Javier Treviño Cantú
El Norte
11 de diciembre de 2003
Cuando los intereses particulares y de grupo se imponen sobre los de las mayorías, el riesgo de que la enfermedad afecte todo el sistema se vuelve crítico, y hoy México puede caer en estado de shock.
El periodo ordinario de sesiones de la Cámara de Diputados está a punto de concluir, y de nuevo el saldo es negativo: mientras el Gobierno, los legisladores y los partidos políticos siguen en su lucha por el poder, el País se mantiene estancado y sin visos de mejorar.
Ante el trágico espectáculo en que se convirtió la negociación del paquete fiscal para el año próximo, parece evidente que la clase política de México sufre un grave caso de autismo. Como en la película "Rainman", que protagonizaran hace ya algunos años Dustin Hoffman y Tom Cruise, nuestros actores políticos siguen dando muestras contundentes de su incapacidad para relacionarse con la realidad que vive el resto del País.
Ante la falta de empleos, de inversiones productivas y de recursos para impulsar el desarrollo, los partidos y los legisladores responden con propuestas incongruentes, parches temporales y conflictos internos que afectan a toda la nación. Mientras la gente espera saber a qué tendrá que atenerse el año próximo en materia de impuestos, el PRI atraviesa por una de sus peores crisis desde que empezó a transformarse, de un partido de Estado, en un auténtico competidor.
De nuevo las empresas tendrán que esperar hasta el último momento para programar sus inversiones, porque el PAN no logra definirse como el partido en el gobierno y sus legisladores prefieren echar mano de trucos retóricos, en lugar de presentar opciones viables. El PRD sigue en contra de todo y a favor de nada -salvo lo que convenga a sus propios intereses de cara al 2006-, y el Gobierno sólo atina a dividir opiniones en lugar de sumar esfuerzos.
Como Raymond Bobitt, el autista interpretado por Hoffman, los actores políticos no parecen estar conscientes de lo que ocurre a su alrededor. No parecen darse cuenta del daño que le están causando al País, y de que cada día que se retrasa la definición de las reformas estructurales el costo de oportunidad crece exponencialmente.
Cada vez que "Rainman" se encontraba en una situación desconocida, recurría a la repetición mecánica de ciertas frases y movimientos. Seguramente, el año próximo seguiremos escuchando que los partidos están trabajando "por el bien de México", que "su único compromiso es con el País" y que lo que más les importa es "la gente", a la vez que seguiremos padeciendo megamarchas y movilizaciones que sólo parecen destinadas a reforzar las posiciones de sus promotores.
Al igual que "Rainman", el Gobierno confirma, por su parte, el déficit de aprendizaje que lo distingue desde un principio. Las divisiones públicas entre los principales miembros del gabinete y las constantes contradicciones siguen siendo el pan de todos los días. Peor aún, hemos sido testigos de una tendencia a "inflar" temas con la intención de que la ciudadanía presione a los legisladores para que los atiendan y, acto seguido, declarar que en realidad no eran tan importantes.
Por lo pronto, este año no se logró consolidar una reforma eléctrica que mejore nuestra competitividad internacional, y en el terreno fiscal lo más que se pudo lograr fue una "miscelánea" que ojalá mantenga el barco a flote. Con suerte, hasta mediados del año próximo sabremos si la Convención Nacional Hacendaria permitirá generar una verdadera reforma de largo plazo para captar más ingresos y gastarlos mejor.
Todos los días, nuestros autistas políticos refrendan la percepción de que no están a la altura de los retos que enfrenta México. Mas allá de la incapacidad para sacar adelante las reformas que se necesitan, el autismo de los actores políticos amenaza con descarrilar la consolidación de nuestra incipiente democracia. Con 10 elecciones estatales en puerta, cada proceso debería ser un peldaño para elevar la calidad de nuestro sistema político. Pero, ante la falta de resultados tangibles, crece el desencanto generalizado con la política y los partidos.
La gente se pregunta: ¿por qué debe votar? y, todavía más difícil, ¿por quién votar? La disociación entre el discurso político y la realidad provoca pesadillas reales para todos los que no son parte de la racionalidad del poder. Hace tiempo, el Presidente Fox declaró que había un "círculo rojo" formado por aquellas personas "que están muy metidas en las noticias, en la lectura de los periódicos, en la crítica, en el debate político, y que representan el 2 o el 3 por ciento de la población".
Por otra parte, añadía el Presidente, "está el círculo verde, que son 98 millones de mexicanos y mexicanas que todos los días se levantan a trabajar, que quieren tener una esperanza, que quieren ver a su país creciendo y mejorando, que quieren tener logros y resultados para que sus hijos vivan mejor. Es con ellos que me entiendo yo muy bien y con ellos que trato de dialogar intensamente, porque a mí me motiva mucho ese círculo verde, esa ciudadanía".
¿Será? El distanciamiento entre los "círculos verde y rojo" que vivimos hoy genera un vacío que ahoga todos los llamados a la cordura, la tolerancia y el entendimiento.
Cuando los intereses particulares y de grupo se imponen sobre los de las mayorías, el riesgo de que la enfermedad afecte todo el sistema se vuelve crítico, y hoy México puede caer en estado de shock.
¿Habrá alguna cura para el autismo político?
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