Javier Treviño Cantú
El Norte
3 de febrero de 2005
El tema central del Foro Económico Mundial, que se llevó a cabo en Davos, Suiza, fue la necesidad de asumir la responsabilidad de tomar decisiones difíciles. El profesor Klaus Schwab, organizador de este evento desde 1971, no pudo haber encontrado un mejor "hilo conductor" para los complejos tiempos que enfrenta la sociedad global de nuestros días.
¿Qué es más importante, abatir la pobreza extrema o promover que más gente tenga acceso a Internet en todo el mundo? ¿Es necesario enfocarse en prevenir un mayor calentamiento global o en lograr que China cumpla las reglas de protección a la propiedad intelectual? ¿Qué debe hacer un país interesado en atraer inversión productiva para impulsar su desarrollo? ¿A qué hay que darle prioridad en nuestro mundo globalizado?
Son decisiones difíciles, y tomarlas implica asumir costos muy altos. Sobre todo en un mundo en donde las viejas líneas que separaban las esferas de lo público y lo privado son cada vez más tenues. Las fronteras entre los asuntos internos de un país y la influencia que ejerce una cantidad creciente de actores externos son cada vez menos claras. Nuestro entorno cambia a gran velocidad y las prioridades que hoy son urgentes, al año siguiente son sustituidas por otras.
¿Quién tiene la capacidad de definir en lo que hay que concentrarse para atender con eficacia los retos de hoy, y de mañana? ¿Los líderes políticos -ya sean democráticamente electos o no-, los empresarios, los académicos, filántropos que pueden donar cientos de millones de dólares como Bill Gates, o celebridades con conciencia social como el cantante Bono?
Pocas veces tenemos oportunidad de ver con tanta claridad los nuevos equilibrios y contrastes que caracterizan al mundo actual. En una de las reuniones sobre pobreza, en Davos, la actriz Sharon Stone mostró el poder que tiene la gente famosa. Ante las emotivas palabras del Presidente de Tanzania, Benjamin Mkapa, la protagonista de "Bajos Instintos" saltó de su silla y anunció que donaría 10 mil dólares para comprar mosquiteros y ayudar a prevenir la malaria en ese país. En 10 minutos, los participantes que se sumaron a su convocatoria reunieron un millón de dólares.
De la misma forma, también se reflejaron los cambios en el equilibrio geopolítico. Aunque el evento coincidió con las primeras elecciones democráticas en Iraq, el tema de la lucha internacional contra el terrorismo ya no figuró entre los más importantes. En cambio, prácticamente en todas las mesas de trabajo hubo algún asunto relacionado con China que generó interés.
En una entrevista concedida durante el Foro, Bill Gates comentó que China será el factor de cambio más importante durante los próximos 20 años. De lo que nadie está muy seguro es si el impacto de este cambio será benéfico o negativo para el resto del mundo. Por lo pronto, en esta ocasión, los altos funcionarios chinos que asistieron a la reunión no dieron muestras de estar demasiado dispuestos a tomar decisiones tan difíciles como la de revaluar su moneda.
El interés generalizado por el gigante asiático me hizo recordar el que generaban hace 15 años los países de Europa Oriental. Apenas unos meses después de que se derrumbara el Muro de Berlín, la atención prioritaria del Foro de Davos estaba totalmente concentrada en esta región. Y, al igual que esta vez, México se encontraba fuera del radar de los líderes políticos y empresariales que asistían a la cumbre anual.
El 2 de febrero de 1990, el Presidente Salinas se presentó ante los 800 empresarios más influyentes del mundo e intentó mostrar un panorama positivo para atraer inversiones hacia México. Pero ni las ventajas de la ubicación geoestratégica de nuestro país ni las medidas modernizadoras de su gobierno fueron lo suficientemente atractivas como para desplazar el interés que despertaba Europa del Este.
Por más que Salinas argumentaba que estas naciones apenas iniciaban el camino que México ya estaba recorriendo, no lograba captar la atención de los inversionistas. Sus frases quedaron congeladas en el hielo de Davos: "Si se frustran las esperanzas, puede perderse el sentido del futuro y surgir la nostalgia por el pasado". "Que estos signos espléndidos del cambio no nublen la visión global de Europa y no distraigan su atención hacia nuestro continente -particularmente hacia México- y hacia otras regiones del mundo".
Abundaron las cifras sobre la reducción de la tasa de inflación, la disminución del déficit del sector público, la privatización de empresas paraestatales, la renegociación de la deuda externa, el adelgazamiento del Estado, la eliminación del proteccionismo económico, las nuevas garantías a la inversión extranjera, el crecimiento económico de 3 por ciento alcanzado en 1989.
Los influyentes hombres de negocios reunidos en Davos reaccionaron con frialdad al llamado de Salinas. En el desairado coctel de la noche del 2 de febrero que ofreció el gobierno de México a los empresarios europeos, Salinas tomó la decisión de abandonar la opción que representaba el proyecto europeo, para enfocarse definitivamente en promover una zona de libre comercio con nuestros vecinos de América del Norte.
Esa misma noche, cuentan que el Presidente mexicano le ordenó a su Secretario de Comercio, Jaime Serra, que abordara en el desayuno del día siguiente a Carla Hills, la entonces Representante Comercial de Estados Unidos, para empezar a explorar las posibilidades de un TLC. Fue una decisión difícil, inspirada por las condiciones del entorno global que se reflejaban, como cada año, en el Foro Económico Mundial de Davos.
Quién sabe cuál será el tema central de la próxima reunión. Pero, en todo caso, nuestros precandidatos a la Presidencia ya deberían estar pensando en el mensaje que podrían llevar a este espacio, a principios del 2007. Muchas veces, el interés nacional depende de la capacidad para captar el interés de los líderes mundiales, de los inversionistas globales y, por supuesto, también de personalidades con un profundo sentido de la responsabilidad social, como Angelina Jolie.
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