Javier Treviño Cantú
El Norte
23 de diciembre de 2004
Entre la larga lista de pendientes que tendrán que retomarse en 2005, los cambios para hacer más eficiente a Pemex deben ocupar un lugar prioritario. A pesar de los frenéticos esfuerzos de la bancada panista en el Senado, el nuevo régimen fiscal de la paraestatal finalmente no logró ser aprobado.
De manera sorpresiva, a finales de octubre, la Cámara de Diputados aceptó la propuesta enviada por el Ejecutivo sin hacerle mayores cambios. En términos prácticos, el nuevo esquema significaría que Pemex podría contar al año con recursos adicionales de entre 15 y 30 mil millones de pesos para exploración y producción.
Además, los diputados establecieron que las nuevas condiciones deberían comenzar a aplicarse hasta 2006, siempre y cuando se autorizara darle autonomía financiera, y de gestión, a la empresa. Muy pronto, sin embargo, crecieron las sospechas de que la propuesta representaba un nuevo paso en el camino para privatizar a Pemex.
Según diversos análisis, la iniciativa ampliaría los Contratos de Servicios Múltiples a la extracción ya no sólo de gas, sino también de petróleo, mediante concesiones a compañías particulares. Las dudas aumentaron cuando altos funcionarios de Hacienda manifestaron la intención de que Pemex colocara acciones en la Bolsa de Valores.
El rechazo de los los sectores "nacionalistas" del PRD y el PRI no se hizo esperar. A principios de noviembre, la aprobación definitiva del nuevo régimen fiscal de Pemex se empantanó en el Senado de la República. Encabezados por el Presidente de la Comisión de Hacienda, Fauzi Hamdan, los senadores panistas echaron toda la carne al asador para que los cambios fueran avalados por sus colegas de la oposición. No tuvieron éxito.
La semana pasada, el Senado decidió ponerse como límite el mes de febrero próximo para revisar la propuesta. Entre la llegada del año nuevo y la inevitable cuesta de enero, esto significa que los senadores se dieron un margen de tiempo muy estrecho para analizar y decidir sobre un asunto con profundas implicaciones para el futuro de nuestro país.
Este año, Pemex tendrá ingresos históricos por la exportación de petróleo crudo. Tan sólo entre enero y noviembre, éstos sumaron 19 mil 503 millones de dólares, casi 5 mil millones más que durante el mismo periodo del año anterior. En lo que va del actual sexenio, los ingresos de divisas generados por Pemex se acercan a los 60 mil millones de dólares.
La pregunta es: ¿de dónde van a salir los recursos para equilibrar los miles de millones de pesos que Pemex dejará de pagar en impuestos y que podrá utilizar para recuperar su menguado patrimonio e invertir en la exploración y explotación de nuevos yacimientos?
Mientras nuestros legisladores se ponen de acuerdo, o no, la actual administración de Pemex sigue endeudándose. Durante los últimos cuatro años, su deuda total ha crecido aproximadamente 150 por ciento. En septiembre sumó más de 485 mil millones de pesos, y para 2005 contempla contratar unos 8 mil 500 millones de dólares adicionales.
A las dificultades financieras se suman las tecnológicas. Pemex no tiene capacidad para extraer crudo de zonas como Chicontepec, en Veracruz, o de pozos en aguas profundas. Según declaraciones de un alto funcionario de Pemex, publicadas esta semana en EL NORTE, de los más de 53 mil millones de barriles clasificados como reservas probables, casi 30 mil millones corresponden a yacimientos localizados en las profundidades del Golfo de México.
Para el nuevo director de la paraestatal, Luis Ramírez Corzo, esto significa que la única opción es abrirse a la inversión privada. La coyuntura internacional pareciera darle peso a sus argumentos. Algunos analistas consideran que se estarían produciendo cambios importantes en la industria petrolera mundial. El poder de las grandes compañías privadas está siendo puesto a prueba por empresas petroleras nacionales, con participación gubernamental, de todo el mundo.
Estas no sólo controlan el petróleo ubicado en sus países, sino que cada vez tienen mayor capacidad para competir en el escenario global. Las compañías chinas CNOOC, Sinopec y PetroChina, por ejemplo, son consideradas como auténticos rivales por la británica BP. Para otras, como la firma italiana Eni, las únicas capaces de hacer frente a proyectos multimillonarios siguen siendo las siete u ocho grandes empresas que dominan la industria.
Aun así, la mayoría coincide en que es necesario encontrar nuevos mecanismos para trabajar conjuntamente. Hasta ahora, la opción más viable ha sido que la compañía nacional mantenga la propiedad del crudo y que el Gobierno le pague a la contraparte privada con un porcentaje de la producción extraída. Otros proponen simplemente que las compañías nacionales contraten a las grandes multinacionales para realizar proyectos específicos.
Durante los próximos años se espera que el precio del petróleo se mantenga en niveles cercanos a los 30 dólares el barril. Pero también pueden darse condiciones para que nuevamente suba hasta los 50 dólares o más. A corto plazo, para México esto representa un flujo de divisas muy importante, que puede posponer la urgencia de reformar a Pemex.
A mediano y largo plazo, sin embargo, Pemex necesita un nuevo marco regulatorio que le permita competir con sus pares nacionales y negociar en mejores condiciones con las grandes petroleras globales para aprovechar al máximo la riqueza natural que aún tenemos.
En todo caso, por supuesto, se tomarán las cosas con calma. ¿Qué más podemos esperar de nuestros legisladores? Si bien nos va y el Senado ratifica la reforma aprobada por la Cámara de Diputados, el nuevo régimen fiscal de la paraestatal entrará en vigor hasta 2006. Si, por el contrario, los senadores no cumplen su compromiso de definir una postura clara a más tardar en febrero, seguiremos siendo meros espectadores de un juego global del que depende gran parte de nuestro futuro como nación.
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