Sudáfrica y, también, a México.
A pesar de que los temas centrales del encuentro eran de la mayor importancia para nuestro país -seguridad energética, control de enfermedades infecciosas y educación-, da la impresión de que México llegó sin agenda al evento. En cambio, el resto de los invitados sí parecen haber aprovechado el escenario.
La India logró que el comunicado de la reunión del lunes condenara los atentados terroristas en Bombay. Brasil hizo duros señalamientos sobre la falta de liderazgo para sacar adelante la Ronda de Doha de la OMC. Sudáfrica planteó impulsar la educación en el continente africano y China insistió en la importancia de que los miembros del G-8 trabajen junto con los países en desarrollo.
Por su parte, México parece haberse limitado a informar sobre los avances de nuestro inconcluso proceso electoral, y a confirmar que el Congreso estadounidense no aprobará una reforma migratoria este año.
Hoy, México ni es miembro pleno del "G-3 de América del Norte", ni está considerado por los integrantes del grupo compuesto por las grandes economías emergentes como parte del mismo, ni tiene esperanzas de llegar a ser incluido en el G-8.
México necesita definir con realismo el lugar que quiere ocupar en el mundo y enfocar todos sus recursos en lograrlo. Si no, únicamente seguiremos tratando de ser ajonjolí de todos los moles.
El Norte
19 de julio de 2006
La falta de enfoque lleva a los países a ensayar todo tipo de justificaciones. Hasta hace poco era común escuchar que México es "un país de pertenencias múltiples". Por razones históricas, culturales y geográficas, somos parte de América Latina. Por razones geográficas y, cada vez más, por cuestiones económicas, sociales y de seguridad también pertenecemos a América del Norte.
Por la herencia de España tenemos vínculos estrechos con Europa, los cuales se refrendaron con el Acuerdo de Asociación Económica, Concertación Política y Cooperación entre nuestro país y la Unión Europea. Incluso el hecho de contar con un extenso litoral en el Océano Pacífico nos ha permitido desarrollar lazos con Asia a través de nuestra membresía en APEC, el Mecanismo de Cooperación Asia-Pacífico, y del reciente Tratado de Libre Comercio con Japón.
Gracias a nuestra extensión territorial, ubicación geopolítica, tamaño poblacional, nivel de desarrollo económico y al "poder suave" de nuestra cultura, deberíamos ser reconocidos como parte de las llamadas "potencias regionales emergentes". Es una categoría donde entrarían países como Brasil, Rusia, India y China, los llamados "BRIC's".
Sin embargo, en los últimos tiempos, México parece haber perdido su sentido de ubicación en el mundo.
En América Latina hemos dilapidado gran parte de nuestro capital diplomático. Desde hace años hemos tenido fricciones con Brasil debido a una competencia soterrada por el liderazgo de la región. Los fallidos intentos por ingresar al Mercosur se han topado con una pared. A esto se han sumado los roces con otros países de toda la zona, desde Argentina, Chile, Bolivia y Venezuela en América del Sur, hasta Cuba y República Dominicana en el Caribe.
Con Europa hemos logrado mantener relaciones diplomáticas un poco menos conflictivas, pero sin duda igualmente improductivas. A pesar de contar con espacios de maniobra, no hemos logrado utilizarlos para promover nuestros intereses económicos y políticos. Uno de los grandes saldos del actual gobierno, lamentablemente, será la forma en que se desaprovechó un Acuerdo tan amplio como el que tenemos con la Unión Europea.
En Asia, aparte de la buena relación con Japón y de los esfuerzos de acercamiento con Corea del Sur, no hemos sabido aprovechar las oportunidades que ofrece el acelerado crecimiento de China y la India. Son países con los cuales resulta muy complejo negociar, pero hasta ahora la balanza se ha inclinado a su favor, tanto en términos comerciales como de proyección internacional.
Prácticamente en todo el mundo parece existir la percepción de que México en realidad pertenece más a América del Norte que a cualquier otra parte. En muchos sentidos es cierto. Desde que comenzó a operar el TLC con Estados Unidos y Canadá, nuestra economía se ha integrado cada vez más a la de nuestros vecinos. También lo han hecho nuestras sociedades, como lo demuestran las remesas que envían los trabajadores migrantes, e incluso nuestras culturas. Para preocupación de gente como el profesor Samuel Huntington, hoy en casi todo Estados Unidos "se habla español".
El problema es que nuestros socios comerciales no parecen estar convencidos de que en verdad seamos "norteamericanos". A pesar de que se han establecido nuevos mecanismos para impulsar la integración regional, como la Alianza para la Seguridad y la Prosperidad de América del Norte, la zona sigue claramente dividida en dos, con Estados Unidos y Canadá en un plano relativamente equitativo y México en otro.
La "desubicación global" de México acaba de manifestarse en San Petersburgo, durante la reunión anual del G-8, que incluye a Estados Unidos, Canadá, Gran Bretaña, Francia, Alemania, Italia, Japón y Rusia. En ocasiones se invita a otros participantes, y entre ellos esta vez convocaron a Brasil, China, India, Sudáfrica y, también, a México.
A pesar de que los temas centrales del encuentro eran de la mayor importancia para nuestro país -seguridad energética, control de enfermedades infecciosas y educación-, da la impresión de que México llegó sin agenda al evento. En cambio, el resto de los invitados sí parecen haber aprovechado el escenario.
La India logró que el comunicado de la reunión del lunes condenara los atentados terroristas en Bombay. Brasil hizo duros señalamientos sobre la falta de liderazgo para sacar adelante la Ronda de Doha de la OMC. Sudáfrica planteó impulsar la educación en el continente africano y China insistió en la importancia de que los miembros del G-8 trabajen junto con los países en desarrollo.
Por su parte, México parece haberse limitado a informar sobre los avances de nuestro inconcluso proceso electoral, y a confirmar que el Congreso estadounidense no aprobará una reforma migratoria este año.
Hoy, México ni es miembro pleno del "G-3 de América del Norte", ni está considerado por los integrantes del grupo compuesto por las grandes economías emergentes como parte del mismo, ni tiene esperanzas de llegar a ser incluido en el G-8.
México necesita definir con realismo el lugar que quiere ocupar en el mundo y enfocar todos sus recursos en lograrlo. Si no, únicamente seguiremos tratando de ser ajonjolí de todos los moles.
Wednesday, July 05, 2006
México partido
Javier Treviño Cantú
El Norte
5 de julio de 2006
En una democracia ni se gana todo ni se pierde todo. Sin embargo, como en toda competencia, al final del día hay ganadores y perdedores. Y uno de los actores políticos que más parecen haber ganado con el turbulento proceso electoral que seguimos viviendo son los partidos políticos. Mientras esperamos saber en definitiva quién será el próximo Presidente de la República, ya podemos hacer un primer balance sobre el impacto de la contienda en los partidos.
Por lo pronto, entre los más beneficiados por esta elección se encuentran los partidos considerados como "pequeños". El Verde Ecologista, el PT y Convergencia obtuvieron buenas posiciones en el Congreso a cambio de sus respectivas alianzas con el PRI y con el PRD. Sin grandes esfuerzos, seguirán recibiendo jugosos recursos públicos y contarán con la suficiente visibilidad mediática para mantener la apariencia de que juegan una función verdaderamente relevante.
Por su parte, los dos nuevos partidos en busca del registro definitivo lograron obtenerlo. El evidente liderazgo de la promotora que impulsó a Nueva Alianza y la disciplina que demostró su base electoral fueron determinantes para superar la prueba. Ahora, deberá demostrar si su triunfo tiene algún sentido.
En cuanto a Alternativa, a pesar del desgaste provocado por las disputas internas entre las facciones que lo conformaban, este partido logró articular una plataforma atractiva para un segmento del electorado que se identifica con la llamada "izquierda progresista". Su candidata, y el equipo que la rodea, tendrán la oportunidad de promover las políticas públicas que plantearon durante su campaña y de contribuir a la discusión.
Pero, sin duda, los verdaderos ganadores fueron los tres principales partidos de nuestro peculiar universo político. El PAN tuvo, por lo menos, tres grandes logros. El primero fue recuperarse a sí mismo. A diferencia de lo que ocurrió en el 2000, esta vez su candidato no sólo obtuvo la nominación después de un proceso interno que lo revitalizó, sino que es el abanderado de una de las corrientes ideológicas más afines a los orígenes históricos del partido.
El segundo logro del PAN fue revertir la tendencia perdedora que venía sufriendo a nivel estatal desde 2003. Sus victorias en Jalisco, Guanajuato, Morelos y en alcaldías como las de Monterrey y San Pedro en Nuevo León, le dan un renovado impulso electoral. Por si fuera poco, el PAN se consolidó como la primera minoría legislativa, tanto en la Cámara de Diputados como en el Senado.
El PRD fue el que más puede haber ganado como partido político en esta elección. Aglutinado en torno a la figura de su candidato presidencial, se reafirmó como una creciente fuerza electoral. Logró superar muchos de los problemas que lo habían distinguido en el pasado, manteniendo una gran disciplina en materia de comunicación y evitando nuevos escándalos. Las diferencias entre sus diversas corrientes y con personalidades como Cuauhtémoc Cárdenas lograron procesarse sin mayores tensiones. Además, confirmaron su abrumadora ventaja en la Ciudad de México, arrasando en la elección para Jefe de Gobierno.
