Javier Treviño Cantú
El Norte
30 de septiembre de 2004
La semana pasada, México recibió una nueva oportunidad para aprovechar el Acuerdo de Asociación Económica, Concertación Política y Cooperación que tenemos con la Unión Europea desde mediados del 2000. El anuncio no recibió mucha atención. El ruido político, los escándalos y la firma de otro Tratado de Libre Comercio -ahora con Japón- se llevaron las primeras planas.
El 23 de septiembre, la Comisión Europea aprobó un proyecto para financiar una serie de acciones encaminadas a promover la aplicación del Acuerdo. Se trata de una iniciativa casi tan ambiciosa como el mecanismo mismo. Sus objetivos son aumentar el comercio bilateral, impulsar la inversión, potenciar el crecimiento económico y la generación de empleos.
Se busca fortalecer a las instituciones de gobierno encargadas de la operación del Acuerdo, en especial a las aduanas y a los organismos responsables de establecer y vigilar la aplicación de las normas y reglamentos técnicos que regulan los intercambios. Desde los requisitos fitosanitarios para los productos agropecuarios, hasta la protección de los derechos de propiedad intelectual.
Lo que puede resultar más importante de este proyecto es, precisamente, lo que más ha fallado hasta ahora: promover un mayor conocimiento del Acuerdo, de los sistemas y procedimientos que tienen ambas partes, así como ampliar el acceso a la información disponible para las empresas y los demás actores económicos.
El hecho mismo de que se haya tenido que plantear este programa refleja la falta de resultados. Se esperaba mucho del Acuerdo entre nuestro país y la Unión Europea. México por fin tendría una opción para equilibrar sus relaciones económicas y podría ser menos vulnerable a las condiciones de la economía de Estados Unidos. Pero no hemos tenido la visión ni la voluntad para sacarle provecho en serio.
En mayo de este año, se llevó a cabo en Guadalajara la Segunda Cumbre entre México y la UE. Se destacó que, a partir de que el Acuerdo comenzó a funcionar, el comercio bilateral se ha incrementado casi en 40 por ciento. Pero también se reconoció que las cifras siguen siendo muy pobres. Según Bancomext, el año pasado el intercambio comercial total con Europa sumó apenas poco más de 26 mil 500 millones de dólares (MD), 9.3 por ciento más que en 2002.
En 2003 exportamos a esa región 6 mil 400 MD, un raquítico 3.9 por ciento del total. Además, tenemos un déficit con ellos, ya que importamos 20 mil 115 MD. Este año, las cosas van un poco mejor. Entre enero y mayo, el intercambio total superó los 11 mil 500 MD, 10.3 por ciento más que durante el mismo periodo del año anterior. En estos meses, nuestras exportaciones han crecido 13.6 por ciento, al totalizar poco más de 2 mil 900 MD. Sin embargo, siguen representando el mismo 3.9 por ciento del total. Por su parte, Europa sigue teniendo un amplio superávit con nosotros, ya que en esta primera parte de 2004 importamos 8 mil 688 MD.
El potencial sigue estando ahí. A pesar de todas las dificultades que implica la integración de 25 diferentes economías, Europa sigue avanzando. Estados Unidos se ha recuperado más rápido de la última recesión, pero la Unión Europea está creciendo prácticamente al mismo ritmo. Entre el 2000 y la primera mitad de éste, el crecimiento anualizado de Estados Unidos ha sido de 2.5 por ciento, mientras que el de la UE ha sido de 2.25 por ciento.
La diferencia, sobre todo, sigue estando en la productividad. La capacidad de nuestro vecino del norte para impulsar y aplicar los avances en las tecnologías de la comunicación y la información es lo que le ha permitido mantenerse al frente. En 2003, su productividad creció 2.6 por ciento. Para que Europa sea capaz de responder al reto fundamental de mantener su cohesión social, necesita mejorar este indicador.
Una de las respuestas puede provenir de sus nuevos miembros. De acuerdo con la organización The Conference Board, los 10 países que se sumaron a la UE en mayo han registrado un crecimiento promedio en su productividad de 4.2 por ciento durante los pasados ocho años. Ahora, se espera que las reformas estructurales que han impulsado para poder entrar al club les permitan seguir avanzando.
De hecho, las reformas, junto con las políticas públicas que están poniendo en práctica para atraer nuevas inversiones, ya les están dando algunas ventajas competitivas. En particular, la República Checa, Hungría, Polonia y Eslovaquia están logrando atraer nuevos negocios, como los centros de servicios para empresas multinacionales del resto de Europa, Estados Unidos y otros países.
Aunque la India y China llevan la delantera en el terreno del "outsourcing", los países de Europa Oriental están haciendo lo necesario para capitalizar esta tendencia. Los cálculos de la firma de consultoría McKinsey indican, por ejemplo, que el número de empleos relacionados con servicios empresariales de apoyo en Polonia podría elevarse, de los 3 mil que existen actualmente, a unos 200 mil para el 2008.
El crecimiento de estos mercados "emergentes", así como el del resto de una Europa comprometida a elevar su competitividad, le ofrece un nuevo horizonte a las empresas mexicanas que tengan verdadero interés en crecer y exportar. La buena noticia es que podrían contar con los apoyos que se deriven de la iniciativa anunciada por la Comisión Europea la semana pasada.
La mala noticia es que la Comisión fijó un presupuesto de 16 millones de euros. La mitad la ponen ellos. La otra mitad la tiene que presupuestar el Ejecutivo mexicano y autorizarlo nuestro eficaz Congreso. En los meses próximos veremos si alguien en el gobierno siquiera tomó nota de esta nueva oportunidad. Si no la aprovechamos, el Acuerdo entre México y la Unión Europea seguirá siendo un tesoro enterrado en el fondo del mar.
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