Friday, May 27, 2005

¿Independencia?

Javier Treviño Cantú
El Norte
16 de septiembre de 2004

Ayer cantamos el Himno Nacional a las 12 del día y dimos "el Grito" a las 11 de la noche. Hoy celebramos un aniversario más de la Independencia de México. Pero, más allá de los símbolos, quizás lo único que en verdad podríamos festejar es nuestra interdependencia.

En la era de la globalización, ningún país es plenamente independiente y soberano. Ni la única superpotencia es inmune a la realidad de una economía mundial cada vez más interrelacionada. Tampoco está a salvo de un mundo cada vez más peligroso, en donde las organizaciones criminales transnacionales aprovechan internet, y la porosidad de las fronteras, para cometer actos terroristas o traficar drogas, personas, armas y mil cosas más.

La creciente integración está generando algunos beneficios indudables. Pero también plantea riesgos muy grandes. Los gobiernos ven con angustia cómo los márgenes de maniobra de su política económica se reducen frente a la influencia de actores tan poderosos como los mercados financieros. En situaciones de recesión o crisis, las posibilidades de un contagio crecen exponencialmente, y cualquiera que no acate las reglas del juego es castigado de manera severa e inmediata.

Esta experiencia la hemos vivido en México varias veces. Desde hace una década, con la entrada en vigor del TLC, nuestra economía es cada vez más interdependiente con la de Estados Unidos. Para no ir más lejos, ahora el gobierno de Nuevo León pretende establecer una integración regional en el noreste del País y estrechar la relación con Texas todavía más. Todo esto significa que, en muchos sentidos, nuestra suerte ya no depende sólo de lo que hagamos nosotros, sino de lo que ocurra al otro lado de nuestra frontera norte, o en otros países y mercados.

Por esta razón, tenemos que estar más atentos que nunca a lo que ocurre en el exterior. Y en estos momentos las noticias no son buenas. De hecho, algunos analistas consideran que la economía global está enfrentando serios peligros. Según Fred Bergsten, director del Institute for International Economics (IEE), su futuro pende de un hilo. En la edición más reciente del semanario The Economist, Bergsten identifica cinco amenazas que debemos tomar en cuenta. Las tres primeras tienen que ver con Estados Unidos, mientras que las otras dos son China y los precios del petróleo.

El riesgo más preocupante es el déficit en la cuenta corriente de Estados Unidos. En estos momentos es de unos 600 mil millones de dólares, alrededor de 5 por ciento de su PIB. Son palabras mayores. De acuerdo con algunos cálculos, esta cifra puede superar el billón (trillón en inglés) de dólares para el año 2010. Estados Unidos está importando más o menos el doble de lo que exporta, y todo parece indicar que la tendencia se mantendrá en el futuro cercano.

Además, los pagos para atender el servicio de su inmensa deuda externa -de unos 2.5 billones de dólares- también seguirán creciendo, sobre todo si las tasas de interés se elevan. Esto significa que, en algún momento, el dólar podría sufrir una fuerte caída. Paul Volcker, el ex director de la Reserva Federal de EU, considera que existe un 75 por ciento de probabilidades de que el dólar sufra una devaluación significativa durante los próximos 5 años.

El segundo peligro es el déficit presupuestal de los mismos Estados Unidos. Se espera que, al 30 de septiembre próximo, éste alcance una cifra récord de 422 mil millones de dólares. Para Bergsten, el tercer riesgo son las tendencias proteccionistas del gobierno estadounidense. Ellas son provocadas por la sobrevaluación del dólar y la pérdida de empleos ante fenómenos como el "outsourcing", la subcontratación de un número cada vez mayor de actividades y procesos de negocios en países con costos más bajos, como la India.

El próximo 2 de noviembre, nuestros vecinos elegirán a su Presidente. Independientemente del ganador, estas tres amenazas seguirán representando un peligro para el resto del mundo, y en especial para nosotros. Debemos estar preparados para enfrentar sus consecuencias.

La cuarta amenaza identificada por el director del IIE es China. Con tasas de crecimiento durante los últimos años de 9-10 por ciento, existe consenso en el sentido de que su economía está "sobrecalentada". Los nuevos dirigentes del gigante asiático, encabezados por Hu Jintao, han estado tomando una serie de medidas para frenarla. Lo que nadie sabe es si logrará un "aterrizaje" suave, o si se estrellará, arrastrando al resto de Asia y buena parte del mundo con ella.

Por último, Fred Bergsten considera que los altos precios nominales del petróleo son el quinto factor que afecta la estabilidad de la economía global. Sus estimaciones indican que por cada 10 dólares que sube el precio del barril, el crecimiento global anual se reduce en unos 250 ó 300 mil millones de dólares. Otros analistas consideran que los precios del barril de petróleo pueden llegar a los 60 ó 70 dólares. Si se producen nuevos atentados terroristas que afecten la producción en el Medio Oriente, Rusia, o inclusive aquí en México, el costo del energético podría ser aun mayor. La consecuencia sería una recesión global de dimensiones sin precedentes.

A estos riesgos se podrían sumar muchos más. Por lo pronto, deberían ser suficientes para ayudarnos a entender que estamos ante un escenario muy delicado. Lo único que no podemos hacer es pretender que no pasa nada. No debemos suponer que las condiciones de la economía mundial, a la que estamos cada vez más integrados, son estables. No tenemos todo el tiempo del mundo para desperdiciarlo en discusiones sobre si el Presidente invitó o no al Jefe de Gobierno de la Ciudad de México al Grito en Palacio Nacional.

La interdependencia global es una realidad. La mejor forma -si no es que la única- de festejar nuestra "independencia nacional" es poniendo nuestra propia casa en orden. En realidad, no hay tiempo qué perder.

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