En especial, de confirmarse los datos oficiales preliminares, el PRD logró dar un salto muy importante en el Congreso. Tanto en la Cámara de Diputados como en el Senado logró elevar su participación a niveles ligeramente por arriba del 29 por ciento. De esta forma, el PRD básicamente duplicó su peso legislativo, con lo que su actuación en ambas cámaras tendrá una mayor trascendencia.
Finalmente, resulta claro que el gran perdedor de las elecciones fue el PRI. Su candidato a la Presidencia no se derrumbó, como algunos anticipaban, pero tampoco logró superar el "techo" electoral en el que lo colocaban la mayoría de las encuestas. Por distintos motivos, ninguno de sus candidatos a las gubernaturas en disputa, a la Jefatura de Gobierno del DF y a las principales alcaldías lograron resultar triunfadores. Lo más grave para este partido es que por primera vez cayó hasta el tercer sitio en las dos cámaras del Congreso.
A pesar de todo, en cierto sentido el PRI también ganó en estos comicios. Por una parte mantuvo una presencia en el Congreso muy significativa, que lo podría ubicar en una posición clave para convertirse en el artífice de los acuerdos que requiere nuestro país. Por la otra ganó la plena certeza de que debe renovarse a fondo si quiere volverse a convertir en una auténtica opción electoral de centro. La decisión está en sus propias manos.
Se ha escrito mucho sobre el papel de los partidos políticos en las democracias contemporáneas. No debería haber duda: los partidos buscan ganar elecciones. Pero ganar elecciones no significa necesariamente apoderarse del Estado. En realidad, el Estado es el que debe adueñarse de ellos y utilizarlos para avanzar, porque la esencia de la política es el debate y los partidos son indispensables para debatir.
La lección de la derrota política tiene que ver con algo que escribía Edmund Burke en sus "Reflexiones sobre la Revolución Francesa": "La adversidad es un instructor severo... En la lucha en su contra templamos los nervios, afilamos nuestras habilidades, aguzamos la inteligencia. Nuestro antagonista es nuestro aliado".
El Norte
5 de julio de 2006
En una democracia ni se gana todo ni se pierde todo. Sin embargo, como en toda competencia, al final del día hay ganadores y perdedores. Y uno de los actores políticos que más parecen haber ganado con el turbulento proceso electoral que seguimos viviendo son los partidos políticos. Mientras esperamos saber en definitiva quién será el próximo Presidente de la República, ya podemos hacer un primer balance sobre el impacto de la contienda en los partidos.
Por lo pronto, entre los más beneficiados por esta elección se encuentran los partidos considerados como "pequeños". El Verde Ecologista, el PT y Convergencia obtuvieron buenas posiciones en el Congreso a cambio de sus respectivas alianzas con el PRI y con el PRD. Sin grandes esfuerzos, seguirán recibiendo jugosos recursos públicos y contarán con la suficiente visibilidad mediática para mantener la apariencia de que juegan una función verdaderamente relevante.
Por su parte, los dos nuevos partidos en busca del registro definitivo lograron obtenerlo. El evidente liderazgo de la promotora que impulsó a Nueva Alianza y la disciplina que demostró su base electoral fueron determinantes para superar la prueba. Ahora, deberá demostrar si su triunfo tiene algún sentido.
En cuanto a Alternativa, a pesar del desgaste provocado por las disputas internas entre las facciones que lo conformaban, este partido logró articular una plataforma atractiva para un segmento del electorado que se identifica con la llamada "izquierda progresista". Su candidata, y el equipo que la rodea, tendrán la oportunidad de promover las políticas públicas que plantearon durante su campaña y de contribuir a la discusión.
Pero, sin duda, los verdaderos ganadores fueron los tres principales partidos de nuestro peculiar universo político. El PAN tuvo, por lo menos, tres grandes logros. El primero fue recuperarse a sí mismo. A diferencia de lo que ocurrió en el 2000, esta vez su candidato no sólo obtuvo la nominación después de un proceso interno que lo revitalizó, sino que es el abanderado de una de las corrientes ideológicas más afines a los orígenes históricos del partido.
El segundo logro del PAN fue revertir la tendencia perdedora que venía sufriendo a nivel estatal desde 2003. Sus victorias en Jalisco, Guanajuato, Morelos y en alcaldías como las de Monterrey y San Pedro en Nuevo León, le dan un renovado impulso electoral. Por si fuera poco, el PAN se consolidó como la primera minoría legislativa, tanto en la Cámara de Diputados como en el Senado.
El PRD fue el que más puede haber ganado como partido político en esta elección. Aglutinado en torno a la figura de su candidato presidencial, se reafirmó como una creciente fuerza electoral. Logró superar muchos de los problemas que lo habían distinguido en el pasado, manteniendo una gran disciplina en materia de comunicación y evitando nuevos escándalos. Las diferencias entre sus diversas corrientes y con personalidades como Cuauhtémoc Cárdenas lograron procesarse sin mayores tensiones. Además, confirmaron su abrumadora ventaja en la Ciudad de México, arrasando en la elección para Jefe de Gobierno.
En especial, de confirmarse los datos oficiales preliminares, el PRD logró dar un salto muy importante en el Congreso. Tanto en la Cámara de Diputados como en el Senado logró elevar su participación a niveles ligeramente por arriba del 29 por ciento. De esta forma, el PRD básicamente duplicó su peso legislativo, con lo que su actuación en ambas cámaras tendrá una mayor trascendencia.
Finalmente, resulta claro que el gran perdedor de las elecciones fue el PRI. Su candidato a la Presidencia no se derrumbó, como algunos anticipaban, pero tampoco logró superar el "techo" electoral en el que lo colocaban la mayoría de las encuestas. Por distintos motivos, ninguno de sus candidatos a las gubernaturas en disputa, a la Jefatura de Gobierno del DF y a las principales alcaldías lograron resultar triunfadores. Lo más grave para este partido es que por primera vez cayó hasta el tercer sitio en las dos cámaras del Congreso.
A pesar de todo, en cierto sentido el PRI también ganó en estos comicios. Por una parte mantuvo una presencia en el Congreso muy significativa, que lo podría ubicar en una posición clave para convertirse en el artífice de los acuerdos que requiere nuestro país. Por la otra ganó la plena certeza de que debe renovarse a fondo si quiere volverse a convertir en una auténtica opción electoral de centro. La decisión está en sus propias manos.
Se ha escrito mucho sobre el papel de los partidos políticos en las democracias contemporáneas. No debería haber duda: los partidos buscan ganar elecciones. Pero ganar elecciones no significa necesariamente apoderarse del Estado. En realidad, el Estado es el que debe adueñarse de ellos y utilizarlos para avanzar, porque la esencia de la política es el debate y los partidos son indispensables para debatir.
La lección de la derrota política tiene que ver con algo que escribía Edmund Burke en sus "Reflexiones sobre la Revolución Francesa": "La adversidad es un instructor severo... En la lucha en su contra templamos los nervios, afilamos nuestras habilidades, aguzamos la inteligencia. Nuestro antagonista es nuestro aliado".
Wednesday, June 21, 2006
Elecciones desde la ventana
Javier Treviño Cantú
El Norte
21 de junio de 2006
El "glamour" que se asociaba con la prensa extranjera, y el peso que llegaron a tener los medios internacionales en el entorno político mexicano, ya no son los de antes. En alguna época, cuando los periódicos y los medios electrónicos de nuestro país no gozaban de la plena libertad que hoy ejercen, los principales diarios de Estados Unidos, Europa y otras partes del mundo llegaron a ocupar un lugar privilegiado en el panorama informativo de México.
Incluso, cuando desde el poder se quería dar a conocer un asunto de la mayor relevancia, primero se le daba la "exclusiva" a un medio internacional para que la noticia llegara "de rebote" a México. Pero, como tantas otras cosas que han cambiado durante las últimas dos décadas, los medios de comunicación "extranjeros" hoy son uno más de los actores que compiten por la atención de un público que tiene incontables opciones informativas.
Con todo, no hay duda de que los medios extranjeros siguen teniendo una gran influencia. Representan una "ventana" a través de la cual los ciudadanos de otros países se asoman a nuestra realidad. Es la "realidad" del México que los corresponsales, enviados especiales y reporteros entienden y "traducen" para sus lectores, radioescuchas o televidentes. Además, esas organizaciones de noticias son un vehículo eficaz para hacer llegar los mensajes a públicos "objetivo" muy selectos.
En especial, algunos medios internacionales cumplen una doble función "estratégica". Por una parte, sirven para que actores gubernamentales y privados de sus respectivos países manden "señales" sobre las percepciones y preocupaciones que pudieran tener sobre un tema o algún actor político en particular. Por otra parte, también pueden servir para que nuestros actores nacionales manden mensajes a los círculos del poder gubernamental, empresarial o financiero de otros lugares.
Naturalmente, el peso de los medios internacionales aumenta en situaciones excepcionales, como el caso de un desastre natural, o en coyunturas políticas de alto impacto, como podría ser una elección presidencial en donde se juega no sólo el futuro del país, sino también asuntos fundamentales como la relación con los Estados Unidos.
En el caso del proceso electoral que vivimos en México y que finalizará (esperemos) el próximo 2 de julio, los medios internacionales le han dado una cobertura relativamente amplia por varias razones, empezando porque es la primera elección desde que la alternancia democrática hizo su aparición con el triunfo del PAN en el 2000. La certidumbre de que el partido en el poder ya no puede garantizar el triunfo de su candidato, y la incertidumbre provocada por encuestas que apuntan hacia un resultado muy cerrado, generan las condiciones para construir una narrativa "dramática" sobre la contienda.
