Javier Treviño Cantú
El Norte
22 de enero de 2004
Esta semana inició formalmente la que promete ser una de las elecciones presidenciales en Estados Unidos más agresivas y competidas de su historia. A primera vista, el Presidente en funciones, George W. Bush, parece tener todo de su lado para ganar, pero enfrenta serios peligros internos y globales que pueden poner en riesgo sus intenciones de reelegirse.
Por su parte, los precandidatos del Partido Demócrata libran su propia lucha fraticida, poniendo en evidencia una de las debilidades estructurales de la democracia contemporánea. Mientras que el Presidente Bush no tendrá que desgastarse -política y financieramente- compitiendo con otros rivales republicanos, los Demócratas están enfrascados en un proceso donde las descalificaciones y los ataques siguen imponiéndose sobre las propuestas y los mensajes positivos.
En muchos países del mundo, incluyendo a México, uno de los principales desafíos para los partidos políticos es definir mecanismos que les permitan seleccionar a los mejores candidatos, sin tener que enfrentarlos entre sí. Las elecciones primarias erosionan las estructuras partidistas, indispensables para luego contender con los candidatos de los partidos rivales. Los precandidatos se concentran en recaudar fondos, comprar tiempos en la televisión y atacar a sus oponentes, lo que provoca un creciente desencanto entre los electores. Pero así está diseñado el sistema y, parafraseando a Churchill, hasta ahora la democracia ha demostrado ser el peor sistema de gobierno, con excepción de todos los demás.
Por ello, entre las primeras elecciones vecinales, los llamados "caucuses", que se llevaron a cabo el lunes por la noche en el estado de Iowa, y hasta que se defina quién será el candidato demócrata, la atención electoral estará enfocada en ese partido. Seguramente conoceremos al ganador después del "Súper Martes" 2 de marzo, cuando se celebran elecciones primarias y "caucuses" en 10 estados, entre ellos California. Mientras tanto, la contienda parece una auténtica "montaña rusa".
En una estrategia que tiene muchos paralelismos con la que siguió en nuestro país el hoy Presidente Vicente Fox, desde el año pasado el ex Gobernador de Vermont, Howard Dean, se adelantó al lanzar una precampaña innovadora, que hasta el lunes pasado parecía haberle dado una clara ventaja.
A pesar de su reconocida falta de experiencia en asuntos internacionales y de seguridad, existía una percepción de que la victoria del doctor Dean era "inevitable". Las razones eran simples: un mensaje agresivo para sacar de la Casa Blanca al Presidente Bush por haber llevado a Estados Unidos a una guerra innecesaria contra Iraq; el uso de internet para organizar a grupos de "Amigos de Dean" en todo el país; una gran capacidad para recaudar fondos; y una forma de hablar "franca y directa". Pero el puntero tropezó. El Senador por Massachusetts, John Kerry, vino de atrás para ganar la primera contienda en Iowa; el "populista" Senador por Carolina del Norte, John Edwards, quedó en segundo lugar y Dean sólo alcanzó el tercer puesto. El gran perdedor fue el veterano representante por Missouri, Richard Gephardt, quien ya anunció su retiro de la contienda.
El resultado fue una verdadera sorpresa, y ahora la mira está puesta en la elección primaria del próximo martes 27 de enero, en el estado de New Hampshire. Ahí, Howard Dean sigue adelante en las encuestas, aunque Kerry ahora está en un cercano segundo lugar, mientras que el general retirado Wesley Clark, quien decidió no participar en los caucuses de Iowa, espera su oportunidad para demostrar que es el único demócrata realmente capaz de retar al Presidente Bush en el espinoso terreno de la seguridad nacional.
En cualquier caso, quien resulte nominado por el Partido Demócrata enfrenta una tarea titánica: convencer al pueblo estadounidense de que debe "cambiar de caballo a mitad del río", justo cuando el país está en medio de una guerra global contra el terrorismo y en proceso de recuperación económica.
Según encuestas recientes, como la del diario Washington Post y la cadena de televisión ABC del pasado 19 de enero, 56 por ciento de los estadounidenses sigue pensando que la guerra en contra de Iraq fue una decisión correcta; y 55 por ciento confía en que el Gobierno pueda prevenir un nuevo ataque terrorista dentro de Estados Unidos. Salvo que esto último ocurriera, la ventaja del Presidente Bush en esta materia parece definitiva.
El mayor riesgo para el actual mandatario, entonces, estaría relacionado con la economía y con asuntos internos siempre delicados en términos electorales, como el sistema de seguridad social y servicios médicos, o la propuesta de reforma migratoria. De acuerdo con la misma encuesta, el 58 por ciento de los estadounidenses considera que la economía es el principal problema que enfrenta el país, y para un Presidente que ha visto evaporarse casi dos y medio millones de empleos desde que llegó a la Casa Blanca, la posibilidad de enfrentar a un electorado de desempleados es una auténtica pesadilla.
Diversos estudios muestran que, al igual que en el 2000, la sociedad y los votantes de Estados Unidos siguen polarizados. En la elección de hace cuatro años, George W. Bush y Al Gore obtuvieron prácticamente el mismo porcentaje de votos, 48 por ciento, y la victoria dependió más del complicado sistema electoral estadounidense y de la calidad de los abogados de cada candidato que del voto de la gente. Esta vez, las posibilidades de que Bush obtenga una victoria contundente, o que el resultado de nuevo sea parejo, siguen siendo las mismas: 50-50. ¿Alguien quiere jugar un volado?
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