Javier Treviño Cantú
El Norte
26 de mayo de 2005
Después de atravesar por su propia "década perdida", Japón nuevamente está dando muestras de una recuperación que, si bien no es espectacular, parece tener bases firmes. Gracias a diversas iniciativas públicas de largo alcance, a la flexibilidad de sus grandes corporaciones multinacionales y, lo más importante de todo, al legendario compromiso con la calidad que distingue a sus compañías, Japón está demostrando que sigue siendo uno de los principales actores en el escenario de la competitividad global.
Durante la década de los 80, y hasta principios de los 90, Japón se convirtió en el modelo a seguir. La capacidad para recuperarse después de la Segunda Guerra Mundial convirtió a la economía japonesa en una historia de éxito. Japón desarrolló una sólida planta industrial, primero copiando otros modelos y luego ubicándose a la vanguardia de la investigación y el desarrollo en los sectores de alta tecnología.
Librerías de todo el mundo se llenaron de obras sobre el Sistema Empresarial Japonés. Muchas compañías occidentales mandaron a sus altos ejecutivos a tomar cursos intensivos de japonés. Restaurantes de tepanyaki y barras de sushi aparecieron en todo el mundo. Películas de afamados directores como Akira Kurosawa, programas de caricaturas y populares revistas, conocidas en ese país asiático como "manga", complementaron su poderío económico con un influyente "poder suave" cultural.
El éxito condujo a excesos. Los mercados de bienes raíces en Japón, Estados Unidos y Europa se inflaron porque los japoneses pagaban precios exorbitantes. En el momento de mayor auge, se llegó a calcular que el terreno donde se ubica el Palacio Imperial en Tokio valía más que todo el estado de California. El hilo se rompió por lo más delgado. Debido al complejo entramado corporativo japonés y a la falta de un marco regulatorio y de supervisión eficaz, la "burbuja" estalló en 1991, cuando el sistema financiero ya no pudo hacer frente a una monumental cartera vencida.
Para Japón, los años 90 y el inicio del nuevo siglo se convirtieron en una "década perdida". Los consumidores japoneses, preocupados por una inseguridad laboral hasta entonces desconocida y el envejecimiento progresivo de la sociedad, dejaron de gastar. Esto acabó por conducir a un fenómeno opuesto a la inflación, pero igual o más dañino: la deflación, o la caída sistemática de los precios. El crecimiento y la desaceleración económica se alternaron constantemente. La economía japonesa se volvió demasiado dependiente de las exportaciones y la inversión pública. Las incipientes recuperaciones que se registraron en 1997, o el 2000, fueron frenadas por políticas fiscales y monetarias demasiado restrictivas.
Pero no todo se perdió para Japón durante los últimos años. El gobierno, las empresas y las organizaciones japonesas han llevado a cabo una serie de reformas que están empezando a rendir frutos. En el número más reciente de la revista Foreign Affairs, Thomas Bleha describe la forma en la que Japón ha tomado la delantera para aprovechar los beneficios de la era de la conectividad a internet de banda ancha: crecimiento económico, elevada productividad, innovación tecnológica y calidad de vida.
En el 2000, el gobierno japonés creó el Consejo para una Estrategia de Tecnología de la Información, encabezado por Nobuyuki Idei, el Presidente de Sony. Con base en un nuevo y muy competitivo régimen de telecomunicaciones, en menos de cinco años el Consejo alcanzó su meta principal: 80 por ciento de los hogares japoneses tienen acceso a internet de banda ancha a una tarifa accesible, equivalente a menos de 300 pesos al mes en promedio. Japón también se ha puesto al frente en el uso de la telefonía móvil de amplio espectro. El 60 por ciento de su población utiliza teléfonos de tercera y, próximamente, cuarta generación, desde los cuales se puede tener acceso a toda la red global de comunicaciones en tiempo real.
Por su parte, muchas de las grandes corporaciones japonesas han logrado incrementar su competitividad al realizar ajustes profundos a sus estrategias de crecimiento global. Un claro ejemplo es Toyota: hasta la crisis que se desató en Asia en 1997, ensamblaba sus vehículos en distintos mercados alrededor del mundo, pero seguía produciendo prácticamente todos los motores, transmisiones y componentes claves en Japón.
Debido al incremento prohibitivo de los costos, ahora también los produce en países como la India, Argentina, Sudáfrica y México. Hasta la fecha, la nueva estrategia parece estar dándole resultado: a finales de 2004, Toyota contaba con un 12 por ciento del mercado automotriz global total, y su meta es elevar esta cifra a 15 por ciento para el 2010. La clave, por supuesto, estará en que logre mantener su famosa calidad y confiabilidad.
Como comenta un artículo reciente en el Financial Times, la calidad es lo que permite a las empresas manufactureras que siguen produciendo en Japón ser competitivas, a pesar de que los trabajadores japoneses ganen 20 o más veces que los empleados en China. Como los de Takenaka Manufacturing, que tiene un predominio absoluto en el mercado mundial de los tornillos de unos cinco metros utilizados en la industria nuclear, por la sencilla razón de que son los mejores. Llevan un registro exacto de la fecha y temperatura en que se produjo cada uno de ellos.
La historia se repite en muchos otros sectores, desde los aparatos de precisión para fabricar chips, hasta los nuevos materiales para la industria textil y aeroespacial. Incluso los bancos están recuperándose. Esta semana, el Mizuho Financial Group, uno de los grupos financieros más importantes de Japón, anunció que sus ganancias crecieron 54 por ciento, y que su cartera vencida se redujo a 2.12 por ciento del total, menos de la mitad en comparación con el año anterior.
Todo esto se está reflejando en un crecimiento más alto y en una mayor fortaleza interna de la economía japonesa. El año pasado, su PIB creció 2.68 por ciento, la tasa más alta en mucho tiempo, aunque para este año la OCDE acaba de reducir su expectativa de crecimiento de 2.1 a 1.5 por ciento. Japón aún enfrenta muchos retos estructurales, pero por algo sigue siendo la segunda economía del mundo.
Ahora que acaba de entrar en vigor el nuevo Tratado de Libre Comercio entre México y Japón, debemos hacer un esfuerzo por conocerlo mejor, y entender que, para ser más competitivos, el gobierno, las empresas y la sociedad tenemos que estar dispuestos a cambiar y a asumir un compromiso inquebrantable con la calidad. No hay otro camino.
3 comments:
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