De hecho, en la mayoría de las notas publicadas por los principales diarios internacionales desde el segundo y último debate presidencial, lo que se destaca es que nadie puede predecir cuál será el desenlace de la elección presidencial.
La segunda razón que ha despertado el interés de los medios extranjeros, es que el contraste en las personalidades y propuestas de los candidatos del PAN y del PRD es ideal para acentuar el dramatismo con el que se busca revestir al proceso electoral. Los calificativos para describir a AMLO, por ejemplo, van desde el simple "izquierdista", pasando por el ya clásico "populista", hasta algunos más llamativos, como el de "líder de piel oscura en un país donde la gente de tez clara tiende a dominar la clase política", según la apreciación de los periodistas Héctor Tobar y Paul Richter del diario Los Angeles Times. Por su parte, a Felipe Calderón básicamente se le ha etiquetado como un "conservador de centro-derecha", que le daría "continuidad" a las políticas del actual gobierno federal.
Otro aspecto que ha generado atención entre la prensa de otros países, y sobre todo de Estados Unidos, es el impacto que tendrá el resultado electoral en la relación bilateral. Como señalan los mismos reporteros del L.A. Times, el voto de aproximadamente 40 millones de mexicanos "podría afectar a 296 millones de personas que viven al norte de la frontera": si gana AMLO, culminaría la tendencia en América Latina a "rechazar el Consenso de Washington", mientras que una victoria de Calderón "podría convertir a México en un aliado más fuerte que nunca de Estados Unidos".
Pero quizás lo más llamativo de la cobertura internacional sobre la elección en México, son las voces de calma que llegan de fuera. Como señaló el influyente periódico The New York Times, en un editorial publicado apenas el lunes pasado, "en México está ocurriendo algo poco común: una elección presidencial normal".
Igualmente, en un extenso artículo publicado en la revista dominical de ese mismo diario a principios de junio, David Rieff señaló que la "disposición relativamente relajada de Wall Street respecto a una posible victoria de López Obrador, refleja la visión predominante dentro de la administración Bush". El mensaje es claro: para el centro del poder financiero y para el del poder político en Washington, un triunfo de AMLO, en principio, no es motivo de mayor preocupación. Esperemos que no se equivoquen.
El Norte
21 de junio de 2006
El "glamour" que se asociaba con la prensa extranjera, y el peso que llegaron a tener los medios internacionales en el entorno político mexicano, ya no son los de antes. En alguna época, cuando los periódicos y los medios electrónicos de nuestro país no gozaban de la plena libertad que hoy ejercen, los principales diarios de Estados Unidos, Europa y otras partes del mundo llegaron a ocupar un lugar privilegiado en el panorama informativo de México.
Incluso, cuando desde el poder se quería dar a conocer un asunto de la mayor relevancia, primero se le daba la "exclusiva" a un medio internacional para que la noticia llegara "de rebote" a México. Pero, como tantas otras cosas que han cambiado durante las últimas dos décadas, los medios de comunicación "extranjeros" hoy son uno más de los actores que compiten por la atención de un público que tiene incontables opciones informativas.
Con todo, no hay duda de que los medios extranjeros siguen teniendo una gran influencia. Representan una "ventana" a través de la cual los ciudadanos de otros países se asoman a nuestra realidad. Es la "realidad" del México que los corresponsales, enviados especiales y reporteros entienden y "traducen" para sus lectores, radioescuchas o televidentes. Además, esas organizaciones de noticias son un vehículo eficaz para hacer llegar los mensajes a públicos "objetivo" muy selectos.
En especial, algunos medios internacionales cumplen una doble función "estratégica". Por una parte, sirven para que actores gubernamentales y privados de sus respectivos países manden "señales" sobre las percepciones y preocupaciones que pudieran tener sobre un tema o algún actor político en particular. Por otra parte, también pueden servir para que nuestros actores nacionales manden mensajes a los círculos del poder gubernamental, empresarial o financiero de otros lugares.
Naturalmente, el peso de los medios internacionales aumenta en situaciones excepcionales, como el caso de un desastre natural, o en coyunturas políticas de alto impacto, como podría ser una elección presidencial en donde se juega no sólo el futuro del país, sino también asuntos fundamentales como la relación con los Estados Unidos.
En el caso del proceso electoral que vivimos en México y que finalizará (esperemos) el próximo 2 de julio, los medios internacionales le han dado una cobertura relativamente amplia por varias razones, empezando porque es la primera elección desde que la alternancia democrática hizo su aparición con el triunfo del PAN en el 2000. La certidumbre de que el partido en el poder ya no puede garantizar el triunfo de su candidato, y la incertidumbre provocada por encuestas que apuntan hacia un resultado muy cerrado, generan las condiciones para construir una narrativa "dramática" sobre la contienda.
De hecho, en la mayoría de las notas publicadas por los principales diarios internacionales desde el segundo y último debate presidencial, lo que se destaca es que nadie puede predecir cuál será el desenlace de la elección presidencial.
La segunda razón que ha despertado el interés de los medios extranjeros, es que el contraste en las personalidades y propuestas de los candidatos del PAN y del PRD es ideal para acentuar el dramatismo con el que se busca revestir al proceso electoral. Los calificativos para describir a AMLO, por ejemplo, van desde el simple "izquierdista", pasando por el ya clásico "populista", hasta algunos más llamativos, como el de "líder de piel oscura en un país donde la gente de tez clara tiende a dominar la clase política", según la apreciación de los periodistas Héctor Tobar y Paul Richter del diario Los Angeles Times. Por su parte, a Felipe Calderón básicamente se le ha etiquetado como un "conservador de centro-derecha", que le daría "continuidad" a las políticas del actual gobierno federal.
Otro aspecto que ha generado atención entre la prensa de otros países, y sobre todo de Estados Unidos, es el impacto que tendrá el resultado electoral en la relación bilateral. Como señalan los mismos reporteros del L.A. Times, el voto de aproximadamente 40 millones de mexicanos "podría afectar a 296 millones de personas que viven al norte de la frontera": si gana AMLO, culminaría la tendencia en América Latina a "rechazar el Consenso de Washington", mientras que una victoria de Calderón "podría convertir a México en un aliado más fuerte que nunca de Estados Unidos".
Pero quizás lo más llamativo de la cobertura internacional sobre la elección en México, son las voces de calma que llegan de fuera. Como señaló el influyente periódico The New York Times, en un editorial publicado apenas el lunes pasado, "en México está ocurriendo algo poco común: una elección presidencial normal".
Igualmente, en un extenso artículo publicado en la revista dominical de ese mismo diario a principios de junio, David Rieff señaló que la "disposición relativamente relajada de Wall Street respecto a una posible victoria de López Obrador, refleja la visión predominante dentro de la administración Bush". El mensaje es claro: para el centro del poder financiero y para el del poder político en Washington, un triunfo de AMLO, en principio, no es motivo de mayor preocupación. Esperemos que no se equivoquen.
Wednesday, June 07, 2006
Un ancla en el centro
Javier Treviño Cantú
El Norte
7 de junio de 2006
Cuando Brozo entrevistó a Andrés Manuel López Obrador el pasado 12 de mayo, cerró la conversación con una pregunta: "¿Qué pasaría si el 3 de julio no te favorecen los resultados de la elección? ¿Aceptarías lo que diga el IFE?". AMLO respondió que "sí, porque en la democracia se gana o se pierde y hay que respetar la decisión del pueblo".
La pregunta refleja las dudas sobre lo que puede ocurrir si el resultado de las próximas elecciones es cuestionado por uno o más de los contendientes. A pesar de la respuesta del candidato del PRD, aún existe la percepción de que el 3 de julio podemos amanecer sin saber a ciencia cierta quién es el nuevo Presidente electo de México.
Ya sea porque el IFE no pueda declarar un ganador, o porque algún partido haya decidido impugnar el resultado de antemano, el 3 de julio podríamos estar ante escenarios muy complicados. Aunque nadie puede predecir el futuro, otros hechos ocurridos en esa misma fecha pueden estimular la imaginación.
El 3 de julio, la Iglesia católica celebra la fiesta de Santo Tomás Apóstol, el discípulo de Jesucristo que no quiso creer en su resurrección hasta que pudo verlo y tocar sus heridas. El 3 de julio de 1883 nació Franz Kafka, el autor de "La Metamorfosis". En su obra, los elementos fantásticos o absurdos muestran la inconsistencia, lo ilógico y hasta lo inaceptable de la realidad.
El 3 de julio de 1976, el rey Juan Carlos Primero nombró a Adolfo Suárez como Presidente del Gobierno español. A pesar de no ser una figura ampliamente reconocida, Suárez logró conjuntar a políticos de distintas corrientes ideológicas para iniciar la nueva era democrática en España. El 3 de julio también celebra su cumpleaños Tom Cruise, el actor de las películas de "Misión Imposible" que caracteriza al agente secreto "Ethan Hunt" para enfrentarse a toda clase de villanos.
Estas efemérides nos permiten pensar en cuatro posibles escenarios para el 3 de julio.
1. Escenario Santo Tomás: gana Roberto Madrazo. Ver para creer. A pesar de las dificultades, las deserciones y de lo que decía la mayoría de las encuestas, el voto duro, la maquinaria electoral priista y el abstencionismo se combinan para llevar a Madrazo a la Presidencia. Por las mismas razones, se multiplica la exigencia de pruebas que confirmen el resultado.
