Javier Treviño Cantú
El Norte
13 de noviembre de 2003
Siempre que se reúnen, cada uno habla de lo que más le interesa, de lo que quiere lograr para que mejore la calidad de vida de su gente, y de su visión particular sobre cómo deben coordinarse para lograr objetivos y superar retos comunes.
Uno es rico, poderoso, con mucha influencia y capacidad de imponer casi siempre su agenda. No hace más concesiones que las previamente calculadas, con la frialdad que resulta de saberse superior a todos los demás.
El otro está tratando de crear la mínima riqueza necesaria para superar rezagos ancestrales. Su capacidad de influencia es limitada, aunque su cultura es conocida y respetada en casi todo el mundo. Si bien no tiene la fuerza para imponerle sus criterios a sus contrapartes, siempre tiene alguna carta qué jugar en una partida en la que apuesta su resto.
Lamentablemente, el resultado de este diálogo de sordos es tan predecible como estéril. Cada quien dice lo que tiene qué decir y luego vuelven al juego del gato y el ratón, o, como diría el ex Embajador Jeffrey Davidow, del oso y el puercoespín.
Por supuesto, se trata del "evento del año" en la maltrecha relación bilateral México-Estados Unidos. Un ritual que se sigue desde 1981, cuando los presidentes Reagan y López Portillo decidieron crear la Comisión Binacional para que sus respectivos Secretarios de Estado tuvieran la oportunidad de conocerse, reunirse y tratar de ponerse de acuerdo.
Mientras que los funcionarios mexicanos ven las reuniones de la Comisión Binacional como una gran oportunidad para hacerse escuchar y hablarle fuerte al vecino, con la seguridad que les da la visita en grupo, sus contrapartes las perciben como una soberana pérdida de tiempo, aunque necesaria, para calmar las ansias de un vecino incómodo, que reclama atenciones y consideraciones propias de un verdadero aliado, pero que en realidad no tiene prácticamente nada qué ofrecer a cambio. Nada, claro está, más que la puntual satisfacción de sus demandas y la capacidad de mantener el control -o gobernabilidad, como se estila decir ahora- de un país marcado por una desigualdad estructural que orilla a 400 mil mexicanos a dejar su tierra cada año en busca de una oportunidad de trabajo en el otro lado de la frontera.
El domingo pasado, el Embajador de Estados Unidos, Tony Garza, publicó, en EL NORTE, un artículo en donde considera que la reunión de la Comisión Binacional es ejemplo del deseo de ambos gobiernos para "abordar agresivamente los problemas y los retos comunes", y que representa el "espacio idóneo para trabajar en nuestros objetivos compartidos y también para mostrar los logros alcanzados".
El artículo parece reflejar la intención de superar una de las etapas más ríspidas que se recuerde en la relación entre los dos países. Sin embargo, la realidad siempre acabará por ser más contundente que cualquier discurso, y en esta ocasión las diferencias son más evidentes que nunca.
Para México, la prioridad y el tema prácticamente único en su agenda es un acuerdo migratorio. Como comenta en su libro el ex Embajador Davidow, el Presidente Vicente Fox y su primer Secretario de Relaciones Exteriores, Jorge Castañeda, lograron "reducir la totalidad de la relación bilateral a una sola variable: el progreso en los acuerdos migratorios. Era un error tan grande como el que muchos habían cometido durante años en Estados Unidos al concentrar en las drogas toda la compleja red de asuntos binacionales" ("El Oso y el Puercoespín", Grijalbo, p. 360).
Por su parte, el gobierno de Estados Unidos está completamente enfocado en los asuntos relacionados con la seguridad, incluyendo la de sus fronteras, mientras que el Presidente Bush se concentra en la campaña electoral para asegurar su reelección. Las prioridades son claras, como lo demuestra el hecho de que el anuncio más importante haya sido un acuerdo para que puedan operar en México los "Cuerpos de Paz".
Una cosa es que el Embajador Garza y el subsecretario Roger Noriega hayan insistido en que no se debían esperar resultados "espectaculares", pero otra muy distinta es que ni el Secretario de Economía mexicano ni el Representante Comercial de Estados Unidos hayan participado en la reunión bilateral para atender las crecientes controversias comerciales entre los dos países, con el pretexto de que se reunirán unos días después, en Miami, para oficializar el fracaso del Area de Libre Comercio de las Américas.
La Comisión Binacional era el mecanismo de diálogo y coordinación institucional, al más alto nivel, con que contaban ambos países. Ahora, parece que nada más queda el nuevo "teléfono rojo" que une a las oficinas de los Secretarios de Gobernación y de Seguridad Territorial de Estados Unidos, para atender "situaciones de emergencia". ¿No sería mejor instalar un conmutador?
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