Javier Treviño Cantú
El Norte
1 de enero de 2003
2002: El Recuento.
Hacer "predicciones" para el 2003, en un entorno tan dinámico e incierto, resulta casi imposible. Pero existen algunas tendencias que debemos tomar en cuenta para aprovechar las oportunidades y estar en mejores condiciones para hacer frente a los riesgos que seguramente surgirán.
Todo indica que durante el año próximo se profundizarán las tensiones que generan la preeminencia de Estados Unidos y su lucha contra el terrorismo, la lentitud de la recuperación de las principales economías del mundo y el creciente desencanto con los actores políticos -especialmente en América Latina- por la falta de resultados tangibles para la mayoría de la población.
Vamos por partes. El gobierno de Estados Unidos parece estar decidido a librar una guerra contra Iraq que puede tener efectos impredecibles. Incluso si la lucha es relativamente corta y "aséptica", en el Medio Oriente se agravará el resentimiento. Más gente y organizaciones podrían sumarse a la causa terrorista, con lo que se aceleraría la espiral de violencia.
Pero, quizás lo más importante es que la decisión de atacar al régimen de Hussein, con o sin el aval de las Naciones Unidas, puede incrementar las tensiones con Europa, Rusia y China, socavando las bases para la consolidación de un entorno global más estable y, por ende, seguro. La Unión Europea se consolida como el verdadero rival, que no enemigo, de Estados Unidos en la arena mundial, con un enfoque propio para buscar soluciones duraderas a los retos y conflictos actuales. La guerra contra Iraq puede ser el catalizador que los ubique en campos opuestos.
Rusia ha sabido aprovechar como nadie las oportunidades generadas por los ataques del 11 de septiembre, pero su relación con Estados Unidos es muy volátil y, si sus intereses en Medio Oriente se ven afectados, Vladimir Putin puede encontrar mayores resistencias a la cooperación que ha impulsado con su antiguo y acérrimo rival.
En China, la nueva dirigencia que encabeza Hu Jintao enfrenta tres retos simultáneos: tomar plenamente el control político del País, impulsar las reformas que requiere la economía para seguir creciendo en forma acelerada y encontrar los equilibrios necesarios para prolongar el buen estado de las relaciones con Estados Unidos, a la vez que promueve sus intereses como potencia en la región, específicamente en lo que se refiere a la siempre compleja relación con Taiwán.
En este sentido, en el 2003 se puede anticipar tensiones serias entre los actores internacionales de mayor peso, con el consecuente impacto en la confianza de los consumidores y en las decisiones de inversión corporativas, lo cual puede generar mayor incertidumbre y, con ella, el retraso de la recuperación económica global.
Si bien la economía de Estados Unidos creció más de lo esperado en el 2002 -2.4 por ciento según las estimaciones más recientes-, sigue presentando indicadores contradictorios, lo cual refleja las dificultades para la consolidación del repunte. No obstante, existe la percepción de que sus bases son sólidas y de que se puede esperar un crecimiento sostenido, aunque menos "explosivo" que el de la década pasada. Además, el gobierno del Presidente Bush parece estar dando muestras de que está decidido a ser el motor de la recuperación global.
Aun así, Europa sigue sin despegar y Japón se mantiene estancado, impidiendo una reactivación sincronizada que ayude a generar resultados y argumentos a favor de un esquema económico global más eficaz, que permita crear una mayor riqueza cuyos beneficios alcancen a un creciente número de personas en todo el mundo.
En cierta medida, ésta es una de las causas para el desencanto que se vive en prácticamente todo el planeta respecto a los actores políticos. La democracia sigue siendo la mejor opción de gobierno con que se cuenta, pero ha demostrado que no es una panacea, ni una solución mágica al reto que implica hacer frente tanto a rezagos ancestrales como a nuevas amenazas, incluyendo una profunda brecha digital. Esto ha quedado de manifiesto con mucha claridad en América Latina y, en el 2003, es factible esperar que las tensiones se agraven ante la falta de resultados tangibles para el grueso de los ciudadanos. Junto a la democracia, los ciudadanos exigen, y merecen, un sistema eficaz para la formulación e instrumentación de las políticas públicas.
De esta manera, es un hecho que el año próximo también será muy difícil para nuestro país. Ante la incapacidad de impulsar las reformas estructurales que requiere la economía y en un marco electoral en donde volverán a florecer los insultos, quejas y acusaciones, lo más probable es que sigamos perdiendo competitividad y que no contemos con los elementos necesarios para replantear la agenda de cooperación con Estados Unidos.
Frente a un 2003 tan complejo como el que se puede anticipar, sería necesario darle un sentido de urgencia a todas nuestras acciones, para aprovechar las oportunidades que se presenten al transformar nuestro indudable avance democrático en buen gobierno.
En este contexto, la incertidumbre a escala global debería convertirse en un incentivo para actuar con decisión a nivel local y nacional. Es cierto que cada vez estamos más integrados al mundo, pero lograr las reformas pendientes y generar así mayor certidumbre no depende del exterior, sino de nosotros. Nuestra seguridad y bienestar están en nuestras manos.
El autor fue Subsecretario de Relaciones Exteriores (1994-1998).
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