Javier Treviño Cantú
El Norte
30 de octubre de 2003
Cuando un Gobierno federal de derecha enfrenta severos rezagos y nuevos retos, en un entorno global que cambia a gran velocidad, las ideas provenientes de un estado pueden ser determinantes para darle un nuevo sentido de dirección al País.
Las imágenes de un Presidente aparentemente distanciado de la realidad, dispuesto a dejar los asuntos de su gobierno en manos de un gabinete desarticulado, y cuya esposa ejerce una importante influencia en la administración, generan la percepción de una pérdida de control. La falta de resultados tangibles para la mayoría de la gente provoca la sensación de que se necesita un nuevo cambio.
Al menos, ésa parece ser la historia detrás de una nueva miniserie sobre la Presidencia de Ronald Reagan que transmitirá, a mediados de noviembre, la cadena de televisión CBS de los Estados Unidos. Según el diario The New York Times, los productores decidieron enfocarse en algunos de los aspectos más controvertidos de la carrera política de Reagan y de su vida familiar, sin entrar en detalles sobre los principales aspectos de su administración.
Durante su primera campaña presidencial, las propuestas de Reagan fueron calificadas como "economía vudú" por quien sería primero su vicepresidente y luego su sucesor, George Bush. Reagan ofrecía crecimiento, recortes a los impuestos, una disminución del gasto social y un aumento significativo del gasto militar, junto con la promesa de equilibrar el presupuesto del Gobierno.
A pesar de tales contradicciones, el éxito rotundo que significó el triunfo sobre la antigua Unión Soviética fue determinante para que George Bush padre resultara electo Presidente, en noviembre de 1988. Estados Unidos había ganado la Guerra Fría y el heredero de Reagan tenía todo para continuar su legado, de no haber sido por la visión de un grupo de demócratas sureños.
A mediados de los 80, el Partido Demócrata controlaba la mayoría en ambas cámaras del Congreso estadounidense y más gubernaturas que sus rivales. Sin embargo, con la breve excepción de Jimmy Carter, no habían logrado ganar la Presidencia desde hacía 20 años, reflejando un creciente distanciamiento con los votantes.
Cuando Reagan venció en las elecciones de 1984 a Walter Mondale en 49 de los 50 estados de la Unión Americana, un grupo de políticos moderados como Al Gore y Joe Lieberman decidieron crear el Consejo para el Liderazgo Democrático (DLC). Este organismo había sido diseñado para proponer "soluciones lógicas" a los retos que enfrentaba el país, más allá de las posiciones ideológico-partidistas tradicionales divididas entre conservadores-republicanos y liberales-demócratas.
En lugar de plantear las clásicas propuestas para ganar el voto de los grupos sociales y las organizaciones tradicionalmente ligadas al partido, la idea del DLC era definir iniciativas que convocaran a un segmento más amplio del electorado. Ello era posible por el carácter "moderado" y su posibilidad de ser puestas en práctica.
A pesar del nuevo enfoque, en 1988, el Partido Demócrata sufrió una nueva humillación. Su candidato, Michael Dukakis, nunca logró articular un mensaje claro y atractivo para los votantes. De nuevo, parecía que los demócratas no tenían ninguna posibilidad de recuperar el poder.
Entonces, el DLC le pidió al hasta entonces desconocido Gobernador de Arkansas que encabezara la organización, con lo que Bill Clinton obtuvo una plataforma para promover nuevas ideas a nivel nacional.
Surgieron entonces propuestas atractivas sobre el papel del Gobierno en la economía; sobre la necesidad de equilibrar el crecimiento y la protección del medio ambiente; sobre el papel fundamental de la educación y la investigación aplicada para aprovechar y promover el uso de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación; y sobre la forma de proyectar en el exterior el poderío estadounidense, pero sin generar conflictos innecesarios que socavaran las propias bases de sus capacidades militares, comerciales e, incluso, culturales.
Con el apoyo del DLC, el Gobernador Clinton logró vencer al entonces Presidente Bush en la elección de 1992, encabezó una de las administraciones estadounidenses más prósperas en la historia del vecino país y se convirtió en el primer Presidente demócrata, desde Franklin D. Roosevelt, capaz de lograr la reelección. La fuerza de las ideas que impulsó le permitieron a Clinton redefinir la agenda y obtener logros que hasta ese momento parecían impensables, incluyendo un superávit fiscal por primera vez en décadas.
En lugar de sujetarse a la estrecha racionalidad de la política partidista, el Gobernador Clinton, y los miembros del DLC, tuvieron la capacidad de conectarse con el electorado mediante una oferta relativamente moderada -pero bien definida- y, más importante aún, capaz de realizarse, sin quedarse atorada en el laberinto de las luchas cotidianas por el poder que definen a las democracias modernas.
No estaría mal tomar nota de esta historia de éxito político.
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