2. Escenario kafkiano: AMLO gana por un margen suficiente para disipar cualquier cuestionamiento. En "La Metamorfosis", Gregorio Samsa despierta un día convertido en insecto. Samsa no entendía qué significaba ser insecto, ni sabía qué hacer con su nuevo cuerpo. Así podríamos levantarnos la mañana del 3 de julio: con un Presidente electo que quizás no entendiera el significado de la institución presidencial en un México de equilibrios de poder, y en un país crecientemente vinculado a la economía global e integrado al espacio de seguridad norteamericano.
3. Escenario de transición a la española: gana Felipe Calderón y supera los reclamos de que su triunfo se debió a una "elección de Estado". Gracias a este impulso logra establecer un acuerdo con las demás fuerzas políticas para formar un gobierno de coalición. De nuevo crecen las expectativas de que México podrá completar la transición hacia una democracia eficaz y una economía capaz de crecer sostenidamente.
4. Escenario Misión Imposible: la votación es tan cerrada que no se puede declarar a un ganador. El IFE anuncia que hará un recuento. La decisión se va al Tribunal Electoral. Todos los partidos impugnan el resultado. Se genera una gran incertidumbre y el nuevo Congreso debe ponerse de acuerdo para nombrar a un Presidente provisional y convocar a una elección extraordinaria.
Estos cuatro escenarios pueden estar cerca o lejos de la realidad. Pero sirven para ilustrar la probabilidad de que el 3 de julio México se encuentre en la disyuntiva del conflicto o el avance hacia un desarrollo económico, político y social más equilibrado y justo. La clave para superarla está en poner un ancla en el centro.
Al momento de escribir este artículo no se conoce el resultado ni el impacto del segundo debate presidencial. Sin embargo, las filtraciones a los medios de comunicación sobre posibles ataques personales durante el evento, el anuncio por parte de la esposa de Carlos Ahumada de que presentaría nuevos videos horas antes del debate, y el presunto atentado que sufriera la misma señora Gurza ayer martes, muestran el clima de tensión al que llegamos a un mes de las elecciones.
Gane quien gane, el 3 de julio necesitamos empezar a anclar el futuro de México en el centro. La base de un desarrollo sostenible sólo puede fincarse en el estado de derecho. No podemos seguir permitiendo que la competencia política lleve al país a extremos que tiren por la borda todo lo que hemos logrado. Ni los fundamentalismos de derecha ni los desplantes de izquierda generan progreso y estabilidad.
Ganar una elección ubicándose en el centro es muy difícil. La naturaleza de la competencia electoral exige marcar diferencias con los rivales, en un sentido del espectro político o en otro. Sin embargo, para asegurar la gobernabilidad de un país tan complejo como el nuestro, sin duda hay que anclar su dirección en el centro y conducirlo por el rumbo de la estabilidad y la certidumbre.
El Norte
7 de junio de 2006
Cuando Brozo entrevistó a Andrés Manuel López Obrador el pasado 12 de mayo, cerró la conversación con una pregunta: "¿Qué pasaría si el 3 de julio no te favorecen los resultados de la elección? ¿Aceptarías lo que diga el IFE?". AMLO respondió que "sí, porque en la democracia se gana o se pierde y hay que respetar la decisión del pueblo".
La pregunta refleja las dudas sobre lo que puede ocurrir si el resultado de las próximas elecciones es cuestionado por uno o más de los contendientes. A pesar de la respuesta del candidato del PRD, aún existe la percepción de que el 3 de julio podemos amanecer sin saber a ciencia cierta quién es el nuevo Presidente electo de México.
Ya sea porque el IFE no pueda declarar un ganador, o porque algún partido haya decidido impugnar el resultado de antemano, el 3 de julio podríamos estar ante escenarios muy complicados. Aunque nadie puede predecir el futuro, otros hechos ocurridos en esa misma fecha pueden estimular la imaginación.
El 3 de julio, la Iglesia católica celebra la fiesta de Santo Tomás Apóstol, el discípulo de Jesucristo que no quiso creer en su resurrección hasta que pudo verlo y tocar sus heridas. El 3 de julio de 1883 nació Franz Kafka, el autor de "La Metamorfosis". En su obra, los elementos fantásticos o absurdos muestran la inconsistencia, lo ilógico y hasta lo inaceptable de la realidad.
El 3 de julio de 1976, el rey Juan Carlos Primero nombró a Adolfo Suárez como Presidente del Gobierno español. A pesar de no ser una figura ampliamente reconocida, Suárez logró conjuntar a políticos de distintas corrientes ideológicas para iniciar la nueva era democrática en España. El 3 de julio también celebra su cumpleaños Tom Cruise, el actor de las películas de "Misión Imposible" que caracteriza al agente secreto "Ethan Hunt" para enfrentarse a toda clase de villanos.
Estas efemérides nos permiten pensar en cuatro posibles escenarios para el 3 de julio.
1. Escenario Santo Tomás: gana Roberto Madrazo. Ver para creer. A pesar de las dificultades, las deserciones y de lo que decía la mayoría de las encuestas, el voto duro, la maquinaria electoral priista y el abstencionismo se combinan para llevar a Madrazo a la Presidencia. Por las mismas razones, se multiplica la exigencia de pruebas que confirmen el resultado.
2. Escenario kafkiano: AMLO gana por un margen suficiente para disipar cualquier cuestionamiento. En "La Metamorfosis", Gregorio Samsa despierta un día convertido en insecto. Samsa no entendía qué significaba ser insecto, ni sabía qué hacer con su nuevo cuerpo. Así podríamos levantarnos la mañana del 3 de julio: con un Presidente electo que quizás no entendiera el significado de la institución presidencial en un México de equilibrios de poder, y en un país crecientemente vinculado a la economía global e integrado al espacio de seguridad norteamericano.
3. Escenario de transición a la española: gana Felipe Calderón y supera los reclamos de que su triunfo se debió a una "elección de Estado". Gracias a este impulso logra establecer un acuerdo con las demás fuerzas políticas para formar un gobierno de coalición. De nuevo crecen las expectativas de que México podrá completar la transición hacia una democracia eficaz y una economía capaz de crecer sostenidamente.
4. Escenario Misión Imposible: la votación es tan cerrada que no se puede declarar a un ganador. El IFE anuncia que hará un recuento. La decisión se va al Tribunal Electoral. Todos los partidos impugnan el resultado. Se genera una gran incertidumbre y el nuevo Congreso debe ponerse de acuerdo para nombrar a un Presidente provisional y convocar a una elección extraordinaria.
Estos cuatro escenarios pueden estar cerca o lejos de la realidad. Pero sirven para ilustrar la probabilidad de que el 3 de julio México se encuentre en la disyuntiva del conflicto o el avance hacia un desarrollo económico, político y social más equilibrado y justo. La clave para superarla está en poner un ancla en el centro.
Al momento de escribir este artículo no se conoce el resultado ni el impacto del segundo debate presidencial. Sin embargo, las filtraciones a los medios de comunicación sobre posibles ataques personales durante el evento, el anuncio por parte de la esposa de Carlos Ahumada de que presentaría nuevos videos horas antes del debate, y el presunto atentado que sufriera la misma señora Gurza ayer martes, muestran el clima de tensión al que llegamos a un mes de las elecciones.
Gane quien gane, el 3 de julio necesitamos empezar a anclar el futuro de México en el centro. La base de un desarrollo sostenible sólo puede fincarse en el estado de derecho. No podemos seguir permitiendo que la competencia política lleve al país a extremos que tiren por la borda todo lo que hemos logrado. Ni los fundamentalismos de derecha ni los desplantes de izquierda generan progreso y estabilidad.
Ganar una elección ubicándose en el centro es muy difícil. La naturaleza de la competencia electoral exige marcar diferencias con los rivales, en un sentido del espectro político o en otro. Sin embargo, para asegurar la gobernabilidad de un país tan complejo como el nuestro, sin duda hay que anclar su dirección en el centro y conducirlo por el rumbo de la estabilidad y la certidumbre.
Wednesday, May 24, 2006
Encrucijada ilógica
Javier Treviño Cantú
El Norte
24 de mayo de 2006
El debate sobre el tema migratorio en Estados Unidos llegó a una encrucijada. Aquí confluyen la formulación de políticas públicas y la política exterior de ese país, con la política electoral y la política empresarial vinculada a lo que el Presidente Eisenhower llamó el "complejo militar-industrial".
En uno de los ejes de esta encrucijada está el derecho soberano de un país a formular las leyes que le convengan y aplicarlas con todos los recursos a su disposición, junto con la obligación que tiene esa nación, al ser parte de la comunidad internacional, de tomar en cuenta los intereses y necesidades de otros países. Es el eje de la lógica jurídica.
Nuestro vecino del Norte tiene todo el derecho de reformar su sistema migratorio. Sin embargo, la naturaleza transnacional del fenómeno exige soluciones conjuntas y estrategias coordinadas. De otra forma, la acción unilateral sólo atenderá un aspecto del problema, impidiendo regular uno de los principales retos del siglo.
En la intensa discusión sobre el tema migratorio que se ha generado en Estados Unidos, destaca la ausencia de voces que adviertan sobre el impacto que tendría en México la aprobación final de una iniciativa enfocada casi exclusivamente en el control total de la frontera.
Una de las pocas excepciones ha sido el profesor Stephen Haber, de la Universidad de Stanford, quien señaló en el Wall Street Journal que cualquier propuesta de reforma migratoria debería considerar la "fragilidad" de la economía y la democracia mexicanas. En su opinión, si se cierra esta "válvula de escape", el desempleo y el subempleo se elevarían "dramáticamente", las remesas disminuirían y la "frustración" de la gente crecería. Nada de esto favorece la estabilidad de México, y "no hay ningún escenario en el que un México política y socialmente inestable esté en el interés de Estados Unidos".
A pesar de esta llamada de alerta, y en una coyuntura tan delicada como la de nuestras próximas elecciones, el Presidente George W. Bush incluyó en su reciente propuesta dos acciones muy controvertidas: asignar seis mil efectivos de la Guardia Nacional para apoyar el control de la frontera con México y construir una "barda virtual" a lo largo de toda la línea divisoria, bajo la dirección de las principales compañías proveedoras de armamento y tecnologías de seguridad.
Así, en el segundo eje de la encrucijada migratoria convergen las elecciones en Estados Unidos y la compleja relación entre los Departamentos de Defensa y de Seguridad Territorial, el Congreso y los contratistas privados. Éste es el eje de la lógica política.
Frente a una creciente lista de escándalos y con niveles de aprobación que incluso han bajado del 30 por ciento, a finales de marzo pasado el Presidente Bush nombró a Josh Bolten como su nuevo Jefe de Gabinete y reasignó las funciones de su "gurú" político Karl Rove con un solo objetivo: asegurar que el Partido Republicano mantenga el control de la Cámara de Representantes y del Senado en las elecciones de noviembre.
Los demócratas necesitan ganar 15 elecciones clave para obtener la mayoría en la Cámara baja. Según el "Cook Report", el número de contiendas que pueden perder los republicanos se ha elevado de 24 a 36. La situación en el Senado es un poco más difícil, ya que los demócratas necesitarían obtener seis nuevos escaños, y solamente siete contiendas parecen ser suficientemente competidas.
En este contexto, a principios de mayo la revista Time dio a conocer un supuesto plan ideado por Bolten para recuperar la iniciativa política. El primer punto consideraba desplegar acciones para reforzar el control fronterizo con México, con un alto contenido simbólico y fuerte impacto mediático. De ahí el uso con fines político-electorales de la Guardia Nacional, y la negación de que eso implique la militarización de la frontera.
El otro extremo de este segundo eje se relaciona con un punto del mensaje del Presidente Bush que ha pasado relativamente desapercibido: la construcción de una "barda virtual" a lo largo de toda la frontera. Esto forma parte de la Iniciativa Frontera Segura que se anunció en noviembre pasado, pero tiene una particularidad.
De acuerdo con el New York Times, el Departamento de Seguridad Territorial ha pedido a las compañías participantes que provean los equipos, pero también que diseñen toda la estrategia para "conjuntar al personal, las tecnologías y las barreras físicas" que permitan controlar la frontera. Según el diario, el Subsecretario encargado del programa les dijo que era "una invitación poco usual", porque les está pidiendo que le digan cómo hacer su trabajo.
La regulación de los flujos migratorios es uno de los retos más complejos que enfrentan México y Estados Unidos. La impericia puede convertirla en la chispa que haga estallar el andamiaje institucional que hemos logrado construir hasta ahora. El choque irresponsable de la lógica jurídica con la lógica política nos ha llevado a una encrucijada ilógica. La única salida será la promoción de políticas públicas de largo plazo, que atiendan en forma integral una situación insostenible. A corto plazo, sin embargo, habrá que esperar a que pasen las elecciones, aquí y allá.
El Norte
24 de mayo de 2006
El debate sobre el tema migratorio en Estados Unidos llegó a una encrucijada. Aquí confluyen la formulación de políticas públicas y la política exterior de ese país, con la política electoral y la política empresarial vinculada a lo que el Presidente Eisenhower llamó el "complejo militar-industrial".
En uno de los ejes de esta encrucijada está el derecho soberano de un país a formular las leyes que le convengan y aplicarlas con todos los recursos a su disposición, junto con la obligación que tiene esa nación, al ser parte de la comunidad internacional, de tomar en cuenta los intereses y necesidades de otros países. Es el eje de la lógica jurídica.
Nuestro vecino del Norte tiene todo el derecho de reformar su sistema migratorio. Sin embargo, la naturaleza transnacional del fenómeno exige soluciones conjuntas y estrategias coordinadas. De otra forma, la acción unilateral sólo atenderá un aspecto del problema, impidiendo regular uno de los principales retos del siglo.
En la intensa discusión sobre el tema migratorio que se ha generado en Estados Unidos, destaca la ausencia de voces que adviertan sobre el impacto que tendría en México la aprobación final de una iniciativa enfocada casi exclusivamente en el control total de la frontera.
Una de las pocas excepciones ha sido el profesor Stephen Haber, de la Universidad de Stanford, quien señaló en el Wall Street Journal que cualquier propuesta de reforma migratoria debería considerar la "fragilidad" de la economía y la democracia mexicanas. En su opinión, si se cierra esta "válvula de escape", el desempleo y el subempleo se elevarían "dramáticamente", las remesas disminuirían y la "frustración" de la gente crecería. Nada de esto favorece la estabilidad de México, y "no hay ningún escenario en el que un México política y socialmente inestable esté en el interés de Estados Unidos".
A pesar de esta llamada de alerta, y en una coyuntura tan delicada como la de nuestras próximas elecciones, el Presidente George W. Bush incluyó en su reciente propuesta dos acciones muy controvertidas: asignar seis mil efectivos de la Guardia Nacional para apoyar el control de la frontera con México y construir una "barda virtual" a lo largo de toda la línea divisoria, bajo la dirección de las principales compañías proveedoras de armamento y tecnologías de seguridad.
Así, en el segundo eje de la encrucijada migratoria convergen las elecciones en Estados Unidos y la compleja relación entre los Departamentos de Defensa y de Seguridad Territorial, el Congreso y los contratistas privados. Éste es el eje de la lógica política.
Frente a una creciente lista de escándalos y con niveles de aprobación que incluso han bajado del 30 por ciento, a finales de marzo pasado el Presidente Bush nombró a Josh Bolten como su nuevo Jefe de Gabinete y reasignó las funciones de su "gurú" político Karl Rove con un solo objetivo: asegurar que el Partido Republicano mantenga el control de la Cámara de Representantes y del Senado en las elecciones de noviembre.
Los demócratas necesitan ganar 15 elecciones clave para obtener la mayoría en la Cámara baja. Según el "Cook Report", el número de contiendas que pueden perder los republicanos se ha elevado de 24 a 36. La situación en el Senado es un poco más difícil, ya que los demócratas necesitarían obtener seis nuevos escaños, y solamente siete contiendas parecen ser suficientemente competidas.
En este contexto, a principios de mayo la revista Time dio a conocer un supuesto plan ideado por Bolten para recuperar la iniciativa política. El primer punto consideraba desplegar acciones para reforzar el control fronterizo con México, con un alto contenido simbólico y fuerte impacto mediático. De ahí el uso con fines político-electorales de la Guardia Nacional, y la negación de que eso implique la militarización de la frontera.
El otro extremo de este segundo eje se relaciona con un punto del mensaje del Presidente Bush que ha pasado relativamente desapercibido: la construcción de una "barda virtual" a lo largo de toda la frontera. Esto forma parte de la Iniciativa Frontera Segura que se anunció en noviembre pasado, pero tiene una particularidad.
De acuerdo con el New York Times, el Departamento de Seguridad Territorial ha pedido a las compañías participantes que provean los equipos, pero también que diseñen toda la estrategia para "conjuntar al personal, las tecnologías y las barreras físicas" que permitan controlar la frontera. Según el diario, el Subsecretario encargado del programa les dijo que era "una invitación poco usual", porque les está pidiendo que le digan cómo hacer su trabajo.
La regulación de los flujos migratorios es uno de los retos más complejos que enfrentan México y Estados Unidos. La impericia puede convertirla en la chispa que haga estallar el andamiaje institucional que hemos logrado construir hasta ahora. El choque irresponsable de la lógica jurídica con la lógica política nos ha llevado a una encrucijada ilógica. La única salida será la promoción de políticas públicas de largo plazo, que atiendan en forma integral una situación insostenible. A corto plazo, sin embargo, habrá que esperar a que pasen las elecciones, aquí y allá.
Wednesday, May 10, 2006
Sin enfoque
Javier Treviño Cantú
El Norte
10 de mayo de 2006
La política exterior de México nunca ha sido el tema que define el resultado de una elección presidencial. El próximo 2 de julio, la situación no será diferente. Sin embargo, en estos meses de campaña, el asunto ha recibido una mayor atención por, al menos, cuatro razones.
La primera es que nuestro país está cada vez más integrado a la economía global, y a la de Estados Unidos en particular. Tenemos 12 tratados de libre comercio con distintos países y regiones del mundo, incluyendo al TLC de América del Norte. Esto se ha reflejado en el incremento de las exportaciones como proporción del PIB que, según la Secretaría de Economía, han pasado de representar 15 por ciento en 1993 a 34 por ciento en 2004.
La segunda razón es la suma de los problemas diplomáticos que han ocurrido a lo largo de este gobierno. En los últimos cinco años se han generado tensiones o, en el mejor de los casos, malos entendidos con diversos países de todo nuestro continente. Entre otras, se han dado fricciones con la República Dominicana y Cuba en el Caribe. En América del Sur, los roces han ocurrido con Venezuela, Brasil, Argentina e, incluso, con Chile, un país al que nos une un Acuerdo de Asociación Estratégica.
Las diferencias también se han producido con Estados Unidos. La tardía reacción del gobierno mexicano a los atentados del 11 de septiembre de 2001 y, en especial, la forma en que operó su negativa al apoyo para la guerra contra Saddam Hussein en Iraq, provocaron un enfriamiento glacial de la relación bilateral.
La tercera razón por la cual la política exterior ha sido un poco más visible en la actual contienda electoral tiene que ver con este distanciamiento entre México y Estados Unidos. La víctima más evidente, aunque no la única, fue el descarrilamiento de un posible acuerdo migratorio y la consolidación de la migración como un asunto prioritario para ambos países.
Para nosotros, porque representa una "válvula de seguridad" ante el marcado déficit en la creación de empleos bien remunerados que demanda una creciente población económicamente activa, y por los altísimos niveles que han alcanzado las remesas enviadas por los trabajadores migratorios a las zonas más pobres del País.
Para el gobierno del Presidente Bush, el tema se ha convertido en una prioridad por la inseguridad que afecta a los estadounidenses; tanto en términos de futuros ataques terroristas como de la pérdida de empleos por los nuevos procesos globales de producción y subcontratación de servicios en países como China o la India, y de la supuesta amenaza cultural que plantean los inmigrantes "hispanos".
La cuarta razón que ha generado mayor atención sobre el tema de política exterior es el nuevo imperativo de seguridad que marca las relaciones internacionales, empezando por la de México y Estados Unidos.
Pero la visibilidad del tema no ha logrado que los políticos se enfoquen. Las propuestas de los principales candidatos a la Presidencia han sido muy vagas. En materia comercial, el del PRD buscaría renegociar el TLCAN para "evitar... la libre importación de maíz y frijol" a partir de 2008. El del PRI propone "desarrollar nuestra organización económica espacial, a partir de definir cuencas económicas regionales y zonas económicas estratégicas", mientras que el del PAN ofrece "aprovechar los tratados comerciales suscritos para detonar áreas poco desarrolladas", pero sin decir cómo.
Las tensiones diplomáticas ofrecen una oportunidad al perredista para proponer una relación de "respeto con todos los pueblos y gobiernos del mundo"; una "política exterior responsable" al panista; y una propuesta "internacionalista, cosmopolita y firme partidaria del multilateralismo y del combate a las asimetrías" al priista.
Los tres candidatos insisten en que buscarían un acuerdo migratorio con Estados Unidos. López Obrador sostiene que "en la agenda con el gobierno de Estados Unidos el tema principal será la migración". Felipe Calderón señala que "México puede y debe insistir en un acuerdo migratorio", mientras que Roberto Madrazo ha dicho que buscaría "analizar conjuntamente la situación del mercado laboral (y) promover una regulación ordenada de los flujos migratorios".
La cuestión, nuevamente, es que ninguno detalla la forma en que llevaría a la mesa de negociaciones bilaterales un asunto que se ha convertido en uno de los principales temas de política interna en Estados Unidos. Según una encuesta reciente de Gallup, para los estadounidenses la migración se ha vuelto el segundo problema más importante de su país, tan sólo detrás de la guerra en Iraq.
Por último, en cuanto al tema de la seguridad, ninguno ha dicho con claridad si asumirá plenamente los términos de la Alianza para la Seguridad y la Prosperidad de América del Norte, y todos los compromisos que ya parece haber contraído el actual gobierno mexicano en el marco de este opaco mecanismo de cooperación.
El 2 de julio, la política exterior no será el tema decisivo para la gran mayoría de los electores. Pero, sin duda, para el gobierno que inicia el 1 de diciembre, las relaciones internacionales de México serán una de las áreas a las que más atención deberá dedicarle. ¿Estará preparado para ello?
El Norte
10 de mayo de 2006
La política exterior de México nunca ha sido el tema que define el resultado de una elección presidencial. El próximo 2 de julio, la situación no será diferente. Sin embargo, en estos meses de campaña, el asunto ha recibido una mayor atención por, al menos, cuatro razones.
La primera es que nuestro país está cada vez más integrado a la economía global, y a la de Estados Unidos en particular. Tenemos 12 tratados de libre comercio con distintos países y regiones del mundo, incluyendo al TLC de América del Norte. Esto se ha reflejado en el incremento de las exportaciones como proporción del PIB que, según la Secretaría de Economía, han pasado de representar 15 por ciento en 1993 a 34 por ciento en 2004.
La segunda razón es la suma de los problemas diplomáticos que han ocurrido a lo largo de este gobierno. En los últimos cinco años se han generado tensiones o, en el mejor de los casos, malos entendidos con diversos países de todo nuestro continente. Entre otras, se han dado fricciones con la República Dominicana y Cuba en el Caribe. En América del Sur, los roces han ocurrido con Venezuela, Brasil, Argentina e, incluso, con Chile, un país al que nos une un Acuerdo de Asociación Estratégica.
Las diferencias también se han producido con Estados Unidos. La tardía reacción del gobierno mexicano a los atentados del 11 de septiembre de 2001 y, en especial, la forma en que operó su negativa al apoyo para la guerra contra Saddam Hussein en Iraq, provocaron un enfriamiento glacial de la relación bilateral.
La tercera razón por la cual la política exterior ha sido un poco más visible en la actual contienda electoral tiene que ver con este distanciamiento entre México y Estados Unidos. La víctima más evidente, aunque no la única, fue el descarrilamiento de un posible acuerdo migratorio y la consolidación de la migración como un asunto prioritario para ambos países.
Para nosotros, porque representa una "válvula de seguridad" ante el marcado déficit en la creación de empleos bien remunerados que demanda una creciente población económicamente activa, y por los altísimos niveles que han alcanzado las remesas enviadas por los trabajadores migratorios a las zonas más pobres del País.
Para el gobierno del Presidente Bush, el tema se ha convertido en una prioridad por la inseguridad que afecta a los estadounidenses; tanto en términos de futuros ataques terroristas como de la pérdida de empleos por los nuevos procesos globales de producción y subcontratación de servicios en países como China o la India, y de la supuesta amenaza cultural que plantean los inmigrantes "hispanos".
La cuarta razón que ha generado mayor atención sobre el tema de política exterior es el nuevo imperativo de seguridad que marca las relaciones internacionales, empezando por la de México y Estados Unidos.
Pero la visibilidad del tema no ha logrado que los políticos se enfoquen. Las propuestas de los principales candidatos a la Presidencia han sido muy vagas. En materia comercial, el del PRD buscaría renegociar el TLCAN para "evitar... la libre importación de maíz y frijol" a partir de 2008. El del PRI propone "desarrollar nuestra organización económica espacial, a partir de definir cuencas económicas regionales y zonas económicas estratégicas", mientras que el del PAN ofrece "aprovechar los tratados comerciales suscritos para detonar áreas poco desarrolladas", pero sin decir cómo.
Las tensiones diplomáticas ofrecen una oportunidad al perredista para proponer una relación de "respeto con todos los pueblos y gobiernos del mundo"; una "política exterior responsable" al panista; y una propuesta "internacionalista, cosmopolita y firme partidaria del multilateralismo y del combate a las asimetrías" al priista.
Los tres candidatos insisten en que buscarían un acuerdo migratorio con Estados Unidos. López Obrador sostiene que "en la agenda con el gobierno de Estados Unidos el tema principal será la migración". Felipe Calderón señala que "México puede y debe insistir en un acuerdo migratorio", mientras que Roberto Madrazo ha dicho que buscaría "analizar conjuntamente la situación del mercado laboral (y) promover una regulación ordenada de los flujos migratorios".
La cuestión, nuevamente, es que ninguno detalla la forma en que llevaría a la mesa de negociaciones bilaterales un asunto que se ha convertido en uno de los principales temas de política interna en Estados Unidos. Según una encuesta reciente de Gallup, para los estadounidenses la migración se ha vuelto el segundo problema más importante de su país, tan sólo detrás de la guerra en Iraq.
Por último, en cuanto al tema de la seguridad, ninguno ha dicho con claridad si asumirá plenamente los términos de la Alianza para la Seguridad y la Prosperidad de América del Norte, y todos los compromisos que ya parece haber contraído el actual gobierno mexicano en el marco de este opaco mecanismo de cooperación.
El 2 de julio, la política exterior no será el tema decisivo para la gran mayoría de los electores. Pero, sin duda, para el gobierno que inicia el 1 de diciembre, las relaciones internacionales de México serán una de las áreas a las que más atención deberá dedicarle. ¿Estará preparado para ello?
Tuesday, April 25, 2006
El futuro de los periódicos
Javier Treviño Cantú
El Norte
26 de abril de 2006
En los últimos veinte años, mi experiencia profesional ha estado vinculada, de una forma u otra, a la prensa internacional. En este tiempo, aunque los nuevos espacios para la comunicación se han ampliado constantemente, el futuro de los medios tradicionales —y en especial el de los periódicos—, sigue dependiendo de dos factores clave.
Primero, de su capacidad para adaptarse a la cambiante realidad tecnológica; y, segundo, de su voluntad para asumir un auténtico compromiso de calidad con el público que los lee. Esto último significa mantener altos estándares éticos, pero sin sacrificar aquellos aspectos que los sigan haciendo atractivos para un público que cada vez tiene más opciones para informarse, entretenerse, interactuar y, lo más importante de todo, crear sus propios contenidos.
Según un estudio del Centro Pew (http://www.pewinternet.org/), 57% de los jóvenes en Estados Unidos que usa Internet genera todo tipo de contenidos. Como comenta el semanario inglés The Economist, la nueva forma de crear y compartir textos, música e imágenes está haciendo que la mera “transmisión” de información se convierta en un “diálogo” cada vez más intenso entre la gente.
Recientemente hemos visto ejemplos contrastantes de la forma en la que diversos periódicos están reaccionando ante la nueva realidad. Por una parte, algunos están buscando aprovechar los avances tecnológicos para reposicionarse. Según una nota del lunes pasado, el diario financiero belga De Tijd está probando una nueva tecnología para producir un “periódico electrónico”, con una pantalla digital que refleja la luz, y que por lo tanto requiere muy poca energía para poder leerse.
Otros periódicos, como el francés Les Echos y un grupo de diarios de 13 países, participan en un proceso para probar aproximadamente 300 formatos tecnológicos. El objetivo es desarrollar un periódico de plástico flexible, que pueda doblarse para poderlo llevar a todas partes y leerse como un periódico “normal”, con contenidos —incluyendo anuncios— constantemente actualizados, que tenga un precio accesible (de entre 100 y 150 pesos) y que dure unos tres o cuatro meses.
Por otra parte, algunos diarios han seguido abriendo las puertas a los blogs de sus propios periodistas. Sin embargo, los resultados no siempre son positivos. Los Angeles Times, por ejemplo, acaba de suspender la bitácora personal de uno de sus colaboradores, Michael Hiltzik, debido a que utilizaba varios seudónimos para apoyar la columna que publica en ese mismo periódico y lanzar ataques encubiertos contra otros blogs.
Algunos periodistas han reaccionado a las nuevas presiones del mercado recurriendo a una de las costumbres más antiguas y lamentables del negocio mediático: el chantaje. Hace unos días, el profesor Mark Caldwell comentaba en las páginas del New York Times sobre los antecedentes de esta práctica, la cual parece haber sido muy común en los diarios que se publicaban en Nueva York hacia finales del siglo XIX y principios del XX. Lo hizo a raíz del escándalo en el que se ha visto envuelto Jared Paul Stern, uno de los colaboradores de la célebre “página 6” del New York Post.
La “página 6” está dedicada literalmente al chisme. Su impacto para cierto tipo de negocios en Nueva York es determinante, como la industria restaurantera. Una buena reseña de un nuevo sitio significa toda la diferencia entre el éxito o el fracaso. Stern acaba de ser despedido, ya que una investigación del FBI aparentemente permitió comprobar que estaba tratando de extorsionar a un empresario, Ron Burckle, pidiéndole poco más de 200 mil dólares a cambio de un trato más favorable en la “página 6”.
Otros periódicos siguen echando mano de una práctica periodística tan vieja como la anterior: el escándalo. El lunes de la semana pasada, el rey de los tabloides ingleses The Sun —que al igual que el New York Post pertenece al grupo de medios de Rupert Murdoch— estuvo a punto de causar un incidente diplomático entre el Reino Unido y Alemania. La causa fue la publicación de fotografías “comprometedoras” de la nueva Canciller alemana, Angela Merkel, mientras se cambiaba el traje de baño durante sus vacaciones en una playa de Italia.
En contraste, tres periodistas de Estados Unidos acaban de recibir el Premio Pulitzer por su compromiso con el auténtico periodismo de investigación. Dana Priest del Washington Post recibió el reconocimiento por sus artículos sobre las prisiones secretas que mantiene la CIA en varios países de Europa, mientras que James Risen y Eric Lichtblau del New York Times lo obtuvieron por sus reportajes sobre el espionaje en suelo estadounidense contra supuestos terroristas islámicos, realizado por la administración Bush sin la plena aprobación del Congreso. Ambos premios reflejan el papel central que deben seguir jugando los periódicos en países democráticos.
A pesar de que la creatividad de toda la gente capaz de generar y compartir sus propios contenidos es más que bienvenida, nuestro futuro exige un periodismo profesional, basado en prácticas y estándares éticos, que permita ir detrás de las apariencias inmediatas, que ofrezca el contexto y los referentes históricos de los hechos.
El Norte
26 de abril de 2006
En los últimos veinte años, mi experiencia profesional ha estado vinculada, de una forma u otra, a la prensa internacional. En este tiempo, aunque los nuevos espacios para la comunicación se han ampliado constantemente, el futuro de los medios tradicionales —y en especial el de los periódicos—, sigue dependiendo de dos factores clave.
Primero, de su capacidad para adaptarse a la cambiante realidad tecnológica; y, segundo, de su voluntad para asumir un auténtico compromiso de calidad con el público que los lee. Esto último significa mantener altos estándares éticos, pero sin sacrificar aquellos aspectos que los sigan haciendo atractivos para un público que cada vez tiene más opciones para informarse, entretenerse, interactuar y, lo más importante de todo, crear sus propios contenidos.
Según un estudio del Centro Pew (http://www.pewinternet.org/), 57% de los jóvenes en Estados Unidos que usa Internet genera todo tipo de contenidos. Como comenta el semanario inglés The Economist, la nueva forma de crear y compartir textos, música e imágenes está haciendo que la mera “transmisión” de información se convierta en un “diálogo” cada vez más intenso entre la gente.
Recientemente hemos visto ejemplos contrastantes de la forma en la que diversos periódicos están reaccionando ante la nueva realidad. Por una parte, algunos están buscando aprovechar los avances tecnológicos para reposicionarse. Según una nota del lunes pasado, el diario financiero belga De Tijd está probando una nueva tecnología para producir un “periódico electrónico”, con una pantalla digital que refleja la luz, y que por lo tanto requiere muy poca energía para poder leerse.
Otros periódicos, como el francés Les Echos y un grupo de diarios de 13 países, participan en un proceso para probar aproximadamente 300 formatos tecnológicos. El objetivo es desarrollar un periódico de plástico flexible, que pueda doblarse para poderlo llevar a todas partes y leerse como un periódico “normal”, con contenidos —incluyendo anuncios— constantemente actualizados, que tenga un precio accesible (de entre 100 y 150 pesos) y que dure unos tres o cuatro meses.
Por otra parte, algunos diarios han seguido abriendo las puertas a los blogs de sus propios periodistas. Sin embargo, los resultados no siempre son positivos. Los Angeles Times, por ejemplo, acaba de suspender la bitácora personal de uno de sus colaboradores, Michael Hiltzik, debido a que utilizaba varios seudónimos para apoyar la columna que publica en ese mismo periódico y lanzar ataques encubiertos contra otros blogs.
Algunos periodistas han reaccionado a las nuevas presiones del mercado recurriendo a una de las costumbres más antiguas y lamentables del negocio mediático: el chantaje. Hace unos días, el profesor Mark Caldwell comentaba en las páginas del New York Times sobre los antecedentes de esta práctica, la cual parece haber sido muy común en los diarios que se publicaban en Nueva York hacia finales del siglo XIX y principios del XX. Lo hizo a raíz del escándalo en el que se ha visto envuelto Jared Paul Stern, uno de los colaboradores de la célebre “página 6” del New York Post.
La “página 6” está dedicada literalmente al chisme. Su impacto para cierto tipo de negocios en Nueva York es determinante, como la industria restaurantera. Una buena reseña de un nuevo sitio significa toda la diferencia entre el éxito o el fracaso. Stern acaba de ser despedido, ya que una investigación del FBI aparentemente permitió comprobar que estaba tratando de extorsionar a un empresario, Ron Burckle, pidiéndole poco más de 200 mil dólares a cambio de un trato más favorable en la “página 6”.
Otros periódicos siguen echando mano de una práctica periodística tan vieja como la anterior: el escándalo. El lunes de la semana pasada, el rey de los tabloides ingleses The Sun —que al igual que el New York Post pertenece al grupo de medios de Rupert Murdoch— estuvo a punto de causar un incidente diplomático entre el Reino Unido y Alemania. La causa fue la publicación de fotografías “comprometedoras” de la nueva Canciller alemana, Angela Merkel, mientras se cambiaba el traje de baño durante sus vacaciones en una playa de Italia.
En contraste, tres periodistas de Estados Unidos acaban de recibir el Premio Pulitzer por su compromiso con el auténtico periodismo de investigación. Dana Priest del Washington Post recibió el reconocimiento por sus artículos sobre las prisiones secretas que mantiene la CIA en varios países de Europa, mientras que James Risen y Eric Lichtblau del New York Times lo obtuvieron por sus reportajes sobre el espionaje en suelo estadounidense contra supuestos terroristas islámicos, realizado por la administración Bush sin la plena aprobación del Congreso. Ambos premios reflejan el papel central que deben seguir jugando los periódicos en países democráticos.
A pesar de que la creatividad de toda la gente capaz de generar y compartir sus propios contenidos es más que bienvenida, nuestro futuro exige un periodismo profesional, basado en prácticas y estándares éticos, que permita ir detrás de las apariencias inmediatas, que ofrezca el contexto y los referentes históricos de los hechos.
Tuesday, April 18, 2006
Wednesday, April 12, 2006
Generación M
Javier Treviño Cantú
El Norte
12 de abril de 2006
Salir de vacaciones en Semana Santa significaba olvidarse de todo. Pero las tecnologías de la información también están cambiando esa realidad. A donde vayamos, el teléfono celular, la computadora portátil, el iPod, el BlackBerry o cualquier otro aparato electrónico que pueda conectarse a una red de telecomunicaciones, hacen que sigamos pendientes de mil cosas a la vez.
La creciente conectividad nos da la oportunidad de realizar más tareas que nunca. Con una computadora y una conexión a internet podemos estudiar o hacer nuestro trabajo y, al mismo tiempo, escuchar música a través de una estación de radio de cualquier país. Podemos recibir alertas sobre las noticias que más nos interesan, revisar periódicos de todo el mundo, escuchar programas radiofónicos y ver televisión o videos en distintos formatos.
También podemos pagar nuestros impuestos, formar parte de distintas cibercomunidades, jugar toda clase de juegos en línea, responder nuestra correspondencia electrónica, abrir varios canales de comunicación por escrito con gente que está conectada al mismo tiempo que nosotros, o llamarles por "compu-teléfono" a través de servicios tan eficientes y baratos como el de www.skype.com.
Esta capacidad para multiplicar las cosas que podemos hacer simultáneamente es una de las principales características que define la nueva época en la que vivimos. Es lo que en inglés se conoce como "multi-tasking". En un sentido estricto, la habilidad para "multi-funcionar" no es nada nuevo. Desde los orígenes de la humanidad la gente ha tenido que realizar múltiples tareas. El concepto del "hombre del renacimiento" resume las diversas capacidades de personajes como Leonardo Da Vinci, que entre otras cosas fuera un pintor y escultor extraordinario, investigador del cuerpo humano, e inventor de máquinas y aparatos demasiado adelantados para su época.
Sin embargo, la "multi-funcionalidad" describe a las sociedades contemporáneas. Y en especial a los jóvenes, que han crecido durante los últimos 15 años a la par de las computadoras y de conexiones teleinformáticas cada vez más rápidas. Es la nueva "Generación M".
Los jóvenes de la Generación M se distinguen por la creciente cantidad de actividades que llevan a cabo. Desde más horas de estudio en la escuela y actividades extra-curriculares para sobresalir en un mundo marcado por la competencia exacerbada, hasta el tiempo que le dedican a mantenerse al corriente de las cambiantes modas y tendencias, para no quedarse fuera de las conversaciones del momento.
La "multi-funcionalidad" también afecta a la estructura familiar. A finales del mes pasado, la revista Time le dedicó su portada a la Generación M, definiéndola como la de los jóvenes que están en sus recámaras, pegados a la pantalla de la computadora, en un chat room de myspace o en una sesión de instant messenger, contestando sus correos electrónicos, con los audífonos de su iPod puestos y enviando mensajes SMS por su teléfono celular, todo al mismo tiempo que hacen la tarea.
Pero esta generación también alcanza a las mamás y a los papás, que a su vez deben multi-funcionar para cumplir sus respectivas responsabilidades profesionales, llevar a los hijos a sus actividades por las tardes, atender sus propias relaciones sociales, ya sea en persona o en el ciberespacio, y por supuesto, hacer tiempo para tratar de mantener unida a la familia.
El resultado, sin embargo, es un creciente desencuentro familiar. Todos pueden compartir el mismo techo, pero cada quien vive en su propio tecno-mundo. Cada quien habita un espacio personalizado, en donde los puntos de contacto y las coincidencias de intereses con la familia son mucho menores que con aquellos miembros de las cibercomunidades a las que pertenezcan.
El problema, como señala el artículo de Time, es que multiplicarse para hacer varias cosas a la vez en realidad no funciona del todo bien. Citando varios análisis académicos, la revista señala que el cerebro no puede hacer distintas actividades al mismo tiempo. Hay acciones y habilidades "automáticas", como caminar, que pueden hacerse mientras se piensa en otras cosas. Pero, en realidad, todas las decisiones que tomamos las hacemos de manera "secuencial".
Según Time, "cuando la gente trata de hacer dos o más tareas relacionadas entre sí al mismo tiempo, o alternándolas rápidamente, los errores se incrementan y se tarda más del doble de tiempo para hacer cada una, que si se hicieran siguiendo una secuencia".
En México la Generación M ya se está manifestando. Un estudio internacional, dado a conocer el año pasado por Yahoo, la consultoría de estudios de mercado TRU y la firma inglesa de comunicaciones OMD, señala que los mexicanos de entre 13 y 24 años son los que más descargan música de internet, tienen más ciberamigos fuera de su propio país, y apenas son superados por los jóvenes de la India y Gran Bretaña en cuanto al uso exhaustivo de todas las funciones que vienen incluidas en los teléfonos celulares avanzados.
Esta tendencia no se va a detener. Pero si queremos preservar la institución familiar, aprovechar las nuevas tecnologías y ayudar a que los jóvenes tengan éxito, debemos encontrar el botón de "pausa" y hacerlos entender la importancia de darse tiempo para reflexionar.
El Norte
12 de abril de 2006
Salir de vacaciones en Semana Santa significaba olvidarse de todo. Pero las tecnologías de la información también están cambiando esa realidad. A donde vayamos, el teléfono celular, la computadora portátil, el iPod, el BlackBerry o cualquier otro aparato electrónico que pueda conectarse a una red de telecomunicaciones, hacen que sigamos pendientes de mil cosas a la vez.
La creciente conectividad nos da la oportunidad de realizar más tareas que nunca. Con una computadora y una conexión a internet podemos estudiar o hacer nuestro trabajo y, al mismo tiempo, escuchar música a través de una estación de radio de cualquier país. Podemos recibir alertas sobre las noticias que más nos interesan, revisar periódicos de todo el mundo, escuchar programas radiofónicos y ver televisión o videos en distintos formatos.
También podemos pagar nuestros impuestos, formar parte de distintas cibercomunidades, jugar toda clase de juegos en línea, responder nuestra correspondencia electrónica, abrir varios canales de comunicación por escrito con gente que está conectada al mismo tiempo que nosotros, o llamarles por "compu-teléfono" a través de servicios tan eficientes y baratos como el de www.skype.com.
Esta capacidad para multiplicar las cosas que podemos hacer simultáneamente es una de las principales características que define la nueva época en la que vivimos. Es lo que en inglés se conoce como "multi-tasking". En un sentido estricto, la habilidad para "multi-funcionar" no es nada nuevo. Desde los orígenes de la humanidad la gente ha tenido que realizar múltiples tareas. El concepto del "hombre del renacimiento" resume las diversas capacidades de personajes como Leonardo Da Vinci, que entre otras cosas fuera un pintor y escultor extraordinario, investigador del cuerpo humano, e inventor de máquinas y aparatos demasiado adelantados para su época.
Sin embargo, la "multi-funcionalidad" describe a las sociedades contemporáneas. Y en especial a los jóvenes, que han crecido durante los últimos 15 años a la par de las computadoras y de conexiones teleinformáticas cada vez más rápidas. Es la nueva "Generación M".
Los jóvenes de la Generación M se distinguen por la creciente cantidad de actividades que llevan a cabo. Desde más horas de estudio en la escuela y actividades extra-curriculares para sobresalir en un mundo marcado por la competencia exacerbada, hasta el tiempo que le dedican a mantenerse al corriente de las cambiantes modas y tendencias, para no quedarse fuera de las conversaciones del momento.
La "multi-funcionalidad" también afecta a la estructura familiar. A finales del mes pasado, la revista Time le dedicó su portada a la Generación M, definiéndola como la de los jóvenes que están en sus recámaras, pegados a la pantalla de la computadora, en un chat room de myspace o en una sesión de instant messenger, contestando sus correos electrónicos, con los audífonos de su iPod puestos y enviando mensajes SMS por su teléfono celular, todo al mismo tiempo que hacen la tarea.
Pero esta generación también alcanza a las mamás y a los papás, que a su vez deben multi-funcionar para cumplir sus respectivas responsabilidades profesionales, llevar a los hijos a sus actividades por las tardes, atender sus propias relaciones sociales, ya sea en persona o en el ciberespacio, y por supuesto, hacer tiempo para tratar de mantener unida a la familia.
El resultado, sin embargo, es un creciente desencuentro familiar. Todos pueden compartir el mismo techo, pero cada quien vive en su propio tecno-mundo. Cada quien habita un espacio personalizado, en donde los puntos de contacto y las coincidencias de intereses con la familia son mucho menores que con aquellos miembros de las cibercomunidades a las que pertenezcan.
El problema, como señala el artículo de Time, es que multiplicarse para hacer varias cosas a la vez en realidad no funciona del todo bien. Citando varios análisis académicos, la revista señala que el cerebro no puede hacer distintas actividades al mismo tiempo. Hay acciones y habilidades "automáticas", como caminar, que pueden hacerse mientras se piensa en otras cosas. Pero, en realidad, todas las decisiones que tomamos las hacemos de manera "secuencial".
Según Time, "cuando la gente trata de hacer dos o más tareas relacionadas entre sí al mismo tiempo, o alternándolas rápidamente, los errores se incrementan y se tarda más del doble de tiempo para hacer cada una, que si se hicieran siguiendo una secuencia".
En México la Generación M ya se está manifestando. Un estudio internacional, dado a conocer el año pasado por Yahoo, la consultoría de estudios de mercado TRU y la firma inglesa de comunicaciones OMD, señala que los mexicanos de entre 13 y 24 años son los que más descargan música de internet, tienen más ciberamigos fuera de su propio país, y apenas son superados por los jóvenes de la India y Gran Bretaña en cuanto al uso exhaustivo de todas las funciones que vienen incluidas en los teléfonos celulares avanzados.
Esta tendencia no se va a detener. Pero si queremos preservar la institución familiar, aprovechar las nuevas tecnologías y ayudar a que los jóvenes tengan éxito, debemos encontrar el botón de "pausa" y hacerlos entender la importancia de darse tiempo para reflexionar